prehistoria

Reseña: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno…

Reseña: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno…

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:15

Ficha Técnica

Título: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno en Iberia y el Estrecho de Gibraltar: estado actual del conocimiento del registro arqueológico
Autor: Robert Sala Ramos (Redactor)
Edita: Universidad de Burgos, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Número de páginas: 768 p.
ISBN: 978-8492681853

 

El manual de Prehistoria antigua de la península Ibérica más actualizado con los datos básicos de los grandes sitios de la Evolución Humana en España y Gibraltar. Un libro coral en el que participan todos los especialistas más destacados de la arqueología del Paleolítico y Mesolítico para ofrecer el estado del conocimiento sobre el poblamiento primitivo. El lector hallará en él la información esencial de los yacimientos de primer orden: la estratigrafía, los hallazgos esenciales y las líneas de investigación y los grandes temas de la evolución tratados por la Arqueología de hoy.

RESEÑA

 Esta obra que hoy reseñamos tiene una importancia fundamental para quienes pretendan acercarse al conocimiento de la Prehistoria de la Península Ibérica, no solo por la densidad de la información que contiene sino, sobre todo, por su rigurosidad, por una exquisita ordenación sistemática, y por tratarse de la más actualizada que podemos hallar hoy en día.

Esta obra nace en el marco del XVII congreso de la UISPP (Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas) celebrado en Burgos los pasados 1 a 7 de septiembre de 2014 con el objetivo de poner al día los últimos datos de paleohistoria de España, realizando un recorrido por las primeras paleocupaciones registradas en la Prehistoria de la Península Ibérica.

Hemos de tener en cuenta que el registro de esta región es esencial para la reconstrucción de la evolución humana en Europa ya que contiene los elementos más antiguos y significativos de la humanización del continente, y porque además permiten trazar las grandes líneas explicativas de todo el proceso. Tenemos la suerte de disponer de magníficos yacimientos y de magníficos investigadores para interpretarlos. Esto ha permitido que el conocimiento de la Prehistoria de nuestro país sea de los más rigurosos y actualizados en el esquema mundial. Con solo pasearnos por las páginas de este trabajo podemos apreciar la ardua labor de síntesis realizada por los autores para ofrecernos la información más completa y rigurosa –sin dejar de lado una más que necesaria concreción–.

Y es que la investigación sobre la Prehistoria no puede avanzar si no es gracias al trabajo de campo, de laboratorio y de gabinete que realizan a diario científicos de numerosas disciplinas. En este volumen contamos con los datos empíricos que permiten a los arqueólogos y prehistoriadores hacer las interpretaciones a «posteriori» de las estructuras y sistemas de vida del pasado y la evolución paleocológica de nuestro género en un marco territorial concreto. De esta forma podemos encontrar de forma sistematizada los datos de la evolución del género Homo y de su entorno.

Presentación oficial de la obra en el Museo Arqueológico Nacional.

Además, este volumen viene a cubrir una necesidad. Una necesidad si tenemos en cuenta el ingente número de publicaciones sobre el particular que aparecen periódicamente en las revistas especializadas. Este aluvión de información hace que sea imprescindible contar con trabajos de síntesis en los que los datos de todas las investigaciones sean accesibles en un solo volumen monográfico. Por supuesto, gracias a la completa bibliografía disponible podremos profundizar en cualquier aspecto que sea de nuestro interés.

El volumen está organizado según la disposición geográfica de los diferentes yacimientos. Se han incluido los datos de los conjuntos arqueo-paleontológicos principales (son un total de 121 artículos), organizados en ocho grandes regiones fisiográficas y geológicas que buscan evidenciar la adaptación humana a entornos similares. Además, se han incorporado dos capítulos temáticos dedicados a las regiones con registro de comportamiento simbólico rupestre más extenso: la región cantábrica y la levantina. No es menos reseñable la inclusión de yacimientos del estrecho de Gibraltar –tanto al norte como al sur– que supone traspasar las fronteras de la Península para poner a nuestra disposición una información valiosísima por la importancia de este lugar de tránsito.

En definitiva, se trata de una obra de consulta, un vademécum que pretender servir como guía a los estudiantes interesados en la arqueología del Cuaternario –y a cualquier otra persona amante del conocimiento– que disponen así de un volumen al que acudir para obtener una visión de conjunto, los datos imprescindibles, y la información más actualizada de los yacimientos arqueológicos más significativos de nuestra Prehistoria.

Accede al índice completo de la obra aquí.

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
Siete días … 25 a 31 de julio (dólmenes y nuevo hominino)

Siete días … 25 a 31 de julio (dólmenes y nuevo hominino)

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 09:54

sietediascalendario

 

NOTICIAS CIENTÍFICAS

Análisis megalitos

Pinturas en megalitos

El primer estudio que vamos a comentar guarda relación con los megalitos, esas imponentes construcciones con enormes piedras que podemos ver repartidas por diferentes partes del mundo. Estamos habituados a ver estos monumentos como una sucesión de piedras desnudas, a lo más, con pequeños relieves tallados en la roca. Sin embargo, hemos de saber que la decoración con pinturas de las cámaras funerarias era una práctica extendida y que éstas formaban parte de los rituales mortuorios durante el Neolítico.

El presente trabajo ha mostrado la presencia de decoraciones pictóricas en construcciones neolíticas de Bretaña, uno de los referentes del megalitismo europeo por la antigüedad y la cantidad de los monumentos que alberga.

La semejanza de técnicas y materiales empleados en distintos lugares (zonas mediterránea y atlántica) refuerzan la hipótesis de posibles conexiones entre grupos humanos geográficamente distantes y revelan la expansión de una cultura funeraria por todo el continente.

Referencia: Hernanz, A., et al. (2016), «Raman microscopy of prehistoric paintings in French megalithic monuments«. Journal of Raman Spectroscopy, vol. 47, núm. 5, p. 571-578. Material complementario aquí.

esquema Andaman

Nuevo antepasado en las islas Andamán

El segundo trabajo que vamos a comentar aparece en la revista Nature genetics y concluye que existió un nuevo tipo de homínido aún no descubierto que vivió en el sureste asiático. Se trataría de nuestro antepasado y, al igual que los neandertales o los denisovanos, se cruzó con los humanos modernos hace decenas de miles de años.

El trabajo parte de un análisis genético de 10 habitantes de las islas Andamán en el océano Índico y su comparación con otras poblaciones. Los resultados han revelado que su ADN contiene fragmentos que no corresponden a los humanos modernos que salieron de África hace unos 80.000 años.

Según las secuencias de ADN obtenidas en este estudio, los investigadores sostienen que la salida de África se produjo en una sola migración, de la que descienden todos los humanos modernos. Por lo tanto, el fenotipo de la baja estatura que vemos en los andamaneses no refleja un antiguo origen africano, sino el resultado de una fuerte presión de la selección natural en los genes relacionados con el tamaño corporal.

Referencia: Mondal, M., et al. (2016), «Genomic analysis of Andamanese provides insights into ancient human migration into Asia and adaptation«. Nature Genetics, advance online publication.

 

LIBRO DE LA SEMANA

laepigenetica

FICHA COMPLETA

Publicado por José Luis Moreno en SIETE DÍAS, 0 comentarios
Málaga prehistórica: el dolmen de Menga

Málaga prehistórica: el dolmen de Menga

     Última actualizacón: 2 mayo 2018 a las 16:47

Lo primero que tenemos que señalar del monumento megalítico de Menga (popularmente llamado dolmen de Menga) es que su construcción tuvo como fin albergar enterramientos humanos; constituye por tanto un auténtico sepulcro donde se llevaron a cabo inhumaciones colectivas. Sus dimensiones vienen a ser semejantes a las de otras construcciones de este tipo que podemos encontrar en gran parte de la geografía española: tiene una longitud de 27,50 metros, la altura aumenta progresivamente desde la entrada (con 2,70 metros) hasta la cabecera donde alcanza los 3,50 metros, y presenta una anchura máxima de 6 metros.

El megalitismo (de mega, grande; y lithos, piedra) se inició en la parte occidental de Europa en pleno Neolítico. La construcción de monumentos con grandes bloques de piedra constituye un hecho común que comparten diversas culturas en un periodo temporal que abarca desde el quinto hasta el segundo milenio antes del presente (en algunos lugares perduró hasta el primer mileno a.C.).

Determinar las fechas de su construcción es una tarea difícil. Debemos tener presente que las construcciones megalíticas nunca se finalizan ya que es frecuente que a lo largo de su historia se produzcan modificaciones o reestructuraciones (entre los primeros trabajos y el abandono definitivo del lugar pueden pasar miles de años). En cualquier caso, los arqueólogos vienen manejando para el megalitismo en Andalucía el periodo comprendido entre el 4.500 y el 2.500/2.200 a.C.

Entrada al monumento.

Su estructura está formada por grandes losas de piedra verticales (llamadas ortostatos) que conforman un corredor que desemboca en una gran cámara semicircular. Las losas de cierre (llamadas cubiertas) constituyen el techo del monumento y, como las verticales, se unen entre sí a piedra seca, es decir, sin utilizar ningún tipo de argamasa o mortero (más adelante entraremos en detalles sobre su construcción). Este conjunto se halla cubierto por un túmulo o montículo artificial de tierra y piedras que lo cubría casi por completo. De esta forma, la estructura interna no se podía ver desde el exterior.

Se conservan los restos de dos ortostatos semiderruidos en la parte superior ―uno a cada lado de la entrada― que conforman un espacio previo al corredor que recibe el nombre de atrio. Hablando con propiedad se trata de una parte más del corredor aunque, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de “recibidor”.

El corredor en sí está compuesto por cuatro ortostatos a izquierda y otros tantos a la derecha. Como detalle a destacar, en el segundo ortostato de la izquierda vemos una serie de tallas con forma de cruz, y otra con forma de estrella. Estos motivos o iconos son muy frecuentes en el arte megalítico europeo, aunque sobre estos en concreto se ha discutido mucho y los investigadores están divididos: algunos sostienen que son de época prehistórica; mientras hay quien afirma que son restos de la ocupación posterior que ha tenido el lugar durante muchas fases de la historia más reciente.

 

La cámara ―sin duda el elemento central del monumento― ocupa casi tres cuartas partes del total conservado. Tiene una planta alargada y oval y está formada por siete ortostatos en cada lateral y una gran losa al fondo que constituye la cabecera del sepulcro. Estos ortostatos pueden alcanzar hasta los 4,7 metros de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, con un grosor en torno al metro y medio. Algunas de las losas de la cubierta ronda las 250 toneladas de peso, motivo por el que se levantaron tres grandes pilares que coinciden con la unión de las cuatro losas que conforman el techo de la cámara. Mucho se ha discutido acerca de la presencia de estos pilares ―su función y significado― ya que es un recurso empleado en muy contadas ocasiones en el megalitismo europeo (estos pilares dan al conjunto un aspecto más habitacional que funerario).

 

 

En las excavaciones arqueológicas del año 2005 se localizó, entre el último pilar y la losa de cierre de la cámara un pozo de 19,50 metros de profundidad que ya fue excavado en 1842 por Rafael Mitjana y se discute sobre su naturaleza, cronología y función.

El conjunto arquitectónico se cubre con un túmulo de 50 metros de diámetro y está orientado hacia el noreste (un acimut de 45o), es decir, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano. Esta orientación es totalmente anómala en este contexto cultural (el propio dolmen de Viera, separado unas decenas de metros, se encuentra orientado a levante siguiendo los patrones estándar de la península ibérica). Para encontrar la razón de esta anomalía basta con mirar hacia el exterior del sepulcro desde los pilares: el monumento está perfectamente alineado con La Peña, una montaña que recuerda por su forma un rostro humano surgiendo de la tierra.

Método constructivo

Quizás el aspecto que más nos sorprende cuando visitamos estos monumentos es tratar de entender la forma en que fueron levantados. Estando como estamos acostumbrados a vivir rodeados de múltiples herramientas para cada trabajo concreto, y a depender de máquinas a la hora de construir nuestras viviendas, fábricas, carreteras etc. nos resulta terriblemente difícil comprender la forma en que nuestros antepasados, que no conocían el uso de la rueda, pudieron ser capaces de transportar y colocar en su lugar enormes bloques de piedra, algunos de 250 toneladas de peso.

Los especialistas se debaten entre dos posibles estrategias, considerando que la tecnología no varió en ambos supuestos: o bien intervinieron pocas personas durante un largo periodo de tiempo; o al contrario, mucha gente actuando en periodos mucho más “cortos”. Cualquiera de las dos posibilidades trae consigo profundas connotaciones sociales, como lo son la existencia de poblados más o menos grandes en las inmediaciones, la jerarquización de la sociedad en castas o en función de trabajos especializados, la posibilidad de que hubiera una casta “sacerdotal” que guiara y alentara la construcción etc.

Hoy en día se estima más plausible que no hubiera “arquitectos” o personas que de forma individual atesoraran los conocimientos de las técnicas constructivas sino, al contrario, su edificación debió ser resuelta ―técnicamente hablando― dentro de la tradición del grupo. Los conocimientos se transmitirían de padres a hijos como otras muchas habilidades y destrezas sin requerir especialización de ningún tipo (estamos descartando por tanto la existencia de una división social del trabajo, que no parece que se diera en la Prehistoria europea hasta mucho después del megalitismo).

Las labores de construcción se iniciaban con la realización de ofrendas y sacrificios propiciatorios, como ha constatado la arqueología al observar estos rituales en las labores de  minería, antes de la construcción de una tumba o al fundar un poblado. Acto seguido se procedía a la orientación astronómica de la construcción aunque, como ya hemos comentado en el caso concreto de Menga, debemos destacar su relación visual con La Peña, desconociéndose más detalles de esta particular conducta.

Una vez establecido el lugar y la orientación del monumento darían comienzo los trabajos de desbrozado y la retirada de la tierra hasta alcanzar la base de roca del sustrato. A continuación se excavaría una gran zanja perimetral, lugar donde se colocarían verticalmente los ortostatos.

Al mismo tiempo, o con anterioridad a la realización de estos trabajos, debían de estar preparadas las grandes piedras que conformarían la construcción. Estudios recientes han confirmado que para el dolmen de Menga se emplearon calcarenita y/o calcirudita poco cementada y rudita (brecha) con matriz calcárea obtenida de los alrededores. Con respecto a la propia tarea de extracción de estas losas en las canteras se emplearían picos, hachas y paletas en conjunción con el fuego y el agua. Esta técnica saca partido de los cambios de temperatura y ya era utilizada en la minería por ejemplo: se calentaba mediante hogueras la superficie de la roca para, cuando se alcanzaba la máxima temperatura, enfriarla rápidamente vertiendo agua sobre la zona. Esto provocaba la aparición, por el fuerte contraste térmico, de grietas y fisuras que eran agrandadas con el empleo de herramientas. Una vez extraídas, el labrado posterior de las losas se realizaría mediante el piqueteado de algunas de las caras de las piezas.

El transporte de estas piedras al lugar definitivo posiblemente sea uno de los temas sobre los que existen más dudas. El método más probable ―sin descartar otros― pudo ser el siguiente:

  1. Se construirían unos raíles de madera sobre el terreno que se untarían con grasa animal para facilitar el deslizamiento y evitar el desgaste.
  2. Sobre ellos se colocarían, transversalmente, una serie de troncos sueltos.
  3. Sobre dichos “rodillos” se podrían desplazar las grandes piedras bien directamente o empleando una estructura a modo de trineo que se moviera sobre ellos. Los rodillos que quedaran atrás se irían situando delante, en un movimiento continuo que llevaría las piedras hasta las inmediaciones del lugar donde se construyera el dolmen.

Una vez en el lugar de la edificación, las losas deberían deslizarse, de manera similar a la arriba descrita, pero ahora por rampas o planos inclinados (una vez finalizados los trabajos, estas rampas formarían el arranque del túmulo que cubre todo el sepulcro). Así los ortostatos se deslizarían por ellas hasta caer, inclinados, en el surco o canal que formaba el perímetro de la construcción. Acto seguido serían izados desde el exterior del sepulcro utilizando palancas, y desde el interior tirando mediante cuerdas y correas. Cuando cada piedra alcanzaba la posición vertical se calzaban con cantos de mediano tamaño y se rellenaba también el espacio que quedaba entre su cara exterior y el interior de la zanja hasta conseguir la estabilidad definitiva.

Una vez colocados todos los ortostatos que formaban las “paredes” del sepulcro, así como los tres pilares centrales, se procedería a colmatar todo el espacio interior de tierra y piedras hasta la misma altura de los ortostatos.

Para la finalización de los trabajos solo quedaría desplazar horizontalmente las losas que formarían la cubierta y se vaciaría la tierra del interior del sepulcro quedando definitivamente conformado el espacio arquitectónico. El túmulo que cubre toda la construcción se formaría por simple acarreo de tierra y rocas de menor tamaño.

A pesar de lo que hemos contado hasta ahora, las palabras nunca son suficientes para describir la sensación de viaje al pasado que se experimenta al visitar estos lugares. Por ello la mejor forma de terminar esta anotación es dejarles con un vídeo del interior de la construcción:

 

Nota

Todas las imágenes (salvo las relativas al proceso de construcción del monumento que proceden de la guía oficial) han sido tomadas por el autor.

Más información

Estudio científico de los megalitos. La geoarqueología.

– Estudio petrográfico de los materiales de los Dólmenes de Antequera.

Publicado por José Luis Moreno en HISTORIA, 6 comentarios