Ártico

Sobre el Polo Norte en dirigible

Sobre el Polo Norte en dirigible

     Última actualizacón: 21 septiembre 2017 a las 15:37

Como sabéis me encantan los libros. Entre mis preferidos están los escritos por aquellos exploradores que se aventuran en lugares antes inexplorados para hacer partícipes al resto de nosotros de sus descubrimientos. Y hete aquí que echando un vistazo en una librería anticuario tuve la oportunidad de adquirir la primera edición en castellano de uno de estos ejemplares: “Sobre el Polo Norte en dirigible” (Espasa-Calpe, 1927).

Editado por Roald Amundsen y Lincoln Ellsworth, el libro nos relata los preparativos y la ejecución del que sería el primer vuelo sobre el Polo Norte que logró unir dos continentes. Aunque todos conocemos las hazañas del noruego Amundsen por tierras polares ―incluso ya hemos tenido alguna ocasión de comentar­las en este blog― lo cierto es que me resultaba desconocida su faceta de aviador.

La obra se compone de distintos informes escritos por algunos miembros de la tripulación, además del relato principal de Amundsen, que logra componer una imagen completa de los pormenores de esta arriesgada empresa.

La expedición tiene sus antecedentes en el año 1925 cuando Amundsen llevó a cabo su propósito de realizar una expedición aérea al Polo Norte. Junto con Lincoln Ellsworth (que financió en gran parte los costes, al igual que haría en la posterior expedición) se fletaron dos aviones con el objetivo de, sobrevolando Alaska, llegar hasta el Polo Norte. Los expedicionarios alcanzaron los 87° 44′ Norte, la latitud más septentrional lograda por un avión en ese tiempo, aunque no consiguieron su objetivo principal. Tildada de fracaso por muchos observadores, Amundsen no se cansó de repetir que esta empresa no era más que la fase preparatoria para el verdadero intento que pretendía unir dos continentes por aire a través del Polo Norte.

Para este segundo intento, Amundsen se decantó por un dirigible como la mejor opción para que la expedición tuviera éxito. Los aeroplanos solían sufrir averías en los momentos más inoportunos, no dejando otra opción a los tripulantes que la de intentar aterrizar sobre el propio hielo: esta era una maniobra demasiado arriesgada que podía costarte fácilmente la vida. En cambio, un dirigible tiene la ventaja de que puede permanecer en el aire con todos sus motores parados, permitiendo realizar cualquier reparación sin mayores inconvenientes.

Para la elección del aparato, Amundsen se puso en contacto con el coronel italiano Umberto Nobile, ingeniero y constructor de dirigibles. Dada la premura exigida por el noruego, Nobile decidió reformar el modelo N-1, que se encontraba en uso, a pesar de que él prefería un aparato más pesado. Finalmente, el dirigible N-1 fue adquirido al Estado italiano con la mediación del coronel Nobile y el Dr. Rolf Thommosen, presidente del Aeroclub de Noruega.

Amundsen y Rissen-Larsen fueron a Roma a firmar el contrato de adquisición y, gracias al interés que mostró Mussolini en la expedición, los detalles fueron arreglados rápidamente. El dirigible estaría listo a principios de 1926 tras la necesaria reforma, momento en que iría una tripulación noruega a Roma para entrenarse bajo la dirección de Nobile.

Para la adaptación al clima polar, la envoltura presurizada del dirigible fue reforzada con enrejados metálicos en la popa y en la proa, conectando ambos extremos a la quilla mediante un tubo flexible de metal. Esta se recubrió de tela y se utilizó como espacio de almacenamiento y para la tripulación. El aparato llevaba tres góndolas para otros tantos motores y una cabina de control separada de ellas, todo en la parte inferior de la quilla.

Previamente a estas gestiones, y dado que el dirigible debería sobrevolar gran parte de Europa y Rusia antes de llegar al punto de partida en Svalbard (recordemos que el aparato estaba en Roma y había que pilotarlo hasta Islandia antes de acometer el tramo final de la expedición), en el otoño de 1925 comenzaron los trabajos de construcción del cobertizo y el poste de amarre que habrían de acoger el dirigible. Estos trabajos se hicieron durante el invierno ártico a fin de que estuvieran terminados a tiempo para la llegada de la aeronave.  El cobertizo, una enorme estructura con cimientos de hormigón y armazón de madera se había construido en completa oscuridad y bajo temperaturas extremas. Un barco italiano llevó piezas de recambio y otros elementos para la realización de las obras, así como los más de 4.500 cilindros de hidrógeno que se emplearían para “alimentar” la aeronave.

