geología

El cazador que enseñaba geología

El cazador que enseñaba geología

     Última actualizacón: 15 septiembre 2017 a las 11:51

Tal y como recoge el diccionario de la Real Academia Española, una glaciación—edad de hielo o periodo glacial— es cada una de las grandes invasiones de hielo que en épocas remotas acontecieron en zonas muy extensas de distintos continentes. Se trata en definitiva de periodos prolongados de clima frío que provocaron la expansión los glaciares más allá de los límites que conocemos actualmente.

Durante estos periodos, las enormes masas de hielo —a veces de un espesor superior a los 3.000 metros— cubrían grandes extensiones de tierra, causando efectos muy característicos en el paisaje: debido al enorme peso, se formaban profundos valles en forma de U, aparecían largas hileras de cantos rodados en los bordes debido a los fragmentos de rocas que caían desde las laderas de las montañas, levantaban las playas, alteraban los cursos fluviales etc.

Aunque hoy se trate de un fenómeno bastante conocido, durante los siglos XVIII y XIX los naturalistas se enzarzaron en intensos debates para buscar explicaciones a las numerosas anomalías que poblaban el paisaje europeo: huesos de reno ártico en el cálido sur de Francia, depósitos sedimentarios que no encajaban con las explicaciones geológicas más habituales, rocas inmensas plantadas en sitios inverosímiles etc.

Debemos tener presente que el siglo XIX se caracterizó por un clima muy frío ya que en Europa y Norteamérica llevaban doscientos años experimentando la llamada Pequeña Edad de Hielo, cuyo último máximo (en cuanto a bajas temperaturas se refiere) se produjo hacia 1850 haciendo que el hielo y la nieve cubriesen campos y ciudades, los canales y ríos se helasen y, en definitiva, motivando el bloqueo de la navegación y el transporte fluvial, tan importantes en aquella época para abastecer las ciudades y aldeas de alimentos. Por otra parte permitió una serie de actividades invernales que hoy en día son impensables: ferias sobre un Támesis completamente helado y carreras de patines por los canales holandeses.

Esaias van de Velde – Diversion sobre hielo en Wallgraben. CC

Una de las cuestiones que más llamaba la atención era presencia de enormes bloques de piedra en posiciones imposibles como se podían ver en la gran llanura central de Suiza. Se trataba de rocas que no encajaban, ni por el tamaño ni por la composición, con la composición geológica de la zona donde estaban depositadas. Las dos escuelas geológicas predominantes ofrecían explicaciones completamente diferentes: los catastrofistas como William Buckland, defensores de que los cambios geológicos y biológicos de nuestro planeta se debían a cambios repentinos y violentos, echaban mano del diluvio bíblico para justificar tales formaciones sedimentarias. En cambio, los seguidores de la corriente actualista-uniformitarista, como Charles Lyell, argumentaban que esas rocas habían sido transportadas sobre grandes masas de hielo flotante (James Hutton, sorprendido porque hubiera quien sostenía la idea de que una inundación explicaba la presencia de rocas inmensas en las laderas de las montañas a 1000 metros de altitud, expuso burlonamente: “ni siquiera toda el agua del mundo hará flotar una roca”). Otros, más “audaces” en sus planteamientos, apuntaron que tal vez las había lanzado allí el aire comprimido en las cavernas, como si del tapón de una botella de cava se tratase.

A pesar de que muchos científicos antes del siglo XIX ya habían descrito la existencia de los glaciares y realizado observaciones acerca de la forma en que éstos modelaban el paisaje, no fue hasta el año 1815 cuando se sentaron las bases de una teoría. Y todo fue posible gracias a la curiosidad de una sola persona: sus observaciones, pasado el tiempo, desembocaron en la formulación de la teoría glaciar que es aceptada hoy en día, más o menos en los mismos términos en que fue expuesta entonces. Nos referimos a Jean-Pierre Perraudin (1767-1859).

Lourtier. Google earth images.

