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Mejorando nuestro conocimiento de la evolución humana

Mejorando nuestro conocimiento de la evolución humana

     Última actualizacón: 10 abril 2020 a las 11:37

En este blog ya hemos comentado que la icónica imagen de la «marcha del progreso», que hasta no hace demasiado tiempo se empleaba para ilustrar cómo hemos evolucionado, no se corresponde con la realidad y, además, ha sido fuente de malentendidos. La idea de que hemos experimentado una progresiva «mejora» desde formas «primitivas» a otras cada vez más «avanzadas» —con el ser humano en la cúspide de la evolución— afortunadamente está superada.

Otro planteamiento que también se ha demostrado erróneo ha sido la creencia de que en un tiempo y lugar determinados sólo habitó una especie o tipo de hominino, es decir, que no pudo haber «convivencia» entre diferentes especies 1.

De esta forma, a la hora de ofrecer una imagen que sirviera para explicar la evolución humana, pasamos de la «marcha del progreso» a la del árbol evolutivo y, más adelante, a la de un arbusto —dadas las intrincadas ramificaciones de las nuevas especies que se iban descubriendo— . Sin embargo, los últimos avances en el estudio de la evolución humana refuerzan la necesidad de buscar una nueva metáfora más adecuada para explicar el verdadero proceso evolutivo de los homininos.

Arriba a la izquierda, esbozo de Charles Darwin acerca de la evolución humana. Abajo a la derecha, Árbol evolutivo de «The Smithsonian Institution»

En este sentido, creo que la propuesta que ha hecho John Hawks 2, es muy adecuada: la mejor forma de comprender gráficamente cómo se ha producido nuestra evolución es la de imaginarla como el delta de un río. Voy a apoyarme en los nuevos descubrimientos en este campo para darle sentido a esta idea .

La evolución tal y como la entendíamos…

Hasta no hace mucho (unos 15 o 20 años) pensábamos que teníamos una imagen bastante clara de qué es lo que había sucedido en los últimos 500000 años, un periodo clave en nuestro camino evolutivo. Para los especialistas estábamos ante una sencilla «saga familiar» con un argumento claro y pocos actores.

Esta historia comenzaba con Homo heidelbergensis, una especie con una amplia distribución geográfica, caracterizada por la morfología del cráneo y la robustez del esqueleto postcraneal. Se trata del primer hominino en tener un encéfalo tan grande como el de los seres humanos anatómicamente modernos, mientras que su esqueleto postcraneal sugiere que estaba bien adaptado para realizar viajes de larga distancia. Estuvo presente en África y Eurasia occidental hace entre 700000 y 130000 años.

Esta especie tuvo dos descendientes: Homo neanderthalensis en la parte occidental de Eurasia; y Homo sapiens, en África. La «cuna de la humanidad», el lugar de origen de los seres humanos modernos, se situaría por tanto en África, concretamente en el Este, en las actuales Etiopía o Kenia.

Los datos genéticos de las poblaciones actuales venían a confirmar que nuestra especie había salido de África hace unos 60000 años, y que hace unos 30000 ya había reemplazado a los neandertales (considerados «inferiores») con poco o ningún entrecruzamiento.

Otras especies humanas, con un origen más antiguo, coexistieron con Homo sapiens. Una se encontró en China (concretamente el cráneo fósil hallado en Dali, provincia de Shaanxi); y otra vivió en Indonesia, donde los fósiles sugieren que Homo erectus, el antepasado de Homo heidelbergensis, había sido el único habitante hasta la llegada de los humanos modernos hace unos 45000 años.

Por lo tanto, solo Homo sapiens, usando embarcaciones que permitían la navegación de altura, fue capaz de migrar hacia el este a través de las cadenas de islas hasta llegar a Australia, donde arribaron aproximadamente al mismo tiempo que a Indonesia.

… hasta que los nuevos hallazgos nos han obligado a repensarla

África

La búsqueda de la «cuna de la Humanidad» en el continente africano ha seguido su curso. Los posibles candidatos han aumentado conforme se producían nuevos descubrimientos, aunque cada vez más investigadores defienden que no ha existido un lugar como ese: no ha habido ningún «Jardín del Edén» tal y como lo entiende la cultura judeocristiana.

Veamos algunos de los nuevos descubrimientos que han obligado a repensar nuestra evolución.

Homo sapiens

El cráneo con forma «humana» más antiguo se ha encontrado en Etiopía. Por otro lado, los símbolos en forma de grabados más antiguos se encuentran en la cueva de Blombos en Sudáfrica; mientras que los enterramientos simbólicos más antiguos los hallamos en la otra punta del continente, en Israel, donde se ha localizado una tumba datada en 100000 años (en la cueva de Qafzeh) donde se ha recuperado un cuerpo adornado con astas de ciervo.

Todos estos datos han llevado a arqueólogos y genetistas a plantear una nueva hipótesis para explicar el origen de Homo sapiens: hubo diferentes lugares en África que actuaron como «cunas de la humanidad» 3. Lo que esto significa es que nuestra especie no surgió en un único lugar desde el que nos dispersamos; al contrario, hemos estado evolucionando durante casi medio millón de años a lo largo de la enorme vastedad del continente africano.

Chris Stringer sostiene 4 que los inmediatos predecesores de los humanos modernos surgieron en África hace unos 500000 años y evolucionaron en poblaciones diferentes. Cuando las condiciones climáticas empeoraron —por ejemplo, cuando el Sáhara se volvió un desierto— grupos aislados de nuestros antepasados tuvieron que luchar para sobrevivir. Algunas de esas poblaciones podrían haberse extinguido; otras en cambio se las arreglaron para prosperar. Pasado el tiempo, cuando el clima se moderó —y el Sáhara volvió a ser verde, un lugar húmedo con abundancia de ríos y lagos— las poblaciones supervivientes crecieron y entraron en contacto unas con otras. Al hacerlo, es muy posible que intercambiaran no sólo ideas, sino también genes.

Estos ciclos sucesivos de bonanza y severidad climática trajeron consigo sucesivos aislamientos y nuevos contactos entre las distintas poblaciones. Esta dinámica se repitió una y otra vez en diferentes lugares y por motivos diferentes durante los siguientes 400000 años. El producto final fue Homo sapiens.

Si bien sabemos que los animales que se dispersan por un continente tienen a dividirse en diferentes subespecies y, finalmente, pueden llegar a formar especies completamente nuevas, en el caso de Homo sapiens sucedió algo muy diferente. Nosotros mantenemos contactos, constituimos redes sociales a larga distancia, y de esa forma evolucionamos lentamente, pero en grupo —y esto es lo importante— en toda la extensión del continente africano.

Homo naledi

El complejo de cuevas Rising Star, cerca de Johannesburgo —y a un tiro de piedra de yacimientos tan importantes como Sterkfontein, Swartkrans y Kromdraai—, alberga varias cámaras subterráneas con un acceso enormemente complicado donde se han hallado los restos de Homo naledi por un equipo multidisciplinar de científicos encabezados por el profesor Lee Berger de la universidad de Witwatersrand.

Uno de los aspectos más controvertidos de este hallazgo es la hipótesis planteada por los descubridores acerca de una posible deposición intencionada de los muertos (la cueva donde se han encontrado los fósiles tiene un único acceso por un pozo de 12 metros de profundidad y 18 centímetros en su parte más ancha).

La morfología del cráneo de Homo naledi se aproxima a la de los primeros Homo (H. erectus, H. habilis y H. rudolfensis) pero tiene un volumen craneal de unos 500 cm³, similar al de los australopitecinos. Su estatura media era de 1,50 metros con un peso de unos 45 kilos. La dentición es primitiva y pequeña. Si bien la morfología de las manos, de la pierna y el pie son casi indistinguibles de la de los seres humanos modernos, el tronco y extremo proximal del fémur exhiben características que lo acercan más a los australopitecinos.

Con una antigüedad de los restos de entre 236000 y 335000 años, la pervivencia de esta especie junto a otras especies de homininos, es objeto de investigación.

Australopithecus anamensis

Seguimos con la puesta vista en África porque hace pocos meses se produjo un hallazgo realmente importante, no por tratarse de una nueva especie, sino porque se ha recuperado un cráneo casi completo y muy bien conservado de Australopithecus anamensis 5, de quien hasta ahora sólo contábamos con mandíbulas, dientes y elementos postcraneales de las extremidades superiores e inferiores.

Este cráneo, datado en unos 3,8 millones de años y recuperado en el yacimiento de Woranso-Mille (Etiopía), nos permite situar a esta especie en el mismo tiempo y lugar que Australopithecus afarensis. Es nuevo «solapamiento» entre distintas especies nos hace replantearnos la evolución gradual de Australopithecus anamensis hacia Australopithecus afarensis.

El equipo de Hailie-Selassie, quien ha hecho el nuevo descubrimiento, postula que quizás la diversificación se produjo en un evento de especiación, en el que un pequeño grupo de Australopithecus anamensis aislado genéticamente — algo más probable que el hecho de que toda la especie en su conjunto quedara aislada — evolucionó hacia Australopithecus afarensis, conviviendo ambas especies durante unos 100000 años.

Asia

El primer contratiempo para la visión clásica de que nuestros antepasados salieron de África hace unos 60000 años llegó en 2004 cuando se hizo público el descubrimiento de un esqueleto diminuto en Liang Bua, una cueva en la isla indonesia de Flores:

Homo floresiensis

Esta nueva especie planteó interesantes interrogantes. ¿Era un descendiente de Homo erectus? ¿Por qué era tan pequeña? Es posible que viera reducido su tamaño debido a su confinamiento en una isla (un proceso conocido como «enanismo insular»); aunque también podía tratarse de un ser humano moderno con una patología, por ejemplo, el síndrome de Down o una deficiencia de yodo.

Pero esto no era todo. Las cosas se complicaron cuando junto a los fósiles aparecieron herramientas de piedra, pruebas que confirmaban que el «hobbit» tuvo habilidades para la caza y conocía el fuego. A esto se unía la «evidente» posibilidad de que Homo floresiensis hubiera llegado a la isla navegando —una tecnología que supuestamente solo estaba al alcance de los más «avanzados» Homo sapiens—. Todos estos datos no cuadraban con una especie que poseía un cerebro del tamaño de un chimpancé.

Desde los primeros hallazgos, las excavaciones han recuperado más restos en niveles inferiores, y han mostrado que el primer esqueleto tenía una antigüedad de 60000 años. En Mata Menge, otro yacimiento de la isla de Flores, se han recuperado nuevos fósiles datados en 700000 años 6. El linaje de Homo floresiensis parece más antiguo de lo que cabía esperar.

Homo luzonensis

Y sin abandonar las islas del sudeste asiático, un nuevo miembro de la familia humana se ha descrito en Filipinas. Descubiertos en la cueva de Callao —en la isla de Luzón— los fósiles pertenecen al menos a dos adultos y un niño datados entre hace 67000 y 50000  años 7. Este hallazgo es importante no solo porque describe una nueva especie, sino porque nos obliga a repensar lo que sabíamos acerca de las primeras migraciones de homininos fuera de África hacia Asia. Hemos de tener en cuenta que Homo luzonensis vivió al mismo tiempo que los neandertales, los denisovanos, Homo floresiensis y nuestra propia especie.

Los fósiles de Luzón presentan un conjunto único de rasgos físicos que los diferencia del resto de congéneres que vivían en esa misma época. Algunas de estas características parecen muy primitivas —como, por ejemplo, el pequeño tamaño y la forma sencilla de las coronas de los molares; o la curvatura de los dedos de las manos y los pies, que lo acercan más a los australopitecinos—; mientras que otras —en especial sus dientes— son similares a los parántropos, Homo erectus e incluso Homo sapiens.

Puesto que sus manos y pies son más primitivos que los de Homo erectus, ¿significa que el antepasado de Homo luzonensis es incluso más antiguo que Homo erectus, y que por tanto migró fuera de África antes de que lo hiciera aquél? ¿Llegó esta especie a Filipinas también en barco, o tanto Homo luzonensis como el «hobbit» fueron arrojados a las islas por un tsunami?

La cuestión de si algún hominino había salido de África antes de que lo hiciera Homo erectus ya se había planteado cuando se descubrió Homo floresiensis. Ahora es una hipótesis que cobra más fuerza.

El arte rupestre más antiguo

Seguimos en Filipinas. En la isla de Célebes (Sulawesi en indonesio) los científicos han encontrado una cueva donde podemos admirar un conjunto de escenas que representan imágenes de una cacería con figuras humanas y animales 8. Gracias a la datación por series de uranio se ha comprobado que las pinturas tienen 43900 años de antigüedad: estamos por tanto ante la escena de caza más antigua conocida hasta la fecha.

Las pinturas representan al menos ocho pequeñas figuras con forma humana (una de ellas con cabeza de pájaro y otra con cola), que llevan lanzas o cuerdas, y que aparecen junto a dos jabalíes y cuatro búfalos. Todas se pintaron al mismo tiempo, en el mismo estilo, con la misma técnica y el mismo pigmento ocre. La interpretación que hacen los investigadores es que las imágenes sugieren un mito o leyenda, uno de los elementos clave de la cognición humana moderna: vemos una escena narrativa y figuras parecidas a seres humanos que no existen en el mundo real.

La isla de Célebres está situada geográficamente muy lejos de Europa, donde encontramos casi todo el arte rupestre. Las pinturas y grabados que podemos contemplar en las cuevas de Lascaux y Altamira, por ejemplo, muestran que las mentes de sus creadores poseían «algo especial», un pensamiento simbólico donde consiguen que una cosa, en este caso unas manchas de pintura, representen otra cosa completamente diferente, un animal. Parece evidente que estos artistas llenaban sus vidas con un significado, con una intención que iba más allá de los impulsos básicos por sobrevivir.

Todo esto ha llevado a que algunos científicos defiendan que los primeros europeos fueron, intelectualmente, más capaces que otros miembros de nuestra propia especie. Sostienen que es posible que hubiera una mutación genética en sus cerebros en su camino desde África hacia Europa.

Esta idea, ya de por sí objeto de fuertes controversias, se ha visto definitivamente superada por las pinturas de Célebes ya que son unos 10000 años más antiguas que las pinturas de Lascaux y Altamira, aunque igual de sofisticadas. La idea de que el arte rupestre comenzó en Europa se ha demostrado errónea, Homo sapiens poseía capacidad para el pensamiento simbólico y abstracto mucho antes de que llegáramos al continente europeo hace unos 40000 años.

Europa

Y así, terminamos nuestro recorrido en el continente europeo, con un descubrimiento que ha supuesto un verdadero terremoto en la disciplina.

Homo sapiens

En 1978 comenzaron unas excavaciones en la cueva griega de Apidima. Durante los trabajos se recuperaron dos cráneos muy fragmentados. Los investigadores pudieron hacer poco más que nombrarlos («Apidima 1» y «Apidima 2») ya que la falta de un contexto arqueológico preciso impedía tanto su análisis como su datación.

Un nuevo trabajo 9 concluye que «Apidima 1» pertenecía a un Homo sapiens con una mezcla de rasgos modernos y primitivos que vivió hace unos 210000 años; mientras que «Apidima 2» era un neandertal con una antigüedad de 170000 años. La presencia de Homo sapiens arcaicos en la región, 150000 años antes del supuesto éxodo fuera de África de las poblaciones modernas, ha causado un enorme impacto. Además, el estudio sugiere que ambos grupos estuvieron presentes durante el Pleistoceno Medio: primero la población temprana de Homo sapiens, seguida de la neandertal.

Y es que hasta ahora, el fósil de Homo sapiens más antiguo que se había hallado fuera de África se encontraba en Israel (Misliya) 10, donde los científicos describieron un fragmento de mandíbula con una antigüedad de entre 200000 y 175000 años.

Homo heidelbergensis

En la Sima de los Huesos, dentro del complejo de yacimientos de la Sierra de Atapuerca, se ha logrado una proeza impensable hasta no hace mucho: la secuenciación del ADN nuclear de unos fósiles asignados a Homo heidelbergensis con de 430000 años de antigüedad 11. Estamos ante la secuenciación del ADN más antiguo hasta la fecha.

Los fósiles se habían «catalogado» como neandertales primitivos tras el estudio de la morfología de sus dientes y cráneos, y gracias a este estudio de su ADN se ha podido confirmar la hipótesis ya que su genoma se parece más al de los neandertales que, por ejemplo, al de los denisovanos.

Por lo tanto, estos datos apuntalan una idea que hemos comentado más arriba: los cruces genéticos entre poblaciones distintas –como los neandertales, denisovanos y Homo sapiens– fueron bastante habituales. Al mismo tiempo, se pone en cuestión el modelo tradicional de que la especie Homo heidelbergensis fue el antepasado común de los neandertales y Homo sapiens. Dado que estos fósiles de la Sima de los Huesos se sitúan en un momento anterior de la línea neandertal, parece que su antepasado tuvo que ser más antiguo que Homo heidelbergensis.

Y ahí es donde apunta otro trabajo liderado por Aida Gómez-Robles 12 publicado en 2019 que concluye, tras analizar 931 dientes pertenecientes a 122 individuos de este mismo yacimiento, que los neandertales y Homo sapiens tomaron caminos evolutivos diferentes hace 800000 años. Como vemos, este trabajo retrotrae la separación de ambos linajes varios cientos de miles de años al pasado.

Con esta información en mente, podemos poner en contexto los hallazgos relacionados con otra especie descubierta en la Sierra de Atapuerca.

Homo antecessor

Hasta hace poco se pensaba que la cara de Homo heidelbergensis podía haber evolucionado tanto hacia el rostro de los neandertales como de Homo sapiens, en consonancia con la idea de que era el antepasado común. Sin embargo, nuevos trabajos 13 también arrojan dudas acerca de que Homo heidelbergensis sea nuestro antepasado directo.

La cara de un niño de unos 850000 años asignado a Homo antecessor es más moderna en términos anatómicos que la Homo heidelbergensis 14, del resto de fósiles de la Sima de los Huesos, y los propios neandertales clásicos. Lo mismo sucede si incluimos en el análisis los fósiles chinos como el cráneo de Dali, datado en unos 300000 años.

La conclusión a la que podemos llegar es que es posible que el antepasado común de neandertales, denisovanos y Homo sapiens poseyera una cara más moderna —que finalmente hemos conservado, y quizás los denisovanos también (si es que fósiles chinos como el cráneo de Dali son realmente denisovanos)— pero que los neandertales u Homo heidelbergensis hubieran perdido durante su evolución separada.

En abril de 2020 se publicó un artículo en la revista Nature 15 que hizo pública la secuenciación de proteínas del esmalte de los dientes de esta especie, retrasando hasta los 800000 años la secuenciación de material genético. Los resultados obtenidos llevan a situar a este hominino en un linaje hermano y cercano a Homo sapiens, a los neandertales y a los denisovanos; pero se confirma que ni perteneció al mismo grupo de sus parientes ni fue su antecesor: es más antiguo y se separó antes del ancestro común que mantuvieron estas especies entre sí.

Homo neanderthalensis

Hace tiempo que los neandertales perdieron el calificativo de «brutos». Son muy pocos —desinformados— quienes aún los consideran unos antepasados con escasa inteligencia y que esa circunstancia les llevó a ser «reemplazados» por los más hábiles y capaces Homo sapiens. En este sentido, desde hace años se vienen publicando numerosos estudios que hacen ver sus capacidades técnicas, de desarrollo artístico y, en definitiva, la enorme capacidad adaptativa de esta especie. Veamos algunos de los últimos avances:

Un equipo de investigación liderado por Antonio Rodríguez-Hidalgo ha estudiado huesos de la garra del águila imperial recuperados en Cova Foradada 16, y ha concluido que las marcas de corte que presentan demuestran que se usaban a modo de adorno o joyas enlazadas en el cuello. Aunque es cierto que ya se conocían este tipo de complementos, la importancia de este trabajo reside en que es la primera vez que se constata el uso de adornos personales en neandertales de la Península Ibérica con una antigüedad de unos 44000 años.