El viaje del dirigible Norge (bautizado así tras el traspaso de propiedad) para sobrevolar el Polo Norte se inició en Roma el 29 de marzo de 1926. La primera escala se realizó en Pulham (Inglaterra) donde llegaron a las 3 p.m. del 12 de abril tras 32 horas de vuelo. Había congregadas unas 3.000 personas que les recibieron, entre ellas el príncipe heredero del trono noruego Olave. Allí permanecieron detenidos dos días realizando diversas tareas de mantenimiento antes de retomar vuelo a Oslo el 14 de abril.

A continuación se dirigieron a Leningrado para, volando sobre Vadsø (en cuya isla de Vadsøya sigue en pie hoy en día el mástil de atraque) llegar a Svalbard. El día 7 de mayo tomaron tierra en Svalbard, base de la expedición y punto de partida del “ataque final” al Polo Norte. La tripulación llevaba a sus espaldas 44 horas de vuelo sin dormir, y habían recorrido la distancia de 7.600 km. desde su salida de Roma.

En Svalbard también se encontraba Richard Evelyn Byrd que estaba preparando su avioneta Fokker para realizar un vuelo con la misma intención de alcanzar el Polo Norte desde el aire. En ningún caso supuso una sorpresa para Amundsen la presencia del americano dado que había sido él mismo quien le recomendó el lugar desde donde realizar su intento. Así las cosas, dado que para los noruegos el llegar al Polo era una mera estación de tránsito, decidieron que harían sus preparativos con constancia, pero sin prisas, a fin de evitar toda posibilidad de fracaso causado por la precipitación. Debemos tener presente que el viaje del Norge tenía el objetivo de sobrevolar el mar entre el Polo y Alaska, una parte del globo que aún seguía inexplorado, pues algunos pensaban que en esa zona había tierra aún sin descubrir.

Amundsen, Byrd, Bennet y Ellsworth.

Byrd partió con el Josephine Ford a las 1.50 horas del día 8 de mayo. Bennet pilotaba y la orientación fue asumida por el propio Byrd. Pese a que podían ser considerados unos rivales, en realidad los tenían en alta estima y la única preocupación de los noruegos era que volvieran sanos y salvos. De hecho, si no era así y se encontraban con dificultades, Amundsen tomó la decisión de que saldrían a buscarlos con el Norge pese a que ello podía suponer anular su aventura. Finalmente, los aviadores regresaron a las 17 horas en un viaje que fue todo un éxito (a pesar de todo, hoy en día hay quienes ponen en duda que realmente alcanzaran el Polo Norte).

Finalmente, y tras diversos retrasos debidos al clima cambiante, el día 11 de mayo se dio la orden de partida y a las 8.00 de la mañana se procedió a sacar la aeronave del cobertizo. Un total de 16 tripulantes formaban el equipo:

  • Piloto. Coronel Umberto Nobile.
  • Segundo comandante del Norge y de la misión. Hjalmar Riisen-Larsen (navegante).
  • Timonel (timón lateral) Emil Horgen.
  • Timonel (timón principal) Oskar Wisting.
  • Radio. Capitán Birger Gottwald.
  • Meteorólogo. Dr. Finn Malmgren.
  • Periodista. Fredrik Ramm.
  • Operador de radio. Frithjof Storm-Johnsen.
  • Jefe reparaciones. Oscar Omdal (ingeniero de vuelo).
  • Mecánicos italianos. Ceccioni, Alessandrini, Arduino, Caratti y Pomella.
  • Jefe máximo de la expedición y primer comandante. Roald Amundsen.
  • Ayudante de Amundsen y patrocinador de la expedición. Lincoln Ellsworth

Con todo listo, a las 9.55 horas se dio la orden: “Vámonos”. El termómetro marcaba 4,5 ºC bajo cero.

La primera parte del vuelo fue bastante sencilla dado que clima fue benigno. No se encontraron demasiados bancos de niebla que impidiesen la navegación y a las 1.25 (hora de Greenwich) del 12 de mayo de 1926 alcanzaron su primer objetivo: se encontraban a 200 metros de altitud sobre el Polo. En este punto se lanzaron las banderas noruega, americana e italiana (por este orden): banderas de seda cosidas en doble y atravesadas por una barra, unida a una gran asta de aluminio, que quedaron firmemente clavadas en el hielo polar.

