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Beringia y la entrada en América (y III)

Beringia y la entrada en América (y III)

     Última actualizacón: 15 mayo 2020 a las 16:16

Dos modelos acerca de la colonización de América

El modelo del «poblamiento rápido»

Como indicamos en la primera parte de esta serie de anotaciones, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió Beringia en lo que hace referencia al poblamiento de América. Algunos sostienen que las poblaciones que migraron hacia América se detuvieron en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en los nativos americanos. Es decir, Beringia pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco, actuando como un «refugio» ante el duro clima circundante.

Sin embargo, otros defienden que Beringia no fue más que un mero «pasillo», un «puente» que tanto los grandes mamíferos como nuestros antepasados se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente: se trata de la llamada hipótesis del «poblamiento rápido», y según este modelo el aislamiento se habría producido en Asia y no en la masa terrestre de Beringia.

Su argumentación es la siguiente: dado que desde hace 40000 años las masas de hielo de los glaciares cubrían gran parte de lo que hoy es Alaska y Canadá –impidiendo el paso hacia América 1–, los primeros pobladores del continente hubieron de esperar hasta que se formaron unos corredores tras la retirada del hielo, bien por la costa (hace unos 15000 años), o bien por el interior (hace entre 14000 y 13500 años).

Analicemos los datos que apoyan esta versión.

Datos arqueológicos

Las herramientas de yacimientos como Swan Point, en el centro de Alaska, datado en 14000 años de antigüedad; el de Nenana, con una antigüedad de entre 13800 y 13000 años; y el de Ushki en Kamchatka (13000 años), constituyen las pruebas arqueológicas más tempranas y fiables que se han hallado hasta el momento en el este de Beringia.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que el registro arqueológico de los corredores que quedaron libres de hielo ya dentro del continente americano, aunque mejora con los recientes estudios y a pesar de que hay resultados prometedores, todavía es insuficiente para resolver algunas de las dudas que quedan pendientes en lo tocante a la presencia de poblaciones humanas.

Por lo tanto, los defensores del «poblamiento rápido» se apoyan en la ausencia de pruebas arqueológicas, en la falta de un enlace claro entre el yacimiento siberiano de Yana RHS (que analizamos en la segunda parte de esta serie) y Swan Point 2.

La combinación de datos genéticos y arqueológicos de Siberia, Beringia y de América sugieren que los humanos llegamos al continente americano desde el sur de Siberia poco después del UMG, hace unos 15000 años. Tomado de Goebel, Waters, y O’Rourke (2008).

El no haber encontrado yacimientos más antiguos hace suponer que las duras condiciones climáticas impidieron el poblamiento de América antes de que el deshielo de los glaciares hace aproximadamente 14000 años, permitiera el paso seguro. Los yacimientos de Monte Verde en Chile, Schaefer y Hebior, apuntan a esa época como la de la primera presencia humana en América. Estos yacimientos, junto a los de Meadowcroft, Page-Ladson y la cueva de Paisley, podrían representar el estrato más antiguo de la prehistoria americana y, por tanto, el origen de la cultura Clovis.

Si Beringia no fue un «refugio», ¿dónde se detuvieron las poblaciones en su camino a América mientras mejoraban las condiciones climáticas?

Dos investigadores 3 han analizado la tecnología de microláminas de diferentes yacimientos del noreste de Asia y de Beringia para concluir que la situación climática durante el UMG llevó a las poblaciones hacia las islas de Sajalín y Hokkaido. Por lo tanto, defienden que la migración desde el interior de Siberia se produjo en primer lugar hacia sur y el este, no directamente hacia Beringia.

Durante el UMG ambas islas estaban unidas entre sí y, al mismo tiempo, con tierra firme. Desde hace 26000 años, los signos de habitación humana en esta región aumentan bruscamente, lo que demostraría la existencia de un flujo más o menos constante de llegada de personas. Y esto sucede poco después de que el número de yacimientos humanos en el sur de Siberia descienda bruscamente, como si la gente se estuviera desplazando de un lugar a otro. Para ellos, el «refugio» no estuvo en Beringia sino en la península formada por esas islas.

Información genética

El trabajo de Raghavan et al. (2015) que analizamos en la anterior anotación planteaba que las duras condiciones climáticas habían provocado el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, que conllevó a su vez el aislamiento genético. Ofrecieron como fecha más probable para esta separación la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, cuando el puente de Beringia quedó sumergido bajo el mar. Respecto a la cuestión de si ese aislamiento se había producido en Siberia o en Beringia quedó sin respuesta.

Los análisis completos tanto de ADN moderno como antiguo indican que las poblaciones de nativos americanos divergieron de sus antepasados asiáticos hace no más de 23000 años, demasiado poco tiempo para que tuviera lugar el aislamiento genético defendido por la «hipótesis de la parada en Beringia».

Por otro lado, recientes estudios de ADN 4 sugieren que esa divergencia se produjo mucho antes, hace 36000 años –con una separación definitiva hace entre 25000 y 20000 años–, lo que supondría que la separación geográfica entre las poblaciones se produjo mucho antes de lo que sugiere la «hipótesis de la parada en Beringia».

En cualquier caso debemos ser cautos con este tipo de estudios genéticos: el cálculo del reloj molecular puede plantear problemas metodológicos, es decir, la estimación de la tasa de mutación que sirve ­para establecer fechas aún no es una cuestión zanjada. Por ello, pese al hallazgo en el ártico canadiense (yacimiento de Bluefish) de marcas de corte en huesos con una antigüedad de 23700 años, y que podría documentar la presencia humana en el este de Beringia, el hecho de que sea un yacimiento aislado y que no se hayan recuperado herramientas de piedra o pruebas del uso del fuego plantean dudas acerca de si esos yacimientos demuestran realmente la presencia humana continuada en la región.

Volviendo al patrón genético que vemos en los múltiples estudios que se están realizando, puede haber una explicación alternativa: el «surfing»genético. Se trata de un cambio genético acelerado que se produce cuando una población pequeña se extiende muy rápido por un área geográfica muy grande 5. Esta podría ser una explicación alternativa a la que han ofrecido los defensores de la parada en Beringia.

Paleoecología

Varios estudios apuntan a que la migración hacia América fue viable hace unos 18000 años, al confirmar que el margen occidental de la capa de hielo que constituía el Glaciar de la Cordillera se había retirado antes de lo que se pensaba. Este temprano deshielo dejó expuestas numerosas islas que podrían haber sido utilizadas por las primeras personas que emigraron hacia el sur dentro del continente 6.

En 2016 7 se publicaron los primeros resultados del análisis de un enorme yacimiento SITUADO en el Ártico central de Siberia, datado en alrededor de 48000 años. Se encontraron los huesos de un mamut con evidentes marcas de corte. Este yacimiento amplía el área de poblamiento hasta casi los 72° N. La capacidad de nuestros antepasados para cazar mamuts les permitió sobrevivir y extenderse ampliamente por la Siberia ártica más septentrional y supuso un cambio cultural y adaptativo notable. Y lo que es más importante, la presencia de Homo sapiens en esta zona cercana al puente de Beringia pudo haberles brindado la oportunidad de entrar en el Nuevo Mundo antes del UMG.

Yacimiento SK. Los restos de un mamut con evidentes marcas de corte y de haber sido manipulado tras su muerte, demuestran la presencia humana en la región hace unos 49000 años. Tomado de Pitulko et al (2016).

En cualquier caso, como hemos venido comentado, el mayor problema a la hora de establecer cuándo y cómo se produjo la entrada en América es la ausencia de pruebas físicas directas de la ocupación humana de Beringia que permitan poner a prueba las interpretaciones de los datos genéticos.

Conclusiones

Con todos los datos sobre la mesa, lo que podemos afirmar con seguridad es que la colonización de Beringia no se produjo al mismo tiempo que el poblamiento de América. Mucho antes de la entrada de los humanos en el nuevo continente se asentaron en la parte norte de Eurasia. Contamos con bastantes pruebas de que Homo sapiens colonizó la región hace entre 50000 y 40000 años.

Sin embargo la hipótesis de la «parada en Beringia» sólo podrá confirmarse cuando se encuentren fósiles humanos o pruebas arqueológicas fehacientes de la presencia de poblaciones en Beringia durante el UMG y pruebas que vinculen esas poblaciones con uno o varios de los linajes de Nativos Americanos que se dispersaron a lo largo del hemisferio occidental después de hace 15000 años (cuando terminó el UMG).

Por otro lado, unir el registro arqueológico con los datos genéticos es complicado. Por ejemplo, los movimientos a gran escala de las personas y sus genes pueden producirse de diferentes formas. Además de «colonizar» una región que estuviera desocupada con anterioridad, los migrantes también pudieron acceder a regiones que ya estaban ocupadas por otras poblaciones y, gradualmente, relacionarse con ellos. Pero también existe la posibilidad de que se produjera un completo reemplazo físico de los habitantes preexistentes.

Como estamos acostumbrados a decir en este blog, serán necesarios más hallazgos, nuevas investigaciones, la aplicación de métodos novedosos, para poder despejar las dudas que envuelven a un tema de tanta importancia como fue la forma en que nuestros antepasados llegaron al continente americano.

Esperamos contarlos en esta bitácora.

Referencias

Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

Buvit, I. y Terry, K. (2016), «Outside Beringia: Why the northeast asian Upper Paleolithic record does not support a long standstill model«. PaleoAmerica, vol. 2, núm. 4, p. 281-285.

Darvill, C. M., et al. (2018), «Retreat of the western Cordilleran ice sheet margin during the last deglaciation«. Geophysical Research Letters, vol. 45, núm. 18, p. 9710-9720.

Goebel, T.; Waters, M. R. y O’Rourke, D. H. (2008), «The Late Pleistocene dispersal of modern humans in the Americas«. Science, vol. 319, núm. 5869, p. 1497-1502.

Hoffecker, J. F., et al. (2016), «Beringia and the global dispersal of modern humans«. Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 25, núm. 2, p. 64-78.

Hoffecker, J. F.; Elias, S. A. y  O’Rourke, D. H. (2014), «Out of Beringia?». Science, vol. 343, núm. 6174, p. 979-980.

Lesnek, A. J., et al. (2018), «Deglaciation of the Pacific coastal corridor directly preceded the human colonization of the Americas«. Science Advances, vol. 4, núm. 5, p.

Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.

Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.

Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.

Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.

Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.

Pitulko, V. V., et al. (2016), «Early human presence in the Arctic: Evidence from 45,000-year-old mammoth remains«. Science, vol. 351, núm. 6270, p. 260-263.

Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.

Pringle, H. (2014), «Welcome to Beringia«. Science, vol. 343, núm. 6174, p. 961-963.

Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.

Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.

Watson, T. (2017), «News Feature: Is theory about peopling of the Americas a bridge too far?«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 114, núm. 22, p. 5554-5557.

Bibliografía recomendada

Goebel, T. y Buvit, I. (2011), From the Yenisei to the Yukon. Interpreting lithic assemblage variability in Late Pleistocene-Early Holocene Beringia. College Station: Texas A&M University Press, 416 p.

West, F. H. y West, C. F. (1996), American beginnings. The prehistory and palaeoecology of Beringia. Chicago: University of Chicago Press, xxi, 576 p.

Notas

  1. Quienes defienden esta hipótesis ven cualquier afirmación de una colonización de América antes de esa fecha con mucho escepticismo.
  2. Aunque, por el contrario, se argumenta que ese vacío de 16000 años en el registro arqueológico se debe a que los yacimientos que podrían arrojar luz sobre esta cuestión están bajo el agua.
  3. Buvit y Terry (2016).
  4. Como el de Moreno-Mayar et al. (2018).
  5. Un ejemplo de este proceso se ha analizado en relación a la tortuga mora en Murcia.
  6. Ver, en este sentido, Lesnek et al. (2018) y Darvill et al. (2018).
  7. Pitulko et al (2016).
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios
Beringia y la entrada en América (II)

Beringia y la entrada en América (II)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 19:18

Dos modelos acerca de la colonización de América

La hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis)

Esta versión acerca de la forma en que se colonizó América implica que hubo poblaciones en Beringia hace 30000 años y que dispusieron de recursos suficientes durante el UMG para sobrevivir. Por lo tanto, deberíamos ser capaces de encontrar yacimientos en Siberia a latitudes mayores de los 60º N con una antigüedad de entre 40000 y 30000 años (especialmente en la parte occidental); también tendrían que existir yacimientos en la zona central de Beringia que ronden los 30000 años de antigüedad y que hubieran existido durante todo el UMG; y por último, un registro arqueológico de las herramientas y modos de vida de aquellas poblaciones genéticamente diferenciadas de las que llegaron de Asia y que dieron lugar finalmente a los nativos americanos.

Datos arqueológicos

Como adelantamos en la anotación anterior, las pruebas arqueológicas que apoyarían el modelo de una estancia prolongada en Beringia son limitadas. Contamos con bastantes datos que atestiguan la presencia de grupos humanos antes del UMG en la parte occidental de Beringia –la parte «siberiana» de la región– pero carecemos de pruebas sólidas de esos asentamientos en el resto de Beringia.

Lo primero que debemos tener claro es que nuestros antepasados tuvieron que aprender a subsistir en el clima extremo del ártico siberiano. Y eso es precisamente lo que vemos en los yacimientos paleolíticos del río Yana, situados en la parte occidental de Beringia. Concretamente, el yacimiento Yana RHS (por las siglas en inglés de Rhinoceros Horn site, yacimiento del cuerno de rinoceronte) es el más antiguo encontrado hasta la fecha con una datación de 32000 años 1.

Está formado por varios estratos congelados y bien conservados donde se recuperaron artefactos de piedra (más de 100) y restos de animales con cuyos huesos se habían fabricado distintos objetos: tenemos, por ejemplo, un mango para una lanza hecha con hueso de rinoceronte (de ahí el nombre del yacimiento); lo que parece un punzón de hueso de lobo (con cortes que sirvieron para facilitar el amarre de alguna punta); y también agujas para coser 2. Además, los ocupantes del yacimiento cazaron bisontes, renos, caballos, zorros árticos y pájaros. Algunos de esos objetos han sido datados y arrojan una antigüedad de 24000 y 21000 años 3, lo que demostraría que no abandonaron el lugar incluso a pesar de que el clima se había vuelto mucho más frío y seco. En definitiva, todo apunta a que en Yana RHS se asentó de forma más o menos permanente una población muy bien adaptada a la vida en el Ártico.

Algunos de los objetos recuperados en el yacimiento Yana RHS.

Después de Yana RHS, el registro arqueológico se vuelve más difuso, aunque contamos con otros yacimientos de una antigüedad similar en Siberia central (Nepa, Alekseevsk) y en la parte europea de Rusia (Mamontovaya Kurya, Byzovaia). Estos hallazgos confirman que estas poblaciones estaban bien equipadas y perfectamente adaptadas para soportar un clima de frío intenso poco tiempo después de llegar desde el sur.

Por otro lado, en la parte oriental de Beringia, en unos depósitos junto al río Inmachuk (noroeste de Alaska), se encontró un fragmento de colmillo de mamut con marcas datado en unos 40000 años. Sin embargo, asociar estos restos con una presencia humana antes del UMG en el este de Beringia resulta problemático ya que, como reconocen los autores del artículo donde se analizó el hallazgo 4, lo más probable es que el colmillo fuera recogido aún fresco tras el deshielo y fuera trabajado por habitantes más recientes de la zona.

En cualquier caso, en «el lado canadiense» de Beringia tenemos que mencionar las cuevas Bluefish, donde se han recuperado unos huesos con marcas de corte que demostrarían que nuestros antepasados habitaron –aún de forma ocasional– en el este de Beringia durante el UMG, hace por los menos 24000 años.

Los restos humanos más antiguos hallados en Siberia corresponden al yacimiento de Mal’ta (MA-1 es el nombre del ejemplar estudiado) y han sido datados en 24000 años 5. Por otro lado, los fósiles recuperados en la cueva de Tianyuan y Yamashita-cho (situada en el este de Asia) se han datado en el periodo clave de entre hace 42000 y 36000 años 6.

En definitiva, la escasez de pruebas arqueológicas contundentes ha hecho que la mayoría de investigadores ponga en duda que realmente hubiera pobladores en el centro de Beringia durante el UMG. Sin embargo, y esto es muy importante, debemos tener en cuenta que la ausencia de yacimientos puede deberse a que nadie vivía allí, o a que no hemos sido capaces de encontrarlos debido, entre otras cosas, a la subida del nivel del mar.

Por suerte, aparte de la información que nos aporta la arqueología disponemos de otras fuentes para completar el cuadro.

Información genética

Los datos obtenidos del estudio de los marcadores genéticos, del ADN mitocondrial (ADMmt, o mitogenoma) y del cromosoma Y, indican que todos los nativos americanos actuales provienen de Asia, y que todos ellos descienden de una misma población. Además, su diversidad genética se agrupa en cinco haplogrupos de ADNmt (A, B, C, D y X) y dos del cromosoma Y (C y Q) que encontramos en las poblaciones indígenas del sur de Siberia. Si usamos la tasa de variación actual del ADNmt y del cromosoma Y como un reloj, veremos que los seres humanos (recordar que todos los restos hallados en América pertenecen a nuestra especie Homo sapiens) se dispersaron por Asia central hace alrededor de 40000 años.

Un estudio de ADNmt publicado en 2007 7 planteó por primera vez la hipótesis de la «parada en Beringia» (Beringian standstill hypothesis en inglés) 8. Según esta hipótesis, las poblaciones asiáticas probablemente llegaron a Beringia antes del pico de mayor intensidad del UMG (la máxima extensión de los glaciares duró aproximadamente desde hace 27000 años hasta hace 19000 años). Una vez en Beringia, los migrantes no pudieron continuar debido a que las masas de hielo bloqueaban el acceso al resto de América. Solo pudieron reanudar su camino tras el inicio del deshielo y la apertura de las rutas costeras.

Para llegar a esta conclusión analizaron el mitogenoma de 601 individuos de América (pertenecientes a 20 poblaciones de todo el continente) junto a 3764 muestras de Asia pertenecientes a 26 poblaciones diferentes. Los resultados revelaron que los americanos poseían tres variaciones únicas –identificadas como subclados «C1b», «C1c» y «C1d»– ampliamente distribuidas por el continente americano y que, sin embargo, no estaban presentes en el ADN mitocondrial de los asiáticos, de quienes descendían. Este patrón, junto a la cronología basada en las tasas de mutación 9, les llevó a concluir que los antepasados de los primeros americanos quedaron aislados de sus parientes asiáticos hace unos 25000 años, haciendo que se acumularan unas mutaciones específicas (los tres subclados descubiertos) antes de que entraran definitivamente en América hace unos 15000 años. Acto seguido se distribuyeron por el nuevo continente no de forma gradual, sino rápidamente. Un análisis de la distribución geográfica de estos marcadores genéticos apuntó a que el lugar más probable donde se pudo producir ese aislamiento fue Beringia.

Modelo de la hipótesis de la «parada en Beringia». Tomado de Tamm, E., et al. (2007).

En 2015 10 conocimos un estudio en el que participaron decenas de investigadores que se propuso resolver, en lo que a nos atañe, tres incógnitas:

  1. Determinar el momento en que se produjo la separación de las poblaciones asiáticas y americanas.
  2. Conocer el número de olas migratorias que llegaron a América.
  3. Averiguar si hubo un aislamiento genético en Beringia.

Para ello se analizaron 31 genomas modernos de América, Siberia y Oceanía; y 23 genomas antiguos de tanto de Norteamérica como Sudamérica (de entre 200 y 6000 años). Los autores concluyeron que todos los nativos americanos forman un grupo monofilético (es decir, que todos descienden de una misma población) que se dividió en dos ramas: la primera representada por los Amerindios (que en este estudio engloba poblaciones del sur de Norteamérica, así como de Centro y Sudamérica); y la segunda por los Atabascas (que son los nativos hablantes de las lenguas atabascanas).

Confirmaron este dato tras comprobar que el momento en que los Amerindios y los Atabascas se separaron de las poblaciones del este de Asia fue muy similar, hace alrededor de 23000 años para ambos grupos. La hipótesis que los investigadores plantean es que las duras condiciones climáticas provocaron el aislamiento geográfico de los antepasados de los nativos americanos, aislamiento geográfico que provocó el genético. La fecha más probable para esta separación es la de 22000 años, aunque parece que el flujo genético continuó hasta hace unos 12000 años, momento que coincide con el aumento del nivel del mar y la desaparición bajo las aguas del puente de Beringia.

La cuestión de si ese aislamiento se produjo en Siberia o en Beringia no obtiene respuesta. Los autores se remiten a futuros análisis genéticos y estudios arqueológicos.

Otro trabajo publicado en 2016 11 secuenció 92 mitogenomas de momias sudamericanas con una antigüedad de entre 8.600 y 500 años (por tanto, precolombinas). Los resultados mostraron que:

  1. La divergencia entre los antepasados de los siberianos y de los nativos americanos se produjo hace 24900 años. Es decir, ese es el último momento en que se puede detectar un flujo genético entre la población de Siberia y la población de la que derivan los nativos americanos.
  2. Las dos poblaciones quedaron completamente aisladas hace entre 24900 y 18400 años. Por lo tanto, el flujo genético se interrumpió en el punto álgido del UMG.
  3. De nuevo, como en el caso anterior, los investigadores no pueden saber si esta separación se produjo en Siberia o Beringia. Plantean que las duras condiciones climáticas llevó a las poblaciones que vivían en los márgenes occidentales de Beringia (la región siberiana) a migrar a los refugios del sur, como sugiere la ausencia de yacimientos arqueológicos más jóvenes que el de Yana RHS. Por el contrario, defienden que cualquier población al este de las penínsulas de Kamchatka y Chukotka no habrían sido capaces de retirarse más al sur del cinturón de hielo de las islas Aleutianas y habrían quedado por tanto aisladas en el este de Beringia.
  4. La presencia de grandes mamíferos en el este de Beringia durante el Pleistoceno Superior –incluido el UMG– indica que la población de la que derivan los nativos americanos usó las regiones de lo que hoy son Alaska y el Yukón como un refugio durante el pico más intenso del UMG. Desgraciadamente, los vacíos geográficos y temporales entre los yacimientos arqueológicos de Yana RHS y Swan Point no permiten ofrecer más detalles de este proceso.
  5. El refugio en la parte oriental de Beringia apoya la hipótesis de la «parada en Beringia». El análisis de los mitogenomas muestra una enorme diversificación de linajes que comenzó hace entre 16000 y 13000 años, lo que indicaría que la entrada en América se produjo en esas fechas ya que el crecimiento de población sería compatible con la llegada a un entorno mucho más favorable.

Además, este aumento de población tuvo lugar al mismo tiempo que se produjo el rápido retroceso de los glaciares a lo largo de la costa noroeste del Pacífico; y teniendo en cuenta la existencia del yacimiento arqueológico de Monte Verde (Chile), con una antigüedad de 14600 años, la migración a todo lo largo de las Américas llevó alrededor de 1400 años.

En definitiva, teniendo en cuenta las fechas del aislamiento genético (entre 24900 y 18400 años) y de la entrada en América (16000 años), los datos sugieren que la «parada» en Beringia pudo durar entre 2400 años y 9000 años.

Por último, el año pasado se publicó 12 el resultado del análisis de ADN de dos niños (USR1 y USR2) recuperados en el yacimiento de Upward Sun River en Alaska (región oriental de Beringia) que cuentan con una antigüedad aproximada de 11500 años.

Para los investigadores, la separación de la población de la que derivan los nativos americanos y los antiguos asiáticos se produjo hace unos 36000 años; y lo más probable es que sucediera en el noreste de Asia (ya que no hay pruebas de poblaciones en Beringia o en noroeste de Norteamérica en este periodo). Por otro lado, el aislamiento de la población fundadora de los nativos americanos tuvo lugar hace 24000 años, momento que se corresponde con una disminución de la información arqueológica de la presencia humana en Siberia.

Modelo para la formación de las diferentes poblaciones de nativos americanos. Tomado de Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018).

El genoma de USR1 nos proporciona la prueba genética directa de que todos los nativos americanos descienden de una misma población tras un único evento fundador en el Pleistoceno Superior. Los descendientes de esta población estuvieron presentes en la parte oriental de Beringia hasta hace al menos 11500 años. En ese momento, una rama de los nativos americanos se estableció en la zona de Norteamérica libre de hielo y se había separado en dos grupos que se convirtieron finalmente en los antepasados de los indígenas de toda América.

En su afán por encontrar nuevas pistas, un equipo de científicos liderados por la bióloga molecular Meriav Meiri e Ian Barnes pusieron el foco de atención en otro inmigrante que atravesó Beringia en su camino hacia el Nuevo Mundo: el ciervo canadiense (Cervus elaphus canadensis). Algunos estudios anteriores apuntaron a que este animal apareció en Alaska hace unos 15000 años, aproximadamente en el mismo momento en que se suponía que los humanos habían llegado allí. Cuando las temperaturas subieron, los ciervos atravesaron rápidamente Beringia para entrar en el continente americano.

Para someter a prueba este planteamiento, Meiri y sus colaboradores recopilaron 113 huesos, astas, y dientes de ciervos antiguos conservados en museos; junto con 74 especímenes de ciervos modernos de Norteamérica y Asia. Los resultados 13 indicaron que los animales entraron en Beringia hace al menos 50000 años, pero que no avanzaron hacia Norteamérica hasta hace 15200 años. Por lo tanto, si los ciervos permanecieron en Beringia, quizás los humanos lo hicieran también.

Paleoecología

El frío extremo y la aridez del UMG tuvieron un impacto global en la vegetación y la vida animal, forzando a las poblaciones humanas a retirarse a distintos «refugios» 14 tanto en el hemisferio sur como en el norte. Debemos recordar que en esta época el noroeste de Europa estaba en gran medida cubierto por las masas de hielo del glaciar Escandinavo; mientras que en América los glaciares Laurentino y de la Cordillera habían crecido sustancialmente.

Los datos paleoecológicos muestran sin embargo que los «refugios» en Beringia fueron más cálidos y aptos para la vida que en la mayor parte del sur de Siberia. Así, el contacto limitado entre los grupos que habitaban diferentes refugios podría explicar la estructura genética que hemos visto en los genomas de sus descendientes.

El estudio del polen en Beringia había demostrado que la vegetación se componía mayoritariamente de pasto (gramíneas), aunque lo cierto es que este tipo de vegetación genera más polen que otros tipos de plantas, por lo que los resultados podían estar sesgados. Nuevos estudios han confirmado sin embargo que la parte hoy sumergida de Beringia estuvo poblada con mucha seguridad con arbustos, una especie de tundra dominada por pequeñas plantas leñosas que sin duda proporcionaron un valioso combustible.

Tanto el estudio del polen como de los insectos sugieren un ambiente que varió en el tiempo: desde grandes bosques en algunas zonas –como en la cabecera del río Kolyma durante los intervalos más cálidos– a la tundra o una mezcla de ambos hábitats en otros lugares. Por ejemplo, hace unos 32000 años, la región del yacimiento Yana RHS estaba dominada por la tundra. Durante esa época, el ecosistema más productivo era el que actualmente se encuentra en las tierras bajas de Chukotka y en la costa sur de Alaska, debido a los efectos de la humedad proveniente del Pacífico Norte que favorecía un aumento de la vegetación.

Los registros de polen indican que este tipo de vegetación se extendió hacia el este (Alaska y el Yukón) hace unos 16000 años. De nuevo, tanto los ciervos como las personas pudieron haber seguido el cambio de vegetación hacia el Nuevo Mundo.

Notas

  1. Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum«. Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.
  2. Pitulko, V. V., et al. (2012), «The oldest art of the Eurasian Arctic: personal ornaments and symbolic objects from Yana RHS, Arctic Siberia«. Antiquity, vol. 86, núm. 333, p. 642-659.
  3. Pitulko, V.; Pavlova, E. y Nikolskiy, P. (2017), «Revising the archaeological record of the Upper Pleistocene arctic Siberia: Human dispersal and adaptations in MIS 3 and 2«. Quaternary Science Reviews, vol. 165, p. 127-148.
  4. Gelvin-Reymiller, C., et al. (2006), «Technical aspects of a worked proboscidean tusk from Inmachuk River, Seward Peninsula, Alaska«. Journal of Archaeological Science, vol. 33, núm. 8, p. 1088-1094.
  5. Richards, M. P., et al. (2001), «Stable isotope evidence for increasing dietary breadth in the European mid-Upper Paleolithic«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 98, núm. 11, p. 6528-6532.
  6. Shang, H., et al. (2007), «An early modern human from Tianyuan Cave, Zhoukoudian, China«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 104, núm. 16, p. 6573-6578.
  7. Tamm, E., et al. (2007), «Beringian standstill and spread of Native American founders«. PLoS ONE, vol. 2, núm. 9, p. e829.
  8. También conocida como el «modelo de incubación en Beringia» (Beringian incubation model).
  9. La estimación de la tasa de mutación fue de 3,5 x 10-8/año/posición; de ahí que el periodo calculado de aislamiento de estas poblaciones antes de su entrada en América fuera de unos 10000 años.
  10. Raghavan, M., et al. (2015), «Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans«. Science, vol. 349, núm. 6250, p. aab3884.
  11. Llamas, B., et al. (2016), «Ancient mitochondrial DNA provides high-resolution time scale of the peopling of the Americas«. Science Advances, vol. 2, núm. 4, p. e1501385.
  12. Moreno-Mayar, J. V., et al. (2018), «Terminal Pleistocene Alaskan genome reveals first founding population of Native Americans«. Nature, vol. 553, núm. 7687, p. 203-207.
  13. Meiri, M., et al. (2014), «Faunal record identifies Bering isthmus conditions as constraint to end-Pleistocene migration to the New World«. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 281, núm. 1776, p. 20132167.
  14. Los «refugios» son áreas que todavía podían ser ocupadas en momentos de aumento de la aridez o de descenso pronunciado de las temperaturas en invierno. Los refugios glaciales eran áreas donde el clima era lo suficientemente suave como para permitir la existencia de recursos con los que hacer frente al clima riguroso.
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Beringia y la entrada en América (I)

Beringia y la entrada en América (I)

     Última actualizacón: 17 mayo 2020 a las 18:53

Ya hemos hablado en otra anotación acerca de los estudios de ADN antiguo (la paleogenómica), y la forma en que esta nueva tecnología está haciendo que cambie nuestra forma de ver el pasado 1. Esta herramienta provoca admiración y suspicacia a partes iguales ya que, pese a que la arqueología y la genética están ofreciendo una enorme cantidad de información, sus conclusiones no siempre coinciden. Esto es especialmente llamativo en relación a los modelos que se han propuesto, por ejemplo, para explicar cómo y cuándo se produjo el poblamiento del continente americano (uno de los temas que más «pasiones» levanta entre los especialistas).

Los estudios genéticos apuntan a que los primeros pobladores de América fueron descendientes de poblaciones que, a su vez, lo eran de grupos del este y el norte de Asia que permanecieron aislados temporalmente del flujo genético hace alrededor de 23000 años 2. Esto significa que estas poblaciones, en su camino al continente americano, quedaron separadas –genética y geográficamente hablando– durante miles de años antes de entrar efectivamente en América.

En esta serie de anotaciones vamos a tratar de responder varias cuestiones: ¿se produjo ese aislamiento?, ¿dónde?; y por último, ¿los datos arqueológicos apoyan esa interpretación?

Beringia

Datos introductorios

Hace unos 20000 años, mientras que la mayor parte del planeta era un territorio hostil para la vida debido a las duras y frías condiciones climáticas impuestas por el Último Máximo Glacial (UMG, o Last Glacial Maximum, LGM, por sus siglas en inglés), Beringia constituía un «refugio» de tundra y praderas con flores silvestres, charcas y arbustos. Los mamuts y los bisontes deambularon por esta planicie durante miles de años al tiempo que lo hacían sus depredadores: los leones (Panthera leo spelaea), las hienas de las cavernas (Crocuta crocuta spelaea) y, por supuesto, los seres humanos.

Tal y como se define en la actualidad, Beringia se extiende desde la cordillera de Verkhoyansk en Siberia (Rusia) en el oeste, hasta el río Mackenzie en Canadá al este, e incluye la porción de tierra que hoy en día se encuentra bajo el mar entre Alaska y Rusia.

Puedes acceder al mapa interactivo sobre la evolución humana para tener más información de los yacimientos y los fósiles descubiertos.

Para abordar el análisis de las posibles rutas y el momento en que se produjo esa entrada en América, debemos tener en mente algunos datos y fechas esenciales:

  1. El UMG se refiere a la época de máxima extensión de las capas de hielo. Su duración varía según las fuentes que consultemos, aunque el consenso la sitúa entre los 23000 y los 19000 años 3. Debemos tener presente en cualquier caso que este fenómeno no terminó de forma brusca, sino que la fase final de esta glaciación se extendió durante 10000 años más aproximadamente (hasta hace unos 8000 años). De este periodo no debemos quedarnos solamente con las frías condiciones climáticas que se extendieron por el planeta –con las exigencias de adaptación que supusieron para nuestros antepasados– sino con que vinieron acompañadas por un importante descenso del nivel del mar (el agua se concentraba en los glaciares), haciendo que grandes porciones de tierra quedasen emergidas. Este fue el caso de Beringia.
  2. En lo tocante a yacimientos arqueológicos, contamos con el yacimiento Yana RHS en el oeste de Beringia datado de forma fiable en 32000 años.
  3. Por otro lado, en la parte oriental de Beringia contamos también con otros yacimientos como las cuevas Bluefish (24000 años); mientras que en Norteamérica destacan Swan Point (14000 años) y Upward Sun River (11500 años).
  4. Finalmente, en Sudamérica, los yacimientos de Monte Verde en Chile arrojan una antigüedad bien atestiguada de 14600 años.

Con estos datos podemos empezar a dibujar un cuadro general. Podemos afirmar que poblaciones de Homo sapiens habitaron en el oeste de Beringia hace 32000 años, y que continuaron su camino hacia el este, hacia América, y llegaron a la parte oriental de Beringia hace unos 24000 años. Ya habitaban en Norteamérica hace 14000 años, como atestigua el yacimiento de Swan Point, aunque la presencia humana en el continente tuvo que ser mucho más antigua ya que alcanzaron Sudamérica hace 14600 años.

Beringia como punto estratégico

Hoy sabemos que Beringia fue una región clave en la ruta migratoria que llevó a los primeros humanos al continente americano.

Como hemos explicado en otra anotación 4, durante el UMG en América, una enorme masa de hielo formada por los glaciares Laurentino y de la Cordillera cubría la mayor parte de Canadá, bloqueando el acceso a América desde Beringia. Cuando las temperaturas ascendieron hace unos 10000 años, el deshielo provocó un aumento del nivel del mar de unos 120 metros que hizo que las tierras centrales de Beringia quedaran sumergidas bajo el agua. Actualmente, las zonas emergidas –situadas sobre el nivel del mar– son difíciles de alcanzar excepto en helicóptero, por lo que gran parte de Beringia es «tierra desconocida» para los arqueólogos.

Beringia durante el UMG. Fuente: Bond, J. D. (2019), Paleodrainage map of Beringia. Yukon Geological Survey. Open File 2019-2.

La primera vez que alguien se planteó que Beringia había sido el lugar por donde habíamos entrado en América fue en 1590. El español José de Acosta (jesuita, antropólogo y naturalista) argumentó en su obra «Historial natural y moral de las Indias» que dado que Adán había vivido en Oriente Medio, la dispersión de sus descendientes hasta llegar a «Nueva España» se tuvo que producir a través de Asia; y para ello, Asia y América debieron estar unidas.

En cualquier caso, sólo podemos atestiguar la importancia de Beringia en esta cuestión con el análisis de los datos paleoantropológicos. Para ello debemos prestar atención a los estudios genéticos (no solo de poblaciones actuales y de nuestros antepasados, sino también de otras especies animales e, incluso, de los piojos); al estudio de los restos humanos; los objetos y otros utensilios fabricados por el hombre; y también, por ejemplo, a los datos lingüísticos.

En este sentido, los investigadores mantienen dos posturas acerca de la función que cumplió esta región del planeta. Para muchos, Beringia actuó como un mero «pasillo», un «puente» que los grandes mamíferos —así como nuestros antepasados— se apresuraron a cruzar en su camino desde Asia al nuevo continente. Sin embargo, cada vez más datos apuntan a que estas poblaciones pudieron haberse detenido en la región durante miles de años, dejando una impronta genética en las poblaciones de los nativos americanos. Beringia en definitiva pudo haber sido un lugar más cómodo para vivir durante el UMG de lo que se pensaba hasta hace poco.

El problema es que, hasta la fecha, los datos arqueológicos están muy lejos de ser concluyentes ya que las pruebas directas de una estancia prolongada en Beringia son escasas.

Veamos por tanto con más detalle las dos posiciones que mantienen los especialistas, y qué datos manejan para apoyar sus argumentos.

Notas

  1. Me refiero a la anotación «Ética en los estudios genéticos».
  2. Como siempre, hablamos de fechas radiocarbónicas calibradas.
  3. Gornitz, V. (2009), Encyclopedia of paleoclimatology and ancient environments. Dordrecht, New York: Springer, xxiv, 1047 p.
  4. Ver «¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?».
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¿Los Neandertales se extinguieron por falta de ropa de abrigo?

¿Los Neandertales se extinguieron por falta de ropa de abrigo?

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:17

Uno de los temas recurrentes en el estudio de la evolución humana tiene que ver con el motivo que llevó a la extinción a los Neandertales y permitió la expansión del ser humano moderno por todo el planeta. Bajo mi punto de vista resulta difícil sostener que los Neandertales desaparecieran por una única causa, máxime cuando se ha demostrado su hibridación con los seres humanos. En cualquier caso, hay consenso en que una de las claves pudo estar en el clima de Eurasia en los últimos 50.000 años.

En esa época el clima experimentó importantes fluctuaciones de frío a templado y a la inversa en cuestión de unas pocas decenas de años. Durante las olas de frío, en la mayor parte del territorio habitado por los Neandertales, la expansión de la cubierta de hielo y la tundra provocó una reducción progresiva de los bosques, y por ende, de las presas potenciales que les servían de alimento. En este caso, muchos argumentan que la falta de recursos alimenticios fue la principal causa de su extinción, no el frío en sí mismo.

Sin embargo, un grupo de investigadores retoma una idea ya planteada y discutida con anterioridad que sugiere que una pieza esencial para resolver el rompecabezas de la extinción de los Neandertales estaría en el uso de ropa de abrigo.

En un artículo publicado en el Journal of Anthropological Archaeology, leemos las conclusiones de un estudio que ha sido diseñado para arrojar luz sobre la posibilidad de que las diferencias en la ropa empleada por nuestros antepasados tuviera un papel preponderante en la sustitución de los Neandertales por los seres humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens sapiens o AMH – anatomically modern humans).

Hay un acuerdo general en que los seres humanos sí utilizaron ropa de abrigo para afrontar el frío clima que encontraron al llegar a Europa, mientras que se discute la naturaleza de la ropa usada por Neandertales. En este sentido, son varias las posturas que se han mantenido a lo largo de los años: hay quienes sostienen que los Neandertales no usaron ropa alguna; otros que se limitaron a llevar una especie de capa (es decir, poniéndose la piel de un animal grande alrededor de los hombros); y finalmente, quienes afirman que la ropa fabricada por los Neandertales no era sustancialmente diferente en términos de eficacia térmica que la utilizada por los primeros seres humanos modernos.

¿Qué aporta el nuevo estudio?

Para poner a prueba estas hipótesis los investigadores han planteado un enfoque diferente a los seguidos hasta la fecha: han decidido estudiar los huesos de los animales cuyas pieles pueden haberse utilizado para fabricar la ropa de abrigo.

De esta forma, el trabajo se ha dividido en tres partes:

  1. Se consultó una base de datos (Stage Three Project database) para identificar los mamíferos que vivieron durante la edad de hielo en Europa hace entre 60.000 y 20.000 años (puedes acceder a la base de datos aquí, y a los códigos de identificación de los animales aquí). Esta base de datos recoge la presencia o ausencia de estos animales en 493 yacimientos europeos.
  2. A continuación, el equipo examinó una base de datos etnográfica (eHRAF World Cultures) para identificar cuáles de esos mamíferos se han utilizado por los pueblos tradicionales que viven en latitudes medias y altas para fabricar ropa de abrigo.
  3. Con estos datos sobre la mesa, se comparó la frecuencia de aparición de estos animales en los diferentes yacimientos arqueológicos asociados con los seres humanos modernos y los Neandertales.

Este análisis produjo dos resultados principales. El primero es que aparecen restos de los mismos animales tanto en los yacimientos asociados a Homo sapiens como en los de Neandertales, aunque las frecuencias varían. Y aquí es donde los investigadores llaman la atención: el segundo resultado es que tres de las familias de mamíferos, Leporidae (conejos y liebres), Canidae (lobos, perros, chacales etc.) y Mustelidae (comadrejas, visones, glotones etc.), aparecen con mayor frecuencia en los estratos de los yacimientos asociados con los seres humanos modernos.

Por ejemplo, los investigadores destacan 56 yacimientos donde se hallaron miembros de la familia Mustelidae, donde se incluye el glotón, cuyo pelaje todavía se utiliza hoy en día por los habitantes del Ártico para la confección de los cuellos en sus abrigos. Este tipo de animales no se encuentra en ninguno de los asentamientos Neandertales.

Las consecuencias

Resulta evidente que la exposición prolongada al frío puede causar hipotermia y, desde luego, la muerte. Por lo tanto, analizando la cuestión con una perspectiva amplia, el impacto de la diferencia en la forma de vestir pudo ser importante para nuestros antepasados:

  • No disponer de ropa de abrigo adecuada limita las regiones habitables (tanto en latitud como en altitud), las horas del día en que se puede buscar alimento, así como las técnicas de caza (en muchas ocasiones, es necesario pasar muchas horas quieto en un mismo lugar esperando que aparezcan las presas).
  • La ropa de abrigo es necesaria para mantener a los niños calientes y en unas mejores condiciones, lo que aumenta sus posibilidades de supervivencia.
  • La falta de abrigo tiene una relación directa con la ingesta de calorías que, a la larga, puede conducir a una menor tasa de natalidad. Esta circunstancia llevaría a que las comunidades se hicieran cada vez más pequeñas y, finalmente, se volvieran insostenibles.

Disponemos de datos concluyentes que confirman que los seres humanos modernos sí fabricaban ropa de abrigo: se han hallado agujas de hueso para coser, y son muy abundantes las raederas, unas herramientas de piedra que podían usarse para raspar las pieles. Además, en Siberia se ha encontrado un conjunto de figuritas de marfil que llevaban abrigos parecidos a las modernas parkas (con grandes capuchas de piel) y que tienen una antigüedad aproximada de 24.000 años 1.

Figuras de marfil. Tomada de Hoffecker, J. F. (2005).

En cambio, no se ha encontrado ninguna evidencia de que los Neandertales usaran ropas hechas a mano.

Pero estos datos no son suficientes. No se equivocan quienes argumentan en contra de la tesis de que la falta de ropa abrigo supusiera el final para los Neandertales, que éstos ya estaban bien adaptados por su propia constitución a los climas fríos 2, aunque los defensores de la tesis del cambio climático ponen el énfasis en que con anterioridad esas fluctuaciones se daban en periodos más prolongados de tiempo. Por aquél entonces las poblaciones de Neandertales contaban con el tiempo suficiente para adaptarse a las nuevas condiciones más duras. En esta ocasión, sin embargo, la rapidez de los cambios en el clima habría hecho imposible que se recuperaran.

Puntos flacos de esta investigación

La base de datos de fauna del MIS 3 utilizada en la investigación detalla si los yacimientos pertenecen a una de estas tres culturas líticas:

  • Musteriense (comienza hace 250.000 años y desaparece hace entre 41.000 y 39.000 años) Asociada exclusivamente a Neandertales.
  • Auriñaciense (aparece hace 42.000 años y finaliza hace alrededor de 30.000 años). Asociada exclusivamente con los seres humanos modernos.
  • Gravetiense (se solapa con el final del Auriñaciense y finaliza hace unos 24.000 años). Asociada tanto con Neandertales como seres humanos modernos.

Los autores han excluido los estratos en los que se puede sospechar una mezcla de culturas líticas, lo que elimina información relevante.

Para saber si los animales encontrados en los yacimientos eran utilizados para fabricar ropa de abrigo han partido del uso actual que se hace de esas pieles –información recogida en la base de datos etnográfica–, dando por sentado una relación entre el uso pasado y presente de dichos animales. Creo que este es el peor sesgo de la muestra de datos utilizada: presuponer el comportamiento de nuestros antepasados a partir del comportamiento actual de los pueblos que viven en las latitudes polares.

Otro problema importante es que la base de datos de la fauna no distingue el número de animales de cada taxón localizados en cada yacimiento, de ahí que la presencia de un solo ejemplar de una familia tenga el mismo peso en este trabajo que la presencia de 100 ejemplares de otra. Esto supone un grave problema ya que los investigadores no han tenido en cuenta circunstancias como:

  • Disponibilidad: los restos de algunos animales podrían estar ausentes de los yacimientos Neandertales porque esos mamíferos simplemente no estaban presentes en esas áreas al mismo tiempo.
  • Uso efectivo de las pieles: es muy difícil saber si la presencia de esos huesos de un yacimiento implica que las pieles se utilizaron para fabricar ropa, o bien para alimentarse, o para ambas actividades.
  • Si esos animales compartieron el mismo espacio que los homininos pero no fueron explotados.
  • Problemas tafonómicos que han impedido contabilizar animales que efectivamente estuvieron presentes.

En definitiva, consultando estas bases de datos no tenemos forma alguna de saber si esos animales fueron desollados o no para fabricar ropas de abrigo con sus pieles, por lo que extraer conclusiones acerca de la posible extinción de los Neandertales a partir de esa información es, bajo mi punto de vista, demasiado aventurado.

 

Referencia

Collard, M., et al. (2016), «Faunal evidence for a difference in clothing use between Neanderthals and early modern humans in Europe«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 44, Part B, p. 235-246.

Notas

  1. Hoffecker, J. F. (2005), «Innovation and technological knowledge in the Upper Paleolithic of Northern Eurasia». Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 14, núm. 5, p. 186-198.
  2. Ver por ejemplo: Ruff, C. B. (1993), «Climatic adaptation and hominid evolution: The thermoregulatory imperative». Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 2, núm. 2, p. 53-60; y Holliday, T. W. (1997), “Postcranial evidence of cold adaptation in European Neandertals”. Am. J. Phys. Anthropol., núm. 104, p. 245–258.
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El cazador que enseñaba geología

El cazador que enseñaba geología

     Última actualizacón: 15 septiembre 2017 a las 11:51

Tal y como recoge el diccionario de la Real Academia Española, una glaciación—edad de hielo o periodo glacial— es cada una de las grandes invasiones de hielo que en épocas remotas acontecieron en zonas muy extensas de distintos continentes. Se trata en definitiva de periodos prolongados de clima frío que provocaron la expansión los glaciares más allá de los límites que conocemos actualmente.

Durante estos periodos, las enormes masas de hielo —a veces de un espesor superior a los 3.000 metros— cubrían grandes extensiones de tierra, causando efectos muy característicos en el paisaje: debido al enorme peso, se formaban profundos valles en forma de U, aparecían largas hileras de cantos rodados en los bordes debido a los fragmentos de rocas que caían desde las laderas de las montañas, levantaban las playas, alteraban los cursos fluviales etc.

Aunque hoy se trate de un fenómeno bastante conocido, durante los siglos XVIII y XIX los naturalistas se enzarzaron en intensos debates para buscar explicaciones a las numerosas anomalías que poblaban el paisaje europeo: huesos de reno ártico en el cálido sur de Francia, depósitos sedimentarios que no encajaban con las explicaciones geológicas más habituales, rocas inmensas plantadas en sitios inverosímiles etc.

Debemos tener presente que el siglo XIX se caracterizó por un clima muy frío ya que en Europa y Norteamérica llevaban doscientos años experimentando la llamada Pequeña Edad de Hielo, cuyo último máximo (en cuanto a bajas temperaturas se refiere) se produjo hacia 1850 haciendo que el hielo y la nieve cubriesen campos y ciudades, los canales y ríos se helasen y, en definitiva, motivando el bloqueo de la navegación y el transporte fluvial, tan importantes en aquella época para abastecer las ciudades y aldeas de alimentos. Por otra parte permitió una serie de actividades invernales que hoy en día son impensables: ferias sobre un Támesis completamente helado y carreras de patines por los canales holandeses.

Esaias van de Velde – Diversion sobre hielo en Wallgraben. CC

Una de las cuestiones que más llamaba la atención era presencia de enormes bloques de piedra en posiciones imposibles como se podían ver en la gran llanura central de Suiza. Se trataba de rocas que no encajaban, ni por el tamaño ni por la composición, con la composición geológica de la zona donde estaban depositadas. Las dos escuelas geológicas predominantes ofrecían explicaciones completamente diferentes: los catastrofistas como William Buckland, defensores de que los cambios geológicos y biológicos de nuestro planeta se debían a cambios repentinos y violentos, echaban mano del diluvio bíblico para justificar tales formaciones sedimentarias. En cambio, los seguidores de la corriente actualista-uniformitarista, como Charles Lyell, argumentaban que esas rocas habían sido transportadas sobre grandes masas de hielo flotante (James Hutton, sorprendido porque hubiera quien sostenía la idea de que una inundación explicaba la presencia de rocas inmensas en las laderas de las montañas a 1000 metros de altitud, expuso burlonamente: “ni siquiera toda el agua del mundo hará flotar una roca”). Otros, más “audaces” en sus planteamientos, apuntaron que tal vez las había lanzado allí el aire comprimido en las cavernas, como si del tapón de una botella de cava se tratase.

A pesar de que muchos científicos antes del siglo XIX ya habían descrito la existencia de los glaciares y realizado observaciones acerca de la forma en que éstos modelaban el paisaje, no fue hasta el año 1815 cuando se sentaron las bases de una teoría. Y todo fue posible gracias a la curiosidad de una sola persona: sus observaciones, pasado el tiempo, desembocaron en la formulación de la teoría glaciar que es aceptada hoy en día, más o menos en los mismos términos en que fue expuesta entonces. Nos referimos a Jean-Pierre Perraudin (1767-1859).

Lourtier. Google earth images.

Perraudin era un montañés que vivía en Lourtier, lo que por entonces era una pequeña aldea del valle de Bagnes, en el Cantón Valais suizo. Se dedicaba a la caza de gamuzas, y desde su más temprana infancia recorría incansable los Alpes, la cordillera montañosa que rodeaba la región donde residía. Pese a no ser lo que hoy podríamos llamar un científico profesional, se cuestionó la forma en que habían llegado hasta su ubicación actual las enormes rocas que se podían ver esparcidas por toda la región, y que hoy reciben el nombre de bloques erráticos. Perraudin conocía perfectamente la existencia de los glaciares y suponía que éstos, en su movimiento, transportaban rocas y otros residuos que formaban los depósitos llamados morrenas. Por lo tanto, su explicación para la presencia de estos enormes bloques de piedra era que los glaciares fueron más extensos en el pasado y que fueron retrocediendo a medida que se calentaba el clima. De esta forma, al retraerse con el aumento de las temperaturas, dejaron atrás las rocas en los lugares donde actualmente reposan. El montañés tuvo la oportunidad de exponer sus argumentos a uno de naturalistas más destacados de la región, Jean de Charpentier.

Charpentier era director de las minas de sal de la ciudad de Bex (situada en el Cantón Vaud), así como un reputado geólogo. La historia de este encuentro la expone el propio Charpentier en su obra «Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone»: al regresar de observar los glaciares del valle de Bagnes se le hizo tarde, decidiendo hacer noche en Lourtier para poder continuar a la mañana siguiente con sus observaciones. Pasó la noche conversando en casa de Perraudin, quien le habló acerca de las particularidades de la comarca, así como de su creencia en que los glaciares habían tenido en el pasado una extensión mucho mayor que la actual, cubriendo la totalidad del valle hasta Martigny. La prueba de esta afirmación era la presencia de las enormes rocas que se podían ver en los alrededores de la villa y que, por su tamaño, el agua no había podido desplazar.

Bloque errático – Lambert Dome. CC

Charpentier consideró esta suposición extraordinaria y extravagante, y no llegó siquiera a tomarla en consideración. Sin embargo, estas ideas sí tuvieron mejor acogida por parte de Ignaz Venetz, ingeniero en caminos, hidrólogo, naturalista, y glaciólogo suizo con quien Perraudin también había hablado acerca de su hipótesis. Venetz decidió pasar entre los años 1815 y 1818 una gran cantidad de tiempo en la región donde residía el montañés para estudiar el fenómeno y sacar sus propias conclusiones.

En la reunión anual de la Sociedad suiza de ciencias naturales, reunida en Berna en 1816, el ingeniero suizo explicó el movimiento de las masas de hielo, así como la formación de las morrenas. Del mismo modo, indicó que la presencia de los bloques erráticos se debía al transporte de estas rocas en el interior del hielo, permaneciendo posteriormente en el lugar una vez que el glaciar se retiraba, y sostuvo que todo el Cantón Valais había estado cubierto por un enorme glaciar que se había extendido hasta la cordillera del Jura.

Sus observaciones acerca de los glaciales le llevaron a redactar en 1821 el primer borrador de lo que sería la «Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes Suisses», artículo que no sería publicado hasta 1833 y que contenía los resultados de todas sus investigaciones.

A pesar de las abundantes y coherentes explicaciones dadas por Venetz, Charpentier seguía dudando de la realidad de estas ideas. Si ya le resultaba extraño creer lo que Perraudin le había contado, no más verosímil le pareció la suposición de que un glaciar había cubierto la distancia entre los Alpes y la cordillera del Jura. Así, decidió estudiar en profundidad el terreno errático y todos los fenómenos que le acompañan con la finalidad de convencer a Venetz de su error. Sin embargo, y en contra de lo que se había propuesto, al final reconoció la realidad de las conclusiones que había alcanzado su colega.

En 1834, Charpentier ofreció una conferencia en la reunión de la Sociedad suiza de ciencias naturales, donde expuso los resultados de sus investigaciones (y las del propio Venetz). Tras explicar los numerosos hechos que contradecían que grandes inundaciones o corrientes de agua hubieran provocado el desplazamiento de los bloques erráticos, su textura y ubicación, concluyó que, tal y como Venetz había expuesto años antes, en el pasado una gran masa de hielo había cubierto los valles entre los Alpes y el Jura. Sin embargo, puntualizó que era contrario a la opinión de que los glaciares hubieran cubierto completamente el espacio entre ambos sistemas montañosos, en el sentido de que el grosor del glaciar fuera de la misma altura que las montañas.

Con este pequeño trabajo consiguió el objetivo que se había propuesto, que no era otro que llamar la atención de otros geólogos acerca de este fenómeno, y cuyo estudio se había dejado de lado por un tiempo. En dicha conferencia estuvo presente Jean-Louis-Rodolphe Agassiz, quien tras prestar buena atención a las explicaciones de Charpentier, decidió estudiar a fondo los glaciares ya que, en principio, estaba en total desacuerdo con las conclusiones que había alcanzado.

Habremos de volver sobre esta cuestión en otra ocasión.

Referencias:

Charpentier, J. (1836), «Account of one of the most important results of the investigations of M. Venetz, regarding the present and earlier condition of the glaciers of the Canton Vallais». Edinburgh New Philosophical Journal, vol. XXI, núm. XLII, p. 210-220.

Charpentier, J. (1841), Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone. Lausanne: Marc Ducloux, x, 358 p.

Eiroa, J. J. (2006), Nociones de prehistoria general. Barcelona: Ariel, 699 p.

Eyles, N. (2004), «Frozen in time: concepts of ‘global glaciation’ from 1837 to 1998». Geoscience Canada, núm. 31, p. 157-166.

Imbrie, J. y  Imbrie, K. P. (1979), Ice ages: solving the mystery. Short Hills, N.J.: Enslow Publishers, 224 p.

Nilsson, T. (1983), The pleistocene: geology and life in the quaternary ice age. Stuttgart: Enke, 651 p.

Sequeiros San Román, L. y  García Cruz, C. M. (2006), «Louis Agassiz (1807-1873) y sus aportaciones a la geología. Implicaciones didácticas». Enseñanza de las ciencias de la tierra, vol. 14, núm. 3, p. 202-212.

Venetz, I. (1833), «Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes de la Suisse«. Denkschriften der Allgemeinen Schweizerischen Gesellschaft für die Gesammten Naturwissenschaften, vol. I, núm. 2, p. 1-38.

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