Otro hallazgo interesante, y que aún es objeto de estudio e interpretación, son las extrañas construcciones ovales hechas con estalagmitas cuidadosamente colocadas en la cueva de Bruniquel del sur de Francia, y datadas en 176000 años 17. Esta «construcción» se atribuye a los neandertales, y se suma al cada vez mayor catálogo de comportamiento sofisticado que incluye muros pintados en cuevas, el empleo de pegamento de resina para mantener las herramientas unidas, así como el uso de artefactos de madera para cavar.

Lo que nos aportan los estudios de ADN antiguo

Ya he comentado en más de una ocasión que es posible que la revolución más importante en el campo de la evolución humana venga del estudio del ADN antiguo. Los avances en este campo se producen muy rápido, casi cada semana.

Un reciente trabajo que ha analizado 161 genomas modernos de 14 poblaciones que viven en islas del sudeste asiático y Nueva Guinea 18 concluye que los humanos modernos se cruzaron con al menos tres grupos diferentes de denisovanos que habían permanecido aislados geográficamente durante mucho tiempo. Podemos encontrar uno de estos linajes en Asia oriental; mientras que rastros de los otros dos aparecen entre los modernos habitantes de Papúa, y en un área mucho mayor de Asia y Oceanía.

Por lo tanto, por ahora sabemos que los denisovanos se componen de tres grupos, dándose la paradoja de que hay más diversidad genética en menos de una docena de huesos (que son todas las muestras fósiles que poseemos de ellos), que la que existe entre los 7700 millones de personas que habitamos el planeta hoy en día. De hecho, otros grandes simios —chimpancés, gorilas y orangutanes— tienen una mayor variabilidad genética que nosotros. Tanta, que los primatólogos reconocen dos especies de orangutanes, y hasta cuatro de chimpancés y gorilas. Esto sucede porque sus poblaciones se vieron separadas geográficamente durante cientos de miles de años. Por el contrario, los humanos nos parecemos más a un pequeño grupo de refugiados emigrados de una parte de África.

Algunos científicos han propuesto que un evento catastrófico global (como, por ejemplo, una erupción volcánica) pudo ser el causante de una reducción del tamaño de las poblaciones de Homo sapiens, lo queexplicaría esta baja diversidad genética. Sin embargo, el estudio de un número mayor de muestras ha permitido ofrecer una imagen diferente.

Cuando los neandertales, los denisovanos y otras poblaciones «fantasma» —denominadas así porque sólo se las conoce por los resultados de los análisis genéticos y se presume que existieron aunque no tengamos más pruebas de ello— vivieron, sus poblaciones pudieron tener poco contacto entre sí, aunque colectivamente eran muy diversas genéticamente hablando, tal y como lo son hoy en día los gorilas y los chimpancés. A lo largo de los últimos 200000 años, estas corrientes separadas se fueron reuniendo debido al aumento del tamaño de una de esas ramas: Homo sapiens se expandió a lo largo del mundo de la misma manera que un ancho delta fluvial, llevando consigo fracciones ligeramente diferentes del flujo de los antiguos «cursos de agua».

Conclusión

Y así ponemos fin a este viaje por los últimos planteamientos en el interesante debate acerca de la evolución humana.

Por lo que nos dicen los estudios genéticos, por la constatación de que neandertales, denisovanos y otras poblaciones fantasma aportaron material genético a nuestro genoma, y por el hallazgo de fósiles cuya ubicación y antigüedad ponen «patas arriba» la disciplina, creo que ha llegado el momento de reconocer que nuestra historia evolutiva se describe mejor de forma gráfica si tenemos en mente el enorme delta de un río. Las corrientes —las diferentes especies— se unen, mezclan y se separan, haciendo que muchas de ellas terminen en callejones sin salida, y que otras desemboquen en el mar, llevando todas ellas consigo vestigios genéticos de sus antepasados.

Esta imagen trae consigo el recurrente problema de cómo definimos las especies, haciendo necesario un profundo debate a este respecto, que desde luego será interesante seguir.

Desde esta humilde bitácora trataré de hacer más comprensible el intrincado paisaje que se abre ante nosotros. La ciencia tiene la labor de arrojar cada vez más luz para tratar aclarar de nuestro pasado.

Artículos recomendados

HAWKS, J., 2016. Human evolution is more a muddy delta than a branching tree | Aeon Ideas. Aeon [en línea]. [Consulta: 21 enero 2020]. Disponible en: https://aeon.co/ideas/human-evolution-is-more-a-muddy-delta-than-a-branching-tree.

STRINGER, C., 2019. Meet the relatives: the new human story. Financial Times [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://www.ft.com/content/6fc26e8c-ada8-11e9-8030-530adfa879c2.

MCKIE, R., 2020. The search for Eden: in pursuit of humanity’s origins | World news | The Guardian [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2020/jan/05/the-search-for-eden-in-pursuit-of-humanitys-origins.

ORGAN, J., 2019. Top 6 Discoveries in Human Evolution, 2019 Edition | PLOS SciComm. [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://blogs.plos.org/scicomm/2019/12/11/top-6-discoveries-in-human-evolution-2019-edition/

Notas

  1. Podía darse el caso de que a un lugar llegase una nueva especie, pero esta idea sostenía que una de las dos acababa desapareciendo por la competencia por los recursos. El ejemplo clásico es de la extinción de los neandertales tras la llegada de Homo sapiens.
  2. El profesor Hawks explica su punto de vista en un artículo publicado en la revista digital «Aeon»: Human evolution is more a muddy delta than a branching tree.
  3. Lipson, M., et al. (2020), «Ancient West African foragers in the context of African population history». Nature.
  4. Recomiendo la lectura del artículo «Meet the relatives: the new human story, que Stringer ha publicado en la serie Masters of Science 2019 en el Financial Times.
  5. Haile-Selassie, Y., et al. (2019), «A 3.8-million-year-old hominin cranium from Woranso-Mille, Ethiopia». Nature, vol. 573, núm. 7773, p. 214-219.
  6. van den Bergh, G. D., et al. (2016), «Homo floresiensis-like fossils from the early Middle Pleistocene of Flores». Nature, vol. 534, núm. 7606, p. 245-248.
  7. Détroit, F., et al. (2019), «A new species of Homo from the Late Pleistocene of the Philippines». Nature, vol. 568, núm. 7751, p. 181-186.
  8. Aubert, M., et al. (2019), «Earliest hunting scene in prehistoric art». Nature, vol. 576, núm. 7787, p. 442-445.
  9. Harvati, K., et al. (2019), «Apidima Cave fossils provide earliest evidence of Homo sapiens in Eurasia». Nature, vol. 571, núm. 7766, p. 500-504.
  10. Hershkovitz, I., et al. (2018), «The earliest modern humans outside Africa». Science, vol. 359, núm. 6374, p. 456-459.
  11. Meyer, M., et al. (2016), «Nuclear DNA sequences from the Middle Pleistocene Sima de los Huesos hominins». Nature, vol. 531, núm. 7595, p. 504-507.
  12. Gómez-Robles, A. (2019), «Dental evolutionary rates and its implications for the Neanderthal–modern human divergence». Science Advances, vol. 5, núm. 5, p. eaaw1268.
  13. Lacruz, R. S., et al. (2019), «The evolutionary history of the human face». Nat Ecol Evol, vol. 3, núm. 5, p. 726-736.
  14. Lacruz, R. S., et al. (2013), «Facial morphogenesis of the earliest europeans». PLoS ONE, vol. 8, núm. 6, p. e65199.
  15. Welker, F., et al. (2020), “The dental proteome of Homo antecessor”. Nature.
  16. Rodríguez-Hidalgo, A., et al. (2019), «The Châtelperronian Neanderthals of Cova Foradada (Calafell, Spain) used imperial eagle phalanges for symbolic purposes». Science Advances, vol. 5, núm. 11, p. eaax1984.
  17. Jaubert, J., et al. (2016), «Early Neanderthal constructions deep in Bruniquel Cave in southwestern France». Nature, vol. 534, núm. 7605, p. 111-114.
  18. Jacobs, G. S., et al. (2019), «Multiple deeply divergent denisovan ancestries in Papuans». Cell, vol. 177, núm. 4, p. 1010-1021.e32.
Publicado por José Luis Moreno en CIENCIA, 2 comentarios
Beringia y la entrada en América (II)

Beringia y la entrada en América (II)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 19:18

Dos modelos acerca de la colonización de América

La hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis)

Esta versión acerca de la forma en que se colonizó América implica que hubo poblaciones en Beringia hace 30000 años y que dispusieron de recursos suficientes durante el UMG para sobrevivir. Por lo tanto, deberíamos ser capaces de encontrar yacimientos en Siberia a latitudes mayores de los 60º N con una antigüedad de entre 40000 y 30000 años (especialmente en la parte occidental); también tendrían que existir yacimientos en la zona central de Beringia que ronden los 30000 años de antigüedad y que hubieran existido durante todo el UMG; y por último, un registro arqueológico de las herramientas y modos de vida de aquellas poblaciones genéticamente diferenciadas de las que llegaron de Asia y que dieron lugar finalmente a los nativos americanos.

Datos arqueológicos

Como adelantamos en la anotación anterior, las pruebas arqueológicas que apoyarían el modelo de una estancia prolongada en Beringia son limitadas. Contamos con bastantes datos que atestiguan la presencia de grupos humanos antes del UMG en la parte occidental de Beringia –la parte «siberiana» de la región– pero carecemos de pruebas sólidas de esos asentamientos en el resto de Beringia.

Lo primero que debemos tener claro es que nuestros antepasados tuvieron que aprender a subsistir en el clima extremo del ártico siberiano. Y eso es precisamente lo que vemos en los yacimientos paleolíticos del río Yana, situados en la parte occidental de Beringia. Concretamente, el yacimiento Yana RHS (por las siglas en inglés de Rhinoceros Horn site, yacimiento del cuerno de rinoceronte) es el más antiguo encontrado hasta la fecha con una datación de 32000 años 1.

