Gemelos idénticos

¿Son idénticos los gemelos idénticos? (y III)

¿Son idénticos los gemelos idénticos? (y III)

     Última actualizacón: 20 marzo 2018 a las 10:47

El tercer elemento en discordia: la epigenética

Los diferentes estudios con gemelos han permitido hacer un descubrimiento esencial para la comprensión del funcionamiento de nuestro ADN: la herencia y el entorno no son las únicas fuerzas en juego que modelan el aspecto, el carácter o la inteligencia del ser humano; debemos tener presente la importancia de un tercer elemento: la epigenética.

Fue el escocés Conrad Waddington quien acuñó el término en 1939 en su obra An introduction to modern genetics donde definió el “epigenotipo” como el conjunto de organizadores y relaciones organizativas a los que un determinado tejido está sujeto durante su desarrollo. Podemos explicar su punto de vista con la analogía de una pelota que cae a través de un valle. La pelota puede seguir varios caminos en su descenso, pero nunca podrá abandonar la dirección que le va marcando la orografía del terreno. Es decir, el desarrollo de un tejido u órgano puede variar según las condiciones genéticas y del entorno, pero sin salirse del “programa” establecido previamente en el genoma. Waddington añadió que el aspecto de un órgano determinado es el producto del genotipo y del epigenotipo que reaccionan con el ambiente externo. En otro artículo publicado en 1942 1 se refiere a la “epigenética” como «la rama de la biología que estudia las interacciones causales entre los genes y sus productos, que dan lugar al fenotipo». Apuntó lo que consideraba una visión ingenua de muchos genetistas de su época en el sentido de que afirmaban que había una correspondencia simple y directa entre los genes y los caracteres. Para él, la dirección del desarrollo biológico estaba determinada por la interacción de muchos genes entre sí, y de estos con el ambiente.

Tras estos primeros pasos, los estudios relativos a esta nueva visión de la biología evolutiva han sido múltiples y variados, lo que ha motivado el sentido que se le dio en origen a este término haya ido cambiando, adaptándose de conformidad a las nuevas investigaciones que se han desarrollado. Ya entrado el siglo XXI, la definición más comúnmente aceptada de epigenética es la de la ciencia dedicada al «estudio de los cambios heredables en la función génica que se producen sin un cambio en la secuencia del ADN».

A simple vista puede parecer que existe una contradicción. Todos sabemos que la herencia viene dada por el ADN de nuestros padres, aunque estamos hablando de cambios que se pueden observar en el fenotipo y que se heredan, pero sin un cambio en la secuencia del ADN. La diferencia radica en que esos cambios pasan a la progenie no a través del mecanismo normal de replicación del ADN, sino por otras vías.

Resulta clarificadora la explicación que ofrece Thomas Jenuwein (investigador del Instituto Max-Planck de Inmunobiología):

la diferencia entre genética y epigenética probablemente puede compararse con la diferencia que existe entre escribir y leer un libro. Una vez que el libro ha sido escrito, el texto (los genes o la información almacenada en el ADN) será el mismo en todas las copias que se distribuyan entre los lectores.  Sin embargo, cada lector podría interpretar la historia del libro de una forma ligeramente diferente, con sus diferentes emociones y proyecciones que pueden ir cambiando a medida que se desarrollan los capítulos. De forma muy similar, la epigenética permitiría diferentes interpretaciones de un molde fijo (el libro o código genético) y resultaría en diferentes lecturas, dependiendo de las condiciones variables en las que se interprete el molde.

Todas las células de nuestro organismo ―cuyo número es imposible de determinar a ciencia cierta― derivan de una única célula primordial que ha sufrido innumerables divisiones (nos referimos al óvulo fecundado por el espermatozoide). Por lo tanto, cada célula de nuestro cuerpo contiene exactamente el mismo ADN. La diferencia entre cada tipo de célula y la función que desempeña reside en el subconjunto particular de genes que se han activado para su desarrollo. Es decir, a medida que las células van creciendo y diferenciándose, su destino y función vienen determinados por la activación y el silenciamiento selectivo de algunos genes,  activación o silenciamiento que se produce según se den ciertas condiciones bioquímicas (como por ejemplo la metilación del ADN, las modificaciones covalentes de las histonas o la forma de la cromatina). Dado que este mecanismo está sujeto a factores epigenéticos, es ahí donde la epigenética influye en la expresión e interpretación de nuestro código genético y el modo en que cada gen se ve fortalecido o debilitado, e incluso activado o desactivado, para formar los huesos, el cerebro y todas las demás partes del cuerpo.

Para explicar un poco más este mecanismo, debemos tener presente que el ADN no se distribuye al azar dentro del núcleo celular, sino que la doble hélice compuesta por las bases nitrogenadas (la adenina (A), la guanina (G), la timina (T) y la citosina (C), así como su armazón, se enrollan alrededor de unos grupos de proteínas, las histonas, y se empaqueta después para formar los cromosomas en la visión clásica de una equis. Esta combinación de histonas y doble hélice de ADN en los cromosomas se conoce como cromatina.

Estructura de la cromatina

Teniendo en mente esta configuración del ADN, lo que hacen las señales epigenéticas es ordenar que un segmento de cromatina se halle aflojado o condensado. Cuando un determinado segmento está distendido permite que la maquinaria celular acceda a los genes que contiene para su lectura y, por ende, su activación: se produce la transcripción del ADN en una cadena de ARN que servirá de plantilla para generar la proteína codificada por ese gen. Por el contrario, cuando el segmento de cromatina está condensado, la maquinaria de activación no puede alcanzar a los genes en su interior y estos quedan silenciados (este silenciamiento puede ser temporal o permanente). Es definitiva, las señales epigenéticas son marcadores químicos que se unen a las histonas o al mismo ADN y cuya presencia en un determinado lugar viene determinada por diversas enzimas, algunas de las cuales añaden marcadores y otras los eliminan: la presencia de estas enzimas viene influenciada por el ambiente y, de una forma muy importante, por la dieta y otros hábitos de vida.

Una vez aclarado el mecanismo por el que el ambiente provoca cambios en la forma en que los genes se expresan o silencian, debemos preguntarnos cómo se pueden heredar estas marcas epigenéticas.

Actualmente conocemos tres participantes fundamentales en este proceso: el ARN, el nucleosoma y la metilación del ADN.

Por ejemplo, y sin afán de entrar en demasiados detalles debido a lo complejo de esta cuestión, podemos decir que a veces un pequeño grupo químico denominado metilo se une a una base, otorgándole así un nivel extra de información. La metilación se produce principalmente en la base citosina (C) de la cadena de nucleótidos y se asocia a la formación de una cromatina “cerrada” y, por tanto, con el mecanismo de desactivación de genes que hemos explicado más arriba. Las células parecen marcar con metilo las secuencias de ADN repetidas para desactivarlas, lo que sirve al mismo tiempo para proteger nuestros genes. Baste pensar un momento en el lío que se produciría si de los aproximadamente 30.000 genes que posee el ser humano, no hubiera una gran parte que estuvieran inactivados. No es preciso que cada célula pueda usar en cada momento los dos metros completos de ADN que contiene ya que, por ejemplo, no querríamos que las células de nuestros ojos fabricasen uñas. De este modo se ahorran además recursos energéticos imprescindibles para otros procesos metabólicos.

