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Hablar de evolución sin amedrentar

Hablar de evolución sin amedrentar

     Última actualizacón: 8 junio 2018 a las 11:15

Hace unas semanas leí un artículo en la revista Undark titulado Speaking of Evolution, in Non-Threatening Tones escrito por Rachel E. Gross. He decidido traducir esta pieza al castellano −con el permiso de los editores− porque nos cuenta la iniciativa de Rick Potts (que trabaja en el Museo Nacional de Historia Natural en Washington D.C.), de llevar la explicación sobre la teoría de la evolución, y más concretamente, sobre la evolución del hombre, a aquellas comunidades que por diversos motivos (fundamentalmente religiosos) no acuden a la exposición permanente que se exhibe el museo. Es decir, se trata de una labor divulgativa en la que se pretende ir más allá del tradicional papel de los museos como receptores pasivos de visitantes, para llevar cuestiones tan importantes como la evolución directamente a quienes son más reacios a aceptarlas.

Este es un tema realmente esencial ya que considero que el estudio de la evolución biológica en general, y de la evolución humana en particular, es fundamental no solo para comprender cuál es nuestro lugar en el mundo, sino para afrontar los problemas que nos depara el futuro.

Hablando de evolución de forma no amenazadora

Durante dos años, los investigadores del Instituto Smithsoniano han viajado por el país para discutir, con calma, la ciencia de la evolución humana. Este es el por qué.

 

Rick Potts es un evolucionista y darwinista no-ateo. Esto sorprende a menudo a las comunidades religiosas con las que trabaja como jefe del programa «Orígenes del hombre» del Museo Nacional de Historia Natural en Washington D.C.

Criado como protestante —con «énfasis en la palabra “protesta”» como le gusta decir— el paleoantropólogo dedica los fines de semana a cantar en un coro que interpreta canciones sagradas y seculares. A los 18 años se convirtió en objetor de conciencia de la guerra de Vietnam porque sentía que era antitética con las personas que trataban de entenderse entre sí. En la universidad estudió religión comparada. «Quería comprender esa universalidad de los seres humanos», explica enmarcado por los moldes de cráneos de los primeros homininos que se alinean en su oficina en el National Mall. « ¿Cómo entender a todos los seres humanos como una totalidad, en lugar de las divisiones entre las personas?»

Por eso, para él, la evolución humana es el tema perfecto para derribar las profundas barreras que hay entre la gente en un mundo cada vez más polarizado y politizado.

Potts se incorporó en 1985 al Instituto Smithsoniano, la amplia red de museos públicos y centros de investigación de los Estados Unidos, y supo que quería crear un nuevo tipo de exposición sobre la evolución humana, una que fuera más allá de la filogenia y la taxonomía. La elección del título de la sala –¿Qué significa ser humano?– no es accidental. «La nuestra es la única que se hace esta pregunta tan amplia» dice sobre la instalación.

Aun así, Potts se dio cuenta en 2010 que los únicos que acudían a la exposición eran quienes no discrepaban con la ciencia de la evolución. Para llegar a los más de cien millones de estadounidenses que todavía dudan acerca de esa ciencia tendría que llevar hasta ellos las pruebas cuidadosamente empaquetadas.

Ese fue el origen de la «Human origins traveling exhibit», que terminó el año pasado. La idea era llevar las partes fundamentales de la exposición que puede verse de forma permanente en la capital de la nación, a diversas comunidades incluidas las rurales, las religiosas y las remotas. Al menos 10 de los 19 lugares visitados por el Smithsonian se consideraban «desafiantes», lugares donde los investigadores sospechaban que la evolución todavía podía ser un tema polémico por razones religiosas o de otro tipo. La exposición estaría acompañada por un equipo de miembros del clero y científicos cuidadosamente seleccionados por el Smithsonian, e involucrarían al público y al clero local en las conversaciones sobre este tema delicado.

Este proyecto fue financiado en parte por la Fundación John Templeton que respalda los esfuerzos para armonizar la religión y la ciencia, así como el fondo Peter Buck del Instituto Smithsoniano para la investigación de los orígenes del hombre. Parte del objetivo era la educación científica. Después de todo, la teoría de la evolución es la columna vertebral de la química y la biología, el hilo conductor que da sentido a todas las ciencias. La evolución humana es también «uno de los mayores obstáculos —si no el más importante— para la educación científica en Estados Unidos», dice Potts, un hombre de 64 años con gafas de montura metálica y un semblante amable.

Pero enseñar únicamente la ciencia evolutiva no era el objetivo. Potts buscaba algo más sutil: no una conversión, sino una conversación.

«Nuestro objetivo es bajar la temperatura» dice.

«Explorando los orígenes del hombre». Muestra de la exposición en la biblioteca de Historia Natural del Instituto Smithsoniano durante un taller para las 19 bibliotecas participantes.

Si no estás en uno de los bandos del debate sobre la evolución puede ser difícil comprender de qué va todo este alboroto. Aquí tienes la versión corta: el crimen de Charles Darwin no fue refutar a Dios. Más bien, la teoría evolutiva que defendió en «Sobre el origen de las especies» hizo innecesario a Dios. Darwin proporcionó una explicación para el origen de la vida –y, lo que era más problemático, los orígenes de la humanidad– que no requerían un creador.

¿Qué pensaría Darwin si pudiera ver la ira de las guerras sobre la evolución hoy en día?, ¿si supiera que, año tras año, las encuestas nacionales muestran que un tercio de los estadounidenses cree que los humanos siempre han existido en su forma actual? (En muchos grupos religiosos, ese número es mucho mayor). ¿Que entre todas las naciones occidentales, solo Turquía tiene más probabilidades que los Estados Unidos de rechazar rotundamente la noción de evolución humana?

Quienes investigan este tema llaman a este paradigma el «modo conflicto» porque enfrenta la religión y la ciencia entre sí, con poco espacio para la discusión. Y los investigadores están comenzando a darse cuenta de que se hace poco para aclarar la ciencia de la evolución a quienes más lo necesitan. «La aceptación es mi objetivo», dice Jamie Jensen, profesor asociado que enseña biología para universitarios en la Brigham Young University. Casi todos los estudiantes de Jensen se identifican como mormones. «Al final de la asignatura Biology 101 [asignatura introductoria] pueden responder todas las preguntas realmente bien, pero no creen una palabra de lo que digo», dice. «Si no la aceptan como algo real, entonces no están dispuestos a tomar decisiones importantes basadas en la evolución –como vacunar o no a sus hijos, o darles antibióticos».

En 2017, unos investigadores en educación de la biología de la Universidad Estatal de Arizona evaluaron si las estrategias de enseñanza podrían reducir esta sensación de conflicto. Para un estudio añadieron módulos de dos semanas de duración en las clases de biología para abordar directamente los obstáculos filosóficos de los estudiantes, y llevaron a científicos contemporáneos con antecedentes religiosos. Los autores señalaron en el artículo científico que al final de las clases los estudiantes que percibían un conflicto se habían reducido a la mitad, lo que les permitió concluir que discutir la compatibilidad de la religión y la evolución «puede tener un impacto positivo en los estudiantes que se puede extender más allá del aula».

Este trabajo es parte de un movimiento más amplio que busca cerrar la brecha entre la ciencia evolutiva y la religión, ya sea real o percibida. Entre los principales implicados se incluye la Fundación BioLogos, una organización que subraya la compatibilidad del cristianismo y la ciencia, financiada por el director de los Institutos Nacionales de Salud, Francis Collins, un cristiano evangélico; y la Asociación estadounidense para el avance del diálogo científico sobre ciencia, ética y religión (DoSER [por sus siglas en inglés]), un programa que tiene como objetivo fomentar el diálogo científico dentro de las comunidades religiosas.

Estos grupos reconocen que son las barreras culturales, no la falta de educación, las que impiden que más estadounidenses acepten la evolución. «No quiero restar importancia a la enseñanza de la evolución a nuestros estudiantes, creo que es lo más importante que hacemos», dice Elizabeth Barnes, una de las coautoras del estudio sobre educación en biología. «Pero no es suficiente si queremos que los estudiantes acepten realmente la evolución».

La exposición itinerante sobre evolución del Museo Nacional de Historia Natural puede estar entre los esfuerzos más ambiciosos para cerrar la brecha ciencia-religión. La idea de pasar de un debate a una conversación «cambia las reglas del juego, en relación a cómo escuchas y cómo hablas con alguien» dice Potts. Para hacerlo buscó llevar la evolución humana no solo a las personas que querían oír hablar de ella, sino también a aquellos que realmente no querían.

La exposición itinerante incluye esta reproducción de una estatua de bronce creada por John Gurche de un curioso Homo neanderthalensis de dos años que está aprendiendo de su madre.

«Sabíamos que habría reacciones en contra», dice Penny Talbert, una mujer de 47 años que nació en una familia holandesa de Pensilvania y ahora trabaja como bibliotecaria y directora ejecutiva de la Biblioteca Pública de Ephrata en Pensilvania. «No esperábamos la ira».

De todas las comunidades elegidas para albergar la exposición del Smithsonian en 2015, Efrata demostraría ser la más desafiante. La ciudad, cuyo nombre significa «fructífera» y lo recibe del lugar bíblico Ephrath, se encuentra en el corazón del país amish. La mayoría de sus residentes son conservadores cristianos y anabaptistas (amish, menonitas, Brethren); más del 70 por ciento votó por Donald Trump. Efrata también fue la única ciudad que organizó un boicot significativo contra la exposición del Smithsonian, que incluía puntos de información con pantallas táctiles, moldes de cráneos prehistóricos y un panel que señalaba que Homo sapiens comparte el 60 por ciento de sus genes con los plátanos, el 85 por ciento con los ratones y el 75 por ciento con los pollos.

Pero fue una reproducción casi a tamaño real de una mujer neandertal y su hija desnuda lo que provocó el mayor escándalo entre las 30.000 personas del área que atiende la biblioteca. La estatua estaba colocada sobre un soporte de madera en la entrada principal de la biblioteca. Cuando las familias entraban, tapaban a menudo los ojos de sus hijos durante la exposición. Un grupo llamado Young Earth Action abrió una página web titulada «El diablo viene a Efrata», y un editorial en el periódico local acusó a Talbert de «librar una guerra espiritual» en su comunidad.

«Lo que más me molestó fue la estatua de una mujer y un niño pequeño desnudo justo a la entrada de la biblioteca», escribió una mujer en el tablón de la biblioteca. «Me quedé impactada. Nuestra biblioteca debe ser un lugar seguro para nuestros niños, no un sitio donde tengamos que preocuparnos por lo que verán nuestros hijos cuando vayamos a la biblioteca». La carta estaba firmada «una madre molesta».

Cuando visité a Talbert el verano pasado le pregunté si podía pensar en algún tema más ofensivo para su comunidad que la evolución humana. Llevaba unos pantalones vaqueros y unas gafas de sol granate; su cabello era marrón con algunas canas.

«Los abortos probablemente serían más ofensivos», respondió Talbert, «pero también podría ser esto».

Por supuesto, nadie que acude a la exposición «Orígenes del hombre» entra como un papel en blanco; los visitantes vienen moldeados por toda una vida de cultura y ambiente. Y un número cada vez mayor de investigaciones científicas sugieren que los hechos no cambian las creencias de las personas, particularmente cuando esas creencias están embebidas en su seña identitaria.

«En lo que se ha convertido en una sociedad relativamente polémica, ¿podemos crear espacios comunes cuando las personas que tienen diferencias serias y profundas entablan una conversación?» pregunta Jim Miller, presidente de la Asociación presbiteriana de ciencia, tecnología y fe cristiana, y asesor del programa Human Origins. La esperanza, dice Miller, es «que podamos alcanzar sino un nivel de acuerdo, al menos cierto nivel de entendimiento».

Dan Kahan, un experto en comunicación científica en la Facultad de derecho de Yale, cree que es posible, pero solo si abandonamos el terreno retórico trillado. Preguntar a las personas si «creen» o no en la evolución es hacer una pregunta equivocada –sugiere el trabajo de Kahan– porque les obliga a decidirse entre lo que saben y quiénes son.

Cuando le hablé a Kahan sobre el proyecto del Smithsonian, estuvo de acuerdo con la premisa. «Creo que los organizadores están tocando un punto realmente importante, que es el no querer poner a la gente en la posición de tener que elegir entre lo que la ciencia sabe y el ser quienes son como miembros de su comunidad», dice.

«De hecho, los estudios sugieren que eso es lo peor que se puede hacer si quieres que las personas que tienen esa identidad se impliquen abiertamente con la evolución», agrega.

Sugiere que es mejor preguntar a esas comunidades cómo creen que la ciencia debería explicar los mecanismos de la evolución. «La ciencia debe ser fiel a sí misma y averiguar cómo hacer que la experiencia sea lo más accesible posible para la mayor cantidad posible de personas», dice Kahan. Esto implica «enseñarles lo que sabe la ciencia, no convertirlos en otra persona».

Breve vídeo introductorio en el que Rick Potts nos explica algunas de las pruebas de la evolución humana.

Aproximadamente hacia la mitad de la sala de la exposición de los «Orígenes del hombre» se encuentra un punto de información interactivo que plantea la pregunta principal: «¿Qué significa ser humano?». En él los visitantes pueden ver respuestas antiguas: «Apreciamos la belleza», dice una. «Creer en el bien contra el mal», dice otra. «Escribe poesía y ecuaciones… Crea y habla sin cesar sobre eso… Imagina lo imposible… Ríe… Llora por la pérdida de un ser querido… Comprende nuestra conexión con otros seres vivos».

Luego se invita a los visitantes a escribir sus propias respuestas. Muchas de ellas, que aparecen en la página web de Human Origins, están centradas en Dios, son anti-evolución o no tienen nada que ver con la ciencia, pero eso no preocupa a Potts. Por supuesto que le gustaría ver una sociedad que aceptase más fácilmente la ciencia de la evolución. «Pero mi filosofía sobre esto es que la aceptación tiene que venir desde dentro», dice. «No vendrá de un esfuerzo externo para conseguir esa aceptación».

Lo que puede venir del exterior es la comprensión a través de la conversación. Incluso en Efrata, sugiere Talbert, la mayor sorpresa fue ver cuánto compromiso había alrededor de la exposición. «No todos terminaron esas conversaciones sintiéndose increíblemente emocionados», dice Talbert, «pero creo que todos se fueron sintiendo que los habían escuchado».

Y para Potts ese fue siempre el objetivo: pasar de la retórica nacional de un debate turbulento a una conversación a fuego lento. «El “modo conflicto” es algo que hemos heredado de las generaciones pasadas y depende de nosotros realmente si queremos continuar con él», dice. «Tenemos una alternativa».

La exhibición itinerante incluía un conjunto de réplicas de cráneos en 3D que representan importantes descubrimientos en el campo de la evolución humana. Estas réplicas quedaron finalmente en cada comunidad que albergó la exposición.

Notas

  • Tengo que agradecer a los editores de Undark el permiso para traducir este artículo.
  • Las imágenes que ilustran esta anotación se han tomado de la página que el Instituto Smithsoniano tiene abierta sobre esta exposición itinerante. Se ha hecho siguiendo el código ético de la propia institución sobre el uso de sus publicaciones.

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Siete días … 17 a 23 de octubre (creacionismo y herramientas de piedra)

Siete días … 17 a 23 de octubre (creacionismo y herramientas de piedra)

     Última actualizacón: 8 octubre 2019 a las 12:06

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El creacionismo en Europa.

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Llegada de la sonda ExoMars TGO a Marte.

Sigue todo lo relativo a esta noticia en el blog Eureka de Daniel Marin.

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Monos capuchinos de Brasil rompen piedras y obtienen lascas afiladas

Un equipo de investigadores ha observado cómo unos monos capuchinos de Brasil rompen piedras deliberadamente, creando lascas que comparten muchas de las características de las que producían los homínidos de la Edad de Piedra, como los bordes afilados. La diferencia es que las de los capuchinos no son herramientas hechas con intención para el corte y raspado, sino que parecen ser el subproducto del martilleo o «comportamiento de percusión» que los monos emplean, supuestamente, para extraer minerales o liquen de las piedras.

Referencia: Proffitt, T., et al. (2016), «Wild monkeys flake stone tools«. Nature, en línea.

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Publicado por José Luis Moreno en SIETE DÍAS, 0 comentarios
El creacionismo en Europa

El creacionismo en Europa

     Última actualizacón: 20 marzo 2018 a las 10:43

Cuando leemos algún artículo o noticia que habla del creacionismo, es decir, la doctrina religiosa que sostiene que tanto el Universo, como la Tierra y los seres vivos que en ella habitamos debemos nuestra existencia a un acto divino 1, pensamos en grupos de fundamentalistas cristianos radicados en Norteamérica que difunden sus ideas, panfletos y libros únicamente dentro de sus fronteras (al menos de forma perceptible). Sin ir más lejos, en estas páginas hemos publicado recientemente dos anotaciones, una acerca de la importancia de enseñar la evolución humana (que aborda fundamentalmente la situación en las escuelas norteamericanas); y otra relativa al problema que supone la pseudociencia y cómo día a día ­­–y poco a poco– ésta va ganando terreno al pensamiento crítico y la ciencia.

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Resultados de una encuesta realizada por GALLUP donde, durante los últimos años, preguntan acerca de la evolución del hombre. Un 73% de los estadounidenses encuestados en 2013 sostienen que Dios ha tenido algo que ver en la evolución del hombre.

Si bien podemos situar el origen del creacionismo como movimiento organizado en EE.UU. alrededor de la década de los años veinte del siglo pasado (aunque ya en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX había quienes sostenían estos planteamientos de una u otra forma), en las últimas décadas se ha convertido en una tendencia global, y estas ideas se han introducido con fuerza tanto en Europa como en otros continentes.

El vuelco en la situación previa de «confinamiento» se produjo a mediados de los años noventa del siglo pasado. En esa época asistimos a un cambio de liderazgo en el movimiento creacionista estadounidense con el ascenso de la figura de Kenneth A. Ham, de Answers in Genesis (Respuestas en el Génesis –AiG por sus siglas en inglés–), radicado en el Estado de Kentucky 2. En menos de una década, Ham y los miembros de su grupo habían conseguido crear una red de filiales internacionales a través de las cuales distribuían sus libros y panfletos en decenas de idiomas (desde el afrikáans, el rumano o el ruso, pasando por el coreano, el castellano, el francés y un largo etcétera). También lograron algo que quizás sea más sorprendente y es que el creacionismo –y el diseño inteligente– se expandiera desde el protestantismo al resto de religiones monoteístas: catolicismo, judaísmo e islamismo.

El panorama europeo

Las distintas encuestas realizadas en Europa muestran que estamos entre los niveles más altos en la aceptación de la teoría de la evolución (junto a China y Japón). Sin embargo, los creacionistas no han permanecido ociosos y se esfuerzan por incrementar «sus cifras», que no son nada halagüeñas para los defensores del pensamiento racional: uno de cada cinco europeos rechaza la evolución humana 3; y en Turquía, más del 50% de la población rechaza la evolución 4. De hecho, el caso más llamativo quizás tenga que ver con el incremento generalizado del creacionismo a medida que avanzamos hacia el Este, hacia los países que conformaron el bloque comunista –algo paradójico si recordamos que esos países eran oficialmente ateos.

Resultados de la encuesta del Eurobarómetro del año 2005.

Resultados de la encuesta del Eurobarómetro del año 2005. La pregunta es si los seres humanos, tal y como los conocemos hoy, se han desarrollado a partir de especies animales anteriores.

A pesar de que durante años los creacionistas han aumentado su presencia en Europa, y que de forma paralela han incrementado gradualmente su influencia en las escuelas y las comunidades locales, hemos de reseñar que durante mucho tiempo se mantuvieron «bajo el radar», manteniendo en sus actividades un perfil bajo.

Sin embargo, la situación cambió de forma brusca en 2007 cuando el creacionismo se convirtió en un tema de debate público y político. Ese año, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa adoptó el texto de la resolución 1580 sobre «Los peligros del creacionismo en la educación» 5. Esta resolución trataba de lanzar una advertencia contra el incremento de la presencia del movimiento creacionista en la sociedad, y la potencial amenaza que suponía para el sistema educativo, llegando a calificar la enseñanza de su doctrina como «una amenaza a los derechos humanos». El Consejo advirtió del «riesgo real de que se introduzca una confusión grave en las mentes de nuestros hijos entre lo que tiene que ver con las convicciones, creencias e ideales de todo tipo, y lo que tiene que ver con la ciencia». El objetivo de esta resolución era claro: impedir que se presentasen las teorías creacionistas como una disciplina científica ya que se basaban en «afirmaciones puramente dogmáticas» y en la «utilización deformada de citas científicas».

Al mismo tiempo, el texto expresaba su preocupación por la influencia negativa del creacionismo en el progreso de la investigación médica en la lucha contra infecciones como el sida, así como en materias como la biodiversidad y el cambio climático.

En definitiva, la resolución pedía a los Estados de esta organización paneuropea que defendieran la promoción del conocimiento científico, que lo hicieran «más comprensivo y atractivo», y que se opusieran a la enseñanza del creacionismo en las escuelas como disciplina científica.

La resolución fue aprobada por 48 votos a favor, 25 en contra y 3 abstenciones.

Las críticas no se hicieron esperar. Vsevolod Chaplin, jefe adjunto del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores de la Iglesia ortodoxa rusa criticó el texto afirmando que «esos pocos fósiles que han presentado los antropólogos como ejemplos de formas de transición entre simios y humanos podrían explicarse como mutaciones al azar. Nosotros no decimos que hemos encontrado una nueva especie cuando encontramos un pez con dos cabezas».

Críticas de este tipo eran más que previsibles y poco relevantes, pero lo verdaderamente importante era que la resolución adoptada por el Consejo no tenía mayor fuerza que la de ser una mera recomendación.

El Consejo de Europa «es una organización internacional de ámbito regional destinada a promover, mediante la cooperación de los estados de Europa, la configuración de un espacio político y jurídico común en el continente, sustentado sobre los valores de la democracia, los derechos humanos y el Imperio de la ley». Lo que traducido al lenguaje común significa que el poder tanto del Consejo como de la Asamblea –compuestos por políticos– se extiende únicamente a la posibilidad de investigar, hacer recomendaciones y aconsejar.

De ahí que en la práctica no todos los centros educativos europeos sigan las recomendaciones del Consejo. Y aunque el creacionismo y el diseño inteligente no forman parte oficial del currículo básico de enseñanza en los estados miembros, varios políticos europeos, entre ellos ministros de educación, han apoyado la introducción de estas ideas sin base científica en las clases de biología. Otras veces son los propios profesores quienes las introducen en sus clases. Si a esto añadimos que muchos países mantienen la educación religiosa como una opción en las escuelas públicas, éstas y los centros puramente religiosos sí pueden incorporar el creacionismo y el diseño inteligente entre las enseñanzas que reciben sus alumnos 6.

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A pesar de todo, cuando el creacionismo ha encontrado la forma de introducirse en el sistema educativo, los científicos europeos no se han limitado a rechazarlo en los medios de comunicación, sino que se han organizado y buscado apoyos para emprender acciones en contra. Por ejemplo, en 2004, Ljiljana Colic, ministra serbia de educación, ordenó la retirada de la teoría de la evolución del programa educativo con el argumento de que esa teoría debía tomar al hombre como una creación divina. Esta postura recibió críticas casi de inmediato y la Academia Serbia de Ciencias impulsó una campaña contra dicha posibilidad, apoyada por cuarenta organizaciones diferentes, que finalmente la obligaron a dimitir.

Como contrapunto, en 2009, año en el que coincidía el 150 aniversario de la publicación de «El origen de las especies» y el 200 aniversario del nacimiento de Charles Darwin 7, se celebraron por toda Europa actos conmemorativos. En algunos países los creacionistas gozaron de mayores presupuestos para desarrollar actividades contra la teoría evolución del que disponían las instituciones científicas para promover el conocimiento acerca de la misma. Muchas de las campañas que llevaron a cabo los creacionistas estaban bien producidas, captaron la atención del público y tuvieron un gran impacto.

Ya hemos señalado que creacionistas europeos han establecido redes transfronterizas, pero además vienen organizado «congresos» desde 1984. Estas reuniones son controladas fundamentalmente por los creacionistas protestantes del noroeste de Europa, y sirven de escaparate para sus correligionarios estadounidenses que ofrecen ponencias y, al mismo tiempo, logran difusión para sus textos. Todo ello con el objetivo declarado de influir en las políticas educativas e introducir alternativas a la teoría de la evolución en las clases de biología.

Sin embargo, el creacionismo en Europa no conforma todavía una comunidad unida y varía mucho de un país a otro: encontramos países donde sirve de identidad a pequeñas comunidades religiosas locales (sería el caso de los países escandinavos); mientras que en otros lugares está ligado a subculturas bien organizadas, como sucede en los Países Bajos. También tenemos el caso donde creacionismo subsiste en las élites religiosas que poseen un considerable poder político (Rusia es el ejemplo paradigmático). De cualquier forma, y con la excepción de Turquía, la teoría de la evolución es mucho más aceptada en Europa que en Estados Unidos (aunque demasiadas noticias y demasiadas encuestas muestran un cambio en la opinión pública).

Conclusiones

Debemos seguir varias estrategias para revertir esta tendencia.

El biólogo John A. Moore pronunció un discurso en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia de 1979 donde abordó el tema del creacionismo. Moore señaló que si aceptamos la premisa de que los creacionistas se enfrentan a nosotros como si se tratara de un problema político y no científico, entonces debemos aceptar que los argumentos científicos por sí solos no van a resolver el problema.

Hoy en día no es suficiente recitar todas las pruebas y argumentos en apoyo de la teoría evolutiva. En lugar de ello, los científicos, profesores, divulgadores y demás actores involucrados en la difusión de la ciencia tienen que actuar en todas las plataformas y en todos los medios donde los creacionistas están activos. Esto incluye dar conferencias públicas, escribir artículos de opinión en los periódicos, hablar de estos temas en programas de televisión y radio, y desarrollar y mantener páginas web donde se explique la evolución.

También debemos actuar a nivel educativo. En el Reino Unido, por ejemplo, los estudiantes no comienzan el estudio de la evolución hasta los 14 o 16 años. Además, en la mayoría de los casos, cuando se introduce en las clases de biología se hace de forma marginal, como si fuera un tema aislado (es como intentar enseñar química dejando la teoría atómica fuera del temario).

Es necesario introducir los conceptos básicos de la teoría evolutiva en edades más tempranas, y mantenerlos como piezas centrales del currículo en biología para poder desarrollarlos progresivamente. Fomentar al mismo tiempo el pensamiento crítico ayudaría a que las evidencias científicas calaran en la mente de los estudiantes, minimizando la posibilidad de que acepten sin más ideas que carecen de apoyo científico. Cuando alguien se forma una idea equivocada acerca de un tema científico, es verdaderamente difícil hacerle cambiar de opinión.

Por último, los medios de comunicación no pueden hacer una «cobertura equilibrada», como si hubiera un enfrentamiento entre dos posturas contrapuestas que gozan de los mismos niveles de validez. Los periodistas deben conocer los métodos que emplean los creacionistas para dar la falsa sensación de que su ideas son tan válidas como las teorías científicas aceptadas ya que así dan pie a exigir una dedicación paritaria de ambas posturas en las escuelas.

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Notas

  1. Es decir, que implica una interpretación literal del libro del Génesis contenido en la Biblia, que sitúa el origen del Universo hace unos 10.000 años aproximadamente y supone, entre otras barbaridades, que los seres humanos literalmente cabalgamos sobre dinosaurios.
  2. Aunque Ham ya había hecho de las suyas en Australia.
  3. Teniendo en cuenta que en 2016 Europa alcanzó la cifra de más de 510 millones de habitantes, esto significa que más de 100 millones de personas creen que un dios nos creó tal y como somos ahora.
  4. Este porcentaje supone alrededor de 39 millones de personas.
  5. Resolución emanada del informe (Doc. 11375) del Comité de Cultura, Ciencia y Educación de dicho organismo.
  6. De hecho, a nivel local, colegios públicos y religiosos han complementado los planes de estudio fijados a nivel nacional con libros de texto creacionistas.
  7. Las celebraciones se englobaron bajo el «año Charles Darwin».
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La importancia de enseñar la evolución humana

La importancia de enseñar la evolución humana

     Última actualizacón: 21 mayo 2018 a las 18:11

La frase de Theodosius Dobzhansky «Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución» es mi cita científica favorita, ya que resume perfectamente lo importante que es la evolución para nuestra comprensión de la biología. Por desgracia, en demasiadas escuelas no se enseña en absoluto la evolución, o no se enseña en toda su extensión. Cuando se trata de la evolución humana en particular, las estadísticas son aún más deprimentes. De acuerdo con una encuesta realizada en 2008 por Berkman y Plutzer, el 17% de los profesores de biología de secundaria omiten la evolución humana en su totalidad, mientras que la mayoría (60%) dedican entre una y cinco horas de clase para ello. En Estados Unidos, hay muy pocos estados (siete más el Distrito de Columbia en 2007) con unos estándares en ciencia que incluyen específicamente la evolución humana; y la evolución humana ha desaparecido de las normas NGSS aprobadas en 2013 [Next generation science standards]. Hay muchas razones por las que la evolución humana puede no formar parte del programa oficial, pero la «controversia» en torno a nuestros orígenes y el temor a una respuesta negativa de los padres por motivos religiosos están sin duda entre ellas.

Bipedalism

Sin embargo, omitir o minimizar el debate sobre la evolución humana es perder una oportunidad para involucrar a los estudiantes. Desde pequeños nos preguntamos de dónde venimos; la evolución lo explica. A partir de la increíble variedad de fósiles que se han encontrado en África, Asia y Europa podemos reconstruir nuestro linaje evolutivo desde Australopithecus a los primeros Homo sapiens y explorar las diferentes especies que se separaron en medio. Estudiando el registro fósil podemos entender cuándo comenzamos a caminar erguidos, observando los grandes cambios morfológicos que nos distinguen del resto de grandes simios, como una pelvis ancha en forma de cuenco, dedos gordos en línea con el resto de dedos de los pies y brazos más cortos. Podemos ver cuando aumentó el tamaño de nuestro cerebro (cuando apareció Homo erectus) y el consiguiente gran cambio en nuestra tecnología. Como se suele decir, el resto es historia.

Aprovechar nuestra curiosidad inherente acerca de nuestra historia y nuestro origen es una forma estupenda de motivar a los estudiantes sobre la ciencia. ¿Quién no quiere saber por qué hacemos las cosas que hacemos y tenemos el aspecto que tenemos? Aprender acerca de nuestra propia evolución ayuda a los estudiantes a sentirse conectados con la ciencia. Puede ser divertido ver experimentos de química, pero éstos no se identifican con nuestra propia vida. Muchos estudiantes nunca se imaginarían a sí mismos como un «típico» científico con una bata blanca trabajando en un laboratorio durante todo el día. Pero nos podemos identificar al instante con la evolución humana, y lo ven los estudiantes que están interesados en la ciencia pero no se dan cuenta que pasar tiempo en el campo excavando fósiles u observando a nuestros parientes primates en su hábitat natural son ejemplos de «hacer ciencia». Yo era una de esas estudiantes que nunca pensó que podría dedicarme a la ciencia. Estaba concentrada en convertirme en actriz. Las matemáticas me costaban, pero siempre me fue bien en biología. Tras no acceder a la escuela de teatro sino a la Universidad de Bucknell, mi amor por los animales me llevó a estudiar el comportamiento animal. Fue la mejor decisión que he tomado, y mientras estuve en Tanzania durante mi semestre en el extranjero, rodeada de monos verdes durante mi proyecto de investigación, supe que quería ser primatóloga. Mi amor por los primates fue lo que me llevó al campo de la antropología evolutiva y me hizo interesarme y apasionarme por ella.

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Estudiar la evolución humana es una lente a través de la cual los estudiantes, y la gente en general, puede ver cómo estamos conectados con el mundo. Somos primates, igual que los animales que llamamos simios y monos, aunque nuestro propio camino evolutivo nos recompensó haciendo que camináramos sobre dos piernas y teniendo un cerebro realmente grande. La evolución no es direccional; no se esfuerza para mejor. Los animales que están mejor adaptados a su ambiente sobreviven el tiempo suficiente para reproducirse y dejar sus genes a su descendencia. Los rasgos únicos que nos definen como humanos no nos hacen mejores que nuestros parientes primates— simplemente nos hacen diferentes. Los chimpancés están bien adaptados a los ambientes en los que viven y prosperan; de ninguna manera son «menos evolucionados» que nosotros. Es cierto que los seres humanos hemos dominado y alterado el mundo que nos rodea, pero si entendemos nuestro lugar evolutivo en el mundo, se hace más difícil justificar la idea de que somos mejores que los organismos con los que compartimos el planeta. De este modo, el estudio de la evolución humana nos enseña humildad, y hoy en día, todos necesitamos un poco de humildad.

Nos enfrentamos a un cambio climático de una escala sin precedentes a causa de nuestras acciones, poniendo en riesgo la Tierra tanto para nosotros como para el resto de plantas y animales que viven aquí. Debemos empezar a utilizar bien nuestros grandes cerebros para detener los cambios que podrían significar el fin de nuestro camino en este planeta. Hubo especies de homínidos, como Australopithecus afarensis, que vivieron durante unos 900.000 años, casi cuatro veces más de lo que hemos existido nosotros, pero finalmente se extinguieron. Estos ejemplos enseñan a los estudiantes que nuestra especie no es el sine qua non de la evolución humana. No somos inmunes a las fuerzas que pueden causar la extinción. Ahora podemos ver lo vulnerables que somos a enfermedades epidémicas como el ébola, el VIH, e incluso la gripe común. Los desastres naturales —en aumento debido al cambio climático— pueden dejarnos indefensos y vulnerables. La tecnología nos puede ayudar, pero no podemos dar por sentado que nos salvará.

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Tenemos el deber de enseñar a la próxima generación de dónde viene, evolutivamente hablando, y luchar contra la idea de que somos de alguna forma invencibles y omnipotentes. Los estudiantes deben comprender cuál es nuestro lugar biológico en el mundo. La enseñanza de la evolución humana es demasiado importante como para eludirla por miedo a la controversia que la rodea. He visto el momento en el que un estudiante comienza a entender la imagen general de dónde venimos, y es increíble contemplarlo. Tenemos que darles más oportunidades para que vivan momentos como este, que pueden cambiar su perspectiva y mostrarles una nueva forma de pensar. Sólo cuando eso suceda será cuando esta generación vea lo precario que es nuestro lugar en este mundo, y estará motivada para hacer todo lo que pueda por evitar que el cambio climático cause estragos en el único lugar que nosotros, y el resto de la vida en la Tierra, llamamos hogar.

 

Traducción de la anotación The Importance of Teaching Human Evolution escrita por Lauren Saville.

Gracias al Centro Nacional por la Educación Científica por autorizar la traducción del texto.

Courtesy of the National Center for Science Education, www.ncse.com.

Publicado por José Luis Moreno en ANTROPOLOGÍA, 15 comentarios