Nuevas dataciones en las cuevas Bluefish. Datos para la colonización de América.

     Última actualizacón: 24 febrero 2019 a las 16:55

Ya he publicado con anterioridad varias anotaciones relativas a la forma en la que se produjo el poblamiento de América (si te interesa, puedes leer ¿Quiénes fueron los primeros pobladores de América? y ¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?) pero cada cierto tiempo surgen nuevos estudios, y cada nueva propuesta trae consigo un encendido debate.

Ahora, un estudio recientemente publicado en la revista PLoS ONE 1 ofrece nuevos datos que pretenden arrojar nueva luz para conocer mejor tanto la posible ruta de entrada en el continente americano como el momento en que ésta se produjo.

Introducción

Las pruebas arqueológicas sugieren que la primera colonización de América del norte se inició hace alrededor de 14.000 años AP (nos referiremos siempre a fechas calibradas), es decir, bastante tiempo después del Último Máximo Glacial, la época de máxima extensión de las capas de hielo durante el último período glacial, cuya duración aproximada fue entre hace 18.000 y 28.000 años AP.

Sin embargo, Lauriane Bourgeon y Ariane Burke (del departamento de antropología de la Universidad de Montreal) y Thomas Higham (del Oxford Radiocarbon Accelerator Unit de la Universidad de Oxford) proponen en este artículo una nueva datación mediante radiocarbono de unos huesos de animales que presentan marcas de corte que los investigadores atribuyen al uso de herramientas por parte de nuestros antepasados.

Estos restos óseos –y otros artefactos asociados– fueron recuperados en el yacimiento conocido como cuevas Bluefish (Yukón, Canadá). Provienen de unas excavaciones dirigidas por el arqueólogo Jacques Cinq-Mars entre 1977 y 1987, que han permanecido almacenadas en el Museo Canadiense de Historia en Gatineau, Quebec. En aquel entonces, Cinq-Mars y su equipo concluyeron que las cuevas Bluefish mostraban pruebas de un uso humano ocasional hasta hace 30.000 años. Esa datación era mucho más antigua que cualquier otro yacimiento descubierto en todo el continente americano, por lo que las conclusiones de Cinq-Mars fueron muy discutidas, y las tres pequeñas cuevas quedaron fuera de las discusiones sobre el poblamiento de las Américas.

El yacimiento se compone de un total de tres pequeñas cavidades kársticas que no superan los 30 m3 de volumen en total, cuya estratigrafía contiene una capa de loess (Unidad B) de hasta un metro de espesor, depositada en el lecho rocoso (Unidad A) y recubierta por una capa de humus mezclada con restos crioclásticos 2 (Unidad C) y finalmente una moderna capa de humus (Unidad D). En cuanto al material recuperado, se extrajeron artefactos líticos del loess de la cueva I (MgVo-1) y de la cueva II (MgVo-2); y también se obtuvieron abundantes restos de fauna de las tres cuevas.

Perfil estratigráfico de la cueva Bluefish II

Los resultados de la datación que se publica en este nuevo trabajo apoyarían la hipótesis de que los seres humanos ocupaban el yacimiento hace 24.000 años AP (dando validez a la afirmación que hiciera en su día Cinq-Mars) y otorgaría automáticamente a las cuevas Bluefish el título del yacimiento más antiguo de América. Además, el hecho de que nuestros antepasados habitaran la región en una época tan temprana daría respaldo al modelo de ocupación del continente conocido como «parada en Beringia» (o Beringian standstill hypothesis, también llamado modelo de incubación en Beringia), que propone que una población genéticamente aislada sobrevivió en Beringia durante el Último Máximo Glacial, dispersándose desde allí hacia el sur durante el periodo más cálido posterior. Este modelo de colonización se ha visto reforzado por estudios genéticos recientes que sugieren que algunas poblaciones superaron las condiciones hostiles del Último Máximo Glacial en una situación de aislamiento en la relativamente hospitalaria Beringia antes de desplazarse al interior de Norteamérica cuando las condiciones mejoraron. Las pruebas arqueológicas de su presencia, que hasta ahora eran esquivas, podrían provenir de este yacimiento tanto tiempo denostado.

Además, aunque parezca osado sostener que nuestros antepasados pudieran haber soportado un clima tan extremo, unos hallazgos arqueológicos recientes dan muestra de la capacidad del ser humano para adaptarse a ambientes árticos desde hace al menos 45.000 años. Los yacimientos del río Yana en Siberia demuestran que nuestros antepasados llegaron a la parte occidental de Beringia hace 32.000 años.

