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Reseña: «Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana», de José María Bermúdez de Castro

Reseña: «Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana», de José María Bermúdez de Castro

Ficha Técnica

Título: Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana
Autor: José María Bermúdez de Castro
Edita: Crítica, 2021
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 456 p.
ISBN: 9788491992783

Reseña del editor

«El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa.» Friederich Hölderin

Necesitamos saber quiénes somos y de dónde venimos para entender las luces y sombras de nuestro presente y, sobre todo, para aproximarnos a las teorías y conjeturas sobre un futuro incierto, marcado por una tecnología cuyo progreso exponencial escapa a menudo a nuestra completa comprensión y al particular ritmo de los cambios biológicos. Dioses y mendigos nos propone un fascinante viaje para revisitar nuestros orígenes como especie, penetrar en los enigmas del cerebro y la genética y redescubrir el papel central de la cultura en la historia de la Humanidad.

Somos una forma de vida muy particular, con una enorme inteligencia y, al mismo tiempo, con una mayúscula fragilidad. La primera, impulsada por los cambios genómicos y la selección natural, nos ha permitido expandirnos y someter a nuestros designios ecosistemas y especies. Sin embargo, esta misma preeminencia nos aproxima al colapso en forma de emergencia climática, agotamiento de recursos y la consecuente extinción o transhumanismo. Para conjurar esta incertidumbre, José María Bermúdez de Castro plantea renovar nuestra apuesta por la ciencia y el conocimiento, consciente que la evolución sigue en marcha. Conocer nuestra naturaleza es una imperiosa necesidad, más aún cuando nos hemos alejado demasiado de la realidad a la que pertenecemos y olvidado que formamos parte de la biodiversidad y estamos sometidos a sus leyes.

Reseña

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Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

     Última actualizacón: 23 octubre 2021 a las 08:38

Ficha Técnica

Título: Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas
Autora: Eduardo Bazo Coronilla
Edita: Cálamo, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 520 p.
ISBN: 9788416742264

Reseña del editor

Somos una especie fascinante: desde un punto de vista nutricional, ingerimos productos de origen mineral, animal y vegetal. De entre estos últimos, llenan nuestras despensas (y las páginas de este libro) estructuras vegetales muy variadas como frutos, tallos, brotes tiernos, hojas, semillas… ¿Quiere decir eso que este libro versa sobre recetas vegetarianas? En absoluto, este libro trata sobre botánica, una disciplina «comestible» que podemos paladear diariamente y a la que no solo acudimos para saciar nuestro apetito. ¿Sabía que tanto deportistas como personas con impotencia buscan mejorar su rendimiento haciendo un uso torticero de esta honorable disciplina científica?

Este libro también aborda asuntos que competen a nuestra historia, cultura o gustos, desmontando algún que otro mito que permanece en nuestro ideario colectivo, y responde a preguntas como ¿cuál es esa planta que vale literalmente su peso en oro?, ¿qué es eso que omiten algunos programas de cocina y que no quieren que sepamos?, ¿qué era realmente el maná que se menciona en la Biblia?, ¿las zanahorias siempre tuvieron color naranja? o ¿qué tiene que ver un desastre nuclear con la pintura y las bebidas alcohólicas?

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Un día en el Museo de Altamira

Un día en el Museo de Altamira

Hace unos días se cumplía el 18 aniversario de la inauguración del Museo de Altamira, y dado que pocos días antes tuve la ocasión de visitarlo por primera vez junto a mi familia, quiero ofreceros en esta anotación un pequeño «paseo» por su exposición permanente y el interior de la Neocueva.

Lo primero que debéis saber es que la visita a la cueva original está muy restringida por razones obvias de conservación. Únicamente se permite el acceso a cinco personas cada viernes, elegidas mediante un sorteo entre los visitantes presentes ese día y que deseen participar. Si por cualquier razón no puedes ir un viernes, o no tienes suerte con el sorteo, siempre puedes visitar la Neocueva –una reproducción tridimensional muy rigurosa de la cueva original– que te permitirá comprender, admirar y disfrutar plenamente las pinturas que realizaron sus ocupantes originales. Mi recomendación es que escojas una visita guiada (no supone un incremento del precio de la entrada) ya que tendrás una información mucho más completa de todo lo que vas a ver en su interior; así como de los trabajos arqueológicos que se están llevando a cabo.

Voy a dejar la Neocueva para el final (y no me extenderé demasiado porque creo que las imágenes nunca hacen justicia a toda su belleza) y comenzaré este recorrido por la exposición permanente.

Exposición permanente

Dividida en cuatro bloques temáticos, el recorrido empieza con una introducción acerca de la labor de investigación arqueológica. Podemos contemplar cuál sería la «típica» mesa de trabajo de un prehistoriador (aunque como podéis ver, haría falta actualizar un poco su contenido).

Los diferentes paneles explicativos nos cuentan cómo se lleva a cabo el proceso para clasificar y analizar el material recuperado en las excavaciones; y cuáles son las distintas fuentes de las que podemos obtener información acerca de la vida de nuestros antepasados: el estudio de la macro y micro fauna, análisis de sedimentos, pólenes, tipología de las herramientas de piedra, hueso o asta y un largo etcétera.

El segundo bloque está dedicado a explicar cómo han evolucionado los homininos hasta llegar al Homo sapiens que habitó Altamira; centrándose en el análisis del Pleistoceno, es decir, el periodo de tiempo que comprende los últimos 2,6 millones de años (Ma). Como sin duda sabréis, la mayor parte de este proceso tuvo lugar en África Oriental, que es donde se han recuperado gran parte de los restos de Australopithecus, Homo habilis y Homo erectus.

De una forma muy gráfica, y con la ayuda de grandes paneles expositores, se reconstruyen los paisajes y ambientes, y así podemos hacernos una idea de cómo vivían y se desenvolvían nuestros antepasados, qué comían etc. Algunas de las dataciones que aparecen han sido refinadas gracias a recientes trabajos de investigación, pero en ningún caso supone un inconveniente para obtener una imagen de conjunto de nuestra evolución.

Por último, se analiza cuál es el posible origen de Homo sapiens y cómo migramos por el resto de los continentes.

El tercer bloque temático de la exposición permanente se centra en cómo era la vida en tiempos de Altamira.

Sabemos que los hombres que habitaron la cueva durante el Pleistoceno encontraron un clima más frío que el actual, y por tanto una flora y fauna similares a las que hoy podemos ver en latitudes más altas de Eurasia o América. Nuestros antepasados disponían de los conocimientos, la tecnología y la organización social necesarios para poder adaptarse a las duras condiciones ambientales. Y prosperaron.

En diferentes dioramas a tamaño real, podemos ver cómo se alimentaban: conoceremos tanto las técnicas que emplearon para cazar ciervos y bisontes o la recolección de vegetales, así como  la incorporación de moluscos, truchas y salmones a su dieta.

Hay un espacio dedicado a conocer cómo se fabricaban las herramientas de piedra, lo que conocemos como «industria lítica». Podemos entender, paso a paso, cómo nuestros antepasados fueron capaces de fabricar los útiles que necesitaban para distintas funciones: desde los más primitivos «cuchillos», a las más perfeccionadas herramientas para tratar las pieles, o fabricar otras herramientas. Del mismo modo, vemos la progresiva modificación de estas herramientas con una disminución del uso de la piedra en favor del asta o el hueso, lo que les permitió obtener formas de más precisión, como son los arpones, anzuelos, punzones o las agujas de coser para confeccionar ropa de abrigo.

Además podemos visualizar cómo en el entorno o en el interior de las cuevas se llevaban a cabo las tareas domésticas  como el procesado de alimentos, curtido de pieles, la fabricación de ropa y adornos, así como de las propias herramientas. Por supuesto, los ocupantes de Altamira conocían el uso del fuego.

Como veis en las imágenes, la exposición es muy visual, aunque también hay varios vídeos explicativos donde escuchamos de forma más detallada todos estos procesos. Una parte que me llamó mucho la atención, por lo acertado de su inclusión, fue la posibilidad de reproducir –a elección de los visitantes– una serie de vídeos cortos donde vemos a bosquimanos, esquimales o aborígenes australianos, realizar las tareas que suponemos análogas a las que los hombres de Altamira hicieron, desde la caza y recolección de alimentos, a la confección de prendas de abrigo y un largo etcétera.

Los investigadores suponen que Altamira era un lugar de agregación, un espacio en el que se reunían con cierta periodicidad grupos humanos que normalmente se hallaban dispersos por el territorio, tal vez para realizar algún tipo de ritual. Las investigaciones al respecto siguen su curso.

Y así llegamos a una de las partes que me han resultado más interesantes de toda la exposición: el arte.

Todos sabemos que Altamira es un lugar singular por la calidad de sus pinturas rupestres. Sin embargo, tenemos que saber que el primer problema al que se enfrentan los investigadores para su estudio es establecer su antiguedad. La técnica de datación empleada de forma más habitual para este tipo de pinturas es el método del radiocarbono con el que podemos datar restos orgánicos (hasta un máximo de unos 50000 años) ya que podemos analizar el carbón vegetal usado para la fabricación de los pigmentos.

Gracias a una serie de ejemplos, podemos comprender también cuál fue la técnica empleada para crear las magníficas pinturas de la cueva de Altamira: comenzando con el rayado y estriado para hacer un bosquejo o «modelo» del objeto a representar, y al mismo tiempo dar volumen al interior de una figura; siguiendo por la definición del contorno sobre el que finalmente se aplicarían los distintos pigmentos.

Éstos eran de origen mineral, con la salvedad del carbón vegetal empleado para los trazos negros. Los más habituales eran óxidos de hierro –ocres, hematites– que combinados con otros elementos permitían obtener tonos amarillos, rojos o pardos.

Los pigmentos se aplicaban bien con los dedos, o mediante tampones de cuero, o incluso «soplados» al modo de un aerosol con la boca; y en algunos casos se matizaban mediante raspado o lavado parcial.

Pero en Altamira no todo son pinturas rupestres. Destaca la interesantísima colección de arte mueble: útiles y herramientas (como puntas, arpones, buriles); piezas de adorno (colgantes); bastones perforados y otras piezas de hueso decoradas. Son numerosísimos los ejemplos de este tipo de objetos que podemos admirar en sus vitrinas.

Por último, hay una parte dedicada a la música con la que finaliza el recorrido por la exposición permanente.

Neocueva

Como dije al principio, he querido dejar las imágenes de la Neocueva para el final, aunque no voy a poner muchas por dos motivos:

  1. Por muchas fotografías que veas de este espacio, nunca podrán sustituir a la experiencia que supone entrar en ese lugar y contemplar el techo plagado de maravillosas pinturas. Es un lugar que tienes que visitar y experimentar de primera mano.
  2. Quiero escribir una anotación más en profundidad sobre este tema, que espero tener lista lo antes posible.

En cualquier caso, lo prometido es deuda:

Finalmente, no puedo terminar este texto sin reconocer lo mucho que me impactó un cuadro colgado a las espaldas de la reconstrucción del despacho de D. Marcelino Sanz de Sautuola, el descubridor científico de la cueva de Altamira.

Se trata de una obra de Fernando Vicente titulada «Gran explosión»:

Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)

Con la siguiente explicación

La Humanidad tuvo su origen en África. Somos africanos más o menos despigmentados, todas las personas que actualmente poblamos los cinco continentes formamos una misma y única Humanidad. Este cuadro expresa la idea de nuestro origen común. Además, y al igual que sus primeros colegas paleolíticos, el autor emplea las formas naturales del soporte (la forma del continente africano en este caso), para crear una imagen simbólica, para crear Arte.

Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)
Detalle. Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)

Conclusiones

Puedo aseguraros que la visita al Museo de Altamira es obligada; y aunque no puedas entrar en la cueva de Altamira, te garantizo que la Neocueva no te defraudará lo más mínimo. El personal del Museo es amable y atento; y el trabajo de las guías que explican todos los detalles de la Neocueva impecable.

Además, si vas con niños pequeños no tienes que preocuparte de nada. Hay numerosas actividades y talleres programados a diario para que ellos puedan pasar un rato más lúdico aprendiendo sobre la vida en la prehistoria, mientras lo más mayores podemos sumergirnos plenamente en la exposición. En cualquier caso, te aconsejaría que llevaras a los más pequeños a visitar tanto la exposición permanente como la Neocueva, porque es una experiencia que seguro les encantará.

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Comportamiento animal: uso de herramientas en primates

Comportamiento animal: uso de herramientas en primates

     Última actualizacón: 2 mayo 2018 a las 18:33

Cada vez leemos más estudios que hablan de la capacidad de nuestros parientes más cercanos, los primates, de manipular y fabricar herramientas de muy diferentes tipos con el objetivo de acceder a alimentos o resolver problemas complejos.  En el año 2010 se publicó un trabajo donde se explicaba que unos lémures de cola anillada habían sido capaces de manipular un comedero artificial para acceder al alimento que contenía, lo que constituye el primer caso documentado de uso de herramientas por estos primates en libertad 1.

Hemos visto el uso sistemático de herramientas (e incluso una limitada capacidad para su fabricación) en los monos capuchinos; y es de sobra conocida la habilidad de los macacos japoneses (Macaca fuscata) de manipular alimentos para hacerlos más sabrosos (como el acto de introducir las patatas en agua salada, un comportamiento que se trasmitió por toda la población).

Los investigadores han puesto de manifiesto que los grandes simios muestran una importante capacidad de imitación, un reconocimiento explícito de esa imitación, y que son capaces de ponerse en lugar de los otros, comprendiendo por tanto la intencionalidad y la causalidad de sus actos.

Chimpancés que enseñan a su descendencia

Un trabajo publicado recientemente en la revista Scientific reports 2 nos cuenta que los chimpancés (Pan troglodytes troglodytes) que viven en el Triángulo Goualougo enseñan a sus crías cómo manejar las herramientas que utilizan para “pescar” termitas.

El Parque Nacional de Nouabalé-Ndoki, situado en la República del Congo –del que Goualougo forma parte– ha permanecido prácticamente al margen de toda intervención humana. Gracias a su situación geográfica y a que el poblado más cercano (habitado por 400 pigmeos bantú-bangombé) está a 50 kilómetros de distancia a pie, las únicas personas que pueden encontrarse alguna vez los chimpancés de este parque son los miembros del equipo de investigación que publica este estudio y que lleva años trabajando en la zona. Estas condiciones casi únicas les han permitido llevar a cabo un estudio en profundidad de la conducta de estos primates, utilizando cámaras de vídeo para documentar sus actividades.

Estos chimpancés emplean una herramienta muy peculiar para capturar las termitas que constituyen una parte importante de su alimentación: se trata de una especie de caña de pescar que fabrican con el tallo de plantas de la familia Marantaceae a las que quitan las hojas y luego deshilachan una de las puntas para crear una especie de cepillo. Este tallo con la punta deshilachada puede recoger hasta diez veces más terminas que uno acabado sencillamente en punta.

Pues bien, lo que los científicos han documentado es que varias hembras entregaban a sus crías estas herramientas y las enseñaban a utilizarlas junto a un termitero. Se han analizado un total de 96 entregas, y en todos los casos la conducta se daba entre una hembra adulta y su descendencia (hubo un solo caso de una hembra juvenil que interactuó con su hermana pequeña). Los resultados refieren 13 donantes únicos (todas hembras adultas) y 13 destinatarios únicos (todos ellos chimpancés inmaduros: 5 hembras, 4 machos y 4 jóvenes de sexo desconocido).

Es sabido que el aprendizaje social es un medio idóneo para la transmisión de información adaptativa en un amplio número de taxones animales, y que pueden generar patrones de comportamiento específicos de cada grupo. Cuando estos comportamientos prevalecen durante generaciones y se transmiten a través del aprendizaje social se consideran culturales.

¿Entonces podemos decir que las mamás chimpancés enseñaron a sus crías? Los científicos consideran que podemos hablar de enseñanza cuando se cumplen ciertos criterios –independientemente de si existen pruebas de un intento deliberado de favorecer el aprendizaje por parte del pupilo. Los criterios más aceptados son que el comportamiento tenga lugar en presencia de un aprendiz, con algún coste (o al menos sin beneficio) para el maestro, y que mejore la práctica del aprendiz.

Volviendo a nuestros chimpancés, éstos son muy selectivos a la hora de elegir las especies de plantas que usan para fabricar estas herramientas, y ya hemos comentado que modifican de forma intencionada los tallos para que terminen en una especie de cepillo que mejora la eficacia de captura de termitas. De hecho, los chimpancés usan dos tipos diferentes de herramientas en función de si el termitero se encuentra por encima o por debajo del nivel del suelo. Por lo tanto, al compartir estas herramientas con sus crías, las madres pueden enseñarles cuál es el material adecuado y la forma de fabricar esas «cañas de pescar».

El coste de este comportamiento para las «maestras» se ha podido verificar gracias al análisis detallado de las grabaciones en vídeo, y viene del menor tiempo que pasaron recolectando termitas y, por lo tanto, con una reducción en el consumo de este alimento. Por otro lado, el aumento de conocimientos por parte del aprendiz ­–o la oportunidad de obtener una habilidad– se pudo comprobar ya que al recibir esas herramientas, las crías aumentaron el tiempo que pasaban recolectando termitas y vieron aumentadas sus tasas de captura.

Además, otro dato relevante es que las madres se anticipaban a estas entregas. Expliquemos esto mejor. Las «maestras» chimpancés elaboraban estrategias para disminuir el coste de esa enseñanza mediante dos conductas: una vez fabricadas las herramientas las dividían en dos para poder cazar termitas al mismo tiempo que sus pupilas; o bien transportaban varias cañas de pescar al termitero con antelación y utilizaban alguna de ellas después de una entrega. La división no consistía en partir por la mitad el tallo, sino de forma longitudinal: pensemos que dividir los tallos en dos longitudinalmente es más efectivo para producir dos cañas viables que romperlos por la mitad, ya que en este caso una perdería el cepillo de la punta o no tendría la suficiente longitud para la profundidad del termitero.

Con estas estrategias no solo reducen el coste que supone enseñar (en términos de pérdida de alimentos), sino que también la enseñanza es más eficaz al permitir la repetición de comportamientos in situ.

Monos que fabrican herramientas de piedra

Para un paleoantropólogo tan importante como encontrar fósiles en un yacimiento es desenterrar restos de la cultura material producida por nuestros antepasados. En este sentido, la tecnología lítica ha sido considerada como un atributo del género humano, de ahí que se llamase Homo habilis al primero de nuestros ancestros que se asoció claramente con herramientas de piedra (aunque el tiempo –y nuevos hallazgos– han puesto en tela de juicio esta presunción).

Por eso resulta tan interesante el artículo publicado en la revista Nature 3 que nos muestra que los monos silvadores (Sapajus libidinosus) de Brasil rompen deliberadamente piedras y producen lascas con bordes afilados y núcleos que poseen las características y la morfología de las herramientas fabricadas intencionadamente por los homininos. Hemos de puntualizar que la ruptura de las piedras es intencionada, no así la fabricación de herramientas afiladas ni, por supuesto, su uso directo como tales.

En cualquier caso, este descubrimiento añade una dimensión adicional a la interpretación de los registros humanos del Paleolítico, la posible función de las primeras herramientas de piedra, y los requisitos cognitivos para el surgimiento de la manipulación de las piedras.

Los signos distintivos de la primera tecnología de las herramientas de piedra incluyen:

  • Fractura concoidea
  • Producción de bordes afilados.
  • Obtención repetida de diferentes lascas de un mismo núcleo.
  • Búsqueda intencionada de los bordes del núcleo para producir la fractura.
  • Empleo de patrones específicos de las lascas.

Estas características constituyen la base para poder identificar herramientas de piedra intencionadas en todos los yacimientos arqueológicos, dado que no se dan bajo condiciones geológicas naturales. Pero como decimos, con el trabajo que ahora comentamos se abre una nueva perspectiva que quizás haga replantearse muchas asunciones previas.

Los monos silvadores del Parque nacional de la Sierra de Capivara en Brasil usan las herramientas de piedra en una variedad de formas que no se ha visto antes en cualquier otro primate no humano (algunos de los usos incluyen el golpeo de comida, como ayuda para excavar en busca de alimento, así como en actividades sexuales). Ya se habían descrito con anterioridad algunos casos de monos silvadores y macacos japoneses que golpeaban unas piedras contra otras, pero hasta ahora sólo los analizados en este estudio lo han hecho con el propósito expreso de romperlas.

Esta actividad, que los investigadores han denominado «percusión de piedra sobre piedra» implica primero elegir un canto rodado de cuarcita para, acto seguido, golpearlo contra otro que se encuentra en el suelo (tenemos por tanto un martillo activo y otro pasivo). Esta acción provoca la fractura de la superficie y el desprendimiento de lascas afiladas.

Ya hemos dicho que no se ha observado que los monos utilicen estas lascas como elementos de corte, sino que chupan o esnifan los restos, de donde se infiere que lo hacen para ingerir cuarzo en polvo o líquenes.

Quizás lo más relevante de este trabajo sea que las muestras de piedras fracturadas que se recuperaron con posterioridad son prácticamente indistinguibles de las piedras modificadas intencionadamente por nuestros ancestros halladas en yacimientos arqueológicos (siguiendo una clasificación tradicional, las piedras de estos monos silvadores podrían clasificarse como protobifaces). El equipo examinó 111 piedras fragmentadas recogidas del suelo inmediatamente después de su uso: alrededor de la mitad de ellas exhibían una fractura concoidea que normalmente se asocia con la producción homínida. Nunca se había visto algo semejante en monos modernos.

Los investigadores concluyen que será necesario redefinir los criterios usados por los arqueólogos para identificar y diferenciar las lascas de piedra producidas por nuestros ancestros de las hechas por estos parientes no tan cercanos. Del mismo modo, este hallazgo plantea preguntas sobre el origen de esta tecnología y desafía las ideas anteriores acerca del nivel mínimo de complejidad cognitiva y morfológica necesaria para producirlas.

 

En definitiva, estos trabajos nos deben llevar a profundizar más aún en la comprensión de la cultura de los primates, redoblando los esfuerzos para despojarnos de visiones antropocéntricas que, hasta no hace mucho tiempo, impregnaban los trabajos de etología animal.

 

Referencias

Artículos principales

Más información

Falótico, T. y  Ottoni, E. B. (2016), «The manifold use of pounding stone tools by wild capuchin monkeys of Serra da Capivara National Park, Brazil». Behaviour, vol. 153, núm. 4, p. 421-442.

Koops, K.; Furuichi, T. y  Hashimoto, C. (2015), «Chimpanzees and bonobos differ in intrinsic motivation for tool use«. Scientific Reports, vol. 5, p. 11356.

Thornton, A. y  Clutton-Brock, T. (2011), «Social learning and the development of individual and group behaviour in mammal societies«. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 366, núm. 1567, p. 978-987.

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Notas

  1. Kendal, R. L., et al. (2010), «Evidence for social learning in wild lemurs (Lemur catta)«. Learning & Behavior, vol. 38, núm. 3, p. 220-234.
  2. Musgrave, S., et al. (2016), «Tool transfers are a form of teaching among chimpanzees». Scientific Reports, vol. 6, p. 34783.
  3. Proffitt, T., et al. (2016), «Wild monkeys flake stone tools». Nature, en prensa.
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El sacrificio humano como forma de control social

El sacrificio humano como forma de control social

     Última actualizacón: 17 septiembre 2017 a las 15:37

Cuando hablamos de sacrificios humanos, seguro que les viene a la mente la imagen de un sacerdote maya o azteca sosteniendo en sus manos el corazón aún palpitante de un pobre muchacho. No en balde, Octavio Paz, en su ensayo titulado «Voluntad de forma» ya nos advertía que «[…] el fundamento de la religión mesoamericana, su mito fundador y el eje de sus cosmogonías y de su ética, era el sacrificio: los dioses se sacrificaban para salvar al mundo y los hombres pagan con su vida el sacrificio divino”.

Sacrificio humano mesoamerica - Códice Tudela

Sacrificio humano mesoamerica. Códice Tudela. CC

Sin embargo, podemos encontrar pruebas de sacrificios humanos en muchos otros lugares. Han quedado huellas en el registro arqueológico de las primeras civilizaciones, en los registros etnográficos de las culturas indígenas de todo el mundo, así como en los textos sagrados de gran parte de las religiones contemporáneas.

Buscando una explicación para esta conducta, algunos sociólogos como Émile Durkheim, Robertson Smith y Edward Evans-Pritchard, sostuvieron que el sacrificio humano —entendido como la eliminación deliberada y ritualizada de un individuo con el fin de agradar o aplacar a seres sobrenaturales— tenía como función básica fortalecer los lazos de solidaridad de un pueblo. Sería un mecanismo para afianzar la cohesión de la comunidad y garantizar el mantenimiento del grupo social, legitimando la autoridad política y el propio sistema de clases: de ahí que los sacrificios se repitan de forma constante, que la celebración del ritual suponga una importante inversión de trabajo colectivo, y la obligación de que todos los miembros del grupo participen.

Por otro lado, desde la antropología se ha visto como un mecanismo de catarsis social, una manera de justificar los conflictos políticos y la lucha por los medios de subsistencia. Cuando el sacrificio se combinaba con el canibalismo, se explicaba como un medio para superar la escasez de proteínas.

En definitiva, los investigadores han sostenido que los sacrificios humanos permitirían legitimar las diferencias de poder basadas en las clases sociales. No habría contestación por parte del resto de la sociedad porque la decisión de las élites de eliminar una vida tendría su justificación en el mundo sobrenatural, vendría impuesta por la autoridad divina. Recordemos que la estratificación social ha sido una de las primeras formas de dirección institucionalizada que surge en los diferentes grupos humanos, dando lugar a los reinos, las monarquías y los estados políticos modernos.

Sacrificio hawaiano. Jacques Arago. CC

Sacrificio hawaiano. Jacques Arago. CC

Sin embargo, los apoyos a esta hipótesis se limitan en gran medida a anécdotas históricas y tradiciones orales que no se han sometido a un análisis cuantitativo riguroso. Para tratar de ofrecer una imagen más real de esta conducta se ha publicado un estudio que ha puesto a prueba esta hipótesis del control social empleando métodos bayesianos (un tipo de inferencia estadística) a una muestra de 93 culturas austronesias (Los austronesios son un grupo de pueblos presentes en Oceanía y el Sureste Asiático que hablan, o cuyos antepasados hablaban, alguna de las lenguas austronesias. Estos pueblos son originarios de la isla de Taiwán e incluyen a los malayo-polinesios que se expandieron por toda Oceanía, excepto Australia, además de Madagascar).

La conclusión a la que han llegado los investigadores es que los sacrificios humanos fueron una herramienta utilizada para mantener la estratificación social una vez que el grupo social ya había alcanzado ese nivel de jerarquización. Es decir, más que propiciar la estratificación de las sociedades, la ritualización de los sacrificios humanos habría ayudado a estabilizar y mantener esos sistemas de clases una vez que éstos habían surgido con anterioridad.

Los datos

Para este estudio, los investigadores han empleado los datos contenidos en la base de datos Pulotu (Pulotu significa “morada de los dioses”), un reservorio de información acerca de las creencias y prácticas religiosas de las culturas austronesias (entendiendo “cultura” como el conjunto de tradiciones que son características de un determinado grupo de personas, o, a la inversa, el grupo de personas que se caracterizan por un conjunto particular de tradiciones). Esta base de datos analiza las distintas culturas considerando 62 variables, de las cuales 17 están relacionadas con las creencias religiosas, 4 con la práctica religiosa, 10 tienen que ver con el entorno social y 12 con el medio físico. Este conjunto de variables se divide en tres secciones principales en función de distintos períodos de tiempo: la primera y más grande es la sección “estado tradicional” que contiene información sobre cada cultura  antes de la modernización, la segunda sección cubre el momento en que se produjo el contacto con el “mundo moderno” y, por último, la tercera sección documenta el estado actual de cada cultura.

Distribución geográfica de las culturas incluidas en la base de datos Pulotu.

Distribución geográfica de las culturas incluidas en la base de datos Pulotu.


Antes de analizar con más detalle las conclusiones del estudio es necesario que tengamos claros algunos conceptos:

  • Se entienden por austronesios los pueblos que históricamente han hablado lenguas austronesias, es decir, que el criterio de inclusión para la investigación viene referido al origen común de los distintos idiomas y dialectos.
  • Se define el ritual como una secuencia o conjunto de acciones llevadas a cabo en la forma prescrita por la tradición. Además, la explicación causal o la justificación para ese comportamiento es opaca o afecta a las fuerzas sobrenaturales.

El análisis

Desde hace décadas los antropólogos han considerado las culturas austronesias como un laboratorio natural debido tanto a la diversidad de ambientes que habitan (desde diminutos atolones a continentes) como a la riqueza de sus caracteres culturales (sus estructuras sociales abarcan desde pequeñas sociedades igualitarias basadas en el parentesco, a entidades políticas más grandes y complejas como las de los hawaianos). Desde su tierra ancestral en Taiwán, los pueblos austronesias se extendieron hacia el oeste llegando a Madagascar; al este hasta la isla de Pascua (Rapa Nui); y hacia el sur hasta Nueva Zelanda.

Lo que han hecho los investigadores con este trabajo ha sido registrar la existencia o no de sacrificios humanos en cada una de las 93 culturas sometidas a estudio, catalogando su nivel de estratificación social según el siguiente esquema:

  • Las culturas que carecían de diferencias en riqueza o estatus de sus miembros se han definido como sin estratificación social y se han codificado como igualitarias.
  • Se han considerado moderadamente estratificadas aquellas culturas que presentaban diferencias en la riqueza y posición social, pero existía la posibilidad de cambiar la situación en el lapso de una generación.
  • Por último, las culturas se codificaron como muy estratificadas si presentaban diferencias en la riqueza y posición social, habiendo pocas o ninguna posibilidad de cambio de estado dentro de una generación.

Como hemos adelantado, la hipótesis del control social predice que la existencia de este tipo de rituales (que incluyen sacrificios humanos) en las diferentes culturas coevolucionan con la estratificación social, es decir, a mayor estratificación social, más sacrificios. Así, aumenta la posibilidad de que una cultura incremente su estratificación social, al tiempo que reduce la posibilidad de que se abandone la estratificación social por una sociedad más igualitaria una vez que ha aquélla ha aparecido.

En este trabajo se han realizado dos series de análisis: el primero ha consistido en estudiar los efectos de los sacrificios humanos en la evolución en general de la estratificación social en cada cultura; mientras que el segundo se ha centrado en determinar los efectos que esos sacrificios han tenido en la evolución de una alta estratificación social.

Tras estudiar los datos, los investigadores comprobaron que tanto la presencia de una sociedad estratificada, como la práctica del ritual del sacrificio humano, variaban de forma importante entre las diferentes regiones geográficas y los distintos grupos culturales. Se hallaron pruebas de sacrificios humanos en 40 de las 93 culturas incluidas en la muestra (lo que supone un 43%). Los sacrificios humanos se practicaban en 5 de las 20 sociedades que fueron calificadas como igualitarias (25%); en 17 de las 46 sociedades moderadamente estratificadas (37%); y en 18 de las 27 sociedades muy estratificadas (67%).

En la primera serie de análisis se agruparon los resultados de las sociedades moderada y altamente estratificadas. Para comprobar si había existido una evolución conjunta de la práctica de sacrificios humanos y la estratificación social, se comparó la distribución posterior entre dos modelos: uno en el que el sacrificio humano y la estratificación social evolucionaban de forma independiente; y otro en el que ambos rasgos evolucionaban conjuntamente. De esta manera, la probabilidad de cambio en un rasgo se hacía depender del valor del otro rasgo. Acto seguido llevaron a cabo dos análisis más para comprobar si el sacrificio humano había servido para dirigir y estabilizar la evolución de la estratificación social tal y como ha venido propugnando la hipótesis del control social.

En conjunto, los resultados indican que el sacrificio humano jugó un papel fundamental en el origen y el mantenimiento de las sociedades estratificadas. Aunque el sacrificio humano se practicaba en la mayoría de las sociedades calificadas como muy estratificadas, era escaso en las sociedades igualitarias, apareciendo una correlación entre ambos, es decir, que el efecto dependía del nivel de estratificación.

En concreto, la práctica de sacrificios humanos aumentó considerablemente la estratificación social, al tiempo que sirvió para mantenerla (estabilizarla en el tiempo). Por el contrario, la práctica de este ritual no sirvió para aumentar la estratificación social en aquellas sociedades que eran igualitarias. Esta imagen tiene su apoyo en diferentes relatos históricos que ya apuntaban que para que el sacrificio humano pudiera ser explotado por las élites como mecanismo de control social, primero tenía que haber élites sociales, es decir, que la sociedad ya debía estar estratificada.

Esta investigación indica además que mientras que la desigualdad social puede fomentar la toma de decisiones colectivas y la eficiencia, las jerarquías de poder se vuelven inestables cuando carecen de un estatus sancionador. En este sentido, en las culturas austronesias se utilizó el sacrificio humano como castigo por violaciones de los tabúes, como medio para desmoralizar a las clases bajas, para marcar los límites entre las diferentes clases sociales y, por supuesto, para infundir miedo hacia las élites. Vemos por tanto una amplia gama de posibles mecanismos para el mantenimiento y la construcción del control social.

Y si bien hay muchos factores que pueden servir para crear y mantener una estratificación social, los sacrificios humanos son un medio particularmente eficaz de control social porque minimiza las posibles represalias por la muerte de la víctima: recordemos que el propio ritual lleva a la sociedad al convencimiento de que la responsabilidad última de lo sucedido debe atribuirse al mundo sobrenatural.

James Cook es testgio de un sacrificio humano en Taihiti (en la isla de Otaheite) en 1773. CC

James Cook es testigo de un sacrificio humano en Taihiti (en la isla de Otaheite) en 1773. CC

Conclusión

Desde hace tiempo se afirma que la religión juega un papel funcional en la sociedad y que ha sido un motor clave de la moralidad y la cooperación. Así, las actuales teorías evolutivas de la religión se han centrado en el potencial de las creencias religiosas como mecanismo para aumentar la cooperación entre los individuos. Sin embargo, las conclusiones de este nuevo estudio sugieren que los rituales religiosos desempeñaron un papel más oscuro en la evolución de las sociedades complejas: en las culturas austronesias había una importante superposición entre la política y la religión, donde el sacrificio humano se utilizó por las élites como un medio de control social sancionado por la divinidad.

Por desagradable que pueda parecer, los sacrificios humanos fueron una fuerza motriz que predispuso a las sociedades para aceptar la existencia de clases, para admitir una fuerte estratificación social. La práctica de este ritual ayudó a los seres humanos en la transición de los pequeños grupos igualitarios de nuestros antepasados, a las grandes sociedades estratificadas en las que vivimos hoy en día.

 

Referencias

Paz, Octavio (1991), Voluntad de forma. En México. Esplendores de treinta siglos, Nueva York: The Metropolitan Museum of Art, pp. 3-37

Watts, J., et al. (2015), «Pulotu: database of austronesian supernatural beliefs and practices«. PLoS ONE, vol. 10, núm. 9, p. e0136783. (Con acceso al artículo)

Watts, J., et al. (2016), «Ritual human sacrifice promoted and sustained the evolution of stratified societies«. Nature, vol. 532, núm. 7598, p. 228-231.

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 0 comentarios