pseudoarqueología

El 12º planeta — Introducción

El 12º planeta — Introducción

     Última actualizacón: 30 octubre 2017 a las 19:48

Vamos a analizar un libro ampliamente conocido, que pese a haber sido publicado originalmente hace más de 35 años, aún hoy en día se sigue editando (al menos en castellano hay nueve ediciones, la última de febrero de 2013). Me refiero al libro “El 12º Planeta” escrito por Zecharia Sitchin.

Debo reconocer que me sorprendió poder encontrar fácilmente un ejemplar sin necesidad de acudir a libreros de ocasión, ya que hay una gran cantidad de libros escritos en fechas muy posteriores que han desaparecido por completo. Esta circunstancia, unida al hecho de que se ha editado nueve veces en España en los últimos once años, demuestra a las claras que se trata de un texto que genera mucho interés entre el público.

El libro se anuncia como el primero de una serie titulada “Crónicas de la Tierra”, se divide en 15 capítulos y consta de 437 páginas en total.

En la solapa leemos, entre otros datos biográficos e información, que Zecharia Sitchin (1920-2010) se educó en Palestina (durante el mandato británico), se licenció en Historia económica en la London School of Economics and Political Science; y que adquirió un profundo conocimiento de numerosas lenguas, entre ellas el hebreo clásico, lenguas semíticas y el sumerio.

Nuestro autor posee una página web oficial y también hay otras páginas donde sus lectores se pueden comunicar y así mantener su interés en sus ideas.

Entrando a analizar el texto, en la contracubierta del libro leemos el siguiente resumen de los contenidos de la obra:

EDICIÓN ESPECIAL ILUSTRADA

CON NUMEROSOS MAPAS, DIAGRAMAS Y FOTOGRAFÍAS.

A partir de los textos antiguos, la arqueología y la mitología, Zecharia Sitchin entreteje el relato de los orígenes de la humanidad y documenta la intervención extraterrestre en la historia de la Tierra. Centrándose en la antigua Sumeria, el autor nos revela con extraordinaria precisión la historia completa del Sistema Solar según la versión de los visitantes procedentes de otro planeta que gira a corta distancia de la Tierra cada 3600 años. El 12º planeta es, sin duda, el libro de referencia obligada sobre los antiguos astronautas ya que en él se nos narra cuándo y cómo llegaron y de qué modo la tecnología y la cultura de estos astronautas influyen en la raza humana desde hace ya cientos de miles de años.

La finalidad de la obra queda clara desde el comienzo. El autor afirma en el prólogo que una civilización de otro planeta envió astronautas a la Tierra en algún momento de nuestro pasado, siendo su intención responder a las preguntas de ¿Cuándo lo hicieron? ¿Cómo llegaron aquí? ¿De dónde venían? ¿Y qué hicieron aquí durante su estancia?

Para lograr su propósito, utilizará «el Antiguo Testamento como ancla, y no presentando como evidencia otra cosa que los textos, los dibujos y los objetos que nos dejaron los antiguos pueblos de Oriente Próximo».  Sostiene que identificará el planeta del cual vinieron estos astronautas (llamado duodécimo planeta) exponiendo una nueva cosmología acerca de la formación de la Tierra y el Sistema Solar «que explica mejor que nuestras ciencias actuales»; y será capaz de describirlos físicamente así como su tecnología y el secreto de su «inmortalidad».

Este será el preámbulo para describir la «Creación» del hombre por estos astronautas así como los métodos que emplearon para lograrlo. En definitiva, su intención es mostrar que «el Hombre no está solo, y que las generaciones futuras tendrán otro encuentro con los súbditos del Reino de los Cielos».

De esta forma, si bien la tesis central es que nuestro planeta ha sido visitado por seres extraterrestres, la realidad es que sus planteamientos son más extensos:

  • Para él, el origen de la vida en la Tierra hay que buscarlo en otro lugar (lo que hoy en día conocemos como la teoría de la panspermia dirigida)
  • El hombre moderno, Homo sapiens, es un extraño en la Tierra. Pone en tela de juicio las afirmaciones de la paleoantropología “oficial” sosteniendo que la aparición de Homo sapiens fue súbita e inexplicable.  El desarrollo de sus herramientas, su capacidad de hablar, y otros rasgos modernos no tienen conexión con los primates anteriores, ni puede ser explicado con el lento proceso evolutivo (se apoya en una cita de Theodosius Dobzhansky ―Mankind evolving― quien concluye que «el hombre moderno tiene muchos parientes fósiles colaterales, pero no tiene progenitores; de este modo, la aparición del Homo sapiens se convierte en un enigma»). Su respuesta es que, como afirma el Antiguo Testamento y otras fuentes antiguas, fuimos creados por los dioses.
  • En relación con lo anterior, dado el escaso tiempo transcurrido desde su aparición, el hombre debería estar incivilizado: «al hombre le llevó dos millones de años avanzar en su “industria de la herramienta”, desde la utilización de las piedras tal cual las encontraba, […] y menos de 50.000 años después del Hombre de Neanderthal, hemos llevado astronautas a la luna».
  • Refiere que a pesar de que nuestros estudiosos no pueden explicar la aparición de Homo sapiens, al menos no hay duda “por ahora” de que la civilización surgió en Oriente Próximo.
  • Sitúa el origen de la agricultura en Oriente Próximo desde donde se extendió al resto del mundo.  El hombre comenzó cultivando y “domesticando” el trigo y la cebada, para luego aparecer en “rápida sucesión” el mijo, el centeno y la escanda; el lino que proporcionaba fibras y aceite comestible; y una amplia variedad de arbustos y árboles frutales: «era como si en Oriente Próximo hubiera existido una especie de laboratorio botánico genético, dirigido por una mano invisible, que producía de vez en cuando una planta domesticada» Siguiendo este argumento, identifica el “Edén” bíblico como este lugar, como el lugar del origen de la vid.
  • Tras la domesticación de plantas y animales, y el origen del culto a los muertos, que comienza en los alrededores del 11000 a.C., tuvo lugar la aparición de la cerámica en las tierras altas de Oriente Próximo en un lapso de no más de 3.600 años ―esta cifra temporal es importante como veremos más adelante― «el descubrimiento de los múltiples usos que se le podía dar a la arcilla tuvo lugar al mismo tiempo que el Hombre dejó sus moradas en las montañas para instalarse en los fangosos valles»
  • Tras esto, el progreso se ralentizó y se produjo una regresión hacia el 4500 a.C., aunque después, «súbita, inesperada e inexplicablemente, el Oriente Próximo presenció el florecimiento de la mayor civilización imaginable».

 

Esta imagen representa según el autor «la cabeza tallada de un «dios» cubierta por un casco rayado y portando una especie de «gafas»». Sin embargo, únicamente nos informa que fue hallada en el norte de Israel y datada en el noveno milenio a.C. No ofrece datos del yacimiento donde se descubrió ni dónde se encuentra el original con lo que se hace imposible corroborar su afirmación.

En resumidas cuentas, ni la vida ni el origen de Homo sapiens se explican sin la intervención de seres de otro planeta (nada afirma acerca del resto del mundo animal, de cómo surgen las diferentes especies o evolucionan). Todos los hitos culturales del ser humano, la fabricación de herramientas, la domesticación de plantas y animales, el origen de la cerámica etc. los achaca a estos seres sin quienes no habríamos sido capaces de evolucionar (al menos en el “corto” espacio de tiempo en que lo hemos hecho). En idénticos términos describe el origen de la civilización con la construcción de las primeras ciudades, la invención de la escritura  etc.

Bien, hasta aquí el planteamiento de su tesis. En próximas entradas iremos desgranando y discutiendo la veracidad de sus afirmaciones paso a paso, siguiendo el orden expositivo de su obra.

Publicado por José Luis Moreno en HETERODOXIA, 2 comentarios
Pseudoarqueología, ¿estás de broma?

Pseudoarqueología, ¿estás de broma?

     Última actualizacón: 24 septiembre 2017 a las 13:16

 

  • Stan: Yo quiero ser mujer
  • Reg: ¿Qué?
  • Stan: Quiero ser una mujer. Desde ahora quiero que me llaméis Loreta
  • Reg: ¿¿¡Qué!??
  • Stan/Loreta: Es mi derecho como hombre
  • Judith: ¿Por qué quieres ser Loreta, Stan?
  • Stan/Loreta: Porque quiero tener hijos
  • Reg: ¿¿¡Quieres tener hijos!??
  • Stan/Loreta: Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren
  • Reg: Pero … ¡tú no puedes parir!
  • Stan/Loreta: No me oprimas
  • Reg: No es que te oprima Stan, ¡es que no tienes matriz! … ¿Dónde vas a gestar el feto? … ¿¡lo vas a meter en un baúl!?

Este maravilloso diálogo de la película “La vida de Brian” nos sirve para explicar, con una fina ironía, lo que supone la pseudociencia.  La conclusión de que Stan no puede tener hijos no tiene nada que ver con la imposición de ninguna clase dominante, no es una cuestión negociable o discutible según se interprete la realidad.  Tiene que ver con hechos reales y observables y con proposiciones que se pueden demostrar materialmente: para gestar y concebir un hijo se necesita una matriz; las hembras tienen matriz y los machos no; Stan es un macho; Stan no puede tener hijos.

¿Podemos considerar el deseo de Stan/Loreta de tener hijos una alternativa válida frente a una visión biológica inflexible impuesta por Reg como consecuencia de un adoctrinamiento científico antidemocrático?, ¿realmente Reg está oprimiendo a Stan/Loreta por decirle que no puede tener hijos?, ¿o no será que, sencillamente, la pretensión de Stan es absurda?

¿Qué es la pseudociencia?

En wikipedia podemos encontrar una definición bastante acertada del término: es una afirmación, creencia o práctica que, a pesar de presentarse como científica, no se basa en un método científico válido, le falta el apoyo de evidencias científicas o no puede ser verificada de forma fiable.  Suele caracterizarse por el uso de afirmaciones exageradas o de imposible verificación, una falta de examen por parte de otros expertos, y una ausencia general de procesos para desarrollar teorías de forma racional.

Para comprender mejor su significado quizás sea conveniente recordar que entendemos por “ciencia” el conocimiento sistemático que se deriva de la observación, el estudio y la experimentación.  Por lo tanto, sólo se ocupa de los fenómenos que se pueden examinar empíricamente y, contrariamente a la opinión popular, no se trata de un conjunto de hechos inmutables, sino una manera racional de hacer preguntas y evaluar las distintas respuestas posibles.

Por este motivo, las observaciones se llevan a cabo bajo condiciones controladas con el fin de reducir al mínimo el impacto de los posibles prejuicios y expectativas de los propios investigadores (es interesante aprender más sobre el sesgo cognitivo), así como las posibles influencias aleatorias del medio ambiente.  La posibilidad de que el público pueda acceder a los métodos empleados y los resultados, así como una evaluación escéptica de los mismos por otros investigadores, son aspectos de suma importancia en la comunidad científica.

Por último deberemos señalar otro aspecto fundamental de la ciencia: su provisionalidad.  Nos referimos a que las leyes pueden ser las mejores de conjeturas que tenemos en la actualidad, pero están sujetas a revisión si se desarrollan mejores herramientas o métodos que hagan generar nuevas conclusiones.

En definitiva, las pseudociencias tratan de apropiarse del prestigio de la verdadera ciencia aunque están muy lejos de cumplir las normas aceptadas de investigación y de verificación que existen en los campos de conocimiento legítimos que tratan de imitar.

La pseudoarqueología

Cuando hablamos de pseudoarqueología nos referimos a aquellas interpretaciones del pasado que se hacen desde fuera de la comunidad académica (aunque esto no siempre sucede así) y que rechazan la aplicación de métodos y análisis científicos generalmente aceptados.  Estas interpretaciones pseudocientíficas emplean los datos históricos y arqueológicos de forma descontextualizada, en ocasiones falsifican pruebas, utilizan citas parciales de textos ampliamente reconocidos para darles un sentido erróneo, y todo ello con la finalidad de construir teorías sobre el pasado que difieren radicalmente de las aceptadas.

En términos generales podemos decir que existe la arqueología porque hay un vivo interés en la sociedad por conocer nuestro pasado.  La gente estudia historia, lee libros sobre el tema (incluso las novelas históricas han incrementado enormemente sus ventas), visita los museos y los monumentos etc.  Del mismo modo, también es incuestionable que existe un gran interés por la pseudoarqueología (que goza de una amplísima difusión en medios de comunicación, series de televisión etc.) y ello se debe a que quienes la practican afirman emplear el método científico aunque al mismo tiempo sus argumentos se sitúan fuera de la ciencia.  No podemos dejar de recordar que la arqueología es una ciencia, sujeta por tanto a unos principios científicos fundamentados como veremos más adelante.

Habitualmente se ha asociado la pseudoarqueología con la afirmación de la existencia de civilizaciones extraterrestres, la Atlántida, la construcción de grandes monumentos como las pirámides de Egipto o Mesoamérica con ayuda de seres superiores etc., aunque también la pseudoarqueología impulsada por el nacionalismo y practicada bajo el disfraz de la arqueología académica es una práctica muy real y, de hecho, es indiscutiblemente más peligrosa para la disciplina que la charlatanería propia de muchos escritores de éxito. Reconozcamos que la propia arqueología académica es una fuente potencial de fraude, como ya sucedió en el pasado con los trágicos ejemplos de la Alemania Nazi.

Por este motivo es importante destacar que la pseudoarqueología, también llamada arqueología “alternativa” por algunos de sus defensores, no se trata de un campo de estudio seguido por gente corriente que tiene un sano interés en conocer su pasado —la llamada arqueología popular—. Mezclados en la panoplia de las arqueologías «alternativas» encontramos una serie de afirmaciones que son irracionales y contrarias a la ciencia, o, lo que es peor, nacionalistas, racistas y radicalmente falsas.

Garrett G. Fagan, profesor de historia antigua en la Universidad de Penn State, y Kenneth L. Feder, profesor de arqueología en Central Connecticut State University, han dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzo a desenmascarar el fraude.  Reconocen que su trabajo es difícil porque los libros del género se presentan con el mismo formato que los ensayos académicos, con cuadros, diagramas, notas, apéndices, bibliografías e, incluso, llegan a sostener que utilizan argumentos racionales basados en pruebas.  Se escriben, publicitan, y venden como libros que exponen nuestro pasado real, y se pueden encontrar habitualmente en la sección de arqueología de las librerías.  Es difícil por tanto para una persona poco versada en la historia o arqueología ser capaz de detectar la desinformación.  Sentencian: no se puede justificar la arqueología “alternativa” frente a la arqueología racional, como tampoco se puede justificar el “diseño inteligente” frente la biología evolutiva.

El método de investigación en la arqueología

El objeto de investigación de la arqueología es la sociedad como totalidad histórica concreta, y se rige por regularidades y leyes generales que adquieren particularidades en cada periodo histórico.  Por tanto, la arqueología es una disciplina de las ciencias sociales y su objeto de investigación no es diferente del de la historia, la sociología, la economía o la antropología.  Sin embargo, no es una “rama” de la antropología ni una “ciencia auxiliar” de la historia.

A pesar de ser cierto que las ciencias históricas no pueden emplear el método de experimentación reproducible habitual en las ciencias naturales, el método de investigación estándar en historia y arqueología tiene su fundamento en el procedimiento de proposición de hipótesis mediante ensayo y error, hipótesis que son contrastadas con los datos, sometidas a escrutinio y reconsideración por los especialistas.  Los arqueólogos racionales reconocen que en ocasiones las hipótesis se fundamentan en un conocimiento imperfecto e incompleto del pasado por lo que deben estar preparados para cambiar sus puntos de vista cuando aparecen nuevos datos.  Este último rasgo es algo que los pseudoarqueólogos son incapaces de hacer.

Hay muchas versiones del pasado que son debatidas hasta la saciedad en libros y publicaciones especializadas, y los arqueólogos discuten las diferentes proposiciones sobre los objetos desenterrados, los métodos empleados, las interpretaciones y, de hecho, sobre prácticamente cualquier aspecto de la disciplina.  Lo que subyace a esta forma de proceder es una adhesión al método universal del discurso racional, un respeto por los métodos probados y acreditados que han demostrado su utilidad (y que están sometidos constantemente a mejoras).  Al contrario de lo que afirman los defensores de la pseudoarqueología, la adhesión a los procedimientos de la investigación racional no constituye un dogma o doctrina inmutable.  Al contrario, son la guía básica para alcanzar resultados verificables.  La capacidad para rechazar explicaciones previas una vez se han descubrimiento nuevos datos, así como la constante renovación que supone aplicar nuevos procedimientos metodológicos es el sello del método científico y uno de los medios de distinguir la investigación racional de la religión, la fantasía o la superstición.

Mi intención en este tema

Es curioso que muchas de las afirmaciones de los pseudoarqueólogos se refieran sobre todo a nuestros antepasados de Egipto y Mesoamérica, lo que da muestra de que el racismo es a menudo un factor de motivación (además del más común de todos: el dinero), en el sentido de que dan a entender que personas que no son caucásicos, o extraterrestres, no podrían contar con los medios o la inteligencia necesaria para construir esas estructuras monumentales.  Es una postura intolerable.

Numerosos científicos, periodistas y divulgadores dedican una parte importante de su tiempo a escribir artículos, libros y blogs denunciando las prácticas de quienes pretenden aprovecharse del desconocimiento y la credulidad de la gente para obtener un beneficio.  En la blogosfera son conocidos los nombres de J. M. Mulet con su blog Los productos naturales ¡vaya timo!, Luis Alfonso Gámez con Magonia, José Manuel López Nicolás con Scientia, César Tomé López con Experientia docet, la ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y tantos otros.

Estos grandes divulgadores me han hecho ver lo necesario que es intentar hacer entender a ese público ávido de conocer nuestro pasado que algunas de las afirmaciones de escritores de éxito (no los llamo arqueólogos o historiadores a propósito) son completamente falsas y dan una imagen de nuestros antepasados totalmente errónea. Por este motivo, como ya anuncié cuando me marché de vacaciones, voy a abrir una nueva página temática donde escribiré analizando de forma crítica y concienzuda las obras de algunos autores que se definen a sí mismos como estudiosos de la historia y nuestro pasado.

Espero que sea, como siempre, de vuestro interés.

P.S.  Como habrán comprobado, el logo que abre esta entrada contiene la palabra «heterodoxia».  He escogido este término a propósito pensando en la tercera acepción del adjetivo «heterodoxo» que incluye el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: disconforme con doctrinas o prácticas generalmente admitidas.

En este tipo de debates es fácil caer en el insulto y las agresividad verbal (o escrita).  Por ello, y para demostrar que no abordo la tarea con una idea preconcebida, no juzgaré ninguna de las obras que vamos a analizar hasta haber terminado su lectura y expuesto sus argumentos, contrastándolos con el resto de datos disponibles para comprobar su validez.  Entonces, y sólo entonces, ustedes mismos podrán hacer la valoración.

Referencias

Bate, L. F. (1998), El proceso de investigación en arqueología. Barcelona: Crítica, 275 p.

Brothwell, D. y  Higgs, E. (1980), Ciencia en arqueología. Madrid: Fondo de Cultura Económica España, 768 p.

Fagan, G. G., & Feder, K. L. (2006). Crusading against straw men: an alternative view of alternative archaeologies: response to Holtorf (2005) World Archaeology, 38 (4), 718-729 DOI: 10.1080/00438240600963528

Feder, K. L. (1984). Irrationality and popular archaeology American Antiquity, 49 (3), 525-541 DOI: 10.2307/280358

Holtorf, C. (2005). Beyond crusades: how (not) to engage with alternative archaeologies World Archaeology, 37 (4), 544-551 DOI: 10.1080/00438240500395813

Michlovic, M. G. (1990). Folk archaeology in anthropological perspective Current Anthropology, 31 (1), 103-107 DOI: 10.1086/203813

 

Publicado por José Luis Moreno en HETERODOXIA, HISTORIA, 4 comentarios