Homo sapiens

Orígenes. Los humanos. Capítulo 8. Prestissimo

Orígenes. Los humanos. Capítulo 8. Prestissimo

La historia evolutiva de Homo sapiens es todavía muy breve pero hemos de reconocer que en pocos milenos hemos alcanzado cotas increíbles de desarrollo. La pregunta que se ha venido planteando en este sentido es si este éxito evolutivo no habrá tenido que ver con la complejidad del lenguaje. Se han llevado a cabo muchos análisis de los fósiles de nuestros antepasados para descifrar si poseían una capacidad de habla como la nuestra, pero no podemos ofrecer ninguna respuesta definitiva porque ni las sutiles diferencias de forma, ni tampoco el tamaño de nuestro cerebro parecen ser la solución. A grandes rasgos, podemos descartar diferencias sustanciales entre el cerebro de los primeros miembros de Homo sapiens y nosotros mismos.

En cualquier caso, hace 150.000 años éramos cazadores y recolectores y ahora estamos planeando viajar a Marte. Este salto cualitativo en nuestro desarrollo cultural encaja con un progreso exponencial de la tecnología, y suscita de nuevo la misma pregunta: ¿Dónde reside la diferencia entre nuestros antepasados africanos de hace 200.000 años y los actuales habitantes del planeta?

Para varios investigadores, la diferencia radica en las mutaciones de unos pocos genes reguladores, que habrían tenido una selección positiva y se habrían extendido muy rápidamente en las poblaciones humanas.

Es decir, una única mutación génica permite alcanzar resultados espectaculares y llegar a fenotipos completamente distintos. El ejemplo de esto es claro: las diferencias genéticas entre los chimpancés y los humanos apenas superan el 1,5% del genoma. Sin embargo, la función de cada uno de los genes que nos separan de ellos puede tener –y de hecho las tiene– consecuencias cualitativas de gran envergadura.

Es posible que la selección natural haya actuado sobre ciertas variantes de éstos y otros genes que nos han procurado un cerebro más eficaz en sus funciones cognitivas, como la memoria operativa y la autoconciencia. Así, la selección natural ha potenciado las variantes que nos han ayudado a mejorar nuestra relación con un medio siempre hostil.

Ahora bien, podemos preguntarnos si lo que denominamos de manera genérica inteligencia está relacionada únicamente con mutaciones específicas en nuestro genoma. Tengamos en cuenta que si cualquiera de nosotros quedara aislado en un medio rural o un bosque durante el otoño o el invierno  (por ejemplo) no sólo seríamos incapaces de conseguir alimento, sino que moriríamos de frío en muy poco tiempo. Es cierto que quizás sobrevivirían algunos individuos entrenados en técnicas de supervivencia, pero es evidente que no sucedería lo mismo con la inmensa mayoría de nosotros.

Y esto es porque nuestra evolución ha seguido su propio camino hacia una socialización muy desarrollada. Siempre hemos sido primates sociales, pero ahora lo somos en grado extremo. Nuestra especie ha dado un salto gigantesco hacia la complejidad social: en ello reside nuestro éxito, pero también el mayor peligro que nos acecha.

Autores como Bruce Lahn sostienen que la presión selectiva y la fijación de ciertos haplotipos en momentos relativamente recientes de la evolución de Homo sapiens estarían sin duda relacionadas con el surgimiento de avances culturales de gran calado, como la domesticación de los animales y la agricultura.

Es lo que conocemos como la «revolución neolítica». El Neolítico surgió hace entre 10.000 y 5.000 años en varios puntos de planeta y supuso el desarrollo de nuevas formas de obtener recursos para nuestra subsistencia, mediante la domesticación de animales salvajes y el cultivo sistemático de plantas comestibles.

Esta «revolución neolítica» trajo consigo un crecimiento demográfico muy significativo, sin duda influido más por el incremento de la natalidad que por el descenso de la mortalidad –a mayor y mejor alimentación, mayor aumento de la natalidad–. Como consecuencia de lo anterior, vivimos grandes desplazamientos de poblaciones para conquistar territorios, asistimos a la construcción de viviendas, la producción de cerámica y la mejora de las técnicas de fabricación de herramientas. En definitiva, el Neolítico ha sido clave en la distribución actual de las diferentes lenguas y sus variantes, así como en la fijación de determinadas mutaciones genéticas en las poblaciones humanas.

A pesar de que la revolución neolítica se expandió por el globo con las poblaciones humanas que iban buscando nuevos territorios, hoy en día existen poblaciones que no han alcanzado este nivel de desarrollo (como sucede con los pigmeos de la región del Congo, los Hazda de Tanzania, o los Ache de Paraguay). Dado que el genoma de los componentes de todos estos pueblos es como el de los demás humanos del planeta –aunque no hayan alcanzado el grado de complejidad cultural que nos caracteriza– parece evidente que debe haber algo más, parece que no bastan algunas mutaciones genéticas para que nuestra especie haya llegado a cotas tecnológicas impensables hace tan solo un par de cientos de años.

Es posible que la respuesta a este misterio esté en el llamado «cerebro colectivo». Los seres humanos somos totalmente interdependientes, cada uno de nosotros desarrolla un rol complementario con el de los demás miembros de la sociedad. Aunque es muy posible que en las sociedades primitivas hubiera individuos con una alta capacidad creativa, sus innovaciones desaparecían en muy poco tiempo sin llegar más allá de, como mucho, unos cuantos cientos de kilómetros. Si a esto le sumamos la poca esperanza de vida, el enorme potencial de la «sabiduría de los mayores» se perdería irremediablemente.

En resumen, para ofrecer una respuesta a porqué hemos llegado a ser lo que somos, podemos acudir a la idea del «cerebro colectivo». A las posibles mutaciones que han terminado fijándose por selección positiva en el genoma de las actuales poblaciones del planeta, hemos de añadir la conexión virtual entre los centenares o miles de individuos que formamos cada población, y la que globalmente forman todas las poblaciones del planeta. Para que se de esa conexión no es necesario que nuestras neuronas entren en contacto directo. Aunque hace relativamente poco tiempo que hemos prescindido de la conectividad física para transmitir información, estamos dando un paso trascendental hacia el futuro, quizá de una nueva especie.

 

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¿Los Neandertales se extinguieron por falta de ropa de abrigo?

¿Los Neandertales se extinguieron por falta de ropa de abrigo?

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:17

Uno de los temas recurrentes en el estudio de la evolución humana tiene que ver con el motivo que llevó a la extinción a los Neandertales y permitió la expansión del ser humano moderno por todo el planeta. Bajo mi punto de vista resulta difícil sostener que los Neandertales desaparecieran por una única causa, máxime cuando se ha demostrado su hibridación con los seres humanos. En cualquier caso, hay consenso en que una de las claves pudo estar en el clima de Eurasia en los últimos 50.000 años.

En esa época el clima experimentó importantes fluctuaciones de frío a templado y a la inversa en cuestión de unas pocas decenas de años. Durante las olas de frío, en la mayor parte del territorio habitado por los Neandertales, la expansión de la cubierta de hielo y la tundra provocó una reducción progresiva de los bosques, y por ende, de las presas potenciales que les servían de alimento. En este caso, muchos argumentan que la falta de recursos alimenticios fue la principal causa de su extinción, no el frío en sí mismo.

Sin embargo, un grupo de investigadores retoma una idea ya planteada y discutida con anterioridad que sugiere que una pieza esencial para resolver el rompecabezas de la extinción de los Neandertales estaría en el uso de ropa de abrigo.

En un artículo publicado en el Journal of Anthropological Archaeology, leemos las conclusiones de un estudio que ha sido diseñado para arrojar luz sobre la posibilidad de que las diferencias en la ropa empleada por nuestros antepasados tuviera un papel preponderante en la sustitución de los Neandertales por los seres humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens sapiens o AMH – anatomically modern humans).

Hay un acuerdo general en que los seres humanos sí utilizaron ropa de abrigo para afrontar el frío clima que encontraron al llegar a Europa, mientras que se discute la naturaleza de la ropa usada por Neandertales. En este sentido, son varias las posturas que se han mantenido a lo largo de los años: hay quienes sostienen que los Neandertales no usaron ropa alguna; otros que se limitaron a llevar una especie de capa (es decir, poniéndose la piel de un animal grande alrededor de los hombros); y finalmente, quienes afirman que la ropa fabricada por los Neandertales no era sustancialmente diferente en términos de eficacia térmica que la utilizada por los primeros seres humanos modernos.

¿Qué aporta el nuevo estudio?

Para poner a prueba estas hipótesis los investigadores han planteado un enfoque diferente a los seguidos hasta la fecha: han decidido estudiar los huesos de los animales cuyas pieles pueden haberse utilizado para fabricar la ropa de abrigo.

De esta forma, el trabajo se ha dividido en tres partes:

  1. Se consultó una base de datos (Stage Three Project database) para identificar los mamíferos que vivieron durante la edad de hielo en Europa hace entre 60.000 y 20.000 años (puedes acceder a la base de datos aquí, y a los códigos de identificación de los animales aquí). Esta base de datos recoge la presencia o ausencia de estos animales en 493 yacimientos europeos.
  2. A continuación, el equipo examinó una base de datos etnográfica (eHRAF World Cultures) para identificar cuáles de esos mamíferos se han utilizado por los pueblos tradicionales que viven en latitudes medias y altas para fabricar ropa de abrigo.
  3. Con estos datos sobre la mesa, se comparó la frecuencia de aparición de estos animales en los diferentes yacimientos arqueológicos asociados con los seres humanos modernos y los Neandertales.

Este análisis produjo dos resultados principales. El primero es que aparecen restos de los mismos animales tanto en los yacimientos asociados a Homo sapiens como en los de Neandertales, aunque las frecuencias varían. Y aquí es donde los investigadores llaman la atención: el segundo resultado es que tres de las familias de mamíferos, Leporidae (conejos y liebres), Canidae (lobos, perros, chacales etc.) y Mustelidae (comadrejas, visones, glotones etc.), aparecen con mayor frecuencia en los estratos de los yacimientos asociados con los seres humanos modernos.

Por ejemplo, los investigadores destacan 56 yacimientos donde se hallaron miembros de la familia Mustelidae, donde se incluye el glotón, cuyo pelaje todavía se utiliza hoy en día por los habitantes del Ártico para la confección de los cuellos en sus abrigos. Este tipo de animales no se encuentra en ninguno de los asentamientos Neandertales.

Las consecuencias

Resulta evidente que la exposición prolongada al frío puede causar hipotermia y, desde luego, la muerte. Por lo tanto, analizando la cuestión con una perspectiva amplia, el impacto de la diferencia en la forma de vestir pudo ser importante para nuestros antepasados:

  • No disponer de ropa de abrigo adecuada limita las regiones habitables (tanto en latitud como en altitud), las horas del día en que se puede buscar alimento, así como las técnicas de caza (en muchas ocasiones, es necesario pasar muchas horas quieto en un mismo lugar esperando que aparezcan las presas).
  • La ropa de abrigo es necesaria para mantener a los niños calientes y en unas mejores condiciones, lo que aumenta sus posibilidades de supervivencia.
  • La falta de abrigo tiene una relación directa con la ingesta de calorías que, a la larga, puede conducir a una menor tasa de natalidad. Esta circunstancia llevaría a que las comunidades se hicieran cada vez más pequeñas y, finalmente, se volvieran insostenibles.

Disponemos de datos concluyentes que confirman que los seres humanos modernos sí fabricaban ropa de abrigo: se han hallado agujas de hueso para coser, y son muy abundantes las raederas, unas herramientas de piedra que podían usarse para raspar las pieles. Además, en Siberia se ha encontrado un conjunto de figuritas de marfil que llevaban abrigos parecidos a las modernas parkas (con grandes capuchas de piel) y que tienen una antigüedad aproximada de 24.000 años 1.

Figuras de marfil. Tomada de Hoffecker, J. F. (2005).

En cambio, no se ha encontrado ninguna evidencia de que los Neandertales usaran ropas hechas a mano.

Pero estos datos no son suficientes. No se equivocan quienes argumentan en contra de la tesis de que la falta de ropa abrigo supusiera el final para los Neandertales, que éstos ya estaban bien adaptados por su propia constitución a los climas fríos 2, aunque los defensores de la tesis del cambio climático ponen el énfasis en que con anterioridad esas fluctuaciones se daban en periodos más prolongados de tiempo. Por aquél entonces las poblaciones de Neandertales contaban con el tiempo suficiente para adaptarse a las nuevas condiciones más duras. En esta ocasión, sin embargo, la rapidez de los cambios en el clima habría hecho imposible que se recuperaran.

Puntos flacos de esta investigación

La base de datos de fauna del MIS 3 utilizada en la investigación detalla si los yacimientos pertenecen a una de estas tres culturas líticas:

  • Musteriense (comienza hace 250.000 años y desaparece hace entre 41.000 y 39.000 años) Asociada exclusivamente a Neandertales.
  • Auriñaciense (aparece hace 42.000 años y finaliza hace alrededor de 30.000 años). Asociada exclusivamente con los seres humanos modernos.
  • Gravetiense (se solapa con el final del Auriñaciense y finaliza hace unos 24.000 años). Asociada tanto con Neandertales como seres humanos modernos.

Los autores han excluido los estratos en los que se puede sospechar una mezcla de culturas líticas, lo que elimina información relevante.

Para saber si los animales encontrados en los yacimientos eran utilizados para fabricar ropa de abrigo han partido del uso actual que se hace de esas pieles –información recogida en la base de datos etnográfica–, dando por sentado una relación entre el uso pasado y presente de dichos animales. Creo que este es el peor sesgo de la muestra de datos utilizada: presuponer el comportamiento de nuestros antepasados a partir del comportamiento actual de los pueblos que viven en las latitudes polares.

Otro problema importante es que la base de datos de la fauna no distingue el número de animales de cada taxón localizados en cada yacimiento, de ahí que la presencia de un solo ejemplar de una familia tenga el mismo peso en este trabajo que la presencia de 100 ejemplares de otra. Esto supone un grave problema ya que los investigadores no han tenido en cuenta circunstancias como:

  • Disponibilidad: los restos de algunos animales podrían estar ausentes de los yacimientos Neandertales porque esos mamíferos simplemente no estaban presentes en esas áreas al mismo tiempo.
  • Uso efectivo de las pieles: es muy difícil saber si la presencia de esos huesos de un yacimiento implica que las pieles se utilizaron para fabricar ropa, o bien para alimentarse, o para ambas actividades.
  • Si esos animales compartieron el mismo espacio que los homininos pero no fueron explotados.
  • Problemas tafonómicos que han impedido contabilizar animales que efectivamente estuvieron presentes.

En definitiva, consultando estas bases de datos no tenemos forma alguna de saber si esos animales fueron desollados o no para fabricar ropas de abrigo con sus pieles, por lo que extraer conclusiones acerca de la posible extinción de los Neandertales a partir de esa información es, bajo mi punto de vista, demasiado aventurado.

 

Referencia

Collard, M., et al. (2016), «Faunal evidence for a difference in clothing use between Neanderthals and early modern humans in Europe«. Journal of Anthropological Archaeology, vol. 44, Part B, p. 235-246.

Notas

  1. Hoffecker, J. F. (2005), «Innovation and technological knowledge in the Upper Paleolithic of Northern Eurasia». Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 14, núm. 5, p. 186-198.
  2. Ver por ejemplo: Ruff, C. B. (1993), «Climatic adaptation and hominid evolution: The thermoregulatory imperative». Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, vol. 2, núm. 2, p. 53-60; y Holliday, T. W. (1997), “Postcranial evidence of cold adaptation in European Neandertals”. Am. J. Phys. Anthropol., núm. 104, p. 245–258.
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¿Dónde y cuándo desaparecieron los Neandertales?

¿Dónde y cuándo desaparecieron los Neandertales?

     Última actualizacón: 17 marzo 2018 a las 17:27

Hace tiempo que hemos superado el estereotipo que presentaba a los Neandertales como unos cavernícolas brutos y estúpidos. Las investigaciones de los últimos años han puesto de manifiesto que nuestros antepasados desarrollaron lo que se ha venido en llamar pensamiento complejo: enterraban a sus congéneres siguiendo un ritual funerario; decoraban su cuerpo con pinturas de diversos colores (rojo y negro sobre todo); utilizaban adornos en las muñecas, collares e, incluso, se ha planteado la hipótesis de que utilizaban cintas, plumas y garras de águilas con el objetivo de realzar su aspecto de la misma forma en que lo han venido haciendo los nativos americanos. Además, estudios recientes confirman que poseían las adaptaciones necesarias para el habla ­—aunque no se ha podido verificar aún que hubieran desarrollado un lenguaje para comunicarse—.

Tras décadas de avances en la comprensión de estos parientes en nuestro árbol evolutivo (recordemos que en 2010 se presentó el borrador de su genoma), hay varias cuestiones que todavía necesitan una respuesta: ¿cuándo se extinguieron? ¿Cuál fue el último lugar donde habitaron? Y no menos importante, ¿cuál fue la causa de su desaparición?

En los círculos académicos se vienen planteando dos teorías contrapuestas que tratan de responder estos interrogantes: la primera sostiene que los Neandertales constituían una variante arcaica de nuestra especie y que fue asimilada por las poblaciones de Homo sapiens que llegaron al continente euroasiático provenientes de África. La otra teoría defiende en cambio que los Neandertales formaban una especie genuina, y que los humanos anatómicamente modernos (AMHs por sus siglas en inglés) provocaron su desaparición al expandirse y ocupar el territorio Neandertal.

Los primeros estudios que analizaron el ADN Neandertal rechazaron la posibilidad de una hibridación entre los Neandertales y los humanos anatómicamente modernos. De esta forma ganaba peso la hipótesis de quienes afirmaban que el “choque” tecnológico y cultural entre ambos grupos fue el detonante de la extinción de los primeros. Por lo tanto, no hubo un contacto pacífico.

Por otro lado, las dataciones cada vez más precisas de los diferentes yacimientos arqueológicos permitían sostener que tras la llegada de Homo sapiens a Europa hace unos 40.000 años, los Neandertales no desaparecieron bruscamente, sino que sobrevivieron durante más de 15.000 años en distintas regiones. ¿Qué postura tomar ante estas pruebas en principio contradictoras? ¿Estamos frente a un callejón sin salida?

En realidad no todo son controversias. En lo que sí están de acuerdo la mayoría de los científicos es en que la causa final de la extinción de los Neandertales, y los factores precisos que condujeron a su desaparición pudieron variar de un lugar a otro (en algunos casos pudo ser la enfermedad, en otros la falta de alimentos o incluso la endogamia por la reducción de las poblaciones).

En cualquier caso, podemos resumir los planteamientos actuales en las dos siguientes hipótesis:

La principal causa de la desaparición de los Neandertales está relacionada con el cambio climático.

Hace alrededor de 55.000 años, el clima de Eurasia empezó a fluctuar de frío a templado y a la inversa en cuestión de unas pocas decenas de años. Durante las olas de frío, en la mayor parte del territorio habitado por los Neandertales, la expansión de la cubierta de hielo y la tundra provocó una reducción progresiva de los bosques, y por ende, de las presas potenciales que les servían de alimento. En este caso, la falta de recursos alimenticios sería la principal causa de su extinción.

No se equivocan quienes argumentan en contra de esta tesis que los Neandertales ya estaban bien adaptados a los climas fríos, aunque los defensores de la tesis del cambio climático ponen el énfasis en que con anterioridad esas fluctuaciones se daban en periodos más prolongados de tiempo. Por aquél entonces las poblaciones de Neandertales contaban con el tiempo suficiente para adaptarse a las nuevas condiciones más duras. Esta vez, sin embargo, la rapidez de los cambios en el clima hizo imposible que se recuperaran.

De esta forma, hace unos 30.000 años apenas sobrevivían en la península Ibérica pequeños núcleos aislados de poblaciones de Neandertales. En esta región había un clima más suave y era rica en recursos. En definitiva, a pesar de su capacidad de adaptación, lo que sucedió es que esos grupos eran demasiado pequeños como para asegurar su supervivencia a largo plazo.

Los Neandertales fueron superados por los Homo sapiens invasores (AMHs), que acabaron con ellos bien de forma directa, bien de forma indirecta.

Esta teoría considera que los Neandertales se extinguieron porque sucumbieron ante la superioridad, no sólo tecnológica sino cultural, de los Homo sapiens que habían emigrado de África. Sin embargo, como hemos apuntado al inicio de este artículo, cada vez hay más datos que permiten sostener que los Neandertales habían desarrollado algunos de los comportamientos que hasta entonces se atribuían en exclusiva a nuestra especie. Es erróneo considerar a los Neandertales menos “desarrollados” que aquellos.

La nueva investigación

Establecer cuál fue la relación espacio-temporal entre las poblaciones de Neandertales y AMHs es crucial para entender el proceso, el momento y las razones que condujeron a la desaparición de los Neandertales, así como conocer si fue posible algún tipo de intercambio cultural y genético entre ambas.

Si bien la meta estaba perfectamente clara, hasta ahora los desafíos técnicos habían dificultado enormemente conseguir dataciones fiables de esta época, en gran parte porque el método de datación mediante radiocarbono alcanza su límite de validez en unos 50.000 años.

Sin embargo, una nueva investigación ha aplicado técnicas de espectrometría de masas con acelerador para construir unas cronologías más exactas y fiables y así explorar el ritmo de extinción de los Neandertales (los espectrómetros de masas detectan átomos de elementos específicos —en nuestro caso carbono 14— de acuerdo a sus pesos atómicos, ignorando los abundantes isótopos que inundan esa señal —como los del nitrógeno 14 por ejemplo—).

En este sentido, el principal objetivo del trabajo publicado en la revista Nature por un amplio equipo de investigadores ha consistido en establecer una cronología y datación precisas de los yacimientos Musterienses de Eurasia ya que éstos contienen las mejores pruebas de la sustitución de un grupo humano (los Neandertales) por otro (AMHs).  Debemos señalar que el Musteriense es un complejo tecnológico que incluye herramientas de piedra, hueso y otros utensilios, cuya fabricación se atribuye a los Neandertales —aunque hay algunos yacimientos cuya autoría aún se discute por los especialistas—.

Secuencias temporales

Al mismo tiempo se han analizado las llamadas “industrias de transición”,  vinculadas al Paleolítico Superior aunque, en este caso, la cuestión de si fueron los AMH o los Neandertales quienes las elaboraron es una cuestión difícil de resolver (concretamente, se han analizado dos de estas industrias, la Uluzziense que aparece en Italia y Grecia, y el Chatelperroniense de la región francocantábrica).

Bien, una vez clara la metodología a emplear, los investigadores tomaron muestras de un total de 40 yacimientos arqueológicos repartidos por Europa y Eurasia occidental. El material objeto de datación fue cuidadosamente seleccionado en cada yacimiento, tomando en consideración los objetos de los estratos superiores para obtener de esta forma la datación de los más recientes en el tiempo, y por lo tanto, poder establecer el límite mínimo de antigüedad de los Neandertales que los fabricaron.

El análisis de estos datos ha confirmado que el Musteriense llegó a su fin en el rango de 41.030-39.260 años BP (Before Present, antes del presente) en toda Europa (todas las fechas del estudio están calibradas y se ofrecen con un 95,4% de probabilidad). Los datos combinados sugieren que el Musteriense terminó en un momento muy similar en todos los yacimientos desde el Mar Negro y Oriente Próximo a la costa atlántica. También se ha podido constatar que las sucesivas industrias arqueológicas “de transición”, una de las cuales se ha relacionado con los Neandertales (Chatelperroniense), llegaron a su fin en el mismo momento.

La comparación de estos datos con los resultados obtenidos del estudio de los yacimientos más antiguos de AMHs en Europa (asociados al complejo tecnológico Uluzziense) ha permitido concluir que existió un solapamiento temporal entre los dos grupos, es decir, que los humanos modernos y los Neandertales convivieron en un periodo que oscila entre los 2.600 y los 5.400 años. Esto demuestra que hubo tiempo suficiente para la transmisión de comportamientos culturales y simbólicos, así como para posibles intercambios genéticos entre los dos grupos (intercambio de ADN que ha sido confirmado por los estudios recientes de las secuencias de nuestro genoma, que sugieren que Neandertales y AMHs se cruzaron fuera de África, dando lugar a una introgresión de entre el 1,5 y el 2,1% del ADN de Neandertal en todas las poblaciones modernas no africanas).

En definitiva, la conclusión que podemos extraer del análisis global de estos datos es que en lugar de un modelo de rápida sustitución de los Neandertales europeos autóctonos por los AMHs inmigrantes, parece que el panorama fue más complejo, caracterizado por un mosaico biológico y cultural que se prolongó durante varios miles de años en diferentes regiones.

El trabajo publicado en Nature no va más allá. No desentraña las causas de la extinción de los Neandertales pero, como hemos visto, sí ofrece respuestas —aunque parciales— a las cuestiones de si hubo entrecruzamiento y si los humanos anatómicamente modernos fueron los causantes de su desaparición (en cualquier caso, recomiendo encarecidamente leer con detenimiento el material complementario que acompaña al artículo principal y que son más de 160 páginas. Sin duda, una información que no podemos dejar de lado).

En conjunto, los datos completan el marco que los estudios genéticos vienen ofreciendo en los últimos años, pero parece evidente —y los propios autores del estudio lo señalan— que es necesario realizar más excavaciones para localizar nuevos yacimientos, aplicar las técnicas de datación más modernas y así poder completar la imagen aún fragmentaria de la extinción de quienes fueron nuestros más cercanos antepasados.

Referencia

Higham, T., et al. (2014), “The timing and spatiotemporal patterning of Neanderthal disappearance”. Nature, vol. 512, núm. 7514, p. 306-309.

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¿Se aclara el origen del género Homo? Los restos de Ledi-Geraru

¿Se aclara el origen del género Homo? Los restos de Ledi-Geraru

     Última actualizacón: 11 marzo 2018 a las 17:28

Durante décadas, los paleoantropólogos han querido encontrar fósiles que sirvieran para aclarar el origen del género Homo, nuestro linaje, pero hasta ahora los especímenes recuperados en el intervalo de tiempo crítico entre hace 3 y 2,5 millones de años (Ma), cuando se estima que surgió, han sido escasos y aparecen mal conservados. Hoy analizamos la publicación el pasado 4 de marzo de tres trabajos que pueden dar un vuelco a nuestro conocimiento de este periodo clave.

En el primero de ellos 1 se hace una revisión de un conocido fósil asignado a Homo habilis. Se trata de una reconstrucción en 3D del cráneo y la mandíbula hallados en la Garganta de Olduvai en los años 60 del siglo pasado. Los autores han llegado a la conclusión de que esta especie es más antigua de lo que se creía y pudo aparecer hace 2,3 Ma en lugar de los 1,8 Ma estimados hasta ahora.

Los otros dos artículos, publicados en la revista Science, van más allá. El primero 2 describe una nueva mandíbula de una especie sin catalogar pero que se atribuye al género Homo. El segundo 3 analiza el contexto geológico en el que se descubrió esa mandíbula. La datación precisa de ese sustrato permite adelantar la aparición de este género a los 2,8 Ma. Nos encontraríamos por tanto ante el humano más antiguo conocido hasta la fecha.

Historia

Entre 1960 y 1964, el equipo formado por el matrimonio Leakey y sus colaboradores encontraron en la Garganta de Olduvai un conjunto de restos fósiles cuya interpretación generó una gran controversia desde el primer momento. Uno de ellos, OH 7 (Olduvai hominid nº 7, apodado Jonny´s child) 4 correspondía a una mandíbula inferior, un hueso parietal fragmentado y varios huesos de la mano. Junto a otros especímenes localizados en la zona, se pensó que por la edad y por su morfología apuntaban hacia un tipo de australopitecino. Sin embargo, en 1964, Leakey, Tobías y Napier propusieron incluir todos esos restos en el género Homo, dentro de una nueva especie: Homo habilis 5. Conocido como el hombre hábil (habilis significa en latín “capaz, habilidoso, mentalmente desarrollado, vigoroso”) se consideró la especie más antigua de nuestro género al ser datada en el rango de 1,9 y 1,6 Ma.

OH 7.

Como hemos apuntado, esta adscripción provocó un intenso debate (que continúa hoy en día) donde todos los rasgos morfológicos han sido criticados con severidad: algunos discuten que este material sea lo suficientemente diferente a Australopithecus africanus como para merecer el reconocimiento de una nueva especie, mientras que otros sostienen que son indistinguibles de Homo erectus. De esta forma, los especímenes de Homo habilis han sido reclasificados como pertenecientes tanto a Australopithecus como a Homo erectus, por lo que la pregunta sería: ¿cómo es posible que los especialistas incluyan unos mismos fósiles en dos géneros tan diferentes? La respuesta tiene que ver con la morfología. Estos restos presentan una morfología intermedia, cuya adscripción a una u otra categoría depende de si se hace hincapié en las semejanzas o en las diferencias.

Además de la morfología y su adscripción taxonómica, para que Homo habilis ocupe la situación de especie fundadora del género humano hay que resolver el problema de la cronología, porque sus restos fósiles son virtualmente contemporáneos a los de Homo erectus, una especie más moderna, más “evolucionada”, es decir, morfológicamente más próxima a nuestra especie. Debemos tener presente que entre Homo habilis y los últimos australopitecos como Lucy (que también vivieron en Etiopía) medió casi un millón de años del que no conservamos restos.

Y en este enorme vacío es donde entra en escena la nueva mandíbula descubierta: los autores sostienen que este nuevo fósil representa un hominino justo de ese periodo y en plena metamorfosis.

Reconstrucción del espécimen OH 7

Como ya hemos apuntado, los restos recuperados adscritos a Homo habilis eran fragmentarios y estaban muy deformados, complicando enormemente la tarea de compararlos con otros fósiles. Ahora, un grupo de investigadores de Alemania, Tanzania y Reino Unido ha logrado reconstruir digitalmente los fragmentos del cráneo y la mandíbula de este fósil, y así han podido compararlos con otros fósiles tempranos del género Homo.

Reconstrucción cráneo OH 7.

La mandíbula reconstruida es muy primitiva, con una arcada dental larga y estrecha más similar a Australopithecus afarensis (la famosa Lucy) y a otros simios actuales que a las arcadas parabólicas de Homo sapiens u Homo erectus. Además, esta forma de la mandíbula tampoco es compatible con otros fósiles previamente asignados a Homo habilis como el maxilar AL 666-1.

La morfología de este último se separa claramente de los australopitecinos, aunque clasificarlo dentro de una especie concreta de Homo es más complejo porque los rasgos que presenta son derivados pero compartidos por todo el género. La conclusión es que AL 666-1 presenta rasgos más modernos que OH 7 aunque con una antigüedad mucho mayor: 500.000 años. Por este motivo, los investigadores sostienen ahora que la mandíbula OH 7 debe tener una antigüedad como mínimo de 2,3 Ma, y que el linaje de Homo habilis se originó antes de lo pensado hasta ahora. De esta forma se llenaría el hueco que existía entre los restos disponibles de los primeros Homo y el momento de la supuesta aparición del género.

Restos hallados en Ledi Geraru.

Por otro lado, la reconstrucción de los huesos parietales de OH 7 confirma que el cráneo no es tan primitivo, y ha permitido establecer mejor su volumen endocraneal: entre 729 y 824 cc. Este valor es mayor que cualquier otro publicado anteriormente para estos restos, y hace hincapié en la coincidencia casi completa en el tamaño del encéfalo entre las especies de los primeros Homo.

Un nuevo fósil: LD 350-1

El estudio del nuevo fósil ha sido publicado en la revista Science 2 y describe parte de una mandíbula, identificada como LD 350-1, hallada gracias al proyecto de investigación Ledi-Geraru en la Región de Afar (Etiopía). Debido a su fragmentación y al pobre estado de conservación, los investigadores han decidido ser conservadores y catalogar el fósil dentro del género Homo, especie indeterminada.

LD 350.

Nos encontramos con la parte izquierda de una mandíbula inferior que conserva cinco dientes. El análisis morfológico indica que el fósil combina rasgos primitivos de los australopitecinos con características más modernas del género Homo. Por un lado, posee unos dientes pequeños, molares estrechos y premolares simétricos como en los Homo posteriores; mientras que el retroceso de la barbilla (un rasgo primitivo) relaciona este espécimen con un antepasado parecido a Lucy.

La datación de los restos se analiza en otro estudio publicado de forma simultánea 3. La datación de LD 350-1 y la fauna asociada se ha realizado triangulando varios métodos: la datación radiométrica de cenizas volcánicas mediante el método argón – argón (40Ar/39Ar), geoquímica, paleomagnetismo y fauna. Sin embargo hay un dato que llama la atención y debe hacernos ser cautos: la mandíbula se encontró en la superficie, y aunque los investigadores dicen que el desplazamiento de las rocas datadas de forma fiable ha sido mínimo (la mandíbula y este fragmento de roca estaban situados diez metros por encima de otro nivel de origen volcánico datado en 2,84 Ma), quedan ciertas dudas de la antigüedad que se le atribuye.

Aún así, el análisis de los resultados ha permitido concluir que nuestro espécimen vivió en un hábitat abierto o mezcla de praderas mixtas y matorrales con bosques de galería al borde de ríos o humedales (podemos imaginarlo similar al actual Serengeti o Masai Mara). Allí podíamos encontrar antílopes prehistóricos, hipopótamos, elefantes primitivos, cocodrilos y peces que han permitido datar el conjunto entre los 2,5 y 2,8 Ma.

Conclusiones

El debate acerca de la especie Homo habilis viene de antiguo. En Olduvai se han  encontrado varios fósiles (OH 13, OH 24, OH 7 y OH 16 entre otros) que pueden dividirse en dos grupos en atención a sus diferencias morfológicas, lo que ha llevado a que algunos paleoantropólogos planteen la presencia de dos especies distintas: los ejemplares más grandes serían considerados verdaderos Homo habilis, mientras que los demás, de menor tamaño y capacidad craneal, podrían agruparse dentro de unos australopitecinos contemporáneos de Homo habilis y quizás hasta de Homo erectus. En contra de este planteamiento se argumenta que nos encontramos ante una misma especie pero que presenta una gran variabilidad con dimorfismos sexuales (diferencia de tamaño en función del sexo) y variaciones geográficas importantes (adaptación a cada ambiente en particular).

El nuevo hallazgo de Ledi-Geraru, datado en 2,8 Ma y por tanto cerca del pretendido origen del género Homo, ayudaría a reducir la brecha evolutiva entre Australopithecus y Homo al proporcionar pistas acerca de los cambios que se produjeron en la mandíbula y los dientes sólo 200.000 años después de la última aparición conocida de Australopithecus afarensis en el cercano yacimiento etíope de Hadar. Sin embargo, debemos ser cautos ya que LD 350-1 no deja de ser una mandíbula que presenta rasgos primitivos y ha sido datada en un momento muy lejano del siguiente fósil claramente humano (AL 666-1). Podríamos estar frente a los restos de un australopitecino.

En definitiva, es fácil sostener que el paisaje de creciente aridez descrito en el estudio fue clave para que los australopitecos que vivían en los árboles cambiasen de ambiente y de dieta. Sus grandes dientes, útiles para masticar hojas y frutos, se habrían vuelto más pequeños —y por tanto, más parecidos a los humanos— y su cerebro habría aumentado de tamaño.

En cualquier caso, es preciso contar con un mayor número de fósiles de este periodo para determinar si estos cambios ambientales vinieron acompañados o no de una expansión neurocraneal, de la innovación tecnológica, o de cambios en otros sistemas anatómicos y conductuales, rasgos todos ellos definidores de la pauta adaptativa del género Homo.

Para terminar, les dejo con la noticia del hallazgo:

Referencias

Spoor F, Gunz P, Neubauer S, Stelzer S, Scott N, Kwekason A, & Dean MC (2015). Reconstructed Homo habilis type OH 7 suggests deep-rooted species diversity in early Homo. Nature, 519 (7541), 83-6 PMID: 25739632
Villmoare B, Kimbel WH, Seyoum C, Campisano CJ, DiMaggio E, Rowan J, Braun DR, Arrowsmith JR, & Reed KE (2015). Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia. Science (New York, N.Y.) PMID: 25739410
DiMaggio EN, Campisano CJ, Rowan J, Dupont-Nivet G, Deino AL, Bibi F, Lewis ME, Souron A, Werdelin L, Reed KE, & Arrowsmith JR (2015). Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia. Science (New York, N.Y.) PMID: 25739409

Notas

  1. Spoor, F., et al. (2015), «Reconstructed Homo habilis type OH 7 suggests deep-rooted species diversity in early Homo». Nature, vol. 519, núm. 7541, p. 83-86.
  2. Villmoare, B., et al. (2015), «Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  3. DiMaggio, E. N., et al. (2015), «Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  4. Leakey, L. S. B. (1961), «The juvenile mandible from Olduvai». Nature, vol. 191, núm. 4786, p. 417-418.
  5. Leakey, L. S. B.; Tobias, P. V. y  Napier, J. R. (1964), «A new species of the genus Homo from Olduvai gorge». Nature, vol. 202, núm. 4927, p. 7-9.
  6. Villmoare, B., et al. (2015), «Early Homo at 2.8 Ma from Ledi-Geraru, Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
  7. DiMaggio, E. N., et al. (2015), «Late Pliocene fossiliferous sedimentary record and the environmental context of early Homo from Afar, Ethiopia». Science, en prensa (publicado en línea).
Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 1 comentario
La cuna de la humanidad

La cuna de la humanidad

     Última actualizacón: 25 enero 2017 a las 22:27

Este es el primero de una larga serie de artículos donde intentaré ofrecer una visión global acerca de una cuestión fundamental: el origen del género humano y su dispersión por todo el planeta.

Para alcanzar este objetivo será necesario acudir a la paleoantropología, arqueología, geología, biología, genética, e incluso la astronomía, para comprender los complejos procesos que llevaron al surgimiento de nuestra especie y posibilitaron que en la actualidad hayamos colonizado todos los rincones del globo.

El mecanismo de publicación será el siguiente: he abierto una página exclusiva para este tema denominada “El viaje…”, punto de referencia desde donde se podrá acceder a todo el contenido. Para facilitar la tarea, iré abriendo sucesivas páginas jerarquizadas que englobarán periodos de tiempo relevantes desde el punto de vista de la colonización del planeta y que, a modo de «etapas», divide el largo viaje.

Mi intención es ofrecer una explicación lo más accesible posible de esta materia aunque sin perder rigor.  Esto obligará comprender algunos de los conceptos, teorías y tecnicismos propios de las ciencias implicadas. Con idéntica función de ayuda, he creado una página llamada “Glosario” donde se explicarán estos términos (junto con su traducción al inglés por ser el idioma mayoritario en el que se escriben los más relevantes artículos científicos sobre el tema) y que será actualizada a medida que vaya aumentando el contenido principal. En cada término se indicará la fuente que utilizo para su definición así como, en el caso de ser necesario, una breve explicación más detallada.  Las palabras que se incluyen en el glosario aparecerán resaltadas en color azul.

Decir por último que emplearé a menudo el mapa que aparece más abajo para ilustrar las diferentes «etapas» que conforman este viaje: se trata de un mapa físico que he ido adaptando a mis necesidades, por lo que sus aciertos y errores serán solo míos. Aunque la mayoría de las imágenes y gráficos que acompañan los artículos son elaboraciones propias (y así se indicará) he recurrido a otras muchas fuentes por lo que aparecerán debidamente citadas.

Bien, hasta aquí los primeros pasos y un pequeño resumen del contenido que en breve podréis leer con detenimiento en la página que alberga todo el material.

Solo me queda pediros que participéis en el proyecto, que debatamos, me critiquéis si es necesario y, en definitiva, que recorramos juntos este camino.

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