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Mejorando nuestro conocimiento de la evolución humana

Mejorando nuestro conocimiento de la evolución humana

     Última actualizacón: 10 abril 2020 a las 11:37

En este blog ya hemos comentado que la icónica imagen de la «marcha del progreso», que hasta no hace demasiado tiempo se empleaba para ilustrar cómo hemos evolucionado, no se corresponde con la realidad y, además, ha sido fuente de malentendidos. La idea de que hemos experimentado una progresiva «mejora» desde formas «primitivas» a otras cada vez más «avanzadas» —con el ser humano en la cúspide de la evolución— afortunadamente está superada.

Otro planteamiento que también se ha demostrado erróneo ha sido la creencia de que en un tiempo y lugar determinados sólo habitó una especie o tipo de hominino, es decir, que no pudo haber «convivencia» entre diferentes especies 1.

De esta forma, a la hora de ofrecer una imagen que sirviera para explicar la evolución humana, pasamos de la «marcha del progreso» a la del árbol evolutivo y, más adelante, a la de un arbusto —dadas las intrincadas ramificaciones de las nuevas especies que se iban descubriendo— . Sin embargo, los últimos avances en el estudio de la evolución humana refuerzan la necesidad de buscar una nueva metáfora más adecuada para explicar el verdadero proceso evolutivo de los homininos.

Arriba a la izquierda, esbozo de Charles Darwin acerca de la evolución humana. Abajo a la derecha, Árbol evolutivo de «The Smithsonian Institution»

En este sentido, creo que la propuesta que ha hecho John Hawks 2, es muy adecuada: la mejor forma de comprender gráficamente cómo se ha producido nuestra evolución es la de imaginarla como el delta de un río. Voy a apoyarme en los nuevos descubrimientos en este campo para darle sentido a esta idea .

La evolución tal y como la entendíamos…

Hasta no hace mucho (unos 15 o 20 años) pensábamos que teníamos una imagen bastante clara de qué es lo que había sucedido en los últimos 500000 años, un periodo clave en nuestro camino evolutivo. Para los especialistas estábamos ante una sencilla «saga familiar» con un argumento claro y pocos actores.

Esta historia comenzaba con Homo heidelbergensis, una especie con una amplia distribución geográfica, caracterizada por la morfología del cráneo y la robustez del esqueleto postcraneal. Se trata del primer hominino en tener un encéfalo tan grande como el de los seres humanos anatómicamente modernos, mientras que su esqueleto postcraneal sugiere que estaba bien adaptado para realizar viajes de larga distancia. Estuvo presente en África y Eurasia occidental hace entre 700000 y 130000 años.

Esta especie tuvo dos descendientes: Homo neanderthalensis en la parte occidental de Eurasia; y Homo sapiens, en África. La «cuna de la humanidad», el lugar de origen de los seres humanos modernos, se situaría por tanto en África, concretamente en el Este, en las actuales Etiopía o Kenia.

Los datos genéticos de las poblaciones actuales venían a confirmar que nuestra especie había salido de África hace unos 60000 años, y que hace unos 30000 ya había reemplazado a los neandertales (considerados «inferiores») con poco o ningún entrecruzamiento.

Otras especies humanas, con un origen más antiguo, coexistieron con Homo sapiens. Una se encontró en China (concretamente el cráneo fósil hallado en Dali, provincia de Shaanxi); y otra vivió en Indonesia, donde los fósiles sugieren que Homo erectus, el antepasado de Homo heidelbergensis, había sido el único habitante hasta la llegada de los humanos modernos hace unos 45000 años.

Por lo tanto, solo Homo sapiens, usando embarcaciones que permitían la navegación de altura, fue capaz de migrar hacia el este a través de las cadenas de islas hasta llegar a Australia, donde arribaron aproximadamente al mismo tiempo que a Indonesia.

… hasta que los nuevos hallazgos nos han obligado a repensarla

África

La búsqueda de la «cuna de la Humanidad» en el continente africano ha seguido su curso. Los posibles candidatos han aumentado conforme se producían nuevos descubrimientos, aunque cada vez más investigadores defienden que no ha existido un lugar como ese: no ha habido ningún «Jardín del Edén» tal y como lo entiende la cultura judeocristiana.

Veamos algunos de los nuevos descubrimientos que han obligado a repensar nuestra evolución.

Homo sapiens

El cráneo con forma «humana» más antiguo se ha encontrado en Etiopía. Por otro lado, los símbolos en forma de grabados más antiguos se encuentran en la cueva de Blombos en Sudáfrica; mientras que los enterramientos simbólicos más antiguos los hallamos en la otra punta del continente, en Israel, donde se ha localizado una tumba datada en 100000 años (en la cueva de Qafzeh) donde se ha recuperado un cuerpo adornado con astas de ciervo.

Todos estos datos han llevado a arqueólogos y genetistas a plantear una nueva hipótesis para explicar el origen de Homo sapiens: hubo diferentes lugares en África que actuaron como «cunas de la humanidad» 3. Lo que esto significa es que nuestra especie no surgió en un único lugar desde el que nos dispersamos; al contrario, hemos estado evolucionando durante casi medio millón de años a lo largo de la enorme vastedad del continente africano.

Chris Stringer sostiene 4 que los inmediatos predecesores de los humanos modernos surgieron en África hace unos 500000 años y evolucionaron en poblaciones diferentes. Cuando las condiciones climáticas empeoraron —por ejemplo, cuando el Sáhara se volvió un desierto— grupos aislados de nuestros antepasados tuvieron que luchar para sobrevivir. Algunas de esas poblaciones podrían haberse extinguido; otras en cambio se las arreglaron para prosperar. Pasado el tiempo, cuando el clima se moderó —y el Sáhara volvió a ser verde, un lugar húmedo con abundancia de ríos y lagos— las poblaciones supervivientes crecieron y entraron en contacto unas con otras. Al hacerlo, es muy posible que intercambiaran no sólo ideas, sino también genes.

Estos ciclos sucesivos de bonanza y severidad climática trajeron consigo sucesivos aislamientos y nuevos contactos entre las distintas poblaciones. Esta dinámica se repitió una y otra vez en diferentes lugares y por motivos diferentes durante los siguientes 400000 años. El producto final fue Homo sapiens.

Si bien sabemos que los animales que se dispersan por un continente tienen a dividirse en diferentes subespecies y, finalmente, pueden llegar a formar especies completamente nuevas, en el caso de Homo sapiens sucedió algo muy diferente. Nosotros mantenemos contactos, constituimos redes sociales a larga distancia, y de esa forma evolucionamos lentamente, pero en grupo —y esto es lo importante— en toda la extensión del continente africano.

Homo naledi

El complejo de cuevas Rising Star, cerca de Johannesburgo —y a un tiro de piedra de yacimientos tan importantes como Sterkfontein, Swartkrans y Kromdraai—, alberga varias cámaras subterráneas con un acceso enormemente complicado donde se han hallado los restos de Homo naledi por un equipo multidisciplinar de científicos encabezados por el profesor Lee Berger de la universidad de Witwatersrand.

Uno de los aspectos más controvertidos de este hallazgo es la hipótesis planteada por los descubridores acerca de una posible deposición intencionada de los muertos (la cueva donde se han encontrado los fósiles tiene un único acceso por un pozo de 12 metros de profundidad y 18 centímetros en su parte más ancha).

La morfología del cráneo de Homo naledi se aproxima a la de los primeros Homo (H. erectus, H. habilis y H. rudolfensis) pero tiene un volumen craneal de unos 500 cm³, similar al de los australopitecinos. Su estatura media era de 1,50 metros con un peso de unos 45 kilos. La dentición es primitiva y pequeña. Si bien la morfología de las manos, de la pierna y el pie son casi indistinguibles de la de los seres humanos modernos, el tronco y extremo proximal del fémur exhiben características que lo acercan más a los australopitecinos.

Con una antigüedad de los restos de entre 236000 y 335000 años, la pervivencia de esta especie junto a otras especies de homininos, es objeto de investigación.

Australopithecus anamensis

Seguimos con la puesta vista en África porque hace pocos meses se produjo un hallazgo realmente importante, no por tratarse de una nueva especie, sino porque se ha recuperado un cráneo casi completo y muy bien conservado de Australopithecus anamensis 5, de quien hasta ahora sólo contábamos con mandíbulas, dientes y elementos postcraneales de las extremidades superiores e inferiores.

Este cráneo, datado en unos 3,8 millones de años y recuperado en el yacimiento de Woranso-Mille (Etiopía), nos permite situar a esta especie en el mismo tiempo y lugar que Australopithecus afarensis. Es nuevo «solapamiento» entre distintas especies nos hace replantearnos la evolución gradual de Australopithecus anamensis hacia Australopithecus afarensis.

El equipo de Hailie-Selassie, quien ha hecho el nuevo descubrimiento, postula que quizás la diversificación se produjo en un evento de especiación, en el que un pequeño grupo de Australopithecus anamensis aislado genéticamente — algo más probable que el hecho de que toda la especie en su conjunto quedara aislada — evolucionó hacia Australopithecus afarensis, conviviendo ambas especies durante unos 100000 años.

Asia

El primer contratiempo para la visión clásica de que nuestros antepasados salieron de África hace unos 60000 años llegó en 2004 cuando se hizo público el descubrimiento de un esqueleto diminuto en Liang Bua, una cueva en la isla indonesia de Flores:

Homo floresiensis

Esta nueva especie planteó interesantes interrogantes. ¿Era un descendiente de Homo erectus? ¿Por qué era tan pequeña? Es posible que viera reducido su tamaño debido a su confinamiento en una isla (un proceso conocido como «enanismo insular»); aunque también podía tratarse de un ser humano moderno con una patología, por ejemplo, el síndrome de Down o una deficiencia de yodo.

Pero esto no era todo. Las cosas se complicaron cuando junto a los fósiles aparecieron herramientas de piedra, pruebas que confirmaban que el «hobbit» tuvo habilidades para la caza y conocía el fuego. A esto se unía la «evidente» posibilidad de que Homo floresiensis hubiera llegado a la isla navegando —una tecnología que supuestamente solo estaba al alcance de los más «avanzados» Homo sapiens—. Todos estos datos no cuadraban con una especie que poseía un cerebro del tamaño de un chimpancé.

Desde los primeros hallazgos, las excavaciones han recuperado más restos en niveles inferiores, y han mostrado que el primer esqueleto tenía una antigüedad de 60000 años. En Mata Menge, otro yacimiento de la isla de Flores, se han recuperado nuevos fósiles datados en 700000 años 6. El linaje de Homo floresiensis parece más antiguo de lo que cabía esperar.

Homo luzonensis

Y sin abandonar las islas del sudeste asiático, un nuevo miembro de la familia humana se ha descrito en Filipinas. Descubiertos en la cueva de Callao —en la isla de Luzón— los fósiles pertenecen al menos a dos adultos y un niño datados entre hace 67000 y 50000  años 7. Este hallazgo es importante no solo porque describe una nueva especie, sino porque nos obliga a repensar lo que sabíamos acerca de las primeras migraciones de homininos fuera de África hacia Asia. Hemos de tener en cuenta que Homo luzonensis vivió al mismo tiempo que los neandertales, los denisovanos, Homo floresiensis y nuestra propia especie.

Los fósiles de Luzón presentan un conjunto único de rasgos físicos que los diferencia del resto de congéneres que vivían en esa misma época. Algunas de estas características parecen muy primitivas —como, por ejemplo, el pequeño tamaño y la forma sencilla de las coronas de los molares; o la curvatura de los dedos de las manos y los pies, que lo acercan más a los australopitecinos—; mientras que otras —en especial sus dientes— son similares a los parántropos, Homo erectus e incluso Homo sapiens.

Puesto que sus manos y pies son más primitivos que los de Homo erectus, ¿significa que el antepasado de Homo luzonensis es incluso más antiguo que Homo erectus, y que por tanto migró fuera de África antes de que lo hiciera aquél? ¿Llegó esta especie a Filipinas también en barco, o tanto Homo luzonensis como el «hobbit» fueron arrojados a las islas por un tsunami?

La cuestión de si algún hominino había salido de África antes de que lo hiciera Homo erectus ya se había planteado cuando se descubrió Homo floresiensis. Ahora es una hipótesis que cobra más fuerza.

El arte rupestre más antiguo

Seguimos en Filipinas. En la isla de Célebes (Sulawesi en indonesio) los científicos han encontrado una cueva donde podemos admirar un conjunto de escenas que representan imágenes de una cacería con figuras humanas y animales 8. Gracias a la datación por series de uranio se ha comprobado que las pinturas tienen 43900 años de antigüedad: estamos por tanto ante la escena de caza más antigua conocida hasta la fecha.

Las pinturas representan al menos ocho pequeñas figuras con forma humana (una de ellas con cabeza de pájaro y otra con cola), que llevan lanzas o cuerdas, y que aparecen junto a dos jabalíes y cuatro búfalos. Todas se pintaron al mismo tiempo, en el mismo estilo, con la misma técnica y el mismo pigmento ocre. La interpretación que hacen los investigadores es que las imágenes sugieren un mito o leyenda, uno de los elementos clave de la cognición humana moderna: vemos una escena narrativa y figuras parecidas a seres humanos que no existen en el mundo real.

La isla de Célebres está situada geográficamente muy lejos de Europa, donde encontramos casi todo el arte rupestre. Las pinturas y grabados que podemos contemplar en las cuevas de Lascaux y Altamira, por ejemplo, muestran que las mentes de sus creadores poseían «algo especial», un pensamiento simbólico donde consiguen que una cosa, en este caso unas manchas de pintura, representen otra cosa completamente diferente, un animal. Parece evidente que estos artistas llenaban sus vidas con un significado, con una intención que iba más allá de los impulsos básicos por sobrevivir.

Todo esto ha llevado a que algunos científicos defiendan que los primeros europeos fueron, intelectualmente, más capaces que otros miembros de nuestra propia especie. Sostienen que es posible que hubiera una mutación genética en sus cerebros en su camino desde África hacia Europa.

Esta idea, ya de por sí objeto de fuertes controversias, se ha visto definitivamente superada por las pinturas de Célebes ya que son unos 10000 años más antiguas que las pinturas de Lascaux y Altamira, aunque igual de sofisticadas. La idea de que el arte rupestre comenzó en Europa se ha demostrado errónea, Homo sapiens poseía capacidad para el pensamiento simbólico y abstracto mucho antes de que llegáramos al continente europeo hace unos 40000 años.

Europa

Y así, terminamos nuestro recorrido en el continente europeo, con un descubrimiento que ha supuesto un verdadero terremoto en la disciplina.

Homo sapiens

En 1978 comenzaron unas excavaciones en la cueva griega de Apidima. Durante los trabajos se recuperaron dos cráneos muy fragmentados. Los investigadores pudieron hacer poco más que nombrarlos («Apidima 1» y «Apidima 2») ya que la falta de un contexto arqueológico preciso impedía tanto su análisis como su datación.

Un nuevo trabajo 9 concluye que «Apidima 1» pertenecía a un Homo sapiens con una mezcla de rasgos modernos y primitivos que vivió hace unos 210000 años; mientras que «Apidima 2» era un neandertal con una antigüedad de 170000 años. La presencia de Homo sapiens arcaicos en la región, 150000 años antes del supuesto éxodo fuera de África de las poblaciones modernas, ha causado un enorme impacto. Además, el estudio sugiere que ambos grupos estuvieron presentes durante el Pleistoceno Medio: primero la población temprana de Homo sapiens, seguida de la neandertal.

Y es que hasta ahora, el fósil de Homo sapiens más antiguo que se había hallado fuera de África se encontraba en Israel (Misliya) 10, donde los científicos describieron un fragmento de mandíbula con una antigüedad de entre 200000 y 175000 años.

Homo heidelbergensis

En la Sima de los Huesos, dentro del complejo de yacimientos de la Sierra de Atapuerca, se ha logrado una proeza impensable hasta no hace mucho: la secuenciación del ADN nuclear de unos fósiles asignados a Homo heidelbergensis con de 430000 años de antigüedad 11. Estamos ante la secuenciación del ADN más antiguo hasta la fecha.

Los fósiles se habían «catalogado» como neandertales primitivos tras el estudio de la morfología de sus dientes y cráneos, y gracias a este estudio de su ADN se ha podido confirmar la hipótesis ya que su genoma se parece más al de los neandertales que, por ejemplo, al de los denisovanos.

Por lo tanto, estos datos apuntalan una idea que hemos comentado más arriba: los cruces genéticos entre poblaciones distintas –como los neandertales, denisovanos y Homo sapiens– fueron bastante habituales. Al mismo tiempo, se pone en cuestión el modelo tradicional de que la especie Homo heidelbergensis fue el antepasado común de los neandertales y Homo sapiens. Dado que estos fósiles de la Sima de los Huesos se sitúan en un momento anterior de la línea neandertal, parece que su antepasado tuvo que ser más antiguo que Homo heidelbergensis.

Y ahí es donde apunta otro trabajo liderado por Aida Gómez-Robles 12 publicado en 2019 que concluye, tras analizar 931 dientes pertenecientes a 122 individuos de este mismo yacimiento, que los neandertales y Homo sapiens tomaron caminos evolutivos diferentes hace 800000 años. Como vemos, este trabajo retrotrae la separación de ambos linajes varios cientos de miles de años al pasado.

Con esta información en mente, podemos poner en contexto los hallazgos relacionados con otra especie descubierta en la Sierra de Atapuerca.

Homo antecessor

Hasta hace poco se pensaba que la cara de Homo heidelbergensis podía haber evolucionado tanto hacia el rostro de los neandertales como de Homo sapiens, en consonancia con la idea de que era el antepasado común. Sin embargo, nuevos trabajos 13 también arrojan dudas acerca de que Homo heidelbergensis sea nuestro antepasado directo.

La cara de un niño de unos 850000 años asignado a Homo antecessor es más moderna en términos anatómicos que la Homo heidelbergensis 14, del resto de fósiles de la Sima de los Huesos, y los propios neandertales clásicos. Lo mismo sucede si incluimos en el análisis los fósiles chinos como el cráneo de Dali, datado en unos 300000 años.

La conclusión a la que podemos llegar es que es posible que el antepasado común de neandertales, denisovanos y Homo sapiens poseyera una cara más moderna —que finalmente hemos conservado, y quizás los denisovanos también (si es que fósiles chinos como el cráneo de Dali son realmente denisovanos)— pero que los neandertales u Homo heidelbergensis hubieran perdido durante su evolución separada.

En abril de 2020 se publicó un artículo en la revista Nature 15 que hizo pública la secuenciación de proteínas del esmalte de los dientes de esta especie, retrasando hasta los 800000 años la secuenciación de material genético. Los resultados obtenidos llevan a situar a este hominino en un linaje hermano y cercano a Homo sapiens, a los neandertales y a los denisovanos; pero se confirma que ni perteneció al mismo grupo de sus parientes ni fue su antecesor: es más antiguo y se separó antes del ancestro común que mantuvieron estas especies entre sí.

Homo neanderthalensis

Hace tiempo que los neandertales perdieron el calificativo de «brutos». Son muy pocos —desinformados— quienes aún los consideran unos antepasados con escasa inteligencia y que esa circunstancia les llevó a ser «reemplazados» por los más hábiles y capaces Homo sapiens. En este sentido, desde hace años se vienen publicando numerosos estudios que hacen ver sus capacidades técnicas, de desarrollo artístico y, en definitiva, la enorme capacidad adaptativa de esta especie. Veamos algunos de los últimos avances:

Un equipo de investigación liderado por Antonio Rodríguez-Hidalgo ha estudiado huesos de la garra del águila imperial recuperados en Cova Foradada 16, y ha concluido que las marcas de corte que presentan demuestran que se usaban a modo de adorno o joyas enlazadas en el cuello. Aunque es cierto que ya se conocían este tipo de complementos, la importancia de este trabajo reside en que es la primera vez que se constata el uso de adornos personales en neandertales de la Península Ibérica con una antigüedad de unos 44000 años.

Otro hallazgo interesante, y que aún es objeto de estudio e interpretación, son las extrañas construcciones ovales hechas con estalagmitas cuidadosamente colocadas en la cueva de Bruniquel del sur de Francia, y datadas en 176000 años 17. Esta «construcción» se atribuye a los neandertales, y se suma al cada vez mayor catálogo de comportamiento sofisticado que incluye muros pintados en cuevas, el empleo de pegamento de resina para mantener las herramientas unidas, así como el uso de artefactos de madera para cavar.

Lo que nos aportan los estudios de ADN antiguo

Ya he comentado en más de una ocasión que es posible que la revolución más importante en el campo de la evolución humana venga del estudio del ADN antiguo. Los avances en este campo se producen muy rápido, casi cada semana.

Un reciente trabajo que ha analizado 161 genomas modernos de 14 poblaciones que viven en islas del sudeste asiático y Nueva Guinea 18 concluye que los humanos modernos se cruzaron con al menos tres grupos diferentes de denisovanos que habían permanecido aislados geográficamente durante mucho tiempo. Podemos encontrar uno de estos linajes en Asia oriental; mientras que rastros de los otros dos aparecen entre los modernos habitantes de Papúa, y en un área mucho mayor de Asia y Oceanía.

Por lo tanto, por ahora sabemos que los denisovanos se componen de tres grupos, dándose la paradoja de que hay más diversidad genética en menos de una docena de huesos (que son todas las muestras fósiles que poseemos de ellos), que la que existe entre los 7700 millones de personas que habitamos el planeta hoy en día. De hecho, otros grandes simios —chimpancés, gorilas y orangutanes— tienen una mayor variabilidad genética que nosotros. Tanta, que los primatólogos reconocen dos especies de orangutanes, y hasta cuatro de chimpancés y gorilas. Esto sucede porque sus poblaciones se vieron separadas geográficamente durante cientos de miles de años. Por el contrario, los humanos nos parecemos más a un pequeño grupo de refugiados emigrados de una parte de África.

Algunos científicos han propuesto que un evento catastrófico global (como, por ejemplo, una erupción volcánica) pudo ser el causante de una reducción del tamaño de las poblaciones de Homo sapiens, lo queexplicaría esta baja diversidad genética. Sin embargo, el estudio de un número mayor de muestras ha permitido ofrecer una imagen diferente.

Cuando los neandertales, los denisovanos y otras poblaciones «fantasma» —denominadas así porque sólo se las conoce por los resultados de los análisis genéticos y se presume que existieron aunque no tengamos más pruebas de ello— vivieron, sus poblaciones pudieron tener poco contacto entre sí, aunque colectivamente eran muy diversas genéticamente hablando, tal y como lo son hoy en día los gorilas y los chimpancés. A lo largo de los últimos 200000 años, estas corrientes separadas se fueron reuniendo debido al aumento del tamaño de una de esas ramas: Homo sapiens se expandió a lo largo del mundo de la misma manera que un ancho delta fluvial, llevando consigo fracciones ligeramente diferentes del flujo de los antiguos «cursos de agua».

Conclusión

Y así ponemos fin a este viaje por los últimos planteamientos en el interesante debate acerca de la evolución humana.

Por lo que nos dicen los estudios genéticos, por la constatación de que neandertales, denisovanos y otras poblaciones fantasma aportaron material genético a nuestro genoma, y por el hallazgo de fósiles cuya ubicación y antigüedad ponen «patas arriba» la disciplina, creo que ha llegado el momento de reconocer que nuestra historia evolutiva se describe mejor de forma gráfica si tenemos en mente el enorme delta de un río. Las corrientes —las diferentes especies— se unen, mezclan y se separan, haciendo que muchas de ellas terminen en callejones sin salida, y que otras desemboquen en el mar, llevando todas ellas consigo vestigios genéticos de sus antepasados.

Esta imagen trae consigo el recurrente problema de cómo definimos las especies, haciendo necesario un profundo debate a este respecto, que desde luego será interesante seguir.

Desde esta humilde bitácora trataré de hacer más comprensible el intrincado paisaje que se abre ante nosotros. La ciencia tiene la labor de arrojar cada vez más luz para tratar aclarar de nuestro pasado.

Artículos recomendados

HAWKS, J., 2016. Human evolution is more a muddy delta than a branching tree | Aeon Ideas. Aeon [en línea]. [Consulta: 21 enero 2020]. Disponible en: https://aeon.co/ideas/human-evolution-is-more-a-muddy-delta-than-a-branching-tree.

STRINGER, C., 2019. Meet the relatives: the new human story. Financial Times [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://www.ft.com/content/6fc26e8c-ada8-11e9-8030-530adfa879c2.

MCKIE, R., 2020. The search for Eden: in pursuit of humanity’s origins | World news | The Guardian [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2020/jan/05/the-search-for-eden-in-pursuit-of-humanitys-origins.

ORGAN, J., 2019. Top 6 Discoveries in Human Evolution, 2019 Edition | PLOS SciComm. [en línea]. [Consulta: 26 enero 2020]. Disponible en: https://blogs.plos.org/scicomm/2019/12/11/top-6-discoveries-in-human-evolution-2019-edition/

Notas

  1. Podía darse el caso de que a un lugar llegase una nueva especie, pero esta idea sostenía que una de las dos acababa desapareciendo por la competencia por los recursos. El ejemplo clásico es de la extinción de los neandertales tras la llegada de Homo sapiens.
  2. El profesor Hawks explica su punto de vista en un artículo publicado en la revista digital «Aeon»: Human evolution is more a muddy delta than a branching tree.
  3. Lipson, M., et al. (2020), «Ancient West African foragers in the context of African population history». Nature.
  4. Recomiendo la lectura del artículo «Meet the relatives: the new human story, que Stringer ha publicado en la serie Masters of Science 2019 en el Financial Times.
  5. Haile-Selassie, Y., et al. (2019), «A 3.8-million-year-old hominin cranium from Woranso-Mille, Ethiopia». Nature, vol. 573, núm. 7773, p. 214-219.
  6. van den Bergh, G. D., et al. (2016), «Homo floresiensis-like fossils from the early Middle Pleistocene of Flores». Nature, vol. 534, núm. 7606, p. 245-248.
  7. Détroit, F., et al. (2019), «A new species of Homo from the Late Pleistocene of the Philippines». Nature, vol. 568, núm. 7751, p. 181-186.
  8. Aubert, M., et al. (2019), «Earliest hunting scene in prehistoric art». Nature, vol. 576, núm. 7787, p. 442-445.
  9. Harvati, K., et al. (2019), «Apidima Cave fossils provide earliest evidence of Homo sapiens in Eurasia». Nature, vol. 571, núm. 7766, p. 500-504.
  10. Hershkovitz, I., et al. (2018), «The earliest modern humans outside Africa». Science, vol. 359, núm. 6374, p. 456-459.
  11. Meyer, M., et al. (2016), «Nuclear DNA sequences from the Middle Pleistocene Sima de los Huesos hominins». Nature, vol. 531, núm. 7595, p. 504-507.
  12. Gómez-Robles, A. (2019), «Dental evolutionary rates and its implications for the Neanderthal–modern human divergence». Science Advances, vol. 5, núm. 5, p. eaaw1268.
  13. Lacruz, R. S., et al. (2019), «The evolutionary history of the human face». Nat Ecol Evol, vol. 3, núm. 5, p. 726-736.
  14. Lacruz, R. S., et al. (2013), «Facial morphogenesis of the earliest europeans». PLoS ONE, vol. 8, núm. 6, p. e65199.
  15. Welker, F., et al. (2020), “The dental proteome of Homo antecessor”. Nature.
  16. Rodríguez-Hidalgo, A., et al. (2019), «The Châtelperronian Neanderthals of Cova Foradada (Calafell, Spain) used imperial eagle phalanges for symbolic purposes». Science Advances, vol. 5, núm. 11, p. eaax1984.
  17. Jaubert, J., et al. (2016), «Early Neanderthal constructions deep in Bruniquel Cave in southwestern France». Nature, vol. 534, núm. 7605, p. 111-114.
  18. Jacobs, G. S., et al. (2019), «Multiple deeply divergent denisovan ancestries in Papuans». Cell, vol. 177, núm. 4, p. 1010-1021.e32.
Publicado por José Luis Moreno en CIENCIA, 2 comentarios
Un día en el Museo de Altamira

Un día en el Museo de Altamira

Hace unos días se cumplía el 18 aniversario de la inauguración del Museo de Altamira, y dado que pocos días antes tuve la ocasión de visitarlo por primera vez junto a mi familia, quiero ofreceros en esta anotación un pequeño «paseo» por su exposición permanente y el interior de la Neocueva.

Lo primero que debéis saber es que la visita a la cueva original está muy restringida por razones obvias de conservación. Únicamente se permite el acceso a cinco personas cada viernes, elegidas mediante un sorteo entre los visitantes presentes ese día y que deseen participar. Si por cualquier razón no puedes ir un viernes, o no tienes suerte con el sorteo, siempre puedes visitar la Neocueva –una reproducción tridimensional muy rigurosa de la cueva original– que te permitirá comprender, admirar y disfrutar plenamente las pinturas que realizaron sus ocupantes originales. Mi recomendación es que escojas una visita guiada (no supone un incremento del precio de la entrada) ya que tendrás una información mucho más completa de todo lo que vas a ver en su interior; así como de los trabajos arqueológicos que se están llevando a cabo.

Voy a dejar la Neocueva para el final (y no me extenderé demasiado porque creo que las imágenes nunca hacen justicia a toda su belleza) y comenzaré este recorrido por la exposición permanente.

Exposición permanente

Dividida en cuatro bloques temáticos, el recorrido empieza con una introducción acerca de la labor de investigación arqueológica. Podemos contemplar cuál sería la «típica» mesa de trabajo de un prehistoriador (aunque como podéis ver, haría falta actualizar un poco su contenido).

Los diferentes paneles explicativos nos cuentan cómo se lleva a cabo el proceso para clasificar y analizar el material recuperado en las excavaciones; y cuáles son las distintas fuentes de las que podemos obtener información acerca de la vida de nuestros antepasados: el estudio de la macro y micro fauna, análisis de sedimentos, pólenes, tipología de las herramientas de piedra, hueso o asta y un largo etcétera.

El segundo bloque está dedicado a explicar cómo han evolucionado los homininos hasta llegar al Homo sapiens que habitó Altamira; centrándose en el análisis del Pleistoceno, es decir, el periodo de tiempo que comprende los últimos 2,6 millones de años (Ma). Como sin duda sabréis, la mayor parte de este proceso tuvo lugar en África Oriental, que es donde se han recuperado gran parte de los restos de Australopithecus, Homo habilis y Homo erectus.

De una forma muy gráfica, y con la ayuda de grandes paneles expositores, se reconstruyen los paisajes y ambientes, y así podemos hacernos una idea de cómo vivían y se desenvolvían nuestros antepasados, qué comían etc. Algunas de las dataciones que aparecen han sido refinadas gracias a recientes trabajos de investigación, pero en ningún caso supone un inconveniente para obtener una imagen de conjunto de nuestra evolución.

Por último, se analiza cuál es el posible origen de Homo sapiens y cómo migramos por el resto de los continentes.

El tercer bloque temático de la exposición permanente se centra en cómo era la vida en tiempos de Altamira.

Sabemos que los hombres que habitaron la cueva durante el Pleistoceno encontraron un clima más frío que el actual, y por tanto una flora y fauna similares a las que hoy podemos ver en latitudes más altas de Eurasia o América. Nuestros antepasados disponían de los conocimientos, la tecnología y la organización social necesarios para poder adaptarse a las duras condiciones ambientales. Y prosperaron.

En diferentes dioramas a tamaño real, podemos ver cómo se alimentaban: conoceremos tanto las técnicas que emplearon para cazar ciervos y bisontes o la recolección de vegetales, así como  la incorporación de moluscos, truchas y salmones a su dieta.

Hay un espacio dedicado a conocer cómo se fabricaban las herramientas de piedra, lo que conocemos como «industria lítica». Podemos entender, paso a paso, cómo nuestros antepasados fueron capaces de fabricar los útiles que necesitaban para distintas funciones: desde los más primitivos «cuchillos», a las más perfeccionadas herramientas para tratar las pieles, o fabricar otras herramientas. Del mismo modo, vemos la progresiva modificación de estas herramientas con una disminución del uso de la piedra en favor del asta o el hueso, lo que les permitió obtener formas de más precisión, como son los arpones, anzuelos, punzones o las agujas de coser para confeccionar ropa de abrigo.

Además podemos visualizar cómo en el entorno o en el interior de las cuevas se llevaban a cabo las tareas domésticas  como el procesado de alimentos, curtido de pieles, la fabricación de ropa y adornos, así como de las propias herramientas. Por supuesto, los ocupantes de Altamira conocían el uso del fuego.

Como veis en las imágenes, la exposición es muy visual, aunque también hay varios vídeos explicativos donde escuchamos de forma más detallada todos estos procesos. Una parte que me llamó mucho la atención, por lo acertado de su inclusión, fue la posibilidad de reproducir –a elección de los visitantes– una serie de vídeos cortos donde vemos a bosquimanos, esquimales o aborígenes australianos, realizar las tareas que suponemos análogas a las que los hombres de Altamira hicieron, desde la caza y recolección de alimentos, a la confección de prendas de abrigo y un largo etcétera.

Los investigadores suponen que Altamira era un lugar de agregación, un espacio en el que se reunían con cierta periodicidad grupos humanos que normalmente se hallaban dispersos por el territorio, tal vez para realizar algún tipo de ritual. Las investigaciones al respecto siguen su curso.

Y así llegamos a una de las partes que me han resultado más interesantes de toda la exposición: el arte.

Todos sabemos que Altamira es un lugar singular por la calidad de sus pinturas rupestres. Sin embargo, tenemos que saber que el primer problema al que se enfrentan los investigadores para su estudio es establecer su antiguedad. La técnica de datación empleada de forma más habitual para este tipo de pinturas es el método del radiocarbono con el que podemos datar restos orgánicos (hasta un máximo de unos 50000 años) ya que podemos analizar el carbón vegetal usado para la fabricación de los pigmentos.

Gracias a una serie de ejemplos, podemos comprender también cuál fue la técnica empleada para crear las magníficas pinturas de la cueva de Altamira: comenzando con el rayado y estriado para hacer un bosquejo o «modelo» del objeto a representar, y al mismo tiempo dar volumen al interior de una figura; siguiendo por la definición del contorno sobre el que finalmente se aplicarían los distintos pigmentos.

Éstos eran de origen mineral, con la salvedad del carbón vegetal empleado para los trazos negros. Los más habituales eran óxidos de hierro –ocres, hematites– que combinados con otros elementos permitían obtener tonos amarillos, rojos o pardos.

Los pigmentos se aplicaban bien con los dedos, o mediante tampones de cuero, o incluso «soplados» al modo de un aerosol con la boca; y en algunos casos se matizaban mediante raspado o lavado parcial.

Pero en Altamira no todo son pinturas rupestres. Destaca la interesantísima colección de arte mueble: útiles y herramientas (como puntas, arpones, buriles); piezas de adorno (colgantes); bastones perforados y otras piezas de hueso decoradas. Son numerosísimos los ejemplos de este tipo de objetos que podemos admirar en sus vitrinas.

Por último, hay una parte dedicada a la música con la que finaliza el recorrido por la exposición permanente.

Neocueva

Como dije al principio, he querido dejar las imágenes de la Neocueva para el final, aunque no voy a poner muchas por dos motivos:

  1. Por muchas fotografías que veas de este espacio, nunca podrán sustituir a la experiencia que supone entrar en ese lugar y contemplar el techo plagado de maravillosas pinturas. Es un lugar que tienes que visitar y experimentar de primera mano.
  2. Quiero escribir una anotación más en profundidad sobre este tema, que espero tener lista lo antes posible.

En cualquier caso, lo prometido es deuda:

Finalmente, no puedo terminar este texto sin reconocer lo mucho que me impactó un cuadro colgado a las espaldas de la reconstrucción del despacho de D. Marcelino Sanz de Sautuola, el descubridor científico de la cueva de Altamira.

Se trata de una obra de Fernando Vicente titulada «Gran explosión»:

Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)

Con la siguiente explicación

La Humanidad tuvo su origen en África. Somos africanos más o menos despigmentados, todas las personas que actualmente poblamos los cinco continentes formamos una misma y única Humanidad. Este cuadro expresa la idea de nuestro origen común. Además, y al igual que sus primeros colegas paleolíticos, el autor emplea las formas naturales del soporte (la forma del continente africano en este caso), para crear una imagen simbólica, para crear Arte.

Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)
Detalle. Fernando Vicente. «Gran explosión» (2004)

Conclusiones

Puedo aseguraros que la visita al Museo de Altamira es obligada; y aunque no puedas entrar en la cueva de Altamira, te garantizo que la Neocueva no te defraudará lo más mínimo. El personal del Museo es amable y atento; y el trabajo de las guías que explican todos los detalles de la Neocueva impecable.

Además, si vas con niños pequeños no tienes que preocuparte de nada. Hay numerosas actividades y talleres programados a diario para que ellos puedan pasar un rato más lúdico aprendiendo sobre la vida en la prehistoria, mientras lo más mayores podemos sumergirnos plenamente en la exposición. En cualquier caso, te aconsejaría que llevaras a los más pequeños a visitar tanto la exposición permanente como la Neocueva, porque es una experiencia que seguro les encantará.

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Evolución humana. Un mapa con información de yacimientos, fósiles y cultura

Evolución humana. Un mapa con información de yacimientos, fósiles y cultura

     Última actualizacón: 31 agosto 2018 a las 12:27

«the pleasure of the first days partridge shooting or first days hunting

cannot be compared to finding a fine group of fossil bones,

which tell their story of former times with almost a living tongue». 1

«el placer de los primeros días de tiro a la perdiz o de caza

no se puede comparar a encontrar un buen grupo de fósiles,

que cuentan su historia de tiempos pasados casi con lengua viva».

 

La paleoantropología, el estudio de la evolución humana, se centra fundamentalmente en el análisis de los fósiles. Esta afirmación es una simplificación, pero es innegable que a la hora de comprender el proceso y la historia evolutiva de nuestra especie, es necesario contar con testigos del pasado que nos cuenten cómo fue ese camino.

Tras años leyendo libros, artículos y todo tipo de material relacionado con la evolución humana, tengo claro que es necesario organizar adecuadamente la enorme cantidad de información disponible en relación tanto a los fósiles como a los yacimientos donde se han encontrado. Estoy seguro de que cualquiera que se haya interesado en este tema habrá comprobado que llega un momento en que resulta difícil seguir la pista de los nuevos hallazgos que, casi cada semana, se producen en relación a esta disciplina.

En mi caso, confieso que la solución que se me ocurrió fue bastante obvia y al mismo tiempo útil. La imagen que encabeza esta anotación es la del mapa que utilizo para marcar los yacimientos, los fósiles interesantes, dejar notas de artículos que he leído y, en definitiva, toda información relevante para estar al día y no perderme entre la maraña de datos.

Pero está claro que esa solución no es todo lo buena que cabría esperar. De nuevo, llegó un momento en que no cabían físicamente más datos así que tuve que ponerme manos a la obra. La solución, como suele pasar en estos casos, llegó de la mano del mundo digital. Utilizando la herramienta de Google «MyMaps» he creado una versión digital de mi mapa en papel, que ahora pongo a vuestra disposición por si la consideráis de utilidad.

El mapa

Como digo, he utilizado la herramienta de «MyMaps» —gratuita para cualquier usuario con un cuenta en Google— que permite diseñar mapas incluyendo información que es posible organizar en varias capas. Se trata de una herramienta muy interesante y versátil. A día de hoy, el mapa que estoy construyendo cuenta con cinco capas diferentes que pretenden ofrecer información relevante para el estudio de la evolución humana.

En el caso de este mapa sobre «La evolución humana», la primera capa recibe el nombre de «yacimientos»: es la base sobre la que pivotará el resto de información. Lo primero que hago cuando incluyo una nueva referencia (por ejemplo, la publicación de la descripción de un nuevo fósil) es localizar el punto exacto (las coordenadas geográficas) donde se ha encontrado y marcar el lugar como «yacimiento». Acto seguido, cuando he introducido esa información, paso a otra capa (en el ejemplo que estamos viendo sería la de «fósil») y sigo el mismo patrón.

Cada «entrada» en el mapa consta de tres campos: nombre, descripción y artículos. Mi objetivo no es ofrecer solamente una herramienta que permita saber dónde se recuperó tal o cual fósil o dónde están esas pinturas rupestres tan fascinantes, sino facilitar la labor de investigación o el interés por profundizar en cada ejemplo, ofreciendo la información bibliográfica en cada caso. La información contenida en estos apartados es propia salvo que se indique lo contrario. Igualmente, las imágenes provienen en su mayor parte de los propios artículos científicos que se indican.

Leyenda

Como he señalado más arriba, el mapa cuenta ahora mismo con cinco capas diferentes identificadas con los siguientes símbolos 2:

Este icono representa la capa básica del mapa, llamada «yacimientos». Con ella se marca la ubicación exacta de cada yacimiento arqueológico 3 que ha aportado información relevante. Se incluye el nombre, una descripción, y el/los artículos científicos que lo describen.

Este icono representa cada fósil de hominino. Aunque sea la imagen de un cráneo, se refiere a cualquier hueso del esqueleto. En ocasiones he agrupado todo un conjunto de restos (como el caso de Orrorin tugenensis) para simplificar. Actuaré así salvo que sea relevante individualizar más de un fósil de un mismo ejemplar.

Este icono representa cualquier fósil que no pertenezca a un hominino. Se trata, en la mayor parte de los casos, de fósiles que aportan pruebas de manipulación humana y que, por tanto, acreditan la presencia de nuestros antepasados en un yacimiento, época o lugares concretos.

Este icono representa las huellas que han sido identificadas como pertenecientes a homininos. Las más famosas son las huellas de Laetoli, pero cada vez más a menudo se describen nuevos yacimientos con este tipo de restos que permiten dibujar mejor los movimientos de migración de nuestros antepasados.

Este icono representa ejemplos llamativos o destacados por su importancia de industria lítica (herramientas de piedra individualizadas), o bien, conjuntos de este tipo de herramientas. Destacan ejemplos individuales como «Excalibur», un bifaz recuperado en Atapuerca, o el conjunto de herramientas más antiguas hasta ahora localizadas en Lomekwi 3.

Este icono representa objetos artísticos. De nuevo, como en el caso de la industria lítica, puede identificar una única estatuilla o representar un panel de pinturas en una cueva. Soy consciente de lo complicado de catalogar un objeto como «artístico», así que trataré de argumentar en cada caso el porqué de su inclusión en esta categoría.

Por último, utilizaré este icono para identificar cualquier elemento de las categorías anteriores cuando no conozca las coordenadas exactas de su ubicación. Sucede que en los artículos científicos de hace unos años no se consideraba necesario incluir las coordenadas como parte de la descripción de los yacimientos. Agradeceré vuestra ayuda para completar las lagunas.

Utilizando el mapa

He de reconocer que la utilización de la herramienta es bastante sencilla e intuitiva. En cualquier caso, os voy a explicar de forma rápida algunas de sus principales características:

Las capas del mapa se pueden visualizar u ocultar marcando o desmarcando las diferentes casillas de verificación. Dado que, por ejemplo, cada fósil está situado exactamente en el mismo lugar de un yacimiento, si están marcadas todas las capas sólo se verá la última de ellas. Por ese motivo, mi recomendación cuando se visita por primera vez el mapa es desmarcar todas las capas excepto la primera («yacimientos») hasta acostumbrarse a su uso.

En cualquier caso, el mapa cuenta con una magnífica herramienta de búsqueda que permite encontrar fácilmente cualquier elemento. Solo hay que pulsar sobre cada uno para que despliegue el menú de información.

En la imagen superior veis el ejemplo del yacimiento Kara-Bom, las cuevas de Denisova.

Y como os he comentado, en muchos casos incluyo enlaces directos que permiten leer y descargar los artículos científicos recogidos.

 

En definitiva, la mejora de este mapa es un trabajo que no tendrá fin dado que tampoco se detendrán los esfuerzos por la búsqueda de nuestros orígenes. El mapa estará en permanente construcción así que solo me resta deciros tres cosas:

  1. Sed indulgentes porque falta muchísima información. Todos los días trato de añadir nuevos elementos y completar la información que falta en los ya existentes. Creedme si os digo que no es un trabajo sencillo.
  2. Agradeceré cualquier ayuda sobre todo en conseguir coordenadas correctas de los yacimientos. Hay mucha información en internet en diferentes páginas, pero la mayoría de las coordenadas que se facilitan no son exactas (creo que de forma intencionada para evitar «visitas» no queridas en esos lugares). Por ese motivo busco la información en los propios artículos científicos y a veces cuesta bastante dar con el dato concreto.
  3. Espero que os parezca una herramienta útil e interesante. Estoy abierto a cualquier consejo para su mejora.

Notas

  1. Carta de Charles Darwin a su hermana Catherine. 6 de abril de 1834.
  2. Todos los iconos los he tomado de Flaticon (http://www.flaticon.com/), y han sido creados por Freepik (http://www.freepik.com/).
  3. En el caso de no conocer las coordenadas exactas, se utiliza otro icono que veremos más abajo.
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Reseña: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno…

Reseña: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno…

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:15

Ficha Técnica

Título: Los cazadores recolectores del Pleistoceno y del Holoceno en Iberia y el Estrecho de Gibraltar: estado actual del conocimiento del registro arqueológico
Autor: Robert Sala Ramos (Redactor)
Edita: Universidad de Burgos, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Número de páginas: 768 p.
ISBN: 978-8492681853

 

El manual de Prehistoria antigua de la península Ibérica más actualizado con los datos básicos de los grandes sitios de la Evolución Humana en España y Gibraltar. Un libro coral en el que participan todos los especialistas más destacados de la arqueología del Paleolítico y Mesolítico para ofrecer el estado del conocimiento sobre el poblamiento primitivo. El lector hallará en él la información esencial de los yacimientos de primer orden: la estratigrafía, los hallazgos esenciales y las líneas de investigación y los grandes temas de la evolución tratados por la Arqueología de hoy.

RESEÑA

 Esta obra que hoy reseñamos tiene una importancia fundamental para quienes pretendan acercarse al conocimiento de la Prehistoria de la Península Ibérica, no solo por la densidad de la información que contiene sino, sobre todo, por su rigurosidad, por una exquisita ordenación sistemática, y por tratarse de la más actualizada que podemos hallar hoy en día.

Esta obra nace en el marco del XVII congreso de la UISPP (Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas) celebrado en Burgos los pasados 1 a 7 de septiembre de 2014 con el objetivo de poner al día los últimos datos de paleohistoria de España, realizando un recorrido por las primeras paleocupaciones registradas en la Prehistoria de la Península Ibérica.

Hemos de tener en cuenta que el registro de esta región es esencial para la reconstrucción de la evolución humana en Europa ya que contiene los elementos más antiguos y significativos de la humanización del continente, y porque además permiten trazar las grandes líneas explicativas de todo el proceso. Tenemos la suerte de disponer de magníficos yacimientos y de magníficos investigadores para interpretarlos. Esto ha permitido que el conocimiento de la Prehistoria de nuestro país sea de los más rigurosos y actualizados en el esquema mundial. Con solo pasearnos por las páginas de este trabajo podemos apreciar la ardua labor de síntesis realizada por los autores para ofrecernos la información más completa y rigurosa –sin dejar de lado una más que necesaria concreción–.

Y es que la investigación sobre la Prehistoria no puede avanzar si no es gracias al trabajo de campo, de laboratorio y de gabinete que realizan a diario científicos de numerosas disciplinas. En este volumen contamos con los datos empíricos que permiten a los arqueólogos y prehistoriadores hacer las interpretaciones a «posteriori» de las estructuras y sistemas de vida del pasado y la evolución paleocológica de nuestro género en un marco territorial concreto. De esta forma podemos encontrar de forma sistematizada los datos de la evolución del género Homo y de su entorno.

Presentación oficial de la obra en el Museo Arqueológico Nacional.

Además, este volumen viene a cubrir una necesidad. Una necesidad si tenemos en cuenta el ingente número de publicaciones sobre el particular que aparecen periódicamente en las revistas especializadas. Este aluvión de información hace que sea imprescindible contar con trabajos de síntesis en los que los datos de todas las investigaciones sean accesibles en un solo volumen monográfico. Por supuesto, gracias a la completa bibliografía disponible podremos profundizar en cualquier aspecto que sea de nuestro interés.

El volumen está organizado según la disposición geográfica de los diferentes yacimientos. Se han incluido los datos de los conjuntos arqueo-paleontológicos principales (son un total de 121 artículos), organizados en ocho grandes regiones fisiográficas y geológicas que buscan evidenciar la adaptación humana a entornos similares. Además, se han incorporado dos capítulos temáticos dedicados a las regiones con registro de comportamiento simbólico rupestre más extenso: la región cantábrica y la levantina. No es menos reseñable la inclusión de yacimientos del estrecho de Gibraltar –tanto al norte como al sur– que supone traspasar las fronteras de la Península para poner a nuestra disposición una información valiosísima por la importancia de este lugar de tránsito.

En definitiva, se trata de una obra de consulta, un vademécum que pretender servir como guía a los estudiantes interesados en la arqueología del Cuaternario –y a cualquier otra persona amante del conocimiento– que disponen así de un volumen al que acudir para obtener una visión de conjunto, los datos imprescindibles, y la información más actualizada de los yacimientos arqueológicos más significativos de nuestra Prehistoria.

Accede al índice completo de la obra aquí.

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Reseña: The Art of Transforming Science

Reseña: The Art of Transforming Science

     Última actualizacón: 23 mayo 2019 a las 16:49

Ficha Técnica

Título: The Art of Transforming Science
Autor: José María Gil-Vernet Sedó
Edita: Next Door Publishers, Pamplona, 2015
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 168
ISBN: 978-8494443503
Precio: 54,50 €

Obra que incluye más de 100 dibujos de anatomía urológica, realizados entre los años 1940 y 1970 por dibujantes profesionales y estudiantes bajo la supervisión del Dr. Salvador Gil Vernet, uno de los científicos más relevantes en investigación urológica. El contenido de la obra nos conduce, en primer lugar, a través de la vida y labor científica de Salvador Gil Vernet para terminar mostrando la «Colección Salvador Gil Vernet de Dibujos Urológicos». Su autor, José María Gil-Vernet Sedó, ha conseguido darle a la Colección un asombroso sentido narrativo permitiéndole elaborar el contexto adecuado en el que situar al maestro Salvador Gil Vernet.

RESEÑA

Cuando me preguntaron en la editorial qué me parecía el libro que acababan de publicar les contesté que era una auténtica joya que hay que ver y tocar, así de sencillo. Para el que no lo haya hecho aún, creo que no hay mejor forma de apreciar el inmenso esfuerzo de sacar adelante esta edición que ponerse delante y cogerlo entre las manos. Una vez que abres la portada quedas cautivo.

Es cierto que estamos ante una obra diferente, un libro que, en palabras de su editor Oihan Iturbide, nos permite entender el tipo de pasión que lleva a un científico a consagrar su vida a la investigación. Porque el trabajo de Salvador Gil Vernet no se limitó al de un médico preocupado por curar a sus pacientes —algo que podríamos dar por sentado en alguien que ejerce esta profesión— sino que llegó a ser un cirujano de prestigio internacional y un anatomista de no menor talla. La combinación de estas tres vertientes lo convirtió en una persona única, a quien el Dr. Ian Thompson (que prologa el texto) compara con Leonardo da Vinci.

Y es una comparación completamente acertada. Gracias a su doble interés por la urología y la anatomía, el Dr. Gil Vernet se dio cuenta de que su experiencia cuando cogía un bisturí, lo que podía ver cada vez que entraba en un quirófano, contradecía los tratados médicos de la época. Y una de sus metas fue solucionar este problema, lográndolo a través de sus magníficos dibujos.

cita

No me voy a extender más en comentar el contenido del libro porque es algo que cada cual debe saborear, pero me gustaría que leyeran una anotación en el blog de la editorial que explica —mejor que yo sin duda— lo que ha supuesto la obra de tan insigne maestro: Arte en la Urología. Un viaje a la obra de Salvador Gil Vernet.

Lo que sí voy a hacer es contarles un viaje personal que estoy a punto de comenzar.

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Desde que era pequeño he sentido una especial fascinación por el cielo nocturno. Solía coger prestado el pequeño telescopio de mi padre para ver las estrellas y, una noche, lejos de la contaminación lumínica de la ciudad y gracias a una noche sin nubes, conseguí ver los anillos de Saturno. Para mí fue una experiencia casi mágica.

De igual forma, no menor ha sido mi curiosidad por estudiar el mundo microscópico. He leído muchos artículos y libros que relataban los logros de Anton van Leeuwenhoek, y sus esfuerzos por mejorar la calidad de los primeros microscopios. Pues bien, hace más de un año que me ronda la idea de hacerme con un microscopio y ver por mí mismo lo que tantas veces he visto en imágenes. Y la lectura de este libro ha sido el espaldarazo definitivo que necesitaba.

Gracias a la inestimable ayuda y consejos de dos magníficas personas (Óscar Huertas e Ignacio López-Goñi) me he hecho con un buen microscopio y espero contarles por aquí mis experiencias en una nueva sección de este blog.

cartel mikro

En definitiva —que me estoy yendo un poco por las ramas— no puedo dejar de recomendarles que adquieran este estupendo volumen, que a buen seguro lo disfrutarán tanto o más que yo, y quien sabe, quizás esta perfecta unión entre ciencia y arte les despierte la curiosidad y decidan adentrarse más en las maravillas que la ciencia nos ofrece.

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