Toumaï

Surgen dudas en relación a <em>Sahelanthropus</em> <em>tchadensis</em> (y II)

Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (y II)

     Última actualizacón: 26 febrero 2018 a las 18:23

Dejamos la anterior anotación hablando de las «discrepancias» en lo tocante a si el equipo de paleoantropólogos encabezados por Michel Brunet encontró los restos de Sahelanthropus tchadensis enterrados en el sedimento o en la superficie del desierto de Djurab.

Alain Beauvilain publicó un artículo en 2008 en el South African Journal of Science mostrando unas fotografías que indicaban claramente que los restos no fueron recuperados in situ. Hasta ahora, ni el propio Brunet ni ningún otro miembro del equipo han publicado una réplica a las afirmaciones del geólogo francés. Sin embargo, la cosa no iba a parar ahí.

Unos meses más tarde, en 2009, Beauvilain y Jean Pierre Watté (prehistoriador y arqueólogo del museo de Havre) publicaron un artículo, primero en francés 1 (en una revista poco conocida); y luego en inglés 2 donde daban un paso más en el ya de por sí complicado serial.

Las fotografías que acompañan ambos artículos son sorprendentes:

Ambas instantáneas, tomadas por el propio Beauvilain, recogen la posición exacta en la que se encontraban los fósiles recuperados la mañana del 19 de julio de 2001. Vemos perfectamente el cráneo –que fue cambiado de posición para tomar la fotografía (la región sombreada en verde indica su posición original)– y otra serie de huesos fracturados, algunos de los cuales fueron identificados como pertenecientes a bóvidos. Sin embargo, destacan la mandíbula fracturada –que fue asociada al cráneo– y la diáfisis de un fémur (catalogado como TM 266-01-063).

Este es el fémur del que no hemos tenido noticias aún, y cuya descripción trataron de presentar Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret en las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris recientemente celebradas en Poitiers.

Es posible que la ausencia de información acerca del hallazgo de este hueso quizás se debiese a que para los investigadores no era una prioridad su estudio, teniendo en cuenta que en las siguientes temporadas de excavaciones se llegaron a recuperar cientos (si no miles) de huesos de fauna. En cualquier caso, resulta llamativa esta falta de interés porque ese fragmento de fémur se encontró a escasos centímetros tanto del cráneo como de la mandíbula y era realmente sencillo asociarlos a ellos. Además, dado su tamaño se sabe que perteneció a un mamífero de varias decenas de kilogramos (lo que lo acercaría más aún a Toumaï). Lo cierto es que finalmente se catalogó y no se envió a Poitiers hasta varios meses después del primer cargamento, ya entrado el año 2003. (puedes ver la primera orden autorizando la exportación del cráneo y otros restos aquí y aquí).

Pero, además, quizá te hayas dado cuenta de otra curiosidad viendo esas fotos. Y es que los huesos aparecen perfectamente alineados en dos filas paralelas.

Esta disposición claramente antinatural es el motivo por el que Beauvilain (y muchos otros tras ver estas imágenes) opinan que los restos habían sido manipulados intencionadamente y que habían sido colocados de forma ordenada. Pero, ¿por qué alguien pondría todos esos huesos en línea? Pues la respuesta es más sencilla de lo que parece: los restos están orientados hacia la Meca. Esta disposición de los restos fósiles no es más que el cumplimiento por parte de nómadas musulmanes de sus «obligaciones» religiosas para con un «cadáver» (según las conclusiones de Beauvilain y Watté expresadas en los dos artículos mencionados).

En apoyo a su tesis de que la localidad TM 266 es un yacimiento alterado, llaman la atención acerca de la pátina azul que cubre toda la superficie de los fósiles. Se trata de una reacción química que se da en algunos restos expuestos al aire y la luz, por lo que al rodear toda la superficie del fósil se demuestra que no habían permanecido enterrados desde hacía tiempo (lo que habría protegido algunas partes). Además, esta pátina era diferente de la de otros fósiles recuperados en otros lugares del yacimiento de Toros-Menalla.

El caso llama de nuevo la atención internacional

La semana pasada volvió a hablarse de este tema gracias al artículo de Ewen Callaway que hemos comentado en la primera parte de esta anotación. Pero en honor a la verdad tenemos que señalar que en 2009 –y gracias fundamentalmente a la anotación que el paleoantropólogo John Hawks publicó en su blog– varios medios especializados se hicieron eco de la existencia de este fémur.

En aquel momento dos personas cobraron relevancia: Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret.

Allá por 2004, Aude Bergeret era una estudiante de doctorado en la Universidad de Poitiers y estaba haciendo su tesis en el laboratorio de Michel Brunet. Su interés radicaba en comprender el proceso de fosilización de los huesos de animales hallados en la localidad TM 266 –la misma donde se recuperó a Toumaï– cuando se encontró por casualidad con el fémur fracturado. Inmediatamente se dio cuenta de que ese fósil no era el de un animal ordinario, sino el de un hominino. Tras consultar el tema con Roberto Macchiarelli, por entonces jefe del departamento de geociencias de la Universidad de Poitiers, las dudas se despejaron por completo.

Así que finalmente volvemos donde estábamos al comienzo. Bergeret y Macchiarelli han tenido la oportunidad de estudiar la morfología de este fémur, pero aún no han podido publicar sus conclusiones en una revista científica ni se les ha permitido comentarlas en unas jornadas científicas.

¿Qué significa todo esto?

En la breve descripción del fémur que Macchiarelli y Bergeret remitieron a Callaway, aquellos sostenían que el foósil es muy diferente del de otro potencial hominino de hace unos 6 millones de años llamado Orrorin tugenensis de quien sí conservamos (o debería decir mejor conservábamos) un fémur casi completo. Tras su análisis, Macchiarelli duda de que Sahelanthropus sea un hominino, aunque reconoce que habría que llevar a cabo un estudio más cuidadoso de todos sus restos, incluido el fémur, para confirmarlo.

Cuando se le preguntó a Michel Brunet sobre el tema se negó a hacer ningún tipo de comentario. Su respuesta lacónica mediante correo electrónico fue: «Nuestros estudios aún están en marcha. No puedo decir nada antes de su publicación». En cualquier caso, la publicación no termina de llegar.

 

¿Los «errores» en los artículos científicos que afirman que los restos estaban enterrados son importantes? No soy nadie para decirlo, pero en mi humilde opinión sus autores deberían, como poco, ofrecer claras y contundentes explicaciones acerca del particular. Más allá de la transcendencia que esa «aclaración» podría tener en relación a la antigüedad atribuida a Sahelanthropus tchadensis, se trata de una cuestión de honestidad intelectual. Por cuestiones más triviales no relacionadas con la investigación en sí misma se han retractado decenas de artículos.

Bajo mi punto de vista, tanto el fémur como el resto de fósiles recuperados en el desierto de Djurab son esenciales para comprender la posición evolutiva de este espécimen. Independientemente de si se recuperaron enterrados o no, su estudio conjunto es una tarea pendiente ya que basar nuestras conclusiones en partes anatómicas individuales puede resultar engañoso (de hecho, la mayoría de los especialistas cataloga a Sahelanthropus tchadensis como un «posible» hominino).

Si finalmente un estudio de este tipo confirmara que Toumaï no es un hominino sino un miembro de otra rama de primates, tampoco estaríamos ante una verdadera pérdida. En realidad, habríamos ganado conocimiento acerca de una parte especialmente compleja de nuestra historia evolutiva: la que compete a la separación entre los humanos y los chimpancés.

Por último, otra cosa que me ronda la cabeza es saber qué pasará tanto con el fémur como el resto de fósiles recuperados en Toros-Menalla y que aún no han sido convenientemente catalogados y clasificados. Por lo que sabemos permanecen almacenados en la universidad de Poitiers –más de 15 años después de su recuperación–, por lo que Michel Brunet no ha sido demasiado escrupuloso con aquello que escribió en 2004 3:

Tous les fossiles sont conservés à N’Djaména, au Centre de valorisation des collections du Cnar (Centre national d’appui à la recherche). En revanche, pour permettre la mise en oeuvre de techniques d’étude et d’analyse liées à des équipements scientifiques particulièrement lourds (scanners médicaux et industriels, synchrotron, spectromètre de masse, sonde ionique, etc), certains fossiles sont empruntés pour une durée déterminée. Après étude, tous retournent à N’Djaména.

Todos los fósiles se conservan en N’Djamena, en el Centro de valorización de las colecciones del CNAR (Centro Nacional de Apoyo a la Investigación). Sin embargo, para permitir la implementación de técnicas de estudio y análisis relacionadas con equipos científicos particularmente pesados (escáneres médicos e industriales, sincrotrón, espectrómetro de masas, sonda de iones, etc.), algunos fósiles se toman prestados temporalmente. Después de su estudio, todos regresan a N’Djamena.

Esperemos que ese lapso «temporal» necesario para el «estudio» de los fósiles sea lo más corto posible.

Más información

John Hawks. Sahelanthropus: Did camelherders bury Toumaï facing Mecca?

John Hawks. Sahelanthropus: «The femur of Toumaï?»

Notas

  1. Beauvilain, A. y  Watté, J. P. (2009), «Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) a-t-il été inhumé?«. Bulletin de la Société Géologique de Normandie et des Amis du Muséum du Havre, núm. 96, p. 19-26.
  2. Beauvilain, A. y  Watte, J. P. (2009), «Was Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) buried?«. Anthropologie (Brno), vol. 47, núm. 1-2, p. 1-6.
  3. Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
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Surgen dudas en relación a <em>Sahelanthropus</em> <em>tchadensis</em> (I)

Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (I)

     Última actualizacón: 29 agosto 2019 a las 16:07

De nuevo se ha abierto la caja de los truenos en la paleoantropología. Es sabido que los fósiles relacionados con la evolución humana son objetos de un enorme valor a los que se dedican —en muchos casos— largos años de pormenorizado estudio y análisis. Hasta aquí nada que no supiéramos y tuviéramos más o menos asumido. Pero, ¿qué pasaría si un fósil pudiera responder una de las preguntas más cruciales acerca de la evolución humana, pero no se describiera y publicara en una revista científica durante más de 16 años? Y aún más, ¿qué pasaría si dos investigadores quisieran hacer una comunicación científica sobre ese fósil en un congreso especializado, pero se rechazase por el comité científico?

Dos científicos, Roberto Macchiarelli, paleoantropólogo de la Universidad de Poitiers y del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, y Aude Bergeret, directora del Museo de Historia Natural Victor-Brun en Montauban, habían preparado una descripción preliminar de un fósil asociado a Sahelanthropus tchadensis que aún no ha sido descrito formalmente. Se trataría de un fragmento del fémur del que hasta ahora se considera el miembro más antiguo de la tribu Hominini (puedes profundizar en esta cuestión leyendo esta anotación). Remitieron la solicitud al comité científico de las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris, que se celebran entre los días 24 y 26 de enero en Poitiers, Francia. Dicha presentación fue rechazada.

La redactora de noticias de Nature Ewen Callaway se puso en contacto con la organización de las jornadas al conocer la historia y les preguntó los motivos del rechazo de dicha comunicación. La respuesta fue tanto escueta como esquiva (la traducción es mía):

Este trabajo [el de seleccionar las comunicaciones que se expondrán durante las jornadas] se lleva a cabo por un comité científico independiente e imparcial, que es soberano en su decisión. Por lo tanto, cualquier acusación sobre el tema no estaría justificada.

Y claro, cuando Callaway publicó la noticia en Nature el pasado 22 de enero («Controversial femur could belong to ancient human relative»), se destapó como decía al inicio la caja de los truenos. La sorpresa y estupor corrió por las redes sociales (la forma más inmediata de comunicación) aunque, en realidad, a muchos esta historia no nos ha pillado por sorpresa. Primero, porque ya conocíamos la existencia de ese fémur –por comunicaciones informales–; y en segundo lugar, porque desde hace varios años algunos paleoantropólogos y miembros del equipo que hizo el hallazgo inicial se vienen haciendo la misma pregunta (en público y en privado): ¿por qué no se publica la descripción formal del fósil?

El hallazgo

Es necesario conocer el contexto del descubrimiento de Toumaï (apodo con el que se conoce el cráneo de Sahelanthropus tchadensis) para comprender la verdadera dimensión del tema que estamos tratando.

Los fósiles de Sahelanthropus tchadensis se localizaron la mañana del 19 de julio de 2001 por un estudiante de la misión, Ahounta Djimdoumalbaye —considerado el mejor «cazador» de fósiles del equipo— en un yacimiento conocido como Toros-Menalla (localidad TM 266) en el desierto de Djurab (República de Chad). Se trataba de un cráneo bastante dañado, dos fragmentos de mandíbula y tres dientes (restos pertenecientes al menos a cinco individuos).

El presidente de Chad, Idriss Déby, bautizó coloquialmente al nuevo ejemplar con el apodo de Toumaï, nombre que se da en el desierto de Djurab a los niños que nacen justo antes del comienzo de la estación seca y que significa, en el lenguaje Goran (Dazaga), «esperanza de vida».

El artículo que describía la nueva especie y catalogaba los fósiles recuperados se publicó en 2002 en Nature 1. El anuncio causó una auténtica revolución dado que, con una antigüedad estimada entre 6 y 7 millones de años, eran los fósiles más antiguos de nuestro linaje evolutivo. El artículo no dejaba duda (la traducción es mía):

All six recovered specimens are assigned to a new taxon that is, at present, the oldest known member of the hominid clade.

Los seis especímenes recuperados se asignan a un nuevo taxón que, por ahora, es el miembro conocido más antiguo del clado homínido.

Para dejar claro que los autores del hallazgo informaron de la recuperación de seis fósiles, reproduzco a continuación la tabla nº 1 del citado artículo donde se identifican:

Tomado de Brunet, M., et al. (2002), “A new hominid from the Upper Miocene of Chad, Central Africa“. Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 145-151.

En lo que hace referencia a cuál fue la situación en la que se encontraron, los autores afirman que «todos los especímenes homínidos se encontraron en la unidad antracoteria de Toros-Menalla y provienen de arenisca perilacustre».

Del mismo modo, el artículo sobre el contexto geológico que acompañaba al anterior 2 afirmaba (la traducción es mía):

The hominid was embedded in a poorly cemented sandstone in the lowest metre of the unit.

El homínido estaba incrustado en piedra arenisca poco cementada en el metro más bajo de la unidad.

Expliquemos esto.

La datación del yacimiento se realizó mediante técnicas de biocronología, es decir, a partir del estudio del grado evolutivo de otros fósiles encontrados en el yacimiento, concretamente, antracoterios. Estos fósiles son útiles ya que se trata de linajes que incrementan sus dimensiones con el paso del tiempo geológico: conociendo las dimensiones de un antracoterio del Mioceno medio o final, tendremos información acerca del periodo geológico en que vivió cualquier fósil asociado con él. Gracias a esa información se estableció la antigüedad de Toumaï.

Los estudios geológicos permitieron saber además que hace 7 millones de años existía un ambiente perilacustre en la región, es decir, se trataba de una zona de aguas poco profundas, sujeta a frecuentes episodios de inundación así como a constantes variaciones de la línea de ribera. Era, en definitiva, un paisaje situado entre un lago (el llamado Paleo-Lago Mega Chad) y el desierto.

En 2004 el equipo que realizó el descubrimiento publicó otro artículo (ahora en francés) 3 ofreciendo más detalles y donde se afirmaba (la traducción es mía):

Les fossiles proviennent d’un niveau de grès périlacustre qui correspond à des sédiments déposés en bordure du paléolac Tchad.

Los fósiles provienen de un nivel de arenisca perilacustre que corresponde a los sedimentos depositados en el borde del paleolago Chad.

[…]

L’absence de restes osseux des membres ne permet pas de dire si Toumaï était bipède.

La ausencia de restos óseos de las extremidades no nos permite decir si Toumaï era bípedo.

Como hemos apuntado, la descripción de este nuevo género y especie causó tanto sensación como críticas a partes iguales. En una carta de réplica publicada en Nature en octubre de 2002, varios autores (entre los que figuraba John Hawks) 4 expusieron sus dudas acerca de la colocación en el árbol evolutivo de estos fósiles. Concretamente, consideraban que no debía incluirse a Sahelanthropus entre los homininos (es decir, el grupo de los representantes de nuestra línea evolutiva una vez se produjo la separación de la del chimpancé) porque la afirmación de que era bípedo no se apoyaba en datos sólidos. Las réplicas y contrarréplicas siguieron durante algunos meses, pero la cosa no pasó más allá de reclamar más pruebas que permitieran afianzar a Sahelanthropus tchadensis como un verdadero hominino y no como un simio.

En 2005 se publicó (de nuevo en Nature) otro artículo 5 donde se informaba del hallazgo de otros tres fósiles atribuidos a este ejemplar, concretamente dos fragmentos de mandíbula y un nuevo diente. Seguimos sin tener noticias de la existencia de posibles restos postcraneales.

Pero lo verdaderamente importante estaba por llegar.

El equipo seguía publicando novedades y, así, en 2008, Anne-Elizabeth Lebatard y sus colaboradores hicieron públicos los resultados del estudio geológico del yacimiento. En el artículo (publicado en PNAS) 6 se confirmó la datación del yacimiento a través de métodos isotópicos mediante el análisis y cuantificación del Be10 producido en la atmósfera. Las conclusiones obtenidas ratificaron la datación ya adelantada por métodos biocronológicos. Se fijó con bastante exactitud la edad de los dos niveles estratigráficos entre los que se había localizado el cráneo de Sahelanthropus tchadensis: 7,12 ± 0,31 Ma el nivel inferior, y 6,83 ± 0,45 Ma para el nivel superior:

In section TM 266, ages calculated for the two levels bracketing the Sahelanthropus tchadensis cranium level were 6.83 ± 0.45 Ma for the overlying level and 7.12 ± 0.31 Ma for the underlying level.

En este sentido, el artículo precisaba (la traducción es mía):

The sedimentary unit from which Toumaï was unearthed was named the anthracotheriid unit (A.U.) after a very common, large anthracotheriid, Libycosaurus petrochii that it contained.

La unidad sedimentaria de la que se desenterró a Toumaï se denominó unidad antracoteria (A.U.) porque contenía un antracoterio grande y muy común, Libycosaurus petrochii.

Los autores ilustraron los principales datos de su estudio con esta imagen (hemos recortado el final por su tamaño. Puedes consultar la imagen original aquí):

TOmado de Lebatard, A. E., et al. (2008), «Cosmogenic nuclide dating of Sahelanthropus tchadensis and Australopithecus bahrelghazali: Mio-Pliocene hominids from Chad». Proceedings of the National Academy of Science, vol. 105, núm. 9, p. 3226-3231.

El pie de esta ilustración dice así (la traducción es propia):

Columnas estratigráficas y edades de berilio de TM 254 y TM 266 (localidad de Sahelanthropus tchadensis, Toros-Menalla, Mioceno superior, norte de Chad). (El círculo en el mapa de localización indica el área estudiada; los números rojos, el número de la muestra recogida en la Tabla 2). El cráneo de Toumaï se ubica exactamente en la sección TM 266.

Recapitulemos lo dicho hasta ahora:

Se descubren una serie de restos craneales fosilizados que los investigadores, encabezados por Michel Brunet, deciden asignar a un nuevo género y especie. Tienen claro que el ejemplar pertenece a la tribu Hominini porque concluyen que era bípedo. La datación biocronológica arroja la mareante cifra de 6 o 7 millones de años de antigüedad, cálculos que se ven confirmados por un estudio geológico del yacimiento. Se ubica físicamente el cráneo de Toumaï entre dos capas sedimentarias, junto a otros restos fósiles.

Como respuesta al artículo publicado en PNAS, Alain Beauvilain, director de la excavación en Chad, y que formó por tanto parte del equipo que realizó el descubrimiento (su nombre aparece como coautor en el primer artículo de Nature de 2002) publica un trabajo en el South African Journal of Science 7 que supone el primer golpe importante que pone en duda las afirmaciones relativas a dónde y cómo se encontraban los fósiles cuando fueron descubiertos (la traducción es mía):

From January 1994 to July 2002, the author of the present note was in charge of every palaeontological field expedition that took place in the Chadian desert. In the interests of scientific accuracy, he is compelled to state formally that neither of these fossils was found in situ. The most appropriate word to employ for the two fossils would be that they were ‘collected’ from their respective localities.

Desde enero de 1994 hasta julio de 2002, el autor de la presente nota [Alain Beauvilain] estuvo a cargo de todas las expediciones paleontológicas realizadas en el desierto chadiano. En aras de la exactitud científica, se ve obligado a declarar formalmente que ninguno de estos fósiles se encontró in situ. La palabra más apropiada que podemos emplear para los dos fósiles sería que fueron ‘recogidos’ de sus respectivas localidades.

Las fotografías que el propio Beauvilain tomó en ese momento son suficientemente expresivas (puedes ver las originales aquí):

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Para un paleoantropólogo existe un gigantesco abismo entre encontrar un fósil enterrado en el sedimento –que es el significado del término in situ, es decir, hallado en el lugar donde quedó depositado– a encontrarlo en la superficie. Mientras que el primero puede ser datado con bastante confianza si el sedimento no ha sido perturbado (lo que un buen estudio geológico determinará), las posibilidades de datar correctamente un fósil encontrado en la superficie son bastante reducidas. Ni siquiera podemos saber si el ejemplar habitó en dicho lugar, o bien sus huesos fueron transportados intencionadamente o no hasta allí.

Sigue leyendo

Notas

  1. Brunet, M., et al. (2002), “A new hominid from the Upper Miocene of Chad, Central Africa“. Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 145-151.
  2. Vignaud, P., et al. (2002), «Geology and palaeontology of the Upper Miocene Toros-Menalla hominid locality, Chad». Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 152-155.
  3. Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
  4. Wolpoff, M. H., et al. (2002), «Sahelanthropus or ‘Sahelpithecus‘?». Nature, vol. 419, núm. 6907, p. 581-582.
  5. Brunet, M., et al. (2005), «New material of the earliest hominid from the Upper Miocene of Chad». Nature, vol. 434, núm. 7034, p. 752-755.
  6. Lebatard, A. E., et al. (2008), «Cosmogenic nuclide dating of Sahelanthropus tchadensis and Australopithecus bahrelghazali: Mio-Pliocene hominids from Chad». Proceedings of the National Academy of Science, vol. 105, núm. 9, p. 3226-3231.
  7. Beauvilain, A. (2008), «The contexts of discovery of Australopithecus bahrelghazali (Abel) and of Sahelanthropus tchadensis (Toumaï): unearthed, embedded in sandstone, or surface collected?». South African Journal of Science, vol. 104, p. 165-168.
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