hominino

Surgen dudas en relación a <em>Sahelanthropus</em> <em>tchadensis</em> (y II)

Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (y II)

     Última actualizacón: 26 febrero 2018 a las 18:23

Dejamos la anterior anotación hablando de las «discrepancias» en lo tocante a si el equipo de paleoantropólogos encabezados por Michel Brunet encontró los restos de Sahelanthropus tchadensis enterrados en el sedimento o en la superficie del desierto de Djurab.

Alain Beauvilain publicó un artículo en 2008 en el South African Journal of Science mostrando unas fotografías que indicaban claramente que los restos no fueron recuperados in situ. Hasta ahora, ni el propio Brunet ni ningún otro miembro del equipo han publicado una réplica a las afirmaciones del geólogo francés. Sin embargo, la cosa no iba a parar ahí.

Unos meses más tarde, en 2009, Beauvilain y Jean Pierre Watté (prehistoriador y arqueólogo del museo de Havre) publicaron un artículo, primero en francés 1 (en una revista poco conocida); y luego en inglés 2 donde daban un paso más en el ya de por sí complicado serial.

Las fotografías que acompañan ambos artículos son sorprendentes:

Ambas instantáneas, tomadas por el propio Beauvilain, recogen la posición exacta en la que se encontraban los fósiles recuperados la mañana del 19 de julio de 2001. Vemos perfectamente el cráneo –que fue cambiado de posición para tomar la fotografía (la región sombreada en verde indica su posición original)– y otra serie de huesos fracturados, algunos de los cuales fueron identificados como pertenecientes a bóvidos. Sin embargo, destacan la mandíbula fracturada –que fue asociada al cráneo– y la diáfisis de un fémur (catalogado como TM 266-01-063).

Este es el fémur del que no hemos tenido noticias aún, y cuya descripción trataron de presentar Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret en las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris recientemente celebradas en Poitiers.

Es posible que la ausencia de información acerca del hallazgo de este hueso quizás se debiese a que para los investigadores no era una prioridad su estudio, teniendo en cuenta que en las siguientes temporadas de excavaciones se llegaron a recuperar cientos (si no miles) de huesos de fauna. En cualquier caso, resulta llamativa esta falta de interés porque ese fragmento de fémur se encontró a escasos centímetros tanto del cráneo como de la mandíbula y era realmente sencillo asociarlos a ellos. Además, dado su tamaño se sabe que perteneció a un mamífero de varias decenas de kilogramos (lo que lo acercaría más aún a Toumaï). Lo cierto es que finalmente se catalogó y no se envió a Poitiers hasta varios meses después del primer cargamento, ya entrado el año 2003. (puedes ver la primera orden autorizando la exportación del cráneo y otros restos aquí y aquí).

Pero, además, quizá te hayas dado cuenta de otra curiosidad viendo esas fotos. Y es que los huesos aparecen perfectamente alineados en dos filas paralelas.

Esta disposición claramente antinatural es el motivo por el que Beauvilain (y muchos otros tras ver estas imágenes) opinan que los restos habían sido manipulados intencionadamente y que habían sido colocados de forma ordenada. Pero, ¿por qué alguien pondría todos esos huesos en línea? Pues la respuesta es más sencilla de lo que parece: los restos están orientados hacia la Meca. Esta disposición de los restos fósiles no es más que el cumplimiento por parte de nómadas musulmanes de sus «obligaciones» religiosas para con un «cadáver» (según las conclusiones de Beauvilain y Watté expresadas en los dos artículos mencionados).

En apoyo a su tesis de que la localidad TM 266 es un yacimiento alterado, llaman la atención acerca de la pátina azul que cubre toda la superficie de los fósiles. Se trata de una reacción química que se da en algunos restos expuestos al aire y la luz, por lo que al rodear toda la superficie del fósil se demuestra que no habían permanecido enterrados desde hacía tiempo (lo que habría protegido algunas partes). Además, esta pátina era diferente de la de otros fósiles recuperados en otros lugares del yacimiento de Toros-Menalla.

El caso llama de nuevo la atención internacional

La semana pasada volvió a hablarse de este tema gracias al artículo de Ewen Callaway que hemos comentado en la primera parte de esta anotación. Pero en honor a la verdad tenemos que señalar que en 2009 –y gracias fundamentalmente a la anotación que el paleoantropólogo John Hawks publicó en su blog– varios medios especializados se hicieron eco de la existencia de este fémur.

En aquel momento dos personas cobraron relevancia: Roberto Macchiarelli y Aude Bergeret.

Allá por 2004, Aude Bergeret era una estudiante de doctorado en la Universidad de Poitiers y estaba haciendo su tesis en el laboratorio de Michel Brunet. Su interés radicaba en comprender el proceso de fosilización de los huesos de animales hallados en la localidad TM 266 –la misma donde se recuperó a Toumaï– cuando se encontró por casualidad con el fémur fracturado. Inmediatamente se dio cuenta de que ese fósil no era el de un animal ordinario, sino el de un hominino. Tras consultar el tema con Roberto Macchiarelli, por entonces jefe del departamento de geociencias de la Universidad de Poitiers, las dudas se despejaron por completo.

Así que finalmente volvemos donde estábamos al comienzo. Bergeret y Macchiarelli han tenido la oportunidad de estudiar la morfología de este fémur, pero aún no han podido publicar sus conclusiones en una revista científica ni se les ha permitido comentarlas en unas jornadas científicas.

¿Qué significa todo esto?

En la breve descripción del fémur que Macchiarelli y Bergeret remitieron a Callaway, aquellos sostenían que el foósil es muy diferente del de otro potencial hominino de hace unos 6 millones de años llamado Orrorin tugenensis de quien sí conservamos (o debería decir mejor conservábamos) un fémur casi completo. Tras su análisis, Macchiarelli duda de que Sahelanthropus sea un hominino, aunque reconoce que habría que llevar a cabo un estudio más cuidadoso de todos sus restos, incluido el fémur, para confirmarlo.

Cuando se le preguntó a Michel Brunet sobre el tema se negó a hacer ningún tipo de comentario. Su respuesta lacónica mediante correo electrónico fue: «Nuestros estudios aún están en marcha. No puedo decir nada antes de su publicación». En cualquier caso, la publicación no termina de llegar.

 

¿Los «errores» en los artículos científicos que afirman que los restos estaban enterrados son importantes? No soy nadie para decirlo, pero en mi humilde opinión sus autores deberían, como poco, ofrecer claras y contundentes explicaciones acerca del particular. Más allá de la transcendencia que esa «aclaración» podría tener en relación a la antigüedad atribuida a Sahelanthropus tchadensis, se trata de una cuestión de honestidad intelectual. Por cuestiones más triviales no relacionadas con la investigación en sí misma se han retractado decenas de artículos.

Bajo mi punto de vista, tanto el fémur como el resto de fósiles recuperados en el desierto de Djurab son esenciales para comprender la posición evolutiva de este espécimen. Independientemente de si se recuperaron enterrados o no, su estudio conjunto es una tarea pendiente ya que basar nuestras conclusiones en partes anatómicas individuales puede resultar engañoso (de hecho, la mayoría de los especialistas cataloga a Sahelanthropus tchadensis como un «posible» hominino).

Si finalmente un estudio de este tipo confirmara que Toumaï no es un hominino sino un miembro de otra rama de primates, tampoco estaríamos ante una verdadera pérdida. En realidad, habríamos ganado conocimiento acerca de una parte especialmente compleja de nuestra historia evolutiva: la que compete a la separación entre los humanos y los chimpancés.

Por último, otra cosa que me ronda la cabeza es saber qué pasará tanto con el fémur como el resto de fósiles recuperados en Toros-Menalla y que aún no han sido convenientemente catalogados y clasificados. Por lo que sabemos permanecen almacenados en la universidad de Poitiers –más de 15 años después de su recuperación–, por lo que Michel Brunet no ha sido demasiado escrupuloso con aquello que escribió en 2004 3:

Tous les fossiles sont conservés à N’Djaména, au Centre de valorisation des collections du Cnar (Centre national d’appui à la recherche). En revanche, pour permettre la mise en oeuvre de techniques d’étude et d’analyse liées à des équipements scientifiques particulièrement lourds (scanners médicaux et industriels, synchrotron, spectromètre de masse, sonde ionique, etc), certains fossiles sont empruntés pour une durée déterminée. Après étude, tous retournent à N’Djaména.

Todos los fósiles se conservan en N’Djamena, en el Centro de valorización de las colecciones del CNAR (Centro Nacional de Apoyo a la Investigación). Sin embargo, para permitir la implementación de técnicas de estudio y análisis relacionadas con equipos científicos particularmente pesados (escáneres médicos e industriales, sincrotrón, espectrómetro de masas, sonda de iones, etc.), algunos fósiles se toman prestados temporalmente. Después de su estudio, todos regresan a N’Djamena.

Esperemos que ese lapso «temporal» necesario para el «estudio» de los fósiles sea lo más corto posible.

Más información

John Hawks. Sahelanthropus: Did camelherders bury Toumaï facing Mecca?

John Hawks. Sahelanthropus: «The femur of Toumaï?»

Notas

  1. Beauvilain, A. y  Watté, J. P. (2009), «Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) a-t-il été inhumé?«. Bulletin de la Société Géologique de Normandie et des Amis du Muséum du Havre, núm. 96, p. 19-26.
  2. Beauvilain, A. y  Watte, J. P. (2009), «Was Toumaï (Sahelanthropus tchadensis) buried?«. Anthropologie (Brno), vol. 47, núm. 1-2, p. 1-6.
  3. Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
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Surgen dudas en relación a <em>Sahelanthropus</em> <em>tchadensis</em> (I)

Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (I)

     Última actualizacón: 29 agosto 2019 a las 16:07

De nuevo se ha abierto la caja de los truenos en la paleoantropología. Es sabido que los fósiles relacionados con la evolución humana son objetos de un enorme valor a los que se dedican —en muchos casos— largos años de pormenorizado estudio y análisis. Hasta aquí nada que no supiéramos y tuviéramos más o menos asumido. Pero, ¿qué pasaría si un fósil pudiera responder una de las preguntas más cruciales acerca de la evolución humana, pero no se describiera y publicara en una revista científica durante más de 16 años? Y aún más, ¿qué pasaría si dos investigadores quisieran hacer una comunicación científica sobre ese fósil en un congreso especializado, pero se rechazase por el comité científico?

Dos científicos, Roberto Macchiarelli, paleoantropólogo de la Universidad de Poitiers y del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, y Aude Bergeret, directora del Museo de Historia Natural Victor-Brun en Montauban, habían preparado una descripción preliminar de un fósil asociado a Sahelanthropus tchadensis que aún no ha sido descrito formalmente. Se trataría de un fragmento del fémur del que hasta ahora se considera el miembro más antiguo de la tribu Hominini (puedes profundizar en esta cuestión leyendo esta anotación). Remitieron la solicitud al comité científico de las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris, que se celebran entre los días 24 y 26 de enero en Poitiers, Francia. Dicha presentación fue rechazada.

La redactora de noticias de Nature Ewen Callaway se puso en contacto con la organización de las jornadas al conocer la historia y les preguntó los motivos del rechazo de dicha comunicación. La respuesta fue tanto escueta como esquiva (la traducción es mía):

Este trabajo [el de seleccionar las comunicaciones que se expondrán durante las jornadas] se lleva a cabo por un comité científico independiente e imparcial, que es soberano en su decisión. Por lo tanto, cualquier acusación sobre el tema no estaría justificada.

Y claro, cuando Callaway publicó la noticia en Nature el pasado 22 de enero («Controversial femur could belong to ancient human relative»), se destapó como decía al inicio la caja de los truenos. La sorpresa y estupor corrió por las redes sociales (la forma más inmediata de comunicación) aunque, en realidad, a muchos esta historia no nos ha pillado por sorpresa. Primero, porque ya conocíamos la existencia de ese fémur –por comunicaciones informales–; y en segundo lugar, porque desde hace varios años algunos paleoantropólogos y miembros del equipo que hizo el hallazgo inicial se vienen haciendo la misma pregunta (en público y en privado): ¿por qué no se publica la descripción formal del fósil?

El hallazgo

Es necesario conocer el contexto del descubrimiento de Toumaï (apodo con el que se conoce el cráneo de Sahelanthropus tchadensis) para comprender la verdadera dimensión del tema que estamos tratando.

Los fósiles de Sahelanthropus tchadensis se localizaron la mañana del 19 de julio de 2001 por un estudiante de la misión, Ahounta Djimdoumalbaye —considerado el mejor «cazador» de fósiles del equipo— en un yacimiento conocido como Toros-Menalla (localidad TM 266) en el desierto de Djurab (República de Chad). Se trataba de un cráneo bastante dañado, dos fragmentos de mandíbula y tres dientes (restos pertenecientes al menos a cinco individuos).

El presidente de Chad, Idriss Déby, bautizó coloquialmente al nuevo ejemplar con el apodo de Toumaï, nombre que se da en el desierto de Djurab a los niños que nacen justo antes del comienzo de la estación seca y que significa, en el lenguaje Goran (Dazaga), «esperanza de vida».

El artículo que describía la nueva especie y catalogaba los fósiles recuperados se publicó en 2002 en Nature 1. El anuncio causó una auténtica revolución dado que, con una antigüedad estimada entre 6 y 7 millones de años, eran los fósiles más antiguos de nuestro linaje evolutivo. El artículo no dejaba duda (la traducción es mía):

All six recovered specimens are assigned to a new taxon that is, at present, the oldest known member of the hominid clade.

Los seis especímenes recuperados se asignan a un nuevo taxón que, por ahora, es el miembro conocido más antiguo del clado homínido.

Para dejar claro que los autores del hallazgo informaron de la recuperación de seis fósiles, reproduzco a continuación la tabla nº 1 del citado artículo donde se identifican:

Tomado de Brunet, M., et al. (2002), “A new hominid from the Upper Miocene of Chad, Central Africa“. Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 145-151.

En lo que hace referencia a cuál fue la situación en la que se encontraron, los autores afirman que «todos los especímenes homínidos se encontraron en la unidad antracoteria de Toros-Menalla y provienen de arenisca perilacustre».

Del mismo modo, el artículo sobre el contexto geológico que acompañaba al anterior 2 afirmaba (la traducción es mía):

The hominid was embedded in a poorly cemented sandstone in the lowest metre of the unit.

El homínido estaba incrustado en piedra arenisca poco cementada en el metro más bajo de la unidad.

Expliquemos esto.

La datación del yacimiento se realizó mediante técnicas de biocronología, es decir, a partir del estudio del grado evolutivo de otros fósiles encontrados en el yacimiento, concretamente, antracoterios. Estos fósiles son útiles ya que se trata de linajes que incrementan sus dimensiones con el paso del tiempo geológico: conociendo las dimensiones de un antracoterio del Mioceno medio o final, tendremos información acerca del periodo geológico en que vivió cualquier fósil asociado con él. Gracias a esa información se estableció la antigüedad de Toumaï.

Los estudios geológicos permitieron saber además que hace 7 millones de años existía un ambiente perilacustre en la región, es decir, se trataba de una zona de aguas poco profundas, sujeta a frecuentes episodios de inundación así como a constantes variaciones de la línea de ribera. Era, en definitiva, un paisaje situado entre un lago (el llamado Paleo-Lago Mega Chad) y el desierto.

En 2004 el equipo que realizó el descubrimiento publicó otro artículo (ahora en francés) 3 ofreciendo más detalles y donde se afirmaba (la traducción es mía):

Les fossiles proviennent d’un niveau de grès périlacustre qui correspond à des sédiments déposés en bordure du paléolac Tchad.

Los fósiles provienen de un nivel de arenisca perilacustre que corresponde a los sedimentos depositados en el borde del paleolago Chad.

[…]

L’absence de restes osseux des membres ne permet pas de dire si Toumaï était bipède.

La ausencia de restos óseos de las extremidades no nos permite decir si Toumaï era bípedo.

Como hemos apuntado, la descripción de este nuevo género y especie causó tanto sensación como críticas a partes iguales. En una carta de réplica publicada en Nature en octubre de 2002, varios autores (entre los que figuraba John Hawks) 4 expusieron sus dudas acerca de la colocación en el árbol evolutivo de estos fósiles. Concretamente, consideraban que no debía incluirse a Sahelanthropus entre los homininos (es decir, el grupo de los representantes de nuestra línea evolutiva una vez se produjo la separación de la del chimpancé) porque la afirmación de que era bípedo no se apoyaba en datos sólidos. Las réplicas y contrarréplicas siguieron durante algunos meses, pero la cosa no pasó más allá de reclamar más pruebas que permitieran afianzar a Sahelanthropus tchadensis como un verdadero hominino y no como un simio.

En 2005 se publicó (de nuevo en Nature) otro artículo 5 donde se informaba del hallazgo de otros tres fósiles atribuidos a este ejemplar, concretamente dos fragmentos de mandíbula y un nuevo diente. Seguimos sin tener noticias de la existencia de posibles restos postcraneales.

Pero lo verdaderamente importante estaba por llegar.

El equipo seguía publicando novedades y, así, en 2008, Anne-Elizabeth Lebatard y sus colaboradores hicieron públicos los resultados del estudio geológico del yacimiento. En el artículo (publicado en PNAS) 6 se confirmó la datación del yacimiento a través de métodos isotópicos mediante el análisis y cuantificación del Be10 producido en la atmósfera. Las conclusiones obtenidas ratificaron la datación ya adelantada por métodos biocronológicos. Se fijó con bastante exactitud la edad de los dos niveles estratigráficos entre los que se había localizado el cráneo de Sahelanthropus tchadensis: 7,12 ± 0,31 Ma el nivel inferior, y 6,83 ± 0,45 Ma para el nivel superior:

In section TM 266, ages calculated for the two levels bracketing the Sahelanthropus tchadensis cranium level were 6.83 ± 0.45 Ma for the overlying level and 7.12 ± 0.31 Ma for the underlying level.

En este sentido, el artículo precisaba (la traducción es mía):

The sedimentary unit from which Toumaï was unearthed was named the anthracotheriid unit (A.U.) after a very common, large anthracotheriid, Libycosaurus petrochii that it contained.

La unidad sedimentaria de la que se desenterró a Toumaï se denominó unidad antracoteria (A.U.) porque contenía un antracoterio grande y muy común, Libycosaurus petrochii.

Los autores ilustraron los principales datos de su estudio con esta imagen (hemos recortado el final por su tamaño. Puedes consultar la imagen original aquí):

TOmado de Lebatard, A. E., et al. (2008), «Cosmogenic nuclide dating of Sahelanthropus tchadensis and Australopithecus bahrelghazali: Mio-Pliocene hominids from Chad». Proceedings of the National Academy of Science, vol. 105, núm. 9, p. 3226-3231.

El pie de esta ilustración dice así (la traducción es propia):

Columnas estratigráficas y edades de berilio de TM 254 y TM 266 (localidad de Sahelanthropus tchadensis, Toros-Menalla, Mioceno superior, norte de Chad). (El círculo en el mapa de localización indica el área estudiada; los números rojos, el número de la muestra recogida en la Tabla 2). El cráneo de Toumaï se ubica exactamente en la sección TM 266.

Recapitulemos lo dicho hasta ahora:

Se descubren una serie de restos craneales fosilizados que los investigadores, encabezados por Michel Brunet, deciden asignar a un nuevo género y especie. Tienen claro que el ejemplar pertenece a la tribu Hominini porque concluyen que era bípedo. La datación biocronológica arroja la mareante cifra de 6 o 7 millones de años de antigüedad, cálculos que se ven confirmados por un estudio geológico del yacimiento. Se ubica físicamente el cráneo de Toumaï entre dos capas sedimentarias, junto a otros restos fósiles.

Como respuesta al artículo publicado en PNAS, Alain Beauvilain, director de la excavación en Chad, y que formó por tanto parte del equipo que realizó el descubrimiento (su nombre aparece como coautor en el primer artículo de Nature de 2002) publica un trabajo en el South African Journal of Science 7 que supone el primer golpe importante que pone en duda las afirmaciones relativas a dónde y cómo se encontraban los fósiles cuando fueron descubiertos (la traducción es mía):

From January 1994 to July 2002, the author of the present note was in charge of every palaeontological field expedition that took place in the Chadian desert. In the interests of scientific accuracy, he is compelled to state formally that neither of these fossils was found in situ. The most appropriate word to employ for the two fossils would be that they were ‘collected’ from their respective localities.

Desde enero de 1994 hasta julio de 2002, el autor de la presente nota [Alain Beauvilain] estuvo a cargo de todas las expediciones paleontológicas realizadas en el desierto chadiano. En aras de la exactitud científica, se ve obligado a declarar formalmente que ninguno de estos fósiles se encontró in situ. La palabra más apropiada que podemos emplear para los dos fósiles sería que fueron ‘recogidos’ de sus respectivas localidades.

Las fotografías que el propio Beauvilain tomó en ese momento son suficientemente expresivas (puedes ver las originales aquí):

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Foto tomada por Alain Beauvilain.

Para un paleoantropólogo existe un gigantesco abismo entre encontrar un fósil enterrado en el sedimento –que es el significado del término in situ, es decir, hallado en el lugar donde quedó depositado– a encontrarlo en la superficie. Mientras que el primero puede ser datado con bastante confianza si el sedimento no ha sido perturbado (lo que un buen estudio geológico determinará), las posibilidades de datar correctamente un fósil encontrado en la superficie son bastante reducidas. Ni siquiera podemos saber si el ejemplar habitó en dicho lugar, o bien sus huesos fueron transportados intencionadamente o no hasta allí.

Sigue leyendo

Notas

  1. Brunet, M., et al. (2002), “A new hominid from the Upper Miocene of Chad, Central Africa“. Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 145-151.
  2. Vignaud, P., et al. (2002), «Geology and palaeontology of the Upper Miocene Toros-Menalla hominid locality, Chad». Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 152-155.
  3. Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
  4. Wolpoff, M. H., et al. (2002), «Sahelanthropus or ‘Sahelpithecus‘?». Nature, vol. 419, núm. 6907, p. 581-582.
  5. Brunet, M., et al. (2005), «New material of the earliest hominid from the Upper Miocene of Chad». Nature, vol. 434, núm. 7034, p. 752-755.
  6. Lebatard, A. E., et al. (2008), «Cosmogenic nuclide dating of Sahelanthropus tchadensis and Australopithecus bahrelghazali: Mio-Pliocene hominids from Chad». Proceedings of the National Academy of Science, vol. 105, núm. 9, p. 3226-3231.
  7. Beauvilain, A. (2008), «The contexts of discovery of Australopithecus bahrelghazali (Abel) and of Sahelanthropus tchadensis (Toumaï): unearthed, embedded in sandstone, or surface collected?». South African Journal of Science, vol. 104, p. 165-168.
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El arbusto evolutivo. 2. Los homininos arcaicos

El arbusto evolutivo. 2. Los homininos arcaicos

     Última actualizacón: 4 abril 2020 a las 18:38

En el grupo de los homininos arcaicos reunimos todos los taxones que no son inequívocamente Homo ni Paranthropus: incluye dos géneros, Australopithecus y Kenyanthropus. La paleoantropología tiene serios problemas para explicar cómo surgió el género Australopithecus. Hasta la fecha, la explicación más aceptada es que Ardipithecus dio lugar al nuevo género en el valle del Rift (otro de los motivos por los que el lugar donde fue hallado Sahelanthropus resulta tan inquietante). Así, apenas 200.000 años después de que Ar. Ramidus deambulara por las junglas de lo que hoy conocemos como Etiopía, un nuevo hominino hacía su aparición con rasgos inequívocos de un bipedismo obligado —aunque con posibles reminiscencias de locomoción arbórea—. Junto a la bipedia, el aumento del tamaño de los molares y del grosor del esmalte dental son las características básicas que definen a este grupo.

Los australopitecinos no constituyen en realidad un único clado ya que agrupa algunas pero no todas las especies descendientes de un antepasado común. Así, los científicos hacían una distinción informal entre ejemplares «gráciles» y «robustos» que ahora conocemos como dos géneros distintos: Australopithecus los primeros y Paranthropus los segundos. Por este motivo, hasta que no dispongamos de las muestras suficientes ni de los métodos de análisis adecuados para generar una filogenia fiable, tiene poco sentido revisar esta terminología que se encuentra muy extendida.

Yacimientos de los homininos arcaicos.

Australopithecus anamensis

Nombre taxonómico: Australopithecus anamensis ―Leakey, et al. (1995)― se halla restringido en la actualidad al este de África. El primer fósil descubierto fue la parte distal de un húmero izquierdo (KNM-KP 271) en 1967 en Kanapoi (Kenia). Otros yacimientos que han aportado fósiles al hipodigma son Allia Bay en Kenia, y el área de estudio del Middle Awash en Etiopía. Antigüedad: entre 4,19 y 3,72 Ma.

Holotipo Australopithecus anamensis.
KNM-KP 29281, mandíbula en vista oclusal (superior izquierda), lateral derecha (superior derecha) y medial (centro a la derecha). En la parte inferior, el temporal en vista inferior (abajo a la izquierda) y lateral (abajo a la derecha). (Leakey, et al. 1995)

Espécimen tipo: KNM-KP 29281. Se trata de una mandíbula con la dentición completa y un fragmento del hueso temporal que pertenece probablemente al mismo individuo. Ambos fueron recuperados en 1994 en Kanapoi.

Características y comportamiento: Entre los fósiles contamos con mandíbulas, dientes y elementos postcraneales de las extremidades superiores e inferiores. La mayoría de las diferencias entre Au. anamensis y Au. afarensis guardan relación con la dentición. En algunos aspectos, los dientes de Au. anamensis son más primitivos que los de Au. afarensis (con unos caninos grandes), pero en otros guardan parecido con los parántropos (esmalte dental grueso). Esta especie aporta la primera evidencia de incremento en el tamaño de los molares, que se asocia con el consumo de alimentos más duros y su vida en la sabana.

Los restos de las extremidades superiores son similares a los de Au. afarensis (con una morfología similar a la de los primates arbóreos), pero la tibia tiene rasgos asociados con la bipedia.

En 2016 se recuperó el primer cráneo asociado a especie (catalogado como MRD-VP-1/1). Tras dos años de trabajos se publicaron dos estudios, uno sobre la descripción del fósil y otro sobre el contexto geológico y la edad del mismo. La datación del fósil en 3,8 Ma nos indica que Australopithecus afarensis convivió en el tiempo con Australopithecus anamesis como mínimo durante 100.000 años. Esto pone en tela de juicio la hipótesis manejada hasta ahora de que Au. afarensis fuera el descendiente directo de Au. anamensis.

Referencia

Australopithecus afarensis

Nombre taxonómico: Australopithecus afarensis ―Johanson, et al. (1978)―. Se conoce únicamente en yacimientos del este de África. El primer fósil de esta especie, un fragmento de maxilar (Garusi 1) se recuperó en 1939 en Laetoli (Tanzania). La mayor parte del hipodigma proviene de Hadar pero otros yacimientos de Etiopía y Kenia han aportado más restos. Antigüedad: entre los 3,6 y 3 Ma (cerca de 4 Ma si se confirma su presencia en Belohdelie y Fejej).

Holotipo Australopithecus afarensis.
LH 4, vista oclusal. (Johanson, et al. 1978)

Espécimen tipo: LH 4. El espécimen tipo es una mandíbula hallada en Laetoli (Tanzania) en 1974 por el equipo de Mary Leakey ―Leakey, et al. (1976)―.

Características y comportamiento: Este es el hominino más antiguo del que contamos con un registro fósil bastante completo. El hipodigma incluye un cráneo bien conservado, cráneos parciales y fragmentados, muchas mandíbulas inferiores así como suficientes huesos de las extremidades como para poder estimar la estatura y masa corporal. Quizás el espécimen más conocido sea AL-288, la famosa «Lucy», una hembra adulta de la que conservamos casi el 80% de su esqueleto (si tomamos en cuenta la simetría bilateral). La mayoría de las estimaciones de la masa corporal la sitúan en el rango de los 30 a 45 kg de peso, una altura entre 1,10 y 1,30 metros de alto, y con una capacidad craneal estimada entre 400 y 550 cm3.

Tiene unos incisivos más pequeños que los de los actuales chimpancés, pero sus premolares y molares son relativamente más grandes. La comparación de los restos sugiere que las extremidades inferiores de AL-288 son sustancialmente más cortas que las de los humanos modernos de una estatura parecida. Tanto la forma de la pelvis como estas extremidades cortas sugieren que, aunque Au. afarensis era capaz de andar erguido, no estaba adaptado para un bipedismo prolongado. Tendría por tanto una locomoción particular: bípeda pero manteniendo cierta capacidad de desplazamiento por los árboles. Estas pruebas indirectas de su locomoción se completan con el descubrimiento de las «huellas de Laetoli», atribuidas a miembros de esta especie.

Las extremidades superiores, sobre todo la mano y la cintura escapular, poseen una morfología que se asocia a la locomoción arbórea. Aunque un estudio reciente argumenta que el dimorfismo sexual en este taxón está escasamente desarrollado, la mayoría de los investigadores opinan lo contrario.

Referencias

Australopithecus deyiremeda

Nombre taxonómico: Australopithecus deyiremeda ―Haile-Selassie, et al. (2015)― Recuperado en el área de estudio de Woranso-Mille, en la región de Afar (Etiopía). Antigüedad: entre 3,5 y 3,3 Ma.

Holotipo Australopithecus deyiremeda.
BRT-VP-3/1. a) vista oclusal; b) vista lateral; c) vista superior; d) vista medial; e) vista anterior. (Haile-Selassie, et al. 2015)

Espécimen tipo: BRT-VP-3/1. Un maxilar izquierdo con un incisivo y un molar.

Características y comportamiento: Pese a que cronológica y geográficamente coincide con Au. afarensis, los descubridores defienden que se trata de una nueva especie dadas las diferencias en la morfología de la mandíbula y el maxilar. Aún hay pocos restos para poder ofrecer un mayor detalle.

Referencia

Kenyanthropus (Australopithecus) platyops

Nombre taxonómico: Kenyanthropus platyops ―Leakey, et al. (2001)―. El primer fósil descubierto (KNM-WT 38350) era un fragmento de maxilar izquierdo recuperado en 1998 en Lomekwi, Turkana occidental (Kenia) por el equipo de Meave Leakey. Antigüedad: entre 3,5 y 3,3 Ma.

Holotipo Kenyanthropus platyops.
KNM-WT 40000. a) Vista lateral (la línea marca la separación entre el neurocráneo bastante distorsionado y la cara bien conservada; b) Vista superior; c) Vista anterior; d) Vista oclusal del paladar. (Leakey, et al. 2001)

Espécimen tipo: KNM-WT 40000. Es un cráneo relativamente completo pero deformado hallado en 1999 en Lomekwi.

Características y comportamiento: El cráneo tiene una configuración «grácil» según los autores del hallazgo, pero su antigüedad era mayor que la de cualquier otro espécimen del linaje grácil. Las principales razones que llevaron a Leakey y colaboradores a no asignar este material a Au. afarensis fueron dos: primero, el rasgo derivado que más salta a la vista, el de un plano muy vertical por debajo de la nariz que le proporciona el aspecto de cara plana al que se refiere su nombre; y en segundo lugar, unos molares relativamente pequeños pero con un esmalte dental parecido a Au. afarensis. A pesar de esta combinación única de morfología facial y dental, algunos autores como Tim White sostienen que un nuevo taxón no está justificado porque el cráneo puede ser el cráneo deformado de un Au. afarensis. Además, como hemos señalado al inicio, la estrategia adaptativa distintiva que podría deducirse de esa cara plana —y que sería necesaria para definir un nuevo género— no queda nada clara (de ahí que la mayoría de especialistas se refieran a este ejemplar como Australopithecus platyops).

Referencias

Australopithecus bahrelghazali

Nombre taxonómico: Australopithecus bahrelghazali ―Brunet, et al. (1996)―. Se ha identificado únicamente por una mandíbula parcial y un diente aislado encontrados en la región de Bahr el Ghazal en del desierto del Djourab (República de Chad) 1. Antigüedad: entre 3,5 y 3 Ma.

Holotipo Australopithecus bahrelghazali. KT 12/H1, a) Vista oclusal; b) vista anterior; c) vista vestibular derecha. (Brunet, et al. 1996).

Espécimen tipo: KT 12/H1. Se trata del fragmento de una mandíbula de un adulto que contiene un incisivo, los dos caninos y los dos premolares de ambos lados.

Características y comportamiento: Los descubridores mantienen que el esmalte dental más grueso lo distingue de Ar. ramidus, mientras que una sínfisis mandibular más pequeña y vertical (indicativa de una cara con un menor prognatismo) lo distinguen de Au. afarensis. De hecho, en un principio, la clasificación provisional de esta mandíbula fue la de Australopithecus aff. afarensis, pero un año más tarde, cuando Brunet lo comparó con los restos de Au. afarensis conservados en el Museo Nacional de Addis Abeba, se revisó y les otorgó el rango de nueva especie.

Parece una variante regional de Au. afarensis —y de hecho muchos investigadores agrupan estos restos en esa especie— pero el descubrimiento de Chad extiende sustancialmente el alcance geográfico de los primeros homininos y nos recuerda que los hitos importantes en la evolución humana (como la especiación y la extinción) pueden haber ocurrido bien lejos de las pequeñas regiones (en comparación con el tamaño del continente africano) donde existen yacimientos de los primeros homininos.

Referencia:

Australopithecus africanus

Nombre taxonómico: Australopithecus africanus ―Dart (1925)―. La mayoría de los fósiles de este espécimen provienen de dos cuevas, Sterkfontein y Makapansgat, aunque también se han recuperado en la cueva de Gladysvale. Antigüedad: entre 3 y 2,4 Ma.

Holotipo Australopithecus africanus. Taung 1, en vistas frontal, lateral derecha e inferior. (Dart, 1925)

Espécimen tipo: Taung 1. Se trata de un cráneo juvenil con un molde endocraneal parcial, recuperado en 1924 en Taung, Sudáfrica. Curiosamente, se pone en duda el verdadero sentido evolutivo del «niño de Taung» ya que la enorme cantidad de ejemplares procedentes de los otros yacimientos presentan rasgos bien distintos a éste. Estas dudas se ven incrementadas cuando tenemos en cuenta que Taung 1 es el único espécimen de hominino hallado en ese yacimiento.

Características y comportamiento: Con Au. africanus contamos con uno de los mejores registros fósiles de los homininos antiguos. Disponemos de abundantes muestras del cráneo, la mandíbula y la dentición. Por otro lado, el esqueleto postcraneal –y particularmente el esqueleto axial (la parte central del cuerpo formada por el torax, columna vertebral, cráneo, pelvis, etc.)– está peor representado, pero al menos tenemos una muestra de cada uno de los huesos largos, aunque gran parte de los fósiles han sido aplastados por rocas antes de que fosilizaran y están deformados.

La imagen que surge de los análisis morfológicos y funcionales sugiere que aunque Au. africanus era capaz de andar erguido (era bípedo) estaba mejor adaptado para desplazarse por los árboles (era un bípedo ocasional y no obligado) que otros taxones arcaicos como Au. afarensis. Tenía unos premolares relativamente grandes, y salvando los caninos reducidos, el cráneo es de aspecto simiesco. Su capacidad craneal media es de cerca de 485 cm3. Los restos hallados en Sterkfontein sugieren que tanto las hembras como los machos presentan diferencias en su tamaño corporal –dimorfismo sexual– pero no en el grado de Au. afarensis.

Referencia

Australopithecus sediba

Nombre taxonómico: Australopithecus sediba —Berger, et al. (2010)—. Todos los fósiles de este taxón se han recuperado en un único yacimiento: Malapa (Sudáfrica). Estudios radiométricos combinados con paleomagnetismo han proporcionado una fecha consistente para este ejemplar de 1,97 Ma.

Holotipo Australopithecus sediba.
UW88-50 (MH1) elementos craneodentales en A. Vista superior; B. Vista frontal; C. Vistas laterales y D. mandíbula juvenil UW88-8 (MH1)
(Berger, et al. 2010)

Espécimen tipo: MH 1. Un ejemplar compuesto por un cráneo juvenil (UW88-50), una mandíbula fragmentada (UW88-8) y diversas partes del esqueleto.

Características y comportamiento: Se distingue de Au. anamensis, Au. afarensis y Au. garhi por la falta de las apomorfias típicas de esos australopitecos, como la proyección de la cara (prognatismo). Tampoco posee un gran aparato mandibular, la megadontia extrema de premolares y molares y las marcas pronunciadas de inserción muscular en el cráneo. En definitiva, estamos ante un aparato masticador menos desarrollado, con una cara y mandíbula de tamaño reducido.

Según sus descubridores Au. sediba se acerca más a Au. africanus, sobre todo por su «gracilidad» y la baja capacidad craneal. Sin embargo, las diferencias también son importantes y hace que esta especie se parezca a los ejemplares antiguos de Homo. El análisis de los fósiles del pie desvela un conjunto de rasgos primitivos asociados a la capacidad de trepar por los árboles, así como otros derivados que apuntan a la bipedia. Lo mismo sucede con los huesos de la mano y la muñeca, que indican una capacidad para desplazarse por los árboles y un agarre de precisión que podría indicar el uso de herramientas.

Referencia

Notas

  1. El mismo yacimiento donde años más tarde se descubrió a Sahelanthropus tchadensis.
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El arbusto evolutivo. 1. Los posibles homininos

El arbusto evolutivo. 1. Los posibles homininos

     Última actualizacón: 29 agosto 2019 a las 16:04

El grado de los «posibles homininos» incluye cuatro taxones que pueden pertenecer al clado humano, es decir, pueden ser homininos, aunque también pueden pertenecer a clados de simios. Hablamos de «posibilidad» porque hay que tener presente algo muy importante: las características craneales y dentales 1 que se atribuyen a estos especímenes y que se consideran diagnósticas del clado humano (fundamentalmente la posición del foramen magno y la forma y tamaño de los caninos) pueden ser homoplasias, es decir, características similares en dos o más taxones que no han sido heredadas de su último antepasado común, sino que han evolucionado de forma independiente.

Esto, unido al hecho de que los restos de estos especímenes son escasos y fragmentarios, hace más prudente considerarlos como «candidatos» a ser los primeros miembros del clado humano antes que asumir que «son» homininos. De hecho, aunque aquí sigamos la tradicional denominación con cuatro géneros distintos, no son pocas las voces que sostienen que habría que incluirlos en un mismo género (Ardipithecus, el único género bien identificado) en tanto no se aporten pruebas claras acerca de la locomoción o dentición diferencial del resto, es decir, mientras no se aporten datos más contundentes de que ocupan clados distintos o presentan estrategias adaptativas peculiares.

Yacimientos de los tres géneros considerados como «posibles homininos».

Sahelanthropus tchadensis

Nombre taxonómico: Sahelanthropus tchadensis ―Brunet, et al. (2002)― Es el taxón con el que se identifica a los fósiles descubiertos en el año 2001 en Toros-Menalla (República de Chad). Antigüedad: entre 7 y 6 Ma.

Holotipo TM266-01-60-1, Sahelanhropus tchadensis: vistas frontal, lateral, superior y basal (Brunet et al., 2002).

Espécimen tipo (holotipo): TM266-01-060-1, el cráneo deformado de un adulto. El resto del hipodigma (bastante escaso) lo forman seis fragmentos de mandíbulas y algunos dientes. No se ha publicado ninguna descripción de restos postcraneales.

Características y comportamiento: Sahelanthropus tchadensis es un animal del tamaño de un chimpancé o un bonobo que muestra una novedosa combinación de rasgos primitivos y derivados. Gran parte de la base y la bóveda craneal son parecidas a las del chimpancé ―estamos ante un cráneo de aspecto primitivo― pero la posición relativamente anterior del foramen magno (orificio que conecta el cerebro y la médula espinal) es similar a los homininos. Esta característica, que implicaría una forma de caminar erguida, es la más importante a la hora de catalogarlo como un «posible» hominino.

Otros rasgos que lo alejan del clado Pan (chimpancés) son el toro supraorbital, la falta de hocico 2 –lo que se conoce técnicamente como «prognatismo subnasal reducido»–, los caninos son pequeños y están desgastados en el ápice (en la punta) 3, las cúspides de los molares bajas y redondeadas, el esmalte dental relativamente grueso y el hueso ramus de la mandíbula relativamente grueso.

Vivía en una región húmeda de praderas y bosques abiertos y tenía una capacidad craneal estimada de entre 360 y 370 cm3.

Referencia

Orrorin tugenensis

Nombre taxonómico: Orrorin tugenensis ―Senut, et al. (2001)―. El primer fósil que más tarde fue atribuido a Orrorin fue un molar inferior (KNM LU 335) hallado en 1974 por Martin Pickford en el yacimiento de Cheboit, Tugen Hill (Kenia). Los trece fósiles hallados hasta ahora proceden de la formación Lukeino (entre ellos tres fragmentos de fémur). Antigüedad: entre 6 y 5,8 Ma.

Holotipo Orrorin tugenensis.
C: BAR 1000’00, fragmento de mandíbula izquierda
con M3, vista bucal.
D: BAR 1000’00, fragmento de mandíbula izquierda con M2–3, vista lingual.
E: BAR 1000’00,
fragmento de mandíbula izquierda con M2–3, vista oclusal. (Senut, et al. 2001).

Espécimen tipo: BAR 1000´00, un fragmento de mandíbula recuperado en la localidad Kapsomin de Tugen Hill (Kenia).

Características y comportamiento: Tras el examen de la morfología de los tres fragmentos de fémur, se ha interpretado que Orrorin era un bípedo obligado ―Richmond y Jungers (2008)― aunque otros investigadores interpretan la morfología del cuello femoral como indicativa de una mezcla de locomoción bípeda y arbórea ―Ohman, et al. (2005)―.

Por otro lado, los descubridores admiten que gran parte de la morfología dental es muy parecida a la de otros simios: el canino es grande y los incisivos y premolares terminan en punta (como sucede en los chimpancés). En cambio, los molares son relativamente pequeños y cuentan con esmalte dental grueso.

Sus descubridores ven a Orrorin como un hominino adaptado a una vida arbórea, pero que era capaz de andar erguido cuando se movía por el suelo. Probablemente era frugívoro y se alimentaba principalmente en los árboles.

Como dato interesante debemos señalar que el conjunto de fósiles originales se conservó en un museo de Kipsaraman. Sin embargo, tras su cierre, el destino de estos fósiles es un gran misterio. En 2009 se publicó un comentario del responsable de los museos de Kenia afirmando que los fósiles de Orrorin estaban depositados en un banco de Nairobi, pero el Museo Nacional de Kenia no tenía ninguna información al respecto. En definitiva, en la actualidad estos fósiles están desparecidos. Sin duda una enorme pérdida para la ciencia.

Referencias

  • Ohman, J. C., et al. (2005), «Questions about Orrorin femur». Science, vol. 307, núm. 5711, p. 845.
  • Richmond, B. G. y Jungers, W. L. (2008), «Orrorin tugenensis femoral morphology and the evolution of hominin bipedalism». Science, vol. 319, núm. 5870, p. 1662-1665.
  • Senut, B., et al. (2001), «First hominid from the Miocene (Lukeino Formation, Kenya)«. Comptes Rendus de l’Académie des Sciences, vol. 332, núm. 2, p. 137-144.

Ardipithecus kadabba

Nombre taxonómico: Ardipithecus kadabba ―Haile-Selassie, et al. (2004)―. Esta nueva especie se designó en función de once fósiles que comprenden restos craneales y postcraneales descubiertos en 1997 (hechos públicos en 2001); además de seis dientes descubiertos en 2002. Todo el hipodigma se ha recuperado en cinco localidades datadas entre 5,8 y 5,5 Ma dentro del área de estudio del Middle Awash en Etiopía.

Holotipo Ardipithecus kadabba.
A. ALA-VP-2/10, mandíbula y dientes asociados; ALA-VP-2/120, cúbito y eje del húmero; ALA-VP-2/11, falange de la mano.
B. AME-VP-1/71, vistas lateral, inferior y dorsal de la falange del pie.
C. STD-VP-2, dientes y clavícula parcial.
D. DID-VP-1/80, falange de la mano.
E. ASK-VP-3/160, vista oclusial, mesial y bucal; ASK-VP-3/78, vista posterior. (Haile-Selassie, 2001).

Espécimen tipo: ALA-VP-2/10, una mandíbula parcial con dientes asociados.

Características y comportamiento: Las principales diferencias entre Ardipithecus kadabba y Ardipithecus ramidus (que veremos a continuación) son que las crestas apicales de la corona del canino superior de este taxón son más grandes, y que el contorno de la corona del P3 (tercer premolar inferior) en Ar. kadabba es más asimétrico que en Ar. ramidus.

Haile-Selassie sugiere que estamos ante una morfoclina (una gradación continua de cambio anatómico en el espacio y el tiempo) en la morfología de los caninos superiores, donde Ar. kadabba muestra la morfología más simiesca mientras que Ar. ramidus y Australopithecus afarensis se interpretan como más parecidos progresivamente a las coronas más bajas y asimétricas de los homininos posteriores.

La falange del pie (AME-VP-1/71) combina una curvatura simiesca con una forma parecida a la de Au. afarensis en la articulación proximal. Esta falange —a partir de la que se defiende su carácter de hominino, 600.000 años más moderna que el resto de fósiles y descubierta en un yacimiento situado a 20 km del resto— tiene un particular aplanamiento dorsal que aparece en las falanges de los bípedos pero no en las de los simios africanos. Esta forma concreta se asocia con el movimiento de los dedos del pie al propulsar la zancada.

Referencias

  • Haile-Selassie, Y. (2001), «Late Miocene hominids from the Middle Awash, Ethiopia«. Nature, vol. 412, núm. 6843, p. 178-181.
  • Haile-Selassie, Y.; Asfaw, B. y White, T. D. (2004), «Hominid cranial remains from upper pleistocene deposits at Aduma, Middle Awash, Ethiopia». American Journal of Physical Anthropology, vol. 123, núm. 1, p. 1-10.

Ardipithecus ramidus

Nombre taxonómico: Ardipithecus ramidus ―White, et al. (1994) y White, et al. (1995)―. El descubrimiento inicial fue un molar (ARA-VP-1/1) del yacimiento Aramis. Sin embargo, se discute si una mandíbula (KNM-LT 329) hallada en Lothagam (Kenia) pertenece al hipodigma, lo que la convertiría en el descubrimiento inicial. Antigüedad: entre 4,5 y 4,3 Ma.

Holotipo Ardipithecus ramidus.
ARA-VP-6/1, dentición superior e inferior de un mismo individuo (White, et al. 1994)

Espécimen tipo: ARA-VP-6/1. Se trata de dientes asociados hallados en 1993 en el área de estudio del Middle Awash en Etiopía.

Características y comportamiento: Tim White y sus colaboradores clasificaron inicialmente todos estos especímenes dentro del género Australopithecus y nombraron una nueva especie: Australopithecus ramidus. Sin embargo, un año más tarde decidieron llevar las diferencias al rango de género nombrando el taxón Ardipithecus ramidus.

Los fósiles que se han publicado incluyen dos esqueletos asociados, uno de los cuales (ARA-VP-6/500) ―conocida como «Ardi»― conserva un cráneo parcial, unas manos y pies bien conservados, un trozo de la base del cráneo, mandíbulas, dientes asociados, dientes aislados, dos vértebras, una primera costilla, fragmentos de huesos largos y otros fósiles postcraneales aislados. En total contamos con más de un centenar de fósiles de más de 20 individuos.

Ar. ramidus posee algunas características comunes con especies actuales de chimpancés y con los simios africanos en general. Por otro lado, se defiende que algunas características dentales y craneales son compartidas únicamente con otros homininos posteriores como Au. afarensis. Este es el motivo por el que se incluye en el clado humano.

Tenía una capacidad craneal pequeña, entre 300 y 350 cm3, similar al de las chimpancés hembras. Los caninos se proyectan hacia afuera menos que en el caso de los chimpancés mientras que los dientes postcaninos son relativamente pequeños. Esto unido a un esmalte dental grueso indica que su dieta era omnívora. A pesar de poseer unas manos y pies parecidos a las de los simios, la posición del foramen magno y la reconstrucción del hueso de la pelvis (bastante dañado) se utilizan como argumentos a favor de que «Ardi» poseía una postura bípeda. Eran animales que se movían con agilidad en los árboles (con una longitud de brazos y piernas muy similar) y que poseían una locomoción bípeda terrestre más primitiva que la que veremos en Australopithecus.

Referencias

Notas

  1. Una de las características distintivas de los humanos es nuestra dentición. Nuestros caninos son muy pequeños en relación con nuestros molares, nuestro esmalte dental es grueso y nuestra arcada dental es ancha y tiene una característica forma parabólica. Por el contrario, los caninos de los chimpancés, por ejemplo, son tan grandes que necesitan que haya un espacio –llamado diastema– entre éstos y los incisivos para que tanto los dientes superiores como los inferiores puedan encajar cuando la boca se cierra. Además su arcada dental es mucho más alargada y tiene una morfología rectangular.
  2. La parte de la cara que se proyecta hacia fuera que incluye la nariz y la boca.
  3. Esta morfología se da en las formas más evolucionadas de homininos. En cambio, el desgaste de los dientes en los simios se produce a lo largo de la corona dado que el canino superior se afila regularmente al rozar con el P3, el tercer premolar, cuando se abre y cierra la boca.
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Diez cuestiones sobre genética relacionadas con la evolución humana

Diez cuestiones sobre genética relacionadas con la evolución humana

     Última actualizacón: 18 marzo 2018 a las 11:06

Homo sapiens ha evolucionado dentro del continente africano durante decenas de miles de años antes de producirse la expansión hacia el resto del planeta según la hipótesis conocida como «fuera de África».

La mayoría de los antepasados ​​de las poblaciones actuales no africanas comenzaron a expandirse rápidamente a partir de un pequeño grupo fundador compuesto por no más de 1.000 individuos hace entre 50.000 y 75.000 años.

En cambio, las poblaciones africanas tienen un patrón histórico diferente y más complejo, con linajes que comenzaron a divergir hace 200.000 años antes del presente, y que luego se mezclaron de nuevo entre sí.

En cualquier caso, debemos tener en cuenta que mientras Homo sapiens se desarrollaba en África, Homo neanderthalensis se expandía por un amplio territorio que incluía Europa y Asia central; al tiempo que en el Lejano Oriente sobrevivían los últimos descendientes de Homo erectus y otras líneas evolutivas que podían incluir a los denisovanos.

¿Por qué nuestros antepasados no salieron del continente africano hasta hace unos 50.000 años si llevaban evolucionando desde hacía 150.000 años? Una de las explicaciones posibles de este fenómeno tiene que ver con la erupción del monte Toba en Sumatra (hace unos 70.000 años), que provocó el pulso climático más frío de todo el Pleistoceno y cuya duración, de unos 1.000 años, pudo provocar un marcado descenso de la población en todo el planeta (digo pudo porque la cuestión de la importancia de la erupción del volcán es un hecho que aún hoy genera un intenso debate 1.). No fue por tanto hasta que se superó esta crisis climática cuando Homo sapiens, con las ventajas evolutivas que había venido desarrollando, pudo iniciar su expansión por todo el globo.

Para saber más:

Reyes-Centeno, H., et al. (2015), «Testing modern human out-of-Africa dispersal models and implications for modern human origins«. Journal of Human Evolution, vol. 87, p. 95-106.

Williams, M., et al. (2009), «Environmental impact of the 73 ka Toba super-eruption in South Asia«. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, vol. 284, núms. 3-4, p. 295-314.

Homo sapiens constituye una única especie.

Así que en vez de representar a nuestros antepasados como un «árbol» que crece, sería mejor ver nuestra trayectoria evolutiva como algún tipo de corriente de agua: algunos ríos se secan, otros se vuelven a unir después de haberse separado y otros, de pronto, muestran una expansión repentina (como los deltas antes de desembocar en el mar).

Las principales poblaciones humanas de la actualidad parecen ser el producto de fusiones relativamente recientes entre corrientes que se separaron tiempo atrás. Incluso África, que es el origen de la humanidad, muestra corrientes de regreso, migraciones que han vuelto desde Eurasia.

Muchos de los fenotipos que definimos como característicos de varias poblaciones humanas son relativamente recientes (recientes en términos genéticos: miles o decenas de miles de años).

Por ejemplo, hace unos 7.000 años, grandes extensiones de Europa estaban pobladas por cazadores-recolectores de piel oscura y ojos azules, de ahí que nuestro actual color de la piel sea una adaptación reciente. Lo mismo sucede con el pelo recto y grueso de los asiáticos orientales.

Para saber más:

Gittelman, Rachel M., et al. (2016), «Archaic hominin admixture facilitated adaptation to out-of-Africa environments«. Current Biology, vol. 26, núm. 24, p. 3375–3382.

Olalde, I., et al. (2014), «Derived immune and ancestral pigmentation alleles in a 7,000-year-old Mesolithic European«. Nature, vol. 507, núm. 7491, p. 225-228.

La variante genética que permite a los tibetanos tolerar las grandes alturas y la falta de oxígeno proviene de los denisovanos.

La versión denisovana del gen EPAS1 que poseen los tibetanos representa una tendencia general: poseemos adaptaciones de otros linajes humanos gracias al flujo genético.

Cuando personas procedentes de lugares situados a nivel del mar se aclimatan a la altitud, lo hacen aumentando la hemoglobina en la sangre. En los tibetanos, sin embargo, el nivel de hemoglobina no aumenta tanto, lo que ayuda a evitar problemas cardíacos relacionados con altos niveles de la proteína.

La explicación es que los humanos y los denisovanos probablemente se cruzaron hace entre 30.000 y 40.000 años. Ese flujo genético sirvió para añadir parte del ADN denisovano a nuestro genoma, por lo que al trasladarse nuestros antepasados a la meseta del Tíbet se manifestó la ventaja de la mutación, que se extendió por toda la región.

Para saber más:

Huerta-Sanchez, E., et al. (2014), «Altitude adaptation in Tibetans caused by introgression of Denisovan-like DNA«. Nature, vol. 512, núm. 7513, p. 194-197.

La transición hacia la agricultura y hacia las civilizaciones complejas parece mostrar correlación con un crecimiento explosivo de la población, relacionado fundamentalmente con el cromosoma Y (heredado por vía paterna).

Cuando los seres humanos salieron de África permanecieron en grupos pequeños a lo largo de las costas y tardaron miles de años en adaptarse a los entornos montañosos y boscosos del interior de los continentes. Sin embargo, una vez adaptados a esta situación, la población aumentó muy rápidamente ya que los grupos viajaron hacia el interior y se aprovecharon de la abundancia de espacio y alimento.

Para saber más:

Wei, W., et al. (2012), «A calibrated human Y-chromosomal phylogeny based on resequencing«. Genome Research.

Parece poco probable que haya habido un cambio genético singular que nos haya hecho a los humanos lo que somos, distintos en relación a nuestros primos homininos.

Los investigadores llevan décadas buscando algo así, una mutación clave que defina qué nos hace humanos, pero no han encontrado nada definitivo. Quizás, la razón de no haber encontrado nada así es que no existe tal cambio genético aislado.

Al contrario, son muchos los cambios que ha experimentado nuestro genoma para hacer que nuestro linaje sea distinto.

Gran parte de la variación entre los grupos humanos actuales no se debe a genes nuevos, sino más bien a la reaparición de antiguas variantes génicas que presentan nuevas prevalencias.

Por ejemplo, el aclaramiento de la piel en diferentes partes de Eurasia coopta rutas comunes de pigmentación en los mamíferos, y lo mismo ha pasado con la altura.

Para saber más:

Khan, R. y Khan, B. S. R. (2010), «Diet, disease and pigment variation in humans«. Medical Hypotheses, vol. 75, núm. 4, p. 363-367.

La flexibilidad cultural no significa que el ser humano no siga evolucionando, ni niega por tanto la evolución biológica. Al contrario, fuertes cambios en los patrones culturales parecen impulsar la biología.

La persistencia de la lactasa (es decir, la capacidad de seguir digiriendo leche a edad adulta) es un caso claro. Por ejemplo, nuestros antepasados de la Península Ibérica no tenían el gen que les permitía digerir el azúcar de la leche y, sin embargo, los actuales europeos del sur sí que toleramos la lactosa. La explicación tendría que ver con la necesidad de alimentarse en épocas de hambruna: cuando las cosechas no eran suficientes, nuestros antepasados se vieron obligados a comer más alimentos procedentes de la leche.

Aunque este cambio en la dieta provocó fuertes episodios de diarrea y otras dolencias –síntomas de la intolerancia a la lactosa–, el proceso de selección natural permitió desarrollar la persistencia de la lactasa dado que aquellos que eran tolerantes vivieron para dejar más descendencia.

Incluso la adaptación genética al paludismo se debe en última instancia a cambios ambientales antropogénicos.

Para saber más:

Sverrisdóttir, O. Ó., et al. (2014), «Direct estimates of natural selection in Iberia indicate calcium absorption was not the only driver of lactase persistence in Europe«. Molecular Biology and Evolution, vol. 31, núm. 4, p. 975-983.

Ghaderi, D., et al. (2011), «Sexual selection by female immunity against paternal antigens can fix loss of function alleles«. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 108, núm. 43, p. 17743-17748.

No hay grupos humanos «más antiguos». Por definición, todos los seres humanos nos separamos de nuestros antepasados en un mismo momento.

Esperamos nuevos descubrimientos acerca de nuestro pasado evolutivo gracias a los proyectos de secuenciado de ADN antiguo.

Por ejemplo, hay algunos indicios –todavía incipientes– que apuntan a la salida de Homo sapiens fuera de África hace alrededor de 100.000 años. Por lo tanto, parece que todavía queda mucho por saber acerca de esta historia.

Para saber más:

Pagani, L., et al. (2016), «Genomic analyses inform on migration events during the peopling of Eurasia«. Nature, vol. 538, núm. 7624, p. 238-242.

Notas:

 

  1. Puedes leer diferentes puntos de vista sobre este particular aquí
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