Está formado por varios estratos congelados y bien conservados donde se recuperaron artefactos de piedra (más de 100) y restos de animales con cuyos huesos se habían fabricado distintos objetos: tenemos, por ejemplo, un mango para una lanza hecha con hueso de rinoceronte (de ahí el nombre del yacimiento); lo que parece un punzón de hueso de lobo (con cortes que sirvieron para facilitar el amarre de alguna punta); y también agujas para coser 2. Además, los ocupantes del yacimiento cazaron bisontes, renos, caballos, zorros árticos y pájaros. Algunos de esos objetos han sido datados y arrojan una antigüedad de 24000 y 21000 años 3, lo que demostraría que no abandonaron el lugar incluso a pesar de que el clima se había vuelto mucho más frío y seco. En definitiva, todo apunta a que en Yana RHS se asentó de forma más o menos permanente una población muy bien adaptada a la vida en el Ártico.

Algunos de los objetos recuperados en el yacimiento Yana RHS.

Después de Yana RHS, el registro arqueológico se vuelve más difuso, aunque contamos con otros yacimientos de una antigüedad similar en Siberia central (Nepa, Alekseevsk) y en la parte europea de Rusia (Mamontovaya Kurya, Byzovaia). Estos hallazgos confirman que estas poblaciones estaban bien equipadas y perfectamente adaptadas para soportar un clima de frío intenso poco tiempo después de llegar desde el sur.

Por otro lado, en la parte oriental de Beringia, en unos depósitos junto al río Inmachuk (noroeste de Alaska), se encontró un fragmento de colmillo de mamut con marcas datado en unos 40000 años. Sin embargo, asociar estos restos con una presencia humana antes del UMG en el este de Beringia resulta problemático ya que, como reconocen los autores del artículo donde se analizó el hallazgo 4, lo más probable es que el colmillo fuera recogido aún fresco tras el deshielo y fuera trabajado por habitantes más recientes de la zona.

En cualquier caso, en «el lado canadiense» de Beringia tenemos que mencionar las cuevas Bluefish, donde se han recuperado unos huesos con marcas de corte que demostrarían que nuestros antepasados habitaron –aún de forma ocasional– en el este de Beringia durante el UMG, hace por los menos 24000 años.

Los restos humanos más antiguos hallados en Siberia corresponden al yacimiento de Mal’ta (MA-1 es el nombre del ejemplar estudiado) y han sido datados en 24000 años 5. Por otro lado, los fósiles recuperados en la cueva de Tianyuan y Yamashita-cho (situada en el este de Asia) se han datado en el periodo clave de entre hace 42000 y 36000 años 6.

En definitiva, la escasez de pruebas arqueológicas contundentes ha hecho que la mayoría de investigadores ponga en duda que realmente hubiera pobladores en el centro de Beringia durante el UMG. Sin embargo, y esto es muy importante, debemos tener en cuenta que la ausencia de yacimientos puede deberse a que nadie vivía allí, o a que no hemos sido capaces de encontrarlos debido, entre otras cosas, a la subida del nivel del mar.

Por suerte, aparte de la información que nos aporta la arqueología disponemos de otras fuentes para completar el cuadro.

Información genética

Los datos obtenidos del estudio de los marcadores genéticos, del ADN mitocondrial (ADMmt, o mitogenoma) y del cromosoma Y, indican que todos los nativos americanos actuales provienen de Asia, y que todos ellos descienden de una misma población. Además, su diversidad genética se agrupa en cinco haplogrupos de ADNmt (A, B, C, D y X) y dos del cromosoma Y (C y Q) que encontramos en las poblaciones indígenas del sur de Siberia. Si usamos la tasa de variación actual del ADNmt y del cromosoma Y como un reloj, veremos que los seres humanos (recordar que todos los restos hallados en América pertenecen a nuestra especie Homo sapiens) se dispersaron por Asia central hace alrededor de 40000 años.

Un estudio de ADNmt publicado en 2007 7 planteó por primera vez la hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis en inglés) 8. Según esta hipótesis, las poblaciones asiáticas probablemente llegaron a Beringia antes del pico de mayor intensidad del UMG (la máxima extensión de los glaciares duró aproximadamente desde hace 27000 años hasta hace 19000 años). Una vez en Beringia, los migrantes no pudieron continuar debido a que las masas de hielo bloqueaban el acceso al resto de América. Solo pudieron reanudar su camino tras el inicio del deshielo y la apertura de las rutas costeras.

Para llegar a esta conclusión analizaron el mitogenoma de 601 individuos de América (pertenecientes a 20 poblaciones de todo el continente) junto a 3764 muestras de Asia pertenecientes a 26 poblaciones diferentes. Los resultados revelaron que los americanos poseían tres variaciones únicas –identificadas como subclados «C1b», «C1c» y «C1d»– ampliamente distribuidas por el continente americano y que, sin embargo, no estaban presentes en el ADN mitocondrial de los asiáticos, de quienes descendían. Este patrón, junto a la cronología basada en las tasas de mutación 9, les llevó a concluir que los antepasados de los primeros americanos quedaron aislados de sus parientes asiáticos hace unos 25000 años, haciendo que se acumularan unas mutaciones específicas (los tres subclados descubiertos) antes de que entraran definitivamente en América hace unos 15000 años. Acto seguido se distribuyeron por el nuevo continente no de forma gradual, sino rápidamente. Un análisis de la distribución geográfica de estos marcadores genéticos apuntó a que el lugar más probable donde se pudo producir ese aislamiento fue Beringia.

Modelo de la hipótesis de la «parada en Beringia». Tomado de Tamm, E., et al. (2007).

En 2015 10 conocimos un estudio en el que participaron decenas de investigadores que se propuso resolver, en lo que a nos atañe, tres incógnitas:

  1. Determinar el momento en que se produjo la separación de las poblaciones asiáticas y americanas.
  2. Conocer el número de olas migratorias que llegaron a América.
  3. Averiguar si hubo un aislamiento genético en Beringia.

Para ello se analizaron 31 genomas modernos de América, Siberia y Oceanía; y 23 genomas antiguos de tanto de Norteamérica como Sudamérica (de entre 200 y 6000 años). Los autores concluyeron que todos los nativos americanos forman un grupo monofilético (es decir, que todos descienden de una misma población) que se dividió en dos ramas: la primera representada por los Amerindios (que en este estudio engloba poblaciones del sur de Norteamérica, así como de Centro y Sudamérica); y la segunda por los Atabascas (que son los nativos hablantes de las lenguas atabascanas).

Confirmaron este dato tras comprobar que el momento en que los Amerindios y los Atabascas se separaron de las poblaciones del este de Asia fue muy similar, hace alrededor de 23000 años para ambos grupos. La hipótesis que los investigadores plantean es que las duras condiciones climáticas provocaron el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, aislamiento geográfico que provocó el genético. La fecha más probable para esta separación es la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, momento que coincide con el aumento del nivel del mar y la desaparición bajo las aguas del puente de Beringia.

La cuestión de si ese aislamiento se produjo en Siberia o en Beringia no obtiene respuesta. Los autores se remiten a futuros análisis genéticos y estudios arqueológicos.

Otro trabajo publicado en 2016 11 secuenció 92 mitogenomas de momias sudamericanas con una antigüedad de entre 8.600 y 500 años (por tanto, precolombinas). Los resultados mostraron que:

  1. La divergencia entre los antepasados de los siberianos y de los nativos americanos se produjo hace 24900 años. Es decir, ese es el último momento en que se puede detectar un flujo genético entre la población de Siberia y la población de la que derivan los nativos americanos.
  2. Las dos poblaciones quedaron completamente aisladas hace entre 24900 y 18400 años. Por lo tanto, el flujo genético se interrumpió en el punto álgido del UMG.
  3. De nuevo, como en el caso anterior, los investigadores no pueden saber si esta separación se produjo en Siberia o Beringia. Plantean que las duras condiciones climáticas llevó a las poblaciones que vivían en los márgenes occidentales de Beringia (la región siberiana) a migrar a los refugios del sur, como sugiere la ausencia de yacimientos arqueológicos más jóvenes que el de Yana RHS. Por el contrario, defienden que cualquier población al este de las penínsulas de Kamchatka y Chukotka no habrían sido capaces de retirarse más al sur del cinturón de hielo de las islas Aleutianas y habrían quedado por tanto aisladas en el este de Beringia.
  4. La presencia de grandes mamíferos en el este de Beringia durante el Pleistoceno Superior –incluido el UMG– indica que la población de la que derivan los nativos americanos usó las regiones de lo que hoy son Alaska y el Yukón como un refugio durante el pico más intenso del UMG. Desgraciadamente, los vacíos geográficos y temporales entre los yacimientos arqueológicos de Yana RHS y Swan Point no permiten ofrecer más detalles de este proceso.
  5. El refugio en la parte oriental de Beringia apoya la hipótesis de la «parada en Beringia». El análisis de los mitogenomas muestra una enorme diversificación de linajes que comenzó hace entre 16000 y 13000 años, lo que indicaría que la entrada en América se produjo en esas fechas ya que el crecimiento de población sería compatible con la llegada a un entorno mucho más favorable.

Además, este aumento de población tuvo lugar al mismo tiempo que se produjo el rápido retroceso de los glaciares a lo largo de la costa noroeste del Pacífico; y teniendo en cuenta la existencia del yacimiento arqueológico de Monte Verde (Chile), con una antigüedad de 14600 años, la migración a todo lo largo de las Américas llevó alrededor de 1400 años.

En definitiva, teniendo en cuenta las fechas del aislamiento genético (entre 24900 y 18400 años) y de la entrada en América (16000 años), los datos sugieren que la «parada» en Beringia pudo durar entre 2400 años y 9000 años.

Por último, el año pasado se publicó 12 el resultado del análisis de ADN de dos niños (USR1 y USR2) recuperados en el yacimiento de Upward Sun River en Alaska (región oriental de Beringia) que cuentan con una antigüedad aproximada de 11500 años.

Para los investigadores, la separación de la población de la que derivan los nativos americanos y los antiguos asiáticos se produjo hace unos 36000 años; y lo más probable es que sucediera en el noreste de Asia (ya que no hay pruebas de poblaciones en Beringia o en noroeste de Norteamérica en este periodo). Por otro lado, el aislamiento de la población fundadora de los nativos americanos tuvo lugar hace 24000 años, momento que se corresponde con una disminución de la información arqueológica de la presencia humana en Siberia.