Los problemas comenzaron después de haber superado el Polo, ya que el hielo acumulado sobre el dirigible no sólo aumentaba enorme y peligrosamente su peso (calculado al gramo para maximizar el desplazamiento), sino que al desprenderse y golpear con las hélices, muchos trozos salían despedidos a gran velocidad provocando en la cubierta múltiples agujeros. Además de esto, el clima empeoraba por momentos, creándose enormes bancos de niebla que obligaban a realizar continuos ajustes de altitud y rumbo para conseguir enfilar al punto de destino: la ciudad de Nome, situada al sur de la península de Seward en el Mar de Bering, en el estado de Alaska, Estados Unidos.

Tras muchos esfuerzos y totalmente desorientados debido al clima adverso, decidieron tomar tierra en un pequeño pueblo de esquimales que más tarde supieron que se llamaba Teller, ubicado a 90 kilómetros aproximadamente del sitio previamente designado, Nome. Uno de los motivos que llevaron a Amundsen a descender allí fue que se habían quedado sin reservas de parches para reparar los continuos desgarros en la cubierta del dirigible.

La tripulación llevaba 70 horas de vuelo, y algunos de ellos no habían podido dormir en absoluto. No pocos veían visiones. Además de esto, la hora de las comidas tampoco era muy alegre ya que, a pesar de disponer de una cocina, finalmente no la habían montado por lo que tuvieron que contentarse con té y café de los termos (que se enfriaron poco después del despegue). Amundsen relatará que los sándwiches estaban helados y parecía que mordían madera. Del mismo modo, los pastelillos de carne eran cristales de hielo, aunque intentaran descongelarlos cogiéndolos con la mano y manteniéndolos en los bolsillos del pantalón.

Tras el aterrizaje se sucedieron las recepciones oficiales por distintas ciudades norteamericanas en el recorrido que hicieron los aclamados exploradores desde la costa oeste hasta Nueva York, desde donde estaba previsto que un barco noruego los llevara de vuelta a casa. Una anécdota que cuenta Amundsen es que durante el vuelo todos los tripulantes llevaban la misma ropa ya que, por motivos de peso, no podían llevar ropa de repuesto. Amundsen se molestó y quedó tristemente sorprendido cuando los miembros italianos de la tripulación se presentaron en la primera recepción oficial con uniformes militares completamente limpios.

El colofón de esta aventura fue la constatación de que el primer vuelo de uno a otro continente vía Polo Norte se hizo sin contratiempos graves ni desgracias personales, siendo además la única expedición que goza del honor de haber alcanzado el Polo Norte por aire, siendo verificada esta circunstancia sin dejar lugar a la más mínima duda. Del mismo modo, Wisting, tras llegar al Polo Norte, se convirtió junto con Amundsen, en la primera persona que había estado en ambos polos.

Para finalizar este relato no puedo dejar de llamar la atención del lector acerca de los caprichos del destino. En 1928 Nobile decidió emular el viaje del Norge con otro dirigible, el Italia. Sin embargo, esta vez la suerte no acompañó al recién ascendido general y el dirigible cayó sobre un témpano de hielo cerca de la isla de Carlos XII, en la zona nororiental de las Spitzbergen. Finn Malmgrem, que repetía de nuevo viaje en calidad de meteorólogo murió a consecuencia de este accidente. Los mecánicos Caratti, Pomella y Alessandrini también perdieron la vida.

Pero las desgracias no terminaron aquí porque Amundsen también falleció en junio de ese mismo año al accidentarse el hidroavión en que viajaba (se cree que en el Mar de Barents) en el curso de la expedición de rescate de sus antiguos camaradas.

Terminaré con las palabras con que cerró Amundsen el relato de su aventura:

¡Honor y alabanza a Aquel quien todo honor es debido!  Unidos todos en un solo pensamiento demos gracias a Él, que en diversas ocasiones en el transcurso de esta aventura clara y distintamente extendió Su Mano sobre nosotros.  No discutamos quién fue el mejor: ¡Somos tan infinitamente pequeños sin la ayuda de Dios Omnipotente!

Todas las imágenes pertenecen al archivo del Instituto Polar Noruego.

Publicado por José Luis Moreno en RESEÑAS, 2 comentarios
¿Habrá un conflicto fronterizo en el Océano Ártico?

¿Habrá un conflicto fronterizo en el Océano Ártico?

     Última actualizacón: 8 agosto 2017 a las 14:07

El ser humano es un animal territorial.  En este sentido, su comportamiento es igual al de muchos animales dado que siente la necesidad de controlar un determinado espacio físico y defenderlo (llegando incluso al empleo de la fuerza) frente a las intrusiones no consentidas de otros.  A lo largo de la historia, una de las principales causas de los conflictos bélicos ha tenido que ver con disputas fronterizas, y es fácil volver la mirada atrás desde la Prehistoria hasta la Edad Contemporánea para encontrar este sustrato común en muchas de las guerras que han tenido lugar.

Sin embargo, destaca por su novedad y su importancia una situación que no se ha puesto de manifiesto hasta hace relativamente poco tiempo: me refiero a los conflictos marítimos y las disputas por la fijación de las fronteras en el mar.  Debemos tener presente que en la actualidad el 90% del comercio mundial se desarrolla a través de los mares y océanos, y que los 10 puertos más grandes del mundo por cantidad de mercancías transportadas (Singapur, Rotterdam, Shanghái, Hong Kong, Luisiana del Sur, Houston, Chiba, Nagoya, Cantón y Kwangyang) acogen más del 50% de este tráfico.  Por lo tanto, salta a la vista la importancia de que ese movimiento sea lo más seguro y fiable posible.

De lo dicho hasta ahora podemos desligar dos aspectos diferentes: el primero tiene que ver con la seguridad en el tráfico marítimo, y el segundo con la fijación de las fronteras marítimas entre dos o más Estados vecinos.  No quiero centrarme ahora en el primero de los aspectos apuntados y que guarda relación con los frecuentes actos de piratería que se producen en el mar (que en la actualidad están gozando de una gran publicidad).  En su lugar, voy a llamar la atención acerca del “conflicto” que se está produciendo entre varios países en su “lucha” por definir una frontera en el Océano Ártico.

El 10 de diciembre de 1982 se firmó en Montego Bay (Jamaica) la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar en la que, entre otras cosas, los Estados firmantes

Reconociendo la conveniencia de establecer por medio de esta Convención, con el debido respeto de la soberanía de todos los Estados, un orden jurídico para los mares y océanos que facilite la comunicación internacional y promueva los usos con fines pacíficos de los mares y océanos, la utilización equitativa y eficiente de sus recursos, el estudio, la protección y la preservación del medio marino y la conservación de sus recursos vivos

establecen un conjunto de reglas en virtud de las cuales se definen y fijas los derechos de cada parte, además de establecer mecanismos para solucionar los diferentes y numerosos conflictos que a menudo surgen en este ámbito.

Según este instrumento internacional, la porción de mar frente a las costas de cualquier Estado está dividida en varias zonas en función de su longitud.  De esta forma, todo Estado tiene derecho a fijar la anchura de su “mar territorial” hasta un límite que no exceda de 12 millas marinas contadas desde la costa (en realidad, medidas a partir de líneas de base tal y como son definidas en el artículo 3 de la Convención).

zonas-maritimas

A continuación de este mar territorial, el documento reconoce una “zona económica exclusiva”, definida como un área situada más allá del mar territorial adyacente a éste, extensible hasta las 200 millas contadas desde la costa (o las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial (artículo 57).  Lo que resulta trascendente a los efectos de esta exposición son los derechos que se confieren a cada Estado dentro de su zona económica exclusiva (artículo 56):

Derechos de soberanía para los fines de exploración y explotación, conservación y administración de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de las aguas suprayacentes al lecho y del lecho y el subsuelo del mar, y con respecto a otras actividades con miras a la exploración y explotación económicas de la zona, tal como la producción de energía derivada del agua, de las corrientes y de los vientos

He aquí la clave del enfrentamiento que desde hace tiempo se está viviendo en la zona del ártico.

Partiendo de esta realidad, lo cierto es que hasta no hace mucho tiempo el interés de los Estados ribereños del Ártico por los recursos que alberga era escaso ya que las condiciones climáticas son tan duras (el Ártico es en su mayor parte un extenso océano cubierto de una banquisa o capa de hielo flotante), que el acceso a esos recursos era una tarea casi imposible, al tiempo que económicamente inviable.  Sin embargo, se ha comprobado cómo el calentamiento de esta parte del planeta ha hecho que la zona comience a deshelarse en determinadas épocas del año, permitiendo incluso la navegación por el famoso Paso del Noroeste (recorrido realizado por primera vez en 1906 por el explorador noruego Roald Amundsen), que supone un importante ahorro en tiempo y combustible en el trayecto entre el Océano Atlántico (Europa) y el Océano Pacífico (Asia y costa oeste de Estados Unidos).

