paleoantropología

Reseña: Atapuerca. Persiguiendo un sueño

Reseña: Atapuerca. Persiguiendo un sueño

Ficha Técnica

Título: Atapuerca. Persiguiendo un sueño
Autor: José María Bermúdez de Castro
Edita: Alianza, 2019
Encuadernación: Tapa dura.
Número de páginas: 184 p.
ISBN: 978-8420647838

Reseña del editor

Persiguiendo un sueño es el niño que juega en los jardines del Museo Nacional de Ciencias Naturales y queda cautivado por el extraordinario realismo del grupo de primates disecados por los hermanos Benedito; el muchacho que lee fascinado «El primer antepasado del hombre», de Donald Johanson, en el que el descubridor de Lucy relata sus peripecias en Tanzania; el joven que realiza su tesis en Canarias y el investigador que llega a Atapuerca de la mano de Emiliano Aguirre.

Es José María Bermúdez de Castro, codirector del equipo de investigación de los yacimientos de Atapuerca, y ha conseguido que en las vitrinas del mejor de los Museos de Evolución Humana están expuestos los fósiles que hacen soñar a otros niños; que sus libros inspiren a otros muchos jóvenes y que los hallazgos realizados en Atapuerca hayan revolucionado los estudios de Evolución Humana.

La búsqueda del sueño incluye una nueva especie, Homo antecesor; la evidencia de que la llegada de los homininos a Europa se produjo casi un millón de años antes de lo que los científicos proclamaban y la excavación de un lugar en el que se puede leer, mirar y sentir nuestra evolución desde hace un millón y medio de años de manera consecutiva: Atapuerca.

Persiguiendo un sueño son las fotografías y los apuntes personales de José María Bermúdez de Castro, es la crónica desde dentro, el relato de una meta cumplida pero no terminada, porque todavía quedan muchos hallazgos por descubrir y muchos sueños por realizar.

Reseña

La ciencia será siempre una búsqueda, jamás un descubrimiento real. Es un viaje, nunca una llegada.

Karl Popper

Los libros son objetos poderosos. Un buen libro, si está escrito con pasión, puede dejar una huella profunda en quien lo lee. No debemos menospreciar el efecto que puede causar en un lector; un libro puede ser determinante, por ejemplo, para que decidamos dedicar nuestra vida a una profesión concreta.

Y justo eso fue lo que le pasó al profesor Bermúdez de Castro. «El primer antepasado del hombre», el libro donde el paleoantropólogo americano Donald Johanson nos cuenta la historia del descubrimiento y posterior estudio de Lucy –la archiconocida Australopithecus afarensis– ha sido fuente de inspiración de toda una generación de estudiosos de la evolución humana 1.

Gran parte de la «culpa» de que esto sea así la tiene la primera idea que nos viene a la cabeza cuando pensamos en qué es lo que hace un paleoantropólogo. Nos imaginamos rápidamente a un aventurero, alguien que viaja a lugares remotos (ya sean tórridos desiertos o profundas cuevas), donde excava en busca de los vestigios de nuestros antepasados. En el imaginario colectivo, un paleoantropólogo es alguien que obtiene fama mundial cuando descubre una nueva pieza del puzle de nuestra historia evolutiva.

Pues bien, siendo cierta (en gran medida) esta idea, la verdad es que el trabajo de estos profesionales va mucho más allá de la recuperación de fósiles. Hoy en día, estas excavaciones aúnan el trabajo de un enorme número de científicos de distintas especialidades que emplean la tecnología más avanzada (y el uso de otras técnicas no tan avanzadas pero igual de eficientes), con el objetivo común de obtener la mayor cantidad posible de información de cada yacimiento. Además, debemos saber que muchos de ellos solo llegan a ver un fósil cuando acuden a un museo. Donald Johanson escribió:

Como paleoantropólogo –persona que estudia los fósiles de los antepasados del hombre– soy supersticioso. Lo somos muchos de nosotros, porque el trabajo que hacemos depende mucho de la suerte. Los fósiles que estudiamos son muy raros y más de un paleoantropólogo eminente ha pasado toda su vida sin descubrir ninguno. Yo soy uno de los más afortunados. Era solo mi tercer año sobre el terreno en Hadar y ya había encontrado varios. Sé que tengo suerte, y no trato de ocultarlo.

«El primer antepasado del hombre». Donald Johanson.

Lo mismo explicaban Stephen Jay Gould y David Pilbeam en un artículo publicado en Sicence en 1974 2 al sostener que la paleoantropología comparte con otras disciplinas, la teología y la exobiología, un rasgo muy singular: hay más estudiosos que objetos de estudio. Así es, son muchos los estudiosos y escasos los fósiles, lo que añade una dimensión muy personalista a esta disciplina –con los problemas de egos que ha generado a lo largo de su historia.

Pero la suerte favorece solo a las mentes preparadas, como dijera el eminente químico Louis Pasteur; y en España debemos mucho al esfuerzo y empeño de unas cuantas de esas «mentes preparadas», como la del profesor Bermúdez de Castro. Nuestro país tiene el privilegio de contar con un enorme número de yacimientos paleoantropológicos que se han convertido en el centro de atención de especialistas de todo el mundo. Aunque no debemos olvidar que, para llegar a esta situación, los investigadores han tenido que hacer frente (y lo siguen haciendo) a no pocas penalidades y dificultades.

 

En «Atapuerca. Persiguiendo un sueño» tenemos la oportunidad de conocer de primera mano las impresiones, vivencias y recuerdos de quien ha estado, desde el principio, explorando y estudiando la enorme riqueza de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Y además tenemos la fortuna de hacerlo contemplando las fantásticas fotografías que el propio autor ha tomado in situ desde hace 40 años. En estas imágenes, bastante alejadas de las que suelen ilustrar los artículos científicos o los libros de divulgación, vemos a las personas que han trabajado en los yacimientos y quienes los han apoyado; y apreciamos la relación de camaradería que se forja entre quienes pasan largas horas compartiendo ese objetivo en común que mencionaba más arriba.

