Johannes Kepler

Johannes Kepler.  Pasado y futuro de la astronomía.

Johannes Kepler. Pasado y futuro de la astronomía.

     Última actualizacón: 24 septiembre 2017 a las 12:45

Ayer me despertaba con la noticia de que el telescopio espacial Kepler puede tener los días contados para continuar con su importantísima misión: encontrar planetas terrestres (es decir, aquellos que tienen entre la mitad y dos veces el tamaño de la Tierra), especialmente aquellos que se encuentren en la zona habitable de su estrella donde pueda haber agua líquida y, quizás, vida.  Os invito a todos a leer la magnífica (como siempre) entrada del blog Eureka sobre los recientes informes acerca de los progresos de esta misión.

Hace tiempo que rondaba por mi cabeza la idea de escribir sobre ello, pero la inauguración de la XXXVIII edición del Carnaval de física y de la III edición del Carnaval de Humanidades me han llevado por otro camino.  He preferido remontarme al pasado y recordar la vida de uno de los más importantes astrónomos de la historia.

Johannes Kepler nació el 21 de diciembre de 1571 en el seno de una familia de religión protestante luterana radicada en la ciudad de Weil der Stadt, en Würtemberg (actual Alemania).  Sus dos abuelos gozaban de una buena posición social; tanto Sebald Kepler, un artesano reconocido, como Melchior Guldenmann, que regentaba una hospedería, habían sido alcaldes de sus respectivas ciudades, aunque la familia se encontraba en decadencia.  Su padre, Heinrich, era oficial de bajo rango en el ejército del duque de Würtemberg y tanto él como su madre, Catherine, fueron descritos por un Kepler ya adulto en términos poco favorecedores.

Nació prematuramente a los siete meses y quizás por esta circunstancia no gozó de buena salud.  Tanto es así que a la temprana edad de tres años contrae la viruela (las secuelas de esta enfermedad le provocarán severos problemas de visión).  A pesar de todo y tener una constitución débil, damos las gracias por no haber formado parte de la dura estadística que constata que en el siglo XVI cerca del 20% de los niños morían durante el primer año de vida y casi la mitad no llegaba a los diez años.  En definitiva, su infancia se caracterizó, además de por su debilidad física, por la ausencia de su padres ya que Heinrich marchó en 1576 a combatir en los Países Bajos y su esposa se fue con él.  Ambos decidieron que el pequeño Johannes quedara al cuidado de su abuelo materno en Leonberg.

La participación de Heinrich en los combates no duró demasiado ―según se mire― y al año siguiente pudo regresar a casa pero, por diversos problemas que no han quedado demasiado claros, se vio obligado a vender todas sus posesiones (Kepler afirmó más tarde que su padre era un pendenciero impenitente).  Este revés motivó que toda la familia se estableciera en Leonberg donde se hicieron cargo de la hospedería del abuelo Melchior para poder ganarse la vida.

Para comprender en sus justos términos la mala relación que mantuvo Kepler con sus padres, decir que en una carta a un amigo reconoció que uno de los pocos momentos agradables que pasó junto a su madre y del que guardaba un buen recuerdo fue cuando, en 1577, ésta le animó a observar el cometa que cruzó los cielos.

Ese mismo año Kepler comienza su educación reglada al acceder a la escuela latina de la ciudad.

Debemos tener presente que el acceso a la enseñanza era una actividad voluntaria y muy cara.  Por este motivo la familia constituía una importante instancia educativa al asumir los padres, como parte de sus obligaciones, la formación de sus hijos.  Sin embargo, como es fácil imaginar, la situación variaba en función del estatus social: los miembros más acaudalados podían escoger el futuro de su progenie, mientras que los campesinos lo que necesitaban era ayuda en las labores agrícolas.

Por otro lado, la educación en Alemania, como en otros muchos lugares de Europa, se encontraba bajo el control de las instituciones eclesiásticas ―ya fueran católicas romanas o protestantes― al tiempo que cada gobernante usaba el sistema educativo como un medio para consolidar la lealtad de sus súbditos.  Recordemos que la Europa del siglo XVI se vio sacudida por la fuerte tensión religiosa provocada por la Reforma de Martín Lutero (y que arraigó profundamente en gran parte de Alemania).  Lutero consideraba las clases obligatorias y la creación de escuelas como un complemento esencial para la formación religiosa, y dado que la implantación de esta enseñanza universal fue lenta (en la época en que vivió Kepler sólo la mitad de las parroquias tenían una escuela), se idearon otros medios para fomentar al acceso a la educación, como el establecer un sistema de becas para los pobres.  De esta forma se esperaba que los jóvenes que se graduasen se convirtieran en maestros, religiosos o funcionarios del Estado.

Centroeuropa en el siglo XVI. Geacron.com.

Desde que empezó a estudiar, la idea de Kepler era acceder a la carrera eclesiástica y aunque terminó su primer ciclo de tres años en 1583 (el retraso estuvo motivado por tener que trabajar en el negocio de su padre), al año siguiente entra en el seminario protestante de Adelberg, y dos años más tarde, en la escuela monástica de Maulbronn, para completar el curso preparatorio de acceso a la universidad.  Los años de estudio en Maulbronn se caracterizan por los recurrentes problemas de salud que ya había padecido de niño, así como la pésima situación en el hogar familiar: su padre se marchó de casa tras una fuerte discusión con su madre, muriendo poco después en el extranjero.  Todas estas circunstancias no impidieron que obtuviera su diploma, por lo que en 1589 se matricula en la universidad de Tubinga para comenzar los estudios de teología.

Es en esta universidad donde conoce a quien determinará, en gran medida, su destino como científico: su profesor de matemáticas, Michael Mästlin.  Era, en privado, uno de los muchos partidarios de la teoría copernicana aunque era muy cauto a la hora de exponer sus puntos de vista por escrito, dados los conflictos religiosos que implicaba.  De hecho, en sus clases preparatorias únicamente enseñaba el sistema ptolemaico y reservaba a Copérnico para el curso superior.  Fue Mästlin quien le prestó a Kepler su copia de De revolutionibus orbium coelestium («Sobre las revoluciones de las esferas celestes») ―muy anotada por cierto― y éste rápidamente comprendió las ideas esenciales de la teoría de Copérnico.  De esta forma Kepler se convirtió en un copernicano convencido, manteniendo una relación muy estrecha con su profesor a lo largo de su vida, y a quien no vaciló en pedirle ayuda o consejo para sus trabajos.  Obtiene finalmente la Magister Artium (maestría en artes) en 1591.

