Leakey

Reseña: Disclosing the past. An autobiography

Reseña: Disclosing the past. An autobiography

     Última actualizacón: 16 mayo 2020 a las 16:53

Ficha Técnica

Título: Disclosing the past. An autobiography
Autor: Mary Leakey
Edita: Weidenfeld & Nicolson, 1984
Encuadernación: Tapa dura.
Número de páginas: 224 p.
ISBN: 0297785451

Reseña del editor

La reconocida arqueóloga ofrece una mirada incisiva y detallada de su notable familia y analiza su trabajo con su marido en África Oriental, así como sus descubrimientos, que alteraron para siempre el curso de la antropología moderna.

Reseña

Lo primero que debemos señalar en honor a la verdad es que no estamos ante una verdadera «autobiografía». Mary Leakey, siempre reacia a hablar de su vida privada, necesitó de la ayuda de un escritor profesional para dar forma al texto que ahora tenemos entre manos. En cualquier caso, este dato no desmerece el contenido ni la importancia de contar con un libro gracias al que podemos conocer de primera mano las inquietudes y vivencias de quien ha sido una de las arqueólogas más importantes del siglo XX.

Lo segundo, pese a que a estas alturas no debiera ser necesario, es apuntar que Mary Leakey no fue solo «la mujer de Louis Leakey». Aún hay textos en los que se deja entrever que ese dato es todo lo que tenemos que saber. En realidad, la valía profesional e intelectual, así como los logros científicos de Mary Leakey superaron en muchos aspectos a los de su marido.

Mary divide su biografía en tres fases: desde la niñez hasta que conoce a Louis Leakey; sus años con él que terminan con al morir en 1972 y, por último, el periodo «post-Louis», donde destacan sus hallazgos en Laetoli.

Sin embargo, ella reconoce que todo comenzó en el verano de 1935 cuando, con apenas 22 años, visitó por primera vez África Oriental. Tras conducir por la ladera rocosa del cráter del Ngorongoro en Tanzania, se encontró frente a una vista que dejó una huella indeleble en su espíritu y marcó su futuro. Esa vista era la de la vasta llanura del Serengeti, «que se extendía hasta el horizonte como el mar… siempre igual, pero siempre diferente».

Según sus palabras, ese fue el momento en que África se apoderó de ella. A pesar de que vivió y viajó por diferentes lugares del mundo, los barrancos, los cauces de los arroyos, los acantilados y las laderas de ese paisaje africano iban a constituir su hogar durante casi medio siglo. Fue allí donde se vio involucrada en algunos de los hallazgos más importantes y dramáticos que han rodeado al mundo de la arqueología prehistórica y el estudio de la evolución humana.

Mary Nicol nació en Londres en 1913, hija única de Cecilia Frere y Erskine Nicol, un pintor de éxito de quien heredó no solo el amor al aire libre y la curiosidad por la vida de nuestros antepasados, sino un destacado talento para el dibujo. Era descendiente de John Frere, un anticuario (como se los conocía entonces) que encontró diversas herramientas de piedra y que en 1797 argumentó que fueron hechas por quienes aún no conocían el metal -una idea considerada por aquel entonces casi una herejía-.

Mary nos cuenta que tuvo una infancia alegre, dividida entre Londres y Europa, a donde su padre viajaba cada año para pintar. También nos explica que hacía sufrir terriblemente a las jóvenes institutrices que sus padres contrataban para darle una educación formal. En el suroeste de Francia comenzó su interés por la arqueología, participando en excavaciones arqueológicas y recogiendo herramientas de piedra con su padre. Por supuesto, también visitó las famosas pinturas rupestres de esa región. Tras la muerte de su padre, su madre y ella se vieron obligadas a regresar a Inglaterra, en ese momento sus intereses cambiaron hacia la historia y arqueologías británicas. Al final de su adolescencia ya conocía a muchos de los principales arqueólogos de la época y tenía perfectamente claro a qué quería dedicarse el resto de su vida. Sus visitas a Stonehenge y Avebury no hicieron sino reforzar ese interés.

