Los constructores de montículos

     Última actualizacón: 12 septiembre 2017 a las 12:42

Cuando oímos hablar de las “pseudociencias” tendemos a pensar en primer lugar en temas relacionados con la salud: homeopatía, acupuntura, curación por imposición de manos etc. Sin embargo, si nos paramos a pensar más detenidamente, nos vienen a la cabeza los avistamientos de ovnis, la astrología, los encuentros con extraterrestres, la existencia de animales extraordinarios (como el yeti, pies grandes o el monstruo del lago Ness) y, finalmente, los recuerdos de un pasado remoto en el que los hombres atesorábamos unos conocimientos extraordinarios que nos fueron arrebatados por nuestra soberbia (el mito de la Atlántida es el más conocido).

En Wikipedia encontramos una definición bastante acertada del término “pseudociencia”: es una afirmación, creencia o práctica que, a pesar de presentarse como científica, no se basa en un método científico válido, le falta el apoyo de evidencias científicas o no puede ser verificada de forma fiable.  Suele caracterizarse por el uso de afirmaciones exageradas o de imposible verificación, una falta de examen por parte de otros expertos, y una ausencia general de procesos para desarrollar teorías de forma racional.

En la actualidad, y dejando de lado relatos míticos como los de la Atlántida, un gran número de personas mantiene unas interpretaciones del pasado que rechazan la aplicación de métodos y análisis científicos generalmente aceptados (porque, por si aún no lo sabe, la historia, la arqueología y la antropología son disciplinas que poseen sus propios métodos científicos). Estas interpretaciones pseudocientíficas emplean los datos históricos y arqueológicos legítimos de forma descontextualizada, en ocasiones falsifican pruebas, utilizan citas parciales de textos ampliamente reconocidos para darles un sentido erróneo, y todo ello con la finalidad de construir teorías sobre el pasado que difieren radicalmente de las verificadas por la comunidad académica. El objetivo de esta forma de actuar queda bastante claro: obtener un beneficio económico que en muchas ocasiones se promueve sobre bases xenófobas y racistas.

indio

En esta ocasión vamos a hablar de la llamada cultura de los montículos o constructores de montículos (Mound builders en inglés). Bajo este apelativo se engloban una serie de grupos étnicos, habitantes prehistóricos de América del Norte, que se caracterizaron por levantar grandes montículos (enormes estructuras artificiales de tierra), con formas, tamaños y fines muy diversos entre los que podemos destacar el uso ceremonial, residencial o de enterramiento. En ellos se han hallado profusión de objetos ornamentales, herramientas y restos humanos.

Durante los siglos XVIII y XIX, al tiempo que se producía la expansión de la frontera de los Estados Unidos hacia la costa del océano Pacífico, los colonos se fueron topando con una cantidad cada vez mayor de estas estructuras, dando pie a numerosas teorías acerca de quienes habitaron esos lugares y cómo podían haber levantado esas impresionantes construcciones. En algo se pusieron de acuerdo casi de inmediato: no eran obra de los nativos americanos a pesar de que llevaban viviendo en las grandes llanuras mucho tiempo antes de que ningún europeo soñara siquiera con hollar sus tierras.

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Principales yacimientos.

Una vez se descartó de esta forma la posibilidad de que los nativos americanos hubieran sido capaces de levantar esas estructuras y mantener unos asentamientos tan grandes, surgió la cuestión de encontrar a los posibles responsables. Las propuestas fueron tan variadas como sorprendentes: Benjamin Smith Barton propuso que habían sido los vikingos; otros hablaron de los egipcios, israelitas, griegos, chinos, polinesios, fenicios o incluso los belgas. La lista se hace interminable y no mencionan los sumerios por desconocer siquiera su existencia. Por supuesto, en fechas más recientes, no han faltado quienes han atribuido estos trabajos a los mismísimos atlantes, los Incas o los Mayas.

Quien ha sido considerado como el primer arqueólogo de América, Thomas Jefferson, también se interesó por los constructores de montículos al encontrar varios vestigios de esa cultura en sus tierras de Virginia. Realizó cuidadosas excavaciones donde desenterró varios restos humanos aunque no obtuvo ninguna conclusión clara acerca de sus autores.

El interés por descifrar el misterio de la cultura de los montículos fue en aumento a medida que pasaba el tiempo sin obtener una respuesta concluyente. Así, el recientemente creado Instituto Smithsoniano destinó gran parte de sus fondos a tratar de resolver este enigma. Fruto de este esfuerzo fue la primera publicación de la institución: Ancients monuments of the Mississippi Valley.

Este trabajo, la primera investigación seria sobre el tema, fue realizado por Ephraim G. Squier (un ingeniero civil) y Edwin Davis (médico y arqueólogo). Los dos investigadores analizaron más de doscientos yacimientos, llevaron a cabo excavaciones en muchos de ellos y levantaron los primeros mapas detallados y dibujos de los artefactos que encontraron: cerámicas, adornos y herramientas de metal, objetos de hueso y piedra, esculturas etc. Se dedicaron a su tarea desechando todos los prejuicios y teorías existentes a pesar de lo cual mantuvieron que la calidad de las obras de arte halladas en los montículos estaba muy lejos de cualquier cosa producida por los nativos americanos. Concluyeron que había una conexión, más o menos profunda, entre los constructores de los montículos y las antiguas civilizaciones de México, América central y Perú. En definitiva, serían obra de un grupo diferente de los nativos americanos, y culturalmente superior. Estaban equivocados aunque al menos les atribuyeron un origen indígena.

A la labor del Instituto Smithsoniano se unió la Oficina de Etnología Americana que destinó la quinta parte de todo su presupuesto (5.000 $) a resolver el misterio. En 1882, el entomólogo Cyrus Thomas fue nombrado director de la División de exploración de montículos e inició el que sería el mayor y más extenso estudio sobre la cuestión. Su enfoque partió de la base de obtener la mayor cantidad de información posible antes de formular ninguna hipótesis acerca de la función de los montículos, su antigüedad, orígenes y constructores. Para ello él y su equipo investigaron durante más de dos años alrededor de 2000 yacimientos en un total de 21 Estados, y lograron reunir más de 40.000 artefactos, que más tarde pasaron a formar parte de la colección del Instituto Smithsoniano.

Gran montículo de la serpiente.  Condado de Adams, Ohio, Estados Unidos (Wikimedia commons)

Gran montículo de la serpiente.  Condado de Adams, Ohio, Estados Unidos (Wikimedia commons)

Vamos a analizar el argumentario que se empleó en contra de la idea de que los nativos americanos fueran los constructores de los montículos y que podemos resumir en cinco puntos:

1. Los nativos americanos eran demasiado primitivos como para haber realizado los finos trabajos en piedra, metal y arcilla que se habían encontrado en los montículos y sus alrededores.

Uno de los primeros defensores de esta postura fue John Denison Baldwin. Político, editor de periódicos, ministro congregacionista y escritor, a ratos, sobre temas antropológicos. En 1872 publicó un volumen titulado Ancient America, in Notes on American Archaeology donde exponía de forma cruda su tesis:

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¡Quién puede imaginarse a los Iroqueses o a los Algonquinos trabajando en las minas de cobre con tanta inteligencia y habilidad, y una combinación tal de industria sistemática y duradera! No tenían tradición de tal condición de vida, ni rastro de ella. Es absurdo suponer una relación, o una conexión de cualquier tipo, entre el barbarismo original de estos Indios y la civilización de los Constructores de Montículos. Los dos pueblos eran completamente diferentes y estaban separados unos de otros. Si pertenecían realmente a la misma raza, lo que es sumamente dudoso, debemos retroceder innumerables años para encontrar su origen común y la fecha de su separación.

No menos ilustrativo de esta línea de pensamiento fue la aportación de J. W. Foster, a la sazón presidente de la Academia de las Ciencias de Chicago, que afirmaba en 1873:

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Su carácter [del indio], desde que se conoce por el hombre blanco, se ha caracterizado por la traición y la crueldad. Rechaza todos los esfuerzos por elevarle de su posición rebajada: y pese a que no tiene la naturaleza moral para adoptar las virtudes de la civilización, sus instintos brutales le llevan a acoger sus vicios. Nunca se ha sabido que se haya involucrado voluntariamente en una empresa que requiriera un trabajo metódico; habita en viviendas temporales y portátiles; sigue a la caza en sus migraciones; impone una vida monótona a su esposa; no presta atención al futuro. Suponer que esa raza construyó las fuertes líneas de circunvalación y los montículos simétricos que coronan muchos de los terraplenes de nuestros ríos, es tan absurdo, casi, como suponer que construyeron las pirámides de Egipto.

¿Es excesivo definir estos comentarios como racistas? Desde luego, carecen del más mínimo rigor intelectual y no digamos ya científico.

El trabajo de Cyrus Thomas vino a echar por tierra estos prejuicios al constatar que los primeros cronistas de la colonización del Nuevo Mundo ya habían dejado descripciones de grandes asentamientos permanentes y enormes extensiones de terrenos cultivados. Las pruebas mostraban por tanto que al menos algunas poblaciones de nativos americanos habían desarrollado la agricultura, lo que les permitió mantener grandes centros urbanos y alcanzar de este modo un alto nivel de organización.

2. Tanto los montículos como los artefactos asociados a los yacimientos son mucho más antiguos que los restos más tempranos de la cultura india.

Aunque la estratigrafía ―el análisis de las capas del suelo― no se aplicó a la investigación arqueológica hasta bien entrado el siglo XIX, varios estudiosos emplearon un rudimentario antecedente de este método para determinar la antigüedad de los artefactos. Además, se apoyaron en la dendrocronología aplicada sobre algunos troncos de roble hallados en la cumbre de varios montículos llegando a la conclusión de que éstos se construyeron antes del año 1300 a.C.

Las dataciones de los montículos realizadas hasta ese momento se pusieron en tela de juicio aunque en un sentido equivocado: Thomas concluyó que las construcciones se habían erigido tras la llegada de los europeos al Nuevo Mundo.

Hoy en día sabemos que no hubo una única cultura de los montículos, sino que fueron varios pueblos los que levantaban estas enormes estructuras. La evidencia más antigua de esta tradición la encontramos en el yacimiento de Watson Brake en Luisiana (ver este artículo), con una datación comprobada que oscila entre hace 5400 y 5000 años. Este dato nos demuestra que la construcción de montículos tiene una larga historia en Norte América.

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3. Se han encontrado piedras talladas con inscripciones en alfabetos europeos, asiáticos o africanos. Dado que los nativos americanos no poseían ningún tipo de alfabeto ni escritura antes de la llegada de los colonizadores, ésta constituyó una de las pruebas más sólidas contra la posibilidad de que ellos fueran los responsables de levantar esas estructuras.

El ejemplo más citado de estas piedras es el de las llamadas “piedras sagradas de Newark”. En 1860, David Wyrick, un arqueólogo aficionado, afirmó haber encontrado en unos montículos de Ohio una piedra pulida parecida a una plomada con una serie de letras hebreas talladas en la superficie. La llamó “Piedra angular” (Keystone) y rápidamente avivó la idea de que los constructores de los montículos pertenecían a una de las tribus perdidas de Israel.

keystone

A pesar de la importancia que se le dio dado al hallazgo, muchos pusieron en duda su autenticidad ya que la escritura hebrea era demasiado moderna teniendo en cuenta la antigüedad que se atribuía al objeto.

Algunos meses después se produjo un nuevo descubrimiento: una tablilla de piedra caliza que también incluía caracteres hebreos aunque esta vez más antiguos. Se la llamó “El Decálogo” (Decalogue) ya que su traducción indicaba que se trataba de una versión de los Diez Mandamientos que Moisés recibió directamente de Dios según las Sagradas Escrituras.

decalogue

¿Qué oportuno verdad? Cuando se pone en entredicho la autenticidad del primer hallazgo porque los caracteres eran demasiado modernos, aparece una segunda piedra esta vez mejor elaborada. A pesar de que muchos hoy en día siguen manteniendo la autenticidad de estos dos artefactos, lo cierto es que las investigaciones más recientes vienen a demostrar que estas piedras fueron fabricadas y colocadas expresamente para ser descubiertas.

4. Los nativos americanos ya no construían montículos cuando los colonizadores europeos llegaron a sus tierras. Cuando se les preguntaba acerca de quién los había construido o cuál era su uso, desconocían todo acerca de ellos.

Si ellos eran los constructores, ¿por qué no continuaron sus trabajos a pesar de la llegada de los europeos? Al menos deberían ser capaces de recordar quienes lo habían hecho. Al contrario, los nativos americanos no sólo no sabían quién las había levantado, sino que insistían en afirmar que habían encontrado las ruinas en el mismo estado en que se ven hoy en día.

En este caso los estudiosos anteriores también estaban equivocados. Los trabajos de Thomas demostraron que ya en los siglos XVI y XVII las crónicas españolas mencionaban la construcción de montículos por parte de los nativos americanos. Garcilaso de la Vega narra cómo construían los montículos de tierra e instalaban sobre ellos los templos y las viviendas de los jefes de la comunidad. Del mismo modo, William Clark, quien comandó junto con Meriwether Lewis la primera expedición terrestre que alcanzó la costa del Pacífico partiendo del este, observó la construcción de estos montículos por los nativos de Misuri.

Una explicación para el declive de muchas de las poblaciones de nativos americanos que mantenían viva esta cultura fue la introducción de la viruela por parte del explorador español Hernando de Soto. Murió una gran parte de los indígenas y sus grandes ciudades fueron abandonadas junto con sus tradiciones ancestrales.

5. Se han encontrado artefactos de metal (hierro, plata, cobre etc.) y otras aleaciones enterrados en los montículos.

Los nativos americanos conocían métodos rudimentarios de metalurgia y utilizaban el cobre y la plata que encontraban en vetas naturales o en pepitas; pero no las técnicas de fundición necesarias para producir cobre, plata o las aleaciones para obtener bronce.

Las investigaciones de Cyrus Thomas confirmaron que todos los artefactos encontrados en los montículos estaban hechos del llamado cobre nativo, es decir, el cobre hallado en vetas naturales. Es cierto en cualquier caso que estos minerales fueron objeto de un comercio intensivo ya que desde Michigan, la fuente de la mayoría del metal empleado, alcanzaron una amplia distribución.

Yacimiento arqueológico de Cahokia. Collinsville, Illinois, Estados Unidos (Wikimedia commons)

Yacimiento arqueológico de Cahokia. Collinsville, Illinois, Estados Unidos (Wikimedia commons)

En conclusión, salvando la fabricación de pruebas falsas como las piedras y tablillas talladas, lo cierto es que la creencia en que una misteriosa raza desaparecida había levantado los montículos y edificado una gran civilización se debió más bien a la ignorancia y la aceptación selectiva e interesada de los datos disponibles.

Sin embargo, estas creencias calaron hondo y sirvieron de excusa perfecta para justificar la persecución y expulsión de los nativos americanos. Éstos se veían como intrusos, e incluso invasores, que habían destruido la cultura más civilizada de los constructores de montículos. De esta manera, los colonizadores europeos pudieron racionalizar su conducta ya que solo estaban reclamando el territorio que sus antepasados habían poseído antes de la llegada de los “indios”.

Y usted, querido lector, podría pensar que todos estos engaños, falsedades y creencias erróneas fueron cosas del pasado. Pues se equivoca. A finales de 2011 se publicó un artículo en el Examiner cuyo título dejaba poco margen a la imaginación: Unas ruinas en las montañas de Georgia prueban una conexión maya. Las enormes críticas que atrajo este artículo, que fue reproducido sin contrastar por numerosos medios españoles, hizo que se escribiera una especie de retractación (aunque en realidad no llegó a tanto) de la que, por supuesto, ningún medio español que publicó la primera parte se molestó en reseñar.

Referencias:

Baldwin, John D. (1872), Ancient America in notes on American archaeology. New York: Harper.

Foster, J. W. (1887), Prehistoric races of the United States of America. Chicago: S. C. Griggs and Company.

Squier, Ephraim G.; Davis, Edward H. (1848), Ancient Monuments of the Mississippi Valley. New York: Bartlett & Welford.

Thomas, Cyrus (1894), Report on the mound explorations of the Bureau of ethnology. Washington: Government printing office (Smithsonian institution).

Silverberg, Robert (1986), The mound builders. Ohio University Press, 276 p.

Saunders, J. W., et al. (1997), «A mound complex in Louisiana at 5400-5000 years before the present«. Science, vol. 277, núm. 5333, p. 1796-1799.

Feder, K. L. (2011), Frauds, myths, and mysteries: science and pseudoscience in archaeology. New York: McGraw-Hill, xix, 396 p.

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Hablamos de la llamada cultura de los montículos o constructores de montículos (Mound builders en inglés), una serie de grupos étnicos, habitantes prehistóricos de América del Norte, que se caracterizaron por levantar enormes estructuras artificiales de tierra.
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Publicado por José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC

7 comentarios

ÓskarHR (@scariosHR)

Muy buen artículo compañero, me ha encantado.

Mi padre siempre dice que los norteamericanos tienen una falta comprensible de historia antigua que intentan suplir de cualquier forma… y aquí parece que lleva razón. Muy poco queda de las antiguas culturas indígenas de EEUU y Canáda, ha sido mucho lo destruido.

Siempre me da la sensación de que en centro américa y américa del sur hay mas restos arqueológicos, mas datos de historia antigua etc. ¿Es así? o es solo una impresión?. Reconozco que sobre estos temas se muy poco.

En cualquier caso sería interesante saber la verdadera historia de la gente de los montículos. Me recuerdan un poco a las grandes figuras del Nazca en el Perú (que hoy día se siguen haciendo y se ven desde cientos de kilómetros de distancia) pero ahora se hacen escudos de pueblos o de equipos de fútbol… la cultura ha cambiado jajaj.

Me alegra que te haya gustado.

Es cierto que se conservan muchos más yacimientos arqueológicos en Centroamérica y América del Sur debido fundamentalmente a que estas civilizaciones (Olmecas, Toltecas, Mayas, Aztecas etc.) empleaban mucho la piedra en sus construcciones, lo que ha permitido una mejor conservación hasta nuestros días. Los nativos americanos empleaban más la madera, de ahí que gran parte de sus obras se hayan perdido, sin dejar de lado la destrucción intencionada que fue pareja a la expansión y colonización de sus tierras.

En próximas anotaciones iré desgranando un poco más en detalle la vida de estos pueblos y la progresiva colonización del continente americano ya que los últimos avances en genética están dibujando un cuadro más que interesante.

RAM Chandrakausika राम च 51

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Thanks for sharing…
English version recommended

Greetings
RamChandrakausika

Thanks for the comment. I hope to have time to write in English too … Greetings

[…] Hablamos de la llamada cultura de los montículos o constructores de montículos (Mound builders en inglés), una serie de grupos étnicos, habitantes prehistóricos de América del Norte, que se caracterizaron por levantar enormes estructuras artificiales de tierra.  […]

Me quedo con la miel en los labios. Entonces ¿aún no se sabe nada con certeza de los autores? Cuesta creer que con los medios técnicos actuales no se haya conseguido, al menos, saber con exactitud la antigüedad. ¿Sería la civilización clovis o alguna de esas la autora? Pero ¿las inscripciones hebreas y de otras lenguas occidentales eran todas falsas? Por favor José Luis Moreno haz uno de tus apreciados esfuerzos de documentación para aclarárnoslo.Uno más…

Respecto a quienes fueron los constructores, se sabe con seguridad que fueron diferentes poblaciones de nativos americanos. El levantamiento de este tipo de estructuras comenzó alrededor del año 3000 aC (el yacimiento más antiguo conocido hasta ahora es Watson Brake) y finalizó con la llegada de los colonizadores europeos; y en cada región se puede rastrear una cultura particular, lo que ha dado lugar a diferentes clasificaciones (te recomiendo este enlace donde aparecen todos los periodos arqueológicos).

Podemos decir que lo que hoy llamamos cultura Clovis fueron los antepasados de estos pueblos, ya que su presencia data de comienzos del Holoceno (justo al final del último periodo glacial) y, por tanto, varios miles de años antes de que comenzaran a levantarse los montículos. También debemos tener presente que la cultura Clovis no la conforma un grupo homogéneo, sino que bajo esta denominación hacemos referencia a una gran cantidad de pueblos que mantuvieron una forma de vida y una cultura material similar.

Y en lo tocante a las tablillas talladas, las que describo en la anotación (las llamadas “piedras sagradas de Newark”) son consideradas burdas falsificaciones. Hay otros muchos ejemplos de falsificaciones como las “reliquias de Michigan”: una serie de 800 artefactos de arcilla, cobre y pizarra “descubiertos” entre 1890 y 1920. Ninguno de estos objetos ha superado un estudio científico serio y se ha constatado que son creaciones modernas. En cualquier caso y aunque parezca sorprendente, muchos de estos objetos se exhiben en pequeños museos locales que cobran una entrada por ver lo que cualquiera de nosotros podría haber hecho con un torno de alfarero y una buena dosis de imaginación.

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