Modelo para la formación de las diferentes poblaciones de nativos americanos. Tomado de Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018).

El genoma de USR1 nos proporciona la prueba genética directa de que todos los nativos americanos descienden de una misma población tras un único evento fundador en el Pleistoceno Superior. Los descendientes de esta población estuvieron presentes en la parte oriental de Beringia hasta hace al menos 11500 años. En ese momento, una rama de los nativos americanos se estableció en la zona de Norteamérica libre de hielo y se había separado en dos grupos que se convirtieron finalmente en los antepasados de los indígenas de toda América.

En su afán por encontrar nuevas pistas, un equipo de científicos liderados por la bióloga molecular Meriav Meiri e Ian Barnes pusieron el foco de atención en otro inmigrante que atravesó Beringia en su camino hacia el Nuevo Mundo: el ciervo canadiense (Cervus elaphus canadensis). Algunos estudios anteriores apuntaron a que este animal apareció en Alaska hace unos 15000 años, aproximadamente en el mismo momento en que se suponía que los humanos habían llegado allí. Cuando las temperaturas subieron, los ciervos atravesaron rápidamente Beringia para entrar en el continente americano.

Para someter a prueba este planteamiento, Meiri y sus colaboradores recopilaron 113 huesos, astas, y dientes de ciervos antiguos conservados en museos; junto con 74 especímenes de ciervos modernos de Norteamérica y Asia. Los resultados 13 indicaron que los animales entraron en Beringia hace al menos 50000 años, pero que no avanzaron hacia Norteamérica hasta hace 15200 años. Por lo tanto, si los ciervos permanecieron en Beringia, quizás los humanos lo hicieran también.

Paleoecología

El frío extremo y la aridez del UMG tuvieron un impacto global en la vegetación y la vida animal, forzando a las poblaciones humanas a retirarse a distintos «refugios» 14 tanto en el hemisferio sur como en el norte. Debemos recordar que en esta época el noroeste de Europa estaba en gran medida cubierto por las masas de hielo del glaciar Escandinavo; mientras que en América los glaciares Laurentino y de la Cordillera habían crecido sustancialmente.

Los datos paleoecológicos muestran sin embargo que los «refugios» en Beringia fueron más cálidos y aptos para la vida que en la mayor parte del sur de Siberia. Así, el contacto limitado entre los grupos que habitaban diferentes refugios podría explicar la estructura genética que hemos visto en los genomas de sus descendientes.

El estudio del polen en Beringia había demostrado que la vegetación se componía mayoritariamente de pasto (gramíneas), aunque lo cierto es que este tipo de vegetación genera más polen que otros tipos de plantas, por lo que los resultados podían estar sesgados. Nuevos estudios han confirmado sin embargo que la parte hoy sumergida de Beringia estuvo poblada con mucha seguridad con arbustos, una especie de tundra dominada por pequeñas plantas leñosas que sin duda proporcionaron un valioso combustible.

Tanto el estudio del polen como de los insectos sugieren un ambiente que varió en el tiempo: desde grandes bosques en algunas zonas –como en la cabecera del río Kolyma durante los intervalos más cálidos– a la tundra o una mezcla de ambos hábitats en otros lugares. Por ejemplo, hace unos 32000 años, la región del yacimiento Yana RHS estaba dominada por la tundra. Durante esa época, el ecosistema más productivo era el que actualmente se encuentra en las tierras bajas de Chukotka y en la costa sur de Alaska, debido a los efectos de la humedad proveniente del Pacífico Norte que favorecía un aumento de la vegetación.

Los registros de polen indican que este tipo de vegetación se extendió hacia el este (Alaska y el Yukón) hace unos 16000 años. De nuevo, tanto los ciervos como las personas pudieron haber seguido el cambio de vegetación hacia el Nuevo Mundo.

Notas

  1. Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.
  2. Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.
  3. Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.
  4. Gelvin-Reymiller, C., et al. (2006), «Technical aspects of a worked proboscidean tusk from Inmachuk River, Seward Peninsula, Alaska«. Journal of Archaeological Science, vol. 33, núm. 8, p. 1088-1094.
  5. Richards, M. P., et al. (2001), «Stable isotope evidence for increasing dietary breadth in the European mid-Upper Paleolithic«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 98, núm. 11, p. 6528-6532.
  6. Shang, H., et al. (2007), «An early modern human from Tianyuan Cave, Zhoukoudian, China«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 104, núm. 16, p. 6573-6578.
  7. Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.
  8. También conocida como el «modelo de incubación en Beringia» (Beringian incubation model).
  9. La estimación de la tasa de mutación fue de 3,5 x 10-8/año/posición; de ahí que el periodo calculado de aislamiento de estas poblaciones antes de su entrada en América fuera de unos 10000 años.
  10. Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.
  11. Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.
  12. Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.
  13. Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.
  14. Los «refugios» son áreas que todavía podían ser ocupadas en momentos de aumento de la aridez o de descenso pronunciado de las temperaturas en invierno. Los refugios glaciales eran áreas donde el clima era lo suficientemente suave como para permitir la existencia de recursos con los que hacer frente al clima riguroso.
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Beringia y la entrada en América (I)

Beringia y la entrada en América (I)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 18:53

Ya hemos hablado en otra anotación acerca de los estudios de ADN antiguo (la paleogenómica), y la forma en que esta nueva tecnología está haciendo que cambie nuestra forma de ver el pasado 1. Esta herramienta provoca admiración y suspicacia a partes iguales ya que, pese a que la arqueología y la genética están ofreciendo una enorme cantidad de información, sus conclusiones no siempre coinciden. Esto es especialmente llamativo en relación a los modelos que se han propuesto, por ejemplo, para explicar cómo y cuándo se produjo el poblamiento del continente americano (uno de los temas que más «pasiones» levanta entre los especialistas).

Los estudios genéticos apuntan a que los primeros pobladores de América fueron descendientes de poblaciones que, a su vez, lo eran de grupos del este y el norte de Asia que permanecieron aislados temporalmente del flujo genético hace alrededor de 23000 años 2. Esto significa que estas poblaciones, en su camino al continente americano, quedaron separadas –genética y geográficamente hablando– durante miles de años antes de entrar efectivamente en América.

En esta serie de anotaciones vamos a tratar de responder varias cuestiones: ¿se produjo ese aislamiento?, ¿dónde?; y por último, ¿los datos arqueológicos apoyan esa interpretación?

Beringia

Datos introductorios

Hace unos 20000 años, mientras que la mayor parte del planeta era un territorio hostil para la vida debido a las duras y frías condiciones climáticas impuestas por el Último Máximo Glacial (UMG, o Last Glacial Maximum, LGM, por sus siglas en inglés), Beringia constituía un «refugio» de tundra y praderas con flores silvestres, charcas y arbustos. Los mamuts y los bisontes deambularon por esta planicie durante miles de años al tiempo que lo hacían sus depredadores: los leones (Panthera leo spelaea), las hienas de las cavernas (Crocuta crocuta spelaea) y, por supuesto, los seres humanos.

Tal y como se define en la actualidad, Beringia se extiende desde la cordillera de Verkhoyansk en Siberia (Rusia) en el oeste, hasta el río Mackenzie en Canadá al este, e incluye la porción de tierra que hoy en día se encuentra bajo el mar entre Alaska y Rusia.

Puedes acceder al mapa interactivo sobre la evolución humana para tener más información de los yacimientos y los fósiles descubiertos.

Para abordar el análisis de las posibles rutas y el momento en que se produjo esa entrada en América, debemos tener en mente algunos datos y fechas esenciales:

  1. El UMG se refiere a la época de máxima extensión de las capas de hielo. Su duración varía según las fuentes que consultemos, aunque el consenso la sitúa entre los 23000 y los 19000 años 3. Debemos tener presente en cualquier caso que este fenómeno no terminó de forma brusca, sino que la fase final de esta glaciación se extendió durante 10000 años más aproximadamente (hasta hace unos 8000 años). De este periodo no debemos quedarnos solamente con las frías condiciones climáticas que se extendieron por el planeta –con las exigencias de adaptación que supusieron para nuestros antepasados– sino con que vinieron acompañadas por un importante descenso del nivel del mar (el agua se concentraba en los glaciares), haciendo que grandes porciones de tierra quedasen emergidas. Este fue el caso de Beringia.
  2. En lo tocante a yacimientos arqueológicos, contamos con el yacimiento Yana RHS en el oeste de Beringia datado de forma fiable en 32000 años.
  3. Por otro lado, en la parte oriental de Beringia contamos también con otros yacimientos como las cuevas Bluefish (24000 años); mientras que en Norteamérica destacan Swan Point (14000 años) y Upward Sun River (11500 años).
  4. Finalmente, en Sudamérica, los yacimientos de Monte Verde en Chile arrojan una antigüedad bien atestiguada de 14600 años.

Con estos datos podemos empezar a dibujar un cuadro general. Podemos afirmar que poblaciones de Homo sapiens habitaron en el oeste de Beringia hace 32000 años, y que continuaron su camino hacia el este, hacia América, y llegaron a la parte oriental de Beringia hace unos 24000 años. Ya habitaban en Norteamérica hace 14000 años, como atestigua el yacimiento de Swan Point, aunque la presencia humana en el continente tuvo que ser mucho más antigua ya que alcanzaron Sudamérica hace 14600 años.

Beringia como punto estratégico

Hoy sabemos que Beringia fue una región clave en la ruta migratoria que llevó a los primeros humanos al continente americano.

Como hemos explicado en otra anotación 4, durante el UMG en América, una enorme masa de hielo formada por los glaciares Laurentino y de la Cordillera cubría la mayor parte de Canadá, bloqueando el acceso a América desde Beringia. Cuando las temperaturas ascendieron hace unos 10000 años, el deshielo provocó un aumento del nivel del mar de unos 120 metros que hizo que las tierras centrales de Beringia quedaran sumergidas bajo el agua. Actualmente, las zonas emergidas –situadas sobre el nivel del mar– son difíciles de alcanzar excepto en helicóptero, por lo que gran parte de Beringia es «tierra desconocida» para los arqueólogos.

Beringia durante el UMG. Fuente: Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

La primera vez que alguien se planteó que Beringia había sido el lugar por donde habíamos entrado en América fue en 1590. El español José de Acosta (jesuita, antropólogo y naturalista) argumentó en su obra «Historial natural y moral de las Indias» que dado que Adán había vivido en Oriente Medio, la dispersión de sus descendientes hasta llegar a «Nueva España» se tuvo que producir a través de Asia; y para ello, Asia y América debieron estar unidas.

En cualquier caso, sólo podemos atestiguar la importancia de Beringia en esta cuestión con el análisis de los datos paleoantropológicos. Para ello debemos prestar atención a los estudios genéticos (no solo de poblaciones actuales y de nuestros antepasados, sino también de otras especies animales e, incluso, de los piojos); al estudio de los restos humanos; los objetos y otros utensilios fabricados por el hombre; y también, por ejemplo, a los datos lingüísticos.

En este sentido, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió esta región del planeta. Para muchos, Beringia actuó como un mero «pasillo», un «puente» que los grandes mamíferos —así como nuestros antepasados— se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente. Sin embargo, cada vez más datos apuntan a que estas poblaciones pudieron haberse detenido en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en las poblaciones de los nativos americanos. Beringia en definitiva pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco.

El problema es que, hasta la fecha, los datos arqueológicos están muy lejos de ser concluyentes ya que las pruebas directas de una estancia prolongada en Beringia son escasas.

Veamos por tanto con más detalle las dos posiciones que mantienen los especialistas, y qué datos manejan para apoyar sus argumentos.

Notas

  1. Me refiero a la anotación «Ética en los estudios genéticos».
  2. Como siempre, hablamos de fechas radiocarbónicas calibradas.
  3. Gornitz, V. (2009), Encyclopedia of paleoclimatology and ancient environments. Dordrecht, New York: Springer, xxiv, 1047 p.
  4. Ver «¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?».
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<em>Ice bridge</em>. Un nuevo documental sobre la «hipótesis solutrense»

Ice bridge. Un nuevo documental sobre la «hipótesis solutrense»

     Última actualizacón: 31 marzo 2019 a las 12:18

Ya hemos hablado en otro lugar acerca de la «hipótesis solutrense», según la cual, poblaciones de Europa tuvieron la capacidad y los conocimientos necesarios para fabricar embarcaciones lo suficientemente robustas, sobrevivir durante meses y salvar la distancia que separa los continentes europeo y americano por mar. Los defensores de esta idea sostienen en definitiva que se produjo el desplazamiento de un importante número de personas a través del Océano Atlántico y que contribuyeron a poblar América antes de que «otros pueblos» llegaran por la conocida ruta asiática que atravesaba Beringia.

La idea de que los primeros habitantes de América habían llegado de Europa –y por lo tanto eran blancos– no es nueva. Ya en el siglo XVIII se especuló que una «tribu perdida de Israel» había colonizado América del Norte. En el siglo XIX, los impresionantes monumentos de tierra de lugares como Cahokia hicieron pensar a muchos que «una raza desaparecida de preindios» habían sido los primeros ocupantes del continente y que éstos habían sido desplazados por una invasión de los antepasados de los pueblos nativos actuales. Y no hace tanto tiempo, el llamado «hombre de Kennewick» se enarboló como prueba de que los primeros habitantes de América tenían «rasgos caucasoides».

El documental «Ice bridge»

El 14 de enero de 2018, la Canadian Broadcasting Corporation (CBC, la televisión pública de Canadá) emitió el documental titulado «Ice bridge» dentro de The nature of things, el programa de divulgación científica más importante del país (lleva en emisión desde 1960).

Esta es la sinopsis del documental que podemos leer en la página web del programa:

Un grupo internacional de científicos cree que ha descubierto pruebas que demostrarían que unos valientes siguieron una ruta desde el continente europeo a través del Océano Atlántico durante la última Edad de Hielo. Se piensa que viajaron a través de un enorme puente de hielo que se extendía miles de millas desde el continente europeo, y que llegaron a América del Norte aproximadamente 6.000 años antes de quienes siguieron la ruta del oeste. Estos descubrimientos podrían cambiar todo lo que sabemos sobre los primeros habitantes humanos del Nuevo Mundo y cómo llegaron aquí.

El documental toma como base las ideas que Dennis Stanford y Bruce Bradley –los proponentes originales de la hipótesis– llevan planteando desde hace años y que consignaron por escrito en su libro «Across the atlantic ice». Como apoyo a su argumento, y para dar mayor «fuerza narrativa» al documental, Louis Lesage –biólogo y represetante de la Nación Huron Wendat– llevó varios dientes a Stephen Oppenheimer para que realizase un estudio de ADN. El contrapunto a la hipótesis solutrense nos llega de la mano de Michael Waters, antropólogo y geólogo de la Universidad Texas A&M; y de Jeniffer Raff, genetista y antropóloga, uno de cuyos trabajos comentamos en la anotación indicada más arriba.

Dado que el documental sólo puede verse en Canadá desde la página de la CBC, os dejo su contenido íntegro (está en inglés, aunque YouTube genera automáticamente unos subtítulos también en inglés que facilitan su comprensión) antes de analizarlo:

Los argumentos planteados en el documental

La principal idea que se expone en este documental es que varios científicos afirman haber encontrado pruebas de la presencia humana en la costa este de Norteamérica –concretamente en la bahía de Chesapeake– hace 20.000 años, esto es, 6.000 años antes de lo que se admite en la actualidad.

Al principio del documental una voz en off nos cuenta que en 2012 se hizo un descubrimiento en una pequeña isla en la costa de Maryland. Concretamente, se recuperaron dos herramientas de piedra (dos bifaces) que asomaban de un sustrato que había sido datado en 20.000 años 1. Los arqueólogos compararon estos bifaces con otras herramientas de piedra de todo el mundo tratando de hallar similitudes en su forma y en la técnica utilizada para su fabricación. Y las encontraron. Estos bifaces coincidían con la industria lítica desarrollada por la cultura solutrense 2 y que son conocidas como «hojas de laurel» (más adelante analizaremos este dato con más detalle).

La pregunta que se plantearon entonces era cómo habían llegado esos artefactos a Norteamérica. Y su conclusión fue que poblaciones solutrenses viajaron miles de kilómetros por mar desde las costas de Francia o España hasta Norteamérica, bien llevando esas herramientas consigo o fabricándolas allí mismo.

Sebastien Lacombe, un experto en industria lítica solutrense, apoya este planteamiento al afirmar que el bifaz recuperado en la bahía de Chesapeake le recordaba a las herramientas solutrenses por su forma y su escaso grosor. Así, vemos que Bruce Bradley viaja a Les Eyzies-de-Tayac-Sireuil, una localidad francesa donde examina las colecciones del Museo Nacional de Prehistoria de Francia. Tanto Bradley como Margaret (Pegi) Jodry (arqueóloga del Museo Nacional de Historia Natural), completan el cuadro al desgranar el estadio cultural avanzado de los solutrenses en lo tocante al arte rupestre, la mejora en las técnicas de caza con el uso de propulsores, así como en su capacidad para coser ropas de abrigo.

Llegados a este punto escuchamos el argumento de uno de los científicos que no apoyan la hipótesis solutrense. Michael Waters afirma que el hecho de que haya similitudes en los bifaces es solo una coincidencia, y pone el ejemplo de las pirámides de Egipto y México: dos construcciones «similares» aunque realizadas por culturas completamente diferentes separadas miles de años. Bradley responde por su parte que la técnica de fabricación de las herramientas solutrenses es «única en el mundo».

Uno de los problemas a los que se enfrentan quienes apoyan la hipótesis solutrense es explicar cómo llegaron a Norteamérica quienes supuestamente hicieron ese viaje. El biólogo Bill Montevecchi defiende que podían haber cazado un ave marina ya extinta, el alca gigante (Pinguinus impennis), así como focas, ballenas y otros animales. «Todo lo que tengo que hacer es seguir la comida», concluye. La idea general es que emplearon barcos para seguir el borde de hielo durante como mínimo 2.000 kilómetros, mientras cazaban todo tipo de animales marinos (debemos recordar que en aquella época tenían que hacer frente al duro clima del último máximo glacial).

En cualquier caso, en el documental se reconoce que hasta ahora Bradley y Stanford han apoyado su hipótesis únicamente en dos herramientas de piedra encontradas en la playa. Así, es preciso realizar una excavación arqueológica «en condiciones» para obtener dataciones fiables de cualquier objeto que encuentren. El objetivo por tanto –y es algo que el documental desarrolla– era encontrar un lugar donde estas poblaciones hubieran cocinado (un hogar), situado en el mismo nivel que algunas herramientas líticas. De esta manera, datando el carbón resultante de la combustión de leña se podrían datar las herramientas y se conseguiría al fin un yacimiento arqueológicamente verificable.

Sin embargo, aunque encontraron una pequeñísima muestra de carbón (nada parecido a un hogar) y que pudo ser datado en unos 22.000 años de antigüedad, no hallaron rastro alguno de herramientas líticas.

Por último, como avanzábamos al comienzo, el documental también valora las pruebas de ADN antiguo. Louis Lesage, biólogo y represetante de la Nación Huron-Wendat, llevó 40 dientes de sus antepasados al laboratorio de Stephen Oppenheimer en Oxford. El estudio genético trataba de localizar un único marcador, el X2a, hallándolo en tres de los dientes (explicaremos esto con algo más de profundidad más abajo).

Jennifer Raff, genetista y conocida crítica de la hipótesis solutrense (ha publicado numerosos trabajos sobre el acervo genético de los pueblos nativos americanos) resta mérito al trabajo de Oppenheimer. Afirma que el estudio se ha basado únicamente en un marcador genético, aunque no vemos en el documental una explicación en profundidad de este argumento.

Profundizando en los detalles

Son dos los principales apoyos a la hipótesis solutrense tal y como Dennis Stanford y Bruce Bradley la han postulado: la similitud de las herramientas de piedra halladas en la costa este de Norteamérica con las realizadas por la cultura solutrense; y la presencia del marcador genético X2a en el este de América.

Analicemos con más detalle cada uno de ellos:

Similitud entre las herramientas de piedra

En su libro «Across the atlantic ice», Stanford y Bradley explican que llegaron a la idea de la hipótesis solutrense por dos vías diferentes después de llevar años estudiando los yacimientos de la cultura Clovis y los objetos recuperados en ellos: A Bruce Bradley se le ocurrió la posibilidad de una migración atlántica cuando observó el parecido de los artefactos del Paleolítico Superior europeo con los de la cultura Clovis; mientras que Stanford se convenció cuando no encontró un antecedente tecnológico de la cultura Clovis mientras investigaba en Alaska. Ambas circunstancias les llevaron a plantear que ese antecedente cultural estaba en el continente europeo dada la semejanza de la industria lítica a ambas orillas del Atlántico.

La industria lítica típica de la cultura solutrense es conocida como «hoja de laurel» 3. Se trata de una punta foliácea bifacial, de sección simétrica, obtenida por retoque. Las hojas de laurel han sido clasificadas en un total de diecinueve tipos. En el yacimiento de Badegoule (Dordoña) se recuperó una hoja de laurel enmangada en una mandíbula de reno, hallazgo que ha permitido sugerir que estas herramientas eran utilizadas como cuchillos.

Muestra de industria lítica solutrense. Merino, J. M. (1994), Tipología lítica.

Para el desarrollo de la hipótesis solutrense, Stanford y Bradley se han apoyado sobre todo en una herramienta lítica concreta: el bifaz de Cinmar, llamada así por el nombre del arrastrero que la recuperó del fondo del mar en 1970 4, junto con restos de mastodonte, en un lugar a 100 km de la costa del estado de Virginia (EE.UU.). En una descripción más «detallada» de este hallazgo 5 nos enteramos de que se izó al barco un cráneo de mastodonte enganchado en las redes. El cráneo fue roto en pedazos para que los tripulantes se repartieran los dientes y algunos trozos de colmillo como recuerdo. Estos trozos de colmillo fueron datados, arrojando una antigüedad de 23.000 años.

Y es de aquí de donde obtenemos los principales elementos que conforman la base de la hipótesis solutrense: una herramienta de piedra recuperada en el mar «parecida» a las fabricadas por la cultura solutrense y «datada» en 23.000 años (recordemos que lo que se dató fue un trozo del colmillo). He puesto las comillas a propósito: cualquiera puede darse cuenta de lo endeble de esta argumentación 6.

Bifaz de Cinmar. Stanford, D., et al. (2014), «New evidence for Paleolithic occupation of the eastern North American outer continental shelf at the Last Glacial Maximum».

Hay dos formas básicas de explicar la similitud morfológica entre los objetos recuperados en diferentes contextos culturales o cronológicos en arqueología: la herencia cultural y la convergencia. La primera es la defendida por Bradley y Stanford para explicar el parecido en las herramientas: las personas llevaron consigo los conocimientos de fabricación de las herramientas a lugares distantes y de ahí su parecido.

Por el contrario, quienes se oponen a esta argumentación apuntan a la convergencia. A veces los objetos de diferentes contextos arqueológicos son similares porque cuando tenemos a seres humanos similares en entornos similares, con recursos similares y problemas similares que resolver, lo más normal es que se den soluciones similares. En este sentido, es más probable que se de la convergencia cuando nos enfrentamos a situaciones que están muy restringidas por la materia prima o por el propósito buscado (cuantas menos opciones disponibles haya para solucionar un problema –el corte de la carne de una presa por ejemplo– es más fácil que se encuentre la misma solución). Es el caso de este tipo de herramientas: unos bifaces muy finos tallados en piedra de alta calidad. Sencillamente no hay muchas técnicas de fabricación que consigan ese objetivo, y tampoco hay una gran variedad de formas que se puedan producir.

Además, para decidir qué herramientas de piedra son similares y en qué medida, hay que hacer algo más que pararse en una playa, mirarlas intensamente y decir que «son iguales» –que es lo que vemos en el documental. Existen métodos bien desarrollados para «medir» la similitud en herramientas de piedra y conjuntos de industria lítica. Por ejemplo, contamos con el estudio donde Briggs Buchanan y Mark Collard 7 emplean un análisis cladístico y de los atributos morfométricos reales de las herramientas de piedra de todo el continente americano para concluir claramente que las tecnologías más tempranas y bien documentadas de Norteamérica tienen su origen en el noroeste (en Beringia), y no en el noreste como exigiría la hipótesis solutrense.

Antepasados genéticos: El haplogrupo X2a

Los cuatro principales haplogrupos de ADNmt de los nativos americanos (A, B, C y D) se establecieron en Asia antes del comienzo del último máximo glacial. Por su parte, el subclado X2a del haplogrupo X es único de Norteamérica y no aparece en Asia; mientras que el grupo del que deriva, el X2, podemos encontrarlo en Eurasia occidental. Esta distribución se emplea como apoyo a la posibilidad de movimientos de migración a través del Atlántico.

Es cierto que el área de mayor frecuencia del haplogrupo X2a está cerca de la bahía de Chesapeake, y que geográficamente, esta zona está más cerca de la región donde se distribuye la cultura solutrense. Pero hay que tener en cuenta un dato importante: no se ha secuenciado ningún genoma de los pueblos solutrenses. La afirmación de que los solutrenses poseían el haplogrupo X se hace sobre la base de estudios genéticos de Europeos de hoy en día.

Varios estudios han puesto de manifiesto que el grupo genético X2 está distribuido por Europa, Asia Central y Occidental, Siberia, la mayor parte de Oriente Próximo y el norte de África 8. El estudio del origen y la difusión del haplogrupo X en su conjunto permite concluir que Oriente Próximo es la fuente geográfica más probable para la propagación del subhaplogrupo X2 (no Europa occidental), y que la dispersión de la población que lo portaba tuvo lugar alrededor de, o después del último máximo glaciar.

El hombre de Kennewick, cuyo ADN ha sido estudiado y es utilizado por algunos defensores de la hipótesis solutrense, permite situar la primera aparición del subclado X2a en la costa oeste de Norteamérica hace 9.000 años (por lo tanto, ni en el momento, ni en el lugar adecuado: no apareció en la costa este como sería de esperar si sus ascendientes hubieran llegado desde Europa); además de no presentar ningún rastro de ascendencia europea en su genoma 9. El estudio del ADN de los nativos americanos actuales y pasados muestra que descienden de poblaciones con raíces en Siberia. Es decir, hay un patrón muy claro de la historia evolutiva registrada en en ADN antiguo que los vincula con regiones como SiberiaBeringia, y Norteamérica, sin que haya pruebas de ningún flujo genético transatlántico.

Como ya hemos dicho, el punto culminante del documental es resultado de un análisis genético de los dientes de miembros de la Nación Huron-Wendat. La presencia del marcador genético X2a en tres de los dientes permite afirmar a Stephen Oppenheimer que estamos ante una prueba de que los antepasados de esos nativos americanos cruzaron el Océano Atlántico.

Sin embargo, hay otra posible explicación a la presencia de ese marcador genético. Este marcador pudo aparecer en el ADN al ser «recogido» por los antepasados de los nativos americanos cuando se encontraron con las poblaciones del norte de Eurasia en su migración hacia Siberia. En otras palabras, estos resultados genéticos concordarían con la teoría aceptada de que los nativos americanos provenían de Asia.

La cuestión clave en todo este tema es la frecuencia. Es cierto que el marcador X2a es más frecuente en ciertas áreas que en otras, pero eso se debe a que las primeras migraciones generalmente involucran a pequeños grupos de personas dando lugar a lo que se denomina efecto fundador: si tomamos un número muy pequeño de individuos de una población grande en la que hay una frecuencia muy baja del marcador X2, es posible que, simplemente por casualidad, el grupo resultante tenga una frecuencia más alta de X2 que la población a la que pertenecen (es cuestión de estadística). Por eso es tan problemático tratar de establecer la relación antepasado/descendiente de las poblaciones tomando en consideración un solo marcador genético –cuantos más se estudian, mejor se eliminan estos problemas.

En otras palabras, una población que llegara a América a través de Beringia hace alrededor de 15.000 años podría haber tenido una frecuencia relativamente alta del haplotipo X2a, sin que eso signifique que vino directamente del sur de Francia. Esta es, al menos, una explicación tan razonable de la presencia se ese marcador genético en el continente americano como la de una migración a través del Océano Atlántico hace 20.000 años en pleno máximo glaciar.

De hecho, es una explicación más convincente porque en realidad sí que tenemos pruebas bien datadas a través de varios yacimientos arqueológicos de una migración a través de Beringia en el entorno del último máximo glaciar. Para respaldar la hipótesis solutrense contamos con datos dispersos e insuficientes.

Conclusiones

La emisión del documental generó una verdadera avalancha de críticas.

No tengo nada que discutir al afán de Stanford y Bradley por defender su idea de la colonización de américa por parte de poblaciones solutrenses. Hemos asistido a suficientes cambios en ideas en principio bien «asentadas» como para no aceptar que quienes se oponen a la hipótesis solutrense puedan equivocarse. Sin embargo, a día de hoy, las pruebas disponibles para defender la hipótesis solutrense son demasiado endebles (algo que tanto Stanford como Bradley llegan a reconocer en el documental, aunque no así en sus escritos, donde son más incisivos). A pesar de esto, no podemos dejar de lado que al realizar el montaje final del documental se dio más peso a la versión «pro» hipótesis solutrense, que a las explicaciones en contra que ofrecían Waters y Raff.

Voy a desgranar algunos de los problemas que plantea la hipótesis solutrense y que no tienen una respuesta:

  • Hay un vacío de tiempo considerable entre la pretendida fecha de llegada de las poblaciones solutrenses (hace 20.000 años) y las primeras herramientas de la cultura Clovis (13.000 años). No hay explicación a que durante más de 7.000 años la técnica de fabricación de esas herramientas no sufriera ningún cambio.
  • No hay ninguna, repito, ninguna prueba de que las poblaciones solutrenses fabricaran barcos. Posibilidades puede haber muchas, pero pruebas ninguna.
  • Los datos paleoclimáticos no apoyan la presencia permanente de un «puente de hielo» entre ambas costas del Océano Atlántico que facilitara la travesía. Además, los datos indican que los vientos soplaban hacia el este desde las masas de hielo canadienses, lo que complicaría, y mucho, el viaje.
  • En el documental se dice que los migrantes pudieron usar aceite animal para conseguir luz y calor dada la total ausencia de combustible vegetal. Sin embargo, una pequeña candela en ningún caso pudo servir para ese objetivo teniendo en cuenta las durísimas condiciones climáticas.