Perraudin era un montañés que vivía en Lourtier, lo que por entonces era una pequeña aldea del valle de Bagnes, en el Cantón Valais suizo. Se dedicaba a la caza de gamuzas, y desde su más temprana infancia recorría incansable los Alpes, la cordillera montañosa que rodeaba la región donde residía. Pese a no ser lo que hoy podríamos llamar un científico profesional, se cuestionó la forma en que habían llegado hasta su ubicación actual las enormes rocas que se podían ver esparcidas por toda la región, y que hoy reciben el nombre de bloques erráticos. Perraudin conocía perfectamente la existencia de los glaciares y suponía que éstos, en su movimiento, transportaban rocas y otros residuos que formaban los depósitos llamados morrenas. Por lo tanto, su explicación para la presencia de estos enormes bloques de piedra era que los glaciares fueron más extensos en el pasado y que fueron retrocediendo a medida que se calentaba el clima. De esta forma, al retraerse con el aumento de las temperaturas, dejaron atrás las rocas en los lugares donde actualmente reposan. El montañés tuvo la oportunidad de exponer sus argumentos a uno de naturalistas más destacados de la región, Jean de Charpentier.

Charpentier era director de las minas de sal de la ciudad de Bex (situada en el Cantón Vaud), así como un reputado geólogo. La historia de este encuentro la expone el propio Charpentier en su obra «Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone»: al regresar de observar los glaciares del valle de Bagnes se le hizo tarde, decidiendo hacer noche en Lourtier para poder continuar a la mañana siguiente con sus observaciones. Pasó la noche conversando en casa de Perraudin, quien le habló acerca de las particularidades de la comarca, así como de su creencia en que los glaciares habían tenido en el pasado una extensión mucho mayor que la actual, cubriendo la totalidad del valle hasta Martigny. La prueba de esta afirmación era la presencia de las enormes rocas que se podían ver en los alrededores de la villa y que, por su tamaño, el agua no había podido desplazar.

Bloque errático – Lambert Dome. CC

Charpentier consideró esta suposición extraordinaria y extravagante, y no llegó siquiera a tomarla en consideración. Sin embargo, estas ideas sí tuvieron mejor acogida por parte de Ignaz Venetz, ingeniero en caminos, hidrólogo, naturalista, y glaciólogo suizo con quien Perraudin también había hablado acerca de su hipótesis. Venetz decidió pasar entre los años 1815 y 1818 una gran cantidad de tiempo en la región donde residía el montañés para estudiar el fenómeno y sacar sus propias conclusiones.

En la reunión anual de la Sociedad suiza de ciencias naturales, reunida en Berna en 1816, el ingeniero suizo explicó el movimiento de las masas de hielo, así como la formación de las morrenas. Del mismo modo, indicó que la presencia de los bloques erráticos se debía al transporte de estas rocas en el interior del hielo, permaneciendo posteriormente en el lugar una vez que el glaciar se retiraba, y sostuvo que todo el Cantón Valais había estado cubierto por un enorme glaciar que se había extendido hasta la cordillera del Jura.

Sus observaciones acerca de los glaciales le llevaron a redactar en 1821 el primer borrador de lo que sería la «Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes Suisses», artículo que no sería publicado hasta 1833 y que contenía los resultados de todas sus investigaciones.

A pesar de las abundantes y coherentes explicaciones dadas por Venetz, Charpentier seguía dudando de la realidad de estas ideas. Si ya le resultaba extraño creer lo que Perraudin le había contado, no más verosímil le pareció la suposición de que un glaciar había cubierto la distancia entre los Alpes y la cordillera del Jura. Así, decidió estudiar en profundidad el terreno errático y todos los fenómenos que le acompañan con la finalidad de convencer a Venetz de su error. Sin embargo, y en contra de lo que se había propuesto, al final reconoció la realidad de las conclusiones que había alcanzado su colega.

En 1834, Charpentier ofreció una conferencia en la reunión de la Sociedad suiza de ciencias naturales, donde expuso los resultados de sus investigaciones (y las del propio Venetz). Tras explicar los numerosos hechos que contradecían que grandes inundaciones o corrientes de agua hubieran provocado el desplazamiento de los bloques erráticos, su textura y ubicación, concluyó que, tal y como Venetz había expuesto años antes, en el pasado una gran masa de hielo había cubierto los valles entre los Alpes y el Jura. Sin embargo, puntualizó que era contrario a la opinión de que los glaciares hubieran cubierto completamente el espacio entre ambos sistemas montañosos, en el sentido de que el grosor del glaciar fuera de la misma altura que las montañas.

