historia

Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

     Última actualizacón: 23 octubre 2021 a las 08:38

Ficha Técnica

Título: Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas
Autora: Eduardo Bazo Coronilla
Edita: Cálamo, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 520 p.
ISBN: 9788416742264

Reseña del editor

Somos una especie fascinante: desde un punto de vista nutricional, ingerimos productos de origen mineral, animal y vegetal. De entre estos últimos, llenan nuestras despensas (y las páginas de este libro) estructuras vegetales muy variadas como frutos, tallos, brotes tiernos, hojas, semillas… ¿Quiere decir eso que este libro versa sobre recetas vegetarianas? En absoluto, este libro trata sobre botánica, una disciplina «comestible» que podemos paladear diariamente y a la que no solo acudimos para saciar nuestro apetito. ¿Sabía que tanto deportistas como personas con impotencia buscan mejorar su rendimiento haciendo un uso torticero de esta honorable disciplina científica?

Este libro también aborda asuntos que competen a nuestra historia, cultura o gustos, desmontando algún que otro mito que permanece en nuestro ideario colectivo, y responde a preguntas como ¿cuál es esa planta que vale literalmente su peso en oro?, ¿qué es eso que omiten algunos programas de cocina y que no quieren que sepamos?, ¿qué era realmente el maná que se menciona en la Biblia?, ¿las zanahorias siempre tuvieron color naranja? o ¿qué tiene que ver un desastre nuclear con la pintura y las bebidas alcohólicas?

Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 0 comentarios
Reseña: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos

Reseña: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos

     Última actualizacón: 26 octubre 2020 a las 11:58

Ficha Técnica

Título: Genes, reyes e impostores. Una historia detectivesca tras los análisis genéticos de reyes europeos.
Autor: Carles Lalueza-Fox
Edita: Cálamo, 2016
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Número de páginas: 156 p.
ISBN: 9788416742028

Reseña del editor

El origen de las casas reales europeas se suelen remontar a siglos y, en muchos casos, más de un milenio. Todos los seres humanos poseemos vínculos, pero los linajes monárquicos casi son un compartimento estanco desde ese punto de vista genético. Eso se traduce en una diferencia notable con las poblaciones de sus respectivos reinos, tanto en el pasado como en el presente.

El dramático fin de la familia real francesa y la destrucción sistemática de los restos de los monarcas durante la Revolución propició la aparición de impostores que pretendían ser el Delfín, Luis XVII, así como un insólito tráfico de presuntas reliquias reales.

Los avances genéticos permiten un nuevo enfoque sobre algunos misterios históricos, dudosas paternidades y falsas identidades. Carles Lalueza-Fox cuenta de forma amena en este libro una sucesión estrambótica de aventuras científicas: el análisis de la presunta sangre de Luis XVI conservada dentro de una calabaza, de la cabeza momificada de Enrique IV, de los corazones de Luis XVII y de San Luis, de unos pelos de Napoleón o de una pierna anónima perteneciente a una reina de Francia.

Pero estos estudios, a veces disparatados, son una excusa que le sirve al autor para proponer una nueva visión de la historia basada en la interpretación de los datos genómicos de sus protagonistas principales: la ‘genohistoria’.

Reseña

Estamos ante un libro tremendamente interesante. ¿Quién no ha sentido curiosidad por conocer los afanes y avatares de los miembros de la nobleza y las casas reales europeas? Desde hace siglos conforman un grupo de personas «privilegiadas» –aunque esta afirmación exigiría más de un matiz– que con sus decisiones han cambiado, literalmente, la historia. Gracias al libro que el experto en paleogenética Carles Lalueza-Fox ha puesto en nuestras manos, no volverás a verlos de la misma forma.

Párate a pensar en esto un momento: la nobleza y la realeza conforman líneas hereditarias (y por lo tanto, combinaciones particulares de genes) que han tratado de mantenerse separadas, aisladas del resto de la población. Por eso, el estudio de esos genomas nos permitiría obtener un tipo de información inalcanzable a través de los medios «clásicos» de investigación histórica.

Sin embargo, el marco temporal en el que nos movemos es demasiado corto para que la población general haya experimentado grandes cambios genéticos, para que haya habido un verdadero «aislamiento reproductivo» dentro de la nobleza y la aristocracia (y ello sin contar con la existencia de relaciones fuera de los matrimonios). Y todo es porque existe una gran interconexión entre todos nuestros antepasados: dado que este número se dobla en cada generación, un cálculo superficial indica que en tiempos de Roberto el Fuerte (que vivió entre los años 815/20 y 866), cada uno de nosotros tendría unos 255 antepasados (tomando unos 20 años como intervalo entre generaciones). Este valor absurdamente elevado equivale a multiplicar por unos 5 millones de veces la población mundial actual.

Esta imposibilidad numérica se debe a que en realidad nuestros antepasados se comparten entre sí y con otras personas: al retroceder en el tiempo, las genealogías comienzan a superponerse en una red realmente compleja (algo similar a la teoría de los «seis grados de separación» que sostiene que cualquiera de nosotros puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios).

«Estudios llevados a cabo con datos genómicos europeos actuales han demostrado que, en promedio, dos europeos tomados al azar, procedentes de dos poblaciones vecinas, comparten entre dos y doce antepasados en los últimos 1 500 años». Si retrocedemos 1 000 años más, el número de antepasados compartidos aumenta a 100. Por lo tanto, independientemente de su lugar de origen, cualquier europeo actual tiene antepasados en cualquier europeo pasado de los últimos 1 000 años; o como explica Adam Rutherford en su «Breve historia de todos los que han vivido», todos los que tenemos ascendencia europea procedemos, por una vía u otra, de Carlomagno. Todos pertenecemos, por lo tanto, a un linaje real.

Lo que el doctor Lalueza nos ayuda a comprender, en definitiva, es que «no somos individuos genéticamente aislados», sino que pertenecemos a genealogías fuertemente compartidas que hace que estemos, en un sentido más o menos lejano, emparentados. Si contáramos con nuestra información genética completa, podríamos descubrir conexiones con cualquier personaje relevante del pasado, ya lo odiemos o lo admiremos.

Vivimos un momento en el que «el estudio del ADN antiguo (paleogenómica) está haciendo que cambie completamente la forma en que vemos nuestro pasado». Con el importante desarrollo de las técnicas genéticas al que hemos asistido en los últimos años, se ha producido una explosión en el conocimiento científico de personajes del pasado, logrando obtener una información «íntima» que antes no estaba disponible. No solo podemos deducir el ADN de personas famosas analizando marcadores genéticos de algunos de sus descendientes vivos, sino que también es posible recuperarlo directamente de los restos esqueléticos o momificados de dichos personajes. Y en esta labor el doctor Lalueza ha tenido un considerable éxito, como muestran las numerosas publicaciones científicas que recogen los resultados de sus investigaciones (destacaría los estudios de la sangre de Jean-Paul Marat y de Luis XVI, rey de Francia).

No voy a darte muchos detalles de qué es lo que vas a encontrarte en este libro –arruinaría la sorpresa–, aunque me gustaría dar algunas pinceladas más del trabajo donde se analizó restos de sangre que podían pertenecer al rey de Francia Luis XVI, porque es realmente llamativo y da pistas acerca de cómo se llevan a cabo este tipo de estudios.

En primer término, debes saber que todo comenzó cuando un profesor de antropología biológica de la Universidad de Bolonia, Davide Pettener, se puso en contacto con el doctor Lalueza para pedirle que hiciera un análisis genético del contenido de una calabaza. Sí, una calabaza. Concretamente ésta:

Dentro podía estar la sangre del rey de Francia Luis XVI, guillotinado en 1793 en plena revolución. La calabaza había sido desecada y decorada con una técnica conocida como pirografía. El objeto es realmente hermoso, y se muestran los rostros y nombres de personajes relevantes de la Revolución francesa. La cosa es que en las inscripciones se puede leer que un tal Bourdaloue había subido al cadalso después de la ejecución del rey, mojado su pañuelo en la sangre para guardo acto seguido en su interior.

El doctor Lalueza nos cuenta que era técnicamente posible recuperar no solo parte de los genes de la muestra de sangre de la calabaza, sino el genoma completo. Así, su análisis permitiría obtener el primer genoma de un personaje histórico jamás obtenido, y se convertiría en una referencia futura en el campo de la genómica personalizada. En el artículo científico (Genomic analysis of the blood attributed to Louis XVI (1754–1793), king of France –acceso abierto) donde se hicieron públicos los resultados se demostró que la sangre de la calabaza no había pertenecido a Luis XVI, pero abrió el camino a recuperar genomas completos de nuestras forenses y a obtener genomas de periodos históricos que pueden proporcionar información sobre la génesis de las poblaciones modernas.

Termino estas líneas recomendándote su lectura, e indicándote los títulos de los capítulos en que se divide el libro, no tienen desperdicio:

Naundorff el impostor
El pelo de María Antonieta
El corazón del Delfín
La cabeza momificada de Enrique IV
El pelo de Napoleón
La pierna de alguien
El corazón de San Luis
El genoma de la calabaza
¿Vuelve Naundorff?
Ricardo III, el rey villano
La genohistoria


Libros baratos en Iberlibro

Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 0 comentarios
Dama Kathleen Kenyon, arqueóloga.

Dama Kathleen Kenyon, arqueóloga.

Dama Kathleen Kenyon, arqueóloga.

Arqueología. Disciplina científica a la que se dedicó por vocación y por la que ha sido reconocida internacionalmente.

Bloomsbury. Kenyon vivía en este barrio londinense, en una casa junto al Museo Británico.

Cruz roja. Durante la Segunda Guerra Mundial, Kenyon sirvió como Comandante de División de la Cruz Roja en Hammersmith, Londres.

Dame Commander of the British Empire (dama comendadora de la Orden del Imperio Británico). Recibió esta distinción al jubilarse en 1973.

Excavations at Jericho. Junto con Digging up Jericho, los libros que Kenyon escribió acerca de su trabajo en Jericó empleando un lenguaje divulgativo. Durante su carrera se esforzó porque los estudiantes a su cargo escribieran artículos divulgativos para llegar al público general.

Frederick Kenyon, su padre. Director del Museo Británico. Como arqueólogo trabajó en importantes excavaciones como Jericó.

Gertrude Caton Thompson. Arqueóloga y mentora de Kenyon. Fue una de las primeras mujeres que se dedicaron a esta disciplina. La minuciosidad y metodología de sus investigaciones fueron pioneras.

Holly Land (Tierra Santa). Kenyon ha sido considerada una de las primeras especialistas en arqueología bíblica, aunque siempre fue crítica con las contradicciones y falsedades históricas contenidas en los libros sagrados del judaísmo y cristianismo.

Instituto de arqueología de la Universidad de Londres. Elegida su primera directora hasta 1946.

Jericó. Yacimiento arqueológico al que dedicó mayor atención. Fue reconocido como el asentamiento ocupado de forma permanente más antiguo de la historia gracias a sus descubrimientos.

Kenyon Institute. La escuela británica de arqueología en Jerusalén se incorporó al Consejo para la Investigación Británica en el Levante (Council for British Research in the Levant). Esta institución cambió de nombre a Kenyon Institute en 2003 en su honor.

Leicester. Ciudad inglesa donde Kenyon excavó la Muralla Judía entre 1936 y 1939.

Margery Fry. Bibliotecaria del Colegio Somerville (Oxford), fue la primera persona que aconsejó a Kenyon estudiar la carrera de arqueología.

Neolítico. Periodo de la prehistoria en el que se especializó.

Oxford. Kenyon se graduó en el Colegio Somerville de Oxford (en 1929). Fue la primera mujer en llegar a ser presidenta de la Academia Arqueológica de Oxford.

Principal (directora). Nombrada directora del Colegio St Hugh’s de Oxford en 1962.

Qidron Valley. El valle de Cedrón o Valle de Kidron es un valle situado en Israel, concretamente entre Jerusalén y el monte de los Olivos donde Kenyon llevó a cabo trabajos de excavación de las murallas históricas de la ciudad en un intento de datar su ocupación.

Samaria. Entre 1931 y 1934 Kenyon trabajó allí con John y Grace Crowfoot. Obtuvo material crucial para la datación estratigráfica de la Edad del Hierro de Palestina.

Tell es-Sultan. Yacimiento en la orilla oeste del Jordán perteneciente a la antigua ciudad de Jericó, cuya excavación le otorgó fama mundial.

Verulamium (la actual Saint Albans, en Inglaterra). Excavación donde participó en 1930.

Wheeler. La pareja de arqueólogos formada por Mortimer y Tessa Wheeler fueron una fuente de inspiración (trabajó con ellos entre 1939 y 1935). Son referentes al desarrollar la excavación estratigráfica, en la que se recogen materiales de un terreno dividido en cuadrados disponiéndolos con una secuencia cronológica.

Zimbabwe. El Gran Zimbabue es el nombre dado a las ruinas de una antigua ciudad situada en el sur de África donde Kenyon desempeñó su primer trabajo de campo en calidad de fotógrafa.

Esta anotación forma parte de la iniciativa de Café Hipatia un blog que nació con el deseo de convertir la ciencia en temática central y fuente de inspiración para la escritura, experimentando con diversos puntos de vista y modos de contarla.

El tema para este mes es mujer en ciencia:

Afortunadamente en la actualidad, la expresión “mujer en ciencia” nos trae multitud de imágenes a nuestra mente de las pioneras de diversas épocas que, de manera generalmente anónima, realizaron aportaciones significativas al conocimiento científico o a su difusión.

Nombres ignorados hace unas décadas como Maria Sybille Merian, Maria Clara Eimmart, Laura Bassi, Maria Gaetana Agnesi, Henrietta Swan Leavitt, Marie Meurdrac, Jane Marcet, Sofia Kovalevskaya y tantos otros que van surgiendo a la luz, aún presentan una pátina de olvido y desconocimiento que es necesario seguir retirando.

Por ello, en la tercera entrega de relatos polivulgadores de Café Hypatia hemos pensado que la relación y aportación de la mujer en la ciencia debe ser el siguiente tema de escritura. Os invitamos como de costumbre, amigos y amigas polivulgadores (especialmente a vosotras) a escribir scikus, retratos alfabéticos o microrrelatos hasta el próximo 15 de enero

Publicado por José Luis Moreno en BREVE, 2 comentarios
Reseña: La manzana de Newton

Reseña: La manzana de Newton

     Última actualizacón: 26 febrero 2018 a las 22:25

Ficha Técnica

Título: La manzana de Newton
Editores: Ronald L. Numbers y Kostas Kampourakis
Edita: Biblioteca Buridán, 2017
Encuadernación: Tapa blanda.
Número de páginas: 308 p.

RESEÑA DEL EDITOR

La caída de una manzana inspiró a Newton el descubrimiento de la ley de la gravedad, o eso nos habían dicho siempre. ¿Es verdad? Quizás no. «La manzana de Newton y otros mitos acerca de la ciencia» –continuación de «Galileo fue a la cárcel y otros mitos acerca de la ciencia y la religión», también publicado en Biblioteca Buridán– refuta una serie de errores o ideas falsas que han llegado a ser tan populares que suelen pasar acríticamente por verdades indiscutibles y los sustituye por una descripción más veraz de los grandes avances científicos que están en su base.

Entre los mitos refutados en este volumen está la idea de que durante la Edad Media la ciencia estuvo totalmente estancada y que de hecho no hubo actividad científica alguna entre la antigüedad griega y la Revolución científica; que la alquimia y la astrología eran puras supersticiones sin el menor contenido cognitivo; que solo por temor a la reacción pública Darwin demoró tantos años la publicación de su teoría de la evolución; que Gregor Mendel estuvo muy por delante de su tiempo como pionero de la genética. Varios mitos del siglo XX acerca de la física de partículas, la teoría de la relatividad de Einstein y muchos otros son igualmente desacreditados. Los mitos se resisten a morir por mucho que sean refutados, y en esta colección de ensayos, editada por Ronald L. Numbers y Kostas Kampourakis, los colaboradores, la mayoría de ellos profesores de historia de la ciencia, abordan algunos de los mitos más persistentes y nocivos para el conocimiento, refutándolos y situándolos en su contexto histórico.

RESEÑA

«La manzana de Newton» es un libro necesario: era necesario que alguien lo escribiera –y no podría recomendar mejores colaboradores–, y también era necesario que alguna editorial se lanzara a publicarlo en castellano. Es un libro que nos enseña que los mitos históricos acerca de la ciencia –porque el primer paso es admitir que esos mitos existen y están muy arraigados– dificultan la alfabetización científica y presentan una imagen distorsionada de cómo se ha hecho –y como se hace también hoy– la ciencia.

Entendiendo por mitos en este texto aquellas afirmaciones que son falsas, vemos que no sólo han adquirido una gran difusión, sino que pese a haber sido refutados en muchas ocasiones, mantienen todavía su poder porque la falsificación de los hechos es muy duradera. Pero un mito no es simplemente una completa invención de un suceso.

Las historias tradicionales acerca de determinados acontecimientos relacionados con la ciencia a menudo ocultan otros componentes muy importantes de esos logros científicos, como la contribución de colegas o ayudantes del descubridor, o la posibilidad de que la suerte haya desempeñado un papel muy relevante en el descubrimiento. Las historias que se centran en un componente concreto de un logro científico pueden llegar a pasar por alto otros componentes que son igualmente importantes.

Esto puede llevar a una serie de estereotipos sobre cómo se producen los avances científicos. Algunos de estos estereotipos se exponen en los últimos capítulos del libro, que se centran en cómo se practica la ciencia y en el tipo de conocimientos que produce. Los primeros capítulos, en cambio, exploran algunos tópicos acerca de la ciencia y algunas falsas representaciones relativas a los métodos empleados y a los logros realizados por algunos de los más famosos científicos.

Por ejemplo, entre estos últimos podemos destacar el mito relativo a que no hubo actividad científica desde la antigüedad griega a la revolución científica (aquí Carl Sagan jugó un negativo papel al defender el mito en su, por otra parte, memorable libro «Cosmos»); que antes de Colón, los geógrafos y otros personajes cultos de la época creían que la Tierra era plana; o que las explicaciones acerca de la evolución biológica de ofrecieron Darwin y Wallace eran prácticamente idénticas.

Estudiantes, educadores y el público en general necesitan no solo adquirir el conocimiento de estas cuestiones científicas, sino también entender lo que se conoce como «la naturaleza de la ciencia», es decir, cómo se practica la ciencia, qué tipo de cuestiones se plantean los científicos y qué tipo de conocimientos producen. En definitiva, podríamos resumir esta aspiración diciendo que ciudadanos más y mejor informados son capaces de tomar decisiones razonables.

Se trata de un libro tremendamente interesante. Tras su lectura obtenemos no sólo un mejor conocimiento de algunos de los momentos más importantes de la historia de la ciencia –y de sus protagonistas–, sino que se convierte en una herramienta muy útil para cualquiera que quiera profundizar en ellos y obtener una comprensión global de los mismos desde diferentes perspectivas.

El libro se divide en cuatro partes. Como hemos apuntado, la primera se dedica a analizar los mitos relativos a los precursores de la ciencia moderna durante la Edad Media y Moderna; la segunda parte se centra en el siglo XIX, y la tercera en el siglo XX. Por último, la cuarta parte aborda cuestiones generales relacionadas con «la naturaleza de la ciencia». En general, el libro trata de refutar los mitos clásicos acerca de sucesos históricos, los relativos a cómo se practica la ciencia y también aquellos que implican a los propios científicos.

Sucede muy a menudo –más de lo que cualquier divulgador científico serio quisiera admitir– que a fuerza de tomar determinados datos de un mismo tipo de fuentes, repetimos sin contrastar historias acerca de cómo nacieron algunas teorías, de cómo funciona el método científico o cómo se produjo realmente ese hecho que removió los cimientos de la ciencia en su época. Este libro nos recuerda que debemos ser cuidadosos a la hora de acercarnos al pasado, que hemos de evitar caer de forma perezosa en manidos clichés y que, para evitarlo, debemos recurrir a distintas fuentes para contrastar toda la información que creemos saber.

Libros como el presente nos ayudan no solo a situar en su debido contexto histórico algunos de los momentos más trascendentales de la historia del pensamiento humano, sino que nos hacen pensar en qué es realmente la ciencia, cómo desarrollan su trabajo diariamente miles de científicos y a entender que ellos, como nosotros, tenemos limitaciones –en el sentido de sesgos– que debemos saber que existen para poder contrarrestarlos.

Más de treinta páginas de notas al final del texto nos guiarán si queremos profundizar en cualquiera de los temas tratados; y junto a ellas, contamos con un completo índice onomástico y por materias que facilitará la labor de localizar cualquier pasaje que estemos buscando.

En definitiva, se trata de un libro muy recomendable y que vamos a consultar a menudo, así que debe estar en la biblioteca de toda persona interesada en el desarrollo del conocimiento que hemos acumulado sobre la naturaleza.

Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 0 comentarios
El «Grand Tour»: viajar para conocer mundo, viajar para conocerse a uno mismo.

El «Grand Tour»: viajar para conocer mundo, viajar para conocerse a uno mismo.

     Última actualizacón: 6 abril 2019 a las 15:52

Permitidme que os lleve a recorrer los viejos caminos de una época pasada. Que hagamos un viaje a través de una Europa convulsa de guerras y luchas que alumbran cambios sociales, económicos, políticos y culturales de primera magnitud. Os propongo que retrocedamos hasta los siglos XVIII y XIX para conocer el Grand Tour: el viaje que los jóvenes de clase acomodada (sobre todo británicos), emprendían para completar su educación una vez alcanzados los 17 o 18 años de edad.

Durante meses, incluso años, recorrían diferentes países de la Europa continental como un medio de prepararse para la vida adulta, para ampliar su visión del mundo y, cómo no, para prepararse para las altas tareas de gobierno que algunos de ellos estaban llamados a ejercer. Esta práctica alcanzó su apogeo en la década de 1770 y fue rápidamente imitada en otros países europeos y algunas partes de América.

Estamos ante todo frente a un viaje de iniciación y, también hay que decirlo, de esparcimiento. Pretendía servir de complemento a la educación más formal que estos jóvenes aristócratas recibían en sus lugares de origen. Otros factores influían, como la preferencia tradicional de los escoceses por las universidades holandesas, y el deseo de los católicos británicos de educar a sus hijos en el extranjero.

Los jóvenes iban acompañados de un pequeño grupo de sirvientes con un tutor a la cabeza. Éste se encargaba de organizar el tour hasta en los más pequeños detalles (tanto como lo permitían las cambiantes circunstancias de los países de tránsito y de destino): fijaba la fecha de salida, las ciudades a visitar, con quién entrevistarse (para ello se enviaban con antelación cartas de presentación), las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar (si es que no se contaba con medios propios), los lugares donde alojarse (habitualmente casas de familiares, amigos o amigos de amigos) y, por último, la fecha de regreso.

NEXT DOOR

Publicado por José Luis Moreno en HISTORIA, Historia contemporánea, 0 comentarios