Porque si algo hemos de tener claro es que Atapuerca es lo que es gracias a la labor de cientos de personas: empezando por los propios investigadores, pasando por quienes han ayudado y prestado servicios de abastecimiento, de logística y de otro tipo, hasta los vecinos de los pueblos circundantes y toda la sociedad en su conjunto.

Era un equipo con ilusión, en el que te sentías como en familia. […] una convivencia que no siempre es sencilla y el trabajo puede ser exigente. Todo lo tenemos que hacer nosotros. En ocasiones hay que cargar con mucho peso, montar andamios, retirar piedras, limpiar los yacimientos y otras tareas nada sencillas. Todo forma parte de las labores de campo y se asume con naturalidad.

«Atapuerca. Persiguiendo un sueño». José María Bermúdez de Castro.

En las páginas de este libro conocerás anécdotas como los disparos al amanecer en plena Trinchera del Ferrocarril; los viajes del equipo en el «Halcón milenario» de Eudald Carbonell; el sorprendente hallazgo de Excalibur; y otras muchas que no revelo para no truncar la experiencia de disfrute del lector.

Para terminar quería destacar un aspecto esencial de la misión que se impusieron los tres codirectores de los yacimientos de Atapuerca. Junto a los esfuerzos por hacer que la ciencia hecha en España se hiciera un hueco en la paleoantropología mundial, asumieron la «obligación» de contar esos descubrimientos al público en general.

La enorme tarea de divulgación científica de todo el equipo se comprueba con las docenas de libros, guías, exposiciones, documentales y demás material que se ha ido acumulando a lo largo de los años. Es una tarea necesaria, imprescindible diría yo, que todos ellos aceptaron de forma natural desde el comienzo. Este libro se suma al trabajo realizado, y tengo la certeza de que, al igual que sucedió con el texto de Donald Johanson, será la fructífera semilla de la que brotarán nuevas vocaciones científicas que se dedicarán a la noble tarea de desentrañar los misterios que aún rodean nuestro pasado como especie.

No me resta más que dar las gracias al profesor Bermúdez de Castro por su generosidad y bonhomía.

Notas

  1. Lee Berger también ha reconocido que ese libro le llevó a ser paleoantropólogo.
  2. Pilbeam, D. R. y Gould, S. J. (1974), «Size and scaling in human evolution«. Science, vol. 186, núm. 4167, p. 892-901.
Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 0 comentarios
Evolución humana. Un mapa con información de yacimientos, fósiles y cultura

Evolución humana. Un mapa con información de yacimientos, fósiles y cultura

     Última actualizacón: 31 agosto 2018 a las 12:27

«the pleasure of the first days partridge shooting or first days hunting

cannot be compared to finding a fine group of fossil bones,

which tell their story of former times with almost a living tongue». 1

«el placer de los primeros días de tiro a la perdiz o de caza

no se puede comparar a encontrar un buen grupo de fósiles,

que cuentan su historia de tiempos pasados casi con lengua viva».

 

La paleoantropología, el estudio de la evolución humana, se centra fundamentalmente en el análisis de los fósiles. Esta afirmación es una simplificación, pero es innegable que a la hora de comprender el proceso y la historia evolutiva de nuestra especie, es necesario contar con testigos del pasado que nos cuenten cómo fue ese camino.

Tras años leyendo libros, artículos y todo tipo de material relacionado con la evolución humana, tengo claro que es necesario organizar adecuadamente la enorme cantidad de información disponible en relación tanto a los fósiles como a los yacimientos donde se han encontrado. Estoy seguro de que cualquiera que se haya interesado en este tema habrá comprobado que llega un momento en que resulta difícil seguir la pista de los nuevos hallazgos que, casi cada semana, se producen en relación a esta disciplina.

En mi caso, confieso que la solución que se me ocurrió fue bastante obvia y al mismo tiempo útil. La imagen que encabeza esta anotación es la del mapa que utilizo para marcar los yacimientos, los fósiles interesantes, dejar notas de artículos que he leído y, en definitiva, toda información relevante para estar al día y no perderme entre la maraña de datos.

Pero está claro que esa solución no es todo lo buena que cabría esperar. De nuevo, llegó un momento en que no cabían físicamente más datos así que tuve que ponerme manos a la obra. La solución, como suele pasar en estos casos, llegó de la mano del mundo digital. Utilizando la herramienta de Google «MyMaps» he creado una versión digital de mi mapa en papel, que ahora pongo a vuestra disposición por si la consideráis de utilidad.

El mapa

Como digo, he utilizado la herramienta de «MyMaps» —gratuita para cualquier usuario con un cuenta en Google— que permite diseñar mapas incluyendo información que es posible organizar en varias capas. Se trata de una herramienta muy interesante y versátil. A día de hoy, el mapa que estoy construyendo cuenta con cinco capas diferentes que pretenden ofrecer información relevante para el estudio de la evolución humana.

En el caso de este mapa sobre «La evolución humana», la primera capa recibe el nombre de «yacimientos»: es la base sobre la que pivotará el resto de información. Lo primero que hago cuando incluyo una nueva referencia (por ejemplo, la publicación de la descripción de un nuevo fósil) es localizar el punto exacto (las coordenadas geográficas) donde se ha encontrado y marcar el lugar como «yacimiento». Acto seguido, cuando he introducido esa información, paso a otra capa (en el ejemplo que estamos viendo sería la de «fósil») y sigo el mismo patrón.

Cada «entrada» en el mapa consta de tres campos: nombre, descripción y artículos. Mi objetivo no es ofrecer solamente una herramienta que permita saber dónde se recuperó tal o cual fósil o dónde están esas pinturas rupestres tan fascinantes, sino facilitar la labor de investigación o el interés por profundizar en cada ejemplo, ofreciendo la información bibliográfica en cada caso. La información contenida en estos apartados es propia salvo que se indique lo contrario. Igualmente, las imágenes provienen en su mayor parte de los propios artículos científicos que se indican.

Leyenda

Como he señalado más arriba, el mapa cuenta ahora mismo con cinco capas diferentes identificadas con los siguientes símbolos 2:

Este icono representa la capa básica del mapa, llamada «yacimientos». Con ella se marca la ubicación exacta de cada yacimiento arqueológico 3 que ha aportado información relevante. Se incluye el nombre, una descripción, y el/los artículos científicos que lo describen.

Este icono representa cada fósil de hominino. Aunque sea la imagen de un cráneo, se refiere a cualquier hueso del esqueleto. En ocasiones he agrupado todo un conjunto de restos (como el caso de Orrorin tugenensis) para simplificar. Actuaré así salvo que sea relevante individualizar más de un fósil de un mismo ejemplar.

Este icono representa cualquier fósil que no pertenezca a un hominino. Se trata, en la mayor parte de los casos, de fósiles que aportan pruebas de manipulación humana y que, por tanto, acreditan la presencia de nuestros antepasados en un yacimiento, época o lugares concretos.

Este icono representa las huellas que han sido identificadas como pertenecientes a homininos. Las más famosas son las huellas de Laetoli, pero cada vez más a menudo se describen nuevos yacimientos con este tipo de restos que permiten dibujar mejor los movimientos de migración de nuestros antepasados.

Este icono representa ejemplos llamativos o destacados por su importancia de industria lítica (herramientas de piedra individualizadas), o bien, conjuntos de este tipo de herramientas. Destacan ejemplos individuales como «Excalibur», un bifaz recuperado en Atapuerca, o el conjunto de herramientas más antiguas hasta ahora localizadas en Lomekwi 3.

Este icono representa objetos artísticos. De nuevo, como en el caso de la industria lítica, puede identificar una única estatuilla o representar un panel de pinturas en una cueva. Soy consciente de lo complicado de catalogar un objeto como «artístico», así que trataré de argumentar en cada caso el porqué de su inclusión en esta categoría.

Por último, utilizaré este icono para identificar cualquier elemento de las categorías anteriores cuando no conozca las coordenadas exactas de su ubicación. Sucede que en los artículos científicos de hace unos años no se consideraba necesario incluir las coordenadas como parte de la descripción de los yacimientos. Agradeceré vuestra ayuda para completar las lagunas.

Utilizando el mapa

He de reconocer que la utilización de la herramienta es bastante sencilla e intuitiva. En cualquier caso, os voy a explicar de forma rápida algunas de sus principales características:

Las capas del mapa se pueden visualizar u ocultar marcando o desmarcando las diferentes casillas de verificación. Dado que, por ejemplo, cada fósil está situado exactamente en el mismo lugar de un yacimiento, si están marcadas todas las capas sólo se verá la última de ellas. Por ese motivo, mi recomendación cuando se visita por primera vez el mapa es desmarcar todas las capas excepto la primera («yacimientos») hasta acostumbrarse a su uso.

En cualquier caso, el mapa cuenta con una magnífica herramienta de búsqueda que permite encontrar fácilmente cualquier elemento. Solo hay que pulsar sobre cada uno para que despliegue el menú de información.

En la imagen superior veis el ejemplo del yacimiento Kara-Bom, las cuevas de Denisova.

Y como os he comentado, en muchos casos incluyo enlaces directos que permiten leer y descargar los artículos científicos recogidos.

 

En definitiva, la mejora de este mapa es un trabajo que no tendrá fin dado que tampoco se detendrán los esfuerzos por la búsqueda de nuestros orígenes. El mapa estará en permanente construcción así que solo me resta deciros tres cosas:

  1. Sed indulgentes porque falta muchísima información. Todos los días trato de añadir nuevos elementos y completar la información que falta en los ya existentes. Creedme si os digo que no es un trabajo sencillo.
  2. Agradeceré cualquier ayuda sobre todo en conseguir coordenadas correctas de los yacimientos. Hay mucha información en internet en diferentes páginas, pero la mayoría de las coordenadas que se facilitan no son exactas (creo que de forma intencionada para evitar «visitas» no queridas en esos lugares). Por ese motivo busco la información en los propios artículos científicos y a veces cuesta bastante dar con el dato concreto.
  3. Espero que os parezca una herramienta útil e interesante. Estoy abierto a cualquier consejo para su mejora.

Notas

  1. Carta de Charles Darwin a su hermana Catherine. 6 de abril de 1834.
  2. Todos los iconos los he tomado de Flaticon (http://www.flaticon.com/), y han sido creados por Freepik (http://www.freepik.com/).
  3. En el caso de no conocer las coordenadas exactas, se utiliza otro icono que veremos más abajo.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 2 comentarios
La evolución humana en «2001: Una odisea del espacio»

La evolución humana en «2001: Una odisea del espacio»

El 6 de abril de 1968, en el Cinerama Theatre Broadway de la ciudad de Nueva York, se estrenó la película 2001: a space odyssey 1. Stanley Kubrick no solo dirigió la película, sino que escribió el guion junto al novelista Arthur C. Clarke basándose en un relato corto de este último titulado «El centinela», escrito en 1948 y publicado originalmente en la revista «10 Story Fantasy» en 1951 2.

«2001: Una odisea del espacio» es considerada hoy en día como una de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos.

Tráiler de la película 2001 A Space Odyssey.CC.

Dado que hoy se cumple el 50 aniversario de su estreno en EE.UU., quería aprovechar la ocasión para contaros algunos detalles que quizás no conozcáis de la escena inicial –ya convertida en un icono en sí misma– y que tiene especial relevancia para la paleoantropología.

2001: Una odisea del espacio

Al comienzo de la película, una frase sobreimpresa nos da cuenta de lo que vamos a ver: The dawn of man, que yo traduciría como «Los albores (o el origen) de la humanidad».

Un lento amanecer abre paso a un paisaje agreste, una región semiárida que fácilmente podemos asociar con una región de África, donde vemos a un grupo de animales de aspecto simiesco ­–en posición cuadrúpeda y con el cuerpo completamente cubierto de pelo– alimentándose de lo que encuentran a su alrededor, insectos, bayas y otros frutos.

La siguiente escena nos traslada a una charca donde el grupo está reunido desparasitándose y bebiendo tranquilamente, una conducta comparable a la que hoy en día realizan los chimpancés. Esta imagen apacible se ve alterada cuando otro grupo de «simios» asoma por una pequeña colina. Ambos grupos comienzan a gesticular, hacer aspavientos y gritar en un intento de defender, unos su territorio y otros su derecho a acceder al agua de la charca. La cosa no va más allá y, finalmente, el grupo «invasor» se hace con el acceso al líquido al tiempo que los otros se marchan.

Otra escena. Llega un nuevo día –y suponemos que ha transcurrido una gran cantidad de tiempo– y aparece uno de los personajes más importantes de la película: una piedra de color negro, con forma de paralelepípedo, perfectamente pulimentada y clavada en el suelo en posición vertical. Los simios se sorprenden de su presencia pero tampoco le dan mayor importancia.

2001: Una odisea del espacio. 1968. Metro-Goldwyn-Mayer

Al siguiente amanecer – ¿un nuevo salto temporal?– y, a la sombra del «monolito», vemos cómo uno de estos antepasados coge el hueso de un animal muerto y comienza a golpear su esqueleto al tiempo que se yergue sobre las dos piernas traseras. De golpear un cráneo a emplear ese hueso como arma para cazar animales transcurren unos pocos fotogramas. Ya tenemos a nuestro antepasado cazador.

2001: Una odisea del espacio. 1968. Metro-Goldwyn-Mayer

A partir de aquí las cosas comienzan a ir más deprisa: estos primates comienzan a comer carne, a manejar herramientas con las extremidades superiores, vemos a crías «aprendiendo» lo que es una maza 3 y por último, a un grupo rival caminar erguidos sobre dos piernas y a uno de sus miembros matar a golpes a otro de sus congéneres con la nueva arma. Como se suele decir, el resto es historia.

2001: Una odisea del espacio. 1968. Metro-Goldwyn-Mayer

Supongo que pocos de los que estáis leyendo estas líneas no habéis visto o no recordáis esta escena pero, por si acaso, os la dejo completa (podéis agrandar el reproductor):

Lo que Kubrick y Clarke quisieron poner de manifiesto en los primeros minutos de la película es la representación gráfica de la idea dominante en esa época acerca de la evolución de nuestros antepasados, la aparición de un animal que camina sobre dos piernas y es capaz de cazar y matar otros animales para su sustento. Un hueso se convierte «de pronto» en una herramienta para golpear, pero también para matar. Es un salto evolutivo gigantesco y dramático.

La hipótesis del «simio asesino»

Este planteamiento tiene su origen en una hipótesis defendida por uno de los paleoantropólogos pioneros en el estudio de la evolución humana: Raymond Dart. Él sostenía que Australopithecus africanus –que vemos «evolucionando» en los minutos iniciales de la película– eran una especie agresiva que utilizaba huesos y cuernos como armas y los empleaba para matar tanto a sus rivales como a otros animales. Llamada killer ape hypothesis o hipótesis del «simio asesino» tuvo una acogida desigual entre la comunidad científica 4.

El Dr. Dart había llegado a esa conclusión al quedar impresionado por la gran cantidad y diversidad de huesos fosilizados encontrados en Makapansgat, un yacimiento sudafricano que hoy forma parte de lo que conocemos como la Cuna de la Humanidad, donde Dart estuvo gran parte de su carrera realizando excavaciones.

Al recopilar diferentes restos fósiles se dio cuenta de que casi todos los huesos estaban fragmentados, aparecían literalmente destrozados debido a lo que él pensó eran golpes intencionados (como los golpes que vemos en la película). También se encontraron «porras» y «lanzas» hechas con huesos y cuernos de antílope cuyas puntas parecían coincidir con las marcas que presentaban algunos de los fósiles recuperados. Así, esos huesos se convirtieron en la prueba de las primeras «luchas» o «guerras» de la humanidad.

Una visión diferente.

Uno de los discípulos del Dr. Dart, Bob Brain, tenía una versión más «optimista». Brain se preguntó cómo se habían formado los fósiles y cuál era el motivo de que aparecieran incrustados literalmente en los bloques de roca (en brecha). Debemos recordar que el yacimiento de Makapansgat había sido una mina de la que se extraía el mineral empleando explosivos. No es necesario decir que los mineros tenían un nulo interés en el estudio de los restos fósiles. Su única preocupación era recuperar la mayor cantidad de mineral con el menor esfuerzo posible.

En este sentido, Brain se preguntó si las marcas que presentaban los fósiles ­—esas fracturas y marcas características— se debían más bien a la forma en que se había producido la fosilización, que a la manera en que habían muerto nuestros antepasados. Tras años de trabajos, concluyó que los fósiles presentaban esas marcas características porque en realidad eran los restos dejados por carnívoros después de cazarlos y comérselos 5.

Los leopardos, hienas, tigres dientes de sable y gatos gigantes con los que convivían nuestros antepasados, eran uno de nuestros principales depredadores. Literalmente nos daban caza, y conducían sus trofeos a la profundidad de las cuevas para devorarlos tranquilamente. El paso de decenas de miles de año hizo el resto.

The man hunters

 No quería terminar sin contaros otra anécdota en relación con la película. En términos generales, la opinión mayoritaria es que la película mantiene una buena coherencia científica tanto en los efectos especiales como en el argumento en sí mismo.

En lo que respecta a la escena inicial, los realizadores contaron con el asesoramiento científico y colaboración de los paleoantropólogos F. Clark HowellPhillip Tobias. Este último fue el encargado de trabajar con los actores que interpretaban a los «simios» bajo unos pesados y calurosos disfraces para que comprendieran cómo se comportaban y caminaban los australopitecinos. Algunas de las sesiones de trabajo aparecieron en un documental titulado The man hunters 6 emitido por primera vez en 1971. Puedes verlas a continuación:

El documental completo, para quien tenga interés, lo podéis ver aquí.

Notas

  1. Titulada en España como «2001: Una odisea del espacio».
  2. Y que más adelante, tras desarrollar más el argumento, se convertiría en una novela homónima, publicada el mismo año del estreno de la película.
  3. En la película utilizaron para esta escena a crías reales de chimpancés.
  4. El profesor Dart estaba acostumbrado a esta situación ya que su descripción del «niño de Taung» también fue acogida con escepticismo, aunque finalmente se impuso como acertada.
  5. Los agujeros de algunos cráneos coincidían exactamente con la posición de los colmillos de los depredadores.
  6.  The Man Hunters. Directed by NICHOLAS NOXON with F. CLARK HOWELL and PHILLIP TOBIAS as scientific consultants. Produced by MGM in association with Time-Life Books. 16mm, color, sound, 52 minutes.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
La marcha del progreso: ilustrando la evolución.

La marcha del progreso: ilustrando la evolución.

     Última actualizacón: 24 febrero 2018 a las 18:51

Durante los últimos 10.000 años, Homo sapiens se ha acostumbrado tanto a ser la única especie humana que es difícil para nosotros concebir ninguna otra posibilidad. Nuestra carencia de hermanos y hermanas hace que nos resulte más fácil imaginar que somos el epítome de la creación, y que una enorme brecha nos separa del resto del reino animal.

Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad. Yuval Noah Harari.

 

He dicho en más de una ocasión y lugar que la imagen que está sobre estas líneas es una de las que más daño ha hecho a la comprensión de la evolución humana y a cuál es el lugar que corresponde a Homo sapiens en ese proceso. Lo que esta imagen nos transmite es una evolución lineal: a la izquierda vemos a nuestro antepasado más «primitivo», y vamos avanzando progresivamente hasta llegar al ser más evolucionado y «perfecto» en el extremo derecho (nosotros). No es de extrañar que hoy en día se conozca esta ilustración con el nombre de «La marcha del progreso».

Con el tiempo han aparecido –literalmente– miles de imágenes que en mayor o menor medida han parodiado esta idea, aunque hemos de saber que instituciones del ámbito científico y cultural también han acogido con gusto este diseño, movidos quizás porque ya se ha convertido en un icono con un significado que va más allá de lo que la paleoantropología nos enseña.

THE SIMPSONS: Flanders calls Homer an ape and makes a case for evolution revolution in THE SIMPSONS episode «The Monkey Suit» airing Sunday, May 14 (8:00-8:30 PM ET/PT) on FOX. THE SIMPSONS™

Logo del podcast Origin Stories de la Fundación Leakey (detalle).

Así que un día me pregunté de dónde habían salido todas estas imágenes, de dónde habían tomado esta idea que vemos repetida hasta la saciedad. Finalmente conseguí dar con la respuesta:

Se trata de una ilustración que apareció publicada por vez primera en el libro «El hombre primitivo» (Early man) escrito por el antropólogo Francis Clark Howell con la colaboración de los editores de Time-Life y publicado en 1965.

La ilustración, que por su tamaño hubo de reproducirse en una sección plegable (que comprende las páginas 41 a 45 del libro) lleva por título «El camino hacia Homo sapiens» y fue dibujada por Rudolph Franz Zallinger, ilustrador mundialmente famoso entre otras obras por un mural titulado «The Age of Reptiles» que se halla en el Museo Peabody de Historia Natural de la Universidad de Yale.

Portada «El hombre primitivo»

«La marcha del progreso» es una representación de los últimos 25 millones de años que incluye a 15 de nuestros «antepasados» alineados como si estuvieran marchando en un desfile. Como he comentado antes, la idea de evolución «lineal» que refleja esta imagen está muy lejos de ser cierta, por lo que una ilustración de este tipo no hace sino confundirnos acerca de la forma real en que se produjo la evolución humana. Hoy en día sabemos que este proceso se parece más a un arbusto intrincado que a una línea recta, y tampoco debemos olvidar las erróneas connotaciones de la «superioridad» de Homo sapiens que «La marcha del progreso» lleva aparejada.

Sin embargo, para mi sorpresa he de reconocer que en el libro escrito por Howell se explica bastante bien cómo se produjo la evolución del hombre y también por qué se escogió una representación gráfica como esa. Os traduzco algunos párrafos del texto para ofreceros una idea más completa del contexto:

Es un hecho científico probado que el hombre estuvo evolucionando durante millones de años. El camino de su evolución está marcado por callejones sin salida y nuevos comienzos, y los arcenes cubiertos de reliquias de sus variadas formas. Aunque muchos de estos restos son en el mejor de los casos mínimos, son suficientes para bosquejar las fases claves de su marcha a lo largo del tiempo; el principal problema al que se enfrentan los antropólogos hoy es rellenar los huecos.

Acto seguido explica con más detenimiento la ilustración en sí misma:

¿Cuáles fueron las etapas en la larga marcha del hombre desde los ancestros simiescos a sapiens? Comenzando por la derecha y avanzando a lo largo de cuatro páginas más se muestran los hitos de la evolución de los primates y los humanos tal y como los científicos los conocen hoy, reconstruidos a partir de pruebas fósiles incompletas. Es una historia reveladora, no sólo por las criaturas que muestra, sino también porque ilustra gráficamente cuánto podemos aprender de tan poco: la aparentemente caótica colección de huesos de la izquierda, por ejemplo, puede dar una imagen bastante completa acerca de cómo pudo haber caminado Australopithecus ­–una criatura bípeda en los mismos albores del hombre [aquí se está refiriendo a los restos fragmentarios atribuidos a Australopithecus y que se muestran en la página 40].

Muchas de las ilustraciones mostradas aquí han sido desarrolladas a partir de muy pocos fragmentos –una mandíbula, quizás algunos dientes, tal y como indican las partes resaltadas en blanco– y por lo tanto son producto de hipótesis fundamentadas. Pero incluso si descubrimientos posteriores impusieran cambios, estas reconstrucciones cumplen la función de mostrar cómo podrían haber sido. Puede verse cuándo vivieron gracias a la escala de tiempo geológico de la parte superior –en azul para los proto-simios, rojo y violeta para los homínidos y los primeros hombres, verde para Homo sapiens. Las discontinuidades de las barras indican la extinción de una línea evolutiva o los vacíos en el registro fósil. Aunque los proto-simios y los simios eran cuadrúpedos, se muestran todos de pie a efectos de comparación.

Algo que debemos tener presente es que las páginas 41 y 42 se pueden ver como una etapa independiente. La escala geológica incluida en la parte superior va desde los 25 a los 3 millones de años, y recoge los llamados proto-simios. Aunque los vemos dibujados caminando erguidos (en realidad eran cuadrúpedos), el texto recalca que se ha hecho así a efectos de comparación de tamaño:

Early man. Página 41.

Early man. Páginas 41 y 42.

Como vemos, al extender estas dos páginas podemos apreciar una verdadera separación entre los proto-simios y los parántropos, australopitecos y humanos que se analizan en el resto de páginas desplegables.

Estos son los proto-simios que el texto describe:

Pliopithecus

Uno de los proto-simios más antiguos, Pliopithecus se parece a un gibón moderno aunque sus brazos no eran tan desproporcionadamente grandes ni especializados para balancearse por los árboles. Sobre la base de sus dientes y cráneo ahora se clasifica como un antepasado de la línea evolutiva de los gibones.

Proconsul

Conocido por numerosos fragmentos que casi suman un esqueleto completo, se considera que Proconsul es uno de los primeros simios, el antepasado del chimpancé y quizás del gorila. Contemporáneo de Pliopithecus, a menudo se le encuentra junto a él en el mismo yacimiento fosilífero.

Dryopithecus

Aunque su esqueleto está incompleto, Dryopithecus puede describirse a partir de unas pocas mandíbulas y dientes. El primer fósil de un gran simio en ser descubierto, tuvo una distribución muy amplia: se han encontrado restos en Europa, el norte de la India y en China.

Oreopithecus

Sus dientes y la pelvis llevaron a los científicos a preguntarse si pudo ser un antepasado del hombre, pero ahora se conoce mejor y claramente era un simio aberrante [sic].

Ramapithecus

El primate más antiguo parecido al hombre encontrado hasta ahora, se considera que es el antepasado más antiguo en línea directa. Esta conclusión se alcanza a partir de unos pocos dientes, algunos fragmentos de mandíbula y un paladar con una forma inconfundiblemente humana.

Cuando volvemos la página 42 ya sí podemos contemplar de un vistazo el resto de nuestros antepasados hasta llegar a Homo sapiens:

Early man. Páginas 43 a 45.

Australopithecus

Ramapithecus y esta forma primitiva de Australopithecus, el primer homínido incuestionable, están separados por un vacío de 9 millones de años. En esta época, los prehumanos hicieron grandes avances –caminaban erguidos, vivían en el suelo y podían haber usado piedras para defenderse.

Paranthropus

Aunque caminaba erguido y tenía características homínidas, Paranthropus representa un callejón sin salida en el linaje del hombre. Vegetariano, según indican su gran mandíbula y los dientes adaptados para moler, compitió con los australopitecinos avanzados que pudieron acelerar su extinción.

Australopithecus avanzado

Se distinguen de los primeros australopitecinos por su mayor capacidad craneal. Eran contemporáneos de los parántropos. Se han recuperado herramientas primitivas junto a ambos, pero si uno u otro ­­­­–o los dos– produjeron esas herramientas es una cuestión no resuelta todavía.

Homo erectus

El primer miembro de nuestro propio género. Es moderno en las extremidades, pero más primitivo en las manos y el cerebro, con una capacidad craneal que llega únicamente a la parte baja del rango de Homo sapiens. Llevaba una vida en comunidad y sabía usar el fuego.

Primeros Homo sapiens

Tres fósiles europeos ­–Swanscombe, Steinheim y Montmaurin– quizás son los primeros ejemplos de Homo sapiens modernos. Su dentición es primitiva, pero la parte posterior del cráneo y la cara son modernos; la capacidad craneal está dentro del rango moderno.

Hombre de Solo

Una raza extinta de Homo sapiens hallada en Java. Reconocida hasta ahora por dos huesos de la barbilla y algunos cráneos fragmentados. Indican que sus extremidades eran modernas en apariencia; su cráneo sin embargo, era masivo y grueso con arcos superciliares muy marcados y una frente inclinada.

Hombre de Rhodesia

Otra raza extinta de Homo sapiens que vivió en África. Era más moderno que Homo erectus pero más primitivo que los primeros aborígenes. Se han encontrado los restos junto a herramientas de piedra.

Hombre de neandertal

No tan tosco como su nombre ha llegado a significar. El hombre de neandertal vivió en las riberas del Mediterráneo y salpicó toda Europa, con una capacidad craneal en algunos casos mayor que la del hombre moderno. Fabricó una variedad de herramientas con un diseño avanzado.

Hombre de Cromañón

A sólo un paso cultural tras el hombre moderno. Ha legado al mundo su arte –pinturas rupestres, grabados en la roca y figuras talladas. Reemplazó a los neandertales en Europa y, diferenciado en varias poblaciones, parece que colonizó el mundo.

Hombre moderno

Físicamente, el hombre moderno se diferencia poco del hombre de Cromañón. Lo que los separa es la cultura: el hombre moderno aprendió a cultivar su propia comida y domesticó los animales. Pudo permitirse abandonar la vida nómada y fundar asentamientos permanentes y civilizaciones.

 

Si pasamos por alto que muchos de los términos empleados en este texto han cambiado bastante en relación a los que se utilizan hoy en día (algo perfectamente comprensible dado que se escribió hace 60 años cuando la ciencia paleoantropológica todavía estaba comenzando a despegar), nos damos cuenta que la ilustración que se emplea no es tan desacertada como pudiera pensarse. El texto recalca que ha habido muchos callejones sin salida (extinciones) en la ruta que lleva a Homo sapiens, y que aún existían varios huecos en el registro fósil por rellenar. El hecho de haberse dibujado todos los ejemplares en línea obedece, sencillamente, a la intención de facilitar la comprensión del texto ya que de un vistazo podemos ver los principales rasgos que distinguen a cada uno de ellos.

El principal problema, bajo mi punto de vista, es que las reproducciones posteriores han malinterpretado la idea original y han pecado de simplismo.

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
Surgen dudas en relación a <em>Sahelanthropus</em> <em>tchadensis</em> (y II)

Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (y II)

     Última actualizacón: 26 febrero 2018 a las 18:23

Dejamos la anterior anotación hablando de las «discrepancias» en lo tocante a si el equipo de paleoantropólogos encabezados por Michel Brunet encontró los restos de Sahelanthropus tchadensis enterrados en el sedimento o en la superficie del desierto de Djurab.

Alain Beauvilain publicó un artículo en 2008 en el South African Journal of Science mostrando unas fotografías que indicaban claramente que los restos no fueron recuperados in situ. Hasta ahora, ni el propio Brunet ni ningún otro miembro del equipo han publicado una réplica a las afirmaciones del geólogo francés. Sin embargo, la cosa no iba a parar ahí.

Unos meses más tarde, en 2009, Beauvilain y Jean Pierre Watté (prehistoriador y arqueólogo del museo de Havre) publicaron un artículo, primero en francés 1 (en una revista poco conocida); y luego en inglés 2 donde daban un paso más en el ya de por sí complicado serial.

Las fotografías que acompañan ambos artículos son sorprendentes:

Ambas instantáneas, tomadas por el propio Beauvilain, recogen la posición exacta en la que se encontraban los fósiles recuperados la mañana del 19 de julio de 2001. Vemos perfectamente el cráneo –que fue cambiado de posición para tomar la fotografía (la región sombreada en verde indica su posición original)– y otra serie de huesos fracturados, algunos de los cuales fueron identificados como pertenecientes a bóvidos. Sin embargo, destacan la mandíbula fracturada –que fue asociada al cráneo– y la diáfisis de un fémur (catalogado como TM 266-01-063).

Este es el fémur del que no hemos tenido noticias aún, y cuya descripción trataron de presentar Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret en las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris recientemente celebradas en Poitiers.

Es posible que la ausencia de información acerca del hallazgo de este hueso quizás se debiese a que para los investigadores no era una prioridad su estudio, teniendo en cuenta que en las siguientes temporadas de excavaciones se llegaron a recuperar cientos (si no miles) de huesos de fauna. En cualquier caso, resulta llamativa esta falta de interés porque ese fragmento de fémur se encontró a escasos centímetros tanto del cráneo como de la mandíbula y era realmente sencillo asociarlos a ellos. Además, dado su tamaño se sabe que perteneció a un mamífero de varias decenas de kilogramos (lo que lo acercaría más aún a Toumaï). Lo cierto es que finalmente se catalogó y no se envió a Poitiers hasta varios meses después del primer cargamento, ya entrado el año 2003. (puedes ver la primera orden autorizando la exportación del cráneo y otros restos aquí y aquí).

Pero, además, quizá te hayas dado cuenta de otra curiosidad viendo esas fotos. Y es que los huesos aparecen perfectamente alineados en dos filas paralelas.

Esta disposición claramente antinatural es el motivo por el que Beauvilain (y muchos otros tras ver estas imágenes) opinan que los restos habían sido manipulados intencionadamente y que habían sido colocados de forma ordenada. Pero, ¿por qué alguien pondría todos esos huesos en línea? Pues la respuesta es más sencilla de lo que parece: los restos están orientados hacia la Meca. Esta disposición de los restos fósiles no es más que el cumplimiento por parte de nómadas musulmanes de sus «obligaciones» religiosas para con un «cadáver» (según las conclusiones de Beauvilain y Watté expresadas en los dos artículos mencionados).

En apoyo a su tesis de que la localidad TM 266 es un yacimiento alterado, llaman la atención acerca de la pátina azul que cubre toda la superficie de los fósiles. Se trata de una reacción química que se da en algunos restos expuestos al aire y la luz, por lo que al rodear toda la superficie del fósil se demuestra que no habían permanecido enterrados desde hacía tiempo (lo que habría protegido algunas partes). Además, esta pátina era diferente de la de otros fósiles recuperados en otros lugares del yacimiento de Toros-Menalla.

