género

(Des)igualdad en la ciencia

(Des)igualdad en la ciencia

     Última actualizacón: 7 agosto 2017 a las 15:13

Si tuviéramos que elegir un apellido que representara los logros de las mujeres en el ámbito científico, un símbolo que aunara un consenso general, bien podría ser el de Joliot-Curie.

Se han escrito océanos de tinta sobre la vida, los descubrimientos y el talento de Marie Curie (1867-1934): la primera mujer en obtener un Premio Nobel, la primera mujer en dar clases en la Facultad de Ciencias de la Sorbona, la primera mujer francesa en ser doctora en Ciencias, la primera persona a la que se le concedieron dos Premios Nobel en dos campos diferentes (física y química)… En definitiva, una mujer excepcional que rompió moldes y que, además de una pasión irrefrenable por entender los misterios de la naturaleza, destacó por su lucha incansable por lograr un trato igualitario para la mujer en la sociedad francesa de su época (para quienes quieran disfrutar con algunos detalles más de su vida recomiendo la magnífica anotación de Laura Morrón titulada «El diario de Manya»).

Por otro lado, su hija mayor, Irène Joliot-Curie (1897–1956), estudió física y química en la Universidad de París durante la Primera Guerra Mundial. Cuando terminó la conflagración trabajó como ayudante de su madre en el Instituto del Radio de París (más tarde rebautizado como Instituto Curie) donde conoció al asistente personal de ésta, Frédéric Joliot, con quien contrajo matrimonio. De su madre heredó ―entre otras muchas cosas― su combativo espíritu de lucha contra la desigualdad de la mujer. Fruto de este coraje (porque méritos académicos e intelectuales no le faltaban) fue conseguir en 1935 que la nombraran directora de investigación de la Fundación Nacional de Ciencias (necesitó presentarse al puesto hasta en tres ocasiones). Ese mismo año obtuvo el Premio Nobel de Química junto a su marido «por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos».

Y llegamos a la tercera generación, Hélène Langevin-Joliot (hija de Irène). Se educó en el Institut de physique nucléaire de Orsay (un laboratorio creado por sus padres) y en la actualidad es profesora de física nuclear en el Instituto de Física Nuclear en la Universidad de París y directora de Investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia. Sin embargo, a sus 86 años, sigue tan combativa como su madre y su abuela y centra sus esfuerzos en fomentar que las mujeres sigan carreras en los campos científicos y lucha porque sean tratadas en condiciones de igualdad.

Porque hoy en día, aunque a algunos les cueste creerlo, el ámbito científico no es un mundo estanco y no es inmune a los mismos comportamientos discriminatorios hacia la mujer que podemos ver en la sociedad.

Lo dicho hasta ahora viene a cuento de una entrevista que Hélène concedió al diario El País y fue publicada hace menos de un mes. En ella nos recordó que hubo una campaña durísima contra su abuela porque era mujer y también polaca:

A ella le afectó mucho y no volvió a presentarse [a un puesto en la Fundación Nacional de Ciencias francesa]. El caso de mi madre fue distinto. Se postuló hasta tres veces. Y no porque le hiciera especial ilusión, sino para defender sus derechos. Creía firmemente que la mujer tenía las mismas capacidades que los hombres para dedicarse a la investigación y debía ser igualmente reconocida.

Respecto a la situación actual de la mujer en la ciencia confirma:

Es un mundo muy competitivo y resulta más duro para las mujeres. Todavía queda mucho por hacer. La igualdad llegará cuando en las academias se elija a científicas de nivel medio, igual que ahora hay muchos hombres que no son especialmente brillantes.

Tengo que reconocer que estos comentarios sobre la situación de la mujer en la ciencia me sorprendieron bastante porque no era plenamente consciente de esta situación, pensaba que eran cosas de pasado. Cualquiera que haya estudiado en la universidad sabrá que las mujeres son más capaces, más constantes y obtienen, en general, mejores calificaciones en sus estudios. El Índice Europeo de Igualdad de Género, en la dimensión educativa, constata que se ha alcanzado la igualdad en el porcentaje de hombres y mujeres con estudios universitarios en España, aunque aún se mantiene una clara división entre “carreras de hombres y carreras de mujeres”. Y aunque según las estadísticas que maneja el Instituto de la Mujer dependiente del Ministerio de Sanidad español, el porcentaje de mujeres empleadas en I+D (en universidades, empresas y otros organismos públicos) no ha dejado de crecer en los últimos años (el último dato disponible del año 2012 arroja un porcentaje del 39,97 %, más información aquí) aún es patente la desigualdad existente ya que las mujeres constituyen una minoría en la profesión científica en España (ver el informe “Científicas en cifras 2011: Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género en la formación y profesión científica” para un desarrollo más profundo de esta cuestión).

Científicas en cifras 2011: Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género en la formación y profesión científica. Página 42.

Pues bien, tras leer la entrevista de Hélène Langevin-Joliot me interesé por este tema y decidí analizar por mí mismo el cuadro que había descrito. Fue entonces cuando me topé con una noticia aparecida el año pasado (2013). Se trata de un informe que se hizo público en el simposio de ética de la 82ª reunión anual de la Asociación Americana de Antropología Física y, a pesar de que su objetivo no era verificar la existencia de desigualdad en el ámbito de la ciencia, sacó a la luz una situación mucho más grave que guarda relación con esta cuestión.

Como muchos ya sabrán, la antropología es la ciencia que estudia al ser humano de forma global, combinando en una sola disciplina los enfoques de las ciencias naturales, sociales y humanas. Se trata de un campo de investigación muy amplio que ofrece cientos de posibles especialidades académicas (en la mayoría de las universidades americanas el programa se divide en departamentos de arqueología, antropología biológica ―que incluyen la paleoantropología y el estudio de la evolución humana― y antropología sociocultural). Una parte esencial de esta disciplina consiste en realizar trabajos de campo que, en muchas ocasiones, se llevan a cabo en lugares situados en países remotos de África, Asia o Sudamérica.

Los datos revelados en el informe sacaron a la luz una serie de abusos psicológicos, físicos y sexuales de los estudiantes (en la mayoría de los casos del sexo femenino) mientras realizaban el trabajo de campo necesario para la obtención de sus títulos universitarios, sus tesis doctorales o completar sus currículos. El informe se basa en una encuesta realizada a través de internet y una serie de entrevistas telefónicas por parte de cuatro investigadores encabezados por la profesora de antropología de la Universidad de Illinois Kathryn Clancy (aunque la encuesta está cerrada, puede consultarse aquí el cuestionario completo).

Clancy considera que ningún aspecto de ninguna investigación tiene que primar sobre el apoyo a los científicos jóvenes, proporcionándoles los recursos necesarios para prosperar y protegiéndolos del daño mental, físico y emocional. Sin embargo, señala que estudiantes universitarias, estudiantes de postgrado, investigadoras postdoctorales e incluso profesoras universitarias vienen sufriendo acoso sexual y agresiones no sólo por sus iguales, sino por sus jefes y mentores de investigación.

Se encuestó a un total de 124 personas (el 79% eran mujeres), dieciséis de las cuales accedieron a mantener una conversación telefónica para facilitar información adicional. Del total de entrevistados, más de la mitad reconoció haber experimentado o presenciado acoso sexual, abuso físico o una agresión sexual a manos de los directores de proyectos o compañeros que compartían vivienda y lugar de trabajo en los lugares donde se realizaba la investigación de campo (en el estudio se define la agresión sexual como «cualquier tipo de contacto físico inapropiado, contacto físico no deseado, una agresión o una violación»).
Veamos los datos:

¿Con qué frecuencia has observado o escuchado a otros investigadores y colaboradores hacer comentarios inadecuados o sexuales? (tabla adaptada del estudio publicado).

 

Distribución entre sexos de las víctimas de comentarios inadecuados o sexuales, comentarios sobre la belleza física, las diferencias cognitivas de sexo u otras bromas (tabla adaptada del estudio publicado).

A la pregunta: ¿Alguna vez has experimentado personalmente comentarios inadecuados o sexuales, comentarios sobre la belleza física, las diferencias cognitivas de sexo u otras bromas, durante el trabajo de campo?, el 59% de los entrevistados (73 personas) contestaron afirmativamente. Como vemos en la gráfica superior, el 63% de las víctimas de este tipo de conductas denigrantes fueron mujeres.

A la pregunta: ¿Alguna vez ha sufrido acoso sexual físico o un contacto sexual no deseado?, el 18% de los participantes respondieron que sí (un total de 21 personas), veinte de las cuales eran mujeres.

Tras un análisis de los datos obtenidos se ha comprobado que los lugares de investigación más grandes y mejor organizados tienden a tener un menor número de incidentes de este tipo que los lugares de trabajo más pequeños y menos formales. De igual forma, quienes trabajaron en equipos donde eran mujeres quienes ocupaban las posiciones de liderazgo informaron menos de estos sucesos (se dio el caso de que algunos encuestados indicaron que hubo un aumento de la conducta abusiva cuando las directoras estaban ausentes).

La profesora Clancy se lamenta:

Necesitamos la aprobación de los sujetos humanos [que son objeto de investigación], aprobación para la investigación con animales, planes para la gestión de datos, planes de seguridad en el laboratorio, planes de tutoría postdoctoral para dirigir la investigación. Es hora de exigir algún tipo de código de conducta para los investigadores que realizan trabajos de campo, con mecanismos claros para hacer más fácil que las personas puedan denunciar el acoso.

Los datos hablan por sí solos. La publicación del estudio provocó un notable revuelo que tuvo eco tanto en periódicos generalistas como en revistas científicas como Science, y obligó a la Asociación Antropológica Americana a emitir una declaración en la que dejaba sentado que la Asociación mantenía una política de tolerancia cero con el acoso sexual.

Hasta ahora no se tenían datos sobre esta situación, algo que se comprende perfectamente si tenemos en cuenta cuál es la posición de las víctimas:

Dejar el yacimiento, no completar y publicar la investigación, y/o perder la carta de recomendación puede tener graves consecuencias para la carrera académica. En conjunto, estos factores dan como resultado una población de víctimas particularmente vulnerable, así como testigos impotentes para interponerse. Como disciplina, tenemos que reconocer y remediar que un apreciable número de nuestros colegas más jóvenes, especialmente las mujeres, tienen que soportar el acoso y un entorno de trabajo hostil con el fin de ser científicos.

 

Más información

— I had no power to say ‘that’s not okay”: Reports of harassment and abuse in the field («No tenía poder para decir que esto no está bien»: Informes de acoso y abuso en el trabajo de campo). Anotación de Kathryn Clancy en su blog de Scientific American.

— A can of worms worth opening (una lata de gusanos que merece la pena abrir). Artículo de Robert Muckle para la Asociación Americana de Antropología.

— Survey Finds Sexual Harassment in Anthropology. Artículo de John Bohannon para Science.

Publicado por José Luis Moreno en CIENCIA, 1 comentario
La cuna de la humanidad

La cuna de la humanidad

     Última actualizacón: 25 enero 2017 a las 22:27

Este es el primero de una larga serie de artículos donde intentaré ofrecer una visión global acerca de una cuestión fundamental: el origen del género humano y su dispersión por todo el planeta.

Para alcanzar este objetivo será necesario acudir a la paleoantropología, arqueología, geología, biología, genética, e incluso la astronomía, para comprender los complejos procesos que llevaron al surgimiento de nuestra especie y posibilitaron que en la actualidad hayamos colonizado todos los rincones del globo.

El mecanismo de publicación será el siguiente: he abierto una página exclusiva para este tema denominada “El viaje…”, punto de referencia desde donde se podrá acceder a todo el contenido. Para facilitar la tarea, iré abriendo sucesivas páginas jerarquizadas que englobarán periodos de tiempo relevantes desde el punto de vista de la colonización del planeta y que, a modo de «etapas», divide el largo viaje.

Mi intención es ofrecer una explicación lo más accesible posible de esta materia aunque sin perder rigor.  Esto obligará comprender algunos de los conceptos, teorías y tecnicismos propios de las ciencias implicadas. Con idéntica función de ayuda, he creado una página llamada “Glosario” donde se explicarán estos términos (junto con su traducción al inglés por ser el idioma mayoritario en el que se escriben los más relevantes artículos científicos sobre el tema) y que será actualizada a medida que vaya aumentando el contenido principal. En cada término se indicará la fuente que utilizo para su definición así como, en el caso de ser necesario, una breve explicación más detallada.  Las palabras que se incluyen en el glosario aparecerán resaltadas en color azul.

Decir por último que emplearé a menudo el mapa que aparece más abajo para ilustrar las diferentes «etapas» que conforman este viaje: se trata de un mapa físico que he ido adaptando a mis necesidades, por lo que sus aciertos y errores serán solo míos. Aunque la mayoría de las imágenes y gráficos que acompañan los artículos son elaboraciones propias (y así se indicará) he recurrido a otras muchas fuentes por lo que aparecerán debidamente citadas.

Bien, hasta aquí los primeros pasos y un pequeño resumen del contenido que en breve podréis leer con detenimiento en la página que alberga todo el material.

Solo me queda pediros que participéis en el proyecto, que debatamos, me critiquéis si es necesario y, en definitiva, que recorramos juntos este camino.

Publicado por José Luis Moreno en EL VIAJE MÁS LARGO, 2 comentarios
Carl Linnaeus (y II)

Carl Linnaeus (y II)

     Última actualizacón: 23 mayo 2017 a las 11:32

Poco tiempo después terminó de escribir sus Fundamenta botanica (publicada en 1736), donde expuso en breves aforismos las bases de la ciencia botánica tal y como él la entendía.  Esta obra constituye un anuncio de intenciones, un bosquejo, donde delinea lo que será objeto de un profundo análisis en otras obras posteriores.

Durante su estancia en Holanda pasó la mayor parte del tiempo en Ámsterdam donde tuvo la oportunidad de conocer y trabar amistad con personas influyentes en diversos campos como la medicina y la botánica.  Debemos recodar que Linnaeus carecía de unos medios económicos estables, aunque su facilidad para relacionarse con diferentes personas le fue muy útil.  Una de las personas que influyó en la situación de Linnaeus fue un banquero llamado George Clifford, que disponía de un gran jardín botánico y un zoológico —gracias a sus contactos con los mercaderes, quienes le traían especímenes de todo el mundo—.  Su situación cambió enormemente porque gracias al tiempo que pasó en compañía de Clifford pudo dedicarse a estudiar las plantas y animales, y a escribir sus impresiones.  Fruto de este intervalo fue la conclusión de varios libros: Hortus Cliffortianus (una descripción del jardín botánico de Clifford), Critica Botanica, Flora Lapponica (continación de la obra que escribió tras su viaje por Laponia en 1732 llamada Florula Lapponica y donde empleó el que sería sus sistema de clasificación sexual de las plantas), y Genera Plantarum (donde expone las claves de su sistema sexual de clasificación de las plantas, y describía las partes de cada ejemplar, lo que llamaba el «carácter natural»).

Sara Lisa Moraea – retrato por Johan Henrik Scheffel, Linnaeus’ Hammarby.

En 1738 regresó a Suecia donde abrió una consulta médica en Estocolmo y obtener de esta forma ingresos económicos que le permitieran contraer matrimonio con el amor de su vida.  Al principio la consulta no fue bien, pero logra salir adelante especializándose en curar enfermedades venéreas como la sífilis.  Es en este año cuando publica su obra Classes Plantarum, trabajo en el que reúne todos los métodos de clasificación de las plantas empleados hasta la fecha por los diversos autores, explicándolos y exponiendo mediante tablas un índice universal de plantas, métodos de clasificación y autores que las habían descrito, demostrando poseer unas grandes dotes de sistematización al organizar una cantidad tan grande de información.

En 1739 contrae matrimonio finalmente con Sara Lisa Moraea, y colabora en la fundación de la Real Academia Sueca de las Ciencias, de la que será su primer presidente.

Ya en el año 1741 obtiene un puesto de profesor en la universidad de Upsala por lo que interrumpe su práctica médica.  Con el tiempo se convierte en uno de los profesores más populares entre los estudiantes debido al gran entusiasmo que derrochaba a la hora de enseñar, así como por la forma novedosa de hacerlo.  Por ejemplo, organizaba excursiones a los bosques de alrededor de Upsala con la finalidad de estudiar la naturaleza en estado puro y ofrecer sus explicaciones a los alumnos, al tiempo que recogían especímenes de todo tipo.  En estas excursiones llegaron a participar varios cientos de estudiantes.

Más de una veintena de ellos llegaron a convertirse a su vez en profesores, y otros muchos tuvieron la oportunidad de unirse a importantes expediciones organizadas para descubrir tierras lejanas, como las organizadas por el capitán Cook entre otros.  Gracias a estos viajes y a los especímenes que esos antiguos alumnos le enviaban —Linnaeus se refería a ellos como sus «apóstoles»— éste pudo aumentar su clasificación de las especies sin salir de su ciudad.

En 1751 publica Philosophia botánica, obra que podíamos definir como un compendio o reedición de sus Fundamenta botanica.  Se trata de un libro más extenso que el anterior ya que incluye definiciones, ejemplos y observaciones raras acompañadas de dibujos esquemáticos que ayudan a completar el texto.  Es sin duda de una de sus más importantes obras, aplaudida en su época por los más diversos estudiosos.

Otra de sus grandes obras fue Species plantarum (el título completo es «Species plantarum exhibentes plantas rite cognitas, ad genera relatas, cum differentiis specificis, nominibus trivialibus, synonymis selectis, locis natalibus, secundum sistema sexuale disgestas»), una obra en dos volúmenes cuya primera edición vio la luz en 1753.

Los botánicos europeos no aceptaron en un principio el sistema de clasificación sexual de las plantas propuesto por Linnaeus ya que era totalmente diferente a lo que se conocía hasta entonces.  Muchos incluso se sobresaltaron por las comparaciones que hacía con la sexualidad humana, aunque pronto se dieron cuenta de la utilidad de este método ya que bastaba contar los estambres y pistilos para clasificar una planta.  A pesar de su éxito, pronto quedó desfasado debido a que se trataba de un sistema artificial de clasificación.

Uno de los logros más importantes y fundamentales de Linnaeus lo encontramos en el establecimiento de la nomenclatura.  Dar nombre a las especies, lo mismo que ordenarlas, era cada vez más problemático a medida que aumentaba el número de plantas conocidas.  El antiguo método de encadenar adjetivos y referencias, formando largas etiquetas descriptivas, era cada vez menos manejable.  En Species plantarum, Linnaeus estableció el sistema binario latino para denominar las plantas, lo que hoy en día se conoce como nomenclatura binomial.

Al igual que en su Systema naturae, contempló cinco divisiones para catalogar cada ejemplar: clase, orden, género, especie y variedad.  Teniendo en cuenta que basó su sistema de clasificación en la comparación del sistema sexual de las plantas, hay tantos géneros como fructificaciones de estructura semejante tienen las especies.  Por tanto, y de forma jerárquica, la clase comprende distintos géneros que comparten similitudes en la fructificación; el orden es una subdivisión de las clases a fin de que no haya que distinguir demasiados géneros; habrá tantas especies como formas diversas de plantas, y tantas variedades como plantas diferentes que hayan nacido de la semilla de la misma especie.

Linnaeus reconocía que el género y la especie eran obra de la naturaleza, mientras que las categorías más altas eran divisiones artificiales impuestas por el estudioso para facilitar su labor.  Sostenía en cambio, que la variedad era fruto la mayoría de las veces del cultivo.   Esta afirmación es llamativa y demuestra las grandes dotes de observación y de razonamiento de Linnaeus ya que apunta a lo que hoy en día conocemos como selección artificial, debiendo tener presente que los aspectos genéticos de la herencia no serán descubiertos hasta comienzos del siglo XX.

En 1758 se publica la décima edición de su Systema naturae, momento en el que se hacen importantes cambios en la clasificación y donde se extiende por primera vez la nomenclatura binomial a los animales.  Esta edición es considerada hoy en día como el punto de partida de la taxonomía.  Consta de 2 volúmenes y una extensión de 1.384 páginas.  Como primera novedad en relación a las ediciones anteriores, Linnaeus cambia la clasificación dentro del reino animal.  Mantiene la división del reino en seis clases, aunque cambia la denominación de la primera de ellas: «Mammalia» (mamíferos), en lugar de «Quadrupedia».  Este reconocimiento de la forma de amamantar a las crías como rasgo característico del grupo «Mammalia», le llevó a ser el primer científico que incluyó a las ballenas y a los delfines en la clase de los mamíferos, dado que hasta la fecha eran considerados peces.

Billete de 100 coronas suecas.

La nomenclatura binomial, vigente hoy en día, tuvo como precedente un sistema más engorroso.  Cada ejemplar era descrito con una breve frase en latín, que contenía todas aquellas características sobresalientes.  Así, por ejemplo, dentro de la clase I Monandria (flores hermafroditas con un solo estambre), y el orden I Monogynia (flores con un pistilo), se incluye el género Canna que aparece descrito como: «Canna foliis ovatis utrinque acuminatis nervosis», o lo que es lo mismo: «caña con hojas aovadas, por una y otra parte aguzadas, y nerviosas».

Resulta evidente la dificultad que supone para un botánico tener que memorizar las descripciones de un gran número de géneros y especies, convirtiéndose en una tarea casi imposible en una época en la que el número de especímenes descritos aumentaba sin cesar.

Para evitar esto, Linnaeus escribió al margen del nombre genérico de cada especie una sola palabra.  Ésta, combinada con la primera palabra del género, formaba un nombre de dos términos mucho más fácil de recordar.  En el ejemplo expuesto anteriormente, añadió el término «Indica», con lo que la planta pasó a llamarse «Canna indica», o caña de indias en castellano.

Debemos señalar que Linnaeus no fue el primero en utilizar la nomenclatura binomial sino que adoptó este método del botánico suizo Gaspard o Caspar Bauhin quien lo utilizó en su obra Phytopinax publicada en 1596.  A diferencia de Linnaeus, Bauhin intentó describir las especies con el menor número de palabras posible, intentando que fuera una sola, logrando de esta forma nombrar cada ejemplar con dos vocablos (uno para el género y otro para la especie).  Muchos de los nombres de los géneros que Bauhin incluyó en esta obra fueron posteriormente empleados por Linnaeus.

Como reconocimiento por los grandes servicios prestados tanto a la ciencia como a Suecia, en 1761 fue nombrado caballero por el rey Adolf Fredrik —tras varios años de deliberaciones en el seno del consejo de ministros— por lo que su nombre pasó a ser el de Carl von Linné (o Carl Linné), con el que se le conocería desde entonces.

Siguió enseñando y escribiendo hasta su muerte, que tuvo lugar en enero de 1778.  Su viuda, siguiendo sus instrucciones expresas, decidió vender las colecciones de especímenes de su marido y sus libros a un inglés, Sir James Edward Smith, a fin de que fueran bien conservadas quedando desde entonces en lo que hoy se conoce como la Linnean Society en Londres.

Todos nosotros en general, y el mundo de la ciencia en particular, tenemos que agradecer a este incansable estudioso el haber facilitado la comprensión del mundo que nos rodea y creado un método para clasificar los animales y plantas que lo habitan.

Deus creavit, Linnaeus dispusuit

Dios creó, Linnaeus ordenó

Publicado por José Luis Moreno en Historia de la ciencia, 2 comentarios