José Luis Moreno

Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC
Jurista amante de la ciencia y bibliofrénico. Curioso por naturaleza. Desde muy pronto comencé a leer los libros que tenía a mano, obras de Salgari, Verne y Dumas entre otros muchos autores, que hicieron volar mi imaginación. Sin embargo, hubo otros libros que me permitieron descubrir las grandes civilizaciones, la arqueología, la astronomía, el origen del hombre y la evolución de la vida en la Tierra. Estos temas me apasionaron, y desde entonces no ha dejado de crecer mi curiosidad. Ahora realizo un doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga donde estudio el derecho a la ciencia recogido en los artículos 20.1.b) y 44.2 CE, profundizando en la limitación que supone la gestión pública de la ciencia por parte del Estado, todo ello con miras a ofrecer propuestas de mejora del sistema de ciencia y tecnología. Socio de número de la AEAC, miembro de AHdC; AEC2, StopFMF y ARP-SAPC
Reseña: «Ramón y Cajal. El ocaso del genio», de Marcos Larriba

Reseña: «Ramón y Cajal. El ocaso del genio», de Marcos Larriba

Ficha Técnica

Título: Ramón y Cajal. El ocaso del genio
Autor: Marcos Larriba Martínez
Edita: Amarante, 2020
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 209 p.
ISBN: 9788412246148

Reseña del editor

Editorial Amarante presenta una biografía de Ramón y Cajal que no dejará a nadie indiferente. La obra del profesor Marcos Larriba mete el dedo en la llaga de lo que los españoles solemos hacer con la memoria de nuestros hombres ilustres. En 2016, el palacete junto a los jardines madrileños de El Retiro donde vivió, investigó y murió el Premio Nobel de medicina D. Santiago Ramón y Cajal, fue vendido para ser transformado en pisos de lujo. Libros de su biblioteca con anotaciones manuscritas, retratos y otros objetos personales procedentes del palacete acabaron a la venta en el Rastro de Madrid.

En esta obra se publica parte de ese material personal e inédito, tomando como punto de partida sus pensamientos más íntimos se abordan los últimos años de vida de Ramón y Cajal, sus ideas sobre la religión y la muerte y el devenir del legado material y científico del histólogo aragonés tras su fallecimiento. Siempre desde el rigor, pero en el registro cercano y desenfadado que caracteriza al gran divulgador científico José Manuel López Nicolás, La ciencia de los campeones nos descubre la química, la física, las matemáticas o la tecnología que se esconden tras el deporte. Un libro pensado para disfrutar de la ciencia aprendiendo un sinfín de curiosidades.

Reseña

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Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

Reseña: «Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas», de Eduardo Bazo Coronilla

     Última actualizacón: 23 octubre 2021 a las 08:38

Ficha Técnica

Título: Con mucho gusto. Un menú cuajado de historias botánicas
Autora: Eduardo Bazo Coronilla
Edita: Cálamo, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 520 p.
ISBN: 9788416742264

Reseña del editor

Somos una especie fascinante: desde un punto de vista nutricional, ingerimos productos de origen mineral, animal y vegetal. De entre estos últimos, llenan nuestras despensas (y las páginas de este libro) estructuras vegetales muy variadas como frutos, tallos, brotes tiernos, hojas, semillas… ¿Quiere decir eso que este libro versa sobre recetas vegetarianas? En absoluto, este libro trata sobre botánica, una disciplina «comestible» que podemos paladear diariamente y a la que no solo acudimos para saciar nuestro apetito. ¿Sabía que tanto deportistas como personas con impotencia buscan mejorar su rendimiento haciendo un uso torticero de esta honorable disciplina científica?

Este libro también aborda asuntos que competen a nuestra historia, cultura o gustos, desmontando algún que otro mito que permanece en nuestro ideario colectivo, y responde a preguntas como ¿cuál es esa planta que vale literalmente su peso en oro?, ¿qué es eso que omiten algunos programas de cocina y que no quieren que sepamos?, ¿qué era realmente el maná que se menciona en la Biblia?, ¿las zanahorias siempre tuvieron color naranja? o ¿qué tiene que ver un desastre nuclear con la pintura y las bebidas alcohólicas?

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Reseña: «Planck. Guiado por una visión, roto por la guerra», de Brandon R. Brown

Reseña: «Planck. Guiado por una visión, roto por la guerra», de Brandon R. Brown

Ficha Técnica

Título: Planck. Guiado por una visión, roto por la guerra
Autora: Brandon R. Brown
Edita: Biblioteca Buridán, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 318 p.
ISBN: 9788418550287

Reseña del editor

A Max Planck se le atribuye ser el padre de la teoría cuántica, y su obra es descrita por su amigo Albert Einstein como «la base de toda la física del siglo XX». Pero la historia de Planck no es bien conocida, porque su biblioteca, sus diarios personales, sus cuadernos y sus cartas fueron destruidos con su hogar durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que queda, además de sus contribuciones a la ciencia, es un puñado de cartas manuscritas en taquigrafía alemana y los tributos de otros científicos de la época.

En esta biografía, Brandon R. Brown entremezcla las voces y los escritos de Planck, de su familia y de sus contemporáneos para crear el retrato de un físico revolucionario que trabajó en medio de una guerra. Planck pasó buena parte de su vida adulta forcejeando con la crisis de identidad de ser un alemán influyente con ideas contrarias a su gobierno. Durante la última parte de su vida, sobrevivió a combates y bombardeos, a operaciones quirúrgicas y a transfusiones de sangre sin dejar de realizar su labor de físico influyente enfrentado a menudo con una burocracia nazi violenta y en descomposición.

Cuando su hijo fue acusado de traición, Planck trató de hacer valer su condición de «tesoro nacional» alemán y escribió directamente a Hitler para tratar de salvar la vida de su hijo, sin conseguirlo. Esta historia de un hombre brillante que vivió en tiempos muy peligrosos sitúa a Max Planck en el lugar que legítimamente le corresponde en la historia de la ciencia, y muestra el impacto que tuvo en su vida y en su obra una Alemania desgarrada por la guerra.

Reseña

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Las evidencias no son lo que eran

Las evidencias no son lo que eran

Juan Pimentel, Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Poco después de crearse la Royal Society en 1662 se eligió un lema bien significativo que todavía figura en su filacteria (esa especie de banderola que acompaña a ciertas iconografías): Nullius in Verba, “en las palabras de nadie”. Aludía a un pasaje de Horacio, donde proclamaba “no sentirse obligado a jurar por las palabras de maestro alguno” (Nullius addictus jurare in verba magistri).

Escudo de la Royal Society británica, con el lema Nullius in Verba. Wikimedia Commons

Los pioneros del experimentalismo se desmarcaban así del criterio de autoridad empleado por los escolásticos. El conocimiento de la naturaleza se apoyaba en las evidencias empíricas y no en las palabras de Aristóteles, Dioscórides o Plinio el Viejo.

Pasadas las guerras civiles y restaurada la monarquía en Inglaterra, aquellos eruditos necesitaban reconstruir el edificio de la sabiduría sin rendir pleitesía a los antiguos ni tampoco atentar contra el orden social. Desde entonces, los científicos siempre proclamaron su independencia respecto al saber heredado. Los experimentos conspiran contra la palabra escrita y el saber establecido. Se trata de producir hechos que derriben esas verdades antiguas.

Hechos, no palabras

Desde entonces, los científicos han tratado siempre de aislar sus controversias de las cuestiones morales, políticas o religiosas. Ellos hablan desde los hechos. Las palabras, y no sólo las de los antiguos, quedaban bajo sospecha, al igual que la retórica y el lenguaje figurado. Einstein decía que dejaba las cuestiones de estilo para su sastre.

La historia de la ciencia de los últimos cuarenta años ha debatido largamente este tipo de cuestiones. A día de hoy sabemos que aquellos experimentalistas emplearon técnicas literarias, instrumentales y sociales para acreditarse y desacreditar a sus oponentes (una de ellas precisamente fue la proclamación retórica de la neutralidad y el distanciamiento del mundo para juzgarlo).

El experimento crucial de la Óptica de Newton tardó décadas en ser admitido en el continente y aun así fue rebatido después. Huygens no entendió la luz a la manera corpuscular, sino bajo el paradigma ondulatorio. Y Goethe, todo lo amateur que se quiera, impugnó la teoría newtoniana, siendo el poeta alemán reivindicado mucho después por el propio Heisenberg.

Ciencia y controversia

La ciencia, en una palabra, es una práctica social. La controversia forma parte de su naturaleza. Aunque existen procedimientos, reglas y métodos para probar hechos y demostrar evidencias, no existe un solo método científico, universalmente aceptado y eterno, como tampoco unas verdades que progresivamente son desveladas en el tiempo.

La historia de la ciencia no es la de cómo salimos de la oscuridad para adentrarnos en una Ilustración triunfante. Lo que se daba por sentado o incluso por probado (la inmutabilidad de las especies, la teoría del flogisto, la naturaleza corpuscular de la luz) a lo largo de la historia ha sido refutado, olvidado, parcial o completamente alterado y corregido.

Los hechos no son lo que eran, ni las opiniones, pues tanto en la producción de evidencias como en su circulación (en redes de expertos o de legos) cuesta operar con un bisturí tan fino como para discriminar completamente entre hechos probados, teorías, marcos interpretativos, opiniones, conocimientos tácitos e intereses.

La sociología de la ciencia habla de sobredeterminación teórica de los experimentos, de construcción social de los hechos y de ese tipo de cosas que otros –puestos a usar la brocha gorda– tachan de postmodernas y relativistas.

La historia del escepticismo y la de las imposturas intelectuales y científicas, desde Pirrón al affaire Sokal, constituyen la densa trama de una historia sofisticada y apasionante, la de la ciencia, que efectivamente se parece menos a un hilo rojo que a un tejido o un texto, compuesto por muchos hilos, muchos lazos, tramas enrevesadas y palabras sobre palabras.

Pensando en la actual pandemia, las evidencias a día de hoy son firmes en lo que se refiere a la vacunación y los índices de contagio. Es lógico darle más crédito a un virólogo que lleva treinta años trabajando en el RNA que al primer tertuliano o cantante ocurrente, pero también es cierto que no todos los virólogos piensan ni dicen exactamente lo mismo. Hay consensos generalizados y dudas razonables.

El origen del Covid-19 está siendo sometido a un escrutinio que se promete tan polémico que quizás nunca lleguemos a saber con razonable certeza dónde se originó. Pero tampoco debería extrañarnos. Darwin se pasó veinte años observando el efecto de las lombrices sobre el manto vegetal. Los procesos geológicos y la selección natural a través de vastos lapsos de tiempo tampoco eran fenómenos fáciles de apreciar. Costó mucho convertirlos en evidencias.

También Galileo se esforzó en vano en demostrar que la luna tenía montañas. Los telescopios no estaban legitimados como fuentes fidedignas para hacer filosofía natural.

¿Y qué decir de la sífilis de finales del siglo XV, atribuida a los franceses, los españoles, los nativos americanos y por supuesto a los judíos? Pero si la sífilis, la viruela o el cólera vivieron polémicas, movimientos antivacunistas y campañas profilácticas que nos resultan muy familiares desde la actual pandemia, hay un dato que las distingue. Aquellas fueron epidemias de la edad de la imprenta (libelos, panfletos, escritos médicos, avisos, hojas volanderas, tratados y publicaciones periódicas lo atestiguan). Hoy es la pandemia de la era digital, allí donde la república de las letras se ha expandido y la complejidad en la confección de las evidencias y la circulación de los opiniones se han multiplicado.

Bajo el volcán de la incertidumbre

Yo sabía hace mucho que Plinio, el gran naturalista romano rescatado y adorado por los humanistas, murió en la erupción del Vesubio. Siempre se ha citado como caso ejemplar de los riesgos de la curiosidad extrema. Acercarse al mundo –hoy lo sabemos mejor que nunca– es peligroso.

Muerte de Plinio, ilustración firmada por Yan Dargent, incluida en Histoire des météores et des grands phénomènes de la nature (J. Rambosson, 1883). Wikimedia Commons / BNF / Gallica

Sin embargo, leí hace unos días algo que me dejó desconcertado: que en realidad Plinio, como ninguno de sus contemporáneos, sabía que el Vesubio era un volcán, tan antigua había sido su última erupción. En las cartas de Plinio el Joven, su sobrino, donde se cuentan los hechos, se lee que el sabio confundió los fuegos que veía al fondo con hogueras producidas por los hombres. La noticia es demoledora. Un pueblo que construyó calzadas, acueductos, puentes, un sistema jurídico, la historia natural, la medicina, la poesía y la historiografía que pervivieron durante siglos, no sabía que el Vesubio era un volcán (a pesar de que sabían que el Etna lo era). ¿No era evidente?

Lo que parece cierto es que nos cuesta vivir bajo el volcán de la incertidumbre y de nuestra propia ignorancia, máxime cuando ni nos atrevemos a reconocerlo. ¿No era evidente? Obviamente, no, pues las evidencias ni son lo que eran, ni eran lo que hoy nos parece que son.


Juan Pimentel, Investigador del Departamento de Historia de la Ciencia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC), Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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Reseña: «El disco celeste de Nebra. La clave de una civilización extinta en el corazón de Europa», de Harald Meller y Kai Michel

Reseña: «El disco celeste de Nebra. La clave de una civilización extinta en el corazón de Europa», de Harald Meller y Kai Michel

     Última actualizacón: 1 mayo 2021 a las 08:14

Ficha Técnica

Título: El disco celeste de Nebra. La clave de una civilización extinta en el corazón de Europa
Autores: Harald Meller y Kai Michel
Edita: Antoni Bosch Editor, 2020
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 397 p.
ISBN: 9788494933103

Reseña del editor

Unos expoliadores de tumbas descubrieron este disco en la cima de la montaña de Mittelberg, en el estado alemán de Sajonia-Anhalt; el arqueólogo Harald Meller consiguió rescatarlo para el dominio público tras una ardua persecución. Desde entonces, coordina la investigación de sus secretos. Junto con Kai Michel, historiador y periodista científico, describe el legendario reino de Nebra, cuyas ramificaciones se extendían desde Stonehenge en Inglaterra hasta Oriente, en una era desbordante de ideas revolucionarias sobre los dioses, el poder y el cosmos. El disco celeste de Nebra nos suministra la clave de un mundo desaparecido al que debemos los fundamentos de nuestra Europa moderna. Es la representación concreta más antigua del cielo. El descubrimiento del enigmático disco de Nebra, en pleno corazón de Europa, ha causado furor. Harald Meller y Kai Michel narran de primera mano la emocionante historia de su rescate y su desciframiento, arrastrando al lector hacia el asombroso mundo de Nebra, que se revela como un capítulo fundacional de nuestro pasado, tan desconocido como fascinante. «Un tesoro de bronce y de oro, enterrado hace miles de años, desvela la existencia de una civilización en el corazón de Europa, desconocida hasta ahora.

Reseña

La expoliación de objetos arqueológicos es una actividad que no ha parado de crecer en todo el mundo. El mercado negro de antigüedades alimenta la voracidad de coleccionistas sin escrúpulos que pagan grandes sumas por hacerse con todo tipo de piezas. Esta actividad no solo hurta los objetos a los investigadores sino que también destruye los yacimientos, con lo que el daño se multiplica al perder el contexto arqueológico, una información esencial para reconstruir nuestro pasado. Esto es lo que, en parte, sucedió con el «disco celeste de Nebra», una placa de bronce casi redonda que pesa alrededor de 2 kg y que tiene un diámetro aproximado de 32 cm; aunque la intervención de Harald Meller fue esencial para paliar en parte los daños.

Ahora podemos conocer con detalle todos los aspectos del rescate de esta importantísima pieza que, junto con otros elementos como espadas y hachas, fue enterrada en el monte Mittelberg, cerca de Nebra (estado federado de Sajonia-Anhalt, Alemania). Y digo rescate, porque este tesoro arqueológico fue recuperado de manos de los expoliadores gracias a una operación policial digna de un guion televisivo en la que Meller tuvo un papel protagonista.

Así, tras su recuperación comenzó la fase de investigación —comenzando por el proceso judicial en el que se trató sobre la autenticidad del hallazgo— una ardua tarea que ha permitido concluir que estamos ante una de las representaciones más antiguas de la bóveda celeste y otros fenómenos astronómicos, con una antigüedad de alrededor de 3 600 años. A día de hoy el disco celeste de Nebra hace las delicias de los visitantes del Museo Estatal de Prehistoria de la ciudad de Halle an der Saale y se ha convertido en una de las piezas estrellas de la exposición.

En definitiva, gracias a este libro vamos a participar en la aventura de reconstruir el panorama de una cultura que nació y murió en el corazón de Europa, la denominada «Cultura de Unetice», documentada en buena parte de Europa central entre los años 2 200 y 1 600 a.e.c. Y es que estamos ante uno de los primeros Estados del continente; un sistema en el que una élite muy reducida controla los recursos y los destinos de la inmensa mayoría, principalmente gracias a un cuerpo militar especializado y una administración centralizada.

Esta afirmación no está exenta de controversia, pero lo cierto es que, tras leer el libro, una de las cosas que más me han impactado ha sido confirmar lo simplistas y primitivas que suelen ser no ya las sociedades prehistóricas, sino nuestra visión sobre ellas.

Este hallazgo es una provocación

Enterrado en torno al año 1 600 a.e.c., es la representación concreta del cielo más antigua hallada hasta el momento. No representa los astros como dioses, vírgenes o animales míticos, tal como sucedía en las culturas de la Antigüedad, sino que nos muestra los cuerpos celestes de una manera muy naturalista, tal como se presentan a los ojos humanos en el cielo: como objetos brillantes de distintas formas y tamaños.

Este hallazgo representa un momento estelar de la humanidad

El disco de Nebra nos ofrece el testimonio de un momento estelar de la humanidad y apenas tenemos idea acerca de la cultura en la que surgió.

De hecho, los autores llaman nuestra atención acerca de un parecido chocante: su sorprendente similitud con un objeto extraordinario de nuestro tiempo, un objeto que, de manera provisional, marca el punto final de lo que dio comienzo con el disco celeste. Se trata del «Disco de oro de las Voyager» incorporado en 1977 en las sondas Voyager lanzadas al espacio por la NASA.

Ambos son discos redondos, aproximadamente del mismo tamaño que un elepé. Ambos están compuestos principalmente de cobre (en uno se ha refinado con estaño para formar bronce; en el otro ha recibido un baño de oro), y en ambos el oro sirve para transmitir los mensajes. Además, se trata de un soporte para mensajes a inteligencias no humanas. El disco de oro quiere informar a alienígenas sobre la vida en el planeta Tierra. El disco celeste de Nebra fue enterrado como ofrenda a las fuerzas sobrenaturales.

Es la clave de una cultura desconocida

El disco celeste se trata del producto de un mundo globalizado cuyas conexiones alcanzan desde Stonehenge hasta Oriente. Comprender cómo se construyó, de dónde procedían sus materias primas, y entender el significado del mensaje que transmite, nos hacen ver que las sociedades del pasado estuvieron realmente conectadas entre sí.

De esta forma. el «Grand Tour», ese gran viaje por Europa que formaba parte obligatoria de la educación de los nobles jóvenes desde el Renacimiento, podría haber tenido una especie de precursor en la Edad del Bronce Antiguo.  Un hecho sorprendente para aquellos que, como yo mismo, no hemos prestado la debida atención a los trabajos que los especialistas en la Prehistoria vienen realizando desde hace décadas.

Es el comienzo de nuestro mundo

El disco celeste es también una clave para descifrar nuestra propia historia. Nos permite comprender cómo un conocimiento muy desarrollado hizo surgir una sociedad importante en Europa Central. Esa sociedad del conocimiento no solo inventó la producción en serie, sino que dio lugar a un poder y una riqueza de una magnitud hasta entonces desconocida.

No puedo más que recomendar este magnífico texto que, estoy seguro, hará las delicias de todos los que nos interesamos por conocer un poco mejor nuestro pasado.

 

Por cierto, quizás te interese esta entrevista que, desde el Museo Arqueológico de Alicante le hicieron a Harald Meller con ocasión de la publicación de este libro.

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