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<em>Ice bridge</em>. Un nuevo documental sobre la «hipótesis solutrense»

Ice bridge. Un nuevo documental sobre la «hipótesis solutrense»

     Última actualizacón: 31 marzo 2019 a las 12:18

Ya hemos hablado en otro lugar acerca de la «hipótesis solutrense», según la cual, poblaciones de Europa tuvieron la capacidad y los conocimientos necesarios para fabricar embarcaciones lo suficientemente robustas, sobrevivir durante meses y salvar la distancia que separa los continentes europeo y americano por mar. Los defensores de esta idea sostienen en definitiva que se produjo el desplazamiento de un importante número de personas a través del Océano Atlántico y que contribuyeron a poblar América antes de que «otros pueblos» llegaran por la conocida ruta asiática que atravesaba Beringia.

La idea de que los primeros habitantes de América habían llegado de Europa –y por lo tanto eran blancos– no es nueva. Ya en el siglo XVIII se especuló que una «tribu perdida de Israel» había colonizado América del Norte. En el siglo XIX, los impresionantes monumentos de tierra de lugares como Cahokia hicieron pensar a muchos que «una raza desaparecida de preindios» habían sido los primeros ocupantes del continente y que éstos habían sido desplazados por una invasión de los antepasados de los pueblos nativos actuales. Y no hace tanto tiempo, el llamado «hombre de Kennewick» se enarboló como prueba de que los primeros habitantes de América tenían «rasgos caucasoides».

El documental «Ice bridge»

El 14 de enero de 2018, la Canadian Broadcasting Corporation (CBC, la televisión pública de Canadá) emitió el documental titulado «Ice bridge» dentro de The nature of things, el programa de divulgación científica más importante del país (lleva en emisión desde 1960).

Esta es la sinopsis del documental que podemos leer en la página web del programa:

Un grupo internacional de científicos cree que ha descubierto pruebas que demostrarían que unos valientes siguieron una ruta desde el continente europeo a través del Océano Atlántico durante la última Edad de Hielo. Se piensa que viajaron a través de un enorme puente de hielo que se extendía miles de millas desde el continente europeo, y que llegaron a América del Norte aproximadamente 6.000 años antes de quienes siguieron la ruta del oeste. Estos descubrimientos podrían cambiar todo lo que sabemos sobre los primeros habitantes humanos del Nuevo Mundo y cómo llegaron aquí.

El documental toma como base las ideas que Dennis Stanford y Bruce Bradley –los proponentes originales de la hipótesis– llevan planteando desde hace años y que consignaron por escrito en su libro «Across the atlantic ice». Como apoyo a su argumento, y para dar mayor «fuerza narrativa» al documental, Louis Lesage –biólogo y represetante de la Nación Huron Wendat– llevó varios dientes a Stephen Oppenheimer para que realizase un estudio de ADN. El contrapunto a la hipótesis solutrense nos llega de la mano de Michael Waters, antropólogo y geólogo de la Universidad Texas A&M; y de Jeniffer Raff, genetista y antropóloga, uno de cuyos trabajos comentamos en la anotación indicada más arriba.

Dado que el documental sólo puede verse en Canadá desde la página de la CBC, os dejo su contenido íntegro (está en inglés, aunque YouTube genera automáticamente unos subtítulos también en inglés que facilitan su comprensión) antes de analizarlo:

Los argumentos planteados en el documental

La principal idea que se expone en este documental es que varios científicos afirman haber encontrado pruebas de la presencia humana en la costa este de Norteamérica –concretamente en la bahía de Chesapeake– hace 20.000 años, esto es, 6.000 años antes de lo que se admite en la actualidad.

Al principio del documental una voz en off nos cuenta que en 2012 se hizo un descubrimiento en una pequeña isla en la costa de Maryland. Concretamente, se recuperaron dos herramientas de piedra (dos bifaces) que asomaban de un sustrato que había sido datado en 20.000 años 1. Los arqueólogos compararon estos bifaces con otras herramientas de piedra de todo el mundo tratando de hallar similitudes en su forma y en la técnica utilizada para su fabricación. Y las encontraron. Estos bifaces coincidían con la industria lítica desarrollada por la cultura solutrense 2 y que son conocidas como «hojas de laurel» (más adelante analizaremos este dato con más detalle).

La pregunta que se plantearon entonces era cómo habían llegado esos artefactos a Norteamérica. Y su conclusión fue que poblaciones solutrenses viajaron miles de kilómetros por mar desde las costas de Francia o España hasta Norteamérica, bien llevando esas herramientas consigo o fabricándolas allí mismo.

Sebastien Lacombe, un experto en industria lítica solutrense, apoya este planteamiento al afirmar que el bifaz recuperado en la bahía de Chesapeake le recordaba a las herramientas solutrenses por su forma y su escaso grosor. Así, vemos que Bruce Bradley viaja a Les Eyzies-de-Tayac-Sireuil, una localidad francesa donde examina las colecciones del Museo Nacional de Prehistoria de Francia. Tanto Bradley como Margaret (Pegi) Jodry (arqueóloga del Museo Nacional de Historia Natural), completan el cuadro al desgranar el estadio cultural avanzado de los solutrenses en lo tocante al arte rupestre, la mejora en las técnicas de caza con el uso de propulsores, así como en su capacidad para coser ropas de abrigo.

Llegados a este punto escuchamos el argumento de uno de los científicos que no apoyan la hipótesis solutrense. Michael Waters afirma que el hecho de que haya similitudes en los bifaces es solo una coincidencia, y pone el ejemplo de las pirámides de Egipto y México: dos construcciones «similares» aunque realizadas por culturas completamente diferentes separadas miles de años. Bradley responde por su parte que la técnica de fabricación de las herramientas solutrenses es «única en el mundo».

Uno de los problemas a los que se enfrentan quienes apoyan la hipótesis solutrense es explicar cómo llegaron a Norteamérica quienes supuestamente hicieron ese viaje. El biólogo Bill Montevecchi defiende que podían haber cazado un ave marina ya extinta, el alca gigante (Pinguinus impennis), así como focas, ballenas y otros animales. «Todo lo que tengo que hacer es seguir la comida», concluye. La idea general es que emplearon barcos para seguir el borde de hielo durante como mínimo 2.000 kilómetros, mientras cazaban todo tipo de animales marinos (debemos recordar que en aquella época tenían que hacer frente al duro clima del último máximo glacial).

En cualquier caso, en el documental se reconoce que hasta ahora Bradley y Stanford han apoyado su hipótesis únicamente en dos herramientas de piedra encontradas en la playa. Así, es preciso realizar una excavación arqueológica «en condiciones» para obtener dataciones fiables de cualquier objeto que encuentren. El objetivo por tanto –y es algo que el documental desarrolla– era encontrar un lugar donde estas poblaciones hubieran cocinado (un hogar), situado en el mismo nivel que algunas herramientas líticas. De esta manera, datando el carbón resultante de la combustión de leña se podrían datar las herramientas y se conseguiría al fin un yacimiento arqueológicamente verificable.

Sin embargo, aunque encontraron una pequeñísima muestra de carbón (nada parecido a un hogar) y que pudo ser datado en unos 22.000 años de antigüedad, no hallaron rastro alguno de herramientas líticas.

Por último, como avanzábamos al comienzo, el documental también valora las pruebas de ADN antiguo. Louis Lesage, biólogo y represetante de la Nación Huron-Wendat, llevó 40 dientes de sus antepasados al laboratorio de Stephen Oppenheimer en Oxford. El estudio genético trataba de localizar un único marcador, el X2a, hallándolo en tres de los dientes (explicaremos esto con algo más de profundidad más abajo).

Jennifer Raff, genetista y conocida crítica de la hipótesis solutrense (ha publicado numerosos trabajos sobre el acervo genético de los pueblos nativos americanos) resta mérito al trabajo de Oppenheimer. Afirma que el estudio se ha basado únicamente en un marcador genético, aunque no vemos en el documental una explicación en profundidad de este argumento.

Profundizando en los detalles

Son dos los principales apoyos a la hipótesis solutrense tal y como Dennis Stanford y Bruce Bradley la han postulado: la similitud de las herramientas de piedra halladas en la costa este de Norteamérica con las realizadas por la cultura solutrense; y la presencia del marcador genético X2a en el este de América.

Analicemos con más detalle cada uno de ellos:

Similitud entre las herramientas de piedra

En su libro «Across the atlantic ice», Stanford y Bradley explican que llegaron a la idea de la hipótesis solutrense por dos vías diferentes después de llevar años estudiando los yacimientos de la cultura Clovis y los objetos recuperados en ellos: A Bruce Bradley se le ocurrió la posibilidad de una migración atlántica cuando observó el parecido de los artefactos del Paleolítico Superior europeo con los de la cultura Clovis; mientras que Stanford se convenció cuando no encontró un antecedente tecnológico de la cultura Clovis mientras investigaba en Alaska. Ambas circunstancias les llevaron a plantear que ese antecedente cultural estaba en el continente europeo dada la semejanza de la industria lítica a ambas orillas del Atlántico.

La industria lítica típica de la cultura solutrense es conocida como «hoja de laurel» 3. Se trata de una punta foliácea bifacial, de sección simétrica, obtenida por retoque. Las hojas de laurel han sido clasificadas en un total de diecinueve tipos. En el yacimiento de Badegoule (Dordoña) se recuperó una hoja de laurel enmangada en una mandíbula de reno, hallazgo que ha permitido sugerir que estas herramientas eran utilizadas como cuchillos.

Muestra de industria lítica solutrense. Merino, J. M. (1994), Tipología lítica.

Para el desarrollo de la hipótesis solutrense, Stanford y Bradley se han apoyado sobre todo en una herramienta lítica concreta: el bifaz de Cinmar, llamada así por el nombre del arrastrero que la recuperó del fondo del mar en 1970 4, junto con restos de mastodonte, en un lugar a 100 km de la costa del estado de Virginia (EE.UU.). En una descripción más «detallada» de este hallazgo 5 nos enteramos de que se izó al barco un cráneo de mastodonte enganchado en las redes. El cráneo fue roto en pedazos para que los tripulantes se repartieran los dientes y algunos trozos de colmillo como recuerdo. Estos trozos de colmillo fueron datados, arrojando una antigüedad de 23.000 años.

Y es de aquí de donde obtenemos los principales elementos que conforman la base de la hipótesis solutrense: una herramienta de piedra recuperada en el mar «parecida» a las fabricadas por la cultura solutrense y «datada» en 23.000 años (recordemos que lo que se dató fue un trozo del colmillo). He puesto las comillas a propósito: cualquiera puede darse cuenta de lo endeble de esta argumentación 6.

Bifaz de Cinmar. Stanford, D., et al. (2014), «New evidence for Paleolithic occupation of the eastern North American outer continental shelf at the Last Glacial Maximum».

Hay dos formas básicas de explicar la similitud morfológica entre los objetos recuperados en diferentes contextos culturales o cronológicos en arqueología: la herencia cultural y la convergencia. La primera es la defendida por Bradley y Stanford para explicar el parecido en las herramientas: las personas llevaron consigo los conocimientos de fabricación de las herramientas a lugares distantes y de ahí su parecido.

Por el contrario, quienes se oponen a esta argumentación apuntan a la convergencia. A veces los objetos de diferentes contextos arqueológicos son similares porque cuando tenemos a seres humanos similares en entornos similares, con recursos similares y problemas similares que resolver, lo más normal es que se den soluciones similares. En este sentido, es más probable que se de la convergencia cuando nos enfrentamos a situaciones que están muy restringidas por la materia prima o por el propósito buscado (cuantas menos opciones disponibles haya para solucionar un problema –el corte de la carne de una presa por ejemplo– es más fácil que se encuentre la misma solución). Es el caso de este tipo de herramientas: unos bifaces muy finos tallados en piedra de alta calidad. Sencillamente no hay muchas técnicas de fabricación que consigan ese objetivo, y tampoco hay una gran variedad de formas que se puedan producir.

Además, para decidir qué herramientas de piedra son similares y en qué medida, hay que hacer algo más que pararse en una playa, mirarlas intensamente y decir que «son iguales» –que es lo que vemos en el documental. Existen métodos bien desarrollados para «medir» la similitud en herramientas de piedra y conjuntos de industria lítica. Por ejemplo, contamos con el estudio donde Briggs Buchanan y Mark Collard 7 emplean un análisis cladístico y de los atributos morfométricos reales de las herramientas de piedra de todo el continente americano para concluir claramente que las tecnologías más tempranas y bien documentadas de Norteamérica tienen su origen en el noroeste (en Beringia), y no en el noreste como exigiría la hipótesis solutrense.

Antepasados genéticos: El haplogrupo X2a

Los cuatro principales haplogrupos de ADNmt de los nativos americanos (A, B, C y D) se establecieron en Asia antes del comienzo del último máximo glacial. Por su parte, el subclado X2a del haplogrupo X es único de Norteamérica y no aparece en Asia; mientras que el grupo del que deriva, el X2, podemos encontrarlo en Eurasia occidental. Esta distribución se emplea como apoyo a la posibilidad de movimientos de migración a través del Atlántico.

Es cierto que el área de mayor frecuencia del haplogrupo X2a está cerca de la bahía de Chesapeake, y que geográficamente, esta zona está más cerca de la región donde se distribuye la cultura solutrense. Pero hay que tener en cuenta un dato importante: no se ha secuenciado ningún genoma de los pueblos solutrenses. La afirmación de que los solutrenses poseían el haplogrupo X se hace sobre la base de estudios genéticos de Europeos de hoy en día.

Varios estudios han puesto de manifiesto que el grupo genético X2 está distribuido por Europa, Asia Central y Occidental, Siberia, la mayor parte de Oriente Próximo y el norte de África 8. El estudio del origen y la difusión del haplogrupo X en su conjunto permite concluir que Oriente Próximo es la fuente geográfica más probable para la propagación del subhaplogrupo X2 (no Europa occidental), y que la dispersión de la población que lo portaba tuvo lugar alrededor de, o después del último máximo glaciar.

El hombre de Kennewick, cuyo ADN ha sido estudiado y es utilizado por algunos defensores de la hipótesis solutrense, permite situar la primera aparición del subclado X2a en la costa oeste de Norteamérica hace 9.000 años (por lo tanto, ni en el momento, ni en el lugar adecuado: no apareció en la costa este como sería de esperar si sus ascendientes hubieran llegado desde Europa); además de no presentar ningún rastro de ascendencia europea en su genoma 9. El estudio del ADN de los nativos americanos actuales y pasados muestra que descienden de poblaciones con raíces en Siberia. Es decir, hay un patrón muy claro de la historia evolutiva registrada en en ADN antiguo que los vincula con regiones como SiberiaBeringia, y Norteamérica, sin que haya pruebas de ningún flujo genético transatlántico.

Como ya hemos dicho, el punto culminante del documental es resultado de un análisis genético de los dientes de miembros de la Nación Huron-Wendat. La presencia del marcador genético X2a en tres de los dientes permite afirmar a Stephen Oppenheimer que estamos ante una prueba de que los antepasados de esos nativos americanos cruzaron el Océano Atlántico.

Sin embargo, hay otra posible explicación a la presencia de ese marcador genético. Este marcador pudo aparecer en el ADN al ser «recogido» por los antepasados de los nativos americanos cuando se encontraron con las poblaciones del norte de Eurasia en su migración hacia Siberia. En otras palabras, estos resultados genéticos concordarían con la teoría aceptada de que los nativos americanos provenían de Asia.

La cuestión clave en todo este tema es la frecuencia. Es cierto que el marcador X2a es más frecuente en ciertas áreas que en otras, pero eso se debe a que las primeras migraciones generalmente involucran a pequeños grupos de personas dando lugar a lo que se denomina efecto fundador: si tomamos un número muy pequeño de individuos de una población grande en la que hay una frecuencia muy baja del marcador X2, es posible que, simplemente por casualidad, el grupo resultante tenga una frecuencia más alta de X2 que la población a la que pertenecen (es cuestión de estadística). Por eso es tan problemático tratar de establecer la relación antepasado/descendiente de las poblaciones tomando en consideración un solo marcador genético –cuantos más se estudian, mejor se eliminan estos problemas.

En otras palabras, una población que llegara a América a través de Beringia hace alrededor de 15.000 años podría haber tenido una frecuencia relativamente alta del haplotipo X2a, sin que eso signifique que vino directamente del sur de Francia. Esta es, al menos, una explicación tan razonable de la presencia se ese marcador genético en el continente americano como la de una migración a través del Océano Atlántico hace 20.000 años en pleno máximo glaciar.

De hecho, es una explicación más convincente porque en realidad sí que tenemos pruebas bien datadas a través de varios yacimientos arqueológicos de una migración a través de Beringia en el entorno del último máximo glaciar. Para respaldar la hipótesis solutrense contamos con datos dispersos e insuficientes.

Conclusiones

La emisión del documental generó una verdadera avalancha de críticas.

No tengo nada que discutir al afán de Stanford y Bradley por defender su idea de la colonización de américa por parte de poblaciones solutrenses. Hemos asistido a suficientes cambios en ideas en principio bien «asentadas» como para no aceptar que quienes se oponen a la hipótesis solutrense puedan equivocarse. Sin embargo, a día de hoy, las pruebas disponibles para defender la hipótesis solutrense son demasiado endebles (algo que tanto Stanford como Bradley llegan a reconocer en el documental, aunque no así en sus escritos, donde son más incisivos). A pesar de esto, no podemos dejar de lado que al realizar el montaje final del documental se dio más peso a la versión «pro» hipótesis solutrense, que a las explicaciones en contra que ofrecían Waters y Raff.

Voy a desgranar algunos de los problemas que plantea la hipótesis solutrense y que no tienen una respuesta:

  • Hay un vacío de tiempo considerable entre la pretendida fecha de llegada de las poblaciones solutrenses (hace 20.000 años) y las primeras herramientas de la cultura Clovis (13.000 años). No hay explicación a que durante más de 7.000 años la técnica de fabricación de esas herramientas no sufriera ningún cambio.
  • No hay ninguna, repito, ninguna prueba de que las poblaciones solutrenses fabricaran barcos. Posibilidades puede haber muchas, pero pruebas ninguna.
  • Los datos paleoclimáticos no apoyan la presencia permanente de un «puente de hielo» entre ambas costas del Océano Atlántico que facilitara la travesía. Además, los datos indican que los vientos soplaban hacia el este desde las masas de hielo canadienses, lo que complicaría, y mucho, el viaje.
  • En el documental se dice que los migrantes pudieron usar aceite animal para conseguir luz y calor dada la total ausencia de combustible vegetal. Sin embargo, una pequeña candela en ningún caso pudo servir para ese objetivo teniendo en cuenta las durísimas condiciones climáticas.

En fin, siguen existiendo más datos en contra que a favor de la hipótesis solutrense, aunque nada impide que se continúe investigando para obtener más información que permita despejar estas dudas.

No quería en cualquier caso dejar de comentar un hecho llamativo. El documental no hace mención alguna a las connotaciones sociales y políticas que trae consigo la idea de que los antepasados de los nativos americanos no fueron los primeros pobladores del continente. No hacerlo basándose en que no es una cuestión relevante es pecar de ingenuo (como poco). La hipótesis solutrense se utiliza hoy en día por grupos de supremacistas blancos para negar a los nativos americanos el derecho a reclamar sus tierras, así como para justificar el colonialismo. Por lo tanto, aunque fuera con una escueta mención, hubiera sido deseable que los productores del documental se posicionaran en contra de estas posturas racistas.

Referencias

Buchanan, B. y Collard, M. (2007), «Investigating the peopling of North America through cladistic analyses of Early Paleoindian projectile points«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 26, núm. 3, p. 366-393.

Eiroa, J. J., et al. (2011), Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria. Barcelona: Ariel, 393 p.

Merino, J. M. (1994), Tipología lítica. San Sebastián: Sociedad de Ciencias Aranzadi, 480 p.

Raff, J. A. y Bolnick, D. A. (2015), «Does mitochondrial haplogroup X indicate ancient trans-atlantic migration to the Americas? A critical re-evaluation«. PaleoAmerica, vol. 1, núm. 4, p. 297-304.].

Stanford, D. J. y Bradley, B. A. (2012), Across Atlantic ice: the origin of America’s Clovis culture. Berkeley: University of California Press, xv, 319 p.

The nature of things

Notas

  1. Esto no queda claro en realidad porque al parecer los bifaces se recuperaron en la orilla del mar.
  2. La cultura solutrense ocupa, dentro de la secuencia del Paleolítico Superior, un lugar transicional entre el Gravetiense y el Magdaleniense. Su desarrollo se dio en Europa Occidental, concretamente en territorio francés y en la península ibérica.
  3. Sobre tecnología y tipología son imprescindibles dos monografías en castellaño: Merino, J. M. (1994), Tipología lítica. San Sebastián: Sociedad de Ciencias Aranzadi, 480 p.; y Eiroa, J. J., et al. (2011), Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria. Barcelona: Ariel, 393 p.
  4. La fecha es incierta, podría ser 1974 según otros artículos. Para un análisis de la validez de este objeto recomiendo leer: Eren, M. I.; Boulanger, M. T. y O’Brien, M. J. (2015), «The Cinmar discovery and the proposed pre-Late Glacial Maximum occupation of North America«. Journal of Archaeological Science: Reports, vol. 2, p. 708-713; y la respuesta al mismo.
  5. Stanford, D., et al. (2014), «New evidence for Paleolithic occupation of the eastern North American outer continental shelf at the Last Glacial Maximum». En: Evans, Amanda M.; Flatman, Joseph C. y Flemming, Nicholas C. (eds.). Prehistoric archaeology on the continental shelf. New York: Springer, 73-94.
  6. Para un análisis más detallado de las críticas, réplicas y contrarréplicas en este sentido, recomiendo la lectura de tres artículos publicados en la revista Antiquity que puedes leer aquí.
  7. Buchanan, B. y Collard, M. (2007), «Investigating the peopling of North America through cladistic analyses of Early Paleoindian projectile points«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 26, núm. 3, p. 366-393.
  8. Ver por ejemplo, Reidla, M., et al. (2003), «Origin and Diffusion of mtDNA Haplogroup X«. The American Journal of Human Genetics, vol. 73, núm. 5, p. 1178-1190.
  9. Es interesante en este sentido el siguiente trabajo: Raff, J. A. y Bolnick, D. A. (2015), «Does mitochondrial haplogroup X indicate ancient trans-atlantic migration to the Americas? A critical re-evaluation«. PaleoAmerica, vol. 1, núm. 4, p. 297-304.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 6 comentarios
No, <em>Homo erectus</em> no se extinguió por ser «vago»

No, Homo erectus no se extinguió por ser «vago»

     Última actualizacón: 14 septiembre 2018 a las 17:11

Hace algunos días nos «asaltó» una noticia relacionada con la evolución humana que causó una gran impresión. Es cierto que ya estamos acostumbrados a este tipo de anuncios dado que la paleoantropología despierta cada vez más curiosidad entre el público. Sin embargo, los titulares y el contenido de la noticia chocaban tanto con lo que sabemos, que decidí estudiar el trabajo científico original para aclarar la cuestión. Me estoy refiriendo en definitiva al anuncio de que «según una nueva investigación», la especie Homo erectus se había extinguido porque eran «vagos».

Titular peiódico ABC (13/08/2018)

Titular periódico DailyMail (10/08/2018)

Titular medio digital Institución Smithsonian (13/08/2018)

Podemos resumir el contenido de las noticias publicadas en los medios de comunicación de la siguiente manera 1:

  • La conclusión principal es que «la vaguería 2 fue en parte responsable de la extinción de Homo erectus».
  • Tras el estudio de un yacimiento situado en Saffaqah, cerca de Dawadmi (Arabia Saudita), los investigadores comprobaron que Homo erectus optó por una «estrategia del mínimo esfuerzo» a la hora de fabricar herramientas de piedra y obtener recursos.
  • Esta actitud contrasta con la de los «excelentes constructores de herramientas» que eran los neandertales y Homo sapiens.
  • No hubo ningún tipo de progreso por parte de Homo erectus en la fabricación de herramientas.
  • Finalmente, no fueron capaces de adaptarse al cambio climático en la región –que derivaba hacia una mayor aridez– y desparecieron.

El artículo original: Tecnología Achelense y aprovechamiento del paisaje en Dawadmi, Arabia central («Acheulean technology and landscape use at Dawadmi, central Arabia»).

El artículo del que estamos hablando apareció publicado en la revista de acceso abierto PLoS ONE el 27 de julio de 2018.

Como su título indica, los investigadores publican los resultados de nuevas investigaciones de campo (realizadas en 2014), así como un nuevo análisis de trabajos de excavación previos llevados a cabo en el yacimiento de Saffaqah (206-76) cerca de Dawadmi, en Arabia central. El objetivo era saber cómo se adaptaron nuestros antepasados a vivir en esta región que hoy en día es una de las más áridas del planeta. Para ello es necesario conocer el comportamiento de esas especies en diferentes lugares de su ámbito de expansión geográfica. La información con la que contamos actualmente proviene de lugares como el Este de África (el Valle del Rift), el Levante y Europa occidental, por lo que es posible establecer comparaciones.

La importancia de realizar trabajos de este tipo en una zona como la península arábiga no es desdeñable. Hemos de tener presente que la colonización de Eurasia por debajo de los 55o de latitud da muestra del éxito evolutivo y de adaptación del género Homo durante el Pleistoceno Inferior y Medio. Sin embargo, hoy en día seguimos sin tener claro de qué eran capaces esos homininos cuando debían hacer frente a los paisajes que se encontraban en las latitudes medias.

Y es que Saffaqah es el lugar en el que sueña trabajar todo arqueólogo. Se trata de uno de los yacimientos Achelenses más grandes de Arabia, y se estima que en la superficie se pueden encontrar cerca de un millón de artefactos. Está situado en la intersección de dos grandes sistemas fluviales que estuvieron activos de forma periódica en el pasado: el Wadi al Batin y el Wadi Sabha, que fluyen hacia el norte y el sur del Golfo Pérsico. Además, es el primero que conserva depósitos estratigráficos con abundantes artefactos, lo que permite un estudio de las fases de ocupación del territorio.

Las dataciones con series de uranio-torio de la capa de nitratos adheridos a las herramientas de piedra arrojan la cifra de 200.000 años, lo que convierte a Saffaqah en el yacimiento arqueológico más antiguo de la península arábiga encontrado hasta el momento.

El estudio de la industria lítica

Ya hemos adelantado que el trabajo de los investigadores se ha centrado fundamentalmente en análisis de la abundante industria lítica recuperada en el yacimiento. Lo primero que podemos decir es que las herramientas eran en general bastante grandes: la gran mayoría de lascas medían más de 5 cm de largo, llegando a alcanzar una longitud máxima de 39 cm (sin embargo, también es posible que algunas de las lascas más pequeñas se hayan destruido o quedado irreconocibles debido a la erosión del viento).

Respecto a la formación del yacimiento en sí, se constata que la deposición de los restos tuvo lugar durante un considerable periodo de tiempo, lo que permitió la acumulación de más de un metro y medio de sedimentos en siete capas claramente diferenciadas (esto demuestra la permanencia prolongada en el lugar de nuestros antepasados).

Por último, otra característica que salta a la vista es el poco refinamiento en los bifaces. No se ha identificado modificaciones en las herramientas ni tampoco diferencias en su fabricación. En pocas palabras, la tecnología empleada a lo largo de la secuencia es la misma.

Muestra de la industria lítica recuperada. Fuente: Shipton, C., et al. (2018), «Acheulean technology and landscape use at Dawadmi, central Arabia». PLoS ONE, vol. 13, núm. 7, p. e0200497.

Conclusiones

Yacimientos como el estudiado no son únicos. En otros lugares de la península arábiga poblaciones de homininos fabricaban lascas y hendedores (usando la misma técnica Achelense) en yacimientos como Wadi Fatima, en la costa del Mar Rojo, y en el sur del desierto del Nefud. En Levante encontramos un yacimiento similar: Gesher Benot Ya’aqov. La industria lítica presente en este yacimiento sirve para trazar la ruta que siguieron nuestros antepasados al salir de África durante un periodo húmedo. El Achelense de Dawadmi representa la ocupación de la zona cuando los sistemas fluviales de Arabia permitieron a los homininos penetrar hacia el interior.

Lo que distingue el Achelense de Saffaqah del recuperado en Gesher Benot Ya’aqov es la relativa escasez de hendidores en el primero. Se piensa que los hendidores eran herramientas para trabajar la madera, por lo que su ausencia se podría explicar por la escasez de árboles en el centro de Arabia en comparación con el Levante, no por una falta de conocimientos técnicos.

Del mismo modo, la estabilidad en la tecnología que ya hemos comentado —el modo de fabricar las herramientas— coincide con el conservadurismo documentado en el yacimiento de Gesher Benot Ya’aqov.

Del mismo modo, los investigadores constatan una «estrategia del mínimo esfuerzo» en los pobladores de este yacimiento. Existe una pequeña colina en cuya cima hay material lítico de mejor calidad, pero se ha comprobado el uso sistemático de rocas situadas en la base. La explicación que ofrecen en este trabajo es bastante sensata: andar o correr cuesta arriba incrementa dramáticamente el gasto energético, mientras que el camino de vuelta hacia abajo incrementa el riesgo de sufrir lesiones. De nuevo, este comportamiento se ha documentado en otros yacimientos Achelenses donde los homininos fabricaron de forma preferente bifaces y eligieron lugares donde tenían fácil acceso tanto a la piedra como a fuentes de agua.

Resumiendo

  1. El artículo analiza la industria lítica de un yacimiento concreto para tratar de extraer conclusiones acerca de la forma de aprovechar el paisaje por parte de nuestros antepasados, en una región poco estudiada hasta la fecha.
  2. Dado que no se han hallado restos fósiles, en ningún lugar del trabajo se dice que Saffaqah fuera habitado por una población de Homo erectus (se emplea continuamente la expresión «población Achelense». Lo más probable es que se tratara de Homo erectus, aunque también pudieron llegar allí los neandertales, Homo sapiens u otros (teniendo en cuenta además la antigüedad atribuida al yacimiento). El análisis exclusivo de la cultura material no permite decir con certeza quienes fabricaron esas herramientas.
  3. La densidad de yacimientos alrededor de Saffaqah sugiere que nuestros antepasados florecieron en la región.
  4. La ausencia de características de transición en su tecnología y la baja densidad de artefactos del Paleolítico Medio (más avanzados) sugieren que la zona fue abandonada con la llegada de una fase más severa, árida, a la que no pudieron adaptarse.
  5. Finalmente, Arabia central quedó despoblada probablemente debido a un deterioro de las condiciones climáticas.

Mi crítica a los artículos periodísticos

La primera crítica que podemos hacer de los distintos artículos periodísticos que han «popularizado» el trabajo publicado en PLoS ONE (independientemente de si lo fueron en medios generalistas, en medios especializados en ciencia, e independientemente del idioma), es la burda generalización. Los investigadores exponen sus conclusiones al interpretar los hallazgos de un único yacimiento. Pasar de ahí a que toda una especie —Homo erectus, o cualquier otra— se extinguió por lo que allí vemos es absurdo.

Del mismo modo, argumentar que la «pereza» pudo ser la causante de la extinción de toda una especie carece del más mínimo sentido, no sólo científico, sino común.

Lo que sabemos en cambio de Homo erectus es que se trata con toda probabilidad del primer representante del género humano que salió de África, la cuna de todos nuestros antepasados. Esa primera oleada de migración los llevó a lugares tan distantes del continente africano como el Este de China. Más de 8.000 kilómetros de migración recorriendo los más dispares lugares que se pueda imaginar. Eso los obligó a adaptarse a muy diferentes ambientes. Constatar que un yacimiento situado en la península arábiga fue abandonado cuando el clima se volvió demasiado opresivo es adaptación pura y dura. Nuestros antepasados se marcharon de allí para buscar fortuna en otro lugar.

Por último, los autores explican los motivos por los que no han visto una «evolución» en la técnica empleada para la fabricación de las herramientas. No se trata de una conducta extraña —ni siquiera llamativa— porque ya se ha verificado en otros yacimientos del mismo periodo.

En definitiva, parece que nos encontramos ante un caso más de falta de interés y desconocimiento por parte unos periodistas que tienen mucho trabajo y poco tiempo para publicar. Sin embargo, no creo que debamos culpar en exclusiva a los periodistas de lo sucedido en este caso concreto.

Las notas de prensa

Una cosa importante que debéis saber —si no lo sabéis ya— es que la mayoría de noticias relacionadas con la ciencia están sometidas a «embargo». El embargo significa que cuando se va a publicar un artículo científico lo normal es que tanto la revista especializada donde se va a publicar (Nature, Science, PLoS ONE etc.), como la universidad o centro de investigación del que depende/n el/los científico/s que han llevado a cabo la investigación, emitan una nota de prensa cuyo destino es los profesionales de los medios de comunicación acreditados. Estas notas de prensa, donde se explica de forma «sencilla» el propio artículo, se envían con suficiente antelación a la fecha de publicación del trabajo en la revista científica. El objetivo no es otro que los periodistas dispongan de tiempo suficiente para preparar sus artículos y cuenten con suficiente información de «contexto» con la que producir sus piezas.

No entraremos ahora a valorar este sistema, pero baste decir que ese es el motivo por el que en un mismo día podemos ver la misma noticia publicada en numerosos medios de comunicación con escasos minutos de diferencia. Todos los periodistas han tenido acceso a la misma nota de prensa.

Y de nuevo, ese es el motivo por el que la mayoría 3 de noticias tienen el mismo contenido. Los periodistas no tienen tiempo de leerse en profundidad, por ejemplo, los 36 folios de este artículo científico para redactar algo que se salga de la misma idea común contenida en la nota de prensa; ni tampoco el científico que tiene que atender a los medios puede estar disponible las 24 horas del día.

Volviendo al caso que estamos viendo, mi impresión es que todo el problema con la desastrosa interpretación del artículo publicado en PLoS ONE tiene su origen en la nota de prensa que emitió la Universidad Nacional de Australia (donde el investigador principal de este trabajo, el Dr. Ceri Shipton, desarrolla su labor).

En esa nota de prensa aparecen recogidas las declaraciones textuales del profesor Shipton acerca del trabajo que él y el resto del equipo hicieron en Saffaqah:

  • «They really don’t seem to have been pushing themselves» («No parece que se hayan esforzado»)
  • «I don’t get the sense they were explorers looking over the horizon. They didn’t have that same sense of wonder that we have» («No tengo la sensación de que fueran exploradores que miraran hacia el horizonte. No tenían la misma capacidad de asombro que nosotros»)
  • «Not only were they lazy, but they were also very conservative» («No solo fueron perezosos, sino que también fueron muy conservadores»)

Lo importante es que estas frases (cuya traducción es propia) son textuales.

Creo que, como poco, las palabras del Dr. Shipton han sido poco afortunadas. Básicamente no reflejan la realidad de las conclusiones que él mismo, y el resto del equipo, firman en su trabajo, echando por tierra su credibilidad (esta es mi opinión personal, por supuesto).

Quizás por ese motivo, esta nota de prensa, publicada originalmente en la página web de noticias de la propia universidad, a día de hoy no puede leerse.

Nota de prensa. ANU

No sé si haberla eliminado de su repositorio ha sido un intento de enmendar su error (cosa harto complicada) haciendo que sea más difícil llegar a las declaraciones originales que el Dr. Shipton hizo a Aaron Walker, redactor de la nota de prensa y responsable ante los medios de comunicación. Aunque basta acceder al archivo del WayBackMachine para ver el contenido original de la nota (la página, según la información de ese servicio, debió borrarse entre el 10 de agosto y el 3 de septiembre pasados).

Las declaraciones del Dr. Shipton fueron repetidas textualmente en la nota de prensa emitida por el servicio EurekAlert! (servicio de comunicación de la ciencia de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, AAAS) y, por supuesto, en todos los artículos periodísticos que se nutrieron de ella.

Debemos señalar con justicia que el «culpable» del embrollo en este tema fue el investigador principal del artículo científico.

Referencias

Shipton, C., et al. (2018), «Acheulean technology and landscape use at Dawadmi, central Arabia«. PLoS ONE, vol. 13, núm. 7, p. e0200497.

Notas

  1. Cada imagen de más arriba enlaza con el artículo completo publicado en los diferentes medios.
  2. «Vaguería» es el término que aparece en el artículo publicado en ABC aunque yo prefiero utilizar, y así lo hago en esta anotación, el término «pereza» como traducción castellana del inglés «laziness».
  3. Digo «mayoría» porque hay muy honrosas excepciones, sobre todo en algunos medios de comunicación españoles.
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¿Los Neandertales sabían navegar?

¿Los Neandertales sabían navegar?

     Última actualizacón: 29 marzo 2019 a las 11:51

Hoy en día tenemos bastante claro que nuestros parientes neandertales no eran los tipos rudos sin cerebro que aparecían en las ilustraciones de los antiguos libros que hablaban sobre la evolución humana. Mucho ha avanzado la paleoantropología desde entonces, pero aún hoy se plantean interesantes hipótesis acerca de su comportamiento y desarrollo cultural.

En este sentido, hace unos días conocimos la noticia (aún no se ha publicado el necesario artículo científico) de que se habían encontrado varias puntas de lanza de la cultura Musteriense en el yacimiento arqueológico de Stélida, en la isla griega de Naxos.

La importancia de este hallazgo radica en que este tipo de herramientas líticas se han asociado en la Grecia continental con los neandertales y Homo heidelbergensis, lo que vendría a cuestionar lo que sabíamos acerca de la colonización de esta región del Egeo: que un grupo de agricultores llegó a las islas hace aproximadamente 9.000 años, es decir, en plena transición al Neolítico. Este descubrimiento, de confirmarse, daría un vuelco a esta cuestión ya que significaría que los primeros en llegar a Naxos fueron bien neandertales o sus antepasados ​​probables Homo heidelbergensis, o tal vez incluso Homo erectus. Además de la cuestión de la antigüedad del asentamiento, se abren otros interrogantes como por ejemplo saber cómo llegaron los colonizadores a la isla, ¿pudieron estos homininos haber viajado en barco?

Yacimiento de Stélida visto desde el norte (cortesía de D. Depnering).

Los arqueólogos han considerado tradicionalmente que sólo los seres humanos que habían dado el salto del modo de vida de subsistencia –que caracteriza a los cazadores recolectores– a la agricultura y ganadería organizadas podrían haber logrado dominar la variedad de recursos y técnicas necesarios para realizar viajes por mar (recorrer una distancia importante por mar requiere la fabricación de herramientas y la cooperación necesarias para construir una embarcación, el conocimiento de las técnicas de navegación para pilotarla y, bajo mi punto de vista, lo más importante, el plantearse siquiera la necesidad el viaje).

Este reciente hallazgo, unido al descubrimiento de puntas de lanza similares en las islas de Zakynthos, Lefkada y Kefalonia – publicado en 2012 en el Journal of Archaeological Science1– son para algunos una prueba clara de que los orígenes de la navegación en el Mediterráneo preceden con mucho a la llegada de Homo sapiens a las islas. En apoyo a esta hipótesis se citan además los datos recientemente publicados acerca de la antigüedad del yacimiento de Liang Bua, que sitúan a Homo floresiensis en Indonesia hace entre 190.000 y 50.000 años 2 (y, por tanto, asocian a este ancestro con el conocimiento forzoso de las técnicas de navegación).

Pero otros, en cambio, sostienen que la isla de Flores pudo ofrecer un acceso más fácil desde el continente debido al descenso del nivel del mar en aquella época. Los detractores de aquélla hipótesis argumentan que el hecho de que hayamos analizado algunas “excursiones” al azar en Indonesia y el Egeo no demuestra la existencia de viajes deliberados por mar (a diferencia de lo que hemos podido constatar acerca de la colonización del continente americano). Además, es necesario explicar por qué los artefactos paleolíticos en el Egeo son tan escasos: milenios de habitación humana deberían haber dejado un registro más indeleble (aunque la causa de esta situación puede deberse a que la mayoría de los investigadores de la región son especialistas en las culturas que produjeron las exquisitas figuras de marfil y alfarería del Neolítico, y carecen de los conocimientos y el entrenamiento necesario para reconocer un yacimientos de lascas y piedras rotas –industria lítica en definitiva– que pueden confundirse fácilmente con material de desecho).

Modelos en 3D de los niveles de la costa en las islas jónicas. P: Peloponeso, AA: Aetolo-Akarnania, IZ: Zakynthos, IK: Kefallinia, IL: Lefkada. Tomado de Ferentinos, G., et al. (2012), «Early seafaring activity in the southern Ionian Islands, Mediterranean Sea». Journal of Archaeological Science, vol.39, núm. 7, p. 2167-2176.

Como decimos, será necesario contar con todos los datos para poder ofrecer una respuesta a la cuestión de si los neandertales eran capaces de navegar. Por lo pronto, sabemos que el equipo de arqueólogos está empleando la técnica de luminiscencia estimulada ópticamentepara determinar la cantidad de tiempo transcurrido desde que los granos del mineral sedimentario fueron expuestos a la luz por última vez. A diferencia de la más conocida datación por radiocarbono, la luminiscencia estimulada ópticamente trabaja en depósitos de suelo extremadamente antiguos aunque tarda meses en procesarse. Los primeros resultados de laboratorio han fechado algunos de los artefactos de Stelida hace al menos 50.000 años, pero el equipo todavía está esperando los resultados de las capas inferiores del yacimiento que permitirá la datación de las herramientas Musterienses que tanta importancia han despertado.

Estaremos atentos a los resultados de estos trabajos.

Notas

  1.  Ferentinos, G., et al. (2012), «Early seafaring activity in the southern Ionian Islands, Mediterranean Sea». Journal of Archaeological Science, vol.39, núm. 7, p. 2167-2176.
  2. Sutikna, T., et al. (2016), «Revised stratigraphy and chronology for Homo floresiensis at Liang Bua in Indonesia«. Nature, vol. 532, núm. 7599, p. 366-369.
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Comportamiento animal: uso de herramientas en primates

Comportamiento animal: uso de herramientas en primates

     Última actualizacón: 2 mayo 2018 a las 18:33

Cada vez leemos más estudios que hablan de la capacidad de nuestros parientes más cercanos, los primates, de manipular y fabricar herramientas de muy diferentes tipos con el objetivo de acceder a alimentos o resolver problemas complejos.  En el año 2010 se publicó un trabajo donde se explicaba que unos lémures de cola anillada habían sido capaces de manipular un comedero artificial para acceder al alimento que contenía, lo que constituye el primer caso documentado de uso de herramientas por estos primates en libertad 1.

Hemos visto el uso sistemático de herramientas (e incluso una limitada capacidad para su fabricación) en los monos capuchinos; y es de sobra conocida la habilidad de los macacos japoneses (Macaca fuscata) de manipular alimentos para hacerlos más sabrosos (como el acto de introducir las patatas en agua salada, un comportamiento que se trasmitió por toda la población).

Los investigadores han puesto de manifiesto que los grandes simios muestran una importante capacidad de imitación, un reconocimiento explícito de esa imitación, y que son capaces de ponerse en lugar de los otros, comprendiendo por tanto la intencionalidad y la causalidad de sus actos.

Chimpancés que enseñan a su descendencia

Un trabajo publicado recientemente en la revista Scientific reports 2 nos cuenta que los chimpancés (Pan troglodytes troglodytes) que viven en el Triángulo Goualougo enseñan a sus crías cómo manejar las herramientas que utilizan para “pescar” termitas.

El Parque Nacional de Nouabalé-Ndoki, situado en la República del Congo –del que Goualougo forma parte– ha permanecido prácticamente al margen de toda intervención humana. Gracias a su situación geográfica y a que el poblado más cercano (habitado por 400 pigmeos bantú-bangombé) está a 50 kilómetros de distancia a pie, las únicas personas que pueden encontrarse alguna vez los chimpancés de este parque son los miembros del equipo de investigación que publica este estudio y que lleva años trabajando en la zona. Estas condiciones casi únicas les han permitido llevar a cabo un estudio en profundidad de la conducta de estos primates, utilizando cámaras de vídeo para documentar sus actividades.

Estos chimpancés emplean una herramienta muy peculiar para capturar las termitas que constituyen una parte importante de su alimentación: se trata de una especie de caña de pescar que fabrican con el tallo de plantas de la familia Marantaceae a las que quitan las hojas y luego deshilachan una de las puntas para crear una especie de cepillo. Este tallo con la punta deshilachada puede recoger hasta diez veces más terminas que uno acabado sencillamente en punta.

Pues bien, lo que los científicos han documentado es que varias hembras entregaban a sus crías estas herramientas y las enseñaban a utilizarlas junto a un termitero. Se han analizado un total de 96 entregas, y en todos los casos la conducta se daba entre una hembra adulta y su descendencia (hubo un solo caso de una hembra juvenil que interactuó con su hermana pequeña). Los resultados refieren 13 donantes únicos (todas hembras adultas) y 13 destinatarios únicos (todos ellos chimpancés inmaduros: 5 hembras, 4 machos y 4 jóvenes de sexo desconocido).

Es sabido que el aprendizaje social es un medio idóneo para la transmisión de información adaptativa en un amplio número de taxones animales, y que pueden generar patrones de comportamiento específicos de cada grupo. Cuando estos comportamientos prevalecen durante generaciones y se transmiten a través del aprendizaje social se consideran culturales.

¿Entonces podemos decir que las mamás chimpancés enseñaron a sus crías? Los científicos consideran que podemos hablar de enseñanza cuando se cumplen ciertos criterios –independientemente de si existen pruebas de un intento deliberado de favorecer el aprendizaje por parte del pupilo. Los criterios más aceptados son que el comportamiento tenga lugar en presencia de un aprendiz, con algún coste (o al menos sin beneficio) para el maestro, y que mejore la práctica del aprendiz.

Volviendo a nuestros chimpancés, éstos son muy selectivos a la hora de elegir las especies de plantas que usan para fabricar estas herramientas, y ya hemos comentado que modifican de forma intencionada los tallos para que terminen en una especie de cepillo que mejora la eficacia de captura de termitas. De hecho, los chimpancés usan dos tipos diferentes de herramientas en función de si el termitero se encuentra por encima o por debajo del nivel del suelo. Por lo tanto, al compartir estas herramientas con sus crías, las madres pueden enseñarles cuál es el material adecuado y la forma de fabricar esas «cañas de pescar».

El coste de este comportamiento para las «maestras» se ha podido verificar gracias al análisis detallado de las grabaciones en vídeo, y viene del menor tiempo que pasaron recolectando termitas y, por lo tanto, con una reducción en el consumo de este alimento. Por otro lado, el aumento de conocimientos por parte del aprendiz ­–o la oportunidad de obtener una habilidad– se pudo comprobar ya que al recibir esas herramientas, las crías aumentaron el tiempo que pasaban recolectando termitas y vieron aumentadas sus tasas de captura.

Además, otro dato relevante es que las madres se anticipaban a estas entregas. Expliquemos esto mejor. Las «maestras» chimpancés elaboraban estrategias para disminuir el coste de esa enseñanza mediante dos conductas: una vez fabricadas las herramientas las dividían en dos para poder cazar termitas al mismo tiempo que sus pupilas; o bien transportaban varias cañas de pescar al termitero con antelación y utilizaban alguna de ellas después de una entrega. La división no consistía en partir por la mitad el tallo, sino de forma longitudinal: pensemos que dividir los tallos en dos longitudinalmente es más efectivo para producir dos cañas viables que romperlos por la mitad, ya que en este caso una perdería el cepillo de la punta o no tendría la suficiente longitud para la profundidad del termitero.

Con estas estrategias no solo reducen el coste que supone enseñar (en términos de pérdida de alimentos), sino que también la enseñanza es más eficaz al permitir la repetición de comportamientos in situ.

Monos que fabrican herramientas de piedra

Para un paleoantropólogo tan importante como encontrar fósiles en un yacimiento es desenterrar restos de la cultura material producida por nuestros antepasados. En este sentido, la tecnología lítica ha sido considerada como un atributo del género humano, de ahí que se llamase Homo habilis al primero de nuestros ancestros que se asoció claramente con herramientas de piedra (aunque el tiempo –y nuevos hallazgos– han puesto en tela de juicio esta presunción).

Por eso resulta tan interesante el artículo publicado en la revista Nature 3 que nos muestra que los monos silvadores (Sapajus libidinosus) de Brasil rompen deliberadamente piedras y producen lascas con bordes afilados y núcleos que poseen las características y la morfología de las herramientas fabricadas intencionadamente por los homininos. Hemos de puntualizar que la ruptura de las piedras es intencionada, no así la fabricación de herramientas afiladas ni, por supuesto, su uso directo como tales.

En cualquier caso, este descubrimiento añade una dimensión adicional a la interpretación de los registros humanos del Paleolítico, la posible función de las primeras herramientas de piedra, y los requisitos cognitivos para el surgimiento de la manipulación de las piedras.

Los signos distintivos de la primera tecnología de las herramientas de piedra incluyen:

  • Fractura concoidea
  • Producción de bordes afilados.
  • Obtención repetida de diferentes lascas de un mismo núcleo.
  • Búsqueda intencionada de los bordes del núcleo para producir la fractura.
  • Empleo de patrones específicos de las lascas.

Estas características constituyen la base para poder identificar herramientas de piedra intencionadas en todos los yacimientos arqueológicos, dado que no se dan bajo condiciones geológicas naturales. Pero como decimos, con el trabajo que ahora comentamos se abre una nueva perspectiva que quizás haga replantearse muchas asunciones previas.

Los monos silvadores del Parque nacional de la Sierra de Capivara en Brasil usan las herramientas de piedra en una variedad de formas que no se ha visto antes en cualquier otro primate no humano (algunos de los usos incluyen el golpeo de comida, como ayuda para excavar en busca de alimento, así como en actividades sexuales). Ya se habían descrito con anterioridad algunos casos de monos silvadores y macacos japoneses que golpeaban unas piedras contra otras, pero hasta ahora sólo los analizados en este estudio lo han hecho con el propósito expreso de romperlas.

Esta actividad, que los investigadores han denominado «percusión de piedra sobre piedra» implica primero elegir un canto rodado de cuarcita para, acto seguido, golpearlo contra otro que se encuentra en el suelo (tenemos por tanto un martillo activo y otro pasivo). Esta acción provoca la fractura de la superficie y el desprendimiento de lascas afiladas.

Ya hemos dicho que no se ha observado que los monos utilicen estas lascas como elementos de corte, sino que chupan o esnifan los restos, de donde se infiere que lo hacen para ingerir cuarzo en polvo o líquenes.

Quizás lo más relevante de este trabajo sea que las muestras de piedras fracturadas que se recuperaron con posterioridad son prácticamente indistinguibles de las piedras modificadas intencionadamente por nuestros ancestros halladas en yacimientos arqueológicos (siguiendo una clasificación tradicional, las piedras de estos monos silvadores podrían clasificarse como protobifaces). El equipo examinó 111 piedras fragmentadas recogidas del suelo inmediatamente después de su uso: alrededor de la mitad de ellas exhibían una fractura concoidea que normalmente se asocia con la producción homínida. Nunca se había visto algo semejante en monos modernos.

Los investigadores concluyen que será necesario redefinir los criterios usados por los arqueólogos para identificar y diferenciar las lascas de piedra producidas por nuestros ancestros de las hechas por estos parientes no tan cercanos. Del mismo modo, este hallazgo plantea preguntas sobre el origen de esta tecnología y desafía las ideas anteriores acerca del nivel mínimo de complejidad cognitiva y morfológica necesaria para producirlas.

 

En definitiva, estos trabajos nos deben llevar a profundizar más aún en la comprensión de la cultura de los primates, redoblando los esfuerzos para despojarnos de visiones antropocéntricas que, hasta no hace mucho tiempo, impregnaban los trabajos de etología animal.

 

Referencias

Artículos principales

Más información

Falótico, T. y  Ottoni, E. B. (2016), «The manifold use of pounding stone tools by wild capuchin monkeys of Serra da Capivara National Park, Brazil». Behaviour, vol. 153, núm. 4, p. 421-442.

Koops, K.; Furuichi, T. y  Hashimoto, C. (2015), «Chimpanzees and bonobos differ in intrinsic motivation for tool use«. Scientific Reports, vol. 5, p. 11356.

Thornton, A. y  Clutton-Brock, T. (2011), «Social learning and the development of individual and group behaviour in mammal societies«. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, vol. 366, núm. 1567, p. 978-987.

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Notas

  1. Kendal, R. L., et al. (2010), «Evidence for social learning in wild lemurs (Lemur catta)«. Learning & Behavior, vol. 38, núm. 3, p. 220-234.
  2. Musgrave, S., et al. (2016), «Tool transfers are a form of teaching among chimpanzees». Scientific Reports, vol. 6, p. 34783.
  3. Proffitt, T., et al. (2016), «Wild monkeys flake stone tools». Nature, en prensa.
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Las herramientas de piedra más antiguas

Las herramientas de piedra más antiguas

     Última actualizacón: 25 marzo 2018 a las 16:10

Estamos en el verano de 2011 y la arqueóloga Sonia Harmand y su equipo tratan de llegar a Lomekwi, el yacimiento donde se descubrieron, entre 1998 y 1999, los controvertidos fósiles de Kenyanthropus platyops. Situado entre las cuencas de los ríos Lomekwi y Topernawi, en la orilla occidental del lago Turkana, el yacimiento se confunde entre suaves valles y pequeñas colinas pedregosas. Al final de una pista de tierra el equipo se da cuenta de que se han perdido, por lo que Harmand y Jason Lewis deciden subir a una colina para orientarse y continuar su ruta. Al llegar a la cima el impacto es enorme: ante ellos se despliega, ladera abajo, un reguero de inconfundibles herramientas de piedra.

Para finales de 2012, las excavaciones en ese yacimiento —denominado Lomekwi 3, LOM3— habían permitido recuperar 149 artefactos de piedra, la mayor parte de ellos en la misma superficie del terreno. Destaca el conjunto formado por un núcleo y la lasca de piedra que se había desprendido tras golpearlo, un hallazgo que ha permitido reconstruir el bloque original y demostrar que esas herramientas se habían fabricado y luego descartado en el mismo lugar.

Con la publicación de los resultados de este trabajo en la revista Nature 1 (puedes acceder al artículo completo aquí) se ha confirmado que estos artefactos constituyen las herramientas de piedra más antiguas descubiertas hasta el momento: con una antigüedad de 3,3 millones de años (Ma), retrasan en 700.000 años la fecha de las que hasta ahora se consideraban las más antiguas.

El contexto: qué es la cultura lítica

Cuando hablamos de la fabricación de herramientas de piedra nos referimos al trabajo de talla que consiste en golpear una roca con otra para separar uno o varios fragmentos. Éstos se utilizarán en distintas tareas como matar animales, cortar la carne, tratar sus pieles o realizar trabajos con madera, hueso o cuerno.

Hoy sabemos que para realizar el trabajo de talla se utilizaron básicamente dos técnicas: la talla por percusión y la talla por presión (en la imagen de abajo vemos un ejemplo de cada una). La talla por percusión —la técnica más básica— consiste en golpear una roca con un “percutor” o instrumento que golpea a modo de martillo (es el ejemplo marcado con letra a). Para ello, la roca sobre la que se golpea, también llamada “núcleo” o “percusor”, puede estar apoyada bien en la mano, directamente en el suelo, o sobre un “yunque” (ejemplos letras b y c) que no es más que otra piedra más dura. La parte que se desprende de ese núcleo recibe el nombre de lasca y constituye la herramienta propiamente dicha —aunque en ocasiones el núcleo también se puede utilizar como tal—.

Principales técnicas de fabricación de herramientas de piedra: a) percusión con un martillo; b) técnica del yunque; c) técnica bipolar; d) percusión blanda; e) percusión indirecta y f) tallado por presión. Tomado de Delson (2000)

Principales técnicas de fabricación de herramientas de piedra: a) percusión con un martillo; b) técnica del yunque; c) técnica bipolar; d) percusión blanda; e) percusión indirecta y f) tallado por presión. Tomado de Delson (2000).

Hablamos de percusión directa cuando el percutor incide directamente sobre la roca (ejemplo letras a y d); o indirecta cuando se utiliza un instrumento intermediario a modo de punzón o cincel, sobre el que se ejerce la fuerza del golpe para que éste la transmita a la piedra sobre la que se trabaja (ejemplo letra e).

Por último, la talla por presión supone el uso de un instrumento para presionar sobre la piedra, obteniéndose unas láminas. Dado lo delicado de este trabajo, solía emplearse para retocar los artefactos obtenidos por otras técnicas ya que permitía la obtención de productos muy definidos, de gran precisión y con menor esfuerzo y riesgo (ejemplo letra f).

La cultura olduvayense

Las primeras herramientas, y por ende, los primeros signos de la existencia de una cultura de la talla de piedra los encontraron, allá por la década de los cincuenta del siglo pasado, Louis y Mary Leakey en los yacimientos de la garganta de Olduvai, cerca del volcán Serengueti (Tanzania) 2 (el término es Oldowan en inglés). Sin embargo, dado que este tipo de trabajos de piedra también se han localizado en numerosos yacimientos fuera del este de África, los arqueólogos comienzan a denominar esta cultura lítica como Modo 1, aunque en la mayor parte de textos se mantiene la denominación original.

Tan importante como encontrar estos artefactos fue tratar de identificar cuáles de nuestros antepasados los habían fabricado. La suerte quiso que en 1964 se descubrieran en este mismo yacimiento los restos fósiles de un homínido cuyos rasgos eran más parecidos a nuestro género Homo que a los australopitecos 3, y que aparecían asociados con esas herramientas de piedra. En el artículo que publicaron Leakey, Tobías y Napier, llegaron a la conclusión  que era necesario nombrar una nueva especie y eligieron Homo habilis (el hombre hábil) en clara alusión a su capacidad para fabricar esas herramientas 4. Más adelante analizaremos si fue este homínido el primero en utilizar herramientas de piedra.

Pero antes debemos volver la vista a la cultura Olduvayense para comprender mejor el nuevo descubrimiento. Cela-Conde 5 la describe como un conjunto de piedras manipuladas para obtener filos cortantes, núcleos, lascas, lascas retocadas y fragmentos de lascas, que se obtienen al golpear un canto de forma redondeada y de distintos materiales. El tamaño de los núcleos lógicamente varía, pero podemos considerar como típico aquel que cabe cómodamente en la mano, es decir, de un tamaño similar a una pelota de tenis.

En cuanto a la terminología ­—imprescindible para movernos con soltura entre los textos especializados—, apuntaremos que los cantos rodados reciben el nombre en inglés de peeble tool. Si la herramienta de piedra se trabaja sobre una cara se llama chopper (en castellano protobifaz) o chopping tool si se actúa sobre las dos (bifaz o hacha de mano). Las lascas o esquirlas que se obtienen tras la fractura de un núcleo (denominadas flakes, en inglés) se utilizaban, entre otras cosas, para cortar la piel, la carne y los tendones de los animales como paso previo a su consumo. Las raederas (flake scrappers) son lascas retocadas con un filo que recuerda en cierto modo al de nuestros cuchillos dentados, y cuya función podría haber sido la de raspar las pieles para curtirlas. Por último, el término débitage se reserva para aquellas lascas que se desprenden de las piezas más grandes y que no han sido modificadas ni retocadas posteriormente. Se consideran material de desecho —restos de los trabajos de talla— aunque también se usaron como herramientas.

Hemos de saber que también se han catalogado como herramientas líticas los cantos rodados que no tienen un filo cortante pero que presentan señales evidentes de haberse utilizado para golpear otras piedras: se les conoce como martillos (hammer en inglés) y su utilidad es más que evidente.

Como vemos, las herramientas del Modo 1 se caracterizan por su versatilidad, es decir, aún no se puede hablar de útiles especializados (que requerirán un mayor trabajo de desarrollo). Por este motivo, una de las notas características de esta cultura es que las piezas se obtienen mediante muy pocos golpes, uno solo en ocasiones, de ahí que el resultado suela ser el de unas herramientas más bien burdas (sin embargo, si examinamos el conjunto de las colecciones recuperadas en tiempos recientes podemos ver que el olduvayense es algo más que piedras machacadas). Del mismo modo, se ha comprobado que estas herramientas eran de “usar y tirar” y de vida muy corta: dado que su fabricación no implicaba una gran dificultad, podían hacerse cuando era necesario, siempre que hubiera materia prima disponible en el entorno claro.

Piedras talladas encontradas en el yacimiento de Melka Kunture (Etiopía). Creative commons.

Piedras talladas encontradas en el yacimiento de Melka Kunture (Etiopía). Creative commons.

Estado de la cuestión

Como hemos dejado entrever, la idea más aceptada hasta ahora era que la cultura lítica estaba relacionada con el origen del género Homo: se trataría de una respuesta adaptativa al cambio climático y la extensión de las llanuras de sabana. La premisa era que sólo nuestro linaje habría dado el salto cognitivo necesario para golpear unas piedras con otras y obtener láminas afiladas; y que esa conducta constituía el cimiento de nuestro éxito evolutivo.

Ya hemos adelantado que la mayoría de investigadores coincide en apuntar a Homo habilis como el antepasado que fabricó por primera vez herramientas líticas. Sin embargo, hace 1,5 Ma se produjo un cambio significativo en la elaboración de este tipo de artefactos puesto que desde entonces nos encontramos con una mayor variedad tipológica. Este cambio parece coincidir con la aparición de Homo erectus —y coincidiría también con un aumento considerable del tamaño cerebral de nuestros antepasados—. Sin embargo, esta hipótesis choca con una serie de inconvenientes, como el hecho de que los Homo habilis que se supone son los autores de la primera industria Olduvayense desaparecen mucho antes de que entre en escena Homo erectus.

En el yacimiento de Lokalalei 2c (formación Nachukui, Turkana occidental, Kenia), con una antigüedad de 2,34 Ma, se encontraron en 1997 cerca de 3.000 artefactos concentrados en una zona pequeña, de unos 10 metros cuadrados, con gran abundancia de elementos pequeños (menores de un centímetro) 6. Los útiles estaban asociados a algunos restos de animales, aunque no se encontraron marcas de corte que indicaran su manipulación.

La mayor importancia de estos útiles radica en la presencia de numerosos materiales de desecho que han permitido establecer la cadena completa de construcción in situ. Los autores sostienen que la técnica utilizada implica una preparación y utilización de los materiales muy cuidadosa, inimaginable con anterioridad para unos homininos tan antiguos, lo que nos obliga a plantearnos que sus capacidades cognitivas debían estar bastante más desarrolladas de lo que suponíamos hasta ahora. Por ejemplo, se halló un núcleo que había sido golpeado hasta 20 veces para extraer lascas; mientras que la cuidadosa elección de los materiales (lavas volcánicas como el basalto en su mayor parte) implica que quienes los trabajaban conocían sus propiedades mecánicas.

Otras investigaciones previas ya habían hecho retroceder la fecha de aparición de las primeras herramientas de piedra desde, por ejemplo, los 1,8 Ma (millones de años) del yacimiento de Dmanisi (situado en la república de Georgia) o el conjunto argelino de Ain Hanech (también con fechas de 1,8 Ma) —yacimiento que aúna herramientas con restos de diferentes especies animales—; hasta los 2,6 Ma de la región etíope de Afar 7. Si tenemos en cuenta que los primeros fósiles que se atribuyen sin duda al género Homo sólo alcanzan los 2,4—2,3 Ma de antigüedad, se abre la posibilidad de que otros homininos sean quienes fabricaron esas herramientas de piedra.

En este sentido, entre los descubrimientos más relevantes que apuntan a esta posibilidad se encuentran unos huesos que presentan marcas de corte hallados en Dikika (Etiopía). El equipo dirigido por Shannon McPherron y Zeresenay Alemseged 8 halló una costilla y un fémur fosilizados que mostraban lo que parecían ser marcas de corte realizadas con piedras afiladas. Pese a que las conclusiones de los investigadores no dejaban margen a la duda, otros pusieron en tela de juicio que esas marcas tuvieran que ver con herramientas de piedra, atribuyéndolas a efectos puramente naturales (aplastamiento de los huesos, abrasiones etc.). En cualquier caso, McPherron y Alemseged sostenían que el hallazgo demostraba que nuestros antepasados usaron herramientas de piedra al menos 800.000 años antes de lo que se pensaba (en relación a los 2,6 Ma apuntados por Semaw y colaboradores); y que el mejor candidato para ser su autor era Australopithecus afarensis (la ya famosa Lucy). Aunque no se habían encontrado restos de este hominino cerca de los huesos, era la única especie que vivía en esa región en aquel momento.

El yacimiento Lomekwi 3 y las nuevas herramientas

Localización del yacimiento LOM3.

Localización del yacimiento LOM3.

El yacimiento donde han localizado las nuevas herramientas lo constituye una pequeña colina situada en la orilla occidental del lago Turkana (ver imagen superior) y, según todos los indicios, constituye un contexto primario 9.

Un dato muy importante es saber cómo se ha determinado la antigüedad del yacimiento ya que ello implica establecer la antigüedad de los mismos artefactos. El contexto cronológico de LOM3 se ha obtenido gracias a varios métodos distintos: primero, contamos con la datación de las tobas volcánicas que contiene (un método muy fiable para establecer cronologías) 10; en segundo término, se han realizado análisis de los isótopos estables del carbono del suelo, y por último, de la fauna fósil asociada al yacimiento. Todos estos análisis coinciden en arrojar una antigüedad de 3,3 Ma para las herramientas.

Quizás lo más destacado del hallazgo sea el contexto ambiental. Según los resultados de los análisis, los artefactos se han asociado a un ambiente boscoso (explicaremos la importancia de este aspecto en las conclusiones de este artículo).

Se han recuperado un total de 149 artefactos, entre los que se incluyen 83 núcleos, 35 láminas (completas o rotas), siete elementos pasivos o yunques potenciales, siete percutores, tres cantos trabajados, dos cantos escindidos y doce artefactos que se han catalogado como fragmentos indeterminados o piezas que carecen de atributos suficientes para permitir su clasificación.

Muestras de las herramientas encontradas en el yacimiento LOM3.

Muestras de las herramientas encontradas en el yacimiento LOM3.

Estas herramientas destacan porque estamos ante una industria diferente de aquella asociada a los primeros humanos: vemos lascas grandes de doce centímetros y núcleos con un peso promedio de tres kilos. Este tipo de núcleos no permite una manipulación cómoda con una sola mano, por lo que es muy probable que se golpearan utilizando un yunque. Es una técnica menos refinada y menos exigente neurológicamente que aquella en la que cada mano controla una herramienta diferente para coordinar el impacto entre los dos objetos a la vez.

En este sentido, los investigadores han llevado a cabo diversos experimentos para tratar de reproducir, con los mismos materiales, la técnica empleada en la fabricación de estas herramientas (lo que ha permitido al mismo tiempo descartar que tuvieran su origen en una fractura accidental de las rocas). Los resultados han demostrado que nos encontramos sin duda ante unos artefactos fabricados intencionadamente, y que el hominino que los hizo no controlaba con precisión el movimiento del percutor, como demuestra el hecho de que aparezcan repetidas marcas de impacto en el núcleo provocadas por golpes fallidos aplicados demasiado lejos del borde de la plataforma.

¿Quién pudo fabricar estas herramientas?

Una vez determinada con seguridad la antigüedad de las herramientas y su origen intencionado, queda por responder una de las preguntas clave: ¿quién fue el responsable de su fabricación?

Como hemos visto, la antigüedad de este nuevo yacimiento se adelanta en el tiempo a los especímenes fósiles más antiguos del género Homo localizados en Turkana occidental (datados en 2,34 ± 0,04 Ma). Esta diferencia de casi un millón de años deja dos posibilidades a juicio de los autores del estudio: la única especie de hominino que se conoce que vivió en la región en esta época es Kenyanthropus platytops 11 (aunque como también hemos señalado, no todos los investigadores reconocen la validez de esta especie). La segunda hipótesis planteada es que fuera bien Australopithecus afarensis 12, o quizás un tipo aún no descubierto de Homo.

La pregunta sigue en el aire y es preciso continuar con las excavaciones para tratar de obtener una respuesta satisfactoria.

Conclusiones

Hoy en día reconocemos sin ningún complejo que el ser humano no es el único animal que es capaz de utilizar herramientas. Estamos acostumbrados a ver a chimpancés, orangutanes e incluso cuervos, emplear diversos palos, piedras y otros elementos para acceder a determinados alimentos en un comportamiento que no podemos sino calificar de consciente.

Kanzi, un bonobo, fabricando lascas de piedra.

Kanzi, un bonobo, fabricando lascas de piedra.

En un caso bastante llamativo, un bonobo llamado Kanzi aprendió a fabricar herramientas de piedra por medio de la imitación tras años de ensayo y error, logrando de este modo cortar y abrir un contenedor donde había alimentos. Sus habilidades han mejorado considerablemente desde el inicio de este experimento en 1990 y, de hecho, muchos de sus artefactos se parecen a los que podemos encontrar en los yacimientos olduvayenses. Sin embargo, tanto las lascas como los núcleos aún presentan diferencias importantes con los que vemos en los yacimientos del Paleolítico inferior.

Los simios antropomorfos y todos los primates en general pueden utilizar muchas herramientas aunque de forma más automática y sin la capacidad de integración y desarrollo que tenemos los humanos 13.

Esta realidad ha abierto el debate sobre si es posible que exista una cultura material preolduvayense, es decir, una producción lítica a medio camino entre los primeros ensayos de algunos primates y las producciones propias del Olduvayense 14.

El yacimiento LOM3 puede representar esa etapa tecnológica intermedia entre el uso de herramientas de piedra por un hominino primitivo, y la talla de las herramientas Olduvayenses posteriores. Por este motivo se sugirió el término “preolduvayense” para los casos en los que se encuentren piedras modificadas en depósitos de una antigüedad superior a los 2,6 Ma. Sin embargo, Harmand y sus colaboradores reivindican que las diferencias tecnológicas y morfológicas que hay entre los artefactos que se han descubierto en LOM3 y los primeros yacimientos olduvayenses descritos por los Leakey son lo suficientemente significativas para evitar esta agrupación. Defienden que hacerlo así podría enmascarar los importantes cambios culturales y cognitivos que tuvieron lugar entre los homininos en un periodo de cerca de dos millones de años.

De esta forma, como sucede cuando se nombra una nueva especie que presenta notables diferencias con las existentes, los autores proponen un nombre diferente para esta cultura lítica: Lomekviano.

En cualquier caso, aceptemos o no el empleo de este término para designar toda una nueva cultura lítica, resulta evidente que la morfología de los artefactos encontrados en LOM3 apunta a que el control motor de quienes los fabricaron debió ser considerable y, por consiguiente, que la reorganización o la expansión de varias regiones del córtex cerebral, del cerebelo, y de la médula espinal debió producirse antes de esos 3,3 Ma. Por lo tanto, se hace preciso contar con más estudios de la morfología funcional de las extremidades superiores de los homininos del Plioceno, especialmente en términos de adaptación para la fabricación de herramientas, si queremos comprender mejor y extraer todo el significado evolutivo de este sensacional hallazgo.

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Referencias

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Notas

  1.  3.3-million-year-old stone tools from Lomekwi 3, West Turkana, Kenya
  2.  El término Olduvayense lo acuñó formalmente Louis Leakey cuando describió esos materiales.
  3.  Por entonces únicamente se reconocían estos dos géneros dentro de la familia Hominidae.
  4.  Leakey, L. S. B.; Tobias, P. V. y  Napier, J. R. (1964), «A new species of the genus Homo from Olduvai gorge». Nature, vol. 202, núm. 4927, p. 7-9.
  5.  Es un texto esencial —en castellano— para estudiar nuestro pasado: Senderos de la evolución humana.
  6.  El artículo técnico es: Roche, H., et al. (1999), «Early hominid stone tool production and technical skill 2.34 Myr ago in West Turkana, Kenya». Nature, vol. 399, núm. 6731, p. 57-60.
  7.  Nos referimos a los artículos de Semaw y colaboradores: 2.5-million-year-old stone tools from Gona, Ethiopia y 2.6-Million-year-old stone tools and associated bones from OGS-6 and OGS-7, Gona, Afar, Ethiopia.
  8.  «Evidence for stone-tool-assisted consumption of animal tissues before 3.39 million years ago at Dikika, Ethiopia».
  9.  Nos encontramos ante un contexto primario cuando los objetos son abandonados en el lugar en que se realizaba la actividad, sin que se haya producido un transporte, por cualquier agente, antes o después del abandono de la zona. Esto significa que podemos estar seguros que lo que vemos hoy día es la misma situación que tenía la zona hace 3 Ma.
  10.  Concretamente, se ha determinado que las herramientas se depositaron durante el subcrón de polaridad inversa Mammoth C2An.2r, que abarca un margen temporal entre 3,33 y 3,21 Ma.
  11.  Representado por un cráneo de 3,3 Ma de antigüedad encontrado en 1999 a un kilómetro de LOM3. Un diente de este homínido y un hueso craneal se descubrieron a pocos cientos de metros de allí; y aún está pendiente de estudio un diente que se encontró a escasos 100 metros.
  12.  El espécimen más cercano se encuentra en el Awash, con una antigüedad de 3,39 Ma en asociación con los huesos con marcas de corte encontrados en Dikika.
  13.  Es habitual leer la frase de que “sólo los humanos construimos objetos que sirven para construir otros objetos».
  14.  Los últimos trabajos de campo en yacimientos generados por chimpancés, esencialmente en Costa de Marfil, permiten equiparar las primeras evidencias tecnológicas del uso de la piedra con los usos que los chimpancés le dan a este recurso para golpear y conseguir acceder a los frutos que consumen.
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 1 comentario