Cerutti

«Cerutti Mastodon» tres años después

«Cerutti Mastodon» tres años después

     Última actualizacón: 15 junio 2020 a las 16:34

Introducción

Tres años han pasado desde la publicación del artículo científico que describía los restos del yacimiento Cerutti Mastodon, un trabajo que «aportaba pruebas» que avalaban la presencia humana en América hace alrededor de 130 000 años: nos referimos a Holen, S. R., et al. (2017), «A 130,000-year-old archaeological site in southern California, USA«. Nature, vol. 544, núm. 7651, p. 479-483.

Brevemente, el asunto giraba en torno al esqueleto parcial de un mastodonte junto al que habrían aparecido herramientas de piedra (unas en forma de yunques y otras como martillos). Todo el conjunto parecía indicar que un grupo humano había fracturado los huesos para extraer la médula del animal, ya que no presentaban marcas de corte propias del consumo de carne.

Para estar al tanto de lo que sabemos sobre la forma en que se pobló América basta con que visites esta página del blog. Hasta ahora, tanto las pruebas arqueológicas como genéticas apuntan a que los primeros pobladores del continente americano habrían llegado hace entre 15 000 y 25 000 años. Por lo tanto, la idea de que hubiera grupos humanos viviendo en América 100 000 años antes implicaría poner «patas arriba» todo lo que sabemos sobre la evolución humana, no solo acerca de la migración hacia el continente.

A pesar de que las críticas al artículo de Holen y colaboradores (para simplificar, a partir de aquí me referiré a este trabajo como «el artículo original») comenzaron desde el mismo momento de su publicación, en estos tres años han aparecido varios artículos en diferentes revistas especializadas que ponen en entredicho sus conclusiones así como varios aspectos de la metodología empleada. Estos trabajos han recibido respuesta –en la mayoría de los casos– por los autores del artículo original, permitiéndonos de esta forma «participar» en un interesante intercambio de opiniones.

Ha llegado el momento por tanto de poner al día esta cuestión.

Debate en PaleoAmérica

La revista PaleoAmerica publica la primera serie de artículos en relación a este debate. Se trata de tres artículos principales, dos de los cuales han tenido respuesta. Puedes acceder a ellos pinchando en los respectivos enlaces:

Boëda, E.; Griggo, C. y Lahaye, C. (2017), «The Cerutti Mastodon site: Archaeological or paleontological?«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 193-195.

Haynes, G. (2017), «The Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 196-199.

Holen, S. R., et al. (2018), «Broken bones and hammerstones at the Cerutti Mastodon site: A reply to Haynes«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 1, p. 8-11.

Haynes, G. (2018), «Reply to Holen et al. regarding the Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 2, p. 99-100.

Braje, T. J., et al. (2017), «Were hominins in California ∼130,000 Years Ago?«. PaleoAmerica, vol. 3, núm. 3, p. 200-202.

Holen, S. R., et al. (2018), «Disparate perspectives on evidence from the Cerutti Mastodon site: A reply to Braje et al«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 1, p. 12-15.

Boëda y colaboradores: The Cerutti Mastodon site: Archaeological or paleontological?

Eric Boëda, Christophe Griggo y Christelle Lahaye defienden que Cerutti Mastodon es, efectivamente, un yacimiento arqueológico que demuestra la presencia humana en América hace 130 000 años.

Los autores apoyan todas las interpretaciones del artículo original acerca del uso de las herramientas de piedra, la colocación intencionada de los huesos, su fractura para extraer la médula y la datación del yacimiento. En lo tocante a quiénes pudieron ser los que manipularon los huesos del mastodonte, sostienen que:

La situación cronológica hace difícil discutir los orígenes de este grupo de individuos y el proceso de su migración. […] Quizás, sin embargo, no eran unos recién llegados sino descendientes de generaciones ya presentes en las Américas. Pero dejad que nos protejamos durante este tiempo de agitación científica para dar prioridad solo a aquellos hechos que tienen valor heurístico por sí mismos.

En fin. En este punto es necesario recordar que Boëda ya planteó en 2016 que un yacimiento en Sudamérica tenía una antigüedad de 40 000 años 1. Es decir, que el yacimiento de Cerutti, de ser una verdadera prueba de la presencia humana en América hace 130 000 años, se convierte en un apoyo ideal para las propias conclusiones de Boëda en Sudamérica.

Gary Haynes: The Cerutti Mastodon

Gary Haynes por su parte, profesor emérito de antropología de la Universidad de Nevada hace hincapié, en primer lugar, en un tema interesante que no podemos dejar de lado al analizar todo lo relacionado con Cerutti Mastodon.

El hecho de que el artículo se publicara en una de las revistas científicas más importantes del mundo, y que en él se afirme que se aportan «pruebas indiscutibles» de la presencia humana en América hace 130 000 años, va a obligar al resto de académicos que traten este tema a citarlo, aunque sea para rebatirlo. Este asunto de las citas, aunque el trabajo sea malo, hará que el factor de impacto de Nature crezca en cualquier caso.

A partir de aquí, Haynes señala las incoherencias y errores que ha visto en el artículo original aunque no profundiza demasiado en ellas:

  • Las fracturas de los huesos –que son las que permiten calificar el yacimiento como «arqueológico»– pudieron causarlas los trabajos pesados que se estaban haciendo para construir una autopista; trabajos que, precisamente, fueron los que sacaron a la luz los huesos. Los autores del artículo descartaron cualquier posibilidad que no fuera la intervención humana para esas marcas, aunque lo hicieron sin realizar un estudio detallado de la cuestión. Según Haynes, esto no hace sino demostrar su ignorancia al no reconocer que otros procesos tafonómicos pudieron causar esas marcas.
  • La datación del pretendido yacimiento tampoco es clara: recordemos que cuando se descubrieron los restos (en 1992) se llevó a cabo una datación que no coincide con la que ahora se plantea. Pese a lo llamativo –y lo trascendental– de esa discrepancia, no se aporta ninguna explicación en el artículo que se ha publicado veinte años después.

Respuesta de Holen y colaboradores: Broken bones and hammerstones at the Cerutti Mastodon site: A reply to Haynes

La respuesta de los autores del artículo original a los comentarios de Haynes insiste en que la excavadora no trabajaba sobre el yacimiento, sino que lo hacía sobre un terraplén a bastante altura. Con ello defienden que su peso no pudo perturbar el yacimiento ni causar daños a los huesos. Cuando la pala de la excavadora expuso el colmillo, cortándolo (se trata de las unidades etiquetadas como A1, A2, B1 y B2 del yacimiento), el paleontólogo detuvo inmediatamente los trabajos de movimiento de tierras. Todo el material alterado se recuperó a mano, incluidos todos los fragmentos de hueso, colmillo y roca, y la superficie se tamizó.

Dicho esto, el principal argumento de Holen y colaboradores para defender que los huesos se fracturaron hace 130 000 años es que aparecieron con incrustaciones de carbonato de calcio formado en aquel momento. Dado que las costras no estaban rotas, quedaba claro que las fracturas en los huesos –insistimos, cubiertas de ese carbonato– deberían haberse producido antes de esa incrustación y no por una comprensión moderna del suelo. Por tanto, los trabajos de construcción no habrían tenido nada que ver.

Respecto a las primeras dataciones del yacimiento realizadas en 1995 2 y que suponen una contradicción con las presentadas en 2017, mantienen que aquellas contenían errores ya que el método de datación empleado no se conocía bien. En definitiva, en ausencia de otras explicaciones plausibles para las diferentes pruebas aportadas, mantienen su interpretación de que fueron unos homininos quienes fracturaron los huesos del yacimiento usando martillos y yunques de piedra.

Haynes responde a Holen y colaboradores: Reply to Holen et al. regarding the Cerutti Mastodon

Haynes responde animando a los autores del artículo original a descartar por completo la posibilidad de que cualquier otra máquina pesada haya impactado el suelo antes de la construcción del terraplén.

Lo dice porque cuando se publicó el artículo en 2017 aparecieron algunas imágenes en diferentes artículos periodísticos cedidas por el propio Museo de Historia Natural de San Diego (más abajo vamos a analizar estas fotografías así que por ahora basta decir que Haynes insiste en que es importante descartar cualquier otra potencial fuente de presión sobre el suelo en el yacimiento).

Todd Braje y colaboradores: Were hominins in California ∼130,000 years ago?

Todd Braje y colaboradores plantean en su editorial un análisis más detallado y hacen unas críticas más concretas al artículo original que las hechas por Haynes.

En primer lugar, reconocen que no ponen en duda la datación de los huesos del mastodonte, aunque si el material no ha sido modificado por el hombre, su antigüedad sería arqueológicamente irrelevante.

Para un arqueólogo, establecer un contexto estratigráfico controlado e íntegro es fundamental para poder extraer conclusiones fiables. Este comentario debería ser innecesario ya que es algo que se enseña en todas las universidades. Sin embargo, este tema cobra especial relevancia porque los restos cuya descripción y análisis se publicó en 2017, se habían recuperado 25 años antes, mientras se llevaban a cabo trabajos de construcción de una autopista.

Lo que Braje y colaboradores sostienen es que los datos de la estratigrafía del yacimiento aportados en el artículo son incompletos (a pesar de la información suplementaria que acompañaba al trabajo publicado en Nature) por lo que es imposible saber a ciencia cierta si las piedras a las que se atribuye una función de herramientas son tales, o en realidad llegaron al yacimiento de forma natural.

Hay abundantes ejemplos de piedras que se han desprendido de colinas debido a los efectos del agua y otros procesos geológicos. Además, en este caso resulta más llamativa la ausencia de herramientas de piedra claramente identificables como tales. Hemos de recordar que por aquel entonces, hace 130 000 años, los humanos disponían de un abundante repertorio y sin embargo, no vemos nada de eso en el yacimiento de Cerutti.

Por último, en lo tocante a las fracturas de los huesos, las conclusiones de Holen y colaboradores no contemplan, y por lo tanto no analizan, otras posibles explicaciones tafonómicas. Es decir, como ya apuntaba Haynes, los autores han fallado a la hora de demostrar que esas marcas «sólo» pudieron hacerlas unos humanos que pretendían alimentarse con la médula de su interior.

Respuesta de Holen y colaboradores: Disparate perspectives on evidence from the Cerutti Mastodon site: A reply to Braje et al.

En su respuesta, los autores del trabajo original recuerdan que la excavación del yacimiento duró cinco meses durante los que se siguieron estrictos protocolos. Por lo tanto, rechazan el comentario de Braje y colaboradores de que se tratara de un «proyecto paleontológico de rescate» apresurado. Sostienen que esa metodología les permitió determinar con precisión la posición de cada objeto mayor de 2 cm, y confirmar que los materiales arqueológicos quedaron depositados sin intervención de corrientes de agua activas.

El hecho de que no se hayan encontrado herramientas de piedra se debe a que no hay evidencia de trabajos de carnicería o despiece en el yacimiento, donde habrían sido necesarias. Lo único que necesitaban nuestros ancestros para romper los huesos del mastodonte son los martillos y yunques que han aparecido.

Concluyen discutiendo la afirmación de Braje y colaboradores de que «si la antigüedad de los homininos en el Nuevo Mundo se extendiera más de 110 000 años, deberíamos tener pruebas arqueológicas inequívocas». Pero, ¿quién va a decidir qué es «inequívoco»? Defienden que las pruebas individuales raramente son –si es que lo son alguna vez– «inequívocas», pero la ciencia avanza por medio de la valoración racional de todos los datos disponibles, analizándolos en su conjunto, incluso aunque no se disponga de toda la información completa.

Debate en Nature

La revista Nature, donde se publicó el artículo original, sólo ha publicado un trabajo crítico que ha recibido respuesta por parte de los autores:

Ferraro, J. V., et al. (2018), «Contesting early archaeology in California«. Nature, vol. 554, p. E1.

Holen, S. R., et al. (2018), «Holen et al. reply«. Nature, vol. 554, p. E3.

Ferraro y colaboradores: Contesting early archaeology in California

Para Ferraro y colaboradores –de los departamentos de antropología, arqueología y paleoclimatología de la Univeridad Baylor de Texas– hay una interpretación más parsimoniosa –más sencilla– del yacimiento de Cerutti Mastodon: se trata del resultado de procesos geológicos y tafonómicos habituales –por bien conocidos– que no implican la intervención humana en su formación.

Al igual que argumentaban Braje y colaboradores, consideran extraño que no haya restos de talla de herramientas ni de otro tipo de industria lítica. Las pretendidas «herramientas» (yunques y martillos) bien pueden ser meros cantos rodados que han acabado en el yacimiento tras desprenderse de las laderas de las colinas circundantes. Y esto es así porque ninguno de los criterios que usan los autores del artículo original para catalogar esas piedras como herramientas requiere la participación de homininos ni cumple los criterios aceptados para falsear «geofactos» 3 naturales. Es decir, el número de posibles interpretaciones geológicas para las piedras recuperadas pone de relevancia una cuestión crítica: la equifinalidad. Un producto final, como una piedra rota, puede producirse de maneras diferentes no relacionadas entre sí.

Lo mismo puede decirse de las marcas en los huesos. ¿Analizaron otras posibles explicaciones para la aparición de esas marcas? No lo hicieron ¿Hay pruebas en otros yacimientos de marcas similares debidas a procesos no humanos? Sí, bastantes.

Huesos con fracturas similares a las descritas por Holen y colaboradores recuperados en el yacimiento Waco Mammoth National Monument (WMNM), en Waco, Texas, EE.UU. Este yacimiento contiene 26 mamuts. No se han hallado pruebas de presencia humana y esas marcas se atribuyen a procesos geológicos en la formación del yacimiento.

Respuesta de Holen y colaboradores

Holen y colaboradores también respondieron a este trabajo.

Sostienen que no hay pruebas sedimentológicas o geomórficas de un abanico aluvial (que podría explicar la caída de rocas en el yacimiento); y el escenario planteado por Ferraro y colaboradores deja sin respuesta un buen número de aspectos tafonómicos observados: las concentraciones de piedras y la posición junto a ellas de los huesos fracturados y el colmillo en posición vertical.

De nuevo dan mucha importancia a la capa de carbonato que cubre los huesos, lo que constituye una prueba de que la fractura y colocación de los huesos tuvo lugar hace muchos miles de años, antes de que fueran enterrados. Terminan por afirmar que Ferraro y colaboradores no han ofrecido una alternativa convincente a la hipótesis de la formación del yacimiento y sí que ofrece una explicación coherente a todas las pruebas recuperadas.

Debate en PaleoAmerica

De nuevo, la revista PaleoAmerica publica tres trabajos entre finales de 2018 y 2019 con diferentes enfoques sobre el yacimiento de Cerutti Mastodon. En esta ocasión, los autores del trabajo original no han publicado réplicas.

Gruhn, R. (2018), «Observations concerning the Cerutti Mastodon site«. PaleoAmerica, vol. 4, núm. 2, p. 101-102.

Ferrell, P. M. (2019), «The Cerutti Mastodon site reinterpreted with reference to freeway construction plans and methods«. PaleoAmerica, vol. 5, núm. 1, p. 1-7.

Sutton, M. Q.; Parkinson, J. y Rosen, M. D. (2019), «Observations regarding the Cerutti Mastodon«. PaleoAmerica, vol. 5, núm. 1, p. 8-15.

Ruth Gruhn: Observations concerning the Cerutti Mastodon site

Ruth Gruhn, arqueóloga de la Universidad de Alberta (Canadá), asistió a principios de marzo de 2018 a la conferencia anual de la Sociedad para la arqueología de California.

Allí tuvo la oportunidad de recorrer la exposición especial organizada por el Museo de Historia Natural de San Diego sobre el yacimiento junto a Richard Cerutti y Tom Deméré, y comprobó lo que los autores del artículo original vienen repitiendo en diferentes lugares: que la capa de carbonato que cubre los huesos demuestra que las fracturas son antiguas. Por lo tanto, insta a la comunidad científica a dar por cerrada la cuestión de si la intervención de maquinaria pesada en el yacimiento tuvo o no que ver con esas fracturas, descartando esta posibilidad. El artículo –que no alcanza una página de texto– no va más allá. Tenemos que fiarnos de la agudeza visual y el criterio de esta arqueóloga para dar por buena su apreciación.

Patrick Ferrell: The Cerutti Mastodon site reinterpreted with reference to freeway construction plans and methods

Patrick Ferrell es topógrafo y licenciado en geología, y por ese motivo firma este artículo como «investigador independiente», es decir, como un investigador no adscrito a ninguna universidad o centro de investigación. En este trabajo utiliza los planos de construcción de la autopista estatal, un mapa de prioridad de paso de la obra, su experiencia en construcción de carreteras y varias fotografías, para concluir que los daños de los huesos del mastodonte fueron provocados por esos mismos trabajos de construcción.

Gracias a este artículo conocemos detalles precisos de las obras llevadas a cabo en 1992 para ampliar la autopista del Condado de San Diego (California). En concreto, podemos ver los planos de situación del yacimiento en relación con las obras. Analicémoslos con más detalle:

Este es el plano de situación del yacimiento (bajo la leyenda «CM site», enmarcado) en relación a la autopista. W/B: ramal sentido oeste de la autopista; DR SYS: sistema drenaje; R/W: carretera preferencia de paso.
En este plano vemos un corte trasversal de la obra. Como vemos, el yacimiento se encontró cuando se estaban haciendo los trabajos de construcción del terraplén que separa las viviendas de la autopista.

Para construir el sistema de drenaje y el terraplén (que hace de pantalla sonora) se emplearon grandes camiones para mover ingentes cantidades de tierra, y que pasaban continuamente sobre el yacimiento. Además, la proximidad de las viviendas obligó a usar un camión cargado de agua para para rociar el área y así controlar el polvo.

Aquí vemos al paleontólogo Richard Cerutti comprobando los trabajos para ampliar el área de excavación del yacimiento. Vemos el terraplén y la ubicación de los restos. Fotografía aparecida en Popular Archaeology.

Al llevar a cabo la excavación y los movimientos de tierra es habitual encontrar rocas que deben dejarse de lado para no obstaculizar los trabajos. Es exactamente lo que vemos en la fotografía que ilustra un artículo de Carl Zimmer sobre el yacimiento:

Esta imagen se tomó cuando comenzaba el relleno del yacimiento una vez retirados todos los materiales recuperados. Se pueden ver las piedras que han aparecido durante las obras de la autopista, colocadas a la izquierda de la pala de la excavadora. Estas rocas son iguales a las descritas en el artículo original de Holen y colaboradores, que ahora están expuestas en el Museo de Historia Natural de San Diego. Imagen aparecida en The New York Times.

Ferrell considera que los trabajos de la excavadora no pudieron afectar al yacimiento: como vemos en las imágenes de arriba, la máquina siempre trabajaba sobre el terraplén. Sin embargo, para la construcción del camino que corre paralelo a ese terraplén sí que fue necesaria la intervención de maquinaria pesada: otras excavadoras y, sobre todo, decenas de camiones moviendo toneladas de tierra (de hecho, el autor calcula que cada camión pesaría unas 20 toneladas).

Este quizás sea el plano más clarificador. Los círculos numerados indican las ubicaciones de las pretendidas «herramientas de piedra»; las áreas sombreadas muestran el camino seguido por los camiones cargados de tierra a través del yacimiento; DR SYS: sistema drenaje; R/W: carretera preferencia de paso. Los cuadrados se corresponden con las cuadrículas realizadas por los arqueólogos durante los trabajos de toma de datos.

Tras comprobar que la trayectoria de los camiones atravesaba el yacimiento, se constató además que cruzaban las dos concentraciones de huesos rotos, cada uno centrada en una de las grandes rocas (marcadas con círculos en el plano superior). Lo que parece haber sucedido es que estas rocas han concentrado la presión de los camiones sobre los huesos, aplastándolos y fracturándolos en más de 300 fragmentos.

¿Los autores del trabajo original no pensaron que el daño que vemos en los huesos es mucho más del necesario para acceder a la médula, o para obtener material para la fabricación de herramientas? La médula, de haberse extraído, habría quedado esparcida por el suelo mezclada con fragmentos de hueso.

Sutton y colaboradores: Observations regarding the Cerutti Mastodon

Gracias a este artículo podemos añadir algunos retazos más de información sobre la excavación del yacimiento Cerutti Mastodon: Deméré explicó a unos de los autores (Sutton) que casi el 50% del yacimiento quedó destruido por la construcción de unas viviendas; otro 25% fue el que excavaron entre 1992 y 1993, mientras que el resto permanece intacto (bajo la autopista, se supone).

Dado que Mark Sutton y Martin Rosen son arqueólogos y trabajan en la Universidad de San Diego (cerca por tanto del museo donde se custodian todos los materiales recuperados), contactaron con Deméré para que les permitiera estudiar con detalle todos los objetos (de hecho, Rosen trabajó un tiempo en el propio yacimiento durante la campaña de 1992). Éste les dio permiso, así que en febrero de 2018 acudieron al Museo para analizar los huesos, rocas y demás objetos expuestos allí. Sin embargo, cuando solicitaron llevar a cabo un estudio más detallado y sistemático en su laboratorio, Deméré se negó argumentando que todavía estaban llevado a cabo sus propios análisis (a pesar de que el artículo describiendo sus conclusiones se había publicado en 2017).

Por lo tanto, en este artículo, Sutton y colaboradores sólo exponen sus impresiones basándose en lo que vieron (a simple vista), y las descripciones y fotografías publicadas en el artículo original de Nature:

  • ¿Las rocas son artefactos? Según su criterio, éstas no poseen ninguna característica que permita asociarlas a artefactos culturales. Descartan por tanto que se traten de herramientas.
  • En lo tocante a cómo pudieron acabar esas rocas en el yacimiento si no fueron utilizadas por humanos, argumentan que pudieron ser los propios mastodontes quienes las transportaron. Se trata de un comportamiento que ha sido descrito en elefantes: utilizan rocas o troncos para lanzarlos contra otros individuos en sus luchas.
  • Fractura de los huesos. Los huesos de unos animales tan grandes como un mastodonte permanecen «frescos» durante mucho tiempo, años incluso, por lo que esas fracturas pudieron producirse después de haber muerto el animal. Además, los huesos analizados por los autores del artículo original no tienen las marcas características que veríamos en un hueso que hubiera sigo golpeado con un percutor.
  • Pruebas de modificación de los huesos por humanos. Nada permite afirmar que los seres humanos hubieran cazado o despiezado al mastodonte. Los huesos no presentan marcas de corte, ni tampoco las necesarias marcas de impacto que deberían aparecer junto a las fracturas si éstos hubieran sido golpeados con piedras.
  • Colmillo vertical. Se dio mucha importancia a esta circunstancia por los autores del artículo original, argumentando que era una «prueba de peso» de la intervención humana en el yacimiento. Sin embargo, sabemos que los elefantes interactúan con los cráneos y los colmillos de sus congéneres, por lo que es posible que otros mastodontes hayan movido y enterrado esa pieza. Esta explicación sería más «parsimoniosa» para la posición de ese colmillo.
  • ¿Daño en los huesos de tipo mecánico? Los autores descartan que los daños en los huesos tuvieran su origen en la maquinaria pesada usada en la construcción de la autopista. Para ellos, la capa de carbonatos que los cubre es una prueba suficiente para descartar esa posibilidad.

Sutton y colaboradores coinciden con los autores del artículo original en que hay fracturas espirales en los huesos que sugieren que se produjeron mientras estaban frescos, y que no hay pruebas de un daño mecánico. A pesar de todo concluyen que la intervención humana en el yacimiento sigue siendo ambigua como mucho.

El principal problema para aceptar como cultural –modificado por el hombre– el yacimiento de Cerutti Mastodon tiene que ver con la equifinalidad, un argumento que hemos visto mencionado por Ferraro y colaboradores. El hecho de que los humanos puedan causar unos patrones de fractura como los que vemos en los huesos del yacimiento no significa que los humanos causaran esos daños.

Hay muchas explicaciones alternativas a la participación humana para dar cuenta de las fracturas de los huesos: pudieron ser pisoteados por otros mastodontes (las marcas estriadas que presentan son típicas de este mecanismo), pudo romperlos un oso de cara corta (u oso bulldog, un animal del género Arctodus), o bien haberse causado tras el proceso de fosilización puesto que los huesos permanecen frescos durante años. La única forma de descartar todos estos mecanismos es hacer un profundo y detallado análisis de los restos, no basta con una identificación superficial (que es lo único que tenemos por ahora, ya que Deméré se negó a que la hicieran los autores de este artículo). Hasta conocer los resultados de ese análisis (si es que se llega a hacer), Sutton y colaboradores descartan la intervención humana en Cerutti Mastodon.

Debate en Antiquity

Llegamos al final de esta anotación, con los cinco artículos publicados en la revista Antiquity en junio de 2019. Hasta la fecha, son los últimos trabajos relacionados con el controvertido yacimiento de Cerutti Mastodon.

Magnani, M., et al. (2019), «Evaluating claims for an early peopling of the Americas: experimental design and the Cerutti Mastodon site«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 789-795.

Holen, K.; Fullagar, R. y Holen, S. R. (2019), «Archaeological site interpretation using experimental quantitative and qualitative data: a response to Magnani et al. (2019)«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 798-801.

Eren, M. I. y Bebber, M. R. (2019), «The Cerutti Mastodon site and experimental archaeology’s quiet coming of age«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 796-797.

McNabb, J. (2019), «Evaluating claims for an early peopling of the Americas: the broader context«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 802-807.

Magnani, M., et al. (2019), «Experimental futures in archaeology«. Antiquity, vol. 93, núm. 369, p. 808-810.

Magnani y colaboradores: Evaluating claims for an early peopling of the Americas: experimental design and the Cerutti Mastodon site.

Magnani y colaboradores cuestionan básicamente la forma en que los autores del trabajo original diseñaron los experimentos que hicieron con los huesos y que sirvieron para apoyar sus conclusiones acerca de que las fracturas eran compatibles con el uso de martillos por grupos humanos.

Los autores recuerdan que el primer paso en el diseño y posterior desarrollo de un experimento arqueológico consiste en la formulación de una hipótesis. El método por el que se generan las ideas debe establecerse de forma clara, ya que la interpretación de los resultados depende directamente de las asunciones previas de los autores. Es decir, la hipótesis tiene que formularse según un esquema de causa y efecto falsable, y para ello hace falta una hipótesis nula contraria.

Los autores del trabajo original no actuaron así, no plantearon dos hipótesis opuestas: hicieron sus experimentos y confirmaron que los patrones de fracturas de los huesos coincidían con los del yacimiento de Cerutti. A pesar de que conocían otras alternativas posibles para que se produjeran ese tipo de fracturas, no evaluaron esas otras explicaciones. Lo que deberían haber hecho es comparar de forma cuantitativa dos conjuntos de datos: por un lado, herramientas de piedra y restos de huesos modificados por otros procesos tafonómicos; y por otro, los encontrados en el yacimiento.

Además el experimento debe configurarse de forma que todas las variables estén lo más cerca posible de la observación que se intenta replicar. Sin embargo, los experimentos que hicieron Holen y colaboradores fueron demasiado variables e inconsistentes para permitir una valoración de su hipótesis. No solo utilizaron materias primas diferentes, sino que la forma de ejecutar los golpes también: de los experimentos, dos se hicieron con huesos de elefante, mientras que otros dos se hicieron con huesos de ganado y/o canguro. En el primer caso, los huesos de elefante se apoyaron en un bloque de madera y fueron golpeados con una piedra. El primer intento falló, así que en el segundo se usó una piedra más grande. Los detalles de los siguientes experimentos, utilizando huesos de ganado y canguro, son aún menos claros ya que no disponemos de informes detallados que permitan su replicación. En definitiva, todas estas variables anulan cualquier posibilidad de extraer conclusiones válidas.

La conclusión de Magnani y colaboradores es que los experimentos que han realizado los autores del artículo original no son suficientes por sí mismos para anular décadas de investigación arqueológica sobre la migración de nuestros antepasados.

Respuesta de Holen y colaboradores: Archaeological site interpretation using experimental quantitative and qualitative data: a response to Magnani et al. (2019).

Los autores del artículo original explican que los métodos experimentales actualísticos –los que ellos han hecho al golpear huesos con piedras–, a diferencia de los realizados en un laboratorio, se usan para probar escenarios hipotéticos usando materiales y condiciones «potencialmente» auténticos.

Para que entendamos esto, un estudio actualístico consiste en relacionar observaciones en especímenes modernos, con sucesos y procesos que ocurrieron en el pasado. La hipótesis de partida es una presunción: que las leyes naturales son iguales en cualquier momento y lugar del espacio (siempre y cuando se muevan en un marco temporal controlable por el experimento y las analogías observadas sean sustanciales).

Por lo tanto, para Holen y colaboradores, aunque los experimentos se hicieron con diferentes factores ambientales, diferencias en el peso y tamaño de los martillos, y distintos materiales del yunque, el proceso de percusión produjo las fracturas características vistas en el yacimiento. Por lo tanto, las conclusiones son válidas. Explican que decidieron no hacer experimentos cuantitativos porque el número de características diagnósticas de la percusión son demasiado pocas para llevar a cabo análisis estadísticos válidos. En lugar de eso, prefirieron hacer análisis cualitativos, usando analogías. En cualquier caso, insisten en que las fracturas de los huesos del yacimiento son sólo una de las múltiples pruebas que apuntan a que los huesos del mastodonte fueron «procesados» por homininos.

Por último, los autores están de acuerdo en que realizar experimentos en un laboratorio, incluyendo controles y muestras más grandes, sería de ayuda. De hecho, afirman que se están haciendo estudios sobre el uso y el desgaste de las rocas.

Metin Eren y Michelle Bebber: The Cerutti Mastodon site and experimental archaeology’s quiet coming of age

La aportación de Eren y Bebber a este debate es muy limitada, por no decir nula. En poco más de una página se limitan a decir que las críticas de Magnani, Braje, Haynes, Ferraro y demás investigadores al trabajo de Holen y colaboradores son válidas y convincentes. Hasta que el trabajo sea replicado, no hay razón para que los arqueólogos que estudian el poblamiento de América incluyan el yacimiento de Cerutti Mastodon en sus planteamientos.

John McNabb: Evaluating claims for an early peopling of the Americas: the broader context

John McNabb afirma que no son necesarias pruebas extraordinarias para afirmaciones extraordinarias, basta con que sean sólidas: cuanto más extraordinarias sean las afirmaciones, más sólidas deberán ser las pruebas.

Los problemas del yacimiento de Cerutti Mastodon giran en torno a tres cuestiones:

  • ¿Existe un hominino que haya podido migrar a América hacer unos 127 000 años?
  • ¿Hay pruebas arqueológicas que apoyen esa migración?
  • ¿Hay alguna interpretación plausible que explique la actividad de homininos en el yacimiento durante el Pleistoceno Superior?

En lo tocante a la primera cuestión, de todos los candidatos a ser los primeros cazadores recolectores del Nuevo Mundo, los denisovanos o los Homo sapiens arcaicos son los más probables. Sin embargo, las pruebas de que disponemos ahora mismo no apoyan la presencia ni de denisovanos ni de otros antepasados al norte del paralelo 40º o al noreste del meridiano 120º en ese momento.

Y esto nos lleva al trasfondo arqueológico. Beringia no fue ocupada hasta el Paleolítico Superior, y sólo de forma esporádica en las primeras fases 4. En cualquier caso, debemos tener presente que el trabajo de campo en el norte de Siberia es realmente complicado, y por eso se centra en lugares junto a asentamientos y carreteras por cuestiones de logística. Por eso debemos ser cautos ante la ausencia de pruebas arqueológicas, puede que todavía no se hayan encontrado.

Por último, McNabb hace una valoración de las «pruebas arqueológicas» recuperadas en el yacimiento de Cerutti, aunque lo hace únicamente sobre la base de observaciones generales ya que no ha visto por sí mismo los artefactos recuperados.

Para poder extraer la médula de huesos densos se necesitan técnicas sofisticadas, técnicas que sólo se han visto en yacimientos del Paleolítico Superior y posteriores, de ahí que no sea plausible que se intentara extraer la médula hace 130 000 años. Dado que no hay marcas de corte ni tampoco herramientas de piedra claramente identificables, volviendo a la plausibilidad, la interpretación de Holen y colaboradores carece de la solidez suficiente como para dar por cierta la presencia de humanos en América en ese momento.

Magnani y colaboradores: Experimental futures in archaeology

Magnani y sus colaboradores defienden que la arqueología experimental está ayudando a comprender los patrones de producción de nuestros antepasados, así como aportando información muy relevante en los debates acerca de la migración humana o la dieta. Sin embargo, cuando los experimentos no se llevan a cabo de forma sistemática y se utilizan para apoyar conclusiones que podemos considerar «atrevidas», se acerca peligrosamente a la mala ciencia.

Por eso, aunque ven con buenos ojos la disposición favorable de los autores del artículo original para realizar análisis cuantitativos e investigaciones más profundas, mantienen que se deberían haber diseñado unos experimentos más rigurosos antes de publicar esas afirmaciones.

Metin Eren escribió que:

[…] nos hemos encontrado con arqueólogos que piensan que el simple acto de «romper rocas» o usar una herramienta de piedra para matar a un animal suponen investigaciones que merecen publicarse. Pudo haber sido el caso hace tiempo, de la misma forma que el diseccionar un molusco pudo dar lugar a un artículo de biología publicado hace 150 años.

Test, model, and method validation: the role of experimental stone artifact replication in hypothesis-driven archaeology. Ethnoarchaeology, núm 8: pp. 103–136.

Por ese motivo, las afirmaciones extraordinarias como las hechas acerca del yacimiento de Cerutti Mastodon, deben hacerse conforme a los más exigentes estándares empíricos. Los experimentos que hicieron Holen y sus colaboradores serían adecuados para la investigación de un contexto arqueológico en sus primeras fases. Es decir, pueden servir como base para llevar a cabo más análisis, pero no para apoyar sus conclusiones.

Conclusiones

Tras haber leído y revisado todos los artículos que aparecen en esta anotación, creo que hay un aspecto del yacimiento que podría ser la base para acallar las numerosas críticas que se han planteado: la capa de carbonatos que, al parecer, recubren los huesos fracturados.

Por sí sola esta cuestión no sería suficiente para despejar todas las críticas, pero no cabe duda de que sería un primer paso. Sin embargo, quienes han querido realizar un estudio detallado de esta cuestión han recibido una negativa por parte de Deméré y el Museo de Historia Natural de San Diego.

Esta actitud no permite otra cosa que mantener –más que fundadas hasta el momento– que las interpretaciones sobre la presencia humana en América hace 130 000 años se han hecho de forma prematura y sin pruebas sólidas.

Notas

  1. Boëda, E., R. Rocca, A. Da Costa, M. Fontugne, C. Hatté, I. Clemente-Conte, J. C. Santos, et al. 2016. “New Data on a Pleistocene Archaeological Sequence in South America: Toca do Sítio do Meio, Piauí, Brazil.” PaleoAmerica, vol. 2, núm. 4, p. 286–302.
  2. Deméré, T. A., R. A. Cerutti, and C. P. Majors. 1995. “State Route 54 Paleontological Mitigation Program: Final Report.” Unpublished technical report prepared by San Diego Natural History Museum for Caltrans, District 11, 51 pp.
  3. Geofacto es el término utilizado para describir objetos, particularmente líticos, que han sido creados por procesos geológicos naturales en lugar de por la actividad humana.
  4. Puedes leer más sobre este tema aquí.
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¿Humanos en América hace 130.000 años? (y II)

¿Humanos en América hace 130.000 años? (y II)

     Última actualizacón: 11 marzo 2018 a las 14:53

En la primera parte de esta anotación hemos hecho una breve introducción al yacimiento de «Cerutti Mastodon» que según los investigadores encargados del yacimiento proporciona pruebas de presencia humana en el continente americano hace 130.000 años. Ahora vamos a someter a prueba esta hipótesis analizando los datos aportados en la investigación.

Sometiendo a prueba la hipótesis

Dado que la entrada de nuestros antepasados en América es una cuestión sujeta a intensos debates (puedes leer más sobre este tema aquí), la comunidad científica ha apuntado cuatro características básicas para aceptar un yacimiento como válido (puntos que los propios investigadores del estudio que analizamos aceptan como correctos):

  1. Las pruebas deben encontrarse en un contexto geológico claramente definido y sin perturbar.
  2. La antigüedad tiene que establecerse mediante un proceso radiométrico fiable.
  3. Los resultados deben ser consistentes, es decir, han de aportarse varias líneas de evidencia mediante diferentes estudios interdisciplinares.
  4. Tienen que hallarse artefactos de indudable factura humana en un contexto primario.

Analicemos cada uno de ellos con algo más de detenimiento:

1. Contexto del yacimiento de «Cerutti Mastodon». ¿Hubo perturbación?

Ya hemos explicado al inicio que el descubrimiento de los huesos de mastodonte se hizo mientras se llevaban a cabo unas obras de construcción. Uno de los principales argumentos en contra de la afirmación de que las fracturas de estos fósiles tienen un origen antrópico (es decir, que fueron realizadas por el hombre de forma intencionada) es que las retroexcavadoras y otros equipos pesados pueden causar ese mismo tipo de daños. Es decir, los críticos sostienen que los patrones de fracturas que vemos en los fósiles de Cerutti fueron provocados por los trabajos de construcción y no por nuestros antepasados hace decenas de miles de años.

Excavadora empleada en las obras de la carretera.

Los autores responden que la maquinaria pesada produce un daño distintivo a los huesos que no se ve en estos restos. Además, insisten en que los trabajos de los paleontólogos para recuperar los huesos y las piedras implicaron excavar unos tres metros por debajo del área expuesta originalmente por los equipos pesados 1.

Sin embargo, esta afirmación no es del todo correcta si nos atenemos al propio artículo cuando se dice que:

The backhoe did not disturb all of Bed E in the northern grid units (B1, C1, D1, E1, B2, C2 and D2) and many fossils and the few cobbles in these units remained in situ.

La excavadora no distorsionó toda la capa E en las unidades más al norte (B1, C1, D1, E1, B2, C2 and D2) y muchos fósiles y los pocos cantos en estas unidades permanecieron en el mismo lugar.

Es decir, que la excavadora sí que perturbó la capa Bed E del yacimiento (aunque no en su totalidad), afectando las cuadrículas donde se hallaron precisamente los huesos del mastodonte y las piedras que ahora se consideran herramientas. Es más, refieren que esa zona fue procesada con más cuidado para retirar todos los fósiles y cantos rodados que habían sido desplazados por la máquina. Es significativo además el hecho de que la excavadora seccionó el colmillo que estaba incrustado verticalmente, lo que indica que ya había llegado al mismo nivel donde aparecieron los demás huesos.

A la izquierda vemos el colmillo seccionado por la excavadora. A la derecha, las cuadrículas del yacimiento afectadas por la maquinaria pesada de construcción (rayadas en rojo).

Otra cuestión es la posición que tienen los huesos y las piedras en el yacimiento.

De nuevo, los críticos indican que en esta región de California pudo haber cursos de agua que podrían haber desplazado los huesos del mastodonte junto con las piedras desde lugares distintos hasta el lugar donde finalmente fueron desenterrados. Ese traslado pudo causar los daños y fracturas que vemos en los huesos.

Los autores del estudio responden que los análisis de los sedimentos del yacimiento permiten concluir que no hubo desplazamiento de los huesos y las piedras por una corriente de agua:

Hay un contraste llamativo entre el contenido de la «capa E» y el de las capas superior e inferior («capas F» y «D» respectivamente) que únicamente albergaban conchas y dientes de roedor sin ningún tipo de herramienta de piedra. Los detallados análisis de los sedimentos realizados por los autores no apoyan el desplazamiento del material debido a la acción del agua, por el pisoteo de animales u otros procesos de enterramiento o fosilización que pudieran explicar las especiales características de la capa E.

2. La antigüedad del yacimiento

Para datar algunos de los huesos descubiertos en el yacimiento los investigadores han empleado un método conocido como «series del uranio». El uranio es un elemento radiactivo que podemos encontrar en la naturaleza y que está presente en forma de tres isótopos: 238U (que representa el 99,27 % del total), 235U (un 0,72 %) y 234U (el restante 0,005 %). Lo relevante para esta técnica de datación es que los isótopos son inestables, es decir, que con el paso del tiempo sufren una transmutación mediante la descomposición de sus neutrones en protones y electrones y la emisión de energía (es lo que conocemos como radiactividad).

El método de datación por desequilibrio de las series del uranio, también conocido como método de uranio-torio, utiliza dos de estas familias radiactivas, la del 238U y del 235U, que por desintegración dan lugar a una serie de elementos intermedios y finalizan en algún isotopo estable del plomo. Entre los elementos intermedios que se generan durante el proceso encontramos el 235U, el torio (230Th) y el protactinio (231Pa). La vida media del 238U y del 235U es muy elevada (4.510 y 713 millones de años respectivamente) por lo que no resultan de utilidad para datar yacimientos prehistóricos. Sin embargo, la vida media de varios de los productos intermedios, como el 234U, el 230Th y el 231Pa es mucho más corta y, por tanto, más útil para este propósito (250.000, 75.380 y 32.400 años respectivamente).

Veamos con un poco más de detalle cómo funciona este método. Debemos tener en cuenta que en un sistema natural que no haya sufrido perturbaciones durante un largo periodo de tiempo (más o menos 1 millón de años) se produce un equilibrio dinámico en el que los isótopos hijos se van formando al mismo ritmo que los elementos padres se van destruyendo, de forma que la relación entre unos y otros permanece constante. Si el sistema se ve perturbado, el balance de producción y destrucción se altera y las proporciones relativas entre los diferentes isótopos cambian. Si se mide la velocidad a la que el sistema alterado –que ha generado productos de desintegración– regresa de nuevo al equilibro, se puede saber el tiempo que ha pasado desde el inicio de la perturbación hasta el momento en que se hace la medida.

El método de las series del uranio se emplea desde hace décadas para conocer la edad de las rocas. El problema con el presente trabajo es que muy pocos especialistas en datación mediante series de uranio comparten la opinión de que un hueso pueda ser datado de forma fiable. El motivo es que el uranio se mueve dentro de los huesos, lo que impide obtener fechas fiables a menos que se utilice un modelo matemático de ese movimiento para compensar las cifras. Eso es exactamente lo que los autores de este trabajo han intentado hacer.

Cuando un hueso queda depositado en la tierra, el uranio es absorbido por la fase mineral del hueso y comienza la formación del torio, de forma que el cociente entre el uranio y el torio aumenta paulatinamente. El cociente de actividad del 230Th y el 234U proporciona la edad del fósil. En cualquier caso, es fundamental tener en cuenta el desequilibrio entre 234U y 238U que existe en el lugar del enterramiento para calcular la edad así como los posibles aportes de uranio de fuentes como el agua circundante (estas perturbaciones hacen que el hueso no se comporte como un sistema cerrado por completo y añaden incertidumbre a la datación definitiva).

En este punto es conveniente traer a colación los comentarios de un especialista sobre los datos expuestos en este trabajo.

En primer lugar, las concentraciones de uranio en los huesos deben mostrar un patrón en forma de U, es decir, ser más altas en los bordes e inferiores en el centro (según un patrón de absorción paulatino). En este sentido, en el primer diagrama de la imagen «a» publicada en el estudio, vemos que se cumple el patrón en los tres huesos sometidos a análisis, aunque el hueso etiquetado como CM-292 tiene una disminución hacia la parte derecha que podría indicar una inhomogeneidad. La comparación de la relación entre los isótopos hallados en las muestras con los previstos según el modelo matemático –segunda y tercera columnas de la imagen «c»– indica que el hueso CM-292 presenta el mejor ajuste, mientras que las otras dos muestras tienen distribuciones más irregulares. Por este motivo vemos diferentes valores en la incertidumbre de la antigüedad de cada hueso –primera columna de la imagen «c». La incertidumbre en los resultados es mayor en el primer y tercer hueso analizados y menor en el CM-292.

En segundo lugar, y como ya hemos indicado, hay que tener en cuenta la cantidad de uranio que el agua subterránea aporta a las muestras. Los investigadores afirman que las proporciones de actividad inicial entre el 234U y el 238U calculadas para los huesos analizados presentan un rango (1.38-1.50) similar al rango de la medición moderna del agua del río Sweetwater, cercano al yacimiento (con un valor de 1.45-1.54). El punto clave aquí es que los autores no ofrecen ningún argumento que apoye que las mediciones en las aguas actuales sean comparables al valor que podían arrojar las aguas de hace 130.000 años con un ciclo glaciar completo.

Aunque en general los datos ofrecidos en este trabajo son bastante consistentes, hemos de remarcar que los métodos de datación científica no existen en el vacío. Las muestras provienen de un contexto estratigráfico concreto que proporcionan restricciones y controles a  las fechas obtenidas. Para comprobar los resultados sería útil tener una imagen más amplia del contexto estratigráfico que mostrase correlaciones con lugares cercanos y estimaciones de las edades de esos estratos. Por ese motivo es muy difícil poner en contexto una única fecha de alta calidad (la del hueso CM-292) que es la que tenemos en el estudio que estamos analizando.

Y esta afirmación hemos de ponerla en relación con el primer informe técnico del yacimiento publicado en 1995 y firmado por Thomas Deméré, Richard Cerutti y C. Paul Majors (los dos primeros, firmantes asimismo del artículo publicado en Nature). No he logrado acceder al contenido íntegro del mismo, pero sí podemos leer el resumen ejecutivo. En él se afirma que:

[…] la datación radiométrica del marfil y del carbonato de suelo del yacimiento ofreció fechas de 335 ± 35 Ka (miles de años antes del presente) y 196 ± 15 Ka respectivamente.

¿Cómo se obtuvieron estas dataciones? ¿Cuál fue el procedimiento empleado? Y quizás la pregunta más importante ¿por qué no se mencionan estos datos en el artículo publicado ahora?

Dado que estas fechas difieren mucho, no solo entre sí, sino también con las fechas atribuidas hoy en día al yacimiento de Cerutti, parece evidente que los autores deberían haberlas mencionado en este trabajo y explicar por qué estaban equivocadas para que podamos dar por fiable la nueva datación del yacimiento.

3. ¿Resultados consistentes?

Este punto implica que un hallazgo concreto no puede interpretarse de forma aislada, es decir, que no podemos dar verosimilitud a una única prueba que ponga en tela de juicio numerosos trabajos de investigación que apuntan en otra dirección. En este sentido, los críticos afirman que si tenemos en cuenta que las pruebas arqueológicas más antiguas de la presencia de nuestra especie en Asia (concretamente en el sur de China) son de una antigüedad menor de 100.000 años, es imposible que poblaciones de Homo sapiens fueran los autores de las supuestas fracturas de los huesos de mastodonde de Cerutti.

Por lo tanto, de seguir la hipótesis defendida por Holen y colaboradores, la autoría de esas herramientas habría que buscarla en alguna especie más antigua que estuviera presente en Asia en esa época. El problema es que no hay constancia de que especies como Homo erectus u otras llegaran tan al norte como para poder pasar a América hace tanto tiempo.

Del mismo modo, los estudios genéticos ofrecen una imagen diferente a la planteada en este trabajo.

4. ¿Artefactos de indudable factura humana?

Bajo mi punto de vista, este es el aspecto más discutible de todo lo que hemos comentado hasta ahora. Como ya hemos señalado, el yacimiento ofrece únicamente pruebas indirectas, es decir, presuntas herramientas de piedra con las que se pudieron romper los huesos para extraer la médula (de ahí se concluye la presencia humana en el yacimiento). Veamos por tanto con más detalle estos signos:

  • Las fracturas en los huesos

La tafonomía es la ciencia que analiza los numerosos procesos que intervienen sobre los restos enterrados. En lo referente a los huesos, los especialistas tratan de averiguar todo lo que les afecta tanto antes como después de su enterramiento: posibles fracturas y roturas, las marcas de haber sido manipulados antes de su consumo o los rasguños provocados por el carroñeo de otros animales.

Entre las huellas más comunes que podemos encontrar en un hueso están las marcas dejadas por los instrumentos de corte (herramientas de piedra fundamentalmente), así como las causadas por los animales. Entre estas últimas distinguimos las siguientes: puntures (agujeros de contorno redondeado provocados por el impacto directo de los caninos de los animales); pitting (pequeños orificios que denotan un masticado intensivo); scoring (ranuras transversales al eje del hueso que son consecuencia del arrastre de los dientes sobre él); y furrowing (ahuecado para extraer el tejido esponjoso de los extremos articulares de los huesos largos).

La investigación arqueológica considera esenciales las marcas de corte antrópico, es decir, las marcas provocadas por el hombre cuando utiliza herramientas para descuartizar los cadáveres de los animales y así consumir su carne. En este sentido, debemos tener presentes dos conceptos clave a la hora de analizar estas marcas: la fragmentación y la fracturación. La fragmentación de un hueso tiene un origen natural y depende de factores geológicos, hidrotérmicos y climáticos como la desecación y la deshidratación entre otros. La fracturación por el contrario es fruto de una acción biológica o antrópica. En el caso de la fracturación antrópica, la finalidad de romper el hueso –con el esfuerzo que ello implica– es acceder al nutritivo contenido medular.

Experimentos realizados con huesos de elefante.

Los especialistas son capaces de diferenciar los patrones generados tanto por la fragmentación como por la fracturación: los primeros se dan cuando el hueso está «seco»; mientras que la fracturación se produce cuando el hueso aún está «fresco».

Pensemos un momento en cómo podrían nuestros antepasados acceder a la médula del interior de un enorme hueso de mastodonte. Pongamos por caso que han cazado un mastodonte −o que lo han encontrado muerto− y se llevan varios de sus huesos como botín. Para romper el hueso es necesario disponer de una buena piedra y golpearlo con fuerza. Mientras los huesos están «frescos», la fuerza del impacto se distribuye entre el contenido orgánico del hueso que absorbe el golpe. En este sentido, tenemos que saber que la fuerza de los huesos proviene de los minerales que contiene (calcio y fósforo principalmente) y de su estructura, sustentada por una proteína llamada colágeno. Como decimos, la presencia de este contenido orgánico obliga a aplicar una fuerza suficiente para poder superar los límites de la resistencia del tejido óseo. Cuando se supera ese límite, el hueso comienza a romperse a partir de una microfractura que se propaga desde la zona de impacto hacia el exterior siguiendo las líneas de debilidad del hueso.

No obstante, desde el momento en que un animal muere, el hueso comienza a perder esa fuerza estructural al deteriorarse el colágeno. De esta manera, con el paso del tiempo el hueso se «seca» y se convierte en un objeto poco elástico y poco flexible (susceptible por tanto a sufrir daños por factores ambientales).

Los huesos fracturados en estado fresco presentan en el punto de rotura ángulos oblicuos, obtusos y agudos, frente a los ángulos rectos que vemos cuando un hueso seco se fragmenta. Por lo tanto, en estos últimos destaca un perfil diagonal, longitudinal o transversal de las líneas de fractura frente a las líneas curvas de los huesos frescos. Sin embargo, las fracturas helicoidales presentan una peculiaridad y es que pueden producirse tanto en huesos secos como frescos aunque en los secos la fractura tiene una superficie rugosa mientras que en el fresco está pulida y bruñida, con bordes suaves y alisados.

Paños y ángulos de fractura de los huesos.

Volviendo al artículo que estamos analizando, los investigadores no hacen un estudio detallado de las líneas de fractura o fracturación que presentan los huesos. Se limitan a indicar que algunos tienen fracturas espirales (helicoidales) y atribuyen estas marcas al uso de piedras basándose en unos experimentos donde utilizaron cantos rodados para golpear huesos de elefante. Después de realizar varias pruebas de este tipo se convencieron de que la única manera de producir el daño que habían observado en los huesos del yacimiento era mediante su aplastamiento con piedras.

Sin embargo, ya hemos visto que una rotura helicoidal también se puede producir cuando el hueso está «seco», por lo que los resultados de estos experimentos no permiten discriminar el origen de estas marcas. Además, pese a reconocer que algunos huesos sí que presentan grietas y roturas longitudinales –propias de una fragmentación «seca»– sostienen que éstas se produjeron después de que el hueso fuera fracturado intencionadamente por el hombre. Es decir, aun reconociendo que hay pruebas de fragmentación de los huesos debida a procesos geológicos naturales, mantienen que ésta se produjo después de que nuestros antepasados hubieran roto los huesos para acceder a la médula. ¿Ofrecen datos para apoyar esta afirmación? No.

Otro de los argumentos que se emplean para defender un origen antrópico de estas marcas es que estos patrones de rotura no se observaron en otros esqueletos encontrados en el yacimiento: un caballo, un lobo gigante y un ciervo.

Sin embargo, a nadie se le escapa que para poder comparar el proceso tafonómico de los enterramientos de los cuatro esqueletos deberíamos tener información precisa de la localidad 3677 (donde se encontró el esqueleto parcial del caballo) y de la localidad 3698 (donde se hallaron los otros dos). Esta información no se ofrece en el artículo (posiblemente porque no se dispone de ella) por lo que no sabemos a qué distancia estaban unos de otros ni a qué procesos geológicos pudieron verse sometidos. Por lo tanto, es imposible contrastar esta suposición.

Por último, los autores descartan otras hipótesis alternativas: una modificación de los huesos por carnívoros, por aplastamiento o que el desgaste se deba a procesos naturales. En concreto, niegan la posibilidad de que un carnívoro del Pleistoceno fuera capaz de romper un fémur fresco o de producir una marca de impacto profunda. Sin embargo, lo cierto es que sí tenemos un posible candidato. Ruth Blasco, experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, ha comentado que «los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros al que no hay que perderle la pista en el continente americano es el lobo gigante». ¿Es casualidad que se haya encontrado un esqueleto de lobo gigante junto al de un ciervo y un caballo cerca del yacimiento de Cerutti?

  • Las herramientas de piedra

En cuanto a las presuntas herramientas de piedra, vuelve a ser necesario que nos familiaricemos con la terminología. En inglés, los cantos rodados reciben el nombre de peeble tool o cobble. Si la piedra se trabaja sobre una cara se llama chopper (en castellano protobifaz) o chopping tool si se actúa sobre las dos (bifaz o hacha de mano). Las lascas o esquirlas que se obtienen cuando se rompe un núcleo se denominan flakes. Por último, también se han catalogado como herramientas los cantos rodados que no tienen un filo cortante pero que presentan señales evidentes de haberse utilizado para golpear otras piedras: es lo que conocemos como martillos (hammer o hammerstone en inglés).

En el yacimiento de Cerutti los investigadores refieren la presencia de dos tipos de herramientas líticas: martillos y yunques (anvil en inglés) 2. Ya hemos indicado que los cantos catalogados como CM-281 y CM-114 se interpretan como yunques, mientras que los identificados como CM-423, CM-7 y CM-383 se interpretan como martillos.

En cuanto a sus características físicas, el yunque CM-281 tiene marcas dentadas, iniciaciones hertzianas, rastros de abrasión y estrías que los autores consideran pruebas de golpes realizados con martillos. Por otro lado, el yunque CM-114 no presenta marcas y tiene una superficie suave producida por abrasión (es decir, por fricción con un elemento más duro). Una roca de pegmatita (CM-423) y dos de andesita (CM-7 y CM-383) han sido catalogadas como martillos en función de las marcas de desgaste y de impacto. Además, los autores del estudio señalan que todas las pretendidas herramientas del yacimiento presentan en mayor o menor medida rastros de golpes de piedra contra piedra, que atribuyen a golpes perdidos al golpear contra un yunque.

La tafonomía también se encarga de analizar la industria lítica presente en un yacimiento para determinar si es el resultado de una manipulación por el hombre. Sabemos que distintos procesos naturales (llamados procesos geomórficos) pueden alterar los cantos rodados de forma que parezcan artefactos o herramientas, por lo que un análisis detenido de estos elementos se hace esencial.

En 1896, el físico H. Hertz llevó a cabo los primeros experimentos científicos para entender cómo se podía fabricar una herramienta de piedra sin emplear metal. Así, se centró en saber qué pasaba cuando dos rocas eran golpeadas entre sí. Observó que cuando un cuerpo esférico golpea la superficie plana de un sólido frágil isotrópico, en éste se producía una fractura en forma de cono (que hoy conocemos como cono hertziano). En cambio, cuando se desprende una lasca no se forma un cono completo, sino un cono parcial.

Por su parte, Caleb Vance Haynes –un reputado arqueólogo norteamericano– estudió estos y otros mecanismos y acuñó el término geofact para referirse a las rocas que habiendo estado sometidas a procesos naturales, parecían artefactos hechos por el hombre.

Entre los  procesos geológicos que pueden alterar una roca podemos mencionar los movimientos del suelo, las glaciaciones, fuertes corrientes de agua, cambios rápidos de temperatura, presión interna etc. Los procesos de baja energía (por ejemplo, procesos eólicos, fluviales y de solifluxión) pueden dar lugar a estrías, picoteo, desprendimiento de bordes o trituración. Los procesos glaciales son particularmente eficientes en la modificación de las rocas ya que durante el transporte glacial se ven sometidas a empuje, cizallamiento y estrés de carga.

Llegados a este punto debemos saber que numerosos yacimientos están hoy en día bajo discusión porque se ha defendido la presencia humana en ellos contando únicamente con presuntas herramientas líticas.

Por ese motivo, desde hace tiempo la arqueología plantea un enfoque sistemático para abordar este problema. Para asignar un estatus cultural a un conjunto de rocas o sus desechos (lo que llamamos debitage) no basta con demostrar que no existieron en el pasado procesos geomórficos que pudieran haber alterado las piedras. Es preciso analizar cada pretendida herramienta y puntuar sus características según una lista que varía en extensión, pero que comprende 18 atributos en los estudios más modernos. Los investigadores han demostrado que la presencia de un único atributo (por ejemplo, marcas de estrías en los bordes o marcas dentadas) es insuficiente para diferenciar entre artefactos y geofactos, además de que algunos atributos son más subjetivos que otros, es decir, que su apreciación depende de la interpretación que haga cada arqueólogo. Así que, una vez analizados todos y cada uno de los elementos del yacimiento y puntuados en función de la presencia o ausencia de esos atributos, se aplica una prueba chi-cuadrado como método de análisis estadístico. Es importante señalar que esta técnica no proporciona información sobre artefactos individuales sino que se utiliza para comparar poblaciones de muestra. Por eso se debe contar con tablas de referencia de rocas modificadas por el hombre y restos de rocas sometidas a procesos geomórficos para llegar a una conclusión.

Leyendo el estudio de las pretendidas herramientas líticas del yacimiento de Cerutti vemos que no se ha seguido este método de análisis. Los investigadores se han limitado a señalar algunas características en las rocas que ellos atribuyen a una intervención del hombre, sin tener en cuenta que esas mismas marcas pueden haberse producido por muy diversos procesos naturales.

En definitiva, lo que tratamos de decir es que no es posible establecer el estatus arqueológico de un objeto o herramienta siguiendo únicamente criterios subjetivos y apelando a la experiencia del analista. La arqueología hace tiempo que aplica métodos científicos y procesos explicativos con la intención de que sean replicables.

Conclusiones

Si analizamos el yacimiento en su conjunto y la información de contexto que hemos tratado de exponer, vemos que hay varios aspectos que no son «coherentes»:

–Dado que no hay marcas de corte en los huesos, los autores afirman que nuestros antepasados se llevaron parte del esqueleto del mastodonte en una actividad de carroñeo. Es decir, ellos no cazaron el animal y no se alimentaron de su carne, sino que únicamente trataron de obtener la médula de sus huesos.

Siguiendo esta argumentación, las marcas que vemos en los huesos bien pudieron producirlas los animales que sí se alimentaron de la carne; mientras que su fragmentación puede deberse a procesos geomórficos y no a la intervención del hombre.

–Las pretendidas herramientas de piedra son muy «básicas», es decir, no han sido trabajadas en absoluto. Esto descartaría a Homo sapiens como el autor de las mismas ya que éstos tenían una cultura lítica mucho más desarrollada.

Pero la alternativa no es más creíble. Si atribuimos su fabricación a parientes más lejanos como Homo erectus, tenemos el problema de atribuirles unos conocimientos avanzados de navegación así como la capacidad de superar temperaturas extremas con la confección de ropa de abrigo, que no casarían con unas habilidades tan básicas en la fabricación y utilización de herramientas. ¿Cómo pudieron ser capaces de construir embarcaciones resistentes para recorrer miles de kilómetros de costa y no disponer siquiera de un cuchillo de piedra?

–Por último, la datación tampoco es un dato que ofrezca demasiada seguridad. Hemos visto que el yacimiento cuenta ahora con tres dataciones muy diferentes, sin que los investigadores hayan explicado los motivos de las discrepancias entre ellas.

En definitiva, creo que con la publicación de este trabajo, y sobre todo con las conclusiones que se exponen, se ha perseguido únicamente obtener un impacto mediático (algo que sin duda han conseguido).

Con esto no pretendo negar la posibilidad de que nuestros antepasados hayan llegado al continente americano con anterioridad a las fechas que manejan de forma mayoritaria los especialistas. Lo que digo es que las pruebas descritas en el estudio que estamos analizando no son suficientes para afirmar que los humanos llegaron a América hace 130.000 años.

 

Referencias

  • Holen, S. R., et al. (2017), «A 130,000-year-old archaeological site in southern California, USA». Nature, vol. 544, núm. 7651, p. 479-483. Descarga el artículo aquí.
  • Información suplementaria del artículo. Descarga el archivo aquí.

 

Más información

Bibliografía para la datación

Bibliografía para la fractura de los huesos

  • García, V., et al. (2006), “Determinación de procesos de fractura sobre huesos frescos: un sistema de análisis de los ángulos de los planos de fracturación como discriminador de agentes bióticos”. Trabajos de prehistoria, vol. 63, núm. 1, p. 37-45.
  • Johnson, E. V.; Parmenter, P. C. R. y Outram, A. K. (2016), «A new approach to profiling taphonomic history through bone fracture analysis, with an example application to the Linearbandkeramik site of Ludwinowo 7». Journal of Archaeological Science: Reports, vol. 9, p. 623-629.
  • Outram, A. K. (2001), «A new approach to identifying bone marrow and grease exploitation: why the “indeterminate” fragments should not be Ignored». Journal of Archaeological Science, vol. 28, núm. 4, p. 401-410.
  • Pickering, T. R. y Egeland, C. P. (2006), «Experimental patterns of hammerstone percussion damage on bones: implications for inferences of carcass processing by humans». Journal of Archaeological Science, vol. 33, núm. 4, p. 459-469.

Bibliografía para el estudio de las herramientas líticas

  • Andrefsky, W. (2005), Lithics: macroscopic approaches to analysis. Cambridge; New York: Cambridge University Press, xxiv, 301 p.
  • Gillespie, J. D.; Tupakka, S. y Cluney, C. (2004), «Distinguishing between naturally and culturally flaked cobbles: A test case from Alberta, Canada». Geoarchaeology, vol. 19, núm. 7, p. 615-633.
  • Haynes, V. (1973), «The Calico Site: artifacts or geofacts?». Science, vol. 181, núm. 4097, p. 305-310.
  • Johnson, L. L., et al. (1978), «A history of flint-knapping experimentation, 1838-1976 [and Comments and Reply]». Current Anthropology, vol. 19, núm. 2, p. 337-372.
  • Lubinski, P. M.; Terry, K. y McCutcheon, P. T. (2014), «Comparative methods for distinguishing flakes from geofacts: a case study from the Wenas Creek Mammoth site». Journal of Archaeological Science, vol. 52, p. 308-320.

Notas

  1. Eventually the back wall of the excavation was up to 3 m high between the base of Bed E and the top of the sound-berm.
  2. El yunque no es más que una roca, de mayor tamaño que el resto y generalmente plana, sobre la que se apoyan los elementos a golpear.
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¿Humanos en América hace 130.000 años? (I)

¿Humanos en América hace 130.000 años? (I)

     Última actualizacón: 11 marzo 2018 a las 14:47

Hace varias semanas se publicó un trabajo en la revista Nature que ha causado un enorme revuelo. Se trata de un nuevo análisis (el primero data de 1995) del yacimiento conocido como «Cerutti Mastodon» por parte de un equipo de investigadores de EE.UU. y Australia. Aseguran haber encontrado pruebas que avalarían la presencia humana en América hace alrededor de 130.000 años. Hasta ahora, tanto las pruebas arqueológicas como genéticas apuntaban a que los primeros colonos del continente americano habrían llegado hace entre 15.000 y 25.000 años. La controversia por tanto está servida.

Dada la relevancia y la trascendencia mediática que ha tenido este asunto, en esta anotación quiero analizar críticamente el artículo y tratar de ponerlo en su contexto para, al final, ofrecer mi punto de vista de la cuestión. Por lo tanto, aún a riesgo de extenderme un poco, voy a ofrecer la información necesaria para que el lector tenga a su disposición los datos relevantes para comprender el estudio y así pueda extraer sus propias conclusiones.

El yacimiento de «Cerutti Mastodon»

En 1992, mientras se llevaban a cabo unas obras para ampliar la autopista del Condado de San Diego (California), el operario de una retroexcavadora desenterró unos huesos enormes. Las obras se paralizaron y se avisó a los paleontólogos del Museo de Historia Natural de San Diego para que se hicieran cargo de documentar el hallazgo antes de retomar los trabajos.

Levantamiento planimétrico del yacimiento.

La estratigrafía del yacimiento de Cerutti (llamado así en honor de Richard Cerutti, el paleontólogo que se encargó de su estudio inicial) nos muestra sedimentos del Pleistoceno 1 depositados por una corriente de agua. En una de esas capas de depósitos, llamada Bed E –de entre 20 y 30 centímetros de espesor– se encontraron los restos de un mastodonte macho adulto y otros fósiles de roedores, aves, reptiles y otros invertebrados terrestres.

Los investigadores detallan que el esqueleto parcial del mastodonte apareció desarticulado y en un área aproximada de 50 m2. No han aparecido todos los huesos, pero destacan los dos colmillos (uno de ellos incrustado verticalmente en el sedimento, lo que probaría según los autores del trabajo su colocación intencionada), tres molares y más de 300 fragmentos de otros huesos. Los fémures estaban rotos, con la cabeza femoral separada del resto del hueso, y presentaban fracturas en espiral hechas al parecer mientras los huesos estaban frescos. Por el contrario, algunas vértebras y costillas, más frágiles, no presentaban fractura alguna. Curiosamente, un molar superior también se halló fracturado en tres partes por percusión.

Como hemos apuntado, los huesos largos, los molares y los colmillos se encontraron muy fragmentados y presentaban marcas que los investigadores afirman son similares a las producidas por un martilleo repetido con herramientas de piedra. Del mismo modo, las partes distales de algunos huesos aparecieron separadas, lo que hace presumir que se extrajo la nutritiva médula de su interior. Los autores insisten además en que la distribución de estos huesos en el yacimiento era inusual si tenemos en cuenta la forma en que se descompone un animal después de morir ya sea por causas naturales o accidentales. Es decir, que la posición de los huesos está alterada.

Para completar el cuadro, junto a los huesos de este animal se encontraron lo que ha sido interpretado como herramientas de piedra: cantos rodados sin trabajar que habrían servido como «martillos» para golpear, y como «yunques» sobre los que se apoyarían los huesos para su fractura. Por ejemplo, los cantos catalogados como CM-281 y CM-114 se interpretan como yunques a partir de las marcas de desgaste y su ubicación dentro del yacimiento. Por otro lado, los cantos identificados como CM-423, CM-7 y CM-383 se interpretan como martillos.

Los múltiples fragmentos de huesos y molares, que muestran signos de percusión, junto con las marcas de los golpes y varias lascas de piedra, apoyan la hipótesis –según los autores del estudio– de que esas fracturas han sido realizadas por el hombre.

Cantos rodados hallados en el yacimiento. a Yunque identificado como CM-281. e-f Martillo de piedra identificado como CM-383.

Por otro lado, el patrón de enterramiento de estos huesos también es diferente al de otros esqueletos hallados en el mismo yacimiento: un caballo y un lobo gigante. Estos esqueletos están más completos, no muestran fracturas en espiral o impactos de percusión y, además, tampoco aparecen cantos rodados junto a ellos.

En definitiva, no se han encontrado pruebas directas de la presencia humana, sino que la conclusión de los investigadores se basa en pruebas indirectas: el descubrimiento de restos óseos de un mastodonte con evidencias de haber sido manipulados con unas herramientas de piedra que han aparecido junto a los mismos.

Datación

La fecha que se adjudica al yacimiento ha sido el detonante de toda la controversia. Los investigadores han aplicado sobre los huesos un método de datación basado en la descomposición de átomos de uranio que ha arrojado una antigüedad de 130.700 años con un margen de error de más o menos 9.400 años. Esa época coincide con el comienzo del último periodo interglaciar, un tiempo cálido y húmedo. Se plantea por tanto que el clima habría facilitado los asentamientos de nuestros antepasados en la región.

¿Quiénes fueron, según los investigadores, los primeros colonizadores de América?

De ser correcta esta hipótesis, es posible que los denisovanos o los neandertales pudieran haber sido los primeros colonizadores de América ya que esas dos especies estaban presentes hace unos 130.000 años. Lo que sería imposible es que Homo sapiens haya tenido algo que ver, ya que su primera salida de África está datada aproximadamente en ese mismo momento.

En cualquier caso, varias especies de homininos deambulaban por Eurasia hace 130.000 años, aunque no hayan desarrollado necesariamente los mismos comportamientos tecnológicos. Además de los mencionados, otro posible candidato para ser el artífice de estas herramientas es Homo erectus.

En cuanto a la forma en que se produjo la entrada al continente, los autores proponen una entrada por la costa utilizando canoas u otro tipo de embarcaciones. A pesar del aumento del nivel del mar durante el último interglaciar, la distancia a América por mar podría estar dentro de las capacidades de las poblaciones humanas en esa época.

En apoyo de esta hipótesis se argumenta que diversos análisis genéticos emparentan a los actuales nativos de la cuenca del Amazonas con las poblaciones indígenas de Asia y Australia quienes, a su vez, están relacionadas con los denisovanos. Por otro lado, estas relaciones genéticas son más débiles o inexistentes con los nativos de centro y norte América. Esto apuntaría a que América fue colonizada en varias oleadas diferentes.

Por último, los datos arqueológicos que sustentarían la versión de una entrada temprana en las Américas provienen de los yacimientos de «Calico Hills» en California, «Pedra Furada» en Brasil y «Old Crow» en el territorio del Yukón. Sin embargo, los investigadores reconocen que las conclusiones publicadas acerca de estos yacimientos están sujetas a importantes críticas, tanto en lo relativo a su datación como a su ocupación efectiva por nuestros antepasados.

 

Continúa…

  1. Esta época geológica va desde hace 2 millones de años hasta hace 10.000 años. La secuencia del yacimiento tiene 12 metros de espesor en total
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 5 comentarios
Siete días … 24 a 30 de abril (Mastodonte de Cerutti)

Siete días … 24 a 30 de abril (Mastodonte de Cerutti)

     Última actualizacón: 8 octubre 2019 a las 11:43

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NOTICIAS CIENTÍFICAS

 Se plantea la llegada de nuestros antepasados a América hace 130.000 años

Según sostiene un equipo de científicos del Museo de Historia Natural de San Diego, el territorio que hoy es California ya estaba habitado por homínidos hace 130.000 años. La investigación, publicada en Nature, no aporta pruebas de fósiles ni restos de ADN de ese homínido que habría vivido en América del Norte en tan temprana fecha, sino que su conclusión se basa en pruebas indirectas: el descubrimiento de restos óseos de un mastodonte de esa edad (huesos, molares y colmillos) con evidencias de haber sido manipulados con las piedras que han aparecido junto a los fósiles y que habrían sido utilizadas como martillos y yunques.

Referencia: Holen, Steven R., et al. «A 130,000-year-old archaeological site in southern California, USA«. Nature, núm 544, 479-483.

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