Última actualizacón: 5 mayo 2023 a las 10:20

No soy científico, investigador ni tampoco profesor. Mi trabajo diario no está relacionado con la ciencia ni con el periodismo. Por lo tanto, una buena pregunta sería ―y es cierto que me la han planteado alguna vez― por qué dedico tanto tiempo a leer y a escribir sobre temas científicos. Y mi respuesta es que es una necesidad.

Me apasiona leer. Ya desde pequeño disfrutaba con solo acercarme a las estanterías cargadas de libros que había en casa de mis padres o de mi abuela sabiendo que, casi con toda seguridad, iba a descubrir alguna joya interesante que se me había pasado por alto en anteriores incursiones. Y lo cierto es que así era: novelas, revistas de historia, libros de viajes y algún que otro ensayo científico estaban ahí, al alcance de la mano, esperando que me decidiera a cogerlos y abrir sus portadas. Una vez con mi botín, me escabullía y lo devoraba rápidamente (y si bien la mayoría de las veces los devolvía a su lugar, en otras ocasiones pasaban a engrosar mi, por aquel entonces, pequeña biblioteca).

En este sentido, está claro que tuve una infancia afortunada ya que crecí rodeado de libros de temas muy variados, no sólo las clásicas novelas que podía haber en cualquier casa, sino también ensayos más o menos sesudos. Así es como pude ir aprendiendo, de forma paralela al colegio, que hay todo un mundo por descubrir con nada que tengamos curiosidad, un poco de tiempo y prestemos atención.

Mis primeros intereses se centraron en la historia y la arqueología; quería aprender cosas sobre los faraones del Antiguo Egipto, cómo se construyeron las pirámides, saber más acerca de la mitología sumeria, las conquistas y batallas de griegos y romanos etc. Al ir creciendo, y gracias a series y documentales de televisión, volví la vista al cielo para darme cuenta de que somos muy pequeños, que ahí arriba existe un universo enorme, bello y misterioso, que parece seguir unas leyes que algunos intentaron comprender (a veces con éxito relativo). En definitiva, es como si alguien hubiera pintado un enorme fresco repleto de cosas sorprendentes que yo tenía que comprender. Y sí, desde ese momento, para mí se convirtió en una necesidad tratar de entender cómo funciona la naturaleza, quiénes somos, quiénes fueron nuestros antepasados y cuál es nuestro lugar en el mundo.

Tengo que reconocer que muchos de estos libros no eran demasiado “ortodoxos”: algunos trataban de la Atlántida, los “misterios” del triángulo de las Bermudas, los encuentros con seres extraterrestres etc. En cualquier caso, este tipo de lectura no fue un problema, sino más bien al contrario, un acicate. Cuando leía ese tipo de libros, que contaban historias que parecían "reales" y basadas en datos y pruebas contrastados, hacían que me preguntara qué había de cierto en ellas. Así que tenía que buscar en otros libros las respuestas y aprender más de historia, astronomía, biología etc., llegando a comprobar que en la mayoría de los casos los datos aportados eran tergiversaciones, malinterpretaciones o, directamente, falsedades. Aprendí, en definitiva, que no había una única verdad y que tenía que poner en duda, en principio, todo lo que sabía o creía saber.

Aunque a medida que me hacía mayor se hacía más patente que no iba a encaminar mi futuro profesional por la rama de “ciencias” ―aún no tengo claro muy bien por qué― llegó el fatídico día que tuve que elegir: o “letras” o “ciencias”. Finalmente me decanté por la primera opción (no voy a extenderme ahora en criticar este sistema, pero sí diré que es tan importante que un estudiante de ciencias sepa quién fue Cervantes o Carlos III; como que uno de letras entienda la importancia que supuso la revolución científica de los siglos XVI y XVII, o cuáles fueron los descubrimientos de Newton, Darwin, Einstein o Galileo, por citar algunos ejemplos. Y siguiendo el mismo criterio, es igual de importante que todo el mundo, independientemente de su nivel cultural, conozca básicamente todas estas cuestiones).

A pesar de todo, y de las vueltas de la vida, nunca he dejado de interesarme por los avances científicos, por conocer mejor el funcionamiento del cuerpo humano, por aprender la historia de la ciencia: saber más acerca de la vida de aquellos que pusieron los cimientos de nuestro conocimiento y cómo se llevaron a cabo tanto los grandes como los pequeños descubrimientos.

Con el tiempo, la necesidad continua de saciar mi curiosidad me llevó a escribir este blog donde trato de hacer accesibles algunas de estas historias para intentar “picar” con este gusanillo a todo aquel que tenga un mínimo de interés.

Como dijo una vez Sherlock Holmes:

Aún no dispongo de datos. Es un error teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de ajustar las teorías a los hechos.

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