En fin, siguen existiendo más datos en contra que a favor de la hipótesis solutrense, aunque nada impide que se continúe investigando para obtener más información que permita despejar estas dudas.

No quería en cualquier caso dejar de comentar un hecho llamativo. El documental no hace mención alguna a las connotaciones sociales y políticas que trae consigo la idea de que los antepasados de los nativos americanos no fueron los primeros pobladores del continente. No hacerlo basándose en que no es una cuestión relevante es pecar de ingenuo (como poco). La hipótesis solutrense se utiliza hoy en día por grupos de supremacistas blancos para negar a los nativos americanos el derecho a reclamar sus tierras, así como para justificar el colonialismo. Por lo tanto, aunque fuera con una escueta mención, hubiera sido deseable que los productores del documental se posicionaran en contra de estas posturas racistas.

Referencias

Buchanan, B. y Collard, M. (2007), «Investigating the peopling of North America through cladistic analyses of Early Paleoindian projectile points«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 26, núm. 3, p. 366-393.

Eiroa, J. J., et al. (2011), Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria. Barcelona: Ariel, 393 p.

Merino, J. M. (1994), Tipología lítica. San Sebastián: Sociedad de Ciencias Aranzadi, 480 p.

Raff, J. A. y Bolnick, D. A. (2015), «Does mitochondrial haplogroup X indicate ancient trans-atlantic migration to the Americas? A critical re-evaluation«. PaleoAmerica, vol. 1, núm. 4, p. 297-304.].

Stanford, D. J. y Bradley, B. A. (2012), Across Atlantic ice: the origin of America’s Clovis culture. Berkeley: University of California Press, xv, 319 p.

The nature of things

Notas

  1. Esto no queda claro en realidad porque al parecer los bifaces se recuperaron en la orilla del mar.
  2. La cultura solutrense ocupa, dentro de la secuencia del Paleolítico Superior, un lugar transicional entre el Gravetiense y el Magdaleniense. Su desarrollo se dio en Europa Occidental, concretamente en territorio francés y en la península ibérica.
  3. Sobre tecnología y tipología son imprescindibles dos monografías en castellaño: Merino, J. M. (1994), Tipología lítica. San Sebastián: Sociedad de Ciencias Aranzadi, 480 p.; y Eiroa, J. J., et al. (2011), Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria. Barcelona: Ariel, 393 p.
  4. La fecha es incierta, podría ser 1974 según otros artículos. Para un análisis de la validez de este objeto recomiendo leer: Eren, M. I.; Boulanger, M. T. y O’Brien, M. J. (2015), «The Cinmar discovery and the proposed pre-Late Glacial Maximum occupation of North America«. Journal of Archaeological Science: Reports, vol. 2, p. 708-713; y la respuesta al mismo.
  5. Stanford, D., et al. (2014), «New evidence for Paleolithic occupation of the eastern North American outer continental shelf at the Last Glacial Maximum». En: Evans, Amanda M.; Flatman, Joseph C. y Flemming, Nicholas C. (eds.). Prehistoric archaeology on the continental shelf. New York: Springer, 73-94.
  6. Para un análisis más detallado de las críticas, réplicas y contrarréplicas en este sentido, recomiendo la lectura de tres artículos publicados en la revista Antiquity que puedes leer aquí.
  7. Buchanan, B. y Collard, M. (2007), «Investigating the peopling of North America through cladistic analyses of Early Paleoindian projectile points«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 26, núm. 3, p. 366-393.
  8. Ver por ejemplo, Reidla, M., et al. (2003), «Origin and Diffusion of mtDNA Haplogroup X«. The American Journal of Human Genetics, vol. 73, núm. 5, p. 1178-1190.
  9. Es interesante en este sentido el siguiente trabajo: Raff, J. A. y Bolnick, D. A. (2015), «Does mitochondrial haplogroup X indicate ancient trans-atlantic migration to the Americas? A critical re-evaluation«. PaleoAmerica, vol. 1, núm. 4, p. 297-304.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 6 comentarios
Sacar a la luz nuestro pasado en América

Sacar a la luz nuestro pasado en América

     Última actualizacón: 22 octubre 2018 a las 18:31

Si eres un lector habitual de este blog sabrás que una de mis debilidades es el estudio de las migraciones de nuestros antepasados. En este sentido, es muy importante el trabajo que hacen los arqueólogos para resolver uno de los interrogantes que más debate genera en relación a este tema: cuándo y por dónde se produjo la entrada de Homo sapiens en el continente americano.

He publicado varias anotaciones sobre el particular, muchas de ellas basadas en los trabajos de un equipo de arqueólogos pertenecientes al Instituto Hakai 1 ubicado en la isla Calvert, en la Columbia Británica canadiense.

Hoy me gustaría que vierais un vídeo de corta duración (poco más de 10 minutos) donde vemos el trabajo que están haciendo en una región especialmente interesante para resolver la cuestión que planteábamos arriba.

Durante décadas se ha pensado que la entrada de Homo sapiens en América se produjo cuando los glaciares Laurentino y de la Cordillera se retiraron lo suficiente para dejar un «corredor libre de hielo». Ese espacio abrió la comunicación entre Beringia y el resto del continente americano, permitiendo el paso tanto de nuestros antepasados como del resto de fauna y flora.

Sin embargo, existen tradiciones orales —o leyendas— transmitidos por los pueblos indígenas que cuentan una entrada en el continente mucho más antigua 2. Se refieren a una travesía por la costa —libre de hielo— donde establecían residencias permanentes mientras se expandían hacia otras áreas del sur e interior.

Y lo cierto es que este pequeño equipo de arqueólogos llevan años cartografiando y excavando a lo largo de las islas del Descubrimiento en la costa oriental de la isla Vancouver en la Columbia Británica para tratar de validar esa hipótesis.

Su objetivo es encontrar pruebas de la presencia de nuestros antepasados así como intentar averiguar cómo fueron capaces de adaptarse a ese ambiente —un paisaje que ha cambiado completamente en los últimos 16.000 años— cuando los glaciares comenzaron a retirarse.

El primer paso en esta investigación ha sido obtener núcleos de sedimentos en pantanos y ciénagas. Estos testigos contienen granos de polen, semillas y restos de plantas cuyo estudio permite a los investigadores obtener información sobre el clima y cómo cambió, así como qué tipos de comunidades plantas había en una zona determinada. Y una de los hechos más importantes que ha permitido constatar el estudio de estos sedimentos es que la línea de costa no permaneció estable durante aquellos años.

Hace entre 14.000 y 12.000 años el nivel del mar cayó bastante rápido, a razón de un metro cada diez años aproximadamente, un cambio fácilmente perceptible para los pobladores según su esperanza de vida. Quizás lo más llamativo para estas personas es que el nivel del mar estuvo cambiando constantemente durante unos 2.000 años. Imagina que al nacer tu pueblo estuviese en la costa. Una tasa de cambio del nivel del mar de esta magnitud implicaría que cuando llegues a viejo ese pueblo estará bastante tierra adentro. Además, con una caída tan pronunciada, las islas comenzaron a quedar unidas por lenguas de tierra, mientras que otras se creaban, así como lagos etc. En definitiva, se ha comprobado un importante nivel de cambio ecológico.

Con los datos obtenidos por el estudio de los núcleos de sedimento se pudieron cartografiar las líneas de costa y junto al uso del LIDAR —un  escáner láser aerotransportado que permite cartografiar el terreno y «eliminar» la vegetación que lo cubre— se pudieron hacer una idea bastante aproximada de los lugares por los que estos pobladores se estuvieron moviendo. Esto les permitió trasladar esa información a sistemas de posicionamiento global y poder elegir así los mejores lugares donde realizar excavaciones de prueba.

Y al final esto es lo que le importa a un arqueólogo, excavar para recuperar objetos del pasado. Gracias a la información recabada se pueden excavar pequeños «parches» de terreno de unos 50 centímetros cuadrados a modo de «prueba», es decir, esa pequeña excavación les da una idea de lo que puede haber debajo. En el caso de que encuentren restos arqueológicos de interés, se abre una unidad de excavación mayor (de un metro cuadrado) y de esa forma se va ampliando la zona poco a poco y en sucesivas campañas.

Esta metodología ha sido bastante exitosa puesto que han localizado decenas de yacimientos interesantes y recuperado herramientas de piedra y, como ya comentamos aquí, las huellas de personas más antiguas de todo el continente americano.

Gracias a las sucesivas campañas de excavación (acaba de terminar la quinta temporada) el equipo comienza a hacerse una idea bastante clara de cómo era la vida en la costa de la Columbia Británica hace más de 10.000 años.

Las conclusiones que han sacado por ahora es que los primeros pobladores no solo estaban de paso, sino que fundaron establecimientos permanentes, utilizaban embarcaciones y lograban así sacar todo el partido a los recursos marinos.

Hay pruebas de un número reducido de grandes yacimientos muy complejos en términos de tecnología —cuatro o cinco de estos yacimientos están ubicados en la isla Quadra— con miles y miles de herramientas de piedra de una enorme variedad. Lo que demuestra que sus ocupantes pasaron mucho tiempo allí, quizás miles de años. De allí se desplazarían para obtener recursos que necesitaban, volviendo de nuevo. Es decir, no estamos ante el clásico ejemplo de cazadores-recolectores, aquí debieron de ser bastante estáticos.

Referencias

  1. Formado por Daryl Fedje, Nicole Smith, Alexander Mackie, Christine Roberts, Jenny Cohen, Quentin Mackie, Joanne McSporran, Louie Wilson y Colton Vogelaar.
  2. Estoy leyendo un libro: Wiget, A. (2012), Handbook of Native American literature. New York: Routledge, xviii, 598 p. para poder extenderme más sobre este tema en una nueva anotación, así que, ¡estad atentos!
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios