migración

Primera ocupación de la amazonia colombiana: pinturas rupestres en la selva

Primera ocupación de la amazonia colombiana: pinturas rupestres en la selva

     Última actualizacón: 9 marzo 2021 a las 18:58

INTRODUCCIÓN

Hace unas semanas saltó a todos los medios de comunicación el descubrimiento de unas pinturas rupestres en lo más profundo de la selva amazónica colombiana. Con el provocativo apelativo de la «capilla Sixtina del Amazonas», las noticias hacían referencia a un enorme número de pinturas en tonos ocres que representaban diferentes animales, figuras humanas y otros objetos. Sin duda se trataba de un hallazgo espectacular.

En casi todas esas noticias se mencionaba que un grupo de científicos había realizado excavaciones arqueológicas y recuperado numerosas herramientas de piedra y otros elementos que demostrarían que la zona había estado habitada. La conclusión era que los primeros habitantes llegaron a la región hace alrededor de 12 600 años antes del presente (AP).

Como suele pasar con este tipo de noticias, la realidad es diferente aunque mucho más interesante. Antes de entrar en materia voy a daros un par de consejos si queréis «descifrar» este tipo de anuncios para llegar al verdadero fondo de la cuestión (y que deberíais seguir siempre):

  • El primero es que tenéis que acudir a las fuentes originales. En este caso, habría que conseguir una copia del artículo científico en el que se basa la noticia para leerlo con detenimiento (puedes acceder a él más abajo).

Esa debería ser la primera tarea de cualquier periodista que va a escribir acerca de cualquier noticia científica aunque, desgraciadamente y por diferentes motivos, no suele ser habitual. La mayoría se limitan a reproducir las notas de prensa que envían los grupos de investigación o las diferentes universidades implicadas.

  • El segundo consejo es que profundicéis en el contexto, el trasfondo de ese anuncio. La ciencia no existe en un vacío, y por supuesto que la arqueología tampoco. Es muy poco habitual que se publique un descubrimiento sin que antes se hayan ido dando «pistas», sin que ningún trabajo o artículo anterior haya ofrecido una imagen más global.

En cualquier caso, conocer el contexto es esencial para dar más profundidad a la noticia, y que los lectores tengan una idea más general donde poder ubicar la novedad que se está ofreciendo.

LO QUE NOS HAN CONTADO LOS MEDIOS

Todas las noticias publicadas en medios generalistas han contado más o menos la misma historia: en la selva amazónica colombiana –concretamente en la Serranía La Lindosa– se han descubierto decenas de miles de pinturas rupestres de animales y humanos creadas hace unos 12 600 años. Se ha bautizado este impresionante hallazgo como «la Capilla Sixtina de los antiguos», tratándose de una de las mayores concentraciones de arte prehistórico documentadas hasta ahora en el mundo.

Para la datación se han analizado las imágenes que representan a especies de animales que desaparecieron en la Edad de Hielo (como los mastodontes, perezosos gigantes y los caballos).

El descubrimiento se mantuvo en secreto porque se quería hacer público al tiempo de la emisión de un documental del canal 4 británico titulado «Misterios de la jungla: reinos perdidos del Amazonas»

Y quizás aquí esté la clave de todo este revuelo mediático: la profusión de artículos y noticias no tenía demasiado que ver con el deseo de ofrecer una información arqueológica o antropológica relevante, sino de actuar como «publicidad» para el documental.

UN PRIMER ANÁLISIS

El gancho de todo —si se me permite la expresión— fue un artículo publicado por arqueólogos y antropólogos de las Universidades Nacional y de Antioquia (en Colombia), y la Universidad Exeter (Reino Unido) en la revista científica Quaternary International en el mes de abril de 2020 (puedes acceder al él aquí). En él se describen tres yacimientos arqueológicos en la Sierra de La Lindosa: Cerro Azul, Limoncillos y Cerro Montoya. El objetivo de los investigadores era entender cómo nuestros antepasados llegaron a la Amazonia, cuáles eran sus estrategias de supervivencia y cómo se adaptaron a la complejidad de la vida en los bosques tropicales.

Lo primero que nos debería llamar la atención, en un intento de analizar lo sucedido, es que cuando apareció el artículo (recordemos, en abril de 2020) pasó casi desapercibido. Esto, unido al hecho de no apareciera en una revista puntera, de las importantes en su campo, nos confirma que su contenido no es precisamente «rompedor».

Antes de pasar al artículo, vamos a profundizar un poco en el contexto de la noticia: qué sabemos de los primeros pobladores de la amazonia colombiana, y qué rastros arqueológicos se han podido estudiar hasta ahora.

LA ARQUEOLOGÍA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA

Serranía La Lindosa

En primer lugar, la Serranía de La Lindosa, en Guaviare, es un punto arqueológico clave para Colombia desde hace décadas, además de una zona de conservación vital ya que es la última frontera antes del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.

Pero, ¿qué es el Chiribiquete, y qué relación tiene con el tema que estamos tratando? En 2018 la UNESCO declaró Chiribiquete patrimonio de la humanidad. Se trata de una formación rocosa que se sitúa en el corazón de la amazonia colombiana, entre Caquetá y Guaviare, dos de los 32 departamentos administrativos en los que está dividido el país.

Para los indígenas karijona, el Chiribiquete era el centro del mundo. Lo veneraban de tal manera que dedicaron buena parte de su tiempo a pintar en sus paredes animales de la selva, rituales y todo tipo de representaciones. Según el Ministerio de Cultura colombiano, se han identificado más de 50 paneles de 7 metros de largo en promedio, que incluyen aproximadamente 70 000 pinturas de estilo hiperrealista y con escenas que dan la sensación de movimiento.

Dado que se trata de una reserva natural donde viven comunidades indígenas no contactadas que desean permanecer así, el gobierno tomó la decisión de prohibir la entada en Chiribiquete tanto a los turistas como a los investigadores. De hecho, se pretende incrementar el área protegida hacia la Serranía La Lindosa, que se encuentra a unos 50 kilómetros.

Volviendo a La Lindosa, esta serranía forma parte de la misma formación geológica y comparte casi los mismos biomas. Aquí aparecen documentados 60 murales de pintura rupestre con las mismas características culturales de Chiribiquete y, desde el punto de vista iconográfico y estilístico, pertenece a la misma tradición cultural.

Por lo tanto, el turismo en La Lindosa ha sido estratégico para evitar la entrada en el PNN Serranía de Chiribiquete: quien quiere contemplar algunas de las pinturas rupestres del Chiribiquete las puede ver en La Lindosa.

Las pinturas de La Lindosa no son nuevas. En los años cincuenta del siglo XX, el arqueólogo y poeta francés Alain Gheerbrant describió algunos de sus paneles y pinturas; y en los sesenta del mismo siglo, P. Pinto y Helena Bischler hicieron una expedición a la Sierra de la Macarena en donde también describen algunas de estas pinturas. En 1980, varios profesores del departamento de Geografía de la Universidad Nacional organizaron la expedición «Punto Amazónico» en donde estudiaron un nuevo mural a nueve kilómetros de Cerro Azul.

¿Qué suponen el Chiribiquete y la Lindosa para el arte rupestre? Son los lugares con mayor número de representaciones de arte rupestre en Colombia, sobre todo si se suman. Para Carlos Castaño-Uribe, principal experto mundial, en el Chiribiquete hay aproximadamente 70 000 representaciones; y en la Lindosa, contabilizadas por el profesor Virgilio Becerra, se calcula que hay cerca de 45 000. Esto demostraría que el país tiene una riqueza mayor que Europa, sobre todo que España y Francia, donde se encuentran las más famosas.

Sin embargo, dado que los estudios donde se han hecho públicos estos hallazgos en las últimas décadas se han llevado a cabo por investigadores que hablan español —y que los artículos han aparecido también en español— han pasado desapercibidos para gran parte de la comunidad científica (angloparlante en su mayoría). Guillermo Muñoz, experto en arte rupestre del Grupo de Investigación del Patrimonio Rupestre Indígena de Colombia (GIPRI), ha definido perfectamente la situación al afirmar que «Europa aún está descubriendo América».

Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete

Como hemos comentado, los estudios que durante más de tres décadas llevan realizándose en Chiribiquete han permitido comprender que las simples bandas de cazadores-recolectores no eran ni tan simples, ni tan itinerantes como se suponía; y que quizás habían llegado a esta región con un modelo cosmogónico y espiritual más elaborado de lo que se había pensado.

Pocos lugares en la Amazonia tienen afloramientos del Escudo Guayanés, es decir, formaciones rocosas precámbricas y paleozoicas, en medio de la extensa cobertura selvática. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los tepuyes —una clase de meseta especialmente abrupta, con paredes verticales y cimas relativamente planas— del norte de Suramérica están en medio de sabanas naturales. La inmensidad de la selva y la dificultad de navegar sus ríos debido a sus fuertes corrientes, permitieron el aislamiento cultural de sus habitantes y la protección del medio ambiente hasta nuestros días. Al mismo tiempo, sí que pudieron aprovechar el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos.

En el PNN Serranía de Chiribiquete no se ha encontrado hasta el momento ninguna prueba material arqueológica de presencia humana —es decir, no se han recuperado objetos hallados bajo tierra— ni restos óseos de sus ocupantes. No hay herramientas, armas ni puntas de piedra.

Lo que sí tenemos es una prueba extraordinaria y documental de su cultura pictórica y de su gran proyección espiritual y guerrera en miles de dibujos pintados sobre las paredes de los tepuyes y en muchos abrigos, que nunca sirvieron de campamento de caza o de uso doméstico. En definitiva, todos los lugares que se han documentado hasta el momento están inalterados: no hay prueba de actividades humanas diferentes a las realizadas exclusivamente por grupos indígenas. La conclusión que podemos extraer de todo ello es que la finalidad de este lugar era, y sigue siendo, exclusivamente ritual y ceremonial.

Remarquemos esto último: Chiribiquete sigue siendo hoy en día un lugar ceremonial. Una de las principales conclusiones de los investigadores fue constatar que estos dibujos se han seguido realizando hasta fechas muy recientes y, quizás más sorprendentemente aun, que los siguen haciendo y usando hoy.

Hasta 2019 se han documentado 63 abrigos rocosos con pinturas rupestres. De estos yacimientos, se han llevado a cabo excavaciones arqueológicas en 17, completado el registro pictórico de 48 y adelantado el registro fotográfico preliminar de 9. Se han documentado pictografías en murales, abrigos rocosos y rocas conexas, que suman 70 500 representaciones.

Podemos asumir que la preparación de los murales tomaba mucho tiempo y exigía la permanencia de los artistas en el lugar durante muchos días —quizás semanas— y que esta actividad requería la presencia de un grupo de personas bajo el mando de uno o varios especialistas espirituales y operativos.

Otro aspecto importante de la infraestructura necesaria para hacer los dibujos de los grandes murales tiene que ver con las técnicas empleadas para pintar cómodamente en paredes que tienen cientos de metros cuadrados —a veces 50 metros de largo por 6 metros de altura—; y las peripecias necesarias para dibujar en los techos de algunos aleros o en sitios muy altos que exigieron el uso de andamios, que también aparecen pintados en los murales, algunos con hamacas colgadas para que los chamanes pudieran sentarse más cómodamente para pintar o para recostarse e inspirarse.

Las figuras más representadas son animales, humanos, plantas, antropozoomorfos y biomorfos, geométricas, artefactos y objetos, por ese orden.

La presencia de rasgos culturales en Chiriquibete empieza posiblemente hace 22 000 años AP (es decir, aproximadamente 19 882 años a.E.C.). Aunque para esa época no encontramos rocas exfoliadas pintadas, sí hallamos fogones en los que se recuperaron nódulos de ocre y semillas comestibles carbonizadas. Estas fechas muestran un contexto cronológico prolongado y sorprendente, convirtiendo Chiribiquete quizás en el único lugar del mundo donde se mantiene una tradición cultural de milenios, más o menos sin interrupción.

Como hemos apuntado, lo más probable es que este mundo simbólico no se haya desarrollado en América sino que se trataba de un bagaje cultural que ya poseían y que fue reinterpretado por los primeros pobladores que llegaron a la región. Quizás, el sentido y las expresiones de las representaciones que llegaron a América, por varias rutas migratorias, no sean tan monolíticas como creemos y, quizás, no todas llegaron por el norte como única vía y en el mismo momento. Como indican los investigadores que llevan tanto tiempo estudiando estas pinturas, la verdadera tarea está en evaluar si podemos constatar un origen diferente al asiático, tal como lo apuntan parte de las pruebas. No podemos ir más allá por ahora.

EL ARTÍCULO CIENTÍFICO

El artículo científico que aparece en Quaternary International (puedes descargarlo y leerlo desde aquí) informa de unas excavaciones llevadas a cabo en Serranía La Lindosa que permiten —según los autores— conocer la fecha de llegada de los primeros habitantes de esa región, así como conocer sus interacciones con el ambiente.

Para ello se han realizado excavaciones en tres abrigos rocosos —Cerro Azul, Cerro Montoya y Limoncillos— y obtenido varias dataciones por radiocarbono, lo que permitiría confirmar que la primera ocupación humana se produjo hace alrededor de 12 600 años AP.

Se han llevado a cabo dos campañas de excavación con sondeos, excavaciones de muestreo y un posterior análisis de los materiales arqueológicos y líticos recuperados. En 2017 se abrió una excavación de 12 m2 en Cerro Azul, un lugar ya estudiado con anterioridad, cuyo éxito al recuperar material arqueológico motivó una nueva exploración de la región. Así, en 2018 se descubrieron dos nuevos abrigos rocosos donde se hicieron excavaciones de muestreo (1×1 m): Cerro Montoya y Limoncillos.

Cronología

Gracias a estos trabajos se pudieron obtener 11 fechas radiocarbono por medio de espectrometría de masas con acelerador (accelerator mass spectrometry) en capas precerámicas del yacimiento de Cerro Azul, y que los autores marcaban como el comienzo de la ocupación (en el Pleistoceno Superior); mientras que sólo se pudo conseguir una fecha radiocarbono en cada uno de los otros dos nuevos yacimientos.

En Cerro Azul, dos muestras de carbón arrojaron fechas entre los 20 500 y 19 200 años AP (ya calibradas), tratándose de unas de las fechas más antiguas de todo el continente americano. Ambas muestras se recuperaron en el «Estrato II» (situado entre 105 y 95 cm de profundidad) formado por sedimentos naturales mezclados con algunas láminas de sílex, semillas quemadas y restos de carbón. Sin embargo, los investigadores han querido ser prudentes y no dan por buenas estas muestras hasta que futuras excavaciones permitan obtener un contexto más seguro y definido para la parte inferior de este estrato y que permita confirmar sin género de dudas el origen cultural o antrópico de ese carbón (es decir, descartar que no sea producto de un fuego natural, por ejemplo).

De esta forma, solo aceptan las fechas que apuntan al Pleistoceno Superior y que se han obtenido de semillas de palmera quemadas con una antigüedad de entre 12 100 y 11 800 años AP.

En cambio, para Limoncillos y Cerro Montoya, los dos nuevos yacimientos identificados, tenemos una horquilla de fechas entre los 12 642 y 12 424 años AP para el primero; y los 12 388 y 12 008 años AP para el segundo.

Pinturas rupestres

En cuanto a las pinturas, los investigadores reconocen que hay miles ellas documentadas a lo largo de las paredes rocosas de toda la Sierra La Lindosa, que hemos visto que supone uno de los yacimientos artísticos más ricos de toda Sudamérica, junto al cercano Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.

En este sentido, nada nuevo nos ofrece este artículo ya que se han documentado pinturas que ya se conocían.

Lo «novedoso» (por ser muy generosos) de este trabajo ha sido tratar de «datar» esas pinturas. Sin embargo, no han aplicado los novedosos métodos que ya se emplean en otros lugares del mundo para datar pigmentos; sino que lo han hecho identificando las especies animales que se han pintado. Esto requiere una explicación: lo que han hecho los autores es identificar las especies representadas en los murales para, a partir de ahí, hacer una «estimación» de su antigüedad en función de lo que sabemos acerca de cuándo se extinguieron.

Viendo las imágenes uno puede encontrar parecidos con especies que sabemos que vivieron durante el Pleistoceno pero que se extinguieron tras unos procesos que aún no conocemos en detalle: es la megafauna, un término especialmente asociado en la literatura científica a los grandes animales del Pleistoceno Superior y el Holoceno que ha venido extinguiéndose en un proceso conocido como extinción masiva del Cuaternario.

El argumento que siguen los investigadores es que si en las paredes de Cerro Azul se representa lo que podría ser un megaterio (un perezoso gigante), eso es porque quienes hicieron esas pinturas los vieron con sus propios ojos. Por lo tanto, si los megaterios se extinguieron en Sudamérica hace 10 000 años, las pinturas son más antiguas.

El problema de esta aproximación creo resulta evidente para cualquiera: nada hay más subjetivo que tratar de identificar qué quisieron representar los autores de esas pinturas hace miles de años. Desde luego es una interpretación que deja demasiados interrogantes como para poder ofrecer un método eficaz de datación.

COMPLEMENTO

Para tener una visión más completa de este tema, he creado una página en Wakelet con accesos a varios artículos, entrevistas y un documental sobre Colombia donde se describe visualmente el PNN Serranía de Chiribiquete.

MÁS INFORMACIÓN

BAENA PREYSLER, J., et al., 1992. Hallazgos de arte rupestre en la serranía de Chiribiquete, Colombia. Misión arqueológica 1992.

BAENA PREYSLER, J., et al., 1996. Pinturas rupestres y ocupación humana en la Sierra del Chiribiquete. Revista de arqueología, 180, pp. 14-23.

CASTAÑO-URIBE, Carlos. 2008. Tradición Cultural ChiribiqueteRupestreweb.

URBINA, Fernando y PEÑA, Jorge, 2016. Perros de guerra, caballos, vacunos y otros temas en el arte rupestre de la serranía de La Lindosa (río Guayabero, Guaviare, Colombia). Una conversación. Ensayos: Historia y Teoría del Arte, 20, 31, pp. 7-37.

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, ARTE, 0 comentarios
«Cerutti Mastodon» tres años después

«Cerutti Mastodon» tres años después

     Última actualizacón: 15 junio 2020 a las 16:34

Introducción

Tres años han pasado desde la publicación del artículo científico que describía los restos del yacimiento Cerutti Mastodon, un trabajo que «aportaba pruebas» que avalaban la presencia humana en América hace alrededor de 130 000 años: nos referimos a Holen, S. R., et al. (2017), «A 130,000-year-old archaeological site in southern California, USA«. Nature, vol. 544, núm. 7651, p. 479-483.

Brevemente, el asunto giraba en torno al esqueleto parcial de un mastodonte junto al que habrían aparecido herramientas de piedra (unas en forma de yunques y otras como martillos). Todo el conjunto parecía indicar que un grupo humano había fracturado los huesos para extraer la médula del animal, ya que no presentaban marcas de corte propias del consumo de carne.

Para estar al tanto de lo que sabemos sobre la forma en que se pobló América basta con que visites esta página del blog. Hasta ahora, tanto las pruebas arqueológicas como genéticas apuntan a que los primeros pobladores del continente americano habrían llegado hace entre 15 000 y 25 000 años. Por lo tanto, la idea de que hubiera grupos humanos viviendo en América 100 000 años antes implicaría poner «patas arriba» todo lo que sabemos sobre la evolución humana, no solo acerca de la migración hacia el continente.

A pesar de que las críticas al artículo de Holen y colaboradores (para simplificar, a partir de aquí me referiré a este trabajo como «el artículo original») comenzaron desde el mismo momento de su publicación, en estos tres años han aparecido varios artículos en diferentes revistas especializadas que ponen en entredicho sus conclusiones así como varios aspectos de la metodología empleada. Estos trabajos han recibido respuesta –en la mayoría de los casos– por los autores del artículo original, permitiéndonos de esta forma «participar» en un interesante intercambio de opiniones.

Ha llegado el momento por tanto de poner al día esta cuestión.

Debate en PaleoAmérica

La revista PaleoAmerica publica la primera serie de artículos en relación a este debate. Se trata de tres artículos principales, dos de los cuales han tenido respuesta. Puedes acceder a ellos pinchando en los respectivos enlaces:

Boëda, E.; Griggo, C. y Lahaye, C. (2017), «The Cerutti Mastodon site: Archaeological or paleontological?«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 193-195.

Haynes, G. (2017), «The Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 196-199.

Holen, S. R., et al. (2018), «Broken bones and hammerstones at the Cerutti Mastodon site: A reply to Haynes«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 1, p. 8-11.

Haynes, G. (2018), «Reply to Holen et al. regarding the Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 2, p. 99-100.

Braje, T. J., et al. (2017), «Were hominins in California ∼130,000 Years Ago?«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 200-202.

Holen, S. R., et al. (2018), «Disparate perspectives on evidence from the Cerutti Mastodon site: A reply to Braje et al«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 1, p. 12-15.

Boëda y colaboradores: The Cerutti Mastodon site: Archaeological or paleontological?

Eric Boëda, Christophe Griggo y Christelle Lahaye defienden que Cerutti Mastodon es, efectivamente, un yacimiento arqueológico que demuestra la presencia humana en América hace 130 000 años.

Los autores apoyan todas las interpretaciones del artículo original acerca del uso de las herramientas de piedra, la colocación intencionada de los huesos, su fractura para extraer la médula y la datación del yacimiento. En lo tocante a quiénes pudieron ser los que manipularon los huesos del mastodonte, sostienen que:

La situación cronológica hace difícil discutir los orígenes de este grupo de individuos y el proceso de su migración. […] Quizás, sin embargo, no eran unos recién llegados sino descendientes de generaciones ya presentes en las Américas. Pero dejad que nos protejamos durante este tiempo de agitación científica para dar prioridad solo a aquellos hechos que tienen valor heurístico por sí mismos.

En fin. En este punto es necesario recordar que Boëda ya planteó en 2016 que un yacimiento en Sudamérica tenía una antigüedad de 40 000 años 1. Es decir, que el yacimiento de Cerutti, de ser una verdadera prueba de la presencia humana en América hace 130 000 años, se convierte en un apoyo ideal para las propias conclusiones de Boëda en Sudamérica.

Gary Haynes: The Cerutti Mastodon

Gary Haynes por su parte, profesor emérito de antropología de la Universidad de Nevada hace hincapié, en primer lugar, en un tema interesante que no podemos dejar de lado al analizar todo lo relacionado con Cerutti Mastodon.

El hecho de que el artículo se publicara en una de las revistas científicas más importantes del mundo, y que en él se afirme que se aportan «pruebas indiscutibles» de la presencia humana en América hace 130 000 años, va a obligar al resto de académicos que traten este tema a citarlo, aunque sea para rebatirlo. Este asunto de las citas, aunque el trabajo sea malo, hará que el factor de impacto de Nature crezca en cualquier caso.

