¿Asia reescribirá la historia humana?

     Última actualizacón: 7 mayo 2020 a las 15:53

La política, la geografía y la tradición han centrado durante mucho tiempo la atención arqueológica en la evolución de Homo sapiens en Europa y África. Ahora, una nueva investigación desafía las viejas ideas al mostrar que las primeras migraciones humanas se desarrollaron en Asia mucho antes de lo que se sabía con anterioridad.

El desierto de Nefud es una zona desolada de dunas de arena anaranjadas y amarillas. Cubre aproximadamente 40000 km cuadrados de la Península Arábiga. Pero hace decenas de miles de años, esta área era una tierra exuberante de lagos, con un clima que podría haber sido más agradable para la vida humana.

Una tarde de enero de 2016, un equipo internacional de arqueólogos y paleontólogos estudiaba la superficie del antiguo lecho de un lago en un yacimiento llamado Al Wusta en el paisaje de arena y grava del Nefud. Buscaban atentamente fósiles, trozos de herramientas de piedra y cualquier otro signo que hubiera quedado del pasado alguna vez verde de la región.

De repente, Iyad Zalmout, un paleontólogo que trabaja para el Servicio Geológico de Arabia Saudi, localizó lo que parecía un hueso. Con pequeños picos y pinceles, él y sus colegas extrajeron el hallazgo del suelo.

«Sabíamos que [era] importante», recordó Zalmout en un correo electrónico. Era la primera prueba directa de la presencia de primates u homínidos en el área. En 2018, las pruebas de laboratorio confirmaron que este espécimen era el hueso de un dedo de un humano anatómicamente moderno que habría vivido hace al menos 86000 años.

Antes de este descubrimiento de Al Wusta, las pruebas en forma de herramientas de piedra habían sugerido la presencia humana en el Nefud hace entre 125000 y 55000 años. Para los antropólogos, «humano» y «hominino» pueden significar cualquiera de varias especies estrechamente relacionadas con la nuestra. El hueso del dedo era el Homo sapiens más antiguo encontrado en la región.

La datación del hueso contradice un discurso bien establecido en la comunidad científica. Los hallazgos, particularmente en el área de los actuales Israel, Jordania y Líbano –conocidos como el «Levante»-, han llevado a comprender que H. sapiens salió por primera vez de África no antes de hace 120000 años, probablemente migrando hacia el norte junto a la costa mediterránea. Estas personas se establecieron en el Levante y sus descendientes –o aquellos de una posterior migración humana fuera de África–, viajaron a Europa decenas de miles de años después.

Solo más tarde, sigue la historia, viajaron a partes de Asia, como Arabia Saudí. Según algunas estimaciones, los humanos anatómicamente modernos no habrían estado en lo que ahora es Al Wusta hasta hace unos 50000 años.

El hueso del dedo, por lo tanto, supone un nuevo giro en la historia de cómo y cuándo nuestra especie dejó el continente africano y, a trompicones, pobló gran parte del resto de la tierra. Una nueva serie de descubrimientos, particularmente en Asia, sugieren que los humanos modernos abandonaron por primera vez África hace unos 200000 años, tomando muchas rutas diferentes.

El Levante ya no es necesariamente central, y los lugares al este podrían haber tenido una importancia inesperada en las primeras migraciones humanas. Como dice el antropólogo Michael Petraglia, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, «se está revelando una nueva historia».

Estos hallazgos podrían arrojar luz sobre grandes preguntas sin respuesta, como por qué los humanos hicieron estas migraciones, cuáles fueron las condiciones ambientales del pasado, y cómo interactuó H. sapiens con otros homininos. Pero esta nueva narrativa también subraya cuánto de nuestro conocimiento proviene, y está limitado por, dónde han trabajado los arqueólogos y otros investigadores. El énfasis geográfico ha estado influenciado durante mucho tiempo no por la ciencia sino por el acceso, la financiación y la tradición.

El primer indicio de que la larga historia de los viajes humanos fuera de África había pasado por alto algo crítico provino de la región del Levante, concretamente de la Cueva Misliya en Israel. En 2018, los arqueólogos anunciaron que habían encontrado una mandíbula humana en esta cueva.

El hueso –datado con tres métodos diferentes en el curso de una investigación que ha durado diez años–, tiene entre 177000 y 194000 años, adelantando la cronología de la presencia humana allí al menos 50000 años. Y unas herramientas de piedra más antiguas halladas bajo la mandíbula sugieren que los humanos podrían haber estado en esa área incluso antes.

Entonces, es posible que los humanos abandonaran África y viajaran al Levante, y a otros lugares, incluso antes de la fecha que indica esa mandíbula. Esta idea ganó aún más fuerza en julio de 2019, cuando un grupo de investigadores publicó nuevos hallazgos acerca de un cráneo descubierto en Grecia en la década de 1970. Ese fósil, sugiere el nuevo estudio, es humano y tiene más de 210000 años.

Pero además de esta cronología cambiante, los investigadores están replanteándose a dónde viajaron los humanos cuando salieron de África. El hallazgo de Al Wusta es solo un ejemplo.

En 2015, investigadores de China publicaron el hallazgo de 47 dientes humanos, con una antigüedad de entre 85000 y 120000 años, en una cueva de la provincia de Hunan. Hasta este descubrimiento, los fósiles de seres humanos modernos más antiguos encontrados en el sur de Asia tenían solo unos 45000 años.

Estos nuevos hallazgos «obligan a replantearnos cuándo y cómo nos dispersamos», dice la antropóloga forense María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana en Burgos, España, y miembro del equipo que descubrió y estudió los dientes. Añade: «Pudo haber más de una migración “fuera de África”… los humanos, como cualquier otro animal, pudieron haberse expandido hasta que no hubo ninguna barrera, ecológica o geográfica, que les impidiera hacerlo».

En 2018, investigadores de la India publicaron el descubrimiento de una colección de herramientas de piedra avanzadas. Afirman que este hallazgo indica la presencia de homininos que se remontaría al menos 170000 años, miles de años antes de lo sugerido por las investigaciones anteriores. Y otras pruebas sugieren que los primeros humanos pudieron haberse dirigido directamente a Asia al cruzar desde África a lo largo de la Península Arábiga, rodeando el Levante, de donde proviene gran parte de las pruebas más antiguas de los seres humanos fuera de África.

Una serie de nuevos descubrimientos ha cambiado la comprensión del tiempo, las rutas y el alcance geográfico asociado con la dispersión de H. sapiens fuera de África. Pero para los arqueólogos, estos hallazgos también señalan una especie de punto ciego. Como dice Martinón-Torres, «estos hallazgos también son una llamada de atención con respecto a Asia».

De hecho, existe una mayor conciencia acerca de la necesidad de ampliar el ámbito geográfico de la paleontología y la arqueología relacionadas con las primeras migraciones humanas y la evolución. «Durante mucho tiempo», agrega Martinón-Torres, «Asia se consideró como un callejón sin salida con un papel secundario en la corriente principal de la evolución humana».

«Hay un enorme sesgo en el trabajo de campo arqueológico y dónde se está produciendo, y nuestras teorías sobre la evolución humana se basan en estos sesgos geográficos», dice Petraglia, quien junto con Zalmout y sus colegas de la Comisión Saudita de Turismo y Patrimonio Nacional encontraron el hueso de Al Wusta.

Varios factores han contribuido a este sesgo, explica la arqueóloga y escritora Nadia Durrani, coautora del libro «Archaeology: A Brief Introduction» junto al antropólogo Brian Fagan. La arqueología comenzó hace más de un siglo «como una disciplina científica occidental», dice.

Los primeros arqueólogos, que eran europeos y estadounidenses, se centraron principalmente en la Europa mediterránea y los lugares mencionados en la Biblia, incluidos los actuales Irán, Irak, Egipto, Israel y Cisjordania. «La gente estaba interesada en la Biblia y los temas clásicos», incluida la antigua Grecia y Roma, dice Durrani. A medida que los arqueólogos hicieron descubrimientos en esas áreas, el interés en esas regiones creció y las instituciones también se asentaron en esos lugares, lo que a su vez alimentó más investigaciones allí.

«Los países donde se ha venido desarrollando durante décadas la investigación paleoantropológica tienen más probabilidades de tener hallazgos importantes, que son tanto bien conocidos como valorados», dice Katerina Harvati, directora de paleoantropología de la Universidad de Tübingen. «Y por lo tanto, es probable que tengan más oportunidades de financiación».

Lo contrario también es cierto. Puede ser difícil convencer a colegas o a posibles financiadores del potencial de un lugar cuando se ha explorado poco y carece de ciertas infraestructuras. Las barreras ambientales y naturales también juegan su papel. Petraglia señala que trabajar en áreas que no han sido bien exploradas puede exigir comenzar desde el principio, con tareas como reconocimientos y mapeo, y a menudo no hay un trabajo previo en el que basarse.

Por ese motivo, los problemas políticos pueden ayudar u obstaculizar a los arqueólogos. Durrani, por ejemplo, llevó a cabo trabajo de campo en Yemen en la década de 1990, y luego dirigió visitas guiadas a yacimientos arqueológicos. Tuvo que detener su trabajo en 2008 debido a la inestabilidad política en la zona. La violencia y los conflictos suponen graves obstáculos de acceso, dice.

Los nuevos hallazgos indican que la actitud hacia Asia está cambiando, y cada vez se presta más atención a esta región. Este cambio de postura coincide con cambios económicos y políticos. En las últimas dos décadas, China ha invitado a investigadores a regiones que no se habían estudiado antes. Más recientemente, Arabia Saudí ha abierto ciertos yacimientos para la arqueología y el turismo.

Con el tiempo, los científicos esperan que el acceso y las condiciones mejoren aún más. Mientras tanto, esta investigación muestra que los humanos anatómicamente modernos abandonaron África antes de lo esperado y viajaron hacia el sur, a lo largo de la Península Arábiga, además de hacia el norte.

Sin embargo, algunos de estos hallazgos han generado escepticismo. Jeffrey Schwartz, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, advierte en contra de extraer conclusiones dramáticas de los hallazgos. «Creo que estamos llamando a demasiadas cosas H. sapiens», dice.

Por el contrario, Mina Weinstein-Evron, una arqueóloga de la Universidad de Haifa que fue codescubridora de la mandíbula de la Cueva de Misliya, sospecha que los hallazgos recientes pertenecen a H. sapiens, aunque está de acuerdo en que la historia de la migración de los humanos anatómicamente modernos dista de ser clara. «No sabemos nada. Tenemos una prueba aquí y otra allá», dice. «Y luego usamos grandes palabras como “migración” y “dispersión”. Hablamos como si hubieran comprado un billete. Pero no sabían a dónde iban. Para ellos quizás ni siquiera fuera un movimiento, tal vez viajaron 10 kilómetros cada generación».

Además, algunos hallazgos genéticos sugieren que, incluso si los humanos viajaron fuera de África hacia Asia antes de lo que se pensaba anteriormente, es posible que esas primeras migraciones no hubieran tenido éxito desde una perspectiva evolutiva. Según las conclusiones de tres grupos diferentes de científicos publicadas en Nature en 2016, el ADN de los euroasiáticos divergió del de los africanos hace entre 60000 y 80000 años. En otras palabras, todos los humanos vivos hoy en día son descendientes de H. sapiens que emigraron fuera de África dentro de esa ventana, así como otros homininos, como los neandertales.

Posibles rutas de migración de Homo sapiens. Tomado de:
Bae, C. J.; Douka, K. y Petraglia, M. D. (2017), «On the origin of modern humans: Asian perspectives». Science, vol. 358, núm. 6368, p. eaai9067.

No obstante, las migraciones anteriores son intrigantes, dice Luca Pagani, un antropólogo biológico que escribió uno de los artículos de Nature. «Aunque no va a cambiar nuestra idea de cuáles migraciones fueron exitosas, muestra una variedad más rica de intentos de dispersión», dice, y esa es una parte esencial de la historia de los primeros humanos modernos.

De hecho, las razones por las que fallaron algunas migraciones de los primeros humanos podrían aclarar algunas de las principales cuestiones en arqueología. Martinón-Torres y sus colegas que trabajan en China, por ejemplo, han postulado que los primeros humanos modernos podrían haber competido con los neandertales u otros homininos, lo que podría haber influido en sus desplazamientos.

Petraglia, por otra parte, sospecha que los primeros humanos modernos pueden haber prosperado en el yacimiento árabe hasta que el agua desapareció a medida que el desierto crecía. «Si quieres saber cómo puede afectarnos el cambio climático algún día, bueno, aquí tenemos una historia completa sobre los efectos del cambio climático en las poblaciones humanas», dice. En resumen, puede que los descendientes de estos intrépidos humanos no hubieran sobrevivido, pero sus historias aún podrían guiarnos hacia el futuro.

Este trabajo apareció publicado por primera vez en SAPIENS bajo una licencia CC BY-ND 4.0. Lee el original aquí.

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La política, la geografía y la tradición han centrado durante mucho tiempo la atención arqueológica en la evolución de Homo sapiens en Europa y África. Ahora, una nueva investigación desafía las viejas ideas al mostrar que las primeras migraciones humanas se desarrollaron en Asia mucho antes de lo que se sabía con anterioridad.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

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