¿Einstein creía en Dios?

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:36

La pregunta encierra dificultades. Una respuesta simplista sería sí, Albert Einstein creía en Dios y era religioso. Sin embargo, para ofrecer una respuesta más ajustada a la realidad tenemos a nuestra disposición un buen número de testimonios escritos donde detalla su postura al respecto. Pasemos a analizarlos brevemente.

Sucedió que, estando Einstein celebrando una reunión en una casa de Berlín en 1927, el crítico teatral Alfred Kerr se extrañó de haber oído que era profundamente religioso, tomándoselo a broma. Einstein respondió con calma:

Sí, lo soy. Al intentar llegar con nuestros medios limitados a los secretos de la naturaleza, encontramos que tras las relaciones causales discernibles queda algo sutil, intangible e inexplicable. Mi religión es venerar esa fuerza, que está más allá de lo que podemos comprender. En ese sentido soy de hecho religioso.

Podemos atisbar por tanto que Einstein no compartía la concepción cristiana ni judía de la deidad. En varias ocasiones expuso esta idea, y en una carta escrita en 1929 sostuvo que creía en el Dios de Baruch Spinoza, que se revela en la armonía del mundo, no en un Dios que se ocupa del destino y los actos de los seres humanos. Esta explicación le valió la crítica de algunos medios religiosos conservadores, al tiempo que era empleada por algunos ateos para defender su punto de vista. Esta es otra manipulación simplista.

Dado el interés que despertaba cualquier comentario del científico vivo más famoso del mundo, escribió un artículo para el New York Times Magazine titulado Religion and Science donde ofreció su idea acerca del origen de la religión: en el hombre primitivo, es sobre todo el miedo el que produce las ideas religiosas: miedo al hambre, a los animales salvajes, a la enfermedad, a la muerte. Como en esta etapa de la existencia suele estar escasamente desarrollada la comprensión de las conexiones causales, el pensamiento humano crea seres ilusorios más o menos análogos a sí mismo de cuya voluntad y acciones dependen esos acontecimientos sobrecogedores.

Se refiere por tanto a la mitología, que surgió como un mecanismo para explicar los fenómenos naturales y los males que aquejaban a los hombres, otorgando a los dioses el control de su destino.

Continúa afirmando que en una segunda etapa, el deseo de guía, de amor y de apoyo empuja a los hombres a crear el concepto social o moral de Dios. Este es el Dios de la Providencia, que protege, dispone, recompensa y castiga; el Dios que, según las limitaciones de enfoque del creyente, ama y protege la vida de la tribu o de la especie humana e incluso la misma vida; es el que consuela de la aflicción y del anhelo insatisfecho; el que custodia las almas de los muertos.

Por último, aduce la existencia de un tercer estadio de experiencia religiosa común a todas ellas, y que denomina “sentimiento religioso cósmico”. Quien posee este sentimiento siente la inutilidad de los deseos y los objetivos humanos, mientras que se maravilla del orden sublime que revela la naturaleza y el mundo de las ideas. La existencia individual le parece una especie de cárcel y desea experimentar el universo como un todo único y significativo. Podemos ver en esta explicación algunos de los aspectos que caracterizan la religión budista.

En otro ensayo publicado en 1930 (Forum and Century, vol. 84, p. 193-194) expone claramente su visión de la religión:

La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está como muerto y tiene los ojos nublados. Fue la experiencia del misterio (aunque mezclada con el  miedo) la que engendró la religión. La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a las que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas… son esta certeza y esta emoción las que constituyen la  auténtica religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, es en el que soy un hombre profundamente religioso. No puedo imaginar a un dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni querría imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física; dejemos que las almas débiles, por miedo o por absurdo egoísmo, se complazcan en estas ideas. Yo me doy por satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con la conciencia de un vislumbre de la estructura maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una parte, aunque sea muy pequeña, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.

Por lo tanto, deja a las claras que no cree en un dios personal, idea ésta ajena a las religiones monoteístas. Para él, el sentimiento religioso cósmico es el motivo más fuerte y más noble de la investigación científica. Podríamos decir que Einstein tenía fe en la racionalidad, en la capacidad del hombre de buscar una explicación causal al mundo que le rodea, en su búsqueda por desentrañar los secretos de la naturaleza para, una vez logrado el objetivo, darse cuenta de que siempre hay algo que queda oculto, inaccesible. Más allá de la comprensión humana:

¡Qué profundos debieron ser la fe en la racionalidad del universo y el anhelo de comprender, débil reflejo de la razón que se revela en este mundo, que hicieron consagrar a un Kepler y a un Newton años de trabajo en solitario a desentrañar los principios de la mecánica celeste!

Sólo quien ha dedicado su vida a fines similares puede tener idea clara de lo que inspiró a esos hombres y les dio la fuerza necesaria para mantenerse fieles a su objetivo a pesar de innumerables fracasos. Es el sentimiento religioso cósmico lo que proporciona esa fuerza al hombre. Un contemporáneo ha dicho, con sobradas razones, que en estos tiempos materialistas que vivimos la única gente profundamente religiosa son los investigadores científicos serios.

Para el científico, el sentimiento religioso adquiere la forma de un asombro extasiado ante la armonía de la ley natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, comparados con ella, todo el pensamiento y todas las acciones de los seres humanos no son más que un reflejo insignificante. Este sentimiento es el principio rector de su vida y de su obra, en la medida en que logre liberarse de los grilletes del deseo egoísta. Es sin lugar a dudas algo estrechamente emparentado con lo que poseyó a los genios religiosos de todas las épocas.

Para Einstein, la ciencia sólo pueden crearla los que están profundamente imbuidos de un deseo profundo de alcanzar la verdad y de comprender las cosas. Es la curiosidad que todo lo puede, esa necesidad de saber, de conocer, de desentrañar todos los misterios. Para él, este sentimiento brota, precisamente, de la esfera de la religión.

No puedo imaginar que haya un verdadero científico sin esta fe profunda. La situación puede expresarse con una imagen: la ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia ciega.

 

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Explicación de la idea de religión y religiosidad que mantenía Einstein, más cercana a la visión budista que a la concepción de las religiones monoteístas.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

2 comentarios

EINSTEIN NO FUE LO SUFICIENTEMENTE INTELIGENTE PARA DECIR : SI.!! DIOS EXISTE Y CREO EN EL.. LO VEO EN LA CREACION Y EN ESTE EKILIBRIO SOBRENATURAL E INEXPLICABLE.. QUISAS SUS ANSIAS POR SER MAS QUE DIOS O DAR A ENTENDER QUE TODO LO PODIA SABER LO AFECTO COMO HUMANO..

Bueno, no sé en qué te basas para afirmar que Einstein tenía «ansias por ser más que Dios». Creo que es una visión errónea de su personalidad.

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