Una característica importante de la metilación es que puede copiarse con exactitud en el proceso de replicación del ADN. Cuando las células duplican sus cromosomas para la división celular la metilación pasa a la línea germinal a través del ADN que contiene el espermatozoide y el óvulo. Aunque en la actualidad se investiga la forma concreta en que se produce esta transmisión hereditaria, la presencia de estos marcadores epigenéticos puede ser, por ejemplo, resultado de lo que la madre comió cuando estaba embarazada. En este sentido, alimentos ricos en folato (vitamina B) como varias verduras, frutas cítricas y fresas, son fuentes alimenticias de metilo. Del mismo modo, la vitamina B12, presente en el pescado, la carne, la leche y los huevos, puede asimismo donar grupos metilo al metabolismo.

Concluyendo, en el caso de los gemelos idénticos, la constitución genética de ambos será igual desde su nacimiento hasta el fin de sus vidas, pero a medida que crezcan y se desarrollen, los dos sujetos experimentarán diferencias en su ambiente, algunas de las cuales podrán alterar su apariencia y su comportamiento, permitiendo incluso que éstas sean heredadas por sus hijos. Es decir, aunque los dos comparten los mismos genes, hemos visto como es posible que algunos de ellos estén activos en un gemelo y no en el otro. Puede que sean idénticos genéticamente pero no epigenéticamente.

Notas

  1.  Waddington, C. H. (1942), «The epigenotype». Endeavour, núm. 1, p. 18-20
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¿Son idénticos los gemelos idénticos? (II)

¿Son idénticos los gemelos idénticos? (II)

     Última actualizacón: 20 marzo 2018 a las 10:44

Estudios modernos con gemelos

En ocasiones, hasta lo que sin duda es una tragedia puede ofrecer una oportunidad para el avance de la ciencia.  La situación nos parecerá hoy en día impensable, pero se han dado numerosos casos en los que dos hermanos gemelos han sido separados nada más nacer y entregados en adopción a familias diferentes.  No vamos a entrar en este momento en más detalles, pero incluso al llegar a la edad adulta, muchos de ellos ni siquiera son conscientes de que tienen un hermano o hermana, y la mayoría no se habían visto nunca.  El trabajo de Thomas Bouchard ha consistido en estudiar estas parejas de gemelos para desentrañar el origen bien genético, bien ambiental de determinados rasgos del ser humano.

Bouchard es profesor de psicología en la Universidad de Minnesota, y dedica sus esfuerzos a estudiar los gemelos para resolver algunas de las cuestiones más controvertidas, como por ejemplo, las relacionadas con la sociabilidad, enfermedades mentales o el origen de la inteligencia.  El principal proyecto de investigación llevado a cabo por el centro que dirige (Centro para la investigación de gemelos y la adopción de Minesota) ha sido el estudio de gemelos criados por separado 1.  El estudio comenzó en 1979, se ha completado en el año 2000 y la evaluación de los datos continúa actualmente.

Para afrontar la tarea, el profesor Bouchard ha formulado un concepto estadístico denominado «heredabilidad» (heritability).  En líneas generales, la heredabilidad determina en qué medida la influencia de los genes contribuye a la expresión de un determinado rasgo.  Ha enfocado su trabajo en la comparación de dos probabilidades: la de que dos gemelos idénticos presenten el mismo rasgo y la de que lo presenten dos mellizos.  De esta forma es posible calcular qué grado de la diferencia entre esas dos probabilidades es atribuible a la variación genética y que parte a la crianza (ambiente) u otros aspectos.  Según sus resultados, por ejemplo, la heredabilidad de la estatura es de 0,8, lo que significa que el 80% de las diferencias de estatura entre distintas personas se deben a diferencias genéticas (el 20% restante tiene que ver con la dieta y el ejercicio físico fundamentalmente).  Los investigadores calcularon que la heredabilidad de la inteligencia es de 0,75.  A pesar de que los resultados de estos estudios se han puesto en entredicho en por otros científicos, lo cierto es que existe una abundante literatura que los avala.

Resulta muy interesante el enfoque planteado por el Dr. Bouchard y sus colegas.  Cuando compararon el coeficiente intelectual de los gemelos idénticos criados en diferentes familias con los criados en la misma familia observaron que para ambas las parejas de gemelos los resultados eran similares.  Por lo tanto, se podría decir que ni el ambiente, ni la dedicación de los padres, los medios económicos destinados a la educación ni el empeño de los profesores son factores determinantes para que los niños sean más inteligentes; la herencia genética recibida al nacer ha marcado el coeficiente intelectual de cada uno de nosotros.  Sin embargo, estas semejanzas en el grado de inteligencia requieren tiempo para aflorar.  Aunque más adelante ahondaremos en este aspecto, es a los 16 años cuando el coeficiente intelectual de los gemelos adoptados por separado se parece al coeficiente intelectual de sus padres biológicos en la misma proporción que el coeficiente de los gemelos criados por sus padres biológicos.

¿Nuestro destino está realmente fijado en nuestro código genético?

Pese a todo, como ya hemos apuntado, las cosas nunca son tan sencillas.  Es cierto que cuando hay que explicar las diferencias, por ejemplo del cociente intelectual, dentro de un determinado grupo de niños, el 75% de la variación se puede atribuir a la genética y no a la crianza.  A pesar de todo, están surgiendo nuevas investigaciones que hacen que nos planteemos este determinismo genético y debamos tener en cuenta otras consideraciones.  Qué duda cabe que los genes desempeñan un papel clave en la inteligencia (como en otros rasgos de nuestra personalidad), pero parece que éstos no operan en solitario.

Robert Plomin es profesor de genética de la conducta adscrito al Instituto de Psiquiatría del King´s College de Londres.  El tema central de su investigación consiste en reunir las estrategias de investigación genética y ambiental para estudiar el desarrollo del comportamiento.  Entre otros aspectos, se ha propuesto desentrañar la naturaleza de la inteligencia realizando pruebas con gemelos.  En sus estudios emplea diversos test de inteligencia y ha demostrado que las puntuaciones obtenidas por los gemelos idénticos muestran una mayor semejanza entre sí que las de los gemelos no idénticos (mellizos).  Las de estos últimos difieren a su vez menos que las de los niños sin parentesco alguno entre sí.  Por tanto, la puntuación estos resultados viene a corroborar que nuestra carga genética posee una influencia notoria en la puntuación de los test de inteligencia.

Plomin es uno de los más destacados investigadores a nivel mundial en el campo de la genética del comportamiento.  Sus trabajos han sentado las bases de este campo de investigación que une la genética y las ciencias del comportamiento para desentrañar los mecanismos de las habilidades y discapacidades cognitivas, las psicopatologías y la personalidad.

En 1987 publicó el que quizá sea el artículo más influyente en este campo junto con Denise Daniels (reimpreso en 2011) 2.  Tal ha sido la importancia de este artículo que a partir de su publicación se creó todo un nuevo campo de investigación empírica para tratar de responder la pregunta formulada en su título: ¿Por qué son tan diferentes unos de otros los niños de la misma familia?  Dos nuevas aportaciones al tema se publicaron en 2001 3 y 2011 4.

Sus estudios tratan de arrojar algo de luz sobre la constante dicotomía entre genética y ambiente para explicar nuestro comportamiento, nuestras habilidades cognitivas, las enfermedades mentales que padecemos etc.  Los autores plantearon que una vez tenida en cuenta la genética, la mayor parte de la variación entre las personas proviene del ambiente, pero concretamente de factores ambientales no compartidos (nonshared environment).  El objetivo del primer artículo publicado 1987 era exponer que las diferencias ambientales entre los niños criados en una misma familia representan la mayor fuente de variación en rasgos como la personalidad, la psicopatología y las habilidades cognitivas.  Esto es, llegaron a la conclusión que dado que la influencia genética no puede explicar toda la diversidad de los fenotipos complejos (como ya indicamos, con fenotipo nos referimos a las características físicas y bioquímicas visibles o medibles de una persona), la varianza restante debe ser atribuida al ambiente.  Dado que la genética da cuenta del 50% de la variación fenotípica, el resto de esta variación debemos atribuirlo al ambiente, teniendo que distinguir entre el ambiente compartido por todos los niños criados en una misma familia, y el específico o no compartido ―hay que tener en cuenta además el posible error de medición­ que en los estudios se sitúa entre el 5% y el 10% de la variación total―

Y es en este punto donde entran los estudios con gemelos ya que permiten dividir la variación no genética en los dos componentes expuestos (compartidos y no compartidos).  El ambiente compartido incluye todas las influencias ambientales que hacen que los niños de una misma familia se parezcan entre sí, mientras que el ambiente no compartido da cuenta de las diferencias entre ellos.  En el caso de los gemelos idénticos criados en una misma familia, las diferencias que pueda haber entre ellos sólo pueden deberse a factores no genéticos (dado que su genoma es idéntico al 100%), al tiempo que  estos factores ambientales son no compartidos puesto que el ambiente compartido no hace sino que se parezcan más.

Como ejemplos de factores ambientales no compartidos podemos citar el caso de que uno de los gemelos sufra un accidente traumático, las diferentes enfermedades que hayan sufrido cada uno, el orden en el nacimiento, las diferencias de género, las diferencias en el trato por parte de los progenitores (los padres suelen tratar de forma diferente a los niños, a veces de forma inadvertida, y este trato diferencial se traduce en una adaptación diferencial), el diferente trato por parte de otros hermanos y de los gemelos entre sí, así como las redes extrafamiliares (diferentes amigos, diferentes profesores del colegio, la televisión, el deporte etc.)  Cuando hablamos de factores ambientales no compartidos tenemos que puntualizar que hacemos referencia más a los “efectos” de esos factores que a un “suceso” concreto.  Por ejemplo, el divorcio de los padres es un factor compartido por todos los niños de una familia, pero lo relevante es que cada niño puede experimentar de forma diferente esta situación, convirtiéndose de esta forma en un factor ambiental no compartido.

Es razonable suponer que las influencias clave en el desarrollo de los niños son aquellas compartidas: la personalidad de los padres, el grado de disciplina o la actitud de éstos hacia su educación, el estatus socioeconómico de la familia, el vecindario donde crecen etc.  Sin embargo, como hemos apuntado más arriba, en la medida en que estos factores son compartidos por todos los niños de la misma familia no pueden explicar las diferencias entre ellos que todos somos capaces de observar.  Hay algo más.  El mensaje que pretender hacer llegar los científicos no es que las experiencias familiares no sean importantes ―que lo son― sino que lo más relevante según el tema objeto de estudio es la experiencia individual de cada niño, teniendo en cuenta que ellos seleccionan, modifican y construyen y reconstruyen sus vivencias en parte sobre la base de sus tendencias genéticas.

En cualquier caso, echamos en falta en esta serie de estudios un planteamiento investigador que ya hemos tratado con anterioridad: el estudio de gemelos idénticos criados en diferentes familias.  Esta metodología nos permitiría restringir más aún la búsqueda de lo que hace que los gemelos idénticos sean diferentes entre sí, y que nos hace estar más cerca del tercer elemento en esta ecuación junto con la genética y el ambiente.

Notas

  1. Bouchard, T. J., Jr., et al. (1990), «Sources of human psychological differences: the Minnesota Study of Twins Reared Apart». Science, vol. 250, núm. 4978, p. 223-228.
  2. Plomin, R. y  Daniels, D. (2011), «Why are children in the same family so different from one another?». International Journal of Epidemiology, vol. 40, núm. 3, p. 563-582.
  3. Plomin, R., et al. (2001), «Why are children in the same family so different? Nonshared environment a decade later». Canadian Journal of Psychiatry. Revue Canadienne de Psychiatrie, vol. 46, núm. 3, p. 225-233.
  4. Plomin, R. (2011), «Commentary: Why are children in the same family so different? Non-shared environment three decades later». International Journal of Epidemiology, vol. 40, núm. 3, p. 582-592.
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¿Son idénticos los gemelos idénticos? (I)

¿Son idénticos los gemelos idénticos? (I)

     Última actualizacón: 20 marzo 2018 a las 10:41

Breve introducción. Genética

Para la finalidad de este comentario no será necesario profundizar en exceso en los conceptos genéticos ya que a veces no hacen sino confundirnos; centrar nuestra atención cada vez más en los detalles nos impide en ocasiones ver la imagen de conjunto. En cualquier caso, debemos saber que el ser humano cuenta con 23 cromosomas en cada una de las células del organismo aunque, en realidad, durante la mitosis ―fase de división celular― podemos ver en el núcleo de cada célula un par de cromosomas idénticos unidos por un punto común, llamado centrómero, formando lo que se llama pareja de cromosomas homólogos. Es decir, para cada cromosoma existe otro con rasgos idénticos con el que se une y configura la tan conocida imagen en forma de aspa.  Esta unión hace por tanto que el número total de cromosomas en el ser humano sea de 46 (llamado número diploide).

La pareja de cromosomas homólogos tiene una semejanza genética muy importante ya que presenta los mismos genes situados en los mismos lugares ―esta ubicación recibe el nombre latino de locus (lugar) y en plural loci―. Esta localización se muestra gráficamente marcando en cada cromosoma una línea donde se ubica cada gen, debiendo tener presente que los cromosomas tienen dos “brazos” separados por el centrómero, uno corto (que se designa habitualmente con la letra “p”) y otro largo (designado con la letra  “q”).

El Diccionario Akal de términos biológicos 1 define en síntesis el gen como «la unidad básica de la herencia, por la que los caracteres hereditarios se transmiten de padres a hijos». Cada una de las copias de los cromosomas homólogos proviene de un progenitor distinto, una del padre (a través del espermatozoide) y otra de la madre (a través del óvulo). La unión de estas dos células germinales provee por tanto de dos copias del material hereditario al embrión. De esta forma, como hemos dicho, cada célula somática contiene dos copias de cada cromosoma (y por tanto dos copias de cada gen), mientras que los óvulos y espermatozoides sólo poseen una ―con la finalidad de que al unirse, otorguen al embrión las dos copias precisas―.

Hay que señalar no obstante que existe una excepción a la regla de las parejas de cromosomas homólogos. Nos referimos a los cromosomas que determinan el sexo.  En el ser humano existen dos cromosomas sexuales, llamados cromosoma X e Y (las mujeres poseen dos cromosomas X homólogos, mientras que los hombres poseen un cromosoma X y otro Y) que no tienen ni el mismo tamaño, ni la misma situación del centrómero ni tampoco el mismo potencial genético. Sin embargo, a la hora de producirse la meiosis (la división celular) se comportan como homólogos para permitir su replicación.

Esta descripción podría hacernos pensar que un embrión tiene los mismos genes repetidos dos veces. Aunque en general es así, sucede en ocasiones que uno de los dos cromosomas homólogos presenta una copia diferente de un gen. Esta diferencia, motivada por la mutación, hace que debamos tener en cuenta el concepto de alelo, esto es, cada una de las formas alternativas de un gen: un organismo diploide (es decir, organismos en cuyas células hay dos copias de cada cromosoma) tiene dos alelos por locus, uno en cada cromosoma homólogo. Los dos alelos pueden ser idénticos o diferentes, y es la combinación de los alelos lo que determina el fenotipo.

Siguiendo a Klug y Cummings (1999) 2 el alelo más frecuente de una población, o el que arbitrariamente se designa como normal, se denomina alelo de tipo silvestre.  Este alelo normalmente es el dominante y responsable del correspondiente fenotipo silvestre, y se utiliza como patrón de comparación de todas las mutaciones que se producen en un locus concreto. Siguiendo con las definiciones, el genotipo es la constitución genética exacta de un organismo (el conjunto de genes incluidos en los cromosomas), mientras que el fenotipo está formado por todas las características físicas y bioquímicas visibles o medibles de ese organismo (en términos generales, con fenotipo nos referimos al aspecto externo de cada persona).

Por lo tanto, podríamos decir que en un mundo ideal ―al menos para aquellos que intentan desentrañar  el misterio del funcionamiento de nuestros genes― la expresión o no de un gen (es decir, su activación o inhibición) debería dar lugar a la presencia o ausencia de un determinado rasgo fenotípico (por ejemplo, si un individuo posee el gen que codifica el color de ojos azules, tendrá los ojos azules…) Sin embargo, la realidad nos muestra que el mecanismo de expresión del fenotipo es en realidad mucho más complejo.  No solo existen casos en los que un determinado rasgo sólo se expresa cuando intervienen numerosos genes (lo que llamamos expresión poligénica), o que hay genes cuya función es silenciar la activación de otros genes, sino que hay que tener presente que la expresión de un gen y el fenotipo resultante está determinada por la interacción del genotipo con el ambiente, y esto es importante, no solo el ambiente externo sino también el interno de cada individuo concreto.

En los seres humanos, el grado de pigmentación de la piel, la inteligencia, la obesidad y la predisposición a distintas enfermedades se piensa que están sometidas a alguna forma de control poligénico. Existe por tanto una dualidad: el genotipo que se fija en la fecundación del óvulo determina un rango o abanico de posibles fenotipos, y son los factores ambientales los que determinan en definitiva cuál de esas distintas opciones es la que se expresará finalmente.  Sobre esto ahondaremos más adelante.

Los gemelos entran en acción

Por todos es conocido el significado de la palabra gemelo.  Llamamos gemelo a cada uno de los individuos engendrados en una misma gestación y que se desarrollan bien a partir de un mismo óvulo que luego se divide en dos (gemelos monocigóticos o idénticos), o de dos óvulos fecundados al mismo tiempo (gemelos dicigóticos, fraternos o mellizos).  La palabra gemelo es un término que se emplea de forma casi exclusiva al referirnos al ser humano aunque la gestación múltiple también se da en algunas especies de animales.  Concretando más aún, entendemos por gemelos idénticos aquellos que comparten exactamente el mismo genotipo ya que provienen de un mismo óvulo (la división del óvulo una vez fecundado por el espermatozoide conlleva que se produzca una copia de la misma carga genética en ambos gemelos); mientras que los mellizos solo comparten entre sí un 50% del genotipo heredado de sus padres (recordemos que han intervenido en la gestación dos espermatozoides diferentes).

Una vez sentado lo anterior, seremos capaces de entender la importancia y utilidad de las investigaciones que se vienen realizando con gemelos. Estudiando tanto el genotipo como el fenotipo de los gemelos idénticos podemos ser capaces de distinguir qué influencia ejercen la herencia y el ambiente en el desarrollo de cada individuo. Así, dado que ambos gemelos comparten el mismo material hereditario, cualquier diferencia que exista entre ellos en su aspecto o en su comportamiento debería estar causada por factores ambientales (véase alimentación, educación, contaminación etc.). Del mismo modo, si dos gemelos idénticos presentan más similitudes entre sí respecto a la forma de desarrollarse una enfermedad que los mellizos, entonces la propensión a esa enfermedad debe tener, al menos, un fuerte componente hereditario.

El primer científico del que tenemos constancia que pensó en la utilidad de estudiar los gemelos para medir la influencia de la herencia fue Sir Francis Galton. Decimos científico, aunque su actividad intelectual abarca tantos campos diferentes que guarda más parecido con los grandes pensadores y filósofos naturales de la antigüedad.  Primo de Charles Darwin, desarrolló sus trabajos fuera de las cátedras universitarias, dedicando especial atención al estudio del ser humano y sus diferencias individuales.  En este sentido, dedicó un capítulo ―si bien de carácter introductorio― en su obra English men of science: their nature and nurture publicada en 1874.  Propone los términos «nature and nurture» ―que puede traducirse como la dicotomía entre “lo innato” (naturaleza, herencia) y “lo adquirido” (crianza)― para aunar los innumerables elementos de los que está formada la personalidad. Explica que la herencia, lo innato, es todo lo que el hombre trae consigo al mundo; mientras que la crianza, lo adquirido, es toda la influencia del exterior que le afecta desde su nacimiento.  Debemos llamar la atención sobre le hecho de que habla de la herencia y del ambiente en una época en la que no se conocía el funcionamiento de la herencia ni la existencia de los genes.  Recordemos que las leyes genéticas de Mendel no eran conocidas a pesar de haber sido publicados sus descubrimientos en 1866 (no sería hasta el año 1900 cuando fueron redescubiertas y elevadas al conocimiento científico global).

A partir de estos esbozos, dedica un artículo más extenso 3 a exponer su teoría acerca de los gemelos.  Explica que su objetivo es estudiar la historia vital de los gemelos porque ésta proporciona los medios para distinguir entre los efectos de la herencia recibida al nacer, de aquellos rasgos impuestos por las circunstancias de sus vidas; en otras palabras, permite diferenciar los efectos de la herencia y de la crianza.  Hay que criticar el método que empleó para esta investigación ya que presenta innegables problemas: la recopilación de los casos de estudio se hizo mediante el envío de cartas con un cuestionario a gemelos y a personas que mantenían relaciones cercanas con ellos. Con las contestaciones recibidas y los posteriores intercambios epistolares obtuvo los datos que precisaba.  A pesar de esta forma poco objetiva de recopilación de información, alcanzó conclusiones interesantes que se han visto confirmadas en muchos aspectos por los estudios posteriores.

Su principal curiosidad residía en estudiar los gemelos que son muy parecidos en la niñez y la juventud, y que han sido educados juntos durante muchos años para saber si crecieron posteriormente de forma diferente y, si esto fue así, cuáles fueron las causas que, según la familia provocaron esta diferencia.  Obtuvo datos empleando también el método inverso. Investigó la historia vital de los gemelos que eran distintos en la infancia para averiguar hasta dónde se asimilaban bajo la influencia del mismo ambiente, teniendo el mismo hogar, los mismos profesores, los mismos compañeros y, en todos los sentidos, el mismo entorno.

Incluye muchas anécdotas acerca de la vida cotidiana de estas personas y lo sorprendente de algunos casos en los que el parecido entre los gemelos era tal (mismo aspecto físico, tono de voz, forma de carácter etc.) que ni su propia madre era capaz de diferenciarlos. Concluyó afirmando que la herencia prevalece sobre la crianza cuando las diferencias en este último aspecto no superan las que habitualmente se encuentran entre personas del mismo estrato social y del mismo país.

Estos avances supusieron un impulso en el estudio de la herencia que se vio incrementado tras conocerse y comprenderse los trabajos de Mendel sobre genética. Pero los estudios de gemelos dieron un giro inesperado en la década de 1980 tras el descubrimiento de numerosos gemelos idénticos que habían sido adoptados y separados después de nacer.

Notas

  1. Mientras no se indique lo contrario, para las definiciones de los términos científicos se empleará el diccionario: Lawrence, E. (2003), Diccionario Akal de términos biológicos. Madrid: Akal, 687 p.
  2. Klug, W. S. y  Cummings, M. R. (1999), Conceptos de genética. Madrid: Prentice Hall, 840 p.
  3. Galton, F. (1875), «The history of twins, as a criterion of the relative powers of nature and nurture». Fraser´s Magazine, vol. 12, núm. LXVII, p. 566-576.
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