paleogenética

Reseña: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos

Reseña: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos

     Última actualizacón: 26 octubre 2020 a las 11:58

Ficha Técnica

Título: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos.
Autor: Carles Lalueza-Fox
Edita: Cálamo, 2016
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Número de páginas: 156 p.
ISBN: 9788416742028

Reseña del editor

El origen de las casas reales europeas se suelen remontar a siglos y, en muchos casos, más de un milenio. Todos los seres humanos poseemos vínculos, pero los linajes monárquicos casi son un compartimento estanco desde ese punto de vista genético. Eso se traduce en una diferencia notable con las poblaciones de sus respectivos reinos, tanto en el pasado como en el presente.

El dramático fin de la familia real francesa y la destrucción sistemática de los restos de los monarcas durante la Revolución propició la aparición de impostores que pretendían ser el Delfín, Luis XVII, así como un insólito tráfico de presuntas reliquias reales.

Los avances genéticos permiten un nuevo enfoque sobre algunos misterios históricos, dudosas paternidades y falsas identidades. Carles Lalueza-Fox cuenta de forma amena en este libro una sucesión estrambótica de aventuras científicas: el análisis de la presunta sangre de Luis XVI conservada dentro de una calabaza, de la cabeza momificada de Enrique IV, de los corazones de Luis XVII y de San Luis, de unos pelos de Napoleón o de una pierna anónima perteneciente a una reina de Francia.

Pero estos estudios, a veces disparatados, son una excusa que le sirve al autor para proponer una nueva visión de la historia basada en la interpretación de los datos genómicos de sus protagonistas principales: la ‘genohistoria’.

Reseña

Estamos ante un libro tremendamente interesante. ¿Quién no ha sentido curiosidad por conocer los afanes y avatares de los miembros de la nobleza y las casas reales europeas? Desde hace siglos conforman un grupo de personas «privilegiadas» –aunque esta afirmación exigiría más de un matiz– que con sus decisiones han cambiado, literalmente, la historia. Gracias al libro que el experto en paleogenética Carles Lalueza-Fox ha puesto en nuestras manos, no volverás a verlos de la misma forma.

Párate a pensar en esto un momento: la nobleza y la realeza conforman líneas hereditarias (y por lo tanto, combinaciones particulares de genes) que han tratado de mantenerse separadas, aisladas del resto de la población. Por eso, el estudio de esos genomas nos permitiría obtener un tipo de información inalcanzable a través de los medios «clásicos» de investigación histórica.

Sin embargo, el marco temporal en el que nos movemos es demasiado corto para que la población general haya experimentado grandes cambios genéticos, para que haya habido un verdadero «aislamiento reproductivo» dentro de la nobleza y la aristocracia (y ello sin contar con la existencia de relaciones fuera de los matrimonios). Y todo es porque existe una gran interconexión entre todos nuestros antepasados: dado que este número se dobla en cada generación, un cálculo superficial indica que en tiempos de Roberto el Fuerte (que vivió entre los años 815/20 y 866), cada uno de nosotros tendría unos 255 antepasados (tomando unos 20 años como intervalo entre generaciones). Este valor absurdamente elevado equivale a multiplicar por unos 5 millones de veces la población mundial actual.

Esta imposibilidad numérica se debe a que en realidad nuestros antepasados se comparten entre sí y con otras personas: al retroceder en el tiempo, las genealogías comienzan a superponerse en una red realmente compleja (algo similar a la teoría de los «seis grados de separación» que sostiene que cualquiera de nosotros puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios).

«Estudios llevados a cabo con datos genómicos europeos actuales han demostrado que, en promedio, dos europeos tomados al azar, procedentes de dos poblaciones vecinas, comparten entre dos y doce antepasados en los últimos 1 500 años». Si retrocedemos 1 000 años más, el número de antepasados compartidos aumenta a 100. Por lo tanto, independientemente de su lugar de origen, cualquier europeo actual tiene antepasados en cualquier europeo pasado de los últimos 1 000 años; o como explica Adam Rutherford en su «Breve historia de todos los que han vivido», todos los que tenemos ascendencia europea procedemos, por una vía u otra, de Carlomagno. Todos pertenecemos, por lo tanto, a un linaje real.

Lo que el doctor Lalueza nos ayuda a comprender, en definitiva, es que «no somos individuos genéticamente aislados», sino que pertenecemos a genealogías fuertemente compartidas que hace que estemos, en un sentido más o menos lejano, emparentados. Si contáramos con nuestra información genética completa, podríamos descubrir conexiones con cualquier personaje relevante del pasado, ya lo odiemos o lo admiremos.

Vivimos un momento en el que «el estudio del ADN antiguo (paleogenómica) está haciendo que cambie completamente la forma en que vemos nuestro pasado». Con el importante desarrollo de las técnicas genéticas al que hemos asistido en los últimos años, se ha producido una explosión en el conocimiento científico de personajes del pasado, logrando obtener una información «íntima» que antes no estaba disponible. No solo podemos deducir el ADN de personas famosas analizando marcadores genéticos de algunos de sus descendientes vivos, sino que también es posible recuperarlo directamente de los restos esqueléticos o momificados de dichos personajes. Y en esta labor el doctor Lalueza ha tenido un considerable éxito, como muestran las numerosas publicaciones científicas que recogen los resultados de sus investigaciones (destacaría los estudios de la sangre de Jean-Paul Marat y de Luis XVI, rey de Francia).

No voy a darte muchos detalles de qué es lo que vas a encontrarte en este libro –arruinaría la sorpresa–, aunque me gustaría dar algunas pinceladas más del trabajo donde se analizó restos de sangre que podían pertenecer al rey de Francia Luis XVI, porque es realmente llamativo y da pistas acerca de cómo se llevan a cabo este tipo de estudios.

En primer término, debes saber que todo comenzó cuando un profesor de antropología biológica de la Universidad de Bolonia, Davide Pettener, se puso en contacto con el doctor Lalueza para pedirle que hiciera un análisis genético del contenido de una calabaza. Sí, una calabaza. Concretamente ésta:

Dentro podía estar la sangre del rey de Francia Luis XVI, guillotinado en 1793 en plena revolución. La calabaza había sido desecada y decorada con una técnica conocida como pirografía. El objeto es realmente hermoso, y se muestran los rostros y nombres de personajes relevantes de la Revolución francesa. La cosa es que en las inscripciones se puede leer que un tal Bourdaloue había subido al cadalso después de la ejecución del rey, mojado su pañuelo en la sangre para guardo acto seguido en su interior.

El doctor Lalueza nos cuenta que era técnicamente posible recuperar no solo parte de los genes de la muestra de sangre de la calabaza, sino el genoma completo. Así, su análisis permitiría obtener el primer genoma de un personaje histórico jamás obtenido, y se convertiría en una referencia futura en el campo de la genómica personalizada. En el artículo científico (Genomic analysis of the blood attributed to Louis XVI (1754–1793), king of France –acceso abierto) donde se hicieron públicos los resultados se demostró que la sangre de la calabaza no había pertenecido a Luis XVI, pero abrió el camino a recuperar genomas completos de nuestras forenses y a obtener genomas de periodos históricos que pueden proporcionar información sobre la génesis de las poblaciones modernas.

Termino estas líneas recomendándote su lectura, e indicándote los títulos de los capítulos en que se divide el libro, no tienen desperdicio:

Naundorff el impostor
El pelo de María Antonieta
El corazón del Delfín
La cabeza momificada de Enrique IV
El pelo de Napoleón
La pierna de alguien
El corazón de San Luis
El genoma de la calabaza
¿Vuelve Naundorff?
Ricardo III, el rey villano
La genohistoria


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Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 0 comentarios
¿Asia reescribirá la historia humana?

¿Asia reescribirá la historia humana?

     Última actualizacón: 7 mayo 2020 a las 15:53

La política, la geografía y la tradición han centrado durante mucho tiempo la atención arqueológica en la evolución de Homo sapiens en Europa y África. Ahora, una nueva investigación desafía las viejas ideas al mostrar que las primeras migraciones humanas se desarrollaron en Asia mucho antes de lo que se sabía con anterioridad.

El desierto de Nefud es una zona desolada de dunas de arena anaranjadas y amarillas. Cubre aproximadamente 40000 km cuadrados de la Península Arábiga. Pero hace decenas de miles de años, esta área era una tierra exuberante de lagos, con un clima que podría haber sido más agradable para la vida humana.

Una tarde de enero de 2016, un equipo internacional de arqueólogos y paleontólogos estudiaba la superficie del antiguo lecho de un lago en un yacimiento llamado Al Wusta en el paisaje de arena y grava del Nefud. Buscaban atentamente fósiles, trozos de herramientas de piedra y cualquier otro signo que hubiera quedado del pasado alguna vez verde de la región.

De repente, Iyad Zalmout, un paleontólogo que trabaja para el Servicio Geológico de Arabia Saudi, localizó lo que parecía un hueso. Con pequeños picos y pinceles, él y sus colegas extrajeron el hallazgo del suelo.

«Sabíamos que [era] importante», recordó Zalmout en un correo electrónico. Era la primera prueba directa de la presencia de primates u homínidos en el área. En 2018, las pruebas de laboratorio confirmaron que este espécimen era el hueso de un dedo de un humano anatómicamente moderno que habría vivido hace al menos 86000 años.

Antes de este descubrimiento de Al Wusta, las pruebas en forma de herramientas de piedra habían sugerido la presencia humana en el Nefud hace entre 125000 y 55000 años. Para los antropólogos, «humano» y «hominino» pueden significar cualquiera de varias especies estrechamente relacionadas con la nuestra. El hueso del dedo era el Homo sapiens más antiguo encontrado en la región.

La datación del hueso contradice un discurso bien establecido en la comunidad científica. Los hallazgos, particularmente en el área de los actuales Israel, Jordania y Líbano –conocidos como el «Levante»-, han llevado a comprender que H. sapiens salió por primera vez de África no antes de hace 120000 años, probablemente migrando hacia el norte junto a la costa mediterránea. Estas personas se establecieron en el Levante y sus descendientes –o aquellos de una posterior migración humana fuera de África–, viajaron a Europa decenas de miles de años después.

Solo más tarde, sigue la historia, viajaron a partes de Asia, como Arabia Saudí. Según algunas estimaciones, los humanos anatómicamente modernos no habrían estado en lo que ahora es Al Wusta hasta hace unos 50000 años.

El hueso del dedo, por lo tanto, supone un nuevo giro en la historia de cómo y cuándo nuestra especie dejó el continente africano y, a trompicones, pobló gran parte del resto de la tierra. Una nueva serie de descubrimientos, particularmente en Asia, sugieren que los humanos modernos abandonaron por primera vez África hace unos 200000 años, tomando muchas rutas diferentes.

El Levante ya no es necesariamente central, y los lugares al este podrían haber tenido una importancia inesperada en las primeras migraciones humanas. Como dice el antropólogo Michael Petraglia, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, «se está revelando una nueva historia».

Estos hallazgos podrían arrojar luz sobre grandes preguntas sin respuesta, como por qué los humanos hicieron estas migraciones, cuáles fueron las condiciones ambientales del pasado, y cómo interactuó H. sapiens con otros homininos. Pero esta nueva narrativa también subraya cuánto de nuestro conocimiento proviene, y está limitado por, dónde han trabajado los arqueólogos y otros investigadores. El énfasis geográfico ha estado influenciado durante mucho tiempo no por la ciencia sino por el acceso, la financiación y la tradición.

El primer indicio de que la larga historia de los viajes humanos fuera de África había pasado por alto algo crítico provino de la región del Levante, concretamente de la Cueva Misliya en Israel. En 2018, los arqueólogos anunciaron que habían encontrado una mandíbula humana en esta cueva.

El hueso –datado con tres métodos diferentes en el curso de una investigación que ha durado diez años–, tiene entre 177000 y 194000 años, adelantando la cronología de la presencia humana allí al menos 50000 años. Y unas herramientas de piedra más antiguas halladas bajo la mandíbula sugieren que los humanos podrían haber estado en esa área incluso antes.

Entonces, es posible que los humanos abandonaran África y viajaran al Levante, y a otros lugares, incluso antes de la fecha que indica esa mandíbula. Esta idea ganó aún más fuerza en julio de 2019, cuando un grupo de investigadores publicó nuevos hallazgos acerca de un cráneo descubierto en Grecia en la década de 1970. Ese fósil, sugiere el nuevo estudio, es humano y tiene más de 210000 años.

Pero además de esta cronología cambiante, los investigadores están replanteándose a dónde viajaron los humanos cuando salieron de África. El hallazgo de Al Wusta es solo un ejemplo.

En 2015, investigadores de China publicaron el hallazgo de 47 dientes humanos, con una antigüedad de entre 85000 y 120000 años, en una cueva de la provincia de Hunan. Hasta este descubrimiento, los fósiles de seres humanos modernos más antiguos encontrados en el sur de Asia tenían solo unos 45000 años.

Estos nuevos hallazgos «obligan a replantearnos cuándo y cómo nos dispersamos», dice la antropóloga forense María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana en Burgos, España, y miembro del equipo que descubrió y estudió los dientes. Añade: «Pudo haber más de una migración “fuera de África”… los humanos, como cualquier otro animal, pudieron haberse expandido hasta que no hubo ninguna barrera, ecológica o geográfica, que les impidiera hacerlo».

En 2018, investigadores de la India publicaron el descubrimiento de una colección de herramientas de piedra avanzadas. Afirman que este hallazgo indica la presencia de homininos que se remontaría al menos 170000 años, miles de años antes de lo sugerido por las investigaciones anteriores. Y otras pruebas sugieren que los primeros humanos pudieron haberse dirigido directamente a Asia al cruzar desde África a lo largo de la Península Arábiga, rodeando el Levante, de donde proviene gran parte de las pruebas más antiguas de los seres humanos fuera de África.

Una serie de nuevos descubrimientos ha cambiado la comprensión del tiempo, las rutas y el alcance geográfico asociado con la dispersión de H. sapiens fuera de África. Pero para los arqueólogos, estos hallazgos también señalan una especie de punto ciego. Como dice Martinón-Torres, «estos hallazgos también son una llamada de atención con respecto a Asia».

De hecho, existe una mayor conciencia acerca de la necesidad de ampliar el ámbito geográfico de la paleontología y la arqueología relacionadas con las primeras migraciones humanas y la evolución. «Durante mucho tiempo», agrega Martinón-Torres, «Asia se consideró como un callejón sin salida con un papel secundario en la corriente principal de la evolución humana».

«Hay un enorme sesgo en el trabajo de campo arqueológico y dónde se está produciendo, y nuestras teorías sobre la evolución humana se basan en estos sesgos geográficos», dice Petraglia, quien junto con Zalmout y sus colegas de la Comisión Saudita de Turismo y Patrimonio Nacional encontraron el hueso de Al Wusta.

Varios factores han contribuido a este sesgo, explica la arqueóloga y escritora Nadia Durrani, coautora del libro «Archaeology: A Brief Introduction» junto al antropólogo Brian Fagan. La arqueología comenzó hace más de un siglo «como una disciplina científica occidental», dice.

Los primeros arqueólogos, que eran europeos y estadounidenses, se centraron principalmente en la Europa mediterránea y los lugares mencionados en la Biblia, incluidos los actuales Irán, Irak, Egipto, Israel y Cisjordania. «La gente estaba interesada en la Biblia y los temas clásicos», incluida la antigua Grecia y Roma, dice Durrani. A medida que los arqueólogos hicieron descubrimientos en esas áreas, el interés en esas regiones creció y las instituciones también se asentaron en esos lugares, lo que a su vez alimentó más investigaciones allí.

«Los países donde se ha venido desarrollando durante décadas la investigación paleoantropológica tienen más probabilidades de tener hallazgos importantes, que son tanto bien conocidos como valorados», dice Katerina Harvati, directora de paleoantropología de la Universidad de Tübingen. «Y por lo tanto, es probable que tengan más oportunidades de financiación».

Lo contrario también es cierto. Puede ser difícil convencer a colegas o a posibles financiadores del potencial de un lugar cuando se ha explorado poco y carece de ciertas infraestructuras. Las barreras ambientales y naturales también juegan su papel. Petraglia señala que trabajar en áreas que no han sido bien exploradas puede exigir comenzar desde el principio, con tareas como reconocimientos y mapeo, y a menudo no hay un trabajo previo en el que basarse.

Por ese motivo, los problemas políticos pueden ayudar u obstaculizar a los arqueólogos. Durrani, por ejemplo, llevó a cabo trabajo de campo en Yemen en la década de 1990, y luego dirigió visitas guiadas a yacimientos arqueológicos. Tuvo que detener su trabajo en 2008 debido a la inestabilidad política en la zona. La violencia y los conflictos suponen graves obstáculos de acceso, dice.

Los nuevos hallazgos indican que la actitud hacia Asia está cambiando, y cada vez se presta más atención a esta región. Este cambio de postura coincide con cambios económicos y políticos. En las últimas dos décadas, China ha invitado a investigadores a regiones que no se habían estudiado antes. Más recientemente, Arabia Saudí ha abierto ciertos yacimientos para la arqueología y el turismo.

Con el tiempo, los científicos esperan que el acceso y las condiciones mejoren aún más. Mientras tanto, esta investigación muestra que los humanos anatómicamente modernos abandonaron África antes de lo esperado y viajaron hacia el sur, a lo largo de la Península Arábiga, además de hacia el norte.

Sin embargo, algunos de estos hallazgos han generado escepticismo. Jeffrey Schwartz, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, advierte en contra de extraer conclusiones dramáticas de los hallazgos. «Creo que estamos llamando a demasiadas cosas H. sapiens», dice.

Por el contrario, Mina Weinstein-Evron, una arqueóloga de la Universidad de Haifa que fue codescubridora de la mandíbula de la Cueva de Misliya, sospecha que los hallazgos recientes pertenecen a H. sapiens, aunque está de acuerdo en que la historia de la migración de los humanos anatómicamente modernos dista de ser clara. «No sabemos nada. Tenemos una prueba aquí y otra allá», dice. «Y luego usamos grandes palabras como “migración” y “dispersión”. Hablamos como si hubieran comprado un billete. Pero no sabían a dónde iban. Para ellos quizás ni siquiera fuera un movimiento, tal vez viajaron 10 kilómetros cada generación».

Además, algunos hallazgos genéticos sugieren que, incluso si los humanos viajaron fuera de África hacia Asia antes de lo que se pensaba anteriormente, es posible que esas primeras migraciones no hubieran tenido éxito desde una perspectiva evolutiva. Según las conclusiones de tres grupos diferentes de científicos publicadas en Nature en 2016, el ADN de los euroasiáticos divergió del de los africanos hace entre 60000 y 80000 años. En otras palabras, todos los humanos vivos hoy en día son descendientes de H. sapiens que emigraron fuera de África dentro de esa ventana, así como otros homininos, como los neandertales.

Posibles rutas de migración de Homo sapiens. Tomado de:
Bae, C. J.; Douka, K. y Petraglia, M. D. (2017), «On the origin of modern humans: Asian perspectives». Science, vol. 358, núm. 6368, p. eaai9067.

No obstante, las migraciones anteriores son intrigantes, dice Luca Pagani, un antropólogo biológico que escribió uno de los artículos de Nature. «Aunque no va a cambiar nuestra idea de cuáles migraciones fueron exitosas, muestra una variedad más rica de intentos de dispersión», dice, y esa es una parte esencial de la historia de los primeros humanos modernos.

De hecho, las razones por las que fallaron algunas migraciones de los primeros humanos podrían aclarar algunas de las principales cuestiones en arqueología. Martinón-Torres y sus colegas que trabajan en China, por ejemplo, han postulado que los primeros humanos modernos podrían haber competido con los neandertales u otros homininos, lo que podría haber influido en sus desplazamientos.

Petraglia, por otra parte, sospecha que los primeros humanos modernos pueden haber prosperado en el yacimiento árabe hasta que el agua desapareció a medida que el desierto crecía. «Si quieres saber cómo puede afectarnos el cambio climático algún día, bueno, aquí tenemos una historia completa sobre los efectos del cambio climático en las poblaciones humanas», dice. En resumen, puede que los descendientes de estos intrépidos humanos no hubieran sobrevivido, pero sus historias aún podrían guiarnos hacia el futuro.

Este trabajo apareció publicado por primera vez en SAPIENS bajo una licencia CC BY-ND 4.0. Lee el original aquí.

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Otra revolución más en paleoantropología

Otra revolución más en paleoantropología

     Última actualizacón: 12 abril 2017 a las 18:33

Como ya hemos apuntado en más de una ocasión, la paleoantropología es una disciplina científica que se presta muy bien a anuncios impactantes y de gran trascendencia mediática. El principal motivo es que se trata de una ciencia que pretende averiguar nada más y nada menos cuál es nuestro origen (evolutivo), uno de los interrogantes que se ha planteado el ser humano desde que tiene capacidad de razonar.

Ayer asistimos a otro de esos momentos “históricos” al hacerse públicos los resultados de un estudio que ha logrado secuenciar el genoma mitocondrial casi completo de un hominino de la Sima de los Huesos, uno de los yacimientos del complejo de la Sierra de Atapuerca. El equipo, formado por investigadores españoles y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, ha extraído y analizado ADN del resto fósil identificado como “Fémur XIII”, convirtiéndolo así en el ADN humano más antiguo conocido. La importancia de este hito no sólo radica en el avance tecnológico que ha permitido secuenciar un ADN tan antiguo, sino en el hecho de que los datos apuntan a que este hominino ―con una antigüedad aproximada de 400.000 años― está estrechamente relacionado con el linaje que llevó a los genomas mitocondriales de los homínidos de Denisova, un grupo hermano de los Neandertales de Eurasia oriental.

El hallazgo es realmente excepcional porque permite futuras investigaciones de genoma antiguo que, en realidad, se están realizando en estos mismos momentos (hasta ahora sólo se había podido analizar el ADN de restos de aproximadamente 100.000 años de antigüedad). Cierto es que, como sostiene José María Bermúdez de Castro, la paleogenética no es la panacea para resolver todos los enigmas de la evolución humana, pero se ha convertido en una fuente inestimable de conocimiento.

La Sima de los Huesos

Como informa la Fundación Atapuerca en su página web, este yacimiento pertenece al complejo kárstico de Cueva Mayor–Cueva del Silo. Para acceder a este yacimiento hay que recorrer durante 500 metros Cueva Mayor hasta llegar a un pozo de 13 metros de profundidad, al fondo del cual se encuentra la Sima propiamente dicha, uno de los más importantes depósitos fosilíferos del mundo. Su cronología es de unos 500.000 años y se trata de la mayor acumulación de fósiles humanos hallados hasta la fecha en todo el mundo.

Se han recuperado restos de al menos 28 individuos cuyos esqueletos están completos, aunque sus huesos se encuentran muy fragmentados, dispersos y mezclados, lo que dificulta su reconstrucción.

Cuando se extrajeron los primeros restos encontrados en el yacimiento de la sierra burgalesa (corría el año 1976), los primeros análisis de la morfología de los huesos ―sobre todo de la cara, la mandíbula y algunas piezas dentales― apuntaban a que existía una relación filogenética directa entre esos individuos y los Neandertales. Tanto es así que se planteó por el equipo de paleoantropólogos la hipótesis de que el origen de los Neandertales había que situarlo en la Península Ibérica, un planteamiento nada descabellado ya que la mayor parte de Europa estaba cubierta por aquellas fechas con un espeso manto de hielo, lo que dejaba habitable únicamente la zona mediterránea.

Ahora sin embargo, los nuevos resultados del ADN mitocondrial aislado en las muestras de la Sima de los Huesos apuntan a que están más relacionados con los famosos Denisovanos, una población ancestral que vivió en las remotas regiones de Siberia hace unos 40.000 años, que con los Neandertales (debemos tener muy presente no sólo la gran distancia espacial que separa ambos lugares, sino también el marco temporal, ya que estamos hablando de más de 300.000 años de separación entre ambas poblaciones).

Los Denisovanos

Hace tres años se produjo otra revolución en la paleoantropología con el descubrimiento de la que puede ser (aún no se ha verificado) una nueva especie del género Homo en las cuevas de Denísova, en los montes Altái de Siberia. El mismo equipo de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva que han analizado el ADN del fémur hallado en la Sima de los Huesos secuenció el ADN mitocondrial de dos fósiles: un molar y un fragmento de hueso proveniente del dedo de una niña encontrado en un estrato datado entre hace 50.000 y 30.000 años.

Este análisis indicó que los Denisovanos, una población aislada en Eurasia, poseían un ancestro común junto a Homo sapiens y el hombre de Neandertal que pudo vivir hace aproximadamente un millón de años (se especula que los Denisovanos se separaron de los Neandertales hace unos 700.000 años). El molar presentaba características morfológicas claramente diferentes a las de los Neandertales y los humanos modernos, lo que confirmaría que pertenece a una especie con una historia evolutiva distinta.

Es importante destacar que apenas se tiene información morfológica de estos individuos ―los dos restos fósiles ya han desaparecido en aras a posibilitar los análisis genéticos― por lo que no es posible establecer comparaciones anatómicas con los fósiles de la Sima de los Huesos.

En definitiva, los resultados del análisis del ADN mitocondrial indican que este homínido procede de una migración desde África distinta a la de la entrada de Homo sapiens en Europa, a la de los ancestros de los Neandertales y distinta, asimismo, del éxodo temprano de Homo erectus.

Conclusiones

“Hemos concluido que el pariente más cercano de esta especie de la Sima de los Huesos se encuentra en Siberia, pero eso no implica que se parezcan mucho, de hecho se calcula que llevarían evolucionando por separado 700.000 años. Son muy diferentes pero con un antepasado común que debía de ser una especie que vivió en Europa y en Asia en esa antigüedad de vértigo”, explica Arsuaga en una entrevista a la Agencia SINC.

En la mayor parte de libros de texto la evolución humana se explica mediante un árbol genealógico en el que líneas rectas unen los diferentes fósiles. Las líneas se van separando con el paso del tiempo llevando unas a una especialización y otras a la extinción. Por otro lado, los paleogenetistas han asumido que las líneas que unen la genealogía de ADN mitocondrial deben ser las mismas que las líneas que conectan los fósiles y cuando esto no sucede, los fósiles deben salir del esquema (aunque hay que tener en cuenta que el ADN mitocondrial se transmite por vía exclusivamente materna ―como explicamos aquí― y esto hace que no se recombine, por lo que pueden coexistir varios linajes mitocondriales en la misma población).

Lo que ahora parece evidente es que cada población europea tiene su propia historia y que las diferentes líneas se entrecruzan, a veces se mezclan y otras se separan. Más que un árbol con ramas limpias y ordenadas, nuestro pasado evolutivo se parece cada vez más a un arbusto enmarañado donde es muy difícil determinar dónde nace cada rama y dónde se bifurca o muere.

Datos extendidos (figura 6) tomada Meyer, M. et al. (2013): modelo de evolución de secuencias utilizando la secuencia de consenso de la Sima de los Huesos generada con filtros inclusivos, así como 54 de seres humanos actuales, 9 de seres humanos antiguos, 7 Neandertales, 2 Denosivanos, 22 bonobos y 24 chimpancés.

Aquí reside el eterno problema de conciliar los datos genéticos y morfológicos. Al igual que ocurre con los enfrentamientos entre la teoría que sostiene que el género Homo nació en África y desde allí se expandió, y la que afirma que surgió de forma independiente en diferentes lugares, la evidencia fósil en Atapuerca no es diferente. Los paleoantropólogos han asumido que los homininos de la Sima de los Huesos eran antepasados ​​de los Neandertales y esa es una línea recta que puede ser errónea.

Lo que parece claro es que los Denisovanos heredaron su ADN mitocondrial de un ancestro europeo muy antiguo, que ese ADN llegó más tarde hasta los humanos que poblaron Europa durante el Pleistoceno Medio (en la Sima de los Huesos), que también llegó a formar parte del genoma de los Neandertales y que finalmente heredaron algunas poblaciones de Homo sapiens, es decir, que los humanos de la Sima están relacionados con la población ancestral a partir de la cual evolucionaron por separado Neandertales y Denisovanos.

La tecnología actual no permite llegar más allá. Se hace tremendamente difícil creer que algún día se pueda secuenciar el ADN de restos más antiguos dado que se hallan fosilizados casi por completo (y han perdido por tanto toda información genética) aunque hay algunos estudios prometedores con fósiles de dinosaurios, por ejemplo, que permiten mantener la esperanza.

El paso siguiente de este equipo de investigadores es secuenciar ADN mitocondrial de otros individuos de la Sima, e incluso intentar recuperar algunas secuencias del ADN nuclear para obtener una imagen más nítida de nuestro pasado.

Referencia

Matthias Meyer, Qiaomei Fu, Ayinuer Aximu-Petri, Isabelle Glocke, Birgit Nickel, Juan-Luis Arsuaga, Ignacio Martínez, Ana Gracia, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, & Svante Pääbo (2013). A mitochondrial genome sequence of a hominin from Sima de los Huesos Nature DOI: 10.1038/nature12788

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 3 comentarios