Por lo tanto, dado que es posible que en un futuro se pueda emplear comercialmente esta ruta, así como el hecho de que el acceso a los recursos naturales podría ser más fácil, los cinco Estados ribereños del Ártico —Canadá, Dinamarca, Noruega, Rusia y Estados Unidos— se han embarcado en una carrera para reclamar cada vez más territorio allende las 200 millas marinas que contempla la Convención.

mapa-oceano-artico

En el mapa adjunto podemos observar dónde acaban las 200 millas que marcan el límite de la zona económica exclusiva (líneas rojas intermitentes) de cada uno de los Estados, lo que deja gran parte del Ártico fuera del control directo de cada uno.  Esta situación ha significado la entrada en juego de equipos de científicos de cada país.  El motivo es el siguiente:

La Convención también ofrece derechos exclusivos (más concretamente […] derechos de soberanía sobre la plataforma continental a los efectos de su exploración y de la explotación de sus recursos naturales) a cada Estado sobre la “plataforma continental” que se define (artículo 76) como el lecho y el subsuelo de las áreas submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de la prolongación natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta una distancia de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en los casos en que el borde exterior del margen continental no llegue a esa distancia.  Es decir, la plataforma continental es la prolongación natural de un continente y por ende, del territorio de un país, y se entiende incluida en la zona económica exclusiva (con el límite de 200 millas), salvo que el Estado demuestre que el margen continental se extiende más allá de esa distancia, y que por tanto, las cordilleras y formaciones de rocas submarinas están unidas a la plataforma continental.  Y es aquí como digo, donde entran en juego los científicos puesto que el artículo 77 impone:

El Estado ribereño presentará información sobre los límites de la plataforma continental más allá de las 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial a la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, establecida de conformidad con el Anexo II sobre la base de una representación geográfica equitativa. La Comisión hará recomendaciones a los Estados ribereños sobre las cuestiones relacionadas con la determinación de los límites exteriores de su plataforma continental. Los límites de la plataforma que determine un Estado ribereño tomando como base tales recomendaciones serán definitivos y obligatorios

He apuntado que esta cuestión se ha convertido en una “carrera” entre los Estados ribereños dado que el Anexo II de la tan citada Convención obliga a cada Estado que se proponga reclamar una plataforma continental más amplia de las 200 millas originales, a presentar la información técnica y científica que avale dicha pretensión en un plazo no superior de 10 años desde la entrada en vigor del convenio respecto a dicho Estado. Las fechas de ratificación de la Convención para los Estados ribereños del Ártico son las siguientes:

  • Canadá                       7 de noviembre de 2003.
  • Dinamarca                16 de noviembre de 2004.
  • Estados Unidos        No ratificado.
  • Noruega                     24 de junio de 1996.
  • Rusia                          12 de marzo de 1997.

Con este fin se ha constituido la Comisión de Límites de la Plataforma Continental entre cuyas funciones está la de examinar los datos y otros elementos de información que presentan los Estados.  Aunque el plazo de 10 años ya ha transcurrido para dos Estados (Noruega y Rusia), debemos señalar que hubo una reunión en el año 2001 en la que se llegó a un acuerdo en virtud del cual, aquellos Estados que hubieran ratificado la Convención antes del 13 de mayo de 1999, el cómputo del límite de tiempo de 10 años comenzaría a contar desde esa fecha (señalemos igualmente que Estados Unidos ni siquiera ha ratificado el Convenio debido a las reticencias de varios senadores, lo que ha llevado a numerosos políticos a criticar esta postura debido a que de no hacerse, Estados Unidos quedará fuera de las delimitaciones futuras).

Los científicos se centran fundamentalmente en la Dorsal Lomonósov, una cadena montañosa submarina de casi 1.800 kilómetros de longitud que se extiende desde las Islas de Nueva Siberia a las costas de Groenlandia y la Isla de Ellesmere (Canadá).  Esta dorsal se separó de la plataforma continental que bordea la cuenca de Nansen por la expansión del suelo oceánico a lo largo de la dorsal de Gakkel, y en caso de demostrarse que se encuentra físicamente unida a la plataforma continental de Rusia, de Groenlandia o bien de Canadá, podría significar la atribución del Polo Norte a cualquiera de esos países.

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La cartografía de los fondos oceánicos supone una aventura apasionante, una empresa científica de primer nivel, al tiempo que un reto de enormes consecuencias tanto económicas como políticas para los países implicados.  Se oyen voces que anuncian una progresiva militarización del Ártico, junto con visiones poco esperanzadoras de contaminación y daños irreparables a la biosfera marina por la explotación de los recursos naturales (desde gas y petróleo, a oro, diamantes y níquel).  Como ha manifestado un científico implicado en las investigaciones, es posible que esta vez las fronteras las marquen la ciencia y la diplomacia, y no las espadas.

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Publicado por José Luis Moreno en POLÍTICA INTERNACIONAL, 0 comentarios