Reseña: La piedra que se volvió palabra: Claves evolutivas de la humanidad

Ficha Técnica

Título: La piedra que se volvió palabra: Claves evolutivas de la humanidad
Autor: Camilo J. Cela Conde, Francisco José Ayala Carcedo
Edita: Alianza, 2006
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Número de páginas: 184 p.
ISBN: 978-8420647838

Reseña del editor

Los humanos nos consideramos excepcionales: creemos ser los únicos entre todos los seres vivos que estamos regidos por la sabiduría y la razón. Hay motivos para creer que es así. Nuestra tendencia a crear obras de arte, nuestros códigos morales muy complejos y nuestro lenguaje plagado de metáforas nos distinguen de cualquier otro primate. Pero, desde la perspectiva de la evolución, ¿por qué razón surgieron tales capacidades y cuándo lo hicieron? Si lo que nosotros somos capaces de hacer ahora se define como «lo humano», ¿eran humanos los neandertales? ¿Y los australopitecos? ¿Lo serían tal vez los chimpancés? En este libro se narra en el lenguaje más sencillo posible, pero riguroso, lo que se conoce desde el punto de vista científico sobre una especie que cuenta con poetas, héroes y genios, y también con maleantes, asesinos y vándalos. Sabemos que somos eso y muchas otras cosas pero ¿cómo comenzó esa saga con tantos y tan contradictorios personajes?

Reseña

Mi idea cuando decidí leer este libro era encontrar un complemento o, sin querer ser tan exigente, una introducción a un tema que no aparece –o se toca de forma muy tangencial– en la obra divulgativa fundamental de estos dos autores: «Senderos de la evolución humana» 1. Ese texto, junto con la segunda edición puesta al día, es una guía esencial para el estudio de la evolución humana aunque centrada fundamentalmente en el estudio del registro fósil y su interpretación filogenética, dejando de lado otros temas tan importantes como la cognición o, por decirlo con otras palabras, el estudio de lo que nos hace «humanos».

Y es que nos consideramos seres excepcionales, creemos ser los únicos entre todos los seres vivos que estamos regidos por la sabiduría y la razón. Aunque los etólogos han desmontado parte de los argumentos acerca de nuestra superioridad en estos ámbitos, no es menos cierto que nuestra tendencia a crear obras de arte, construir códigos morales muy complejos y poseer un lenguaje plagado de metáforas, son suficientes para pensar que somos distintos de cualquier otro primate y del resto de seres vivos.

La pregunta que me interesaba responder, y el libro prometía resolver era: ¿por qué surgieron esas capacidades y cuándo lo hicieron? Si lo que nosotros somos capaces de hacer ahora se define como «lo humano», ¿eran humanos los neandertales? ¿Y los australopitecinos?

En este sentido, al final del prólogo encontré lo que yo buscaba saber:

«Pretendemos narrar lo que se conoce desde el punto de vista científico sobre una especie que cuenta con poetas, héroes y genios y también con maleantes, asesinos y vándalos».

El problema es que, y siento decirlo, conforme iba avanzando en la lectura –por otro lado bastante rápida– me di cuenta de que nada de lo que prometía el libro iba a cumplirse. Este texto que ahora reseño es sencillamente prescindible 2.

El libro, bastante breve, se divide en nueve capítulos. De éstos, solo dos (el primero, titulado «En busca de las claves evolutivas», y el séptimo, «De la biología a la cultura») aportan información relevante para el pretendido objetivo perseguido por los autores.

En el primer capítulo, que sirve como introducción general, se nos explica que las pruebas acerca la evolución de la mente se basan en tres tipos de indicios: las extrapolaciones al comparar nuestra conducta con la de otros animales, el registro arqueológico y el registro fósil.

La búsqueda de respuestas acerca de la cognición humana en el registro fósil es quizás la más compleja dado que los procesos cognitivos no fosilizan, como tampoco lo hace el cerebro. Sin embargo, sí podemos obtener información de los moldes endocraneales –las improntas que quedan en el interior de los cráneos fósiles– y, para comprender el origen del lenguaje, del estudio de la forma del hueso hioides.

Aún así, la mejor información que podemos obtener acerca del desarrollo de nuestras capacidades cognitivas quizás venga del estudio de aumento del volumen craneal o, mejor dicho, del incremento del coeficiente de encefalización, es decir, el aumento del tamaño relativo del cerebro, descontando el aumento de ese tamaño que se debe al crecimiento general del tamaño del resto de cuerpo.

Respecto a las pruebas arqueológicas, si bien los artefactos culturales parecen objetos idóneos para entender la posible evolución de la mente, lo cierto es que en la mayoría de casos es imposible (o es muy fácil equivocarse) asignar más allá de cualquier duda unos artefactos concretos –herramientas de piedra por ejemplo– a una especie fósil determinada.

Por último, en lo tocante al estudio del origen del lenguaje, desde hace décadas se viene ligando el gen FOXP2 a la función del habla. Aunque se trata de un gen muy común, que está presente en animales muy alejados de nuestra filogénesis como el ratón, desde la separación de los linajes que conducen a los seres humanos y a los chimpancés la versión humana de la proteína que codifica sufrió cambios en dos aminoácidos, mientras que la forma de esa proteína en los chimpancés no ha variado. Por lo tanto, muchos investigadores afirman que hay un gen FOXP2 «específicamente humano» y que ahí residiría nuestra capacidad para articular un lenguaje complejo.

Sin embargo, hoy en día hay un consenso bastante amplio que entiende que es poco probable que haya genes específicos y exclusivos del lenguaje. Los hallazgos relacionados con este gen sugieren:

  1. Que la facultad del lenguaje, aunque pudo aparecer de forma «repentina», está basada en circuitos neuronales implicados en otros procesos cognitivos y de control motor.
  2. La evolución del lenguaje no depende de la creación de nuevas áreas cerebrales sino que está relacionada con el cableado fino de estructuras cerebrales preexistentes.
  3. Que la relación entre los genes y el lenguaje es más compleja de lo que se pensaba con anterioridad.

En conclusión, si desechamos los datos morfológicos (como el incremento del tamaño del cerebro) y los arqueológicos (los objetos recuperados en los yacimientos) porque no podemos precisar en qué medida asignan a una u otra especie una cierta capacidad cognitiva, podemos concluir que hablar de la filogénesis de los procesos mentales que caracterizan a los humanos es una tarea sin un éxito previsible.

Porque debemos reconocer que si sabemos tan poco de nuestra propia mente, ¿cómo vamos a comprender la de nuestros ancestros? Los autores defienden en este libro que el punto de partida para el estudio de la evolución de la cognición humana debería ser tratar de desvelar los procesos cerebrales subyacentes a nuestras capacidades cognitivas y, mediante una perspectiva evolucionista, plantearnos después en qué forma llegaron a ser como son.

El primer capítulo termina con una declaración de intenciones:

El objetivo principal del libro es saber cómo llegó a ser nuestra especie como es: ¿Quiénes fueron los primeros bípedos? ¿Quiénes, cuándo y cómo tallaron las primeras herramientas? ¿Qué lograron hacer gracias a las técnicas descubiertas? ¿De qué forma se convirtieron aquellas primeras piedras en palabras?

Y a partir de aquí, los autores deberían ofrecer respuestas a estos interrogantes, pero en su lugar nos encontramos con temas tan genéricos como las «bases biológicas de la evolución» (capítulo 2, donde se habla de Darwin, la selección natural, y conceptos básicos de genética); la «historia filogenética» (capítulo 3, donde se estudian los primeros seres vivos, el origen de los primates, y los hominoideos del Mioceno); los «inicios de la evolución humana» (capítulo 4, donde se explica la aparición de los primeros homínidos, Sahelanthropus, los australopitecinos gráciles y los robustos); la «salida de África» (capítulo 5, donde vemos a los primeros Homo, el Homo erectus de Java, los erectus africanos y los europeos más antiguos); y «la humanidad moderna» (capítulo 6, con los neandertales y la hipótesis «Desde África» como origen de los humanos modernos).

Estos cinco capítulos, que conforman la parte más importante en extensión del libro, se dedican a temas tangenciales al objetivo fundamental del texto, por lo que si bien son necesarios para comprender aspectos básicos de la evolución humana, no enfrentan el tema principal del libro, dejando poco margen para profundizar en lo realmente importante.

El capítulo 7 está dedicado al paso de la «biología a la cultura». Según la hipótesis de Sherwood Washburn y Raymond Dart, la postura erguida dejó libres los miembros superiores de nuestros ancestros, que así podían utilizar para manejar objetos como piedras y palos para cazar. Mediante el carroñeo y la caza, la dieta se vería incrementada con el aporte de proteínas de la carne, permitiendo la pérdida de los grandes aparatos masticatorios propios de los australopitecinos y los parántropos. La desaparición de las estructuras óseas necesarias para la sujeción de la musculatura permitió la expansión del cerebro.

La cadena bipedia – caza – alimentación carnívora – disminución del aparato masticatorio no termina ahí. La presión selectiva en favor de las estrategias de caza actuaría también en el incremento del cerebro, ya que los individuos con cerebros mayores serían más inteligentes y anticiparían mejor el uso posible de los utensilios, llevándolos a construir más y mejores herramientas. Como consecuencia de esa presión selectiva coordinada, el cerebro fue aumentando de tamaño a través de miles y miles de generaciones.

A pesar de lo interesante y extendida de esta hipótesis, lo cierto es que los homininos con mayores aparatos masticatorios fueron coetáneos y no antecesores de los primeros Homo fabricantes de herramientas. Las grandes crestas sagitales y la construcción de herramientas supusieron estrategias adaptativas alternativas de una misma época, y no dos estados sucesivos en la evolución.

Además de la herencia biológica, los humanos pasamos a otros miembros de la especie una muy importante herencia cultural. Consiste en la transmisión de información a través de la enseñanza y la imitación, al margen del parentesco biológico. La cultura se recibe no sólo de los padres, sino de todos los seres humanos con los que se entra en contacto. En un sentido amplio, la «cultura» es todo lo que la humanidad conoce o hace como resultado de haberlo aprendido de otros seres humanos.

Las características que distinguen la evolución cultural de la biológica y hacen que la primera sea más efectiva pueden resumirse en tres:

  1. La herencia cultural puede ser dirigida para conseguir los objetivos deseados, mientras que las mutaciones biológicas son aleatorias.
  2. La herencia biológica se transmite verticalmente, sólo de padres a hijos (a través de los genes), mientras que la herencia cultural lo hace de forma tanto oblicua como horizontal, es decir, entre los miembros de la misma generación y entre los de distintas generaciones.
  3. La herencia biológica es «mendeliana»: sólo se transmite lo que se ha recibido de los padres y se posee desde el nacimiento. La herencia cultural es «lamarkiana»: incluye la transmisión de caracteres adquiridos, todo lo que se ha aprendido o descubierto durante la vida y no sólo aquello que se heredó de los padres.

Los dos últimos capítulos («Evolución cultural de la humanidad» e «Ingeniería genética y futuro biológico humanidad») hablan de la evolución actual de nuestra especie y las posibilidades de la clonación.

En definitiva, la corta extensión de cada capítulo hace que los temas tratados, por muy interesantes que puedan ser, resulten demasiado superficiales. Esto, unido al hecho de que sólo hay dos capítulos en todo el libro que realmente responden al interrogante que se plantea como objetivo del texto, hace que el libro sea completamente prescindible. Además, ni siquiera hay referencias bibliográficas.

Notas

  1. Que cuenta con una segunda edición actualizada y puesta al día: «Evolución humana: el camino de nuestra especie».
  2. Que quizás sea lo peor que se puede decir de un libro de divulgación científica.
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Reseña: La piedra que se volvió palabra: Claves evolutivas de la humanidad
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Reseña: La piedra que se volvió palabra: Claves evolutivas de la humanidad
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Los humanos nos consideramos excepcionales: creemos ser los únicos entre todos los seres vivos que estamos regidos por la sabiduría y la razón. Hay motivos para creer que es así. Nuestra tendencia a crear obras de arte, nuestros códigos morales muy complejos y nuestro lenguaje plagado de metáforas nos distinguen de cualquier otro primate. Pero, desde la perspectiva de la evolución, ¿por qué razón surgieron tales capacidades y cuándo lo hicieron? Si lo que nosotros somos capaces de hacer ahora se define como «lo humano», ¿eran humanos los neandertales? ¿Y los australopitecos? ¿Lo serían tal vez los chimpancés? En este libro se narra en el lenguaje más sencillo posible, pero riguroso, lo que se conoce desde el punto de vista científico sobre una especie que cuenta con poetas, héroes y genios, y también con maleantes, asesinos y vándalos. Sabemos que somos eso y muchas otras cosas pero ¿cómo comenzó esa saga con tantos y tan contradictorios personajes?
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

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