Como hemos dicho, Kepler tenía intención de ingresar en la facultad de teología de la universidad de Tubinga tras su graduación, pero dado que en la escuela protestante de Graz había quedado vacante la cátedra de matemáticas, Mästlin le recomienda que acepte el puesto y, de esta forma, con 23 años abandona sus estudios y deja Tubinga para trasladarse a Austria.

Ya en Graz contrajo matrimonio con Bárbara Müller von Mühleck (hija de un rico propietario de molinos) y publicó Mysterium Cosmographicum (1596 – El misterio cosmográfico), al tiempo que obtenía otras ganancias publicando almanaques astrológicos y realizando otras predicciones de este tipo.

Mysterium Cosmographicum.

Esta obra fue la primera decididamente copernicana tras De revolutionibus y le granjeó una fama internacional.  En ella exponía los argumentos geométricos que justificaban que la existencia de seis planetas, así como las distancias entre sus esferas en el sistema copernicano.  Partiendo de los argumentos de la armonía celeste expuestos por Platón en su Timeo, los modificó y empleó los cinco cuerpos regulares, los sólidos platónicos (tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro), situando a cada uno de los planetas entre dos esferas, rodeado por la exterior y rodeando a la interior, de manera que las distancias resultantes entre las esferas coincidían bastante bien con las distancias relativas obtenidas en las mediciones (salvo la órbita de Mercurio):

La Tierra es el patrón de todas las otras esferas.  Circunscribamos un dodecaedro en ella, y la esfera que lo rodea será la de Marte; circunscribamos un tetraedro en la esfera de Marte y la esfera que lo rodea será la de Júpiter, circunscribamos un cubo en la esfera de Júpiter, la esfera que lo rodea será la de Saturno.  Coloquemos ahora un icosaedro dentro de la esfera de la Tierra y entonces su esfera inscrita será la de Venus; coloquemos un octaedro dentro de la esfera de Venus y la esfera en que se inscribe será la de Mercurio.

Siendo un hombre de gran vocación religiosa, Kepler veía en su modelo cosmológico una celebración de la existencia, sabiduría y elegancia de Dios.  Así, escribió en una carta a Mästlin:

yo deseaba ser teólogo, pero ahora me doy cuenta a través de mi esfuerzo de que Dios puede ser celebrado también por la astronomía

Cuando publicó el libro, Kepler envió un ejemplar a varios de los astrónomos más destacados de la época: Galileo rechazó el trabajo debido a su evidente carácter especulativo (tengamos en cuenta que nos movemos en la época pretelescópica de la astronomía: todas las observaciones se hacían a “simple vista”.  La primera exposición de Galileo sobre sus propias observaciones telescópicas, el Sidereus Nuncius, apareció en marzo de 1610).  En cambio, Tycho Brahe se sintió inmediatamente intrigado.  El trabajo de Kepler le pareció nuevo y excitante, y escribió una crítica detallada en apoyo del libro, aunque al final le aconsejaba que adaptara su modelo a su propio sistema más que al de Copérnico.  Es más, le recomendó que le visitara porque sus observaciones podrían ayudarle a precisar más las órbitas que describía.  Esta reacción, escribiría Kepler posteriormente, cambió el curso de toda su vida.

Astrónomo y noble danés, Tyge Ottesen Brahe demostró una capacidad y un tesón insuperables en lo tocante a la astronomía, ciencia que estudió desde su juventud con la intención de reformarla basándola en observaciones muy precisas.  Desde sus años universitarios se dedicó a construir instrumentos medidores de varios tipos.  Brahe tuvo la suerte de encontrar en el rey de Dinamarca, Federico II, un inigualable patrono dispuesto a subvencionarlo más allá de cualquier expectativa razonable: le fue otorgado como feudo la isla de Hven, en Øresund, donde construyó un observatorio ―el más grande de su época― dotado de instrumentos que él mismo había diseñado.  Lo llamó Uranienborg («el castillo de Urania» en honor de Urania, la musa de la astronomía).  Nada más terminarlo, construyó un anexo bajo tierra ―para protegerse a sí mismo y los instrumentos del duro clima― que llamó Stjerneborg.  Sin embargo, tras la muerte del rey de Dinamarca acaecida en 1588, y habiendo perdido el favor de su sucesor el rey Cristian, terminó por abandonar Dinamarca para recalar en la corte del emperador Rodolfo II, quien lo nombró Matemático Imperial.

En septiembre de 1598, el archiduque católico de Graz, que había recibido el encargo de eliminar de Austria el protestantismo, ordenó a quienes profesasen esta creencia herética que se convirtieran al catolicismo o abandonasen la ciudad (según las disposiciones adoptadas en el seno de la Contrarreforma), por lo que Kepler decidió marcharse con su familia a Hungría donde pasaría cerca de un año.  En 1599 fue llamado de nuevo para volver a ocupar su puesto de profesor en Graz, pero dado que la ciudad continuaba dividida entre católicos y protestantes, decidió optar por otra vía.

De esta forma, gracias al contacto epistolar que Kepler venía manteniendo con Brahe y tras una larga negociación, en octubre de 1600 se traslada al castillo de Benatky, próximo a Praga, para trabajar junto a él.  Kepler era un pragmático que se preocupaba, y mucho, por su situación económica, de ahí que no quisiera abandonar su puesto en Graz sin asegurarse el futuro.  Por ello, antes de aceptar la oferta de Brahe, escribió a Mästlin y otros amigos de Tubinga para que intercedieran por él con el duque de Würtemberg y obtener así la cátedra de medicina que había quedado vacante.  Cuando conoció sus planes, Brahe le presionó y ofreció una buena renta a expensas del tesoro del reino, consiguiendo que viajara a Praga.

Al principio el danés le trató como un subalterno, controlando minuciosamente sus tareas y sin darle demasiado acceso a los datos observacionales (mucho más precisos que los empleados por Copérnico).  Kepler anhelaba ser considerado como un igual y tener cierta independencia, pero el receloso Brahe quería utilizarle tan sólo para establecer su propio modelo del sistema solar, un modelo no copernicano que Kepler no soportaba (en este modelo, la Tierra reposaba en el centro del universo, el Sol y la Luna orbitaban en círculos en torno a ella, mientras que el resto de los planetas describían trayectorias circulares alrededor del Sol).  Por su parte, Brahe había hecho acopio de una gran riqueza de datos observacionales, aunque carecía de los instrumentos matemáticos para comprenderlos plenamente.

Al año siguiente, Brahe muere y Kepler lo sustituye en el puesto de matemático y consejero astrológico del emperador Rodolfo II.  El salario que recibió del emperador se vio considerablemente reducido por lo que tuvo que acudir de nuevo a las tablas astrológicas y horóscopos para obtener un sobresueldo.  No creía demasiado en ellas pero, hombre práctico, sabía que era un medio de obtener dinero.  La muerte de Brahe, que parecía ser un problema para nuestro astrónomo, se convierte en una oportunidad inmejorable: consciente de la oportunidad, Kepler se apropia de los anhelados datos de Brahe antes de que pasaran al control de sus herederos que ya habían solicitado que se les entregaran todos los documentos.  El resultado fueron las Tablas Rudolfinas, una compilación de los datos de treinta años de las observaciones de Brahe, que en su lecho de muerte le pidió que terminara y que, sin embargo, no fueron publicadas hasta 1627, porque los datos que iba descubriendo le lanzaban constantemente a direcciones muy diversas (gracias a estos valiosos datos, Kepler logró predecir los tránsitos del Sol por Mercurio y Venus aunque no vivió lo suficiente para verlos).

Tras un estudio concienzudo de las anotaciones, especialmente las relativas al movimiento retrógrado de Marte, se dio cuenta de que el movimiento de los planetas no podía ser explicado por su modelo de los poliedros perfectos y armonía de esferas.  Hombre profundamente religioso, incapaz de aceptar que Dios no hubiera dispuesto que los planetas describieran en su órbita figuras geométricas simples, se dedicó a probar con toda suerte de combinaciones de círculos.  Cuando se convenció de la imposibilidad de lograrlo con círculos, uso óvalos y, al fracasar con ellos, empleó elipses y con ellas sí dio en el clavo.

En 1609 publicó Astronomia nova («Nueva astronomía»), obra dedicada a exponer sus cálculos sobre la órbita de Marte y donde incluye dos de sus tres leyes: los planetas giran en órbitas elípticas con el Sol en uno de sus focos, y lo hacen con mayor velocidad cuanto más cerca del Sol se encuentran (la Tierra, dijo, está más cerca del Sol en enero y más lejos en julio durante su viaje por su órbita).  Su segunda ley, la ley de la igualdad de las áreas, establece una línea trazada desde el Sol a un planeta barre áreas iguales en tiempos iguales.

Primera ley de la elipse y segunda ley de las áreas.

Kepler colocó al Sol en el centro de fuerzas del sistema planetario; con su rotación impulsaba a los planetas mediante una especie de fuerza magnética, a los más cercanos más deprisa, y a los más lejanos más despacio.  Tenía dos ideas principales en mente: la noción pitagórica de una armonía matemática subyacente, y la convicción de que los cuerpos celestes eran objetos físicos cuyos movimientos estaban producidos por causas naturales.

A mediados de marzo de 1610 Kepler recibió la noticia, a través de un amigo, de que Galileo había descubierto con su telescopio cuatro nuevos planetas.  La noticia fue un golpe ya que, de ser cierta la existencia de esos nuevos planetas, su Mysterium quedaba en la cuerda floja ya que el número de seis planetas estaba fundamentado en la existencia de cinco cuerpos platónicos, de manera que un solo planeta de más arruinaría su argumento.  Antes de recibir el texto del Sidereus nuncius («El mensaje o mensajero de las estrellas») se tranquilizó pensando que Galileo había descubierto en realidad las lunas de Saturno, Júpiter, Marte y Venus.  El 8 de abril recibió el libro con el ruego de que expresara su opinión.

Cuando once días después el correo volvió a Italia llevaba la respuesta de Kepler, que en mayo sería publicada con el título Dissertatio cum Nuncio Sidereo («Conversación con el mensajero de las estrellas»).  El Sidereus Nuncius de Galileo y la Dissertatio de Kepler son dos escritos que apenas podrían expresar con mayor claridad la diferente actitud de los dos científicos.  Mientras que para Galileo las cosas sobre las que escribía no solo las había visto él primero con el telescopio que había inventado, sino que las había pensado primero; el escrito de Kepler transmitía la idea de que los descubrimientos de Galileo eran una contribución, esencial, a un vasto debate que en parte provenía de la Antigüedad (aunque no dudó en considerar los descubrimientos de Galileo dignos de crédito mucho antes de que él mismo tuviera la oportunidad de comprobarlos con un telescopio).

Frontispicio de la obra Astronomica institutio.  Se observa a Aristóteles sentado, a su izquierda vemos a Galileo Galilei y Kepler; mientras que a la derecha figuran Brahe, Copérnico y Ptolomeo.

La situación política en Europa y la enfermedad se cruzarán de nuevo en la vida de Kepler en 1611: las revueltas religiosas llegan a Praga y ponen en peligro su nueva patria de adopción;  y es el año en que fallecen su mujer y su hijo predilecto a causa de la peste.  Estos acontecimientos, unidos a la muerte del emperador Rodolfo II en 1612 (a pesar de que su sucesor Matías decidiera mantenerle en su puesto) hicieron que Kepler regresara a Linz donde obtiene un puesto de profesor de matemáticas en la Landschaftsschule.  Al año siguiente se casa con Susanne Reutinger tras estudiar diez candidatas para que, según sus palabras, pudiera cuidar de Susana, su hija de 10 años, y de Ludwig, su otro hijo de 5.  Kepler tendría seis hijos con su nueva esposa, aunque tres de ellos murieron muy pequeños.

En 1615 su madre, que había alcanzado la nada desdeñable edad de 68 años, es acusada de brujería por una mujer que afirmaba que le había intentado envenenar (apuntar que Catherine se había criado con una tía suya que también había sido acusada de brujería y fue quemada en la hoguera).  El abogado que se encargó de la defensa no lo hizo demasiado bien y fue condenada y torturada.  Sin embargo, en 1620 y tras cinco años de batalla legal, Kepler consiguió una remisión de la pena argumentando que el único problema de su madre era su lenguaje y actitud belicosa.  Su madre fue finalmente liberada en septiembre de 1621 aunque murió seis meses más tarde debido al agotamiento físico y mental a que había estado sometida.

Durante esta complicada época de su vida, apartó su atención de las Tablas Rudolfinas (que, como hemos dicho se publicaron en 1627) y empezó a trabajar en un nuevo proyecto.  Este vio la luz en 1619 bajo el título Harmonices Mundi (La armonía de los mundos) y constituye una serie de cinco libros donde extendió su teoría de la armonía a la música, la astrología, la geometría y la astronomía.  Aquí expone su tercera ley: los cuadrados de los periodos orbitales son proporcionales a los cubos de los semidiámetros orbitales.

La guerra de los treinta años que se inició en 1618 diezmó las tierras austríacas y alemanas y obligó a Kepler a abandonar Linz en 1626 tras un decreto impulsado por la Contrarreforma que obligaba a la salida de todos los protestantes.  Finalmente se estableció en la ciudad de Sagan, en Silesia, para entrar al servicio de Albrecht von Wallenstein.

Nos acercamos al final de su vida ya que en 1630 se halló de nuevo en apuros financieros y viajó a Ratisbona donde esperaba cobrar los intereses de algunos bonos que poseía.  También intentaba recuperar un dinero que se le debía por su nombramiento de Matemático Imperial así como por la publicación de las Tablas Rudolfinas.  Sin embargo, poco después de su llegada tuvo un acceso de fiebre y murió el 15 de noviembre a los 59 años de edad.

Fue un hombre enamorado del orden cósmico y la armonía estética, y todo lo que descubrió estuvo inextricablemente entrelazado con su visión de Dios.  En su epitafio, que escribió él mismo, dice:

Medí los cielos; ahora mediré las sombras de la tierra.  Mi alma era del cielo, pero la sombra de mi cuerpo reposa aquí.

Kepler construyó un modelo muy ajustado a la realidad del Sistema Solar y completado un programa científico que había dado comienzo en tiempos de los pitagóricos.  Sus leyes planetarias inspirarían unos sesenta años más tarde a Isaac Newton quien edificó la estructura teórica que proporcionó el marco de la física y la cosmología durante casi tres siglos.  En síntesis, Kepler descubrió cómo orbitan los planetas y, al conseguirlo, allanó el camino para que Newton descubriera el porqué.

Esta es la contribución de Afán por saber al XXXVIII Carnaval de la Física, organizado en esta ocasión por Eureka.

 

Este post también participa en la III Edición del Carnaval de Humanidades que organiza El Cuaderno de Calpurnia Tate.

Publicado por José Luis Moreno en CIENCIA, 7 comentarios
El mensajero de las estrellas

El mensajero de las estrellas

     Última actualizacón: 14 mayo 2018 a las 10:37

El 12 de marzo de 1610 (en unos días se cumplirá el cuadringentésimo aniversario) se publicó la que, a mi entender, es una de las obras más importantes de Galileo Galilei. Se trata del Sidereus Nuncius (“Mensajero o mensaje de las estrellas”), la plasmación escrita de las observaciones telescópicas realizadas por el científico pisano. Sin ánimo de ser exhaustivo, podemos extraer al menos dos conclusiones remarcables:

  • En primer lugar, la importancia que supone para el avance de la ciencia y, por ende, de nuestro conocimiento acerca del mundo, del desarrollo de la técnica. En este sentido, la invención del telescopio, y su “reinvención” por parte de Galileo en 1609, es un hito de enormes consecuencias, cuya relevancia alcanza nuestros días —recordemos que el año 2009 fue declarado Año Internacional de la Astronomía por Naciones Unidas—.
  • De otro lado, y algo sobre lo quiero hacer especial hincapié, es que los descubrimientos deben ser hechos públicos. La publicación del Sidereus Nuncius no sólo supuso que Galileo obtuviera un reconocimiento a nivel global, sino que, más importante aún, puso al alcance del resto de científicos sus conclusiones para su posterior comprobación y, en su caso, refutación o confirmación.

Antes de centrarme en este segundo aspecto, voy a exponer los aspectos más destacados o relevantes de la vida de Galileo Galilei, lo que nos permitirá no sólo satisfacer nuestra natural curiosidad, sino comprender la forma en que comenzaba a desarrollarse la incipiente “revolución científica”:

Galileo - Sustermans

Galileo Galilei (por Sustermans)

Galileo Galilei nació el 15 de febrero de 1564 en la ciudad de Pisa. Era hijo de Guilia Venturi, de los Ammannati de Pescia, y de Vincenzo Galilei. Vicenzo nació en Florencia en 1520 y dedicó su vida a la música como compositor, teórico, cantante y profesor, además de ser un maestro en el arte de tocar el laúd. Guilia y Vincenzo contrajeron matrimonio en 1563, trasladándose en esta fecha de Florencia a Pisa. Galileo fue el mayor de un total de seis o siete hermanos (en la actualidad se discute el número exacto de descendientes del matrimonio). Recibió sus primeros años de educación en casa, donde pasaba el tiempo libre practicando la música, la pintura y el dibujo, llegando además a ser un buen intérprete de laúd como su padre. En 1572 (a los 8 años de edad) su familia vuelve de nuevo a Florencia, quedando Galileo a cargo de Muzio Tebaldi durante dos años, hasta que en 1574 se reúne con ellos. Allí recibe clases del religioso Jacopo Borghini, y más tarde es enviado al monasterio de Santa María de Vallombrosa. En la sede monacal su estancia combinó la vida solitaria del ermitaño con la estricta vida del monje y así Galileo se convierte en novicio, con la intención de unirse a la orden.

Sin embargo, su padre dispuso que volviera a Florencia y abandonara la idea de unirse a la orden. En 1581 Vincenzo envió a Galileo de nuevo a Pisa para que se matriculara en la Universidad para estudiar medicina, ingresando el 5 de noviembre (tenía 17 años). En la Universidad estudió física siguiendo las obras de Aristóteles y asistió a las clases del famoso botánico Andreas Caesalpinus que ocupó la cátedra de medicina entre 1567 y 1592. Al parecer, Galileo no se tomaba los estudios médicos muy en serio ya que, con el interés de profundizar en sus estudios de música y dibujo, asistía principalmente a clases sobre geometría y filosofía natural.

En 1582 Ostilio Ricci da Fermo, matemático de la Corte de La Toscana y discípulo de Niccolò Tartaglia, ofreció un curso sobre los “Elementos” de Euclides en la Universidad de Pisa al que Galileo asistió. Durante el verano de 1583 Galileo regresó a Florencia con su familia donde su padre le animó a leer a Galeno para ampliar sus estudios médicos pero, aún reacio a estudiar medicina, Galileo invitó a Ricci a su casa para que hablara con su padre. De esta forma, Ricci intentó persuadir a Vincenzo de que permitiera a su hijo estudiar matemáticas ya que era lo que más le interesaba. Tras lograr convencer a su padre, alrededor de 1585 Galileo abandonó sus estudios de medicina sin obtener el grado.

Galileo comenzó a enseñar matemáticas, primero de forma privada —dando clases particulares en Florencia— y después durante 1585 y 1586 en Siena donde consiguió un cargo público (tenía 21 años). Durante el verano de 1586 enseñó en Vallombrosa, y escribió «La Billancetta» donde describía la construcción del instrumento, así como el método que había empleado Arquímedes para hallar el peso específico de los cuerpos: una balanza. El año siguiente viajó a Roma para visitar a Christophorus Clavius, profesor de matemáticas en el Collegio Romano (fundado por el jesuita Ignacio de Loyola). A pesar de causar una impresión muy favorable en Clavius, Galileo no consiguió obtener un nombramiento para enseñar matemáticas en la Universidad de Bolonia.

Después de abandonar Roma, Galileo permaneció en contacto con Clavius por correspondencia, y también con Guidobaldo del Monte. Es probable también que Galileo recibiera apuntes de los cursos que se impartían en el Collegio Romano, ya que hizo copias de ese material que aún sobreviven hoy día. En 1588 Galileo recibió una prestigiosa invitación para dar una conferencia en la Academia de Florencia sobre las dimensiones y localización del infierno descrito en la obra de Dante «La divina comedia».

Fantoni abandonó la cátedra de matemáticas en la Universidad de Pisa en 1589 y Galileo fue nombrado por Fernando I de Medicis, Gran Duque de la Toscana, para cubrir su puesto aunque no estuviera bien remunerado (dado que recibía sesenta coronas, debió complementar su salario con clases privadas). No sólo recibió recomendaciones de Clavius y del Cardenal del Monte (cuñado de Guidobaldo), sino que también adquirió una excelente reputación por sus conferencias ofrecidas en la Academia de Florencia el año anterior. Galileo mantuvo este puesto durante tres años en la Universidad de Pisa y durante este tiempo escribió «De Motu», una serie de ensayos manuscritos sobre la teoría del movimiento que nunca publicó y donde criticaba la física aristotélica. Los aristotélicos sostenían que los cuerpos más pesados caían más rápido que los cuerpos ligeros, y que la velocidad a la que lo hacían era proporcional a su masa. Sin embargo, Galileo era de la opinión —tesis inspirada en la obra de Arquímedes— de que todos los cuerpos debían caer a la misma velocidad, siempre que no fueran frenados por la resistencia del aire, sin importar su masa (demostró esta afirmación dejando caer varios objetos del campanario de la torre de la catedral de Pisa). Sin embargo, quizás la idea más importante que contiene «De Motu» es su afirmación de que se pueden probar las teorías llevando a cabo experimentos, es decir, como aprendió de su padre, la teoría está unida a la práctica.

En 1591 Vincenzo Galilei, el padre de Galileo, murió. De esta forma Galileo, al convertirse en el cabeza de familia, tuvo que proporcionar el apoyo económico al resto de los suyos, y en particular, tuvo que hacerse cargo del pago de la dote de sus dos hermanas más jóvenes. Como hemos dicho, ser profesor de matemáticas en Pisa no estaba bien pagado, por lo que buscó un puesto más lucrativo. Con las recomendaciones de Guidobaldo del Monte, Galileo fue nombrado en 1592 profesor de matemáticas en la Universidad de Padua (la universidad de la República de Venecia) con un salario tres veces mayor del que recibía en Pisa (a pesar de que recibía 180 florines, aún pasaba apuros económicos por lo que continuó ofreciendo clases privadas). La duración del nombramiento era de 6 años.

El 7 de diciembre de 1592 expuso su conferencia inaugural y comenzó un periodo de dieciocho años en esta universidad, años que posteriormente describió como los más felices de su vida. En Padua sus obligaciones eran principalmente enseñar la geometría de Euclides y la astronomía convencional (geocéntrica) a los estudiantes de medicina, que necesitaban saber algo de astronomía a fin de usar la astrología en su práctica médica. Del mismo modo, se ocupó de cuestiones técnicas como la arquitectura militar, la construcción de fortificaciones, la topografía y materias afines de las que trató en sus clases. Visitaba asiduamente el Arsenal, la zona donde se construían y reparaban los barcos de la flota veneciana. La gratitud que Galileo sintió hacia los maestros técnicos del Arsenal la expresó en sus Discorsi puesto que sus explicaciones acerca de los problemas que presentaba la construcción de naves cada vez mayores, le sirvieron para recapacitar y adelantar su teoría de la consistencia de la materia (en 1593 se le planteó el problema del determinar cual era el mejor lugar para la colocación de los remos en las galeras, problema que resolvió definiendo los remos como palancas, y el agua como el fulcro, es decir, el punto de apoyo de la palanca). Al año siguiente, patentó un modelo de bomba, que elevaba el agua con la ayuda de un caballo.

En 1597 escribe el texto para sus clases «Tratado de la esfera o Cosmografía» (Se duda de la autenticidad de este trabajo. Fue impreso en Roma en 1656 a partir de un manuscrito encontrado en la biblioteca de Somaschi, en Venecia). Convencido desde tiempo atrás sobre la validez de la teoría heliocéntrica de Copérnico (parece ser que esta “conversión” tuvo lugar entre 1593 y 1597), lo manifestó en una carta personal dirigida a Johannes Kepler en 1597, quien le había enviado una copia de su «Prodomus dissertationum cosmographicarum». Galileo había manifestado que era un copernicano, aunque no había decidido publicar aún sus argumentos a favor de esta teoría, ni la refutación de los argumentos en contra.

La reputación de Galileo se extendió por toda Europa. A sus conferencias acudían miembros de la nobleza como el príncipe Gustavo Adolfo de Suecia, quien recibió clases de matemáticas de Galileo durante su estancia en Italia. De esta forma, cuando terminó su primer periodo de estancia en Padua, fue reelegido para otro periodo de 6 años, con un salario de 320 florines.

Galileo discutió la visión de Aristóteles sobre la astronomía y la filosofía natural en tres conferencias públicas que ofreció en conexión con la aparición de una “nueva estrella” (ahora conocida como la “supernova de Kepler”) en 1604. La creencia por esa época se apoyaba en las afirmaciones de Aristóteles, es decir, que todos los cambios en los cielos tenían que ocurrir en la región lunar cercana a la Tierra, siendo permanentes e inmutables las estrellas, que eran así llamadas “fijas”. Galileo usó argumentos de paralaje para probar que la “nueva estrella” no podía estar cerca de la Tierra y que tampoco se trataba de un cometa.

En Padua, Galileo comenzó una larga relación (que duraría desde 1599 a 1610) con Marina di Andrea Gamba —natural de Venecia—, pero no se casaron, posiblemente debido a que Galileo sentía que su situación financiera no era lo suficientemente buena. En 1600 nació su primera hija Virginia, seguida por la segunda, Livia, en el año siguiente. En 1606 nació su hijo Vincenzo. Ese mismo año Galileo volvió a ser elegido para ocupar la plaza de profesor en la Universidad de Padua con un salario de 520 florines. Su popularidad era tan grande que los oyentes no cabían en su sala cuando daba sus conferencias, lo que motivó que en más de una ocasión tuviera que ofrecerlas al aire libre.

A principios de 1609 Galileo recibió la propuesta de Cosimo II de Medicis (hijo de Fernando I, y sucesor suyo) de volver a la Universidad de Pisa —hemos de señalar que Cosimo había sido pupilo de Galileo durante su menor edad—. A partir de esta fecha comienza una negociación con el Gran Duque en lo tocante a diversos aspectos como salarios, obligaciones académicas etc.

Durante esta negociación, en abril o mayo de 1609 realizó una visita a un amigo en Venecia donde recibió una carta de Paolo Sarpi que le hablaba de un catalejo que un holandés (Hans Lipperhey) había presentado al príncipe Mauricio de Nassau (jefe del ejército holandés). Tras esta presentación, se le encomendó la fabricación de otro instrumento de mejor calidad, así como unos binoculares. La importancia militar de este aparato era evidente aunque, finalmente, Lipperhey no recibió la patente de su instrumento dado que otras dos personas reclamaban para sí su invención, Sacharias Jansen y Jacob Metius.

Sin embargo, a partir de las informaciones que recibió Galileo, y usando sus propias habilidades técnicas como matemático y como artesano, comenzó a fabricar una serie de telescopios (que él llamó perspicillum, puesto que el nombre de “telescopio” no se empleó hasta más tarde por parte de la Accademia dei Lincei) cuyo rendimiento óptico era mucho mejor que el del instrumento holandés. Fabricó su primer instrumento a partir de las lentes disponibles y ofreció un aumento de unas tres veces. Para mejorar éste, y siendo consciente de la importancia de este trabajo, Galileo aprendió a esmerilar y pulir sus propias lentes, logrando en agosto de 1609 un instrumento con un aumento de alrededor de ocho o nueve. Inmediatamente comprendió las aplicaciones comerciales y militares de su telescopio por lo que realizó una demostración para el Senado de Venecia. Quedaron muy impresionados y, a cambio de un gran aumento en su salario (1000 florines) y de otorgarle de por vida su puesto de profesor en Padua, Galileo cedió los derechos exclusivos para la fabricación de telescopios al Senado Veneciano (hecho notable ya que el Senado debía ser conscientes de la dificultad de mantener esa patente dada la amplia difusión que estaba teniendo el instrumento por el resto de Europa).

Portada Sidereus Nuncius

Portada Sidereus Nuncius

De esta forma, a finales de 1609 Galileo había dirigido su telescopio al cielo nocturno y comenzó a hacer importantes descubrimientos. Estos descubrimientos fueron descritos en un breve libro llamado «Sidereus Nuncius» publicado en Venecia el 12 de marzo de 1610. Esta obra causó sensación. Galileo proclamaba haber visto montañas en la Luna, haber probado que la Vía Láctea estaba compuesta de diminutas estrellas, y haber visto cuatro pequeños cuerpos orbitando Júpiter. A estos últimos los llamó “las estrellas de los Médicis” (Medicea Sidera) en honor de Cosimo II de Medicis, el Gran Duque de la Toscana, a quien envió un excelente telescopio.

Galileo dedicó los satélites de Júpiter a los Medici como si fueran una obra de arte que hubiese hecho […] le parecía que le daba derecho a una interpretación de esa creación desde su propia perspectiva. Para Galileo, tal derecho consistía no sólo en que la lectura del libro de la naturaleza escrito en lenguaje matemático se hiciera al margen de la Biblia, sino también en escrutar la imagen del mundo de la filosofía natural aristotélica, que la Iglesia hacía suya, y donde fuere necesario, corregirla, en especial en la cuestión del geocentrismo.

Renn, Jurgen. La revolución de Galileo y la transformación de la ciencia, en Investigación y Ciencia nº 394, pg. 55.

En junio de 1610, sólo un mes después de se publicara esta obra, Cosimo II aceptó las condiciones de Galileo y éste renunció a su puesto en Padua y fue nombrado catedrático en la Universidad de Pisa y “Matemático y Filósofo” del Gran Duque de la Toscana (sin ninguna obligación docente, excepto la de ofrecer ocasionalmente conferencias a los príncipes). Esta circunstancia es muy importante porque sus obligaciones docentes estaban empezando a ser una carga, dado que le impedían dedicarse en profundidad al estudio y elaboración de sus teorías. En un momento en que las instituciones destinadas a la formación e investigación se estaban desarrollando, sólo una vía permitía liberarse de esta forma, el mecenazgo. Así, en 1611 fue elegido miembro de la Accademia dei Lincei (el sexto miembro) por Federico Cesi. Esta academia había sido fundada por el propio Federico Cesi en 1603, y era la primera sociedad científica creada en todo el mundo.

Otras observaciones hechas por Galileo incluyeron las manchas solares. Informó de éstas en el «Discorso intorno alle cose che stanno in su Pacqua, o che in quella si muovono» (Discurso en torno a las cosas que están sobre el agua) que publicó en 1612, y más a fondo en la obra «Istoria e dimostrazione interno alle macchie solari e loro accidenti» que se publicó bajo los auspicios de la Accademia en 1613.

A pesar de su apoyo privado al copernicanismo, Galileo intentó evitar la controversia no haciendo afirmaciones sobre el tema. Sin embargo se vio arrastrado a la discusión por Benedetto Castelli, que había sido nombrado para la cátedra de matemáticas en Pisa en 1613. Castelli había sido alumno de Galileo y era también un defensor de Copérnico. En una reunión en diciembre de 1613 en el palacio de los Medicis en Florencia, con el Gran Duque Cosimo II y su madre la Gran Duquesa Cristina de Lorena, le pidieron a Castelli que explicara las aparentes contradicciones entre la teoría copernicana y las sagradas escrituras. Castelli defendió la posición copernicana vigorosamente y escribió a Galileo más tarde contándole el éxito que había tenido exponiendo sus argumentos. Galileo, menos convencido de que Castelli hubiera ganado la discusión, le escribió una carta argumentando que la Biblia tenía que ser interpretada a la luz de lo que la ciencia había demostrado como verdadero. Galileo tenía varios adversarios en Florencia que se aseguraron de que una copia de la carta a Castelli fuese enviada a la Santa Inquisición en Roma. Sin embargo, tras examinar su contenido encontraron poco a lo que podrían objetar.

En 1616 Galileo escribió la «Carta a la señora Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana» (no publicada hasta 1636) donde atacaba vigorosamente a los seguidores de Aristóteles. En esta misiva defendía con fuerza una interpretación no literal de las Sagradas Escrituras cuando la interpretación literal contradijese los hechos sobre el mundo físico probados por la ciencia matemática. Galileo afirmaba con bastante claridad que para él la teoría copernicana no era solo una herramienta de cálculo matemático, sino una realidad física:

Mantengo que el Sol está situado en el centro de las revoluciones de los orbes celestes y no cambia de lugar, y que la tierra gira sobre sí misma y se mueve alrededor de él. Además… confirmo esta creencia no sólo refutando los argumentos de Tolomeo y Aristóteles, sino también produciendo muchos por el lado opuesto, especialmente algunos pertenecientes a los efectos físicos cuyas causas quizá no puedan ser determinadas de ninguna otra forma, y otros descubrimientos astronómicos; estos descubrimientos cuestionan claramente el sistema Tolemaico y coinciden admirablemente con esta otra postura y la confirman.

El papa Pablo V ordenó al cardenal Roberto Bellarmino que la Sagrada Congregación del Índice decidiera sobre la teoría copernicana. Los cardenales de la Inquisición se reunieron el 24 de febrero de 1616 y recabaron pruebas de los expertos en Teología. Ellos condenaron las enseñanzas de Copérnico, y Bellarmino comunicó su decisión a Galileo (quien no había estado implicado personalmente en el juicio), prohibiéndose a Galileo y a cualquiera enseñar, defender o publicar los puntos de vista copernicanos. El día 26 de febrero, Galileo se presentó ante Bellarmino y acató la orden.

Maffeo Barberini, amigo personal y admirador de Galileo, fue elegido papa bajo el nombre de Urbano VIII. Esto ocurrió justo cuando el libro de Galileo «Il Saggiatore» estaba a punto de ser publicado por la Accademia dei Lincei en 1623, por lo que Galileo se apresuró a dedicar su obra al nuevo papa.

La elección del papa Urbano VIII alegró tanto a Galileo como a sus amigos puesto que lo veían como un suceso favorable para la ciencia. Éste invitó a Galileo a audiencias papales en seis ocasiones (a pesar de que su estado de salud le impedía viajar más que en litera) y le llevó a creer que la Iglesia Católica no daría demasiada importancia a la teoría copernicana. Galileo, por tanto, teniendo en cuenta la nueva situación, decidió publicar sus opiniones creyendo que podría hacerlo sin serias consecuencias por parte de la Iglesia. Debemos señalar que cuando Urbano VIII era cardenal, fue uno de los pocos que se opuso al decreto de 1616 que declaraba herética la teoría copernicana. En esta etapa de su vida, la salud de Galileo era precaria llegando a sufrir frecuentes ataques y por tanto, aunque comenzó a escribir su famoso Diálogo en 1624, le llevó seis años completar la obra.

Galileo intentó obtener permiso de Roma para publicar el Diálogo en 1630. Con este fin, se reunió con Nicolo Riccardi que era el censor papal y, casualmente, antiguo alumno y amigo de Galileo. Éste le pidió que modificara algunos pasajes de la obra y, debido a que llegaba a Roma la temporada de mal tiempo, Galileo decidió regresar a Florencia para terminar el índice y la dedicatoria, y enviar de nuevo el manuscrito a Roma para su impresión por parte de Roberto Cesi. Sin embargo, éste murió en el mes de agosto de 1630, por lo que Galileo decidió imprimirlo en Florencia recibiendo la autorización de Riccardi. De esta forma, en febrero de 1632 vio la luz «Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano» (Diálogo acerca de los dos sistemas principales del mundo, tolemaico y copernicano), que toma la forma de un diálogo entre Salviati, quien argumenta a favor del sistema copernicano, y Simplicio que era un filósofo aristotélico y defendía los puntos de vista tolemaicos. Sagredo actuaba como moderador.

Poco después de la publicación del Diálogo (en agosto de 1632) la Inquisición prohibió su venta y ordenó a Galileo comparecer en Roma ante ellos. La enfermedad, la dificultad del viaje y una cuarentena decretada en la Toscana le impidieron viajar a Roma durante un tiempo, llegando finalmente el 14 de febrero de 1633. La acusación contra Galileo en el juicio que siguió fue la de que había incumplido las condiciones fijadas por la Inquisición en el decreto de 1616. Encontrado culpable, Galileo fue condenado a prisión perpetua, aunque la se le permitió vivir un tiempo con el arzobispo de Siena, y más tarde regresar a su casa en Arcetri, cerca de Florencia. El 2 de abril de 1634 sufrió un duro golpe cuando su hija Virginia murió. Ella había sido un gran apoyo para su padre durante el proceso de su enfermedad y Galileo quedó destrozado, no pudiendo trabajar durante muchos meses (escribió que sentía como ella le llamaba, se le paraba el pulso, tenía palpitaciones, perdió completamente el apetito y sintió que su muerte estaba cercana). Cuando consiguió volver al trabajo, a su indisposición y melancolía se unieron los problemas de artritis y la ceguera, aunque consiguió completar la que sería la última y más importante de sus obras: «Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze attenenti alla meccanica i movimenti locali» (Discursos y demostraciones matemáticas relativos a las dos nuevas ciencias).

Esta obra fue sacada de contrabando de Italia y llevada a Leyden (Holanda) donde fue publicada en 1638 por Louis Elzevir. Fue su más rigurosa obra matemática, que trataba las leyes de los movimientos uniformes y acelerados, así como los momentos y los centros de gravedad de los sólidos. Partiendo de la discusión sobre la estructura y resistencia de los materiales, sentó las bases físicas y matemáticas para un análisis del movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los graves en el vacío, y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles. Gran parte de esta obra continuaba las ideas no publicadas en De Motu desde alrededor de 1590 y las mejoras que había realizado entre 1602 y 1604.

Galileo murió en la madrugada del 8 al 9 de enero de 1642 (a los 78 años de edad) en su villa de Arcetri confortado por dos de sus discípulos, Vincenzo Viviani y Evangelista Torricelli, a quienes se había permitido convivir con él los últimos años.

La Luna - Sidereus Nuncius

La Luna – Sidereus Nuncius

De todos los aspectos relativos a la vida de Galileo, quizás los más conocidos tengan que ver con el juicio inquisitorial a que fue sometido. Tanto es así, que ha sido considerado un mártir de la ciencia, un científico que luchó contra las ideas preconcebidas que él entendía erróneas según sus investigaciones, y de las que finalmente debió abjurar ya que iban en contra de la doctrina impuesta por la Iglesia Católica (es famosa la anécdota —falsa según los últimos estudios— que sostiene que, mientras Galileo firmaba su retractación de las ideas copernicanas, negando de esta forma que la tierra girara alrededor del Sol, masculló “eppur si muove” —y sin embargo, se mueve— en referencia a que la Tierra giraba alrededor del Sol y por tanto no era el centro del Universo). Sobre este tema se han publicado numerosos ensayos especializados. Como señalé al principio, quiero destacar la importancia que suponía para la revolución científica que se estaba viviendo, no sólo la publicación de los descubrimientos científicos en libros accesibles que podían ser copiados y distribuidos fácilmente, sino que además, esos descubrimientos fueran compartidos con otros científicos logrando de este modo el avance de la ciencia.

En relación con el Sidereus Nuncius, Kepler recibió la noticia a mediados de marzo de 1610 de la publicación de la obra a través de un amigo. Kepler estaba preocupado por el anunciado descubrimiento de cuatro nuevos planetas, hecho que podría afectar a su propia teoría cosmológica que fundamentaba la existencia de seis planetas en los cincos cuerpos platónicos (por lo que cada planeta de más suponía cuestionar el modelo expuesto en su Mysterium comsmographicum). Fue el 8 de abril de 1610 cuando Kepler recibió una copia de la obra de Galileo con la petición de que le ofreciera su opinión. Once días más tarde, el correo llevó a Italia la respuesta de Kepler que más tarde sería publicada con el título Dissertatio cum Nuncio Sidereo (Conversación con el mensajero de las estrellas). Sin entrar ahora en los detalles del contenido de esta obra, podemos darnos cuenta de la importancia que supone la transmisión (rápida para la época) de los descubrimientos realizados por un científico. Lo que hoy en día es un hecho cotidiano, la publicación de los descubrimientos en revistas especializadas que permiten la revisión de los datos y hallazgos por otros colegas, en el siglo XVII era una relativa novedad. Este afán por buscar las opiniones de otros acerca de los hallazgos realizados, ya sea para apoyar o para cuestionar esos descubrimientos, demuestra un interés real por llegar a comprender el mundo más allá de las ataduras doctrinales impuestas por las instituciones de la época.

Igual importancia ha tenido en este contexto la investigación del Sol. Hemos visto que Galileo era un buen dibujante, habilidad que utilizó asiduamente en sus escritos para mostrar gráficamente sus afirmaciones teóricas, entre otras cuestiones, acerca de las manchas solares. El estudio de este fenómeno lo llevó a sostener discusiones con otros investigadores por lo que la unión de sus conocimientos teóricos y sus habilidades pictóricas le sirvió para llevar a la práctica uno de sus deseos, la implantación de mecanismos impersonales para la comprobación de los fenómenos; en definitiva, objetividad a toda costa.

De esta forma se originó una correspondencia internacional entre investigadores del Sol que, desde distintos lugares, se comunicaban entre sí procedimientos y dibujos para facilitar el seguimiento desde puntos muy distantes. El método ya lo había empleado Kepler: utilizar dispositivos y repetir las observaciones bajo diferentes condiciones y por personas distintas. Y lo amplió Galileo con una red que englobaba a toda Europa. Esta manera de investigar las manchas solares supuso la primera campaña internacional de investigación en tiempo real conocida en la historia de la ciencia.

Bredekamp, Horst. La investigación del Sol en la época de Galileo, en Investigación y Ciencia, nº 399, pg. 73.

Notas:

Imagen Galileo: Cuadro de Justus Sustermans (Amberes 1597-1681), Galileo, 1636, Óleo sobre lienzo, 66 x 56, Florencia, Uffizi (wikimedia commons)

Resto imágenes: Sidereus Nuncius.

Publicado por José Luis Moreno en CIENCIA, Historia de la ciencia, 3 comentarios