Málaga prehistórica: el dolmen de Menga

     Última actualizacón: 2 mayo 2018 a las 16:47

Lo primero que tenemos que señalar del monumento megalítico de Menga (popularmente llamado dolmen de Menga) es que su construcción tuvo como fin albergar enterramientos humanos; constituye por tanto un auténtico sepulcro donde se llevaron a cabo inhumaciones colectivas. Sus dimensiones vienen a ser semejantes a las de otras construcciones de este tipo que podemos encontrar en gran parte de la geografía española: tiene una longitud de 27,50 metros, la altura aumenta progresivamente desde la entrada (con 2,70 metros) hasta la cabecera donde alcanza los 3,50 metros, y presenta una anchura máxima de 6 metros.

El megalitismo (de mega, grande; y lithos, piedra) se inició en la parte occidental de Europa en pleno Neolítico. La construcción de monumentos con grandes bloques de piedra constituye un hecho común que comparten diversas culturas en un periodo temporal que abarca desde el quinto hasta el segundo milenio antes del presente (en algunos lugares perduró hasta el primer mileno a.C.).

Determinar las fechas de su construcción es una tarea difícil. Debemos tener presente que las construcciones megalíticas nunca se finalizan ya que es frecuente que a lo largo de su historia se produzcan modificaciones o reestructuraciones (entre los primeros trabajos y el abandono definitivo del lugar pueden pasar miles de años). En cualquier caso, los arqueólogos vienen manejando para el megalitismo en Andalucía el periodo comprendido entre el 4.500 y el 2.500/2.200 a.C.

Entrada al monumento.

Su estructura está formada por grandes losas de piedra verticales (llamadas ortostatos) que conforman un corredor que desemboca en una gran cámara semicircular. Las losas de cierre (llamadas cubiertas) constituyen el techo del monumento y, como las verticales, se unen entre sí a piedra seca, es decir, sin utilizar ningún tipo de argamasa o mortero (más adelante entraremos en detalles sobre su construcción). Este conjunto se halla cubierto por un túmulo o montículo artificial de tierra y piedras que lo cubría casi por completo. De esta forma, la estructura interna no se podía ver desde el exterior.

Se conservan los restos de dos ortostatos semiderruidos en la parte superior ―uno a cada lado de la entrada― que conforman un espacio previo al corredor que recibe el nombre de atrio. Hablando con propiedad se trata de una parte más del corredor aunque, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de “recibidor”.

El corredor en sí está compuesto por cuatro ortostatos a izquierda y otros tantos a la derecha. Como detalle a destacar, en el segundo ortostato de la izquierda vemos una serie de tallas con forma de cruz, y otra con forma de estrella. Estos motivos o iconos son muy frecuentes en el arte megalítico europeo, aunque sobre estos en concreto se ha discutido mucho y los investigadores están divididos: algunos sostienen que son de época prehistórica; mientras hay quien afirma que son restos de la ocupación posterior que ha tenido el lugar durante muchas fases de la historia más reciente.

 

La cámara ―sin duda el elemento central del monumento― ocupa casi tres cuartas partes del total conservado. Tiene una planta alargada y oval y está formada por siete ortostatos en cada lateral y una gran losa al fondo que constituye la cabecera del sepulcro. Estos ortostatos pueden alcanzar hasta los 4,7 metros de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, con un grosor en torno al metro y medio. Algunas de las losas de la cubierta ronda las 250 toneladas de peso, motivo por el que se levantaron tres grandes pilares que coinciden con la unión de las cuatro losas que conforman el techo de la cámara. Mucho se ha discutido acerca de la presencia de estos pilares ―su función y significado― ya que es un recurso empleado en muy contadas ocasiones en el megalitismo europeo (estos pilares dan al conjunto un aspecto más habitacional que funerario).

 

 

En las excavaciones arqueológicas del año 2005 se localizó, entre el último pilar y la losa de cierre de la cámara un pozo de 19,50 metros de profundidad que ya fue excavado en 1842 por Rafael Mitjana y se discute sobre su naturaleza, cronología y función.

El conjunto arquitectónico se cubre con un túmulo de 50 metros de diámetro y está orientado hacia el noreste (un acimut de 45o), es decir, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano. Esta orientación es totalmente anómala en este contexto cultural (el propio dolmen de Viera, separado unas decenas de metros, se encuentra orientado a levante siguiendo los patrones estándar de la península ibérica). Para encontrar la razón de esta anomalía basta con mirar hacia el exterior del sepulcro desde los pilares: el monumento está perfectamente alineado con La Peña, una montaña que recuerda por su forma un rostro humano surgiendo de la tierra.

Método constructivo

Quizás el aspecto que más nos sorprende cuando visitamos estos monumentos es tratar de entender la forma en que fueron levantados. Estando como estamos acostumbrados a vivir rodeados de múltiples herramientas para cada trabajo concreto, y a depender de máquinas a la hora de construir nuestras viviendas, fábricas, carreteras etc. nos resulta terriblemente difícil comprender la forma en que nuestros antepasados, que no conocían el uso de la rueda, pudieron ser capaces de transportar y colocar en su lugar enormes bloques de piedra, algunos de 250 toneladas de peso.

Los especialistas se debaten entre dos posibles estrategias, considerando que la tecnología no varió en ambos supuestos: o bien intervinieron pocas personas durante un largo periodo de tiempo; o al contrario, mucha gente actuando en periodos mucho más “cortos”. Cualquiera de las dos posibilidades trae consigo profundas connotaciones sociales, como lo son la existencia de poblados más o menos grandes en las inmediaciones, la jerarquización de la sociedad en castas o en función de trabajos especializados, la posibilidad de que hubiera una casta “sacerdotal” que guiara y alentara la construcción etc.

Hoy en día se estima más plausible que no hubiera “arquitectos” o personas que de forma individual atesoraran los conocimientos de las técnicas constructivas sino, al contrario, su edificación debió ser resuelta ―técnicamente hablando― dentro de la tradición del grupo. Los conocimientos se transmitirían de padres a hijos como otras muchas habilidades y destrezas sin requerir especialización de ningún tipo (estamos descartando por tanto la existencia de una división social del trabajo, que no parece que se diera en la Prehistoria europea hasta mucho después del megalitismo).

Las labores de construcción se iniciaban con la realización de ofrendas y sacrificios propiciatorios, como ha constatado la arqueología al observar estos rituales en las labores de  minería, antes de la construcción de una tumba o al fundar un poblado. Acto seguido se procedía a la orientación astronómica de la construcción aunque, como ya hemos comentado en el caso concreto de Menga, debemos destacar su relación visual con La Peña, desconociéndose más detalles de esta particular conducta.

Una vez establecido el lugar y la orientación del monumento darían comienzo los trabajos de desbrozado y la retirada de la tierra hasta alcanzar la base de roca del sustrato. A continuación se excavaría una gran zanja perimetral, lugar donde se colocarían verticalmente los ortostatos.

Al mismo tiempo, o con anterioridad a la realización de estos trabajos, debían de estar preparadas las grandes piedras que conformarían la construcción. Estudios recientes han confirmado que para el dolmen de Menga se emplearon calcarenita y/o calcirudita poco cementada y rudita (brecha) con matriz calcárea obtenida de los alrededores. Con respecto a la propia tarea de extracción de estas losas en las canteras se emplearían picos, hachas y paletas en conjunción con el fuego y el agua. Esta técnica saca partido de los cambios de temperatura y ya era utilizada en la minería por ejemplo: se calentaba mediante hogueras la superficie de la roca para, cuando se alcanzaba la máxima temperatura, enfriarla rápidamente vertiendo agua sobre la zona. Esto provocaba la aparición, por el fuerte contraste térmico, de grietas y fisuras que eran agrandadas con el empleo de herramientas. Una vez extraídas, el labrado posterior de las losas se realizaría mediante el piqueteado de algunas de las caras de las piezas.

El transporte de estas piedras al lugar definitivo posiblemente sea uno de los temas sobre los que existen más dudas. El método más probable ―sin descartar otros― pudo ser el siguiente:

  1. Se construirían unos raíles de madera sobre el terreno que se untarían con grasa animal para facilitar el deslizamiento y evitar el desgaste.
  2. Sobre ellos se colocarían, transversalmente, una serie de troncos sueltos.
  3. Sobre dichos “rodillos” se podrían desplazar las grandes piedras bien directamente o empleando una estructura a modo de trineo que se moviera sobre ellos. Los rodillos que quedaran atrás se irían situando delante, en un movimiento continuo que llevaría las piedras hasta las inmediaciones del lugar donde se construyera el dolmen.

Una vez en el lugar de la edificación, las losas deberían deslizarse, de manera similar a la arriba descrita, pero ahora por rampas o planos inclinados (una vez finalizados los trabajos, estas rampas formarían el arranque del túmulo que cubre todo el sepulcro). Así los ortostatos se deslizarían por ellas hasta caer, inclinados, en el surco o canal que formaba el perímetro de la construcción. Acto seguido serían izados desde el exterior del sepulcro utilizando palancas, y desde el interior tirando mediante cuerdas y correas. Cuando cada piedra alcanzaba la posición vertical se calzaban con cantos de mediano tamaño y se rellenaba también el espacio que quedaba entre su cara exterior y el interior de la zanja hasta conseguir la estabilidad definitiva.

Una vez colocados todos los ortostatos que formaban las “paredes” del sepulcro, así como los tres pilares centrales, se procedería a colmatar todo el espacio interior de tierra y piedras hasta la misma altura de los ortostatos.

Para la finalización de los trabajos solo quedaría desplazar horizontalmente las losas que formarían la cubierta y se vaciaría la tierra del interior del sepulcro quedando definitivamente conformado el espacio arquitectónico. El túmulo que cubre toda la construcción se formaría por simple acarreo de tierra y rocas de menor tamaño.

A pesar de lo que hemos contado hasta ahora, las palabras nunca son suficientes para describir la sensación de viaje al pasado que se experimenta al visitar estos lugares. Por ello la mejor forma de terminar esta anotación es dejarles con un vídeo del interior de la construcción:

 

Nota

Todas las imágenes (salvo las relativas al proceso de construcción del monumento que proceden de la guía oficial) han sido tomadas por el autor.

Más información

Estudio científico de los megalitos. La geoarqueología.

– Estudio petrográfico de los materiales de los Dólmenes de Antequera.

Artículo
Málaga prehistórica: el dolmen de Menga
Título del artículo
Málaga prehistórica: el dolmen de Menga
Descripción
En esta anotación describimos el sepulcro megalítico de Menga, en Antequera (recientemente considerado Patrimonio de la Humanidad), explicando el método empleado en su construcción.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

6 comentarios

podrias hablar acerca de su aspecto estetico

Hola Gonzalo. Pues tienes mucha razón. Aunque las cuestiones estéticas pueden ser más subjetivas, coincido en que es un aspecto muy relevante. Lo tendré en cuenta. Muchas gracias!

Espectaculares las fotos del interior y la de la montaña desde la boca del Dolmen. Con esta última, tengo una pequeña dudilla… Ya sé que los procesos geológicos son lentos, pero, ¿No es posible que el perfil de la montaña haya cambiado algo en los últimos 4.000 años? No quiero decir que la hipótesis de la orientación basada en ese rostro humano sea incorrecta, simplemente que quizá no sea exactamente el rostro que vieron sus constructores. Estupendo artículo.

Es una pregunta importantísima. Según las investigaciones que se han llevado a cabo en la zona, se ha constatado que el perfil geológico no ha variado significativamente los últimos miles de años, por lo que la hipótesis de la orientación del dolmen de Menga es bastante plausible.

En cualquier caso, Michael Hoskin (de la Universidad de Cambridge) ha analizado la cuestión en profundidad y recalca que los monumentos megalíticos (en general) presentan una orientación concreta, la mayoría de los casos relacionada con el cielo (ya sea con el Sol, la Luna o alguna estrella singular):

recordemos que el cultivo de los alimentos tenía prioridad frente a la construcción de dólmenes, y que sólo cuando la cosecha se había recogido y los alimentos para el invierno estaban asegurados, la gente estaba libre para embarcarse en la construcción de los dólmenes. Es evidente que se requería que los dólmenes miraran al sol (o a la luna) en algún momento u otro, y la manera más sencilla de garantizarlo hubiera sido construir la tumba en dirección a la salida del sol (o de la luna) del día en el que empezaban a construirlo. De hecho, esto llegó a ser práctica común en la construcción de las Iglesias cristianas.

Sin embargo reconoce que el caso de Menga es muy particular. Continúa el investigador británico:

lo más excepcional es una orientación al norte de la salida del sol en pleno verano; es decir, en una dirección en la que el sol nunca puede ser visto. Mi opinión —y esto no es más que una opinión— es que la orientación de Menga no está motivada por lo celestial, sino por lo terrenal, y que mira hacia la extraordinaria montaña, la Peña de los Enamorados, a 7 kilómetros de Antequera. Es el único dolmen andaluz que conozco que parece mirar a un “blanco” terrestre; de hecho, según mis conocimientos –y mis investigaciones abarcan aproximadamente tres mil tumbas en total— este es el único dolmen en Europa continental o en el Mediterráneo.

Por otro lado, los estudios preliminares del marco territorial y paisajístico de los dólmenes de Antequera realizados por Leonardo García Sanjuán y David W. Wheatley han aportado datos fundamentales. Sus conclusiones sobre este particular son que:

La cronología provisionalmente atribuida a los motivos gráficos del abrigo de Matacabras y al complejo tecnológico lítico de Piedras Blancas I permite plantear la hipótesis de que la singular orientación de Menga se podría explicar en tanto que dispositivo orientador (una especie de brújula de su propio tiempo pasado) para la materialización de la memoria colectiva de sus constructores, que integraron la sobresaliente formación rocosa de la Peña, los signos grabados en su monumental pared norte y la visibilidad-orientación de Menga, en un elaborado discurso ideológico, un discurso que, a la vista de las constatadas reutilizaciones en la Edad del Bronce y época romana en Menga, los habitantes de la vega de Antequera continuaron reconociendo y respetando durante siglos.

Dejo los enlaces directos a los artículos que he tomado de referencia por si te interesa profundizar algo más en esta cuestión:

La arqueoastronomía de Antequera

El marco territorial de los dólmenes de Antequera: valoración preliminar de las primeras investigaciones

Muchas gracias por tu interés.

Gracias a ti por la completísima respuesta José Luis. Un placer leerte.

[…] En esta anotación describimos el sepulcro megalítico de Menga, en Antequera, explicando el método empleado en su construcción.  […]

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