Con este pequeño trabajo consiguió el objetivo que se había propuesto, que no era otro que llamar la atención de otros geólogos acerca de este fenómeno, y cuyo estudio se había dejado de lado por un tiempo. En dicha conferencia estuvo presente Jean-Louis-Rodolphe Agassiz, quien tras prestar buena atención a las explicaciones de Charpentier, decidió estudiar a fondo los glaciares ya que, en principio, estaba en total desacuerdo con las conclusiones que había alcanzado.

Habremos de volver sobre esta cuestión en otra ocasión.

Referencias:

Charpentier, J. (1836), «Account of one of the most important results of the investigations of M. Venetz, regarding the present and earlier condition of the glaciers of the Canton Vallais». Edinburgh New Philosophical Journal, vol. XXI, núm. XLII, p. 210-220.

Charpentier, J. (1841), Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone. Lausanne: Marc Ducloux, x, 358 p.

Eiroa, J. J. (2006), Nociones de prehistoria general. Barcelona: Ariel, 699 p.

Eyles, N. (2004), «Frozen in time: concepts of ‘global glaciation’ from 1837 to 1998». Geoscience Canada, núm. 31, p. 157-166.

Imbrie, J. y  Imbrie, K. P. (1979), Ice ages: solving the mystery. Short Hills, N.J.: Enslow Publishers, 224 p.

Nilsson, T. (1983), The pleistocene: geology and life in the quaternary ice age. Stuttgart: Enke, 651 p.

Sequeiros San Román, L. y  García Cruz, C. M. (2006), «Louis Agassiz (1807-1873) y sus aportaciones a la geología. Implicaciones didácticas». Enseñanza de las ciencias de la tierra, vol. 14, núm. 3, p. 202-212.

Venetz, I. (1833), «Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes de la Suisse«. Denkschriften der Allgemeinen Schweizerischen Gesellschaft für die Gesammten Naturwissenschaften, vol. I, núm. 2, p. 1-38.

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Una estrella en ascenso para buscar el origen de la humanidad. La cueva Rising Star.

Una estrella en ascenso para buscar el origen de la humanidad. La cueva Rising Star.

     Última actualizacón: 8 marzo 2018 a las 13:28

El pasado día 6 de noviembre se anunciaba en la Universidad Witwatersrand el comienzo de las excavaciones en un nuevo yacimiento, la cueva Rising Star. El paleoantropólogo Lee Berger dirige la expedición conformada por un grupo de investigadores internacionales en el lugar que podría albergar los restos fósiles más antiguos de los primeros humanos. El Cradle of Humankind World Heritage Site (COHWHS), situado a unos 40 kilómetros al norte de Johannesburgo, es famoso por el registro fósil que alberga, algunos de cuyos descubrimientos más importantes fueron Mrs. Ples (un cráneo de Australopithecus africanus apodado de esa forma por los periodistas para reducir su nombre original: Plesianthropus transvaalensis), y los restos fósiles de Australopithecus sediba desenterrados en las Cuevas de Malapa por el propio Berger y que supuso su salto a la fama mundial.

El “Yacimiento de fósiles humanos de Sudáfrica” (llamado antes de julio de este año “Yacimiento de homínidos fósiles de Sterkfontein, Swartkrans, Kromdraai y sus alrededores”) es el lugar donde se encontró, en 1924, el célebre cráneo fósil de Taung, perteneciente a un espécimen de australopiteco africano. En el valle de Makapan hay numerosas grutas con vestigios arqueológicos que atestiguan la presencia de un asentamiento humano de 3.300.000 años de antigüedad y es aquí donde se está desarrollando esta nueva misión.

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Discurso de Lee Berger explicando los detalles de la expedición (en inglés)

El último descubrimiento en la zona lo logró una expedición dirigida por Berger con el objetivo de recorrer los más profundos recovecos de las cuevas:

«El líder del equipo de exploración Pedro Boshoff y sus dos ayudantes, Steve Tucker y Rick Hunter, fueron capaces de acceder a una cámara profunda que es casi imposible de alcanzar, donde han encontrado algunos fósiles significativos en la superficie de suelo de la cueva” explica Berger.

De esta forma, el primer paso de la expedición Rising Star «estrella en ascenso» es, por tanto, extraer los fósiles de la cueva y estudiarlos minuciosamente antes de hacer ningún pronunciamiento.

“Todavía no sabemos qué especie de homínido hemos encontrado, y no  especularemos. Nuestro propósito es sacar los fósiles con cuidado, estudiarlos, compararlos con otro material fósil de todas las partes del mundo y, entonces, analizarlo y describirlo. Esto es parte del proceso científico y esperamos publicar nuestros descubrimientos ―si todo va bien― a finales de 2014”.

El desafío clave es que el nuevo yacimiento se encuentra en una cueva a una profundidad de 30 metros y con una abertura muy pequeña donde únicamente personas con un diámetro de busto de 18 centímetros o menos pueden acceder. Debido a estas limitaciones, Berger hizo un llamamiento a su comunidad de amigos de Facebook, Twitter y LinkedIn para que le ayudaran a encontrar “espeleólogos especializados, preferiblemente delgados y pequeños, con excelentes habilidades arqueológicas, paleontológicas y de excavación”. En cuestión de días, Berger disponía de una lista de 57 candidatos cualificados, de los que seis fueron elegidos (todas ellas mujeres).

Mapa de los yacimientos de la Cuna de la Humanidad.

“Contamos con científicos perfectamente entrenados con experiencia en espeleología procedentes de EE.UU., Canadá y Australia y que actualmente están en Sudáfrica preparándose para la excavación. Solo un reducido número de personas tendrán autorización para acceder al yacimiento restringido, ya que una de mis prioridades es la seguridad de nuestros científicos e investigadores. Tenemos que hacer lo mejor que podamos bajo estas circunstancias para sacar los fósiles de la cueva, a través de un proceso de recuperación muy complejo”

En este sitio, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1999, es necesario cumplir unos requisitos muy estrictos a la hora de lleva a cabo excavaciones. Para ello se e trabaja siguiendo a rajatabla los criterios establecidos en la Convención de Patrimonio de la Humanidad, las Guías operacionales y el Acta de la Convención de Patrimonio de la Humanidad de 1999.

Lee Berger afirma que siempre ha enfatizado la necesidad de mostrar los descubrimientos científicos al público, como ya hizo con el descubrimiento de Australopithecus sediba in 2008. Con el mismo espíritu, la expedición está siendo seguida de cerca por un equipo de National Geographic que se asegura de que las todas las actualizaciones llegan en vivo al publico por todos los canales de comunicación social. Por ejemplo, los avances en la excavación podrán ser seguidos a través del blog dirigido por National Geographic que se actualiza a diario, así como siguiendo la cuenta de Twitter.

Comienzan los trabajos in situ

Los trabajos en la zona de investigación comenzaron el pasado día 7 de noviembre con actividades logísticas y de montaje de las tiendas de campaña (que serán el hogar de entre 30 y 60 científicos y espeleólogos). Son un total de quince tiendas dobles, una tienda médica y que posee conexión a internet, una tienda comedor, generadores y tienda de almacenamiento (la tienda “científica” se instalará más lejos de este campamento).

El día siguiente se dedicó a terminar de montar las tiendas (incluidas las duchas) así como tender los cables necesarios para introducir luces dentro de la cueva. Los investigadores procederán con mucha cautela y emplearán las técnicas más novedosas para escanear en tres dimensiones todo el recorrido, permitiendo un seguimiento segundo a segundo desde el exterior. Nada se deja al azar y se toman muestras y fotografías del interior.

Berger llama a las especialistas «astronautas subterráneas», y con mucha razón. Vean este vídeo y entenderán porqué:

El día 10 se produjo la primera gran noticia al localizar una mandíbula, un cráneo y muchos más restos fósiles. El equipo de científicos de avanzada nº 1, formado por Becca Peixotto, Marina Elliott, y Hannah Morris colocaron unas banderas sobre cada fósil y luego escanearon en 3D toda la zona antes siquiera de tocar ningún espécimen. Todas estas operaciones eran seguidas por el equipo de superficie en tiempo real a través de las cámaras instaladas.

Los trabajos continúan y resulta fascinante y apasionante poder seguirlos casi en tiempo real y tener la sensación de que se está allí con los científicos, que podemos tocar los restos fósiles, que estamos desentrañando un misterio de millones de años y que se resolverán muchas de las dudas aún pendientes de resolver acerca de nuestro origen como especie.

Referencias

Biografía y entrevista a Lee Berger en National Geographic

Página oficial del centro de visitantes de Maropeng

Entrevista a Lee Berger tras el descubrimiento de Australopithecus sediba

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Para entender la paleoantropología. 1ª parte: Los fósiles

Para entender la paleoantropología. 1ª parte: Los fósiles

     Última actualizacón: 15 marzo 2018 a las 19:47

Hace unos días los medios de comunicación y las redes sociales se hicieron eco de una nueva “revolución” en la paleoantropología. Me estoy refiriendo a la publicación en la revista Science de un estudio realizado por el equipo que trabaja en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia.

Portada revista Science - 18 octubre 2013

Portada revista Science (18 octubre 2013)

Las conclusiones, tras analizar uno de los restos craneales de homínidos más completos y antiguos conocidos fuera de África ―con cerca de 1.8 millones de años de antigüedad― y su relación con otros fósiles del mismo yacimiento, apuntaban a que la variabilidad de los homininos de Dmanisi relativizarían las diferencias que hasta ahora habían servido para identificar especies como Homo habilis, Homo rudolfensis, Homo ergaster u Homo erectus (para Lordkipanidze, autor principal de la investigación, «las diferencias entre estos fósiles de Dmanisi no son más pronunciadas que las que existen entre cinco humanos modernos o cinco chimpancés»). Siguiendo este razonamiento, los investigadores sostienen que todos ellos formarían parte de una misma especie, siendo como mucho variantes regionales o «razas» de un único linaje que habría ocupado durante cientos de miles, o incluso millones de años, la práctica totalidad de los continentes euroasiático y africano.

Para poder llegar a esta conclusión, eso sí, los autores han partido de la premisa de que los cinco individuos encontrados en Dmanisi vivieron en el mismo lugar y en el mismo tiempo geológico, pertenecieron a la misma población y, por ende, a la misma especie. De esta forma, en lugar de varias especies de Homo ecológicamente especializadas, los autores creen que existió una sola especie que surgió en África. El equipo al menos ha sido cauto a la hora de proponer un nombre científico y ha preferido denominarlo el «Homo temprano».

Dmanisi

Los cinco cráneos de Dmanisi

Ni que decir tiene que este estudio ha suscitado un intenso debate y duras críticas por parte de otros colegas. Sin embargo, no quiero extenderme ahora en este asunto que dejaré para una próxima anotación donde analizaré en detalle la cuestión (recomiendo en cualquier caso la lectura de «Dmanisi nos trae de cráneo» por María Martinón-Torres, responsable del grupo de antropología dental del CENIEH, y «Los nombres escritos en las rocas«, de Emiliano Bruner)

En su lugar quería resaltar el vivo interés que estas investigaciones despiertan en el público en general: se hace patente cuando se escuchan comentarios en la calle sobre la evolución humana, se leen las anotaciones en blogs que normalmente no tratan estos temas, así como el impacto en las redes sociales como Facebook o Twitter. Como ya sabrán ustedes ―que leen habitualmente lo que escribo― soy un apasionado de la paleoantropología, siento una gran curiosidad por comprender la evolución humana y trato de explicar la expansión de Homo sapiens por el planeta tras su salida de África (me refiero a la serie monográfica “El viaje más largo”). Sin embargo creo que no les he facilitado los conceptos esenciales para comprender en profundidad lo que trato de explicar y el reto que supone la investigación de nuestros orígenes. El objetivo por tanto de esta anotación (y algunas más) será tratar de paliar este error.

La paleoantropología

Comencemos por explicar qué es la paleoantropología. Podemos definir esta disciplina, en un sentido amplio, como la rama de la antropología que estudia la evolución humana y su registro fósil. Por lo tanto, entran dentro de su campo de investigación la evolución humana y de los primates, la prehistoria, así como el trasfondo biológico y geológico esenciales para una compresión global de esos temas. La mejor manera de ver el amplio abanico de disciplinas que engloba su ámbito de actuación es examinado el siguiente diagrama:

disciplinas

Vemos como la paleoantropología participa tanto de aspectos de la biología, la antropología y arqueología, así como la geología. En esta y sucesivas anotaciones vamos a introducirnos en cada uno de estos ámbitos para comprender mejor su importancia y su interrelación.

La paleontología es la ciencia que estudia los seres orgánicos que vivieron en épocas pasadas con el objetivo de establecer sus relaciones mutuas y con el medio ambiente donde vivieron, así como su ordenación en el tiempo ―la etimología griega se compone de tres raíces: «παλαιός» (palaios: antiguo), «συτσς» (ontos: el ser, lo que es) y «λογος» (logos: tratado, fundamento, razón).

Este estudio es posible gracias a los restos de tales organismos que han llegado hasta nosotros formando parte de las rocas sedimentarias, los fósiles, la primera fuente de conocimiento acerca de la vida extinta ―la palabra fósil deriva del latín fossilis, y fue empleada por Plinio el Viejo para designar de forma genérica cualquier objeto enterrado bajo tierra (en su sentido original, un fósil era cualquier cosa curiosa que estaba enterrada, de ahí que entraran en su definición los minerales y las rocas).

En la actualidad, y empleada como sustantivo, se aplica exclusivamente a los restos o vestigios de un organismo que vivió en el pasado y que han sufrido un proceso de fosilización gracias al cual se han conservado. Los fósiles se pueden encontrar incrustados en las rocas como partes duras petrificadas del organismo, o como moldes de su configuración externa o interna. Las huellas también tienen la consideración de fósiles.

La paleontología, por tanto, es la ciencia que se ocupa del estudio de los fósiles en todos sus aspectos, analizando en detalle sus estructuras y buscando una interpretación lógica a las diversas particularidades que nos ofrecen, teniendo presente lo que observamos en los animales y vegetales actuales. Su objetivo es llegar a un conocimiento total de los seres vivos que precedieron en el tiempo a los actuales, de su género de vida, condiciones ambientales y bióticas en que se desarrollaron, causas de su muerte o desaparición, así como las posibles relaciones genéticas entre ellos.

En definitiva, la paleoantropología es, siguiendo esta argumentación, el estudio de los fósiles humanos y de sus antepasados.

El proceso de fosilización

Yacimiento de Dmanisi - cortesía de David Lordkipanidze

Yacimiento de Dmanisi – cortesía de David Lordkipanidze

La fosilización es el conjunto de procesos que hacen que un organismo, alguna de sus partes, o los rastros de su actividad, pasen a formar parte del registro fósil. Su escala de duración se mide en millones de años, tiempo durante el que se desencadenan transformaciones más o menos profundas que afectan a su composición y estructura. En realidad, la conservación en el tiempo de los restos de seres vivos es un fenómeno excepcionalmente raro ya que la mayoría de sus componentes tienden a descomponerse rápidamente después de la muerte y a desaparecer sin dejar rastro. De ahí que el trabajo de los científicos sea extremadamente complicado ya que tienen que contentarse, en la mayoría de los casos, con materiales muy escasos (aunque en ocasiones haya sorpresas llamativas como el caso de Autralopithecus afarensis – Lucy, donde se ha podido recuperar un esqueleto casi completo)

Como todos sabemos, cuando un ser vivo muere comienza su descomposición. Esto es lo que llamamos biodegradación y comprende aquellos procesos de descomposición de la materia orgánica que constituye las partes blandas del organismo por la actividad de microorganismos como bacterias, hongos, algas, protozoos y nematodos (la propia flora intestinal de los cadáveres segrega enzimas que también contribuyen a la biodegradación). Tampoco debemos olvidar la actividad de insectos, carnívoros carroñeros y saprótrofos en general.

Sin embargo, en ocasiones nos encontramos con que estos restos orgánicos quedan rápidamente incluidos en un material protector que los aísla del contacto de la atmósfera y de los microorganismos, dando comienzo una serie de transformaciones químicas que reemplazarán los compuestos orgánicos por minerales, generalmente calcita, sílice, pirita o carbono, que es lo que hace que perduren en el tiempo. Esta transformación depende en parte de la composición originaria del resto orgánico, y en parte también de las condiciones geoquímicas del sustrato en las que se encuentre durante el proceso.

La carbonatación es el proceso de fosilización más frecuente y consiste en la sustitución de los restos orgánicos duros por carbonato cálcico en forma de calcita. El carbonato cálcico en forma de calcita es el mineral de mayor presencia y movilidad en las rocas sedimentarias, y en consecuencia, es también el agente fosilizante más frecuente. Este hecho, unido a que es el principal componente de conchas y esqueletos de muchos organismos (como moluscos y corales), hace que esta forma de fosilización sea la más habitual y permite que los restos mantengan su composición original. Por otro lado, el fosfato de calcio forma parte de muchos restos esqueléticos, como los huesos de los vertebrados donde hasta el setenta por ciento del hueso está constituido por hidroxiapatita, un mineral de fosfato de calcio (también llamado mineral de hueso). Una gran proporción del esmalte dental también es fosfato de calcio. En general, durante el proceso de fosilización es sustituido por carbonato cálcico, aunque siempre queda una parte de fosfato que sirve en ocasiones para reconocer la naturaleza de un fragmento fósil que no se puede determinar directamente.

coral fosil

Coral fósil (CC)

Por ejemplo, el esqueleto de los corales está formado por calcita lo que facilita su rápida fosilización y la conservación extraordinaria de sus detalles. La concha de muchos moluscos también está formada por carbonato cálcico en forma de aragonito, que termina transformándose en calcita al ser ésta la estructura más estable para el carbonato cálcico.

De otro lado, la carbonificación es la forma más habitual de fosilización de los restos vegetales ―compuestos principalmente por celulosa― y de los artrópodos ―en los que su esqueleto está formado por quitina― donde la materia orgánica se transforma en una masa pastosa rica en carbono. Cuando los restos son de origen animal da lugar a los sapropeles, de los que eventualmente pueden formarse hidrocarburos; mientras que cuando se trata de restos vegetales, la acumulación de troncos y hojas en un ambiente con ausencia de oxígeno produce en primer lugar humus, y si el proceso continúa con un aumento de la presión y con una progresiva sustitución del resto de los componentes orgánicos por carbono, acaba formándose carbón (turba, lignito, hulla o antracita).

Estos son solo algunos ejemplos para ilustrar que la fosilización afecta de manera diferente a los organismos o a sus partes, en función de su composición, estructura y comportamiento en las sucesivas etapas del proceso, así como según las condiciones ambientales a las que han estado sometidos. Ninguno de estos factores determina por sí mismo, o garantiza, que sus restos lleguen a fosilizar. Se han recuperado fósiles de organismos de cuerpo blando, sin porciones esqueléticas mineralizadas, que estaban constituidos exclusivamente por compuestos orgánicos fácilmente biodegradables; mientras que han sido destruidos numerosos restos esqueléticos duros que estaban constituidos por minerales relativamente estables (las partes esqueléticas se vuelven ante todo porosas por la destrucción de la materia orgánica asociada, y luego, a causa de esta porosidad, pueden llegar a desaparecer por disolución química).

La tafonomía

El término tafonomía fue propuesto por primera vez por el paleontólogo ruso (y escritor de ciencia ficción) Iván Antónovich Yefrémov en un artículo publicado en 1940 titulado Taphonomy: new branch of paleontology. La tafonomía ―palabra que deriva del griego «τάφος» (taphos: enterramiento), y «νόμος» (nomos: ley)― se ocupa del estudio de los procesos de fosilización y de la formación de los yacimientos de fósiles.

Para cumplir su objetivo toma en consideración dos hechos básicos de la paleontología: en primer lugar, que los fósiles no representan, normalmente, al organismo tal y como era antes de la muerte; y en segundo término, que las asociaciones fósiles tampoco representan, normalmente, las comunidades vivas de dichos organismos. Es importante tener esto presente ―aunque pueda parecer una obviedad― para evitar interpretaciones erróneas a la hora de analizar los fósiles: éstos únicamente son los restos, casi siempre incompletos, de organismos descompuestos que han quedado enterrados en los sedimentos.

Veamos los factores biológicos y geológicos básicos que contribuyen a la formación de yacimientos, o que son la causa de que nunca lleguen a formarse:

  • Factores biológicos. En primer término, es preciso tener en cuenta la dinámica de las poblaciones y las causas que condicionan la concentración de los seres vivos a causa, por ejemplo, de su alimentación. En segundo lugar, las causas que condicionan la acumulación de cadáveres (como el caso de un grupo de animales que, huyendo a la carrera de un depredador, caen a un río o por un acantilado). También se dan factores biológicos negativos, como la destrucción sistemática de los restos por los animales carnívoros o los carroñeros; así como algunos procesos bacterianos que no dan lugar a la fosilización.
  • Factores geológicos. Para la fosilización se requiere:

Que los restos orgánicos se acumulen en un área de sedimentación;

Que la sedimentación se realice con cierta velocidad, para que cubra los restos en poco tiempo, evitando que se destruyan.

Que los sedimentos sean de tal naturaleza que permitan la conservación de esos restos (como vimos por ejemplo al describir los procesos de fosilización, si hay déficit de carbonato cálcico los restos se disuelven sin fosilizar).

Por lo tanto, entre los factores geológicos se cuentan los procesos hidrodinámicos, en los que interviene la velocidad de la corriente de agua; los procesos de formación de la roca sedimentaria donde quedan depositados los restos (llamada diagénesis), los fenómenos de deformación de la corteza (diastrofismo tectónico y metamorfismo) que suelen destruir los fósiles (por ejemplo, en las rocas metamórficas los fósiles son muy raros ya que generalmente se han destruido al alterarse la composición y la estructura del sustrato en el que se encuentran).

Etapas de la formación de un yacimiento

Formacion yacimiento

Del conjunto de animales o vegetales existentes en una determinada zona (biocenosis) se produce la muerte y acumulación de cadáveres (tanatocenosis). En esta fase es normal que desaparezcan las especies raras, poco numerosas, por una simple ley estadística; de ahí que la tanatocenosis contendrá un término medio de la biocenosis donde, en general, solo estarán representadas las formas más abundantes.

La siguiente etapa consiste en que los restos queden depositados en un área de sedimentación. Esto suele producirse con posterioridad al transporte de los restos (por cursos de agua, condiciones meteorológicas etc.) donde que se pierden muchos elementos como las formas muy grandes o muy pequeñas y, en general, aquellos que por flotar en el agua (como los restos vegetales, las conchas de ciertos ammonites etc.) no quedan depositados en la misma área de sedimentación de la mayoría.

La etapa siguiente es la fosilización en la que se eliminan normalmente las formas carentes de esqueleto o que lo tienen cartilaginoso o poco mineralizado como hemos visto con anterioridad.

Las diferentes etapas recorridas suponen una serie de auténticas “cribas” que dan origen a una progresiva “selección” por lo que, en un yacimiento dado, los animales o vegetales allí asociados pueden no haber formado una única biocenosis y sería erróneo suponer que vivieron juntos, igual que de la escasez de restos vegetales sería erróneo suponer que el continente era desértico (la ausencia de determinados fósiles en los yacimientos nunca demuestra que no existiesen, sino únicamente que sus restos no llegaron a las áreas de sedimentación o que no pudieron fosilizar).

Por último, suponiendo que se den todas las circunstancias adecuadas para que llegue a formarse un yacimiento de fósiles en la superficie, éste va ganando profundidad en la litosfera por depósitos sucesivos de nuevos sedimentos (aunque esta profundidad no debe ser excesiva para que no lleguen a actuar sobre el yacimiento los procesos de diastrofismo que lo destruirían). Así, queda incorporado a las rocas sedimentarias durante millones de años, sometido a todas las vicisitudes geológicas por las que pase la formación sedimentaria a que pertenece. Y si todos esos procesos geológicos no lo han destruido, entonces está en condiciones de aflorar de nuevo —como consecuencia de los procesos de erosión que ponen al descubierto zonas de la litosfera cada vez más profundas— permitiendo que los encontremos y analicemos.

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