A partir de aquí, Haynes señala las incoherencias y errores que ha visto en el artículo original aunque no profundiza demasiado en ellas:

  • Las fracturas de los huesos –que son las que permiten calificar el yacimiento como «arqueológico»– pudieron causarlas los trabajos pesados que se estaban haciendo para construir una autopista; trabajos que, precisamente, fueron los que sacaron a la luz los huesos. Los autores del artículo descartaron cualquier posibilidad que no fuera la intervención humana para esas marcas, aunque lo hicieron sin realizar un estudio detallado de la cuestión. Según Haynes, esto no hace sino demostrar su ignorancia al no reconocer que otros procesos tafonómicos pudieron causar esas marcas.
  • La datación del pretendido yacimiento tampoco es clara: recordemos que cuando se descubrieron los restos (en 1992) se llevó a cabo una datación que no coincide con la que ahora se plantea. Pese a lo llamativo –y lo trascendental– de esa discrepancia, no se aporta ninguna explicación en el artículo que se ha publicado veinte años después.

Respuesta de Holen y colaboradores: Broken bones and hammerstones at the Cerutti Mastodon site: A reply to Haynes

La respuesta de los autores del artículo original a los comentarios de Haynes insiste en que la excavadora no trabajaba sobre el yacimiento, sino que lo hacía sobre un terraplén a bastante altura. Con ello defienden que su peso no pudo perturbar el yacimiento ni causar daños a los huesos. Cuando la pala de la excavadora expuso el colmillo, cortándolo (se trata de las unidades etiquetadas como A1, A2, B1 y B2 del yacimiento), el paleontólogo detuvo inmediatamente los trabajos de movimiento de tierras. Todo el material alterado se recuperó a mano, incluidos todos los fragmentos de hueso, colmillo y roca, y la superficie se tamizó.

Dicho esto, el principal argumento de Holen y colaboradores para defender que los huesos se fracturaron hace 130 000 años es que aparecieron con incrustaciones de carbonato de calcio formado en aquel momento. Dado que las costras no estaban rotas, quedaba claro que las fracturas en los huesos –insistimos, cubiertas de ese carbonato– deberían haberse producido antes de esa incrustación y no por una comprensión moderna del suelo. Por tanto, los trabajos de construcción no habrían tenido nada que ver.

Respecto a las primeras dataciones del yacimiento realizadas en 1995 2 y que suponen una contradicción con las presentadas en 2017, mantienen que aquellas contenían errores ya que el método de datación empleado no se conocía bien. En definitiva, en ausencia de otras explicaciones plausibles para las diferentes pruebas aportadas, mantienen su interpretación de que fueron unos homininos quienes fracturaron los huesos del yacimiento usando martillos y yunques de piedra.

Haynes responde a Holen y colaboradores: Reply to Holen et al. regarding the Cerutti Mastodon

Haynes responde animando a los autores del artículo original a descartar por completo la posibilidad de que cualquier otra máquina pesada haya impactado el suelo antes de la construcción del terraplén.

Lo dice porque cuando se publicó el artículo en 2017 aparecieron algunas imágenes en diferentes artículos periodísticos cedidas por el propio Museo de Historia Natural de San Diego (más abajo vamos a analizar estas fotografías así que por ahora basta decir que Haynes insiste en que es importante descartar cualquier otra potencial fuente de presión sobre el suelo en el yacimiento).

Todd Braje y colaboradores: Were hominins in California ∼130,000 years ago?

Todd Braje y colaboradores plantean en su editorial un análisis más detallado y hacen unas críticas más concretas al artículo original que las hechas por Haynes.

En primer lugar, reconocen que no ponen en duda la datación de los huesos del mastodonte, aunque si el material no ha sido modificado por el hombre, su antigüedad sería arqueológicamente irrelevante.

Para un arqueólogo, establecer un contexto estratigráfico controlado e íntegro es fundamental para poder extraer conclusiones fiables. Este comentario debería ser innecesario ya que es algo que se enseña en todas las universidades. Sin embargo, este tema cobra especial relevancia porque los restos cuya descripción y análisis se publicó en 2017, se habían recuperado 25 años antes, mientras se llevaban a cabo trabajos de construcción de una autopista.

Lo que Braje y colaboradores sostienen es que los datos de la estratigrafía del yacimiento aportados en el artículo son incompletos (a pesar de la información suplementaria que acompañaba al trabajo publicado en Nature) por lo que es imposible saber a ciencia cierta si las piedras a las que se atribuye una función de herramientas son tales, o en realidad llegaron al yacimiento de forma natural.

Hay abundantes ejemplos de piedras que se han desprendido de colinas debido a los efectos del agua y otros procesos geológicos. Además, en este caso resulta más llamativa la ausencia de herramientas de piedra claramente identificables como tales. Hemos de recordar que por aquel entonces, hace 130 000 años, los humanos disponían de un abundante repertorio y sin embargo, no vemos nada de eso en el yacimiento de Cerutti.

Por último, en lo tocante a las fracturas de los huesos, las conclusiones de Holen y colaboradores no contemplan, y por lo tanto no analizan, otras posibles explicaciones tafonómicas. Es decir, como ya apuntaba Haynes, los autores han fallado a la hora de demostrar que esas marcas «sólo» pudieron hacerlas unos humanos que pretendían alimentarse con la médula de su interior.

Respuesta de Holen y colaboradores: Disparate perspectives on evidence from the Cerutti Mastodon site: A reply to Braje et al.

En su respuesta, los autores del trabajo original recuerdan que la excavación del yacimiento duró cinco meses durante los que se siguieron estrictos protocolos. Por lo tanto, rechazan el comentario de Braje y colaboradores de que se tratara de un «proyecto paleontológico de rescate» apresurado. Sostienen que esa metodología les permitió determinar con precisión la posición de cada objeto mayor de 2 cm, y confirmar que los materiales arqueológicos quedaron depositados sin intervención de corrientes de agua activas.

El hecho de que no se hayan encontrado herramientas de piedra se debe a que no hay evidencia de trabajos de carnicería o despiece en el yacimiento, donde habrían sido necesarias. Lo único que necesitaban nuestros ancestros para romper los huesos del mastodonte son los martillos y yunques que han aparecido.

Concluyen discutiendo la afirmación de Braje y colaboradores de que «si la antigüedad de los homininos en el Nuevo Mundo se extendiera más de 110 000 años, deberíamos tener pruebas arqueológicas inequívocas». Pero, ¿quién va a decidir qué es «inequívoco»? Defienden que las pruebas individuales raramente son –si es que lo son alguna vez– «inequívocas», pero la ciencia avanza por medio de la valoración racional de todos los datos disponibles, analizándolos en su conjunto, incluso aunque no se disponga de toda la información completa.

Debate en Nature

La revista Nature, donde se publicó el artículo original, sólo ha publicado un trabajo crítico que ha recibido respuesta por parte de los autores:

Ferraro, J. V., et al. (2018), «Contesting early archaeology in California«. Nature, vol. 554, p. E1.

Holen, S. R., et al. (2018), «Holen et al. reply«. Nature, vol. 554, p. E3.

Ferraro y colaboradores: Contesting early archaeology in California

Para Ferraro y colaboradores –de los departamentos de antropología, arqueología y paleoclimatología de la Univeridad Baylor de Texas– hay una interpretación más parsimoniosa –más sencilla– del yacimiento de Cerutti Mastodon: se trata del resultado de procesos geológicos y tafonómicos habituales –por bien conocidos– que no implican la intervención humana en su formación.

Al igual que argumentaban Braje y colaboradores, consideran extraño que no haya restos de talla de herramientas ni de otro tipo de industria lítica. Las pretendidas «herramientas» (yunques y martillos) bien pueden ser meros cantos rodados que han acabado en el yacimiento tras desprenderse de las laderas de las colinas circundantes. Y esto es así porque ninguno de los criterios que usan los autores del artículo original para catalogar esas piedras como herramientas requiere la participación de homininos ni cumple los criterios aceptados para falsear «geofactos» 3 naturales. Es decir, el número de posibles interpretaciones geológicas para las piedras recuperadas pone de relevancia una cuestión crítica: la equifinalidad. Un producto final, como una piedra rota, puede producirse de maneras diferentes no relacionadas entre sí.

Lo mismo puede decirse de las marcas en los huesos. ¿Analizaron otras posibles explicaciones para la aparición de esas marcas? No lo hicieron ¿Hay pruebas en otros yacimientos de marcas similares debidas a procesos no humanos? Sí, bastantes.

Huesos con fracturas similares a las descritas por Holen y colaboradores recuperados en el yacimiento Waco Mammoth National Monument (WMNM), en Waco, Texas, EE.UU. Este yacimiento contiene 26 mamuts. No se han hallado pruebas de presencia humana y esas marcas se atribuyen a procesos geológicos en la formación del yacimiento.

Respuesta de Holen y colaboradores

Holen y colaboradores también respondieron a este trabajo.

Sostienen que no hay pruebas sedimentológicas o geomórficas de un abanico aluvial (que podría explicar la caída de rocas en el yacimiento); y el escenario planteado por Ferraro y colaboradores deja sin respuesta un buen número de aspectos tafonómicos observados: las concentraciones de piedras y la posición junto a ellas de los huesos fracturados y el colmillo en posición vertical.

De nuevo dan mucha importancia a la capa de carbonato que cubre los huesos, lo que constituye una prueba de que la fractura y colocación de los huesos tuvo lugar hace muchos miles de años, antes de que fueran enterrados. Terminan por afirmar que Ferraro y colaboradores no han ofrecido una alternativa convincente a la hipótesis de la formación del yacimiento y sí que ofrece una explicación coherente a todas las pruebas recuperadas.

Debate en PaleoAmerica

De nuevo, la revista PaleoAmerica publica tres trabajos entre finales de 2018 y 2019 con diferentes enfoques sobre el yacimiento de Cerutti Mastodon. En esta ocasión, los autores del trabajo original no han publicado réplicas.

Gruhn, R. (2018), «Observations concerning the Cerutti Mastodon site«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 2, p. 101-102.

Ferrell, P. M. (2019), «The Cerutti Mastodon site reinterpreted with reference to freeway construction plans and methods«. PaleoAmerica, vol. 5, núm. 1, p. 1-7.

Sutton, M. Q.; Parkinson, J. y Rosen, M. D. (2019), «Observations regarding the Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 5, núm. 1, p. 8-15.

Ruth Gruhn: Observations concerning the Cerutti Mastodon site

Ruth Gruhn, arqueóloga de la Universidad de Alberta (Canadá), asistió a principios de marzo de 2018 a la conferencia anual de la Sociedad para la arqueología de California.

Allí tuvo la oportunidad de recorrer la exposición especial organizada por el Museo de Historia Natural de San Diego sobre el yacimiento junto a Richard Cerutti y Tom Deméré, y comprobó lo que los autores del artículo original vienen repitiendo en diferentes lugares: que la capa de carbonato que cubre los huesos demuestra que las fracturas son antiguas. Por lo tanto, insta a la comunidad científica a dar por cerrada la cuestión de si la intervención de maquinaria pesada en el yacimiento tuvo o no que ver con esas fracturas, descartando esta posibilidad. El artículo –que no alcanza una página de texto– no va más allá. Tenemos que fiarnos de la agudeza visual y el criterio de esta arqueóloga para dar por buena su apreciación.

Patrick Ferrell: The Cerutti Mastodon site reinterpreted with reference to freeway construction plans and methods

Patrick Ferrell es topógrafo y licenciado en geología, y por ese motivo firma este artículo como «investigador independiente», es decir, como un investigador no adscrito a ninguna universidad o centro de investigación. En este trabajo utiliza los planos de construcción de la autopista estatal, un mapa de prioridad de paso de la obra, su experiencia en construcción de carreteras y varias fotografías, para concluir que los daños de los huesos del mastodonte fueron provocados por esos mismos trabajos de construcción.

Gracias a este artículo conocemos detalles precisos de las obras llevadas a cabo en 1992 para ampliar la autopista del Condado de San Diego (California). En concreto, podemos ver los planos de situación del yacimiento en relación con las obras. Analicémoslos con más detalle:

Este es el plano de situación del yacimiento (bajo la leyenda «CM site», enmarcado) en relación a la autopista. W/B: ramal sentido oeste de la autopista; DR SYS: sistema drenaje; R/W: carretera preferencia de paso.
En este plano vemos un corte trasversal de la obra. Como vemos, el yacimiento se encontró cuando se estaban haciendo los trabajos de construcción del terraplén que separa las viviendas de la autopista.

Para construir el sistema de drenaje y el terraplén (que hace de pantalla sonora) se emplearon grandes camiones para mover ingentes cantidades de tierra, y que pasaban continuamente sobre el yacimiento. Además, la proximidad de las viviendas obligó a usar un camión cargado de agua para para rociar el área y así controlar el polvo.

Aquí vemos al paleontólogo Richard Cerutti comprobando los trabajos para ampliar el área de excavación del yacimiento. Vemos el terraplén y la ubicación de los restos. Fotografía aparecida en Popular Archaeology.

Al llevar a cabo la excavación y los movimientos de tierra es habitual encontrar rocas que deben dejarse de lado para no obstaculizar los trabajos. Es exactamente lo que vemos en la fotografía que ilustra un artículo de Carl Zimmer sobre el yacimiento:

Esta imagen se tomó cuando comenzaba el relleno del yacimiento una vez retirados todos los materiales recuperados. Se pueden ver las piedras que han aparecido durante las obras de la autopista, colocadas a la izquierda de la pala de la excavadora. Estas rocas son iguales a las descritas en el artículo original de Holen y colaboradores, que ahora están expuestas en el Museo de Historia Natural de San Diego. Imagen aparecida en The New York Times.

Ferrell considera que los trabajos de la excavadora no pudieron afectar al yacimiento: como vemos en las imágenes de arriba, la máquina siempre trabajaba sobre el terraplén. Sin embargo, para la construcción del camino que corre paralelo a ese terraplén sí que fue necesaria la intervención de maquinaria pesada: otras excavadoras y, sobre todo, decenas de camiones moviendo toneladas de tierra (de hecho, el autor calcula que cada camión pesaría unas 20 toneladas).

Este quizás sea el plano más clarificador. Los círculos numerados indican las ubicaciones de las pretendidas «herramientas de piedra»; las áreas sombreadas muestran el camino seguido por los camiones cargados de tierra a través del yacimiento; DR SYS: sistema drenaje; R/W: carretera preferencia de paso. Los cuadrados se corresponden con las cuadrículas realizadas por los arqueólogos durante los trabajos de toma de datos.

Tras comprobar que la trayectoria de los camiones atravesaba el yacimiento, se constató además que cruzaban las dos concentraciones de huesos rotos, cada uno centrada en una de las grandes rocas (marcadas con círculos en el plano superior). Lo que parece haber sucedido es que estas rocas han concentrado la presión de los camiones sobre los huesos, aplastándolos y fracturándolos en más de 300 fragmentos.

¿Los autores del trabajo original no pensaron que el daño que vemos en los huesos es mucho más del necesario para acceder a la médula, o para obtener material para la fabricación de herramientas? La médula, de haberse extraído, habría quedado esparcida por el suelo mezclada con fragmentos de hueso.

Sutton y colaboradores: Observations regarding the Cerutti Mastodon

Gracias a este artículo podemos añadir algunos retazos más de información sobre la excavación del yacimiento Cerutti Mastodon: Deméré explicó a unos de los autores (Sutton) que casi el 50% del yacimiento quedó destruido por la construcción de unas viviendas; otro 25% fue el que excavaron entre 1992 y 1993, mientras que el resto permanece intacto (bajo la autopista, se supone).

Dado que Mark Sutton y Martin Rosen son arqueólogos y trabajan en la Universidad de San Diego (cerca por tanto del museo donde se custodian todos los materiales recuperados), contactaron con Deméré para que les permitiera estudiar con detalle todos los objetos (de hecho, Rosen trabajó un tiempo en el propio yacimiento durante la campaña de 1992). Éste les dio permiso, así que en febrero de 2018 acudieron al Museo para analizar los huesos, rocas y demás objetos expuestos allí. Sin embargo, cuando solicitaron llevar a cabo un estudio más detallado y sistemático en su laboratorio, Deméré se negó argumentando que todavía estaban llevado a cabo sus propios análisis (a pesar de que el artículo describiendo sus conclusiones se había publicado en 2017).

Por lo tanto, en este artículo, Sutton y colaboradores sólo exponen sus impresiones basándose en lo que vieron (a simple vista), y las descripciones y fotografías publicadas en el artículo original de Nature:

  • ¿Las rocas son artefactos? Según su criterio, éstas no poseen ninguna característica que permita asociarlas a artefactos culturales. Descartan por tanto que se traten de herramientas.
  • En lo tocante a cómo pudieron acabar esas rocas en el yacimiento si no fueron utilizadas por humanos, argumentan que pudieron ser los propios mastodontes quienes las transportaron. Se trata de un comportamiento que ha sido descrito en elefantes: utilizan rocas o troncos para lanzarlos contra otros individuos en sus luchas.
  • Fractura de los huesos. Los huesos de unos animales tan grandes como un mastodonte permanecen «frescos» durante mucho tiempo, años incluso, por lo que esas fracturas pudieron producirse después de haber muerto el animal. Además, los huesos analizados por los autores del artículo original no tienen las marcas características que veríamos en un hueso que hubiera sigo golpeado con un percutor.
  • Pruebas de modificación de los huesos por humanos. Nada permite afirmar que los seres humanos hubieran cazado o despiezado al mastodonte. Los huesos no presentan marcas de corte, ni tampoco las necesarias marcas de impacto que deberían aparecer junto a las fracturas si éstos hubieran sido golpeados con piedras.
  • Colmillo vertical. Se dio mucha importancia a esta circunstancia por los autores del artículo original, argumentando que era una «prueba de peso» de la intervención humana en el yacimiento. Sin embargo, sabemos que los elefantes interactúan con los cráneos y los colmillos de sus congéneres, por lo que es posible que otros mastodontes hayan movido y enterrado esa pieza. Esta explicación sería más «parsimoniosa» para la posición de ese colmillo.
  • ¿Daño en los huesos de tipo mecánico? Los autores descartan que los daños en los huesos tuvieran su origen en la maquinaria pesada usada en la construcción de la autopista. Para ellos, la capa de carbonatos que los cubre es una prueba suficiente para descartar esa posibilidad.

Sutton y colaboradores coinciden con los autores del artículo original en que hay fracturas espirales en los huesos que sugieren que se produjeron mientras estaban frescos, y que no hay pruebas de un daño mecánico. A pesar de todo concluyen que la intervención humana en el yacimiento sigue siendo ambigua como mucho.

El principal problema para aceptar como cultural –modificado por el hombre– el yacimiento de Cerutti Mastodon tiene que ver con la equifinalidad, un argumento que hemos visto mencionado por Ferraro y colaboradores. El hecho de que los humanos puedan causar unos patrones de fractura como los que vemos en los huesos del yacimiento no significa que los humanos causaran esos daños.

Hay muchas explicaciones alternativas a la participación humana para dar cuenta de las fracturas de los huesos: pudieron ser pisoteados por otros mastodontes (las marcas estriadas que presentan son típicas de este mecanismo), pudo romperlos un oso de cara corta (u oso bulldog, un animal del género Arctodus), o bien haberse causado tras el proceso de fosilización puesto que los huesos permanecen frescos durante años. La única forma de descartar todos estos mecanismos es hacer un profundo y detallado análisis de los restos, no basta con una identificación superficial (que es lo único que tenemos por ahora, ya que Deméré se negó a que la hicieran los autores de este artículo). Hasta conocer los resultados de ese análisis (si es que se llega a hacer), Sutton y colaboradores descartan la intervención humana en Cerutti Mastodon.

Debate en Antiquity

Llegamos al final de esta anotación, con los cinco artículos publicados en la revista Antiquity en junio de 2019. Hasta la fecha, son los últimos trabajos relacionados con el controvertido yacimiento de Cerutti Mastodon.

Magnani, M., et al. (2019), «Evaluating claims for an early peopling of the Americas: experimental design and the Cerutti Mastodon site«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 789-795.

Holen, K.; Fullagar, R. y Holen, S. R. (2019), «Archaeological site interpretation using experimental quantitative and qualitative data: a response to Magnani et al. (2019)«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 798-801.

Eren, M. I. y Bebber, M. R. (2019), «The Cerutti Mastodon site and experimental archaeology’s quiet coming of age«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 796-797.

McNabb, J. (2019), «Evaluating claims for an early peopling of the Americas: the broader context«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 802-807.

Magnani, M., et al. (2019), «Experimental futures in archaeology«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 808-810.

Magnani y colaboradores: Evaluating claims for an early peopling of the Americas: experimental design and the Cerutti Mastodon site.

Magnani y colaboradores cuestionan básicamente la forma en que los autores del trabajo original diseñaron los experimentos que hicieron con los huesos y que sirvieron para apoyar sus conclusiones acerca de que las fracturas eran compatibles con el uso de martillos por grupos humanos.

Los autores recuerdan que el primer paso en el diseño y posterior desarrollo de un experimento arqueológico consiste en la formulación de una hipótesis. El método por el que se generan las ideas debe establecerse de forma clara, ya que la interpretación de los resultados depende directamente de las asunciones previas de los autores. Es decir, la hipótesis tiene que formularse según un esquema de causa y efecto falsable, y para ello hace falta una hipótesis nula contraria.

Los autores del trabajo original no actuaron así, no plantearon dos hipótesis opuestas: hicieron sus experimentos y confirmaron que los patrones de fracturas de los huesos coincidían con los del yacimiento de Cerutti. A pesar de que conocían otras alternativas posibles para que se produjeran ese tipo de fracturas, no evaluaron esas otras explicaciones. Lo que deberían haber hecho es comparar de forma cuantitativa dos conjuntos de datos: por un lado, herramientas de piedra y restos de huesos modificados por otros procesos tafonómicos; y por otro, los encontrados en el yacimiento.

Además el experimento debe configurarse de forma que todas las variables estén lo más cerca posible de la observación que se intenta replicar. Sin embargo, los experimentos que hicieron Holen y colaboradores fueron demasiado variables e inconsistentes para permitir una valoración de su hipótesis. No solo utilizaron materias primas diferentes, sino que la forma de ejecutar los golpes también: de los experimentos, dos se hicieron con huesos de elefante, mientras que otros dos se hicieron con huesos de ganado y/o canguro. En el primer caso, los huesos de elefante se apoyaron en un bloque de madera y fueron golpeados con una piedra. El primer intento falló, así que en el segundo se usó una piedra más grande. Los detalles de los siguientes experimentos, utilizando huesos de ganado y canguro, son aún menos claros ya que no disponemos de informes detallados que permitan su replicación. En definitiva, todas estas variables anulan cualquier posibilidad de extraer conclusiones válidas.

La conclusión de Magnani y colaboradores es que los experimentos que han realizado los autores del artículo original no son suficientes por sí mismos para anular décadas de investigación arqueológica sobre la migración de nuestros antepasados.

Respuesta de Holen y colaboradores: Archaeological site interpretation using experimental quantitative and qualitative data: a response to Magnani et al. (2019).

Los autores del artículo original explican que los métodos experimentales actualísticos –los que ellos han hecho al golpear huesos con piedras–, a diferencia de los realizados en un laboratorio, se usan para probar escenarios hipotéticos usando materiales y condiciones «potencialmente» auténticos.

Para que entendamos esto, un estudio actualístico consiste en relacionar observaciones en especímenes modernos, con sucesos y procesos que ocurrieron en el pasado. La hipótesis de partida es una presunción: que las leyes naturales son iguales en cualquier momento y lugar del espacio (siempre y cuando se muevan en un marco temporal controlable por el experimento y las analogías observadas sean sustanciales).

Por lo tanto, para Holen y colaboradores, aunque los experimentos se hicieron con diferentes factores ambientales, diferencias en el peso y tamaño de los martillos, y distintos materiales del yunque, el proceso de percusión produjo las fracturas características vistas en el yacimiento. Por lo tanto, las conclusiones son válidas. Explican que decidieron no hacer experimentos cuantitativos porque el número de características diagnósticas de la percusión son demasiado pocas para llevar a cabo análisis estadísticos válidos. En lugar de eso, prefirieron hacer análisis cualitativos, usando analogías. En cualquier caso, insisten en que las fracturas de los huesos del yacimiento son sólo una de las múltiples pruebas que apuntan a que los huesos del mastodonte fueron «procesados» por homininos.

Por último, los autores están de acuerdo en que realizar experimentos en un laboratorio, incluyendo controles y muestras más grandes, sería de ayuda. De hecho, afirman que se están haciendo estudios sobre el uso y el desgaste de las rocas.

Metin Eren y Michelle Bebber: The Cerutti Mastodon site and experimental archaeology’s quiet coming of age

La aportación de Eren y Bebber a este debate es muy limitada, por no decir nula. En poco más de una página se limitan a decir que las críticas de Magnani, Braje, Haynes, Ferraro y demás investigadores al trabajo de Holen y colaboradores son válidas y convincentes. Hasta que el trabajo sea replicado, no hay razón para que los arqueólogos que estudian el poblamiento de América incluyan el yacimiento de Cerutti Mastodon en sus planteamientos.

John McNabb: Evaluating claims for an early peopling of the Americas: the broader context

John McNabb afirma que no son necesarias pruebas extraordinarias para afirmaciones extraordinarias, basta con que sean sólidas: cuanto más extraordinarias sean las afirmaciones, más sólidas deberán ser las pruebas.

Los problemas del yacimiento de Cerutti Mastodon giran en torno a tres cuestiones:

  • ¿Existe un hominino que haya podido migrar a América hacer unos 127 000 años?
  • ¿Hay pruebas arqueológicas que apoyen esa migración?
  • ¿Hay alguna interpretación plausible que explique la actividad de homininos en el yacimiento durante el Pleistoceno Superior?

En lo tocante a la primera cuestión, de todos los candidatos a ser los primeros cazadores recolectores del Nuevo Mundo, los denisovanos o los Homo sapiens arcaicos son los más probables. Sin embargo, las pruebas de que disponemos ahora mismo no apoyan la presencia ni de denisovanos ni de otros antepasados al norte del paralelo 40º o al noreste del meridiano 120º en ese momento.

Y esto nos lleva al trasfondo arqueológico. Beringia no fue ocupada hasta el Paleolítico Superior, y sólo de forma esporádica en las primeras fases 4. En cualquier caso, debemos tener presente que el trabajo de campo en el norte de Siberia es realmente complicado, y por eso se centra en lugares junto a asentamientos y carreteras por cuestiones de logística. Por eso debemos ser cautos ante la ausencia de pruebas arqueológicas, puede que todavía no se hayan encontrado.

Por último, McNabb hace una valoración de las «pruebas arqueológicas» recuperadas en el yacimiento de Cerutti, aunque lo hace únicamente sobre la base de observaciones generales ya que no ha visto por sí mismo los artefactos recuperados.

Para poder extraer la médula de huesos densos se necesitan técnicas sofisticadas, técnicas que sólo se han visto en yacimientos del Paleolítico Superior y posteriores, de ahí que no sea plausible que se intentara extraer la médula hace 130 000 años. Dado que no hay marcas de corte ni tampoco herramientas de piedra claramente identificables, volviendo a la plausibilidad, la interpretación de Holen y colaboradores carece de la solidez suficiente como para dar por cierta la presencia de humanos en América en ese momento.

Magnani y colaboradores: Experimental futures in archaeology

Magnani y sus colaboradores defienden que la arqueología experimental está ayudando a comprender los patrones de producción de nuestros antepasados, así como aportando información muy relevante en los debates acerca de la migración humana o la dieta. Sin embargo, cuando los experimentos no se llevan a cabo de forma sistemática y se utilizan para apoyar conclusiones que podemos considerar «atrevidas», se acerca peligrosamente a la mala ciencia.

Por eso, aunque ven con buenos ojos la disposición favorable de los autores del artículo original para realizar análisis cuantitativos e investigaciones más profundas, mantienen que se deberían haber diseñado unos experimentos más rigurosos antes de publicar esas afirmaciones.

Metin Eren escribió que:

[…] nos hemos encontrado con arqueólogos que piensan que el simple acto de «romper rocas» o usar una herramienta de piedra para matar a un animal suponen investigaciones que merecen publicarse. Pudo haber sido el caso hace tiempo, de la misma forma que el diseccionar un molusco pudo dar lugar a un artículo de biología publicado hace 150 años.

Test, model, and method validation: the role of experimental stone artifact replication in hypothesis-driven archaeology. Ethnoarchaeology, núm 8: pp. 103–136.

Por ese motivo, las afirmaciones extraordinarias como las hechas acerca del yacimiento de Cerutti Mastodon, deben hacerse conforme a los más exigentes estándares empíricos. Los experimentos que hicieron Holen y sus colaboradores serían adecuados para la investigación de un contexto arqueológico en sus primeras fases. Es decir, pueden servir como base para llevar a cabo más análisis, pero no para apoyar sus conclusiones.

Conclusiones

Tras haber leído y revisado todos los artículos que aparecen en esta anotación, creo que hay un aspecto del yacimiento que podría ser la base para acallar las numerosas críticas que se han planteado: la capa de carbonatos que, al parecer, recubren los huesos fracturados.

Por sí sola esta cuestión no sería suficiente para despejar todas las críticas, pero no cabe duda de que sería un primer paso. Sin embargo, quienes han querido realizar un estudio detallado de esta cuestión han recibido una negativa por parte de Deméré y el Museo de Historia Natural de San Diego.

Esta actitud no permite otra cosa que mantener –más que fundadas hasta el momento– que las interpretaciones sobre la presencia humana en América hace 130 000 años se han hecho de forma prematura y sin pruebas sólidas.

Notas

  1. Boëda, E., R. Rocca, A. Da Costa, M. Fontugne, C. Hatté, I. Clemente-Conte, J. C. Santos, et al. 2016. “New Data on a Pleistocene Archaeological Sequence in South America: Toca do Sítio do Meio, Piauí, Brazil.” PaleoAmerica, vol. 2, núm. 4, p. 286–302.
  2. Deméré, T. A., R. A. Cerutti, and C. P. Majors. 1995. “State Route 54 Paleontological Mitigation Program: Final Report.” Unpublished technical report prepared by San Diego Natural History Museum for Caltrans, District 11, 51 pp.
  3. Geofacto es el término utilizado para describir objetos, particularmente líticos, que han sido creados por procesos geológicos naturales en lugar de por la actividad humana.
  4. Puedes leer más sobre este tema aquí.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, CIENCIA, 0 comentarios
Beringia y la entrada en América (y III)

Beringia y la entrada en América (y III)

     Última actualizacón: 15 mayo 2020 a las 16:16

Dos modelos acerca de la colonización de América

El modelo del «poblamiento rápido»

Como indicamos en la primera parte de esta serie de anotaciones, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió Beringia en lo que hace referencia al poblamiento de América. Algunos sostienen que las poblaciones que migraron hacia América se detuvieron en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en los nativos americanos. Es decir, Beringia pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco, actuando como un «refugio» ante el duro clima circundante.

Sin embargo, otros defienden que Beringia no fue más que un mero «pasillo», un «puente» que tanto los grandes mamíferos como nuestros antepasados se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente: se trata de la llamada hipótesis del «poblamiento rápido», y según este modelo el aislamiento se habría producido en Asia y no en la masa terrestre de Beringia.

Su argumentación es la siguiente: dado que desde hace 40000 años las masas de hielo de los glaciares cubrían gran parte de lo que hoy es Alaska y Canadá –impidiendo el paso hacia América 1–, los primeros pobladores del continente hubieron de esperar hasta que se formaron unos corredores tras la retirada del hielo, bien por la costa (hace unos 15000 años), o bien por el interior (hace entre 14000 y 13500 años).

Analicemos los datos que apoyan esta versión.

Datos arqueológicos

Las herramientas de yacimientos como Swan Point, en el centro de Alaska, datado en 14000 años de antigüedad; el de Nenana, con una antigüedad de entre 13800 y 13000 años; y el de Ushki en Kamchatka (13000 años), constituyen las pruebas arqueológicas más tempranas y fiables que se han hallado hasta el momento en el este de Beringia.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que el registro arqueológico de los corredores que quedaron libres de hielo ya dentro del continente americano, aunque mejora con los recientes estudios y a pesar de que hay resultados prometedores, todavía es insuficiente para resolver algunas de las dudas que quedan pendientes en lo tocante a la presencia de poblaciones humanas.

Por lo tanto, los defensores del «poblamiento rápido» se apoyan en la ausencia de pruebas arqueológicas, en la falta de un enlace claro entre el yacimiento siberiano de Yana RHS (que analizamos en la segunda parte de esta serie) y Swan Point 2.

La combinación de datos genéticos y arqueológicos de Siberia, Beringia y de América sugieren que los humanos llegamos al continente americano desde el sur de Siberia poco después del UMG, hace unos 15000 años. Tomado de Goebel, Waters, y O’Rourke (2008).

El no haber encontrado yacimientos más antiguos hace suponer que las duras condiciones climáticas impidieron el poblamiento de América antes de que el deshielo de los glaciares hace aproximadamente 14000 años, permitiera el paso seguro. Los yacimientos de Monte Verde en Chile, Schaefer y Hebior, apuntan a esa época como la de la primera presencia humana en América. Estos yacimientos, junto a los de Meadowcroft, Page-Ladson y la cueva de Paisley, podrían representar el estrato más antiguo de la prehistoria americana y, por tanto, el origen de la cultura Clovis.

Si Beringia no fue un «refugio», ¿dónde se detuvieron las poblaciones en su camino a América mientras mejoraban las condiciones climáticas?

Dos investigadores 3 han analizado la tecnología de microláminas de diferentes yacimientos del noreste de Asia y de Beringia para concluir que la situación climática durante el UMG llevó a las poblaciones hacia las islas de Sajalín y Hokkaido. Por lo tanto, defienden que la migración desde el interior de Siberia se produjo en primer lugar hacia sur y el este, no directamente hacia Beringia.

Durante el UMG ambas islas estaban unidas entre sí y, al mismo tiempo, con tierra firme. Desde hace 26000 años, los signos de habitación humana en esta región aumentan bruscamente, lo que demostraría la existencia de un flujo más o menos constante de llegada de personas. Y esto sucede poco después de que el número de yacimientos humanos en el sur de Siberia descienda bruscamente, como si la gente se estuviera desplazando de un lugar a otro. Para ellos, el «refugio» no estuvo en Beringia sino en la península formada por esas islas.

Información genética

El trabajo de Raghavan et al. (2015) que analizamos en la anterior anotación planteaba que las duras condiciones climáticas habían provocado el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, que conllevó a su vez el aislamiento genético. Ofrecieron como fecha más probable para esta separación la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, cuando el puente de Beringia quedó sumergido bajo el mar. Respecto a la cuestión de si ese aislamiento se había producido en Siberia o en Beringia quedó sin respuesta.

Los análisis completos tanto de ADN moderno como antiguo indican que las poblaciones de nativos americanos divergieron de sus antepasados asiáticos hace no más de 23000 años, demasiado poco tiempo para que tuviera lugar el aislamiento genético defendido por la «hipótesis de la parada en Beringia».

Por otro lado, recientes estudios de ADN 4 sugieren que esa divergencia se produjo mucho antes, hace 36000 años –con una separación definitiva hace entre 25000 y 20000 años–, lo que supondría que la separación geográfica entre las poblaciones se produjo mucho antes de lo que sugiere la «hipótesis de la parada en Beringia».

En cualquier caso debemos ser cautos con este tipo de estudios genéticos: el cálculo del reloj molecular puede plantear problemas metodológicos, es decir, la estimación de la tasa de mutación que sirve ­para establecer fechas aún no es una cuestión zanjada. Por ello, pese al hallazgo en el ártico canadiense (yacimiento de Bluefish) de marcas de corte en huesos con una antigüedad de 23700 años, y que podría documentar la presencia humana en el este de Beringia, el hecho de que sea un yacimiento aislado y que no se hayan recuperado herramientas de piedra o pruebas del uso del fuego plantean dudas acerca de si esos yacimientos demuestran realmente la presencia humana continuada en la región.

Volviendo al patrón genético que vemos en los múltiples estudios que se están realizando, puede haber una explicación alternativa: el «surfing»genético. Se trata de un cambio genético acelerado que se produce cuando una población pequeña se extiende muy rápido por un área geográfica muy grande 5. Esta podría ser una explicación alternativa a la que han ofrecido los defensores de la parada en Beringia.

Paleoecología

Varios estudios apuntan a que la migración hacia América fue viable hace unos 18000 años, al confirmar que el margen occidental de la capa de hielo que constituía el Glaciar de la Cordillera se había retirado antes de lo que se pensaba. Este temprano deshielo dejó expuestas numerosas islas que podrían haber sido utilizadas por las primeras personas que emigraron hacia el sur dentro del continente 6.

En 2016 7 se publicaron los primeros resultados del análisis de un enorme yacimiento SITUADO en el Ártico central de Siberia, datado en alrededor de 48000 años. Se encontraron los huesos de un mamut con evidentes marcas de corte. Este yacimiento amplía el área de poblamiento hasta casi los 72° N. La capacidad de nuestros antepasados para cazar mamuts les permitió sobrevivir y extenderse ampliamente por la Siberia ártica más septentrional y supuso un cambio cultural y adaptativo notable. Y lo que es más importante, la presencia de Homo sapiens en esta zona cercana al puente de Beringia pudo haberles brindado la oportunidad de entrar en el Nuevo Mundo antes del UMG.

Yacimiento SK. Los restos de un mamut con evidentes marcas de corte y de haber sido manipulado tras su muerte, demuestran la presencia humana en la región hace unos 49000 años. Tomado de Pitulko et al (2016).

En cualquier caso, como hemos venido comentado, el mayor problema a la hora de establecer cuándo y cómo se produjo la entrada en América es la ausencia de pruebas físicas directas de la ocupación humana de Beringia que permitan poner a prueba las interpretaciones de los datos genéticos.

Conclusiones

Con todos los datos sobre la mesa, lo que podemos afirmar con seguridad es que la colonización de Beringia no se produjo al mismo tiempo que el poblamiento de América. Mucho antes de la entrada de los humanos en el nuevo continente se asentaron en la parte norte de Eurasia. Contamos con bastantes pruebas de que Homo sapiens colonizó la región hace entre 50000 y 40000 años.

Sin embargo la hipótesis de la «parada en Beringia» sólo podrá confirmarse cuando se encuentren fósiles humanos o pruebas arqueológicas fehacientes de la presencia de poblaciones en Beringia durante el UMG y pruebas que vinculen esas poblaciones con uno o varios de los linajes de Nativos Americanos que se dispersaron a lo largo del hemisferio occidental después de hace 15000 años (cuando terminó el UMG).

Por otro lado, unir el registro arqueológico con los datos genéticos es complicado. Por ejemplo, los movimientos a gran escala de las personas y sus genes pueden producirse de diferentes formas. Además de «colonizar» una región que estuviera desocupada con anterioridad, los migrantes también pudieron acceder a regiones que ya estaban ocupadas por otras poblaciones y, gradualmente, relacionarse con ellos. Pero también existe la posibilidad de que se produjera un completo reemplazo físico de los habitantes preexistentes.

Como estamos acostumbrados a decir en este blog, serán necesarios más hallazgos, nuevas investigaciones, la aplicación de métodos novedosos, para poder despejar las dudas que envuelven a un tema de tanta importancia como fue la forma en que nuestros antepasados llegaron al continente americano.

Esperamos contarlos en esta bitácora.

Referencias

Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

Buvit, I. y Terry, K. (2016), «Outside Beringia: Why the northeast asian Upper Paleolithic record does not support a long standstill model«. PaleoAmerica, vol. 2, núm. 4, p. 281-285.

Darvill, C. M., et al. (2018), «Retreat of the western Cordilleran ice sheet margin during the last deglaciation«. Geophysical Research Letters, vol. 45, núm. 18, p. 9710-9720.

Goebel, T.; Waters, M. R. y O’Rourke, D. H. (2008), «The Late Pleistocene dispersal of modern humans in the Americas«. Science, vol. 319, núm. 5869, p. 1497-1502.

Hoffecker, J. F., et al. (2016), «Beringia and the global dispersal of modern humans«. Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 25, núm. 2, p. 64-78.

Hoffecker, J. F.; Elias, S. A. y  O’Rourke, D. H. (2014), «Out of Beringia?». Science, vol. 343, núm. 6174, p. 979-980.

Lesnek, A. J., et al. (2018), «Deglaciation of the Pacific coastal corridor directly preceded the human colonization of the Americas«. Science Advances, vol. 4, núm. 5, p.

Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.

Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.

Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.

Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.

Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.

Pitulko, V. V., et al. (2016), «Early human presence in the Arctic: Evidence from 45,000-year-old mammoth remains«. Science, vol. 351, núm. 6270, p. 260-263.

Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.

Pringle, H. (2014), «Welcome to Beringia«. Science, vol. 343, núm. 6174, p. 961-963.

Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.

Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.

Watson, T. (2017), «News Feature: Is theory about peopling of the Americas a bridge too far?«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 114, núm. 22, p. 5554-5557.

Bibliografía recomendada

Goebel, T. y Buvit, I. (2011), From the Yenisei to the Yukon. Interpreting lithic assemblage variability in Late Pleistocene-Early Holocene Beringia. College Station: Texas A&M University Press, 416 p.

West, F. H. y West, C. F. (1996), American beginnings. The prehistory and palaeoecology of Beringia. Chicago: University of Chicago Press, xxi, 576 p.

Notas

  1. Quienes defienden esta hipótesis ven cualquier afirmación de una colonización de América antes de esa fecha con mucho escepticismo.
  2. Aunque, por el contrario, se argumenta que ese vacío de 16000 años en el registro arqueológico se debe a que los yacimientos que podrían arrojar luz sobre esta cuestión están bajo el agua.
  3. Buvit y Terry (2016).
  4. Como el de Moreno-Mayar et al. (2018).
  5. Un ejemplo de este proceso se ha analizado en relación a la tortuga mora en Murcia.
  6. Ver, en este sentido, Lesnek et al. (2018) y Darvill et al. (2018).
  7. Pitulko et al (2016).
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
Homo luzonensis

Homo luzonensis

     Última actualizacón: 11 abril 2020 a las 15:29

Ficha

Nombre taxonómico: Homo luzonensis ―Détroit, F., et al. (2019)―. Descubiertos en la cueva de Callao —en la isla de Luzón— el 24 de agosto de 2011, los fósiles pertenecen al menos a dos adultos y un niño. Antigüedad: entre 67000 y 50000  años.

Espécimen tipo: CCH6 (conjunto de cinco fósiles: CCH6-a a CCH6-e), que se corresponde a la dentición postcanina del maxilar de un único individuo.

Características y comportamiento: Los fósiles de Luzón presentan un conjunto único de rasgos físicos que los diferencia del resto de congéneres que vivían en esa misma época. Algunas de estas características parecen muy primitivas —como, por ejemplo, el pequeño tamaño y la forma sencilla de las coronas de los molares; o la curvatura de los dedos de las manos y los pies, que lo acercan más a los australopitecinos—; mientras que otras —en especial sus dientes— son similares a los parántropos, Homo erectus e incluso Homo sapiens.

Puesto que sus manos y pies son más primitivos que los de Homo erectus se plantea la cuestión de si el antepasado de Homo luzonensis sería incluso más antiguo que Homo erectus y si, por tanto, salió fuera de África antes de que lo hiciera aquél. Dada la antigüedad y localización de los fósiles, también surge la cuestión de la forma en que pudo llegar a Filipinas.

La pregunta de si algún hominino había salido de África antes de que lo hiciera Homo erectus ya se planteó cuando se descubrió Homo floresiensis. Ahora es una hipótesis que cobra más fuerza.

Referencia

Localización Cueva de Callao.
Cueva de Callao.

El descubrimiento

La cueva de Callao, en la isla filipina de Luzón, supone la más importante atracción turística de una región horadada por más de 300 cuevas. Además de constituir una fuente de ingresos, también se llevan a cabo excavaciones arqueológicas de forma ininterrumpida desde 2007, año en el que se descubrió una falange catalogada como CCH1 1, por Callao Cave Hominin 1, o «hominino 1 de la cueva de Callao».

Sucesivas campañas han permitido recuperar un total de 12 nuevos restos 2 que presentan una mezcla única de caracteres primitivos (es decir, rasgos más parecidos a los australopitecinos) y derivados (similares a los de Homo sapiens por ejemplo) que hace que sus descubridores los asignen a un nuevo miembro del género Homo: Homo luzonensis.

En un artículo publicado en la revista Nature el 10 de abril de 2019 los investigadores describen estos restos y confirman que pertenecieron a tres individuos: dos adultos y un niño 3. La datación del fósil más antiguo (CCH1), mediante la técnica de series de Uranio arroja una antigüedad mínima de 67000 años.

Caracteres

Dado que no contamos con fragmentos del cráneo no podemos hacer suposiciones acerca de su aspecto; y dado que el fémur recuperado está fracturado, tampoco podemos saber su altura.

Los dientes son «sencillos», con pocas protuberancias. Comparados con la dentición de Australopithecus, Paranthropus y otras especies del género Homo, los dientes de H. luzonensis son pequeños y están comprimidos mesiodistalmente. Además, hay un marcado contraste entre su tamaño relativo y la forma de los premolares y molares. En este sentido, los premolares de H. luzonensis tienen un tamaño relativo en relación a los molares muy grande, más que en el caso de H. floresiensis. Tienen varias raíces (P3 tiene tres, P4 tiene dos) muy robustas y divergentes, una característica arcaica que es típica de Australopithecus y Paranthropus. Así, los premolares combinan unos caracteres de tamaño y forma vistos en especies como H. neanderthalensis, H. floresiensis y H. sapiens. Por otro lado, los molares son extremadamente pequeños y se parecen mucho a los de H. sapiens y, en menor medida, a los de H. floresiensis.

En definitiva, el patrón de la morfología de los dientes de Homo luzonensis es fácilmente distinto, y distinguible, del resto de especies analizadas.

Conjunto dientes CCH6.

Por otro lado, los huesos de las manos y los pies son mucho más primitivos, comparables a los de los australopitecos que vivían en África alrededor de dos millones de años antes, y cuyas extremidades estaban adaptadas para subir a los árboles.

Por ejemplo, CCH2, una falange intermedia de la mano, es larga, estrecha y con una curva muy marcada. Presenta por tanto unos caracteres primitivos similares a los observados en Australopithecus y, en menor medida, en el holotipo de Homo habilis (OH 7), pero no en otras especies posteriores del género Homo (aunque en algunos aspectos sea similar a las falanges de Homo naledi). Por su parte, CCH4, una falange del pie, presenta unos caracteres primitivos similares a los de Australopithecus (en una combinación de varias especies), y concretamente es indistinguible de las vistas en Au. afarensis y Au. africanus.

CCH2. Falange intermedia de la mano.

Por el momento, probablemente sea razonable aceptar la nueva especie, al menos provisionalmente, mientras se esperan más hallazgos.

Chris Stringer.

¿Qué implicaciones tiene Homo luzonensis para la evolución humana?

Los autores admiten que establecer el origen de Homo luzonensis, así como sus relaciones filogenéticas con otros homininos, son cuestiones que quedan sin respuesta por el momento. Secuenciar su ADN ayudaría a clarificar el panorama, pero los intentos de extraer el material genético de los restos recuperados han resultado infructuosos debido a la humedad y la elevada temperatura de las islas del Sudeste Asiático.

A pesar de todo, con los datos de que disponemos es posible aventurar algunas hipótesis.

Sabemos que la isla de Luzón ha estado rodeada por mar desde hace dos millones y medio de años. Por lo tanto, es evidente que H. luzonensis ha tenido que llegar allí usando algún tipo de embarcación. De nuevo nos topamos con el mismo interrogante que se planteó cuando se encontraron los restos de H. floresiensis y que generó —y sigue generando— intensos debates.

También debemos señalar que en el yacimiento arqueológico de Kalinga, en un valle cercano a la cueva de Callao, se han encontrado herramientas de piedra y huesos de un rinoceronte con marcas de corte en las costillas y en las extremidades, así como de percusión en los huesos de una de las extremidades anteriores 4. Este hallazgo, con una antigüedad de más de 700000 años, confirma la presencia de homininos en la región en una época tan temprana. Aunque es posible que quien se alimentara del rinoceronte fuera H. luzonensis, aún no contamos con pruebas contundentes al respecto.

Llegados a este punto, los especialistas plantean al menos cuatro diferentes posibilidades acerca de su origen:

  1. Por lo que sabemos a día de hoy, sólo dos especies se aventuraron fuera de África hasta llegar al Sudeste Asiático: H. erectus, hace entre 2 y 1,5 Ma; y H. sapiens, que hace alrededor de 60000 años ya había llegado hasta Australia. Una posibilidad por tanto es que H. luzonensis fuera descendiente de los primeros H. sapiens que salieron de África y que sabemos con seguridad que poseían los conocimientos y la capacidad técnica para navegar por el océano. Tras llegar a Luzón, quizá evolucionaron de forma acelerada al carecer de intercambio genético con otros humanos, lo que hizo que presenten la extraña mezcla de rasgos que vemos ahora.
  2. Otra posibilidad es que descienda de los H. erectus que de algún modo llegaron a Luzón en su camino a lo que hoy es China. Al igual que H. floresiensis, representarían los últimos supervivientes de esa migración, y habría evolucionado durante decenas de miles de años aislado con las presiones evolutivas que eso supone.
  3. La tercera opción es que H. luzonensis provenga de una oleada que salió de África antes que H. erectus, posiblemente de algún australopitecino. Ahora mismo no hay fósiles ni datos que permitan sostener esta hipótesis.
  4. La cuarta opción, defendida por Chris Stringer, es que tanto H. luzonensis como H. floresiensis descienden de un antepasado común que pudo surgir en la isla de Sulawesi por ejemplo, donde se han hallado herramientas de piedra de unos 110000 años de antigüedad 5.

Las excavaciones en la cueva de Callao continúan, por lo que esperamos la recuperación de nuevos restos nos ayuden a despejar las dudas que esta nueva especie plantea.

Notas

  1. Se publicaron las características de este fósil en dos artículos: Mijares, A. S., et al. (2010), «New evidence for a 67,000-year-old human presence at Callao Cave, Luzon, Philippines«. Journal of Human Evolution, vol. 59, núm. 1, p. 123-132.; y Détroit, F., et al. (2013), «’Small size’ in the Philippine human fossil record: Is it meaningful for a better understanding of the evolutionary history of the Negritos?«. vol. 85, núm. 1/3, p. 45-66.
  2. Siete dientes maxilares (designados desde CCH6-a a CCH6-e, CCH8 y CCH9), dos falanges de la mano (CCH2 y CCH5), dos falanges del pie (CCH3 y CCH4) y un fémur fracturado (CCH7).
  3. Cinco de los dientes pertenecen a un mismo individuo (CCH6-a a CCH6-e). Por otro lado, la presencia de dos terceros molares superiores derechos (M3; CCH6-a y CCH9) confirman otro; mientras que el fragmento del fémur que pertenece a un juvenil (CCH7) representa al tercero.
  4. Ingicco, T., et al. (2018), «Earliest known hominin activity in the Philippines by 709 thousand years ago«. Nature, vol. 557, núm. 7704, p. 233-237.
  5. Ver el artículo: van den Bergh, G. D., et al. (2016), «Earliest hominin occupation of Sulawesi, Indonesia«. Nature, vol. 529, núm. 7585, p. 208-211.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 2 comentarios
Shanidar. Nuevas excavaciones, nuevas oportunidades

Shanidar. Nuevas excavaciones, nuevas oportunidades

     Última actualizacón: 11 abril 2020 a las 15:06

Introducción

Hace unas semanas se publicaba un trabajo en la revista Antiquity de la máxima importancia, no solo por los hallazgos que describe y las posibilidades que se anticipan, sino porque supone el retomar la excavación de un yacimiento que se antoja crucial para comprender la evolución de los neandertales y, de paso, de Homo sapiens. Hablamos de la cueva de Shanidar, una gran cavidad kárstica que se eleva unos 750 metros sobre el nivel del mar y situada en la ladera de las montañas Zagros del Kurdistán iraquí.

Figura 1. Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’»

Las primeras excavaciones se desarrollaron durante cuatro campañas entre 1951 y 1960 por el equipo encabezado por Ralph Solecki. Solecki y sus colaboradores (entre los que destacaban el Dr. Muzaffer Şenyürek y el Dr. T. Dale Stewart) comenzaron los trabajos abriendo una zanja de unos 20 metros de largo por 6 de ancho en el centro de la cueva. En el punto más profundo se llegaron a alcanzar los 14 metros bajo el nivel del suelo. Conforme avanzaban los trabajos, Solecki se hizo una idea de cómo se había formado el yacimiento y estableció cinco capas estratigráficas. La más superior (nivel A) incluía materiales desde el Neolítico hasta el presente. El hallazgo más importante se produjo en el nivel D, de unos 8,5 metros de espesor, donde el equipo desenterró los huesos de 9 neandertales, entre los que se incluían hombres, mujeres y dos niños (desde esqueletos casi completos a algunos pocos huesos de las extremidades).

Solecki concluyó que, mientras algunos de esos individuos habían muerto tras el derrumbe del techo de la cueva, otros cuatro habían sido «enterrados» siguiendo algún tipo de «ritual funerario». Esta noticia tuvo un enorme impacto ya que hasta ese momento la mayoría de los fósiles recuperados en contextos musterienses eran huesos aislados o restos fragmentarios, por lo que la posibilidad de recuperar esqueletos en articulación anatómica sería un indicio muy prometedor de que se había llevado a cabo algún tipo de «enterramiento».

Y eso fue precisamente lo que hallaron. Los restos que acapararon la atención de la comunidad científica se identificaron como Shanidar 4. Se trataba del esqueleto casi completo de un neandertal adulto en posición fetal. Por si eso fuera poco, al limpiar el sustrato que lo rodeaba, los investigadores encontraron los restos fragmentados de otro individuo (catalogado como Shanidar 6).

Ante esta situación, el equipo tomó una decisión que hoy se calificaría, siendo bondadosos, como desafortunada 1. En lugar de retirar cuidadosamente y poco a poco los huesos y descender en la unidad estratigráfica lentamente, acordaron «cortar» un solo bloque del terreno y llevarlo fuera de la cueva.

Este bloque, con unas dimensiones aproximadas de un metro cuadrado de superficie y medio metro de profundidad, se protegió con yeso y madera. El bloque se llevó al Museo de Bagdad para su estudio (llevado a cabo en 1962), durante el que se pudo comprobar que al menos había huesos pertenecientes a tres adultos (identificados como Shanidar 4, 6 y 8), junto con algunas vértebras de un niño (Shanidar 9). Shanidar 6 en realidad podían ser dos individuos, por lo que se catalogaron como Shanidar 6-7 2.

Smithsonian Institution: series 1.7 photographs and slides 1950– 2017, box 59, folder ‘shanidar 4 flower burial’, Ralph S. and Rose L. Solecki papers, National Anthropological Archives.

Debido a los daños causados en el bloque durante su transporte –se hizo en el techo de un taxi– las relaciones estratigráficas precisas entre los distintos individuos se desconocen. De lo que no hay duda es que Shanidar 4 se encontraba encima de los demás. Parecía que el niño (Shanidar 9) se había depositado en primer lugar (y por lo tanto, estaba en la base del bloque) y encima se habían «depositado» dos mujeres. Por último se colocó al varón (Shanidar 4) que, según escribió Solecki, era «evidentemente» un hombre «importante» 3.

Tras el estudio del conjunto, los investigadores concluyeron que, o bien todos habían muerto al mismo tiempo y fueron enterrados en el mismo lugar; o bien los neandertales habían vuelto al mismo lugar para depositar los cuerpos en diferentes épocas.

Como parte del proceso de la investigación, Solecki tomó muestras del suelo alrededor de Shanidar 4 que envió a Arlette Leroi-Gourhan, palinóloga, para que realizara un análisis más detallado, resultando que dos de las muestras contenían restos de polen en una abundancia mucho mayor que el resto de sedimento. Ese hallazgo no tenía precedentes y los investigadores asumieron que estábamos ante un enterramiento en el que se habían depositado flores. Era, según informó Solecki, una nueva dimensión en la «humanidad» de los neandertales, una muestra de que tenían «alma» 4.

Las críticas a este planteamiento no se hicieron esperar. En el fondo subyacía una idea muy arraigada en aquel momento: los neandertales no poseían la capacidad simbólica de nuestra especie, eran «inferiores» culturalmente hablando, por lo que era impensable que Shanidar 4 hubiera sido enterrado de forma intencionada con una ofrenda floral. Mientras que Leroi-Gourhan defendía que la flores no habían sido introducidas de forma accidental o natural, sino que se trataba de ofrendas colocadas expresamente en la tumba; otros investigadores como Robert Gargett y Jeffrey Sommer argumentaron que había otras explicaciones más plausibles: el polen se había introducido por los propios trabajadores de la excavación, o por medio de un roedor que acostumbra a acumular semillas y flores en sus madrigueras. El debate continúa hoy en día.

Ralph Solecki no volvió a excavar en Shanidar. Pese a que intentó reanudar los trabajos varias veces tras la última campaña de 1960, la inestabilidad política impidió cualquier intervención; y la excavación, completamente descuidada, se llenó de escombros.

El nuevo estudio

En 2011, el gobierno regional Kurdo invitó al Dr. Graeme Barker, del Instituto McDonald de Arqueología de Cambridge, a reanudar las excavaciones en Shanidar. Barker aceptó encantado la proposición ya que suponía la oportunidad de volver a un yacimiento que ya era mítico, y comenzó los preparativos de una misión de por sí bastante complicada dada la situación que vivía Irak 5. Emma Pomeroy, autora principal del artículo que ahora comentamos, ha participado en los trabajos como la paleoantropóloga del equipo.

La nueva campaña de excavación comenzó en 2014, aunque solo dos días después de la llegada de los investigadores tuvieron que abandonar la región por las serias amenazas del ISIS. Los trabajos, una vez pasado el peligro, se retomaron en 2015.

El objetivo del nuevo proyecto de excavaciones en Shanidar era tratar de resolver algunas de las preguntas que habían quedado sin responder por Solecki: obtener una datación precisa de los neandertales, establecer con certeza su contexto estratigráfico y, como no podía ser de otra forma, determinar la naturaleza de la actividad mortuoria asociada con la posición de los cuerpos.

Para lograr ese objetivo, los investigadores se propusieron realizar un trabajo minucioso en los márgenes de la zanja original y obtener de esta forma muestras del suelo para establecer el contexto cronológico, paleoclimático, paleoecológico y cultural de los hallazgos de Solecki. La obvia ventaja es que para ello se contaría con el amplio abanico de técnicas modernas de las que dispone la ciencia arqueológica, y que Solecki no podía siquiera imaginar en su época.

Para sorpresa de todos, en 2016 —durante el trabajo inicial de limpieza y acondicionamiento— los investigadores se toparon con una costilla, una vértebra lumbar y algunos huesos de la mano que sobresalían de la pared vertical. La temporada de excavación llegaba a su fin, así que aseguraron la zona para continuar los trabajos al año siguiente. De esta forma, en 2017 comenzó la tarea de retirar lentamente los metros de roca y sedimentos que cubrían la zona. Entre 2018 y 2019 los trabajos dieron su fruto y se halló un cráneo casi completo aunque completamente aplastado por el sedimento que se había depositado durante miles de años. También aparecieron casi todos los huesos del esqueleto hasta la cintura. Estábamos por tanto ante el primer esqueleto neandertal articulado que se recuperaba en casi 25 años.

Figura 2. Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’».

Uno de los problemas con los que se han topado los investigadores es que la consistencia de los huesos era como la de una galleta mojada en leche. Para poder retirarlos aplicaron un consolidante similar al pegamento, antes de que las secciones se extrajeran y se envolvieran en papel de aluminio. Esto implicaba realizar un meticuloso y tremendamente lento trabajo de limpieza del sedimento. El calor y la humedad en la zanja no ayudaron a que el proceso fuera cómodo.

Aunque la labor de los científicos no se limitó a extraer los huesos. El sedimento que los rodeaba se llevó al campamento base donde se lavó y analizó en busca de cualquier pequeño fragmento que hubiera podido pasar desapercibido (en este tipo de excavaciones se recoge y etiqueta todo lo que tenga un tamaño mayor de dos milímetros).

Los nuevos restos recuperados están ubicados muy cerca del bloque de sedimento que Solecki extrajo y donde se había recuperado a Shanidar 4. Precisamente, esa forma un tanto «burda» de retirar los restos seguramente fue la que provocó el corte por la cintura del esqueleto que ahora se ha descuberto. De hecho, Solecki indicaba en sus notas de campo que había algunos huesos que sobresalían del bloque cuando lo sacaron del yacimiento.

Por lo tanto, parece que ahora podemos contemplar la parte superior del cuerpo de Shanidar 6, aunque hasta que no se lleve a cabo un estudio más detallado, los investigadores han etiquetado estos huesos como «Shanidar Z».

Figura 4. Fotografía del lugar donde se recuperó el esqueleto Shanidar 4 en 1960 (c); y en la actualidad (b). Ralph Solecki aparece en la fotografía (c) a la izquierda en primer plano, Thomas Dale Stewart detrás de él, y Jacques Bordaz en la parte posterior derecha (no hay datos de la cuarta persona).
Detalles: con un (1) se identifica la losa vertical, las rocas caídas (2), el hueco parcialmente cubierto de brechas (3) y una piedra triangular (4).
Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’»
Figura 5. Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’».

Aunque el esqueleto se ha excavado solo parcialmente, el equipo de Barker ofrece una primera interpretación de la posición del cuerpo. El individuo estaba tumbado de espaldas con la cabeza descansando sobre la mano izquierda. La piedra triangular que vemos identificada en las fotografías superiores con el número 4 estaría colocada detrás de la cabeza y el hombro izquierdo.

Se desconoce la postura de los miembros inferiores, que pueden ser los que ahora conocemos como Shanidar 6 como hemos indicado antes; o bien permanecer aún en los sedimentos que no se han excavado todavía.

Figura 8. Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’».

Decir que estamos ante un «cementerio», o que hemos localizado una «tumba», es bastante problemático ya que en realidad no tenemos forma de asegurar si los neandertales cavaban agujeros para sus muertos y después los cubrían de tierra. Por lo tanto, sería más adecuado emplear términos como «comportamiento mortuorio».

Pomeroy señala en el artículo que los primeros indicios confirman que algunos de los cuerpos fueron depositados en cavidades naturales en el suelo de la cueva, pero que también ha habido una «excavación intencionada» alrededor de los cuerpos. Podemos estar ante una actividad meramente «práctica» (no querrías tener un cuerpo descomponiéndose en el suelo de la cueva donde estás viviendo), aunque reconoce que debemos ser cautos a la hora de hacer este tipo de interpretaciones.

En lo tocante a Shanidar Z hay pocas dudas acerca de que el cuerpo ha sido «colocado» intencionadamente, ya que los sedimentos así lo atestiguan. Las observaciones estratigráficas, el hecho de haber recuperado los huesos en articulación, la presencia de varios individuos en un espacio (tanto vertical como horizontal) muy reducido, apuntan a que estamos ante un enterramiento intencionado. Además, la asociación de la piedra triangular con los huesos, la propia forma de esa piedra y que es muy diferente del resto de rocas recuperadas en el yacimiento, sugiere que fue colocada en el momento en que se llevó a cabo el enterramiento.

Sin embargo, como indica Christopher Hunt, uno de los arqueólogos del equipo, demostrar que estamos ante algún tipo de «ritual» es casi imposible. Además, dado que los cuerpos no estaban al mismo nivel geológico, probablemente no fueron depositados al mismo tiempo; aunque esto apuntaría a alguna forma de «intencionalidad» o «memoria grupal» ya que los neandertales regresaron al mismo lugar durante generaciones para depositar los cuerpos.

Sabemos que grupos de neandertales vivieron diseminados por Europa y Oriente Próximo y que prosperaron durante miles de años sin mostrar una única forma enfrentarse a la muerte. Barker afirma que «entre arrojar un cuerpo a un agujero, y realizar una actividad funeraria elaborada que incluya elementos como flores, hay una amplia gama de posibilidades».

Otro detalle interesante y que anticipa futuros debates es que se han recuperado fragmentos de tejidos vegetales y material fosfático junto al esqueleto —así como posibles restos de polen—. Se están llevando a cabo análisis más profundos de estos elementos dada la importancia de la controversia acerca de las flores asociadas con Shanidar 4.

Por último, y bajo mi punto de vista quizás lo más interesante, se ha recuperado el hueso petroso completamente intacto de Shanidar Z. Se trata de uno de los huesos más densos del cuerpo y, por tanto, un «santo grial» para los paleogenetistas ya que puede conservar moléculas de ADN durante milenios. Ahora mismo contamos con ADN antiguo de los neandertales del norte, donde los ambientes húmedos ayudan a preservar el ADN, por eso es tan importante este hallazgo que permitirá el estudio —al menos eso esperan— del ADN de los neandertales que vivían en ambientes más cálidos. Además, se trata de una región donde es más probable que tuviera lugar el entrecruzamiento con los seres humanos modernos que salieron de África.

Ralph Solecki murió en marzo de 2019 a la edad de 101 años. Barker y su equipo le mantuvo puntualmente informado de los diferentes descubrimientos y manifestó su entusiasmo ante los avances que se estaban realizando. Espero que en los próximos meses haya más noticias que ayuden a profundizar nuestro conocimiento sobre el mundo neandertal.

Información adicional

Bibliografía

Cameron, D. W. y Groves, C. P. (2004), Bones, stones, and molecules: «out of Africa» and human origins. Burlington: Elsevier Academic Press, xi, 402 p.

Cela-Conde, C. J. y Ayala, F. J. (2007), Human evolution: trails from the past. Oxford: Oxford University Press, vii, 437 p.

Cela-Conde, C. J. y Ayala, F. J. (2013), Evolución humana: el camino de nuestra especie. Madrid: Alianza Editorial, 802 p.

Culotta, E. «New remains discovered at site of famous Neanderthal ‘flower burial’», [en línea], consultado el 22/01/2019. <https://www.sciencemag.org/news/2019/01/new-remains-discovered-site-famous-neanderthal-flower-burial>

Delson, E. (2000), Encyclopedia of human evolution and prehistory. New York; London: Garland Publishing, xiv, 753 p.

Gargett, R. H., et al. (1989), «Grave shortcomings: The Evidence for Neandertal burial [and comments and reply]«. Current Anthropology, vol. 30, núm. 2, p. 157-190.

Pomeroy, E., et al. (2020), «New Neanderthal remains associated with the ‘flower burial’ at Shanidar Cave«. Antiquity, vol. 94, núm. 373, p. 11-26.

Leroi-Gourhan, A. (1975), «The flowers found with Shanidar IV, a Neanderthal burial in Iraq». Science, vol. 190, núm. 4214, p. 562-564.

Solecki, R. S. (1971), Shanidar. The first flower people. New York: Knopf, 290 p.

Solecki, R. S. (1975), «Shanidar IV, a Neanderthal flower burial in northern Iraq«. Science, vol. 190, núm. 4217, p. 880-881.

Sommer, J. D. (1999), «The Shanidar IV ‘Flower Burial’: a re-evaluation of neanderthal burial ritual«. Cambridge Archaeological Journal, vol. 9, núm. 1, p. 127-129.

Trinkaus, E. (1983), The Shanidar Neandertals. New York; London: Academic Press, 502 p.

Notas

  1. Aunque hemos de tener en cuenta tanto la capacidad técnica como los medios con que se contaba en aquella época.
  2. La numeración de los restos ha sido un poco confusa. Erik Trinkaus, en su monografía sobre los neandertales de Shanidar, aclara esta situación de la siguiente manera: Shanidar I-VI se convierten en Shanidar 1-6; los restos simplemente catalogados como «niño Shanidar» (el primer niño) se convierte en Shanidar 7; Shanidar VII, tal y como había sido identificado por Steart y Solecki, se convierte en Shanidar 8; mientras que Shanidar VIII (el segundo niño) se convierte en Shanidar 9.
  3. Solecki, R. S. (1975), «Shanidar IV, a Neanderthal flower burial in northern Iraq», p. 880
  4. Solecki, R. S. (1975), «Shanidar IV, a Neanderthal flower burial in northern Iraq», p. 880
  5. Recordemos que por aquel entonces, tras la retirada de las tropas estadounidenses, la insurgencia irakí comenzó su campaña violenta.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios