Siberia

Beringia y la entrada en América (y III)

Beringia y la entrada en América (y III)

     Última actualizacón: 15 mayo 2020 a las 16:16

Dos modelos acerca de la colonización de América

El modelo del «poblamiento rápido»

Como indicamos en la primera parte de esta serie de anotaciones, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió Beringia en lo que hace referencia al poblamiento de América. Algunos sostienen que las poblaciones que migraron hacia América se detuvieron en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en los nativos americanos. Es decir, Beringia pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco, actuando como un «refugio» ante el duro clima circundante.

Sin embargo, otros defienden que Beringia no fue más que un mero «pasillo», un «puente» que tanto los grandes mamíferos como nuestros antepasados se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente: se trata de la llamada hipótesis del «poblamiento rápido», y según este modelo el aislamiento se habría producido en Asia y no en la masa terrestre de Beringia.

Su argumentación es la siguiente: dado que desde hace 40000 años las masas de hielo de los glaciares cubrían gran parte de lo que hoy es Alaska y Canadá –impidiendo el paso hacia América 1–, los primeros pobladores del continente hubieron de esperar hasta que se formaron unos corredores tras la retirada del hielo, bien por la costa (hace unos 15000 años), o bien por el interior (hace entre 14000 y 13500 años).

Analicemos los datos que apoyan esta versión.

Datos arqueológicos

Las herramientas de yacimientos como Swan Point, en el centro de Alaska, datado en 14000 años de antigüedad; el de Nenana, con una antigüedad de entre 13800 y 13000 años; y el de Ushki en Kamchatka (13000 años), constituyen las pruebas arqueológicas más tempranas y fiables que se han hallado hasta el momento en el este de Beringia.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que el registro arqueológico de los corredores que quedaron libres de hielo ya dentro del continente americano, aunque mejora con los recientes estudios y a pesar de que hay resultados prometedores, todavía es insuficiente para resolver algunas de las dudas que quedan pendientes en lo tocante a la presencia de poblaciones humanas.

Por lo tanto, los defensores del «poblamiento rápido» se apoyan en la ausencia de pruebas arqueológicas, en la falta de un enlace claro entre el yacimiento siberiano de Yana RHS (que analizamos en la segunda parte de esta serie) y Swan Point 2.

La combinación de datos genéticos y arqueológicos de Siberia, Beringia y de América sugieren que los humanos llegamos al continente americano desde el sur de Siberia poco después del UMG, hace unos 15000 años. Tomado de Goebel, Waters, y O’Rourke (2008).

El no haber encontrado yacimientos más antiguos hace suponer que las duras condiciones climáticas impidieron el poblamiento de América antes de que el deshielo de los glaciares hace aproximadamente 14000 años, permitiera el paso seguro. Los yacimientos de Monte Verde en Chile, Schaefer y Hebior, apuntan a esa época como la de la primera presencia humana en América. Estos yacimientos, junto a los de Meadowcroft, Page-Ladson y la cueva de Paisley, podrían representar el estrato más antiguo de la prehistoria americana y, por tanto, el origen de la cultura Clovis.

Si Beringia no fue un «refugio», ¿dónde se detuvieron las poblaciones en su camino a América mientras mejoraban las condiciones climáticas?

Dos investigadores 3 han analizado la tecnología de microláminas de diferentes yacimientos del noreste de Asia y de Beringia para concluir que la situación climática durante el UMG llevó a las poblaciones hacia las islas de Sajalín y Hokkaido. Por lo tanto, defienden que la migración desde el interior de Siberia se produjo en primer lugar hacia sur y el este, no directamente hacia Beringia.

Durante el UMG ambas islas estaban unidas entre sí y, al mismo tiempo, con tierra firme. Desde hace 26000 años, los signos de habitación humana en esta región aumentan bruscamente, lo que demostraría la existencia de un flujo más o menos constante de llegada de personas. Y esto sucede poco después de que el número de yacimientos humanos en el sur de Siberia descienda bruscamente, como si la gente se estuviera desplazando de un lugar a otro. Para ellos, el «refugio» no estuvo en Beringia sino en la península formada por esas islas.

Información genética

El trabajo de Raghavan et al. (2015) que analizamos en la anterior anotación planteaba que las duras condiciones climáticas habían provocado el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, que conllevó a su vez el aislamiento genético. Ofrecieron como fecha más probable para esta separación la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, cuando el puente de Beringia quedó sumergido bajo el mar. Respecto a la cuestión de si ese aislamiento se había producido en Siberia o en Beringia quedó sin respuesta.

Los análisis completos tanto de ADN moderno como antiguo indican que las poblaciones de nativos americanos divergieron de sus antepasados asiáticos hace no más de 23000 años, demasiado poco tiempo para que tuviera lugar el aislamiento genético defendido por la «hipótesis de la parada en Beringia».

Por otro lado, recientes estudios de ADN 4 sugieren que esa divergencia se produjo mucho antes, hace 36000 años –con una separación definitiva hace entre 25000 y 20000 años–, lo que supondría que la separación geográfica entre las poblaciones se produjo mucho antes de lo que sugiere la «hipótesis de la parada en Beringia».

En cualquier caso debemos ser cautos con este tipo de estudios genéticos: el cálculo del reloj molecular puede plantear problemas metodológicos, es decir, la estimación de la tasa de mutación que sirve ­para establecer fechas aún no es una cuestión zanjada. Por ello, pese al hallazgo en el ártico canadiense (yacimiento de Bluefish) de marcas de corte en huesos con una antigüedad de 23700 años, y que podría documentar la presencia humana en el este de Beringia, el hecho de que sea un yacimiento aislado y que no se hayan recuperado herramientas de piedra o pruebas del uso del fuego plantean dudas acerca de si esos yacimientos demuestran realmente la presencia humana continuada en la región.

Volviendo al patrón genético que vemos en los múltiples estudios que se están realizando, puede haber una explicación alternativa: el «surfing»genético. Se trata de un cambio genético acelerado que se produce cuando una población pequeña se extiende muy rápido por un área geográfica muy grande 5. Esta podría ser una explicación alternativa a la que han ofrecido los defensores de la parada en Beringia.

Paleoecología

Varios estudios apuntan a que la migración hacia América fue viable hace unos 18000 años, al confirmar que el margen occidental de la capa de hielo que constituía el Glaciar de la Cordillera se había retirado antes de lo que se pensaba. Este temprano deshielo dejó expuestas numerosas islas que podrían haber sido utilizadas por las primeras personas que emigraron hacia el sur dentro del continente 6.

En 2016 7 se publicaron los primeros resultados del análisis de un enorme yacimiento SITUADO en el Ártico central de Siberia, datado en alrededor de 48000 años. Se encontraron los huesos de un mamut con evidentes marcas de corte. Este yacimiento amplía el área de poblamiento hasta casi los 72° N. La capacidad de nuestros antepasados para cazar mamuts les permitió sobrevivir y extenderse ampliamente por la Siberia ártica más septentrional y supuso un cambio cultural y adaptativo notable. Y lo que es más importante, la presencia de Homo sapiens en esta zona cercana al puente de Beringia pudo haberles brindado la oportunidad de entrar en el Nuevo Mundo antes del UMG.

Yacimiento SK. Los restos de un mamut con evidentes marcas de corte y de haber sido manipulado tras su muerte, demuestran la presencia humana en la región hace unos 49000 años. Tomado de Pitulko et al (2016).

En cualquier caso, como hemos venido comentado, el mayor problema a la hora de establecer cuándo y cómo se produjo la entrada en América es la ausencia de pruebas físicas directas de la ocupación humana de Beringia que permitan poner a prueba las interpretaciones de los datos genéticos.

Conclusiones

Con todos los datos sobre la mesa, lo que podemos afirmar con seguridad es que la colonización de Beringia no se produjo al mismo tiempo que el poblamiento de América. Mucho antes de la entrada de los humanos en el nuevo continente se asentaron en la parte norte de Eurasia. Contamos con bastantes pruebas de que Homo sapiens colonizó la región hace entre 50000 y 40000 años.

Sin embargo la hipótesis de la «parada en Beringia» sólo podrá confirmarse cuando se encuentren fósiles humanos o pruebas arqueológicas fehacientes de la presencia de poblaciones en Beringia durante el UMG y pruebas que vinculen esas poblaciones con uno o varios de los linajes de Nativos Americanos que se dispersaron a lo largo del hemisferio occidental después de hace 15000 años (cuando terminó el UMG).

Por otro lado, unir el registro arqueológico con los datos genéticos es complicado. Por ejemplo, los movimientos a gran escala de las personas y sus genes pueden producirse de diferentes formas. Además de «colonizar» una región que estuviera desocupada con anterioridad, los migrantes también pudieron acceder a regiones que ya estaban ocupadas por otras poblaciones y, gradualmente, relacionarse con ellos. Pero también existe la posibilidad de que se produjera un completo reemplazo físico de los habitantes preexistentes.

Como estamos acostumbrados a decir en este blog, serán necesarios más hallazgos, nuevas investigaciones, la aplicación de métodos novedosos, para poder despejar las dudas que envuelven a un tema de tanta importancia como fue la forma en que nuestros antepasados llegaron al continente americano.

Esperamos contarlos en esta bitácora.

Referencias

Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

Buvit, I. y Terry, K. (2016), «Outside Beringia: Why the northeast asian Upper Paleolithic record does not support a long standstill model«. PaleoAmerica, vol. 2, núm. 4, p. 281-285.

Darvill, C. M., et al. (2018), «Retreat of the western Cordilleran ice sheet margin during the last deglaciation«. Geophysical Research Letters, vol. 45, núm. 18, p. 9710-9720.

Goebel, T.; Waters, M. R. y O’Rourke, D. H. (2008), «The Late Pleistocene dispersal of modern humans in the Americas«. Science, vol. 319, núm. 5869, p. 1497-1502.

Hoffecker, J. F., et al. (2016), «Beringia and the global dispersal of modern humans«. Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 25, núm. 2, p. 64-78.

Hoffecker, J. F.; Elias, S. A. y  O’Rourke, D. H. (2014), «Out of Beringia?». Science, vol. 343, núm. 6174, p. 979-980.

Lesnek, A. J., et al. (2018), «Deglaciation of the Pacific coastal corridor directly preceded the human colonization of the Americas«. Science Advances, vol. 4, núm. 5, p.

Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.

Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.

Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.

Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.

Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.

Pitulko, V. V., et al. (2016), «Early human presence in the Arctic: Evidence from 45,000-year-old mammoth remains«. Science, vol. 351, núm. 6270, p. 260-263.

Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.

Pringle, H. (2014), «Welcome to Beringia«. Science, vol. 343, núm. 6174, p. 961-963.

Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.

Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.

Watson, T. (2017), «News Feature: Is theory about peopling of the Americas a bridge too far?«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 114, núm. 22, p. 5554-5557.

Bibliografía recomendada

Goebel, T. y Buvit, I. (2011), From the Yenisei to the Yukon. Interpreting lithic assemblage variability in Late Pleistocene-Early Holocene Beringia. College Station: Texas A&M University Press, 416 p.

West, F. H. y West, C. F. (1996), American beginnings. The prehistory and palaeoecology of Beringia. Chicago: University of Chicago Press, xxi, 576 p.

Notas

  1. Quienes defienden esta hipótesis ven cualquier afirmación de una colonización de América antes de esa fecha con mucho escepticismo.
  2. Aunque, por el contrario, se argumenta que ese vacío de 16000 años en el registro arqueológico se debe a que los yacimientos que podrían arrojar luz sobre esta cuestión están bajo el agua.
  3. Buvit y Terry (2016).
  4. Como el de Moreno-Mayar et al. (2018).
  5. Un ejemplo de este proceso se ha analizado en relación a la tortuga mora en Murcia.
  6. Ver, en este sentido, Lesnek et al. (2018) y Darvill et al. (2018).
  7. Pitulko et al (2016).
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
Beringia y la entrada en América (II)

Beringia y la entrada en América (II)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 19:18

Dos modelos acerca de la colonización de América

La hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis)

Esta versión acerca de la forma en que se colonizó América implica que hubo poblaciones en Beringia hace 30000 años y que dispusieron de recursos suficientes durante el UMG para sobrevivir. Por lo tanto, deberíamos ser capaces de encontrar yacimientos en Siberia a latitudes mayores de los 60º N con una antigüedad de entre 40000 y 30000 años (especialmente en la parte occidental); también tendrían que existir yacimientos en la zona central de Beringia que ronden los 30000 años de antigüedad y que hubieran existido durante todo el UMG; y por último, un registro arqueológico de las herramientas y modos de vida de aquellas poblaciones genéticamente diferenciadas de las que llegaron de Asia y que dieron lugar finalmente a los nativos americanos.

Datos arqueológicos

Como adelantamos en la anotación anterior, las pruebas arqueológicas que apoyarían el modelo de una estancia prolongada en Beringia son limitadas. Contamos con bastantes datos que atestiguan la presencia de grupos humanos antes del UMG en la parte occidental de Beringia –la parte «siberiana» de la región– pero carecemos de pruebas sólidas de esos asentamientos en el resto de Beringia.

Lo primero que debemos tener claro es que nuestros antepasados tuvieron que aprender a subsistir en el clima extremo del ártico siberiano. Y eso es precisamente lo que vemos en los yacimientos paleolíticos del río Yana, situados en la parte occidental de Beringia. Concretamente, el yacimiento Yana RHS (por las siglas en inglés de Rhinoceros Horn site, yacimiento del cuerno de rinoceronte) es el más antiguo encontrado hasta la fecha con una datación de 32000 años 1.

Está formado por varios estratos congelados y bien conservados donde se recuperaron artefactos de piedra (más de 100) y restos de animales con cuyos huesos se habían fabricado distintos objetos: tenemos, por ejemplo, un mango para una lanza hecha con hueso de rinoceronte (de ahí el nombre del yacimiento); lo que parece un punzón de hueso de lobo (con cortes que sirvieron para facilitar el amarre de alguna punta); y también agujas para coser 2. Además, los ocupantes del yacimiento cazaron bisontes, renos, caballos, zorros árticos y pájaros. Algunos de esos objetos han sido datados y arrojan una antigüedad de 24000 y 21000 años 3, lo que demostraría que no abandonaron el lugar incluso a pesar de que el clima se había vuelto mucho más frío y seco. En definitiva, todo apunta a que en Yana RHS se asentó de forma más o menos permanente una población muy bien adaptada a la vida en el Ártico.

Algunos de los objetos recuperados en el yacimiento Yana RHS.

Después de Yana RHS, el registro arqueológico se vuelve más difuso, aunque contamos con otros yacimientos de una antigüedad similar en Siberia central (Nepa, Alekseevsk) y en la parte europea de Rusia (Mamontovaya Kurya, Byzovaia). Estos hallazgos confirman que estas poblaciones estaban bien equipadas y perfectamente adaptadas para soportar un clima de frío intenso poco tiempo después de llegar desde el sur.

Por otro lado, en la parte oriental de Beringia, en unos depósitos junto al río Inmachuk (noroeste de Alaska), se encontró un fragmento de colmillo de mamut con marcas datado en unos 40000 años. Sin embargo, asociar estos restos con una presencia humana antes del UMG en el este de Beringia resulta problemático ya que, como reconocen los autores del artículo donde se analizó el hallazgo 4, lo más probable es que el colmillo fuera recogido aún fresco tras el deshielo y fuera trabajado por habitantes más recientes de la zona.

En cualquier caso, en «el lado canadiense» de Beringia tenemos que mencionar las cuevas Bluefish, donde se han recuperado unos huesos con marcas de corte que demostrarían que nuestros antepasados habitaron –aún de forma ocasional– en el este de Beringia durante el UMG, hace por los menos 24000 años.

Los restos humanos más antiguos hallados en Siberia corresponden al yacimiento de Mal’ta (MA-1 es el nombre del ejemplar estudiado) y han sido datados en 24000 años 5. Por otro lado, los fósiles recuperados en la cueva de Tianyuan y Yamashita-cho (situada en el este de Asia) se han datado en el periodo clave de entre hace 42000 y 36000 años 6.

En definitiva, la escasez de pruebas arqueológicas contundentes ha hecho que la mayoría de investigadores ponga en duda que realmente hubiera pobladores en el centro de Beringia durante el UMG. Sin embargo, y esto es muy importante, debemos tener en cuenta que la ausencia de yacimientos puede deberse a que nadie vivía allí, o a que no hemos sido capaces de encontrarlos debido, entre otras cosas, a la subida del nivel del mar.

Por suerte, aparte de la información que nos aporta la arqueología disponemos de otras fuentes para completar el cuadro.

Información genética

Los datos obtenidos del estudio de los marcadores genéticos, del ADN mitocondrial (ADMmt, o mitogenoma) y del cromosoma Y, indican que todos los nativos americanos actuales provienen de Asia, y que todos ellos descienden de una misma población. Además, su diversidad genética se agrupa en cinco haplogrupos de ADNmt (A, B, C, D y X) y dos del cromosoma Y (C y Q) que encontramos en las poblaciones indígenas del sur de Siberia. Si usamos la tasa de variación actual del ADNmt y del cromosoma Y como un reloj, veremos que los seres humanos (recordar que todos los restos hallados en América pertenecen a nuestra especie Homo sapiens) se dispersaron por Asia central hace alrededor de 40000 años.

Un estudio de ADNmt publicado en 2007 7 planteó por primera vez la hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis en inglés) 8. Según esta hipótesis, las poblaciones asiáticas probablemente llegaron a Beringia antes del pico de mayor intensidad del UMG (la máxima extensión de los glaciares duró aproximadamente desde hace 27000 años hasta hace 19000 años). Una vez en Beringia, los migrantes no pudieron continuar debido a que las masas de hielo bloqueaban el acceso al resto de América. Solo pudieron reanudar su camino tras el inicio del deshielo y la apertura de las rutas costeras.

Para llegar a esta conclusión analizaron el mitogenoma de 601 individuos de América (pertenecientes a 20 poblaciones de todo el continente) junto a 3764 muestras de Asia pertenecientes a 26 poblaciones diferentes. Los resultados revelaron que los americanos poseían tres variaciones únicas –identificadas como subclados «C1b», «C1c» y «C1d»– ampliamente distribuidas por el continente americano y que, sin embargo, no estaban presentes en el ADN mitocondrial de los asiáticos, de quienes descendían. Este patrón, junto a la cronología basada en las tasas de mutación 9, les llevó a concluir que los antepasados de los primeros americanos quedaron aislados de sus parientes asiáticos hace unos 25000 años, haciendo que se acumularan unas mutaciones específicas (los tres subclados descubiertos) antes de que entraran definitivamente en América hace unos 15000 años. Acto seguido se distribuyeron por el nuevo continente no de forma gradual, sino rápidamente. Un análisis de la distribución geográfica de estos marcadores genéticos apuntó a que el lugar más probable donde se pudo producir ese aislamiento fue Beringia.

Modelo de la hipótesis de la «parada en Beringia». Tomado de Tamm, E., et al. (2007).

En 2015 10 conocimos un estudio en el que participaron decenas de investigadores que se propuso resolver, en lo que a nos atañe, tres incógnitas:

  1. Determinar el momento en que se produjo la separación de las poblaciones asiáticas y americanas.
  2. Conocer el número de olas migratorias que llegaron a América.
  3. Averiguar si hubo un aislamiento genético en Beringia.

Para ello se analizaron 31 genomas modernos de América, Siberia y Oceanía; y 23 genomas antiguos de tanto de Norteamérica como Sudamérica (de entre 200 y 6000 años). Los autores concluyeron que todos los nativos americanos forman un grupo monofilético (es decir, que todos descienden de una misma población) que se dividió en dos ramas: la primera representada por los Amerindios (que en este estudio engloba poblaciones del sur de Norteamérica, así como de Centro y Sudamérica); y la segunda por los Atabascas (que son los nativos hablantes de las lenguas atabascanas).

Confirmaron este dato tras comprobar que el momento en que los Amerindios y los Atabascas se separaron de las poblaciones del este de Asia fue muy similar, hace alrededor de 23000 años para ambos grupos. La hipótesis que los investigadores plantean es que las duras condiciones climáticas provocaron el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, aislamiento geográfico que provocó el genético. La fecha más probable para esta separación es la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, momento que coincide con el aumento del nivel del mar y la desaparición bajo las aguas del puente de Beringia.

La cuestión de si ese aislamiento se produjo en Siberia o en Beringia no obtiene respuesta. Los autores se remiten a futuros análisis genéticos y estudios arqueológicos.

Otro trabajo publicado en 2016 11 secuenció 92 mitogenomas de momias sudamericanas con una antigüedad de entre 8.600 y 500 años (por tanto, precolombinas). Los resultados mostraron que:

  1. La divergencia entre los antepasados de los siberianos y de los nativos americanos se produjo hace 24900 años. Es decir, ese es el último momento en que se puede detectar un flujo genético entre la población de Siberia y la población de la que derivan los nativos americanos.
  2. Las dos poblaciones quedaron completamente aisladas hace entre 24900 y 18400 años. Por lo tanto, el flujo genético se interrumpió en el punto álgido del UMG.
  3. De nuevo, como en el caso anterior, los investigadores no pueden saber si esta separación se produjo en Siberia o Beringia. Plantean que las duras condiciones climáticas llevó a las poblaciones que vivían en los márgenes occidentales de Beringia (la región siberiana) a migrar a los refugios del sur, como sugiere la ausencia de yacimientos arqueológicos más jóvenes que el de Yana RHS. Por el contrario, defienden que cualquier población al este de las penínsulas de Kamchatka y Chukotka no habrían sido capaces de retirarse más al sur del cinturón de hielo de las islas Aleutianas y habrían quedado por tanto aisladas en el este de Beringia.
  4. La presencia de grandes mamíferos en el este de Beringia durante el Pleistoceno Superior –incluido el UMG– indica que la población de la que derivan los nativos americanos usó las regiones de lo que hoy son Alaska y el Yukón como un refugio durante el pico más intenso del UMG. Desgraciadamente, los vacíos geográficos y temporales entre los yacimientos arqueológicos de Yana RHS y Swan Point no permiten ofrecer más detalles de este proceso.
  5. El refugio en la parte oriental de Beringia apoya la hipótesis de la «parada en Beringia». El análisis de los mitogenomas muestra una enorme diversificación de linajes que comenzó hace entre 16000 y 13000 años, lo que indicaría que la entrada en América se produjo en esas fechas ya que el crecimiento de población sería compatible con la llegada a un entorno mucho más favorable.

Además, este aumento de población tuvo lugar al mismo tiempo que se produjo el rápido retroceso de los glaciares a lo largo de la costa noroeste del Pacífico; y teniendo en cuenta la existencia del yacimiento arqueológico de Monte Verde (Chile), con una antigüedad de 14600 años, la migración a todo lo largo de las Américas llevó alrededor de 1400 años.

En definitiva, teniendo en cuenta las fechas del aislamiento genético (entre 24900 y 18400 años) y de la entrada en América (16000 años), los datos sugieren que la «parada» en Beringia pudo durar entre 2400 años y 9000 años.

Por último, el año pasado se publicó 12 el resultado del análisis de ADN de dos niños (USR1 y USR2) recuperados en el yacimiento de Upward Sun River en Alaska (región oriental de Beringia) que cuentan con una antigüedad aproximada de 11500 años.

Para los investigadores, la separación de la población de la que derivan los nativos americanos y los antiguos asiáticos se produjo hace unos 36000 años; y lo más probable es que sucediera en el noreste de Asia (ya que no hay pruebas de poblaciones en Beringia o en noroeste de Norteamérica en este periodo). Por otro lado, el aislamiento de la población fundadora de los nativos americanos tuvo lugar hace 24000 años, momento que se corresponde con una disminución de la información arqueológica de la presencia humana en Siberia.

Modelo para la formación de las diferentes poblaciones de nativos americanos. Tomado de Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018).

El genoma de USR1 nos proporciona la prueba genética directa de que todos los nativos americanos descienden de una misma población tras un único evento fundador en el Pleistoceno Superior. Los descendientes de esta población estuvieron presentes en la parte oriental de Beringia hasta hace al menos 11500 años. En ese momento, una rama de los nativos americanos se estableció en la zona de Norteamérica libre de hielo y se había separado en dos grupos que se convirtieron finalmente en los antepasados de los indígenas de toda América.

En su afán por encontrar nuevas pistas, un equipo de científicos liderados por la bióloga molecular Meriav Meiri e Ian Barnes pusieron el foco de atención en otro inmigrante que atravesó Beringia en su camino hacia el Nuevo Mundo: el ciervo canadiense (Cervus elaphus canadensis). Algunos estudios anteriores apuntaron a que este animal apareció en Alaska hace unos 15000 años, aproximadamente en el mismo momento en que se suponía que los humanos habían llegado allí. Cuando las temperaturas subieron, los ciervos atravesaron rápidamente Beringia para entrar en el continente americano.

Para someter a prueba este planteamiento, Meiri y sus colaboradores recopilaron 113 huesos, astas, y dientes de ciervos antiguos conservados en museos; junto con 74 especímenes de ciervos modernos de Norteamérica y Asia. Los resultados 13 indicaron que los animales entraron en Beringia hace al menos 50000 años, pero que no avanzaron hacia Norteamérica hasta hace 15200 años. Por lo tanto, si los ciervos permanecieron en Beringia, quizás los humanos lo hicieran también.

Paleoecología

El frío extremo y la aridez del UMG tuvieron un impacto global en la vegetación y la vida animal, forzando a las poblaciones humanas a retirarse a distintos «refugios» 14 tanto en el hemisferio sur como en el norte. Debemos recordar que en esta época el noroeste de Europa estaba en gran medida cubierto por las masas de hielo del glaciar Escandinavo; mientras que en América los glaciares Laurentino y de la Cordillera habían crecido sustancialmente.

Los datos paleoecológicos muestran sin embargo que los «refugios» en Beringia fueron más cálidos y aptos para la vida que en la mayor parte del sur de Siberia. Así, el contacto limitado entre los grupos que habitaban diferentes refugios podría explicar la estructura genética que hemos visto en los genomas de sus descendientes.

El estudio del polen en Beringia había demostrado que la vegetación se componía mayoritariamente de pasto (gramíneas), aunque lo cierto es que este tipo de vegetación genera más polen que otros tipos de plantas, por lo que los resultados podían estar sesgados. Nuevos estudios han confirmado sin embargo que la parte hoy sumergida de Beringia estuvo poblada con mucha seguridad con arbustos, una especie de tundra dominada por pequeñas plantas leñosas que sin duda proporcionaron un valioso combustible.

Tanto el estudio del polen como de los insectos sugieren un ambiente que varió en el tiempo: desde grandes bosques en algunas zonas –como en la cabecera del río Kolyma durante los intervalos más cálidos– a la tundra o una mezcla de ambos hábitats en otros lugares. Por ejemplo, hace unos 32000 años, la región del yacimiento Yana RHS estaba dominada por la tundra. Durante esa época, el ecosistema más productivo era el que actualmente se encuentra en las tierras bajas de Chukotka y en la costa sur de Alaska, debido a los efectos de la humedad proveniente del Pacífico Norte que favorecía un aumento de la vegetación.

Los registros de polen indican que este tipo de vegetación se extendió hacia el este (Alaska y el Yukón) hace unos 16000 años. De nuevo, tanto los ciervos como las personas pudieron haber seguido el cambio de vegetación hacia el Nuevo Mundo.

Notas

  1. Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.
  2. Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.
  3. Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.
  4. Gelvin-Reymiller, C., et al. (2006), «Technical aspects of a worked proboscidean tusk from Inmachuk River, Seward Peninsula, Alaska«. Journal of Archaeological Science, vol. 33, núm. 8, p. 1088-1094.
  5. Richards, M. P., et al. (2001), «Stable isotope evidence for increasing dietary breadth in the European mid-Upper Paleolithic«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 98, núm. 11, p. 6528-6532.
  6. Shang, H., et al. (2007), «An early modern human from Tianyuan Cave, Zhoukoudian, China«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 104, núm. 16, p. 6573-6578.
  7. Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.
  8. También conocida como el «modelo de incubación en Beringia» (Beringian incubation model).
  9. La estimación de la tasa de mutación fue de 3,5 x 10-8/año/posición; de ahí que el periodo calculado de aislamiento de estas poblaciones antes de su entrada en América fuera de unos 10000 años.
  10. Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.
  11. Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.
  12. Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.
  13. Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.
  14. Los «refugios» son áreas que todavía podían ser ocupadas en momentos de aumento de la aridez o de descenso pronunciado de las temperaturas en invierno. Los refugios glaciales eran áreas donde el clima era lo suficientemente suave como para permitir la existencia de recursos con los que hacer frente al clima riguroso.
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Beringia y la entrada en América (I)

Beringia y la entrada en América (I)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 18:53

Ya hemos hablado en otra anotación acerca de los estudios de ADN antiguo (la paleogenómica), y la forma en que esta nueva tecnología está haciendo que cambie nuestra forma de ver el pasado 1. Esta herramienta provoca admiración y suspicacia a partes iguales ya que, pese a que la arqueología y la genética están ofreciendo una enorme cantidad de información, sus conclusiones no siempre coinciden. Esto es especialmente llamativo en relación a los modelos que se han propuesto, por ejemplo, para explicar cómo y cuándo se produjo el poblamiento del continente americano (uno de los temas que más «pasiones» levanta entre los especialistas).

Los estudios genéticos apuntan a que los primeros pobladores de América fueron descendientes de poblaciones que, a su vez, lo eran de grupos del este y el norte de Asia que permanecieron aislados temporalmente del flujo genético hace alrededor de 23000 años 2. Esto significa que estas poblaciones, en su camino al continente americano, quedaron separadas –genética y geográficamente hablando– durante miles de años antes de entrar efectivamente en América.

En esta serie de anotaciones vamos a tratar de responder varias cuestiones: ¿se produjo ese aislamiento?, ¿dónde?; y por último, ¿los datos arqueológicos apoyan esa interpretación?

Beringia

Datos introductorios

Hace unos 20000 años, mientras que la mayor parte del planeta era un territorio hostil para la vida debido a las duras y frías condiciones climáticas impuestas por el Último Máximo Glacial (UMG, o Last Glacial Maximum, LGM, por sus siglas en inglés), Beringia constituía un «refugio» de tundra y praderas con flores silvestres, charcas y arbustos. Los mamuts y los bisontes deambularon por esta planicie durante miles de años al tiempo que lo hacían sus depredadores: los leones (Panthera leo spelaea), las hienas de las cavernas (Crocuta crocuta spelaea) y, por supuesto, los seres humanos.

Tal y como se define en la actualidad, Beringia se extiende desde la cordillera de Verkhoyansk en Siberia (Rusia) en el oeste, hasta el río Mackenzie en Canadá al este, e incluye la porción de tierra que hoy en día se encuentra bajo el mar entre Alaska y Rusia.

Puedes acceder al mapa interactivo sobre la evolución humana para tener más información de los yacimientos y los fósiles descubiertos.

Para abordar el análisis de las posibles rutas y el momento en que se produjo esa entrada en América, debemos tener en mente algunos datos y fechas esenciales:

  1. El UMG se refiere a la época de máxima extensión de las capas de hielo. Su duración varía según las fuentes que consultemos, aunque el consenso la sitúa entre los 23000 y los 19000 años 3. Debemos tener presente en cualquier caso que este fenómeno no terminó de forma brusca, sino que la fase final de esta glaciación se extendió durante 10000 años más aproximadamente (hasta hace unos 8000 años). De este periodo no debemos quedarnos solamente con las frías condiciones climáticas que se extendieron por el planeta –con las exigencias de adaptación que supusieron para nuestros antepasados– sino con que vinieron acompañadas por un importante descenso del nivel del mar (el agua se concentraba en los glaciares), haciendo que grandes porciones de tierra quedasen emergidas. Este fue el caso de Beringia.
  2. En lo tocante a yacimientos arqueológicos, contamos con el yacimiento Yana RHS en el oeste de Beringia datado de forma fiable en 32000 años.
  3. Por otro lado, en la parte oriental de Beringia contamos también con otros yacimientos como las cuevas Bluefish (24000 años); mientras que en Norteamérica destacan Swan Point (14000 años) y Upward Sun River (11500 años).
  4. Finalmente, en Sudamérica, los yacimientos de Monte Verde en Chile arrojan una antigüedad bien atestiguada de 14600 años.

Con estos datos podemos empezar a dibujar un cuadro general. Podemos afirmar que poblaciones de Homo sapiens habitaron en el oeste de Beringia hace 32000 años, y que continuaron su camino hacia el este, hacia América, y llegaron a la parte oriental de Beringia hace unos 24000 años. Ya habitaban en Norteamérica hace 14000 años, como atestigua el yacimiento de Swan Point, aunque la presencia humana en el continente tuvo que ser mucho más antigua ya que alcanzaron Sudamérica hace 14600 años.

Beringia como punto estratégico

Hoy sabemos que Beringia fue una región clave en la ruta migratoria que llevó a los primeros humanos al continente americano.

Como hemos explicado en otra anotación 4, durante el UMG en América, una enorme masa de hielo formada por los glaciares Laurentino y de la Cordillera cubría la mayor parte de Canadá, bloqueando el acceso a América desde Beringia. Cuando las temperaturas ascendieron hace unos 10000 años, el deshielo provocó un aumento del nivel del mar de unos 120 metros que hizo que las tierras centrales de Beringia quedaran sumergidas bajo el agua. Actualmente, las zonas emergidas –situadas sobre el nivel del mar– son difíciles de alcanzar excepto en helicóptero, por lo que gran parte de Beringia es «tierra desconocida» para los arqueólogos.

Beringia durante el UMG. Fuente: Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

La primera vez que alguien se planteó que Beringia había sido el lugar por donde habíamos entrado en América fue en 1590. El español José de Acosta (jesuita, antropólogo y naturalista) argumentó en su obra «Historial natural y moral de las Indias» que dado que Adán había vivido en Oriente Medio, la dispersión de sus descendientes hasta llegar a «Nueva España» se tuvo que producir a través de Asia; y para ello, Asia y América debieron estar unidas.

En cualquier caso, sólo podemos atestiguar la importancia de Beringia en esta cuestión con el análisis de los datos paleoantropológicos. Para ello debemos prestar atención a los estudios genéticos (no solo de poblaciones actuales y de nuestros antepasados, sino también de otras especies animales e, incluso, de los piojos); al estudio de los restos humanos; los objetos y otros utensilios fabricados por el hombre; y también, por ejemplo, a los datos lingüísticos.

En este sentido, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió esta región del planeta. Para muchos, Beringia actuó como un mero «pasillo», un «puente» que los grandes mamíferos —así como nuestros antepasados— se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente. Sin embargo, cada vez más datos apuntan a que estas poblaciones pudieron haberse detenido en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en las poblaciones de los nativos americanos. Beringia en definitiva pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco.

El problema es que, hasta la fecha, los datos arqueológicos están muy lejos de ser concluyentes ya que las pruebas directas de una estancia prolongada en Beringia son escasas.

Veamos por tanto con más detalle las dos posiciones que mantienen los especialistas, y qué datos manejan para apoyar sus argumentos.

Notas

  1. Me refiero a la anotación «Ética en los estudios genéticos».
  2. Como siempre, hablamos de fechas radiocarbónicas calibradas.
  3. Gornitz, V. (2009), Encyclopedia of paleoclimatology and ancient environments. Dordrecht, New York: Springer, xxiv, 1047 p.
  4. Ver «¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?».
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¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?

¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?

     Última actualizacón: 11 marzo 2018 a las 14:25

Hace poco hablamos aquí de quiénes habían sido los primeros pobladores de América y cómo habían llegado al “nuevo” continente. Si bien aquella anotación trataba de desmentir la llamada “hipótesis Solutrense” (la idea de que una migración transatlántica fue el punto de origen del poblamiento de América), ya planteaba el escenario de la colonización americana desde Siberia al afirmar que la entrada en el continente “no pudo verificarse hasta que se produjo el deshielo de la franja costera del Pacífico hace unos 13.000 años y con él, la apertura de rutas de tránsito en el interior de América del Norte”. Pues bien, hace unos días se publicó un interesante trabajo en la revista Nature que analiza precisamente esta cuestión y despeja bastantes dudas al respecto.

El contexto

Antes de profundizar en las conclusiones de este estudio debemos saber que se han planteado distintas hipótesis acerca de la forma de entrada al continente americano desde Beringia: hace unos 30.000 años (mientras no se diga lo contrario, emplearemos fechas radiocarbónicas calibradas a lo largo de este artículo) el hielo de los glaciares Laurentino y de la Cordillera cubría gran parte de lo que hoy en día es Canadá, impidiendo el paso tanto de la fauna como de la flora al resto del continente. Sin embargo, diferentes periodos cálidos provocaron la progresiva retirada del hielo y, con ello, la apertura de vías de paso a lo largo tanto de la costa del Pacífico como de las llanuras al este de las Montañas Rocosas. Así, hace aproximadamente 13.500 años, nuestros ancestros desarrollaron un complejo de herramientas de piedra distintivo que hoy conocemos como “cultura Clovis”. Siguiendo la abundante caza representada por los grandes mamuts, bisontes y otros animales —fáciles de cazar debido a que no estaban acostumbrados a la presencia humana— se expandieron rápidamente hacia el sur colonizando todo el continente en un corto plazo de tiempo (alrededor de 1.000 años).

Como vemos, se han venido barajando dos principales rutas como posible acceso de nuestros ancestros desde las estepas siberianas al norte del continente americano: una costera y otra por las llanuras del interior.

La investigación

El estudio que ahora analizamos, encabezado por Mikkel Winther Pedersen de la Universidad de Copenhague, ha analizado restos de polen, macrofósiles y ADN metagenómico 1 de muestras obtenidas en el corredor libre de hielo (ice-free corridor, IFC) que se formó entre las placas de hielo Laurentina y de la Cordillera, es decir, en la ruta que discurrió por el interior de lo que hoy es Canadá.

Evolución glaciares América del Norte. Tomado de Madsen, D. B. (2004), Entering America: northeast Asia and Beringia before the last glacial maximum.

Evolución glaciares América del Norte. Tomado de Madsen, D. B. (2004), Entering America: northeast Asia and Beringia before the last glacial maximum.

Como ya hemos apuntado y podemos ver en esta serie de imágenes, durante el último máximo glaciar enormes masas de hielo mantenían aislada Beringia del resto de América. Sin embargo, hace aproximadamente 15.000 años se abrió un corredor de unos 1.500 km de longitud que permitió el paso entre ambas regiones. Hasta ahora se desconocía a ciencia cierta cuándo se había producido la colonización de dicha franja de terreno por animales y plantas, cuestión de crucial importancia ya que la presencia de caza y vegetación para su recolección es una premisa ineludible para cualquier migración humana (insistamos en que nuestros antepasados tenían que recorrer a pie 1.500 kilómetros). Pedersen y su equipo han encontrado pruebas de la existencia de vegetación esteparia, bisontes y mamuts en dicho corredor desde hace aproximadamente 12.600 años; de ahí que se concluya que antes de esa fecha no fuera posible cruzar por dicha vía (aunque el corredor quedó físicamente libre de hielo hace entre 15.000 y 14.000 años, la deglaciación trajo consigo una inundación de la región que duró unos 2.000 años más).

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Momento en que se abre el corredor libre de hielo (ice-free corridor): a. Hace unos 13.000 años aún quedaba una masa de hielo que conectaba los dos glaciares; b. Hace unos 12.500 años quedó despejado el paso. Tomado de Madsen, D. B. (2004), Entering America: northeast Asia and Beringia before the last glacial maximum.

La primera consecuencia que podemos extraer de estos resultados es que confirman que el paso a través de las llanuras al este de las Rocosas no estaba disponible para quienes llegaron a Sudamérica hace 14.700 años y se asentaron en lo que hoy conocemos como el yacimiento de Monte Verde. La segunda consecuencia es que el paso se abrió también demasiado tarde para explicar la presencia de la cultura Clovis. De hecho, las pruebas arqueológicas más antiguas encontradas en la región del río de la Paz y la zona del lago Charlie (ambos en la actual Columbia Británica, en pleno corredor libre de hielo), son posteriores a 12.600 años.

Por lo tanto, los investigadores concluyen que nuestros ancestros debieron entrar en América por una ruta diferente a la del corredor libre de hielo: tuvieron que hacerlo por la costa del Pacífico.

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Resumen de las hipótesis barajadas por Pedersen, M. W., et al. (2016), «Postglacial viability and colonization in North America’s ice-free corridor». Nature, En línea.

Profundizando aún más

Tras la publicación de este trabajo aparecieron una serie de noticias (tanto en medios más especializados en tratar noticias científicas como en otros de carácter generalista) cuyos titulares grandilocuentes afirmaban que los libros de historia estaban equivocados y que había que reescribir nuestro conocimiento sobre la colonización de América. Como suele pasar, las cosas no son tan drásticas.

El trabajo de Pedersen y sus colaboradores es muy importante ya que consigue datos cruciales de una región donde el solo hecho llegar a ella es en sí mismo una proeza. Además, tanto las técnicas empleadas como el propio análisis de los datos abren la puerta a nuevas investigaciones ya que es preciso contar con más pruebas como las ofrecidas para completar el cuadro de la colonización del nuevo continente. Sin embargo, hemos de tener presente que la hipótesis de la colonización América a través de las costas de Beringia y del Pacífico por zonas ahora sumergidas debido al ascenso del nivel del mar se planteó por primera vez en 1960 por Calvin Huesser y en 1979 por Kurt Fladmark.

Este modelo de colonización afirma que las poblaciones que vivían a lo largo del margen noroccidental de la costa asiática del Pacífico comenzaron su expansión desde Beringia hacia la costa de América del Norte hace entre 16.800 y 15.600 años. Como hemos apuntado, el nivel del mar durante el final del último máximo glaciar era mucho menor que hoy en día, lo que dejaba expuestas amplias zonas de costa para la habitación humana y donde no alcanzaban los hielos del glaciar de la Cordillera (lo que permitía además la presencia de fuentes de alimento).

En cualquier caso, nuestros antepasados tuvieron que subsistir en el ambiente extremo del ártico siberiano y sabemos que lo lograron porque hace alrededor de 32.000 años dejaron su huella en el yacimiento que hoy conocemos como “Cuerno de rinoceronte” en la cuenca del río Yana (Rhinoceros Horn site – RHS). Este yacimiento se encuentra en el noroeste de Beringia y está formado por varios estratos congelados y bien conservados que albergan artefactos de piedra y restos de animales ya extintos (quien esté interesado en ampliar esta información puede seguir el trabajo del arqueólogo Vladimir Pitulko y su equipo).

Por otro lado, la prueba arqueológica más fiable que poseemos del este de Beringia procede del yacimiento de Swan Point (en Alaska central) datado en 14.000 años, que nos sirve para documentar la dispersión de nuestros antepasados por esa ruta.

(A) En verde claro se muestra la tierra firme cuando los niveles del mar eran más bajos. En verde oscuro, la tierra emergida en la actualidad. Durante el Último Máximo Glacial, las capas de hielo bloqueaban el acceso a América desde Beringia y las poblaciones no pudieron traspasar el cinturón de hielo de las Aleutianas. Los yacimientos Yana Rinoceros Horn (hace 32 ka) y Swan Point (hace 14 ka) ilustran las diferencias temporales y geográficas en el registro arqueológico. (B) Las capas de hielo comenzaron a retirarse hace cerca de 17 ka, y la ruta costera quedó practicable hace cerca de 15 ka. El rápido crecimiento demográfico hace cerca de 16 ka probablemente marca las migraciones hacia el sur.

(A) En verde claro se muestra la tierra firme cuando los niveles del mar eran más bajos. En verde oscuro, la tierra emergida en la actualidad. Durante el Último Máximo Glacial, las capas de hielo bloqueaban el acceso a América desde Beringia y las poblaciones no pudieron traspasar el cinturón de hielo de las Aleutianas. Los yacimientos Yana Rinoceros Horn (hace 32 ka) y Swan Point (hace 14 ka) ilustran las diferencias temporales y geográficas en el registro arqueológico.
(B) Las capas de hielo comenzaron a retirarse hace cerca de 17 ka, y la ruta costera quedó practicable hace cerca de 15 ka. El rápido crecimiento demográfico hace cerca de 16 ka probablemente marca las migraciones hacia el sur.

Por lo tanto, el trabajo de Pedersen y colaboradores nos aporta datos que se esperan desde hace mucho tiempo. Ya en 2004 Madsen apuntaba que los intensos debates dentro de la comunidad científica acerca del momento en que se produjo la apertura tanto del corredor costero como del interior se debían a las dataciones imprecisas y al hecho de que varios de los glaciares de la Cordillera habían reaccionado de forma diferente al cambio climático.  De hecho, defendía que el corredor costero pudo quedar libre de hielo y por tanto abierto a la colonización humana al menos hace 15.000 años. En cambio, el corredor interior (el situado al este de las Rocosas) no se habría abierto hasta hace 14.000 o 13.500 años (fechas no muy lejanas de las que Pedersen refiere en el trabajo que ahora analizamos).

Aunque aún falta encontrar pruebas arqueológicas de la presencia humana en dichas zonas (y es algo que quizás nunca logremos), los restos humanos hallados en Arlington Springs, en la isla Santa Rosa (en la costa de California) y que han sido datados en 13.000 años, demuestran a las claras que los primeros americanos usaban embarcaciones y conocían los rudimentos de la navegación.

Una vez que nuestros antepasados llegaron a la costa noroeste del Pacífico americano, podrían haber continuado su expansión costera hacia el sur hasta Chile, así como hacia el este a lo largo del borde sur de las masas de hielo continentales, posiblemente siguiendo las manadas de mamuts hacia lo que hoy en día es el estado de Wisconsin.

Otras alternativas

Hemos analizado la llegada de nuestros antepasados a América por la costa del Pacífico, pero también se han propuesto otras alternativas. Por ejemplo, el modelo llamado pre-último máximo glaciar (pre-Last Glacial Maximum – pre-LGM) sostiene que las poblaciones que se encontraban en Siberia pudieron cruzar el puente de Beringia hacia América hace entre 29.000 y 23.700 años, es decir, antes de la formación de la barrera de glaciares en lo que hoy es Canadá, y de la barrera ecológica en la parte occidental de Beringia.

Cuando los humanos llegaron a la cuenca del río Yana (el yacimiento RHS que hemos mencionado) hace 32.000 años, las capas de hielo se habían reducido debido al clima cálido, dejando pasillos abiertos a través de los cuales podrían haber pasado hacia América. Ocho mil años después, las capas de hielo habrían crecido lo suficiente como para obstruir esos pasos, debiendo esperar otros ocho mil años más para verlos libres de hielo de nuevo.

Referencias

Artículo principal:

Pedersen, M. W., et al. (2016), «Postglacial viability and colonization in North America’s ice-free corridor«. Nature, En línea.

Más información:

Dyke, A. S. (2004), «An outline of North American deglaciation with emphasis on central and northern Canada». En: Ehlers, J. y Gibbard, P. L. (ed.). Developments in Quaternary Sciences. Elsevier, 373-424.

Ehlers, J. y  Gibbard, P. L. (2004), Quaternary glaciations: extent and chronology. Amsterdam; San Diego: Elsevier.

Erlandson, J. M. y  Braje, T. J. (2011), «From Asia to the Americas by boat? Paleogeography, paleoecology, and stemmed points of the northwest Pacific». Quaternary International, vol. 239, núm. 1–2, p. 28-37.

Fladmark, K. R. (1979), «Routes: alternate migration corridors for early man in North America.». American Antiquity, vol. 44, núm. 1, p. 55-69.

Heusser, Calvin J. (1960), Late-Pleistocene environments of North Pacific North America. An elaboration of late-glacial and postglacial climate, physiographic, and biotic changes. New York: American Geographical Society, Special Publication nº 35, 308 pp.

Madsen, D. B. (2004), Entering America: northeast Asia and Beringia before the last glacial maximum. Salt Lake City: University of Utah Press, vi, 486 p.

Goebel, T.; Waters, M. R. y  O’Rourke, D. H. (2008), «The Late Pleistocene dispersal of modern humans in the Americas». Science, vol. 319, núm. 5869, p. 1497-1502.

Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum». Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.

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Notas

  1. El análisis de ADN metagenómico consiste en la aplicación de técnicas genómicas modernas para el estudio directo de comunidades de microorganismos en su entorno natural, evitando la necesidad de aislar y cultivar cada una de las especies que componen la comunidad
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Siete días … 3 a 9 de marzo (evolución del lenguaje)

Siete días … 3 a 9 de marzo (evolución del lenguaje)

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:38

EVOLUCIÓN HUMANA

Una investigación innovadora de un experto de la Universidad de Nueva Inglaterra revela que nuestros parientes los neandertales bien pudieron comunicarse entre ellos hablando en lenguas no muy diferentes a las que utilizamos los humanos modernos en la actualidad.

Precisar el origen y la evolución del habla y el lenguaje humano es uno de los más antiguos y debatidos asuntos en el mundo científico. Durante mucho tiempo se ha creído que otras variedades del género homo, incluyendo a los neandertales que compartieron la Tierra con nuestros ancestros hace miles de años, simplemente carecían de la capacidad cognitiva necesaria y la estructura vocal necesaria para desarrollar la voz.

El profesor Stephen Wroe, zoólogo y paleontólogo de la UNE, junto con un equipo internacional de científicos y el uso de la tecnología de imágenes de rayos X en 3D, hizo un descubrimiento revolucionario que desafía esta idea sobre la base de un hueso hioides de Neanderthal de 60.000 años de antigüedad descubierto en Israel en el año 1989.

«Para muchos, el hioides neandertal descubierto fue sorprendente, ya que su forma era muy diferente a la de nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y los bonobos. Sin embargo, era prácticamente indistinguible del de nuestra propia especie. Esto llevó a algunas personas a argumentar que este neandertal podía hablar», expone el profesor Wroe.

«El contra-argumento obvio para esta afirmación es que el hecho de que los neandertales tuvieran hioides de la misma forma que los humanos modernos no significa necesariamente que los utilizaran en la misma forma. Con la tecnología de la época era difícil verificar el argumento de una manera u otra». No obstante, los avances en el modelado de imágenes en 3D por computadora permitieron el equipo de Wroe examinar la cuestión.

«Analizando el comportamiento mecánico del hueso fosilizado con imágenes de micro-rayos X, hemos sido capaces de construir modelos del hioides que incluían la estructura interna compleja del hueso. Luego los comparamos con los modelos de los humanos modernos. Nuestras comparaciones mostraron que en términos de comportamiento mecánico, el hioides del neandertal era básicamente indistinguible del nuestro, lo que sugiere fuertemente que esta parte fundamental del tracto vocal se utiliza de la misma manera.

«A partir de esta investigación, se puede concluir que lo más probable es que los orígenes del habla y el lenguaje son mucho, mucho más antiguos, de lo que se pensaba».

• Noticia Europa Press

• Artículo: Micro-Biomechanics of the Kebara 2 Hyoid and Its Implications for Speech in Neanderthals (descarga directa en formato PDF)

GENÉTICA

Hablar de ensayos clínicos para controlar el VIH y el sida siempre despierta expectativas. Este ha sido el caso de un nuevo estudio que muestra una terapia génica capaz de reducir la carga viral sin necesidad de antirretrovirales. Liderado por investigadores de la Universidad de Pensilvania (EE UU), este estudio en fase I revela el éxito de la ingeniería genética en las células inmunitarias de doce pacientes VIH positivos para resistir la infección.

En seis de ellos se pudo observar la disminución de las cargas virales al retirarles durante doce semanas los medicamentos antirretrovirales, e incluso, uno de los pacientes consiguió controlar el virus reduciendo su carga a niveles indetectables.

Los científicos utilizaron una nueva tecnología conocida como dedo de zinc nucleasa (zinc finger nuclease, ZFN) para desarrollar esta terapia de células T, responsables de coordinar la respuesta inmune celular. “Es una tecnología que tiene dos partes: los zinc fingers se unen a una molécula específica de ADN y la otra parte de la proteína, la nucleasa, corta el ADN”, explica a Sinc Pablo Tebas, investigador español que dirige la Unidad de Ensayos Clínicos del sida perteneciente a la institución norteamericana, uno de los dos centros en los que se completó el estudio. “No es que controle el VIH en los pacientes. Pero es un primer paso en el camino para dominar el virus sin tratamiento antirretroviral”

“Como a la célula no le gusta tener un corte en el ADN lo pega de nuevo. Y como no lo hace bien porque lo pega de forma inmediata, básicamente corta el gen al que se ha unido. Es una forma selectiva de quitar una secuencia específica de ADN del genoma, en este caso el gen que el virus del sida usa para entrar en la célula CD4”, añade Tebas, primer autor del trabajo.

Las células CD4 son las que dirigen el ataque contra las infecciones. Según cuenta el experto español, que se formó en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, desde hace muchos años se sabe que el virus del sida necesita esa proteína (el correceptor CCR5) para poder entrar en la célula e infectarla.

Para llevar a cabo el estudio, el equipo analizó dos cohortes de seis pacientes cada una, todos tratados con infusiones individuales de unas 10.000 millones de células con VIH –a las que se previamente se ‘eliminó’ el CCR5 de los cromosomas y se volvieron a poner dentro del paciente– entre mayo de 2009 y julio de 2012.

A la mitad de ellos se le quitó la terapia farmacológica durante las doce semanas de tratamiento, a partir de la cuarta semana tras la infusión, mientras que los otros seis mantuvieron los medicamentos antirretrovirales.

“Se sabe que estas infusiones son seguras y tolerables porque alrededor del 1% de la población no tiene esa proteína. Es una mutación que hace que esa proteína no sea funcional, lo que convierte a dicho porcentaje de personas en resistente al virus del sida”, subraya Tebas.

Sin embargo, los autores son prudentes y matizan los hallazgos logrados. “No es que controle el VIH en los pacientes. De hecho, de los seis pacientes solo uno controló realmente el virus. Pero es un primer paso en el camino para dominar el virus sin tratamiento antirretroviral”. Como una de las personas tratadas en la muestra fue capaz de controlar el virus sin tratamiento antirretroviral gracias a su heterocigosis, el siguiente paso para los autores es aumentar la dosis. “Ese paciente sugiriere un posible efecto de dosis, cuántas más células modificadas recibas más efectivo es el tratamiento”, apunta Tebas. “Para complementar la dosis de las células puedes tratar más células o hacer que el ambiente sea más favorable a las células genéticamente modificadas”.

Para seguir con esta segunda opción, a partir de abril los investigadores comenzarán en una cohorte más grande un tratamiento con ciclofosfamida –empleada en quimioterapia o lupus–, que consigue ‘hacer más espacio’ para estas células nuevas.

• Noticia Agencia SINC

• Artículo: Gene Editing of CCR5 in Autologous CD4 T Cells of Persons Infected with HIV

MICROBIOLOGÍA

Hace unos 30.000 años, en un rincón de Siberia, un virus gigante quedó congelado en el suelo. Pasaron los siglos y sobre aquella capa de tierra helada se fueron depositando muchas otras, generando un terreno conocido como permafrost. Este entorno gélido y en completa oscuridad funciona como un congelador natural perfecto para que un virus como aquel permaneciese intacto, en estado latente, a la espera de una situación más propicia para volver a la acción. En el año 2000, pasados unos 300 siglos, un equipo de científicos rusos extrajeron justo la porción de permafrost en la que estaba aquel virus gigante, aunque no lo supieron hasta mucho después.

Fue en 2012 cuando otro equipo de científicos franceses comenzó a rastrear aquellas muestras extraídas en Kolyma, en el extremo noreste de Rusia. Ese año un equipo había conseguido revivir una planta de unos 30.000 años que también había quedado conservada en estado latente en el permafrost. Si una planta podía hacer eso, por qué no también un virus, esos patógenos  al límite entre la vida y la muerte que permanecen inertes hasta que invaden algo vivo para reproducirse.

Para cazarlo, los investigadores usaron cebo vivo: amebas que pusieron a crecer mezcladas con las muestras del permafrost. La mayor parte de las veces no pasaba nada y los microbios seguían viviendo sin problemas. Por fin, un día, en uno de los muchos cultivos celulares, las amebas empezaron a morirse sin explicación aparente. Al analizarlas, los investigadores descubrieron por fin al virus gigante de Siberia, el más grande que se ha hallado nunca y, de largo, el más antiguo que ha resucitado, según explican hoy los descubridores del nuevo patógeno en un estudio publicado en la revista científica PNAS. Además, al analizar el virus, los investigadores franceses han comprobado que no se parece a ninguno otro conocido y que su rara mezcla de características le convierte en una nueva familia y especie de virus gigante.

El equipo mantiene que el otro gran tipo de virus gigantes conocidos, los megavirus, pueden ser descendientes de microbios que perdieron algunos genes fundamentales como los necesarios para codificar proteínas (la base de la vida) y pasaron a hacerlo invadiendo a otros microbios. La teoría causó revuelo ya que algunos autores consideraban que el equipo no presentaba pruebas suficientes para sostener la existencia de una cuarta dimensión de la vida. Abergel dice ahora que la teoría “sigue en pie”. De hecho el nuevo virus de Siberia es una rara mezcla de los dos tipos de virus gigantes conocidos hasta ahora, los megavirus y los pandoravirus. Por fuera se parece a los pandoravirus, pero por dentro tiene un genoma sorprendentemente pequeño. Si los pandoravirus tienen hasta 2.500 genes y los megavirus unos 1.000, los phitovirus solo llevan dentro 500. Según el trabajo, los especímenes hallados en Siberia guardan más cercanía genética con los megavirus (y con otros virus de tamaño convencional) que con los pandoravirus. “No tenemos ningún escenario teórico para explicar el origen de los pandoravirus porque son demasiado extraños [ella utiliza la palabra inglesa alien]”, dice Abergel. “Debido a sus caracterísitcas intermedias entre los pandoravirus y los mimivirus, los pithovirus añaden una importante pieza del puzle. Ahora necesitamos aislar más virus como estos y entender cómo se originan y evolucionan”, apunta.

“Este tipo de trabajo nos da a entender que sabemos muy poco sobre la vida microbiana en nuestro planeta”, resalta Josep Gasol, microbiólogo del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) y líder del bloque de microbiología de la Expedición Malaspina. “Me sorprende mucho que este virus, de hace 30.000 años, pueda atacar a una ameba actual”, añade.

Una posible explicación, apunta Martínez, es que en realidad este virus nunca se haya ido, es decir, que haya seguido vivo en los mares todo este tiempo sin que nadie lo haya detectado hasta ahora.

• Noticia Materia

• Artículo: Thirty-thousand-year-old distant relative of giant icosahedral DNA viruses with a pandoravirus morphology

NEUROCIENCIA

Pese a lo que pueda parecer, nuestro ojo no es una cámara especialmente efectiva. Es cierto que tenemos unos 105 millones de fotorreceptores por cada ojo, un valor que si trasladáramos a una cámara digital nos daría una resolución de 105 megapíxeles (las más caras del mercado dan unos 40), pero toda esa información no se puede enviar al cerebro. «En origen», explica el investigador español Luis Martínez Otero a Next, «la resolución de nuestro ojo es brutal, pero en realidad solo mandamos un millón de cables al cerebro, o lo que es lo mismo, un megapíxel de información». Esto es así porque la evolución tiende a ahorrarse dispendios. Si cada receptor mandara la información directamente a la corteza, necesitaríamos 105 millones de cables y un nervio óptico tan grueso como el propio ojo. Esto, además de darnos un aspecto bastante marciano, con una cabeza descomunal y ojos saltones, provocaría que el consumo energético del sistema fuera insostenible.

Este ahorro de energía ha llevado a que el sistema visual tome algunos atajos. «La estrategia es: reducimos un montón el muestreado, hacemos uno muy grande al inicio y lo reducimos con una resolución baja con la esperanza de poder aumentarla en la estructura a la que llegue la información», explica Martínez Otero, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante. Su investigación pone encima de la mesa un cambio de paradigma respecto al sistema visual y revela el papel de un núcleo del cerebro, el núcleo geniculado lateral del tálamo, en el proceso. «Lo que sucede, paradójicamente, es muy parecido a lo que pasa al mandar información por internet, o en otros procesos digitales. Haces una compresión de la información y luego lo descomprimes», asegura. «Lo que hemos descubierto es que hay un núcleo que hace exactamente lo que haría Photoshop con una imagen que quiere ampliar: primero la interpola para hacer la imagen mucho más grande. En ese proceso pierdes nitidez en los bordes y, para evitar eso, cualquier dispositivo fotográfico aplica máscaras de desenfoque y distintos tipos de filtros. Pues bien, resulta que los circuitos del tálamo hacen lo mismo».

El estudio de Martínez Otero y su equipo es también, en definitiva, otra prueba de que el proceso de «ver» es una reconstrucción del cerebro, una recomposición basada en trocitos de información que pasan por distintos circuitos. «El mayor consumo de recursos mientras miramos un objeto», apunta el científico, «no se produce por esta ‘superposición de filtros’, sino en la corteza cerebral, para contextualizar las imágenes». Cuando miramos, lo que vemos depende tremendamente del contexto, no hay percepciones en términos absolutos. Si miramos un folio blanco en la penumbra de casa y el mismo folio bajo el sol de mediodía, el blanco nos parecerá el mismo aunque no sean ni parecidos. Esto se ve muy bien con las ilusiones visuales. «Hay un trabajo ingente de construcción a posteriori de lo que vemos, basado en tu memoria, tu conocimiento del mundo, tus sensaciones… y por eso la visión, y el testimonio de un testigo ocular, es tan poco fiable». Por eso conviene no fiarse demasiado de los que nos dicen los ojos. Y conocer mejor cómo nos mienten es un buen comienzo.

• Noticia Next

• Artículo: Statistical Wiring of Thalamic Receptive Fields Optimizes Spatial Sampling of the Retinal Image

PALEONTOLOGÍA

Un equipo de investigadores ha hallado en Portugal los restos fósiles de una nueva especie de dinosaurio que, con una longitud de diez metros y un peso de cuatro a cinco toneladas, podría ser el mayor predador terrestre de Europa. Según el estudio, encabezado por Christophe Hendrickx y Octavio Mateus, de la Universidade Nova de Lisboa y el Museo de Lourinhã, el animal podría haber sido asimismo uno de los dinosaurios carnívoros más grandes del período jurásico.

En los sedimentos del jurásico superior, en el centro de Portugal, se han hallado restos de numerosas clases de dinosaurios que representan una de las faunas europeas más ricas de dinosaurios y «ciertamente la más diversa desde el jurásico tardío en Europa», señalaron los autores.

En esas muestras están representadas todas las ramas mayores en el árbol filogenético de los dinosaurios, aparte de los llamados marginocéfalos o «cabezas con reborde» que vivieron desde el jurásico superior hasta el cretácico superior entre hace unos 157 y 65 millones de años. Entre esos, añade el artículo, los terápodos, un tipo de dinosaurios carnívoros, son de lejos el grupo más diversificado entre los dinosaurios.

Los científicos que descubrieron los huesos de este ejemplar al norte de Lisboa creyeron, inicialmente, que se trataba de un Torvosaurus tanneri, una especie de dinosaurio que se ha hallado en América del Norte.

Una comparación más detallada del hueso de pantorrilla, mandíbula superior, dientes y una porción de vértebra de la cola indicó a los autores que el ejemplar merecía un nuevo nombre de especie y lo llamaron Torvosaurus gurneyi.

Este dinosaurio tenía dientes con forma de hoja de cuchillo de hasta diez centímetros de longitud, lo cual indica que puede haber estado en la cumbre de la cadena alimentaria en la península Ibérica hace unos 150 millones de años. Los científicos calcularon que puede haber alcanzado un tamaño de diez metros de largo con un peso de cuatro a cinco toneladas.

El número de dientes, como asimismo el tamaño y la forma de la boca, diferencian al torvosauros europeo del americano. La mandíbula superior del americano tiene once o más dientes, en tanto que la del europeo tiene menos de once.

«Éste no es el dinosaurio predador más grande que conocemos», señaló Hendrickx. «Los tiranosaurios, carcarodontosaurios y giganotosaurios del período cretáceo fueron animales más grandes.

«Pero con un cráneo de 115 centímetros de largo, el Torvosaurus gurney fue uno de los carnívoros terrestres más grandes en esta época y fue un predador activo que cazaba otros dinosaurios grandes, como lo prueban sus dientes con forma de hoja de cuchillo»

• Noticia La Vanguardia

• Artículo: Torvosaurus gurneyi n. sp., the Largest Terrestrial Predator from Europe, and a Proposed Terminology of the Maxilla Anatomy in Nonavian Theropods (descarga directa en formato PDF)

FÍSICA

Un estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de McGill (Canadá) ha logrado elaborar un vidrio 200 veces más fuerte que un cristal estándar. Para este trabajo los expertos se han inspirado en las conchas de los moluscos.

Los autores de la investigación comenzaron su estudio observando materiales naturales, como conchas de moluscos, huesos y uñas, que son muy resistentes a pesar de que están hechos de minerales frágiles. Según explican los científicos, el secreto de estos objetos radica en el hecho de que los minerales están unidos entre sí en una unidad más dura y más grande.

En el caso de las conchas, hechas en más de un 95 por ciento de un material frágil, el equipo advirtió que el nácar reviste muchas de ellas por dentro a modo de tabletas microscópicas y es lo que las hace tan fuertes. «La capa de nácar del interior de algunos moluscos es unas 3.000 veces más resistente que los minerales que la componen», ha precisado el autor principal, François Barthelat.

Los expertos en ciencia de los materiales llevan veinte años estudiando el nácar para desentrañar todos sus secretos y, hasta ahora, los intentos previos de recrear su estructura han sido un desafío.

Por ello, en este trabajo los expertos han optado por grabar en láminas de vidrio, mediante un láser 3D, los patrones estructurales del nácar. Según destaca el artículo, al probar este nuevo material se detectó que era mucho más resistente que las láminas vidrio que no habían sido tratadas.

El objetivo final de este trabajo es que, con este sistema, el vidrio podía absorber impactos con mejor rendimiento y doblarse ligeramente en lugar de romperse. «Un contenedor de vidrio estándar se romperá si se deja caer en el suelo. Por el contrario, un recipiente hecho de este vidrio bioinspirado tiene la posibilidad de deformarse un poco, sin fracturarse completamente», ha añadido Barthelat.

En este sentido, ha explicado que el vidrio grabado con láser se puede «estirar» en casi un 5 por ciento antes de quebrarse, en comparación con una capacidad de deformación de sólo el 0,1 por ciento para el vidrio estándar.

• Noticia Europa Press

• Artículo: Overcoming the brittleness of glass through bio-inspiration and micro-architecture

INFORMÁTICA

Investigadores de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) han demostrado por primera vez que las redes WiFi pueden ser infectadas con un virus que puede moverse a través de áreas densamente pobladas tan eficientemente como un resfriado común se propaga entre los humanos.

El equipo diseñó y simuló un ataque de un virus, llamado Camaleón, y descubrió que no sólo podía extenderse rápidamente entre los hogares y las empresas, sino que también era capaz de evitar ser detectado e identificar los puntos en los que el acceso Wi-Fi estaba menos protegido por encriptación y contraseñas.

Investigadores de la Facultad de Ciencias de la Computación e Ingeniería Eléctrica y Electrónica simularon un ataque a Belfast y Londres en un entorno de laboratorio y encontraron que Camaleón se asemejaba a un virus transmitido por el aire, que viajaba a través de la red WiFi por medio de los puntos de acceso (APs) que conectan a los hogares y a las empresas a las redes WiFi.

Las áreas que están más densamente pobladas tienen más puntos de acceso próximos entre sí, lo que significa que el virus se propagaba más rápidamente, sobre todo a través de redes que se podían conectar en un radio de 10-50 metros

Camaleón fue capaz de evitar la detección debido a que los sistemas actuales de detección de virus buscan los virus que están presentes en Internet o las computadoras, pero Camaleón sólo está presente en la red WiFi. Aunque muchos puntos de acceso están suficientemente encriptados y protegidos con contraseña, el virus simplemente seguía adelante para encontrar aquellos que no estaban protegidos fuertemente, incluyendo puntos de acceso libres y comunes en lugares como cafeterías y aeropuertos.

• Noticia Tendencias21

• Artículo: Detection and analysis of the Chameleon WiFi access point virus

ARQUEOLOGÍA

El movimiento del Sol sobre los cielos de Petra determinó la forma en que se levantaron los monumentos de esta y otras ciudades nabateas. Así lo revela el análisis estadístico sobre la posición espacial de sus palacios, templos y tumbas efectuado por científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), el CSIC y la Universidad de Perugia (Italia).

Los resultados apuntan a que aquellas grandes construcciones se levantaron teniendo en cuenta los equinoccios, los solsticios y otros acontecimientos astronómicos que determinaron la religión de los nabateos. Este antiguo pueblo prosperó entre los siglos I a. C. y I d. C en lo que hoy es Jordania y países cercanos.

“Las orientaciones astronómicas fueron a menudo parte de un plan elaborado y, posiblemente, una huella de la naturaleza astral de su religión, que mostraba impresionantes ‘hierofanías’ o actos de manifestación de lo sagrado en edificios relacionados con los tiempos de culto y adoración”.

Un ejemplo claro se observa en Ad Deir, el Monasterio de Petra. Durante el solsticio de invierno la luz del sol poniente entra por la puerta del monumento e ilumina el sagrado motab. Se trata de un pódium donde se colocaba unos bloques de piedra que representaban a las divinidades, como el dios Dushara.

“El efecto es espectacular, y solo se puede observar durante unos pocos días próximos a ese solsticio”, comenta Belmonte, que también destaca como justo en ese momento se produce otro fenómeno curioso. Desde el propio motab se observa cómo la puesta del sol recrea sobre las rocas de enfrente la figura de una cabeza de león, el animal de la diosa nabatea Al Uzza.

Los cálculos matemáticos también muestran el trazado astronómico que sigue la tumba de la Urna, otro famoso monumento donde se supone estuvo enterrado el rey Maliko II.

Su puerta principal está centrada con el entorno según la puesta de sol del equinoccio, cuando el día se iguala a la noche, y los rayos solares durante los solsticios de invierno y verano determinan las dos esquinas interiores del edificio.

• Noticia Agencia SINC

• Artículo: Light and Shadows over Petra: Astronomy and Landscape in Nabataean Lands (descarga directa en formato PDF)

Publicado por José Luis Moreno en SIETE DÍAS, 1 comentario