Sin embargo, en la parte oriental de Beringia –ya dentro del continente americano– sólo contamos con los yacimientos confirmados del valle Tanana (en el interior de Alaska), Swan Point, Broken Mamooth, Mead y el yacimiento Little John en el territorio del Yukón. Estos yacimientos no tienen una antigüedad mayor de 14.000 años. Por lo tanto, el único candidato por ahora para una ocupación temprana de Beringia, en pleno Último Máximo Glacial (recordemos que se dio hace entre 18.000 y 28.000 años) es el yacimiento controvertido de las cuevas Bluefish.

Los datos

La presencia de nuestros antepasados en estas cuevas no ha podido verificarse directamente al no haberse encontrado restos humanos en ellas. El método indirecto empleado para sostener que hubo presencia humana en la zona ha sido el hallazgo tanto de herramientas como de unos huesos de animales con lo que parecen ser marcas de corte por al uso de esa industria lítica y de hueso.

En un artículo publicado en 2015 por una de las investigadoras 3 se llevó a cabo un análisis de los restos de fauna hallados en la cueva II, y concluyó que los humanos habían contribuido «parcialmente» a la modificación del material óseo. Lo que hacen ahora es ampliar ese análisis a los restos de la cueva I para buscar señales indiscutibles de actividad humana y ofrecer nuevas dataciones, más precisas y fiables, de los huesos que muestran marcas de corte en ambas cuevas.

Por lo tanto, para afirmar que nuestros antepasados habitaron la región hace 24.000 años, los investigadores han tenido que responder de forma afirmativa a las siguientes cuestiones:

  • ¿Las piedras y herramientas de hueso con bordes cortantes halladas en el yacimiento son indiscutiblemente herramientas fabricadas por el hombre?
  • ¿Las marcas que presentan los huesos de animales hallados en el yacimiento se han producido indiscutiblemente por esas herramientas?
  • ¿Se han podido datar estos elementos (herramientas y huesos con marcas) y han arrojado una antigüedad de 24.000 años?

Vamos a analizarlas una a una:

Las herramientas

Las herramientas líticas (unas cien aproximadamente, sumando todas las tipologías) se extrajeron de la Unidad B de la cueva II, y aunque no se han podido datar con precisión, su tipología es similar a la cultura Dyuktai que apareció en el este de Siberia hace alrededor de 22.000 o 20.000 años AP.

En la cueva I se han encontrado también artefactos de este tipo, aunque la inmensa mayoría son de un tamaño tan pequeño (entre 1 y 3 mm) que no pueden considerarse más que como restos de talla en el mejor de los casos. Por su parte, las muestras más grandes apenas sobrepasan los 12 mm, por lo que no podemos decir que se hayan encontrado las herramientas de piedra empleadas para realizar los cortes en los huesos.

Ejemplos de industria lítica recuperada en las cuevas Bluefish.

Además de esta industria lítica, los investigadores refieren la existencia de varios huesos que han sido modificados para utilizarse como herramientas y que ya fueron datados en 1990. En este sentido, las fechas más antiguas sugeridas para la ocupación humana de la cueva II se basan en una tibia de caribú fechada en 24,820 ± 115 C14 años AP (código de referencia RIDDL-226) y otro fragmento de un hueso largo de mamut lanudo con su núcleo que arrojaron una datación de 23.910 ± 200 C14 AP (referencia RIDDL-224) y 23.200 ± 250 C14 AP (referencia RIDDL-225) respectivamente.

Las marcas de los huesos

Los autores reconocen que para poder identificar correctamente los huesos culturalmente modificados (como se denomina a los huesos manipulados por el hombre) se hace necesario un análisis tafonómico completo. Así, el contexto sedimentario y geológico de un yacimiento arqueológico es de crucial importancia. Como se ha indicado más arriba, el material recuperado en las cuevas Bluefish deriva de loess, es decir, de un sustrato formado por partículas finas de limo eólico que no producen arañazos en los huesos, aunque sí superficies pulidas. Por otro lado, los restos crioclásticos incorporados en el loess sí podrían haber desgastado las superficies óseas. Por último, es evidente que cualquier desprendimiento de rocas han podido modificar los huesos, produciendo estrías y patrones de rotura ósea.

Esto desde el punto de vista geológico. Por otro lado, la actividad de los carroñeros también puede dejar marcas en los huesos similares a las que dejaría el ser humano, aunque ojos expertos sí pueden ver un patrón de desgaste característico de los animales que permite distinguir la manipulación humana.

Pues bien, en orden a identificar correctamente los huesos manipulados por nuestros antepasados, los investigadores confeccionaron una lista con seis criterios morfológicos que nunca se dan en los huesos modificados por procesos naturales. De un total de 36.000 huesos de mamíferos recuperados en los yacimientos y analizadas en este estudio, se seleccionaron 15 muestras (10 en la cueva I y 5 en la cueva II) que reunían todas las características morfológicas atribuidas a la actividad humana; más otras 20 muestras con «probables» modificaciones humanas.

La datación

Seis de estas muestras fueron finalmente remitidas al laboratorio para su datación mediante la técnica de espectrometría de masas con acelerador. Los resultados obtenidos oscilan entre una antigüedad de 10.490 ± 55 C14 AP y 19.650 ± 130 C14 AP, es decir, entre 12.000 y 24.000 AP una vez calibrados los resultados.

Ejemplar J7.8.17, correspondiente a la parte de una mandíbula de caballo.

La fecha más antigua obtenida (19.650 ± 130 C14 AP, código de muestra OxA-33778) es la de una mandíbula de caballo (J7.8.17) de la cueva II. Este resultado coincide con la posición estratigráfica del hueso en el yacimiento, ya que se localizó en la parte basal del loess, a una profundidad de 142 cm. Por desgracia, la profundidad exacta a la que se encontraron los otros especímenes óseos datados en esta investigación no ha podido establecerse con los datos registrados en la excavación original llevada a cabo por el equipo de Cinq-Mars, aunque la gran mayoría del material proviene de las capas inferiores de loess en ambas cuevas.

En la cueva I, otros tres huesos han sido datados al final del Pleistoceno, ca. 22.000 – 15.000 años AP (un húmero de caballo (J7.1.1), un metatarsiano de caballo (K8.1.13) y un metacarpiano de caribú (K8.1.27).

Tabla que recoge las dataciones de los nuevos especímenes.

Conclusión

Mientras que los yacimientos del río Yana aportan pruebas de la presencia humana en el oeste de Beringia hace cerca de 32.000 años AP, los yacimientos de las cuevas Bluefish demostrarían que nuestros antepasados habitaron –aún de forma ocasional– el este de Beringia durante el UMG, por los menos hace 24.000 años AP.

Este resultado proporcionaría el apoyo arqueológico que necesitaba la hipótesis de la «parada en Beringia», también llamado modelo de incubación en Beringia.

A pesar de todo, no todo el mundo está convencido. El arqueólogo de la Universidad de Alaska en Fairbanks, Ben Potter afirma que la investigación es interesante pero que el pequeño número de huesos con marcas, y la falta de pruebas claras de que las herramientas halladas en la cueva causaran los cortes arrojan muchas dudas.

Hace más de una década que se plantean críticas como esta. Hemos apuntado que en la cueva II se encontraron restos óseos que han sido interpretados como herramientas. Sin embargo, en los niveles donde se hallaron los huesos con marcas de corte no han aparecido estas herramientas. Además, tenemos que recordar que la llamada industria lítica está formada por microfragmentos líticos (supuestamente restos de talla) que podrían tener un origen natural, y haber quedado acumulados por procesos eólicos.

Por lo tanto, debemos ser cautos y esperar pruebas más claras de nuevos yacimientos y futuras investigaciones. Aunque nada impide que disfrutemos con cada nueva hipótesis.

Referencias

Bourgeon, L.; Burke, A. y  Higham, T. (2017), «Earliest human presence in North America dated to the Last Glacial Maximum: new radiocarbon dates from Bluefish Caves, Canada». PLoS ONE, vol. 12, núm. 1, p. e0169486.

Dyke, A. S. (2004), «An outline of North American deglaciation with emphasis on central and northern Canada». En: Ehlers, J. y Gibbard, P. L. (eds.). Developments in Quaternary Sciences. Elsevier, 373-424.

Cinq-Mars, J. (1979), «Bluefish Cave l: a Late Pleistocene Eastern Beringian cave deposit in the Northern Yukon». Canadian Journal of Archaeology / Journal Canadien D’Archéologie, núm. 3, p. 1-32.

Bourgeon, L. (2015), «Bluefish Cave II (Yukon Territory, Canada): taphonomic study of a bone assemblage». PaleoAmerica, vol. 1, núm. 1, p. 105-108.

Cinq-Mars J., Morlan R. E., “Bluefish Caves and Old Crow basin: a new rapport”. En: Bonnichsen R., Turnmire K. L. (eds.). Ice Age Peoples of North America Environments, Origins, and adaptations of the First Americans: Center for the Study of the First Americans. Oregon State University Press; 1999. p. 200-212.

Notas

  1. Earliest human presence in North America dated to the Last Glacial Maximum: new radiocarbon dates from Bluefish Caves, Canada.
  2. La gelifracción, gelivación o crioclastismo es el proceso geológico por el que se produce la fragmentación de una roca cuando el agua que se introduce en sus fisuras o poros se convierte en hielo y aumenta su volumen. La gelifracción es especialmente activa si el proceso hielo/deshielo es frecuente, dando como resultado material de roca anguloso.
  3. Bluefish Cave II (Yukon Territory, Canada): taphonomic study of a bone assemblage.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

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