Reseña: Luces del sur

Ficha Técnica

Título: Luces del sur. Informe oficial de la expedición inglesa a la Tierra de Graham (1934-1937)
Autor: John Rymill
Edita: Espasa Calpe Argentina, 1943
Encuadernación: Tapa dura.
Número de páginas: 284 p.

La expedición Británica a la Tierra de Graham (1934-1937), encabezada por John Rymill, zarpó hacia la península Antártica en el barco de vapor Penola. La embarcación transportaba un aeroplano De Havilland Fox Moth equipado con flotadores y esquíes que fue usado para el reconocimiento del hielo y para aprovisionar a los equipos en el terreno. Pasaron el primer invierno en una cabaña prefabricada de la expedición en las islas Argentinas, pero las oportunidades para desplazarse en trineo no eran buenas. Concluido el invierno, el barco regresó a la isla Decepción con el fin de cargar madera para una nueva cabaña que debía construirse para pasar el segundo invierno más al sur, en las islas Debenham y la bahía Margarita. Se recorrieron largas distancias en trineos de perros para trazar mapas y efectuar estudios geológicos, incluyendo una larga travesía a lo largo del canal Jorge VI hasta los 72º S entre el continente de la península y la isla Alejandro I. También se realizaron estudios ornitológicos, biológicos y meteorológicos, pero quizá el resultado más importante fue mostrar que la península era un elemento continuo, no dividido por canales en un archipiélago como Wilkins había sugerido con anterioridad.

RESEÑA

Lo primero que tengo que decir –aunque lo he dicho ya muchas veces– es que me apasionan los libros que narran las expediciones polares (éste no es el primer libro de esta temática que reseño en el blog). «Luces del sur» es el relato de la expedición inglesa a la Tierra de Graham entre los años 1934 y 1937.

La Tierra de Graham es el nombre que recibe la porción de la península Antártica que tiene como límite sur convencional la línea que une el cabo Jeremy (69°24′S 68°51′O) y el cabo Agassiz (68°29′S 62°56′O). Sin embargo, esta definición fue acordada treinta años después de la expedición que estamos comentando ya que, por aquel entonces, para los ingleses la Tierra de Graham comprendía toda la península (otros países tenían sus propias denominaciones: Tierra de Palmer para los americanos, Tierra de San Martín para Argentina y Tierra de O´Higgins para Chile).

La Expedición Británica a la Tierra de Graham (o BGLE, por sus siglas en inglés), fue una expedición geofísica y de exploración comandada por John Rymill que partió de Inglaterra el 10 de septiembre de 1934. Los exploradores emplearon varios medios de transporte tras su llegada a la Antártida: equipos de perros (muchos de ellos nacidos durante el viaje) que fueron entrenados por los miembros de la expedición para los desplazamientos largos; y un avión monomotor para viajes de planificación de rutas, traslado de equipo de aprovisionamiento y toma de fotografías. El viaje a tierras polares se hizo en un viejo velero de tres mástiles bautizado «Penola» en honor al lugar de nacimiento de Rymill.

Medios de transporte empleados por los exploradores: el Penola (a la izquierda), el aeroplano (centro) y los trineos de perros (derecha).

Aunque la expedición contó con un presupuesto muy reducido –el coste total fue de menos de 20.000 libras esterlinas de la época– tuvo éxito en alcanzar los objetivos científicos propuestos. Se tomaron abundantes fotografías aéreas y se cartografió alrededor de 1.600 km de la costa de la península antártica.

El libro no cuenta los descubrimientos científicos, aunque Rymill reconoce que durante toda la expedición «los investigadores aprovechaban todas las ocasiones posibles para acrecentar su caudal de conocimientos sobre las regiones que se exploraban». Por ejemplo, durante el largo viaje en barco, «cuando los vigías escrudiñaban el océano, combinaban la ciencia con los deberes marinos observando la distribución y las costumbres de los pájaros del mar, o tratando de interpretar la formación de las rocas o el hielo en las islas».

Tras su llegada a la Tierra de Graham, se construyeron dos casas (una al norte y otra al sur) que sirvieron de bases estables desde las que se iniciaron distintos viajes de exploración en trineo. Hemos de saber que el equipo trabajó en una parte del Antártico que no había sido explorada con anterioridad, realizando dos descubrimientos de gran importancia: primero, demostraron que la Tierra de Graham forma parte del continente antártico y no se trata de un archipiélago como se creía anteriormente; y segundo, que la Tierra de Graham está separada de la Tierra de Alejandro (hoy Isla de Alejandro I) por un gran canal que corre de norte a sur. Este canal recibió el nombre de Canal Rey Jorge VI.

Mapa de la Tierra de Graham en 1934 (antes de la expedición), y en 1937, con los nuevos datos aportados.

Todos los miembros de la expedición realizaban las tareas rutinarias de mantenimiento de equipos, carga y descarga de material, cocina, limpieza etc.; pero además, tenían asignadas tareas específicas:

A. Stephenson, el meteorólogo y topógrafo de la expedición, realizaba mapas exactos de las regiones que se exploraban basados tanto en observaciones astronómicas como en cientos de apuntes realizados con teodolito y compás. Además, después de cada vuelo en el avión dibujaba un mapa de la región que había visto.

W. L. S. Fleming era el geólogo. Examinaba las rocas y coleccionaba ejemplares. En este sentido, el descubrimiento geológico más importante fue el comprobar que la parte sur de la Tierra de Alejandro se diferenciaba de la Tierra de Graham ya que estaba formada por rocas sedimentarias. Esto supuso otro descubrimiento de gran importancia ya que en esta región, Fleming encontró fósiles de conchas y de plantas. Llevó de vuelta a Inglaterra 48 ejemplares en total.

C. Bertram, zoólogo y botánico, y Brian Birley Roberts, ornitólogo, estudiaban la vida de las plantas y los animales. Bertram acumuló un gran número de cráneos y otras partes de las focas que servían de alimento a los hombres y a los perros. También realizó estudios de los líquenes y las algas y consiguió bastantes ejemplares de los animales que vivían en aguas poco profundas. Por su parte, Roberts estudiaba el comportamiento de los pájaros día a día durante el trayecto en barco y la propia expedición. También construyó un aparato para medir las mareas. Más tarde, Roberts contribuyó a la redacción del Tratado Antártico.

La relación con los perros fue muy especial, como ha ocurrido en todas las expediciones polares. En este sentido, Rymill escribió que los perros «resultaron excelentes trabajadores y admirables compañeros y es de lamentar que no pudieran participar de las emociones y placeres derivados de ese viaje. No obstante, nuestros resultados vienen a ser tanto un testimonio de su devoción y amistad leal, como de nuestros poderes de observación y deducción».

En definitiva, el 4 de agosto de 1937 el «Penola» atracó en Portsmouth, poniendo fin a tres años de exploración que sirvieron para incrementar nuestro conocimiento de esta región de la Antártida.

En 1985, el United Kingdom Antarctic Place-Names Committee estableció el nombre de «costa Rymill» para designar la porción de la costa oeste de la península Antártica (extremo noroeste de la Tierra de Palmer), entre el cabo Jeremy y los nunataks Buttress, para honrar al líder de la Expedición Británica a la Tierra de Graham.

Aún más impresionante era la inmensidad desnuda de la región y la atmósfera de misterio que parecía empequeñecernos, las grandes montañas hieráticas y los ventisqueros avanzando, lenta pero inexorablemente, para recordarnos que aún allí el tiempo sigue su marcha. Me subleva pensar que una de las primeras cosas que probablemente nos preguntaría al llegar a Inglaterra algún hombre bien alimentado, cuyo Dios es su libro de cheques, sería lo siguiente: “¿Por qué fue allí?” ¿Cómo no replicar sino con una impertinencia a semejante mentalidad?

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«Luces del sur» es el relato de la expedición inglesa a la Tierra de Graham entre los años 1934 y 1937.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

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