Su sobresaliente capacidad para dibujar herramientas de piedra le llevó a reunirse con Louis Leakey, que buscaba un ilustrador para uno de sus libros, dando así comienzo la segunda fase de su vida.

En 1935 visitó Kenia y Tanzania con él, y en 1936 se casaron y se mudaron al este de África. Aquí profundizamos en los primeros años de sus trabajos en la garganta de Olduvai; los sempiternos problemas de financiación que obligan a Louis a centrarse en el objetivo de conseguir patrocinadores; el nacimiento de cuatro hijos (la pequeña Deborah murió a los tres meses de disentería) y el descubrimiento de Zinjanthropus boisei.

La muerte de Louis obligó a Mary a ocupar el centro del «escenario». Además de dirigir sus proyectos de investigación, tuvo que asumir los papeles de recaudadora de fondos, organizadora, publicista y conferenciante (roles que Louis había desempeñado siempre con enorme energía y entusiasmo). Para ella supuso un enorme desafío ya que se desenvolvía con más soltura en un yacimiento que en un salón repleto de público. Sin embargo, superado el rechazo inicial, lo aceptó con determinación y pronto destacó en la escena internacional, siendo reclamada como conferenciante en todo el mundo.

No vamos a encontrar en este libro referencias a la bochornosa conducta de Louis Leakey, tanto en lo personal como en lo profesional. Mary se limita a decir que llegó un momento en sus vidas en que ella había perdido el respeto por su marido, aunque refiriéndose más a su capacidad intelectual que a sus relaciones extramatrimoniales (la insistencia de Louis en defender el yacimiento californiano de Calico tuvo un papel determinante). Estuvieron bastante tiempo haciendo vidas separadas antes de su fallecimiento en 1972.

Estamos, en definitiva, ante un texto imprescindible para todo amante de la arqueología y la historia de la ciencia.

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Reseña: Ancestral passions

Reseña: Ancestral passions

Ficha Técnica

Título: Ancestral passions. The Leakey family and the quest for humankind’s beginnings
Autor: Virginia Morell
Edita: Simon & Schuster, 1995
Encuadernación: Tapa dura.
Número de páginas: 638 p.
ISBN: 0684801922

Reseña del editor

Esta es una biografía de la primera familia de la antropología: Louis, Mary y Richard Leakey, cuyos descubrimientos han sentado las bases de gran parte de nuestro conocimiento acerca de los orígenes del hombre. Los Leakey han dominado esta ciencia. No solo cada uno de ellos hizo descubrimientos fósiles clave, sino que Louis (quien defendió que el hombre no se había originado en el continente euroasiático hace decenas de miles de años, sino que era más probable que hubiera evolucionado en África hace millones de años) ayudó a establecer las bases teóricas para la ciencia de la paleoantropología.

Esta biografía explora los hallazgos significativos de los Leakey, que ponen al descubierto nuestra ascendencia y articulan nuestra relación con los otros primates, especialmente los primeros homínidos. También nos muestra la rivalidad y los celos dentro de la familia; así como con otros científicos.

Reseña

Han pasado varias décadas desde la publicación del libro que ahora reseño, pero su interés reside en la enorme cantidad de información que atesora sobre la vida de quienes han sido referentes en el campo de la arqueología y la paleoantropología. Estamos ante, en mi opinión, las biografías más completas de Louis, Mary y Richard Leakey, y el texto constituye, por tanto, una obra esencial para todo aquel que tenga interés en el estudio de la evolución humana. Quizás me repita demasiado, pero creo que este tipo de libros –que te llevan tras las bambalinas– permiten comprender mejor lo que luego leemos en los artículos científicos. Las historias personales de quienes se han convertido en personajes públicos, el conocer sus bondades pero también sus debilidades, rencillas y obsesiones, nos permiten tener una visión más completa de su ciencia.

Hemos de saber que se trata de una biografía «no autorizada». Aunque numerosos miembros de la familia cooperaron con la autora del libro, no ejercieron ningún control sobre lo que ésta debía escribir y nunca le pidieron leer el manuscrito antes de su publicación. Virginia Morell ha interpretado la información que ha ido recopilando, y realizado sus juicios de valor, siguiendo únicamente su propio criterio (al menos así lo afirma ella misma). Para obtener información de primera mano, la extensa familia Leakey no sólo facilitó a la autora cartas no publicadas, diarios y fotografías, sino que mantuvieron largas conversaciones con ella sin negarse en ningún momento a tratar hasta los temas más espinosos (y hay muchos).

De hecho, la autora participó en las campañas de excavación de 1984 y 1987 en la orilla occidental del lago Turkana (West Turkana) dirigidas por Richard Leakey, y éste le dio acceso ilimitado a los archivos familiares que se conservaban en los Museos Nacionales de Kenia.

Del mismo modo, Mary Leakey le entregó sus cartas personales –la autora y su marido se hospedaron en su casa de Olduvai–; Jonathan y Philip también contestaron a sus preguntas, y Frida, la primera mujer de Louis Leakey, compartió sus recuerdos que fueron de gran ayuda para completar los primeros capítulos del libro.

Es importante señalar –y es algo relevante a la vista de los acontecimientos– que ni Donald Johanson, Tim White ni Vanne Goodall (madre de Jane Goodall) quisieron conceder entrevistas a la autora para ofrecer sus puntos de vista acerca de distintos aspectos de la vida de los Leakey.

El texto, pese a su extensión, está escrito en un lenguaje bastante accesible para alguien con conocimientos medios de inglés. No me voy a detener en demasiados detalles para no estropear la lectura a quien quiera adentrarse en la vida de los Leakey, pero no quería dejar pasar un par de anécdotas de Louis Leakey.

Gracias al texto he sabido que en las navidades de 1915 un primo de Louis le regaló el libro «Days before history» (que he reseñado en un vídeo), una historia de aventuras acerca de los hombres de la Edad de Piedra en Reino Unido y que narraba las hazañas de un joven llamado Tig. Julia, la hermana de Louis, comentó que «vivía en ese libro», «que se había convertido en su Biblia». Tras su lectura, éste comenzó a coleccionar las piedras que encontraba cerca de su casa buscando vestigios de herramientas del pasado.

Y fue una tarea que no se tomó como un mero pasatiempo. Para asegurarse de que sus hallazgos eran verdaderas herramientas de piedra prehistóricas, enseñó su colección a Arthur Loveridge, primer conservador del Museo de Historia Natural de Nairobi. Louis consideraba un héroe a este joven zoólogo que conocía los nombres latinos de todos los pájaros, animales y flores que encontraba a su paso. Gracias a los viajes de exploración y recolección de especímenes que Loveridge realizaba por la región llegó a Kabete donde vivían los Leakey, y donde pasó largas temporadas. De él aprendió Louis a clasificar los pájaros y a preparar especímenes para las colecciones del museo.

Pues bien, Louis le enseñó sus rocas y Loveridge, en vez de reírse de él como temía, las examinó con calma y le aseguró que algunas eran verdaderas herramientas prehistóricas, sobre todo las fabricadas con obsidiana. Gracias a los ánimos que recibió, Louis redobló sus esfuerzos con gran entusiasmo. De los escasos libros acerca de la prehistoria que Loveridge le prestó, Louis dedujo que se sabía muy poco acerca de esos hombres de la Edad de Piedra, y que nada se sabía de quienes habían vivido concretamente en el este de África, así que decidió rellenar ese vacío. Acaba de cumplir 13 años.

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¿Se aclara el origen del género Homo? Los restos de Ledi-Geraru

¿Se aclara el origen del género Homo? Los restos de Ledi-Geraru

     Última actualizacón: 11 marzo 2018 a las 17:28

Durante décadas, los paleoantropólogos han querido encontrar fósiles que sirvieran para aclarar el origen del género Homo, nuestro linaje, pero hasta ahora los especímenes recuperados en el intervalo de tiempo crítico entre hace 3 y 2,5 millones de años (Ma), cuando se estima que surgió, han sido escasos y aparecen mal conservados. Hoy analizamos la publicación el pasado 4 de marzo de tres trabajos que pueden dar un vuelco a nuestro conocimiento de este periodo clave.

En el primero de ellos 1 se hace una revisión de un conocido fósil asignado a Homo habilis. Se trata de una reconstrucción en 3D del cráneo y la mandíbula hallados en la Garganta de Olduvai en los años 60 del siglo pasado. Los autores han llegado a la conclusión de que esta especie es más antigua de lo que se creía y pudo aparecer hace 2,3 Ma en lugar de los 1,8 Ma estimados hasta ahora.

Los otros dos artículos, publicados en la revista Science, van más allá. El primero 2 describe una nueva mandíbula de una especie sin catalogar pero que se atribuye al género Homo. El segundo 3 analiza el contexto geológico en el que se descubrió esa mandíbula. La datación precisa de ese sustrato permite adelantar la aparición de este género a los 2,8 Ma. Nos encontraríamos por tanto ante el humano más antiguo conocido hasta la fecha.

Historia

Entre 1960 y 1964, el equipo formado por el matrimonio Leakey y sus colaboradores encontraron en la Garganta de Olduvai un conjunto de restos fósiles cuya interpretación generó una gran controversia desde el primer momento. Uno de ellos, OH 7 (Olduvai hominid nº 7, apodado Jonny´s child) 4 correspondía a una mandíbula inferior, un hueso parietal fragmentado y varios huesos de la mano. Junto a otros especímenes localizados en la zona, se pensó que por la edad y por su morfología apuntaban hacia un tipo de australopitecino. Sin embargo, en 1964, Leakey, Tobías y Napier propusieron incluir todos esos restos en el género Homo, dentro de una nueva especie: Homo habilis 5. Conocido como el hombre hábil (habilis significa en latín “capaz, habilidoso, mentalmente desarrollado, vigoroso”) se consideró la especie más antigua de nuestro género al ser datada en el rango de 1,9 y 1,6 Ma.

OH 7.

Como hemos apuntado, esta adscripción provocó un intenso debate (que continúa hoy en día) donde todos los rasgos morfológicos han sido criticados con severidad: algunos discuten que este material sea lo suficientemente diferente a Australopithecus africanus como para merecer el reconocimiento de una nueva especie, mientras que otros sostienen que son indistinguibles de Homo erectus. De esta forma, los especímenes de Homo habilis han sido reclasificados como pertenecientes tanto a Australopithecus como a Homo erectus, por lo que la pregunta sería: ¿cómo es posible que los especialistas incluyan unos mismos fósiles en dos géneros tan diferentes? La respuesta tiene que ver con la morfología. Estos restos presentan una morfología intermedia, cuya adscripción a una u otra categoría depende de si se hace hincapié en las semejanzas o en las diferencias.

Además de la morfología y su adscripción taxonómica, para que Homo habilis ocupe la situación de especie fundadora del género humano hay que resolver el problema de la cronología, porque sus restos fósiles son virtualmente contemporáneos a los de Homo erectus, una especie más moderna, más “evolucionada”, es decir, morfológicamente más próxima a nuestra especie. Debemos tener presente que entre Homo habilis y los últimos australopitecos como Lucy (que también vivieron en Etiopía) medió casi un millón de años del que no conservamos restos.

Y en este enorme vacío es donde entra en escena la nueva mandíbula descubierta: los autores sostienen que este nuevo fósil representa un hominino justo de ese periodo y en plena metamorfosis.

Reconstrucción del espécimen OH 7

Como ya hemos apuntado, los restos recuperados adscritos a Homo habilis eran fragmentarios y estaban muy deformados, complicando enormemente la tarea de compararlos con otros fósiles. Ahora, un grupo de investigadores de Alemania, Tanzania y Reino Unido ha logrado reconstruir digitalmente los fragmentos del cráneo y la mandíbula de este fósil, y así han podido compararlos con otros fósiles tempranos del género Homo.

Reconstrucción cráneo OH 7.

La mandíbula reconstruida es muy primitiva, con una arcada dental larga y estrecha más similar a Australopithecus afarensis (la famosa Lucy) y a otros simios actuales que a las arcadas parabólicas de Homo sapiens u Homo erectus. Además, esta forma de la mandíbula tampoco es compatible con otros fósiles previamente asignados a Homo habilis como el maxilar AL 666-1.

La morfología de este último se separa claramente de los australopitecinos, aunque clasificarlo dentro de una especie concreta de Homo es más complejo porque los rasgos que presenta son derivados pero compartidos por todo el género. La conclusión es que AL 666-1 presenta rasgos más modernos que OH 7 aunque con una antigüedad mucho mayor: 500.000 años. Por este motivo, los investigadores sostienen ahora que la mandíbula OH 7 debe tener una antigüedad como mínimo de 2,3 Ma, y que el linaje de Homo habilis se originó antes de lo pensado hasta ahora. De esta forma se llenaría el hueco que existía entre los restos disponibles de los primeros Homo y el momento de la supuesta aparición del género.

Restos hallados en Ledi Geraru.

Por otro lado, la reconstrucción de los huesos parietales de OH 7 confirma que el cráneo no es tan primitivo, y ha permitido establecer mejor su volumen endocraneal: entre 729 y 824 cc. Este valor es mayor que cualquier otro publicado anteriormente para estos restos, y hace hincapié en la coincidencia casi completa en el tamaño del encéfalo entre las especies de los primeros Homo.

Un nuevo fósil: LD 350-1

El estudio del nuevo fósil ha sido publicado en la revista Science 2 y describe parte de una mandíbula, identificada como LD 350-1, hallada gracias al proyecto de investigación Ledi-Geraru en la Región de Afar (Etiopía). Debido a su fragmentación y al pobre estado de conservación, los investigadores han decidido ser conservadores y catalogar el fósil dentro del género Homo, especie indeterminada.

LD 350.

Nos encontramos con la parte izquierda de una mandíbula inferior que conserva cinco dientes. El análisis morfológico indica que el fósil combina rasgos primitivos de los australopitecinos con características más modernas del género Homo. Por un lado, posee unos dientes pequeños, molares estrechos y premolares simétricos como en los Homo posteriores; mientras que el retroceso de la barbilla (un rasgo primitivo) relaciona este espécimen con un antepasado parecido a Lucy.

La datación de los restos se analiza en otro estudio publicado de forma simultánea 3. La datación de LD 350-1 y la fauna asociada se ha realizado triangulando varios métodos: la datación radiométrica de cenizas volcánicas mediante el método argón – argón (40Ar/39Ar), geoquímica, paleomagnetismo y fauna. Sin embargo hay un dato que llama la atención y debe hacernos ser cautos: la mandíbula se encontró en la superficie, y aunque los investigadores dicen que el desplazamiento de las rocas datadas de forma fiable ha sido mínimo (la mandíbula y este fragmento de roca estaban situados diez metros por encima de otro nivel de origen volcánico datado en 2,84 Ma), quedan ciertas dudas de la antigüedad que se le atribuye.

Aún así, el análisis de los resultados ha permitido concluir que nuestro espécimen vivió en un hábitat abierto o mezcla de praderas mixtas y matorrales con bosques de galería al borde de ríos o humedales (podemos imaginarlo similar al actual Serengeti o Masai Mara). Allí podíamos encontrar antílopes prehistóricos, hipopótamos, elefantes primitivos, cocodrilos y peces que han permitido datar el conjunto entre los 2,5 y 2,8 Ma.

Conclusiones

El debate acerca de la especie Homo habilis viene de antiguo. En Olduvai se han  encontrado varios fósiles (OH 13, OH 24, OH 7 y OH 16 entre otros) que pueden dividirse en dos grupos en atención a sus diferencias morfológicas, lo que ha llevado a que algunos paleoantropólogos planteen la presencia de dos especies distintas: los ejemplares más grandes serían considerados verdaderos Homo habilis, mientras que los demás, de menor tamaño y capacidad craneal, podrían agruparse dentro de unos australopitecinos contemporáneos de Homo habilis y quizás hasta de Homo erectus. En contra de este planteamiento se argumenta que nos encontramos ante una misma especie pero que presenta una gran variabilidad con dimorfismos sexuales (diferencia de tamaño en función del sexo) y variaciones geográficas importantes (adaptación a cada ambiente en particular).

El nuevo hallazgo de Ledi-Geraru, datado en 2,8 Ma y por tanto cerca del pretendido origen del género Homo, ayudaría a reducir la brecha evolutiva entre Australopithecus y Homo al proporcionar pistas acerca de los cambios que se produjeron en la mandíbula y los dientes sólo 200.000 años después de la última aparición conocida de Australopithecus afarensis en el cercano yacimiento etíope de Hadar. Sin embargo, debemos ser cautos ya que LD 350-1 no deja de ser una mandíbula que presenta rasgos primitivos y ha sido datada en un momento muy lejano del siguiente fósil claramente humano (AL 666-1). Podríamos estar frente a los restos de un australopitecino.

En definitiva, es fácil sostener que el paisaje de creciente aridez descrito en el estudio fue clave para que los australopitecos que vivían en los árboles cambiasen de ambiente y de dieta. Sus grandes dientes, útiles para masticar hojas y frutos, se habrían vuelto más pequeños —y por tanto, más parecidos a los humanos— y su cerebro habría aumentado de tamaño.

En cualquier caso, es preciso contar con un mayor número de fósiles de este periodo para determinar si estos cambios ambientales vinieron acompañados o no de una expansión neurocraneal, de la innovación tecnológica, o de cambios en otros sistemas anatómicos y conductuales, rasgos todos ellos definidores de la pauta adaptativa del género Homo.

Para terminar, les dejo con la noticia del hallazgo:

Referencias

Spoor F, Gunz P, Neubauer S, Stelzer S, Scott N, Kwekason A, & Dean MC (2015). Reconstructed Homo habilis type OH 7 suggests deep-rooted species diversity in early Homo. Nature, 519 (7541), 83-6 PMID: 25739632
Villmoare B, Kimbel WH, Seyoum C, Campisano CJ, DiMaggio E, Rowan J, Braun DR, Arrowsmith JR, & Reed KE (2015). Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia. Science (New York, N.Y.) PMID: 25739410
DiMaggio EN, Campisano CJ, Rowan J, Dupont-Nivet G, Deino AL, Bibi F, Lewis ME, Souron A, Werdelin L, Reed KE, & Arrowsmith JR (2015). Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia. Science (New York, N.Y.) PMID: 25739409

Notas

  1. Spoor, F., et al. (2015), «Reconstructed Homo habilis type OH 7 suggests deep-rooted species diversity in early Homo». Nature, vol. 519, núm. 7541, p. 83-86.
  2. Villmoare, B., et al. (2015), «Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  3. DiMaggio, E. N., et al. (2015), «Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  4. Leakey, L. S. B. (1961), «The juvenile mandible from Olduvai». Nature, vol. 191, núm. 4786, p. 417-418.
  5. Leakey, L. S. B.; Tobias, P. V. y  Napier, J. R. (1964), «A new species of the genus Homo from Olduvai gorge». Nature, vol. 202, núm. 4927, p. 7-9.
  6. Villmoare, B., et al. (2015), «Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  7. DiMaggio, E. N., et al. (2015), «Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
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