El caso llama de nuevo la atención internacional

La semana pasada volvió a hablarse de este tema gracias al artículo de Ewen Callaway que hemos comentado en la primera parte de esta anotación. Pero en honor a la verdad tenemos que señalar que en 2009 –y gracias fundamentalmente a la anotación que el paleoantropólogo John Hawks publicó en su blog– varios medios especializados se hicieron eco de la existencia de este fémur.

En aquel momento dos personas cobraron relevancia: Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret.

Allá por 2004, Aude Bergeret era una estudiante de doctorado en la Universidad de Poitiers y estaba haciendo su tesis en el laboratorio de Michel Brunet. Su interés radicaba en comprender el proceso de fosilización de los huesos de animales hallados en la localidad TM 266 –la misma donde se recuperó a Toumaï– cuando se encontró por casualidad con el fémur fracturado. Inmediatamente se dio cuenta de que ese fósil no era el de un animal ordinario, sino el de un hominino. Tras consultar el tema con Roberto Macchiarelli, por entonces jefe del departamento de geociencias de la Universidad de Poitiers, las dudas se despejaron por completo.

Así que finalmente volvemos donde estábamos al comienzo. Bergeret y Macchiarelli han tenido la oportunidad de estudiar la morfología de este fémur, pero aún no han podido publicar sus conclusiones en una revista científica ni se les ha permitido comentarlas en unas jornadas científicas.

¿Qué significa todo esto?

En la breve descripción del fémur que Macchiarelli y Bergeret remitieron a Callaway, aquellos sostenían que el foósil es muy diferente del de otro potencial hominino de hace unos 6 millones de años llamado Orrorin tugenensis de quien sí conservamos (o debería decir mejor conservábamos) un fémur casi completo. Tras su análisis, Macchiarelli duda de que Sahelanthropus sea un hominino, aunque reconoce que habría que llevar a cabo un estudio más cuidadoso de todos sus restos, incluido el fémur, para confirmarlo.

Cuando se le preguntó a Michel Brunet sobre el tema se negó a hacer ningún tipo de comentario. Su respuesta lacónica mediante correo electrónico fue: «Nuestros estudios aún están en marcha. No puedo decir nada antes de su publicación». En cualquier caso, la publicación no termina de llegar.

 

¿Los «errores» en los artículos científicos que afirman que los restos estaban enterrados son importantes? No soy nadie para decirlo, pero en mi humilde opinión sus autores deberían, como poco, ofrecer claras y contundentes explicaciones acerca del particular. Más allá de la transcendencia que esa «aclaración» podría tener en relación a la antigüedad atribuida a Sahelanthropus tchadensis, se trata de una cuestión de honestidad intelectual. Por cuestiones más triviales no relacionadas con la investigación en sí misma se han retractado decenas de artículos.

Bajo mi punto de vista, tanto el fémur como el resto de fósiles recuperados en el desierto de Djurab son esenciales para comprender la posición evolutiva de este espécimen. Independientemente de si se recuperaron enterrados o no, su estudio conjunto es una tarea pendiente ya que basar nuestras conclusiones en partes anatómicas individuales puede resultar engañoso (de hecho, la mayoría de los especialistas cataloga a Sahelanthropus tchadensis como un «posible» hominino).

Si finalmente un estudio de este tipo confirmara que Toumaï no es un hominino sino un miembro de otra rama de primates, tampoco estaríamos ante una verdadera pérdida. En realidad, habríamos ganado conocimiento acerca de una parte especialmente compleja de nuestra historia evolutiva: la que compete a la separación entre los humanos y los chimpancés.

Por último, otra cosa que me ronda la cabeza es saber qué pasará tanto con el fémur como el resto de fósiles recuperados en Toros-Menalla y que aún no han sido convenientemente catalogados y clasificados. Por lo que sabemos permanecen almacenados en la universidad de Poitiers –más de 15 años después de su recuperación–, por lo que Michel Brunet no ha sido demasiado escrupuloso con aquello que escribió en 2004 3:

Tous les fossiles sont conservés à N’Djaména, au Centre de valorisation des collections du Cnar (Centre national d’appui à la recherche). En revanche, pour permettre la mise en oeuvre de techniques d’étude et d’analyse liées à des équipements scientifiques particulièrement lourds (scanners médicaux et industriels, synchrotron, spectromètre de masse, sonde ionique, etc), certains fossiles sont empruntés pour une durée déterminée. Après étude, tous retournent à N’Djaména.

Todos los fósiles se conservan en N’Djamena, en el Centro de valorización de las colecciones del CNAR (Centro Nacional de Apoyo a la Investigación). Sin embargo, para permitir la implementación de técnicas de estudio y análisis relacionadas con equipos científicos particularmente pesados (escáneres médicos e industriales, sincrotrón, espectrómetro de masas, sonda de iones, etc.), algunos fósiles se toman prestados temporalmente. Después de su estudio, todos regresan a N’Djamena.

Esperemos que ese lapso «temporal» necesario para el «estudio» de los fósiles sea lo más corto posible.

Más información

John Hawks. Sahelanthropus: Did camelherders bury Toumaï facing Mecca?

John Hawks. Sahelanthropus: «The femur of Toumaï?»

Notas

  1. Beauvilain, A. y  Watté, J. P. (2009), «Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) a-t-il été inhumé?«. Bulletin de la Société Géologique de Normandie et des Amis du Muséum du Havre, núm. 96, p. 19-26.
  2. Beauvilain, A. y  Watte, J. P. (2009), «Was Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) buried?«. Anthropologie (Brno), vol. 47, núm. 1-2, p